XLII Maratón de Madrid

Como llevo haciendo estos últimos años, me presenté en la salida de la maratón de Madrid sin haber entrenado prácticamente nada para correr una maratón, aunque este año con el hándicap añadido de estar fastidiado del tendón de Aquiles de la pierna derecha. Por tanto, no tenía muy claro hasta donde podía llegar.

Tenía un sito en el cajón 2, lo que significaba que a las 8:50 nos teníamos que poner en marcha. Puse el despertador a las 6:15, estuve desayunando y como había quedado a las 7:20 en el Cercanías de Doce de octubre tenía pensado salir a las 7:00 de casa. A esa hora salí, pero cuando estaba en la calle me di cuenta que había olvidado mi móvil de pulsera, que había pensado llevar por si me retiraba, avisar a una amiga que me iba a esperar. Volví a casa, cogí el móvil y volví a bajar. De nuevo me di cuenta que había olvidado algo, esta vez el cronómetro, así que volví a subir. En estas estaba, subiendo y bajando, cuando recibí un mensaje de Ninfa de que si pasaban a recogerme y le dije que sí, porque ya no llegaba a la hora prevista ni de broma. Salí de casa, me recogieron a los pocos minutos y un poco más tarde estábamos aparcando el coche cerca de la boca del Cercanías de Doce de octubre. Cogimos el tren, hicimos trasbordo en Atocha y enseguida nos estábamos bajando en Recoletos. Yo había quedado a las 8:15 con mis antiguos compañeros de MaraT+D y aún quedaba bastante tiempo.

El ropero de la maratón era el más cercano a Cibeles, por lo que bajamos tranquilamente hasta allí, disfrutando del frescor matinal, que resultaba hasta agradable. Paré en un servicio a hacer mis necesidades y poco después dejamos la ropa en el ropero correspondiente y pusimos rumbo al Museo de cera, donde habíamos quedado. Por tomarnos las cosas con tanta calma, llegamos al punto de encuentro unos minutos más tarde, pero allí estaban los antiguos compañeros con los que estuvimos hablando tranquilamente y haciéndonos algunas fotos. Después nos deseamos todos buena suerte y partimos cada cual a nuestro cajón.

Con los antiguos compañeros maratidianos y algún extra

El cajón 2, el que teníamos asignado Ninfa y yo estaba bastante arriba, por lo que nos dimos un buen paseo, pasando por aseos en los que había bastante cola para utilizarlos. Mi compañera tenía ganas de entrar, pero al ver tanta gente no se decidía, hasta que llegamos a los servicios que estaban junto a la puerta del cajón 2 donde había menos gente y se decidió a entrar. Estuvimos unos minutos en la cola e íbamos viendo que el reloj se aproximaba a las 8:50 y no entrábamos, pero también veíamos que cada vez la gente acababa más pronto viendo la proximidad de su salida. Al final entramos los el uno y el otro y cuando nos metimos en el cajón faltaban escasos segundos para que dieran la salida. Dieron la señal y aún tuvimos que esperar un poco a que todo el mundo se pusiera en marcha y consiguiéramos pasar la línea de salida.

Salimos juntos pero enseguida noté que aunque no había corrido nada la última semana, el dolor en el talón derecho estaba ahí, me molestaba más de lo que yo pensaba, afortunadamente aunque el dolor me acompañó durante los 42 kilómetros, pude correr sin demasiados problemas. Ella había entrenado bastante más que yo y era tontería que yo fuese a su ritmo o que ella fuese al mío, así que traté de ajustarme a 5:30 que había fijado como ritmo de crucero y la vi alejarse metro a metro. Mucho mejor para los dos. En estos primeros kilómetros, que eran cuesta arriba, iba mirando el cronómetro para tratar de no ir más rápido de ese ritmo previsto y aún así alguno bajé de 5:30. Es lo que tiene la euforia inicial, que como te descuides vas más rápido de lo que debes.

Cuando llegué al punto más alto de la carrera, a la altura de las cuatro torres y para no obsesionarme con el ritmo pensé que lo mejor era ir pendiente de las pulsaciones, que no subieran nunca de 160, de modo que cambié la pantalla del GPS para ver únicamente las pulsaciones y olvidarme de los tiempos.

Bajé Bravo Murillo tratando de no acelerarme demasiado, llegué a Cuatro Caminos y giré a la izquierda por Raimundo Fernández Villaverde. Justo cuando cruzaba el puente sobre el Paseo de la Castellana vi que una de las zapatillas se había desabrochado, lo cual me extrañó porque estaba seguro que la había atado con doble nudo. Paré en el puente, até la zapatilla, apreté el doble nudo y apreté también el de la otra zapatilla. Fue un error porque el hecho de ir con las zapatillas tan apretadas hizo que con el paso de los kilómetros las dos uñas de los dedos gordos se pusieran moradas y me molestaran más que mi molestia original del tendón.

En estos kilómetros iban tan despreocupado de los tiempos y los kilómetros que en un momento dado me preguntó un corredor que esperaba a otro que cual era el kilómetro por el que íbamos y le dije que el ocho y pico, a lo que contestó que imposible, que no podía ser. Miré el GPS y vi que marcaba algo más de diez. Me comí dos kilómetros sin querer… Que luego me devolvieron con creces.

Al poco pasé por la estación de metro de Diego de León, donde me retiré el año pasado. Sonreí al pensar que este año al menos iba a hacer un tramo más largo que el pasado. Fue en ese momento cuando comenzó una maratón desconocida para mí porque nunca había pasado por esas calles corriendo y me pareció un tramo bastante duro. La subida de Velázquez, aunque estaba en el kilómetro 16 también se hace dura. El trocito de Serrano aunque corto, es duro. La calle Eduardo Dato, también es para arriba y Santa Engracia, también es en subida. Son unos cuantos kilómetros bastante duros, muy rompepiernas. En la esquina de la calle Serrano con el Paso elevado de Enrique de la Mata, al poco de que los de la media nos dejaran, fue muy emocionante porque me encontré con Juan, también maratoniano y ciclista al que hacía tiempo que no veía, que estaba animando en ese punto. No pude evitar pararme y darle un abrazo porque me hizo mucha ilusión verle.

Había quedado con mi madre en la calle San Bernardo, algo más abajo de Quevedo, a las 10:35, pero mientras iba corriendo pensé que había quedado a las 10:30, por lo que subiendo por Santa Engracia miré el reloj y vi que iba a llegar un poco tarde, así que aceleré subiendo por esa calle y seguí a buen ritmo por José Abascal y Bravo Murillo. Cuando llegué al punto donde habíamos quedado allí estaba mi madre esperando como sólo una madre puede hacerlo. Me dio una gran alegría encontrarla por lo que fui a por ella y la abracé y la besé mientras derramaba alguna lágrima por la emoción. Le dije que la quería y ella me dijo algunas palabras que me guardo para mí y que no creo que olvide mientras viva. Fue un momento no emocionante, sino emocionantísimo. Me dio un plátano, me despedí de ella y mientras iba por la calle San Bernardo buscando Gran Vía no conseguía detener mis lágrimas pensando en mi madre y en todo lo que representa.

Llegué a Gran Vía y allí vi a Elena y a Silvia, que me dieron gritos de ánimo y poco después en Callao me di de bruces con la media maratón. Miré el reloj y vi que llevaba 1h53, tiempo que me pareció bien, más o menos como en estas últimas maratones. Hice un examen de mi estado físico y vi que iba bien, pero no me dijo gran cosa porque he entrenado para una media y sabía que eso no me iba a suponer mucho esfuerzo.

Bajé por Preciados, subí por la calle Mayor y pensé que había menos gente y menos animación que otros años, lo cual no me extrañó porque al ser un sábado la participación es menor y el público también más escaso ya que mucha gente trabaja. Bajé la parte de Mayor que es favorable, giré a la derecha por Bailén y llegué a la Plaza de Oriente. Ese trozo de recorrido es adoquinado y empecé a notar dolores en las uñas de los pies, pero no lo di excesiva importancia, ya que poca cosa podía hacer sino aguantarme.

Subí por Ferraz donde cogí un trozo de plátano y una botella de agua, luego Rosales y el Paseo de Camoens hasta el Puente de los franceses. No iba mal por allí ya que el gran parte es favorable. En la Avenida de Valladolid, sobre el kilómetro 27, adelanté al bueno de Simba. Le pregunté que qué tal iba y me respondió que mal, que había estado con lumbalgia y que habían tenido que pincharle, que iba a llegar hasta el treinta donde le esperaban y que allí lo dejaría. Demasiado duró con ese problema, ya que yo, con un problema similar, me tuve que retirar el año antes en el diez. En ese tramo ya iba notando que tenía las piernas duras como rocas.

En la Glorieta de San Vicente estaba esperándome una gran mujer, que no sólo me hizo una bonita foto, sino que me acompañó una milla vestida de calle, dándome ánimos… Y haciéndome subir las pulsaciones por encima de las 170 cuando me había mantenido sobre 150 durante todos los kilómetros anteriores.

Chocando manos en la Glorieta de San Vicente

A la entrada de la Casa de Campo estaba mi cuñado esperándome, que iba a hacer conmigo esos últimos catorce kilómetros. Desde entonces fue dándome ánimos y cogiendo algunas botellas de agua y un líquido azul que creo era Powerade. Fue un error beber esa pócima porque me produjo unas molestias en las lumbares o cerca al beberlo, como si se hinchase la tripa y me produjese ese dolor. Muy raro.

Iba subiendo por la Casa de Campo rumbo al Parque de Atracciones y me seguía extrañando que las pulsaciones no bajaran de 170. Pensaba que bajarían después de llegar al punto más alto de la Casa de Campo, pero no fue así, seguían altas. Seguía sin mirar el ritmo al que iba, pero notaba que ya no era el mismo que llevaba antes de llegar a este bonito parque de Madrid. Entré en la Casa de Campo medio bien y salí medio mal. Había dejado casi todas mis fuerzas en estos seis kilómetros. La subida del metro de Lago me costó lo suyo, pero bajando la Avenida de Portugal vi que aún podía dar zancadas medio decentes, pensé que mal del todo no iba, pero me confundí porque en el Paseo de la Ermita del Santo me dejé las pocas fuerzas que me quedaban. Recordaba la última que pasé por este sitio que iba a un ritmo endiablado y esta vez no podía ni con las zapatillas. Seguía con las pulsaciones altas y pensé que a lo mejor el reloj no ajustaba perfectamente a la muñeca y estaba dando medidas erróneas. Lo puse un poco más arriba de la muñeca y lo apreté un poco más por si acaso. De todos modos pensé que ya iba tan mal que no iba a mirar ni las pulsaciones ni ninguna otra cosa. Me quedaban en ese punto seis kilómetros y sabía que ya era todo cuestión de sufrir y sufrir si quería llegar a meta.

Poco después en el Paso de la Virgen del Puerto me encontré con mi amigo Paco. Había coincidido con él en la Media de Madrid y pude comprobar que estaba muy bien de forma y me extrañó verle andando. Me puse a andar para preguntarle qué le pasaba porque le vi una carita… Me dijo que estaba un poco mareado y que estaba pensando en retirarse. Le animé porque estábamos cerca del 38 y si lo hacía se iba a acabar arrepintiendo, que andase un poco más hasta que se le pasase un poco y ver si luego podía ponerse a correr. Le dejé y me puse a trotar para afrontar la subida de la calle Segovia con «carrerilla». Hice casi toda la cuesta arriba corriendo, pero según iba subiendo iba notando que el tendón, que había sido una ligera molestia durante casi todo el recorrido, me iba doliendo más y más, por lo que decidí hacer los últimos metros caminando a buen ritmo y eso me alivió.

Subí la cuesta y me puse a trotar dispuesto a no volver a parar. Subí el Paseo Imperial al trote cochinero y al acabar la cuesta me dio mi acompañante un poco de Powerade que me sentó fatal, me empezó de nuevo a doler las lumbares y me tuve que parar a estirarlas un poco. Fueron unos segundos hasta que se me pasó. Comenzó la última bajada hasta el Paseo de las Acacias y desde ahí sabía que era todo cuesta arriba. No tiene mucha pendiente pero en esos dos últimos kilómetros cualquier subidita es como el Tourmalet. Seguí por ese tramo al trote cochinero, más lento aún del que había llevado en los últimos kilómetros y poco después de la Glorieta de Embajadores me adelantó Paco a buen ritmo. Me dio gran alegría ver que se había recuperado del desfallecimiento que tuvo quizás provocado por una deshidratación.

Llegué al kilómetro 41 y pensé sólo queda el kilómetro de gloria después de 41 de sufrimiento. Pero cuando vas tan mal, ni kilómetro de gloria ni nada, sólo queda seguir sufriendo. Llegué a Atocha, luego al Paseo del Prado y ya pude vislumbrar a lo lejos la pancarta de meta. Quise acelerar el paso, pero no podía de ninguna manera, así que me resigné a pasar la meta como iba, de aquellas maneras.

Paré el cronómetro poco después de pasar la línea de meta y vi que marcaba 3:56:45 aunque la organización me da 3:56:40. Un mal tiempo, pero esto no tiene truco, la maratón siempre te pone en tu sitio. No regala nada. Con esta maratón son ya 28 y lo más curioso es que coincide con mi carrera popular número 300. No está mal.

XIX Media maratón de Madrid

Después del mal sabor de boca con el que salí de la media de Villarrobledo me apunté a esta media maratón para ver si realmente estaba tan mal o sólo fue un mal día. Por desgracia después de esa media he estado algo tocado del tendón de Aquiles y me presenté a esta carrera con poco entrenamiento, un tanto mosqueado con mi tendón… Y con dudas de si mi dieta de croquetas del día anterior había sido la más adecuada para enfrentarse a una carrera. Y es que el fin se semana se celebraba en el barrio de San Fermín la ruta de croqueta y estuvimos haciendo una ronda por unos cuantos bares probando las deliciosas croquetas que allí servían. Aprovecho para decir que para mí las mejores fueron las del bar Ánfer, que sirvieron una plato con un sugerente nombre: Flor de croquetillas con nueces y queso azul. Realmente deliciosas. Mi voto fue para este plato. Y eso que probé otras que también estaban bastante ricas.

Flor de croquetillas con nueces y queso azul del bar Ánfer. Realmente deliciosas.

No sé si por las croquetas, por las cervezas o por los nervios, el caso es que tardé en dormirme, aún así me levanté a las 6:45, tranquilamente estuve desayunando y preparando las cosas para salir de casa una hora más tarde. Sin prisa me acerqué hasta la parada del autobús seis y sobre las ocho y cuarto estaba bajándome del autobús en Atocha. Subí por el Paseo del Prado y lo primero que hice fue ir al servicio. Sospechaba que los químicos que pone la organización estarían a tope por lo que me metí en uno de esos públicos que hay por diversos lugares de Madrid y que por 10 céntimos puedes hacer uso de ellos. Después de soltar el dinero y entrar me di cuenta ¡que no tenía papel! Menos mal que llevaba un pañuelo de papel. No sabía que estos servicios estaban tan desatendidos.

Con un par de antiguos compañeros y alguno más

Después de aliviarme me encontré con un ex-compañero del trabajo que había quedado con otro ex-compañero, así que esperamos a que apareciera este segundo y estuve con ellos aprovechando para hicernos una bonita foto donde se aprecia al fondo las tiendas de campaña militares que habían habilitado como guardarropa y que se convirtió en blanco de las críticas de casi todos los participantes por la mala gestión a la hora de devolver las bolsas, ya que hacía bastante fresco y más de uno se quedó congelado esperando.

Me puse de corto, dejé la bolsa y calenté un poco, no demasiado porque ya eran las nueve y en un cuarto de hora comenzaba la prueba. Me estiré después del breve calentamiento y me metí en el cajón correspondiente donde estuve esperando pacientemente que dieran la salida. Había pensado en las cuestas arriba ir sobre 4:30 y en las cuestas abajo ir lo más rápido que pudiera. Tampoco es que pudiera ir mucho más rápido porque los entrenamientos a umbral los he estado haciendo a 4:20 y me han costado dios y ayuda. Efectivamente hice el primer kilómetro en 4:32 dentro de lo previsto porque subir hasta la Puerta de Alcalá no es precisamente fácil. El segundo lo hice en 4:23 y de algún modo recuperé esos segundillos del kilómetro anterior.

La primera mitad de la media maratón es cuesta arriba con algún tramo favorable, mientras que la segunda parte es cuesta abajo con algún tramo hacia arriba. Siempre digo que lo que se pierde subiendo no se gana bajando, así que no es una carrera precisamente fácil. El kilómetro seis, subiendo por Santa Engracia, donde estaba ubicado el primer puesto de avituallamiento fue el más lento, donde me fui a 4:43. Siempre se pierde un tiempo entre que coges la botella y echas un trago y si encima es cuesta arriba, te caen segundos sin querer.

Cuando se llega al punto más alto de la carrera, cerca de las Cuatro Torres, se gira 180º y se baja hacia Plaza Castilla. Esta es la mía, pensé, ahora se van a enterar todos aquellos que me han pasado subiendo Bravo Murillo, pero al hacer el giro me di cuenta que había un desagradable viento frontal que no sólo soplaba con fuerza, sino que venía frío, así que contuve mis impulsos, cogí una botella de agua y traté de no perder tiempo mientras bebía.

Por Mateo Inurria, que sí es una buena cuesta abajo me emocioné y estiré la zancada, marcando un parcial bastante rápido, pero se gira a la derecha y se coge la Avenida de Pío XII que es de nuevo cuesta arriba. Otro puñado de segundos que se pierden. Sí es verdad que un kilómetro después empieza el terreno más favorable porque aunque aún quedan repechitos, estos son muy cortos. Fueron, obviamente, los kilómetros más rápidos, como imagino que les ocurrió a todos.

Llegando al Parque del Retiro hay que hacer un giro de casi 180º y ahí vi a mi amigo Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés. No sé si es que yo me había ido acercando o bien me había pasado y no le había visto, lo cual es lo más probable… O bien no era él, porque luego vi en la clasificación que bajó de hora y media. Se me pasó por la cabeza tratar de acercarme, pero lo deseché enseguida porque ya iba bastante justo. Luego bajando Menéndez Pelayo llegué a la altura de un calvorota y pensé que podría tratar de que no se me fuese. Era una manera de motivarme en esos últimos kilómetros porque ya se me iba haciendo larga la carrera.

Tampoco pude hacerme con el calvorota por lo que me centré en tratar de mantener el ritmo que llevaba y olvidarme del resto. Estos dos kilómetros bajando Menéndez Pelayo y por el Paseo de la Reina Cristina fueron bastante buenos, ya que los hice en 4:15 y 4:16, de los más rápidos de la carrera. Desde Atocha hasta meta es de nuevo terreno ascendente y ahí se me fueron también algunos segundos… Y eso que apreté los dientes para llegar a meta lo más pronto posible.

Apretando los dientes ante la presencia de la meta

Atravesé el arco de meta justo cuando el crono pasaba de 1h33 a 1h34, marcando un tiempo oficial de 1:33:46 muy contento porque mejoré el tiempo de la media de Villarrobledo y acabé con muchas mejores sensaciones. Queda claro que lo de Villarrobledo fue un mal día.

Lo peor vino después porque fui a recoger la ropa que había dejado en el guardarropa y había una cola de impresión en la tienda del número 6. En un principio en la cola estaba al sol, pero según me iba acercando, la sombra me cubría y empecé a sentir frío. Bueno, no fue mucho lo que estuve porque luego la mochila estaba ahí mismo, pero cuando me iba con mi ropa, vi que la cola para recoger las mochilas era muuuucho más larga que cuando me tocó a mí esperar. Creo que es un punto negro que debe mejorar la organización.

XV Media maratón de Villarrobledo

He vuelto de Villarrobledo un poco triste. Triste por la carrera en sí porque el día ha sido fabuloso con los compañeros. Sabía que no iba bien entrenado, pero pensaba que no lo iba a pasar tan mal como lo he pasado en los últimos kilómetros de la carrera. Menos mal que Joaquín sí ha podido continuar a su ritmo y ha conseguido auparse al primer puesto del cajón en locales de su categoría y segundo contando con los forasteros. Y no le faltó mucho para quedar también primero porque sólo estuvo a 28 segundos. Me consuelo si al menos los catorce kilómetros y medio en los que estuvimos juntos le serví de ayuda.

Aunque la salida de la media era a las diez y media, el día empezó temprano para nosotros ya que habíamos quedado con Emilio a las siete y media para salir de Madrid a Villarrobledo, que está a unos doscientos kilómetros. Llegamos unos minutos tarde al punto de encuentro y ya estaba allí Emilio con un amigo suyo, Rafa, que también se venía con nosotros a tierras albaceteñas. Así que serían las siete y treinta y cinco cuando salimos y dos horas más tarde estábamos aparcando al lado del Polideportivo de los Pintores, lugar donde está situada la línea de salida y la de meta.

Componentes del Club Atletismo Zofío cada uno con la camiseta que le apeteció ponerse. Libertad de expresión lo llaman 🙂

Dentro ya del polideportivo estuvimos esperando a que llegara Joaquín, que lo hizo al poco. Nos entregó los dorsales, los colocamos en el pecho y volvimos al coche a dejar parte de la ropa y otro poco lo dejamos en el guardarropa habilitado dentro del polideportivo. Nos habíamos llevado prendas de repuesto para después ducharnos y estar presentables para la comida posterior.

Entre unas cosas y otras cuando quisimos calentar un poco sólo faltaban diez minutos para el comienzo y poco pudimos calentar, pero al ser una carrera tan larga tampoco hace falta un calentamiento exhaustivo. Hicimos unos trotes suaves y nos colocamos en el pelotón esperando el pistoletazo de salida. Fue en ese momento cuando dijeron por megafonía que la salida se retrasaba unos minutos porque un autobús que venía desde Leganés había sufrido algún percance y llegaba con retraso, que esperábamos al equipo Maratonianos de Leganés que venían en el bus. También dijeron por megafonía que sólo darían premios a los tres primeros de la general y al primero de cada categoría. Así que el segundo y el tercero sólo les quedaría el puesto, nada de premio ni reconocimiento. A mí compañero Joaquín no le hizo mucha gracias e imagino que lo mismo ocurriría con otros tantos, que a pesar de su edad se esfuerzan cada día para tratar de subir al pódium. Me pareció muy mal esta decisión de la organización. De hecho creo que esta va a ser mi última participación en esta carrera.

Tampoco esperamos demasiado porque tres minutos más tarde dieron la salida. Mi idea era acompañar a Joaquín para que tratase de hacerlo lo mejor posible y pudiera subir al cajón al menos como local porque ya le habían dicho que el primero puesto de su categoría era imposible. Salimos al buen ritmo y el primero kilómetro lo pasamos en 4:14, lo que me pareció muy rápido, pero ese primer kilómetro cuenta con un tramo cuesta abajo donde sin querer se te van las piernas. Yo quería ir sólo unos segundos por debajo de 4:30 para poder llevar un ritmo majo, pero sin pasarnos, que el entrenamiento no había sido todo lo bueno que me hubiese gustado. Poco antes del tercer kilómetro hay un giro de ciento ochenta grados y ahí vimos a dos corredores con la camiseta del club local que Joaquín pensó que eran de su categoría y al verlos por delante le dio un poco de bajón porque pensaba que le iban a ganar.

Hicimos esa primera vuelta haciendo algunos kilómetros por encima de 4:30 y otros por debajo, por lo que me pareció que no íbamos mal; sin embargo, llegando a esa primera mitad noté que llevaba la boca seca, muy seca, lo cual me extrañó un poco porque hacía calor pero tampoco era una cosa exagerada, pero me notaba algo deshidratado por lo que cuando nos dieron agua sobre el kilómetro once, lo agradecí sobremanera, me dio la vida. Eso provocó que acelerara el ritmo casi sin querer, animado además por una chica que nos adelantó y que llevaba un ritmo similar. Unos de los que habíamos visto en el tercer kilómetro que Joaquín presumía iba a ser un rival, lo vimos andando, así que uno menos en la lucha por el cajón.

Por el kilómetro 9 con la boca seca, seca

Si el agua del kilómetro once me dio la vida, la que nos dieron pasado el catorce me dejó seco. Antes de llegar a ese punto ya se me había pasado el efecto de la anterior botella y notaba de nuevo la boca muy seca, estaba deseando volver a beber y el caso es que antes del avituallamiento oficial nos dieron unas botellitas azules y fue echar un trago y perder el ritmo que llevaba y ver que el grupo con el que iba, donde iba bien instalado Joaquín, se marchaba unos pocos metros.

Pensé que podía volver a integrarme al grupo, porque el parón podía deberse a un gesto instintivo al beber agua, pero me di cuenta que no, que no iba bien, que las piernas me pesaban, que seguía con sed incluso después de beber, tanto que tuve que coger otra botella en el siguiente puesto de avituallamiento que no estaba muy lejos del puesto de botellitas azules. Mi único consuelo era ver que Joaquín no perdía ritmo y seguía en el grupo. Sospecho que el haber adelantado a un rival le dio ánimos para continuar a buen ritmo.

Poco a poco el grupo me iba sacando cada vez un poquito más. Me adelantó un grupo de cuatro, luego otro grupo de tres, lo que indicaba que iba realmente mal. Tuve un momento medio bueno cuando iba por la Avenida Presidente Adolfo Suárez porque el terreno era descendente, pero al acabar esa calle y embocar en la Avenida Francisco Tomás y Valiente me di cuenta que iba mal, muy mal. La piernas me pesaban, la boca estaba de nuevo seca y me quedaba casi un kilómetro contra el viento en ese bulevar que se hace largo, largo aunque vayas bien. Así que cuando vas mal…

Después de esa larga recta con viento en contra llega una parte que se hace dura si vas mal porque es ligeramente cuesta arriba y también daba el viento en contra. Me planteé como objetivo no subir de cinco minutos el kilómetro, pero no pude, no iba. Creo que llevaba las piernas peor que en los últimos kilómetros de algunos maratones. Algo tremendo.

Se acaba esa ligera cuestecilla en el kilómetro veinte y quedando sólo un kilómetro traté de acelerar todo lo que pudiera, pero ya estaba para pocos trotes. Llegué a meta con un tiempo oficial de 1:36:15 haciendo el peor tiempo de mis cinco participaciones, cinco minutos más que el año pasado cuando tuvimos que pelear contra un vendaval y ¡diez minutos más tarde de cuando conseguí aquí mi MMP en media maratón! Una carrera para olvidar. Debí llegar en mal estado porque Joaquín lo primero que me dijo fue que me limpiara la boca. Luego cogí dos plátanos, una manzana y dos botellas de agua y me senté en una de las sillas tratando de recuperarme del esfuerzo, totalmente agotado.

Joaquín en el cajón, luciendo orgulloso la camiseta del Club Atletismo Zofío

Fue una buena jornada para el Club Atletismo Zofío porque Joaquín fue segundo en su categoría y primero también en su categoría pero local. Emilio fue también segundo en su categoría y la fémina del grupo fue tercera. Lástima que no pudieran subir al cajón. Un detalle muy feo de la organización por no premiar el esfuerzo de estos atletas veteranos que entrenan con todas sus fuerzas por subir al pódium. Curiosamente Emilio subió al pódium por ser el atleta más veterano y Joaquín por ser el primero local.

Como otras veces, en el polideportivo pusieron unas mesas con comida y bebida para los corredores y acompañantes, pero esta vez sólo vi panchitos y cortezas. La primera vez que vine a Villarrobledo, en el año 2011, en las mesas podías encontrar además de frutos secos, queso, lomo, jamón, vino y no sé cuantas cosas más. La cosa ha ido empeorando año a año visto lo visto. Pero lo peor, lo de las categorías, un detalle muy feo de la organización.

Luego ducha y comida con los compañeros, disfrutando de una muy agradable velada. Lo mejor del día sin lugar a dudas después del fiasco de los 21 kilómetros.

Centennial Parkrun

Llevaba ya unos cuantos años con ganas de participar en una prueba de Parkrun, de hecho me interesé en su momento para tratar de realizar pruebas de este tipo en Madrid, pero me dijeron muy amablemente que me cantase otra.

Aprovechando que estaba en Sídney busqué si se celebraba alguna prueba y vi que sí, que se celebran varias en esta ciudad, por lo que lo primero que hice antes de irme a las antípodas fue darme de alta en parkrun.com y pude conseguir mi código Parkrun, que no es otro que el A5340602.


Mi código de barras Parkrun

Participando en cualquier prueba de Parkrun en cualquiera de las ciudades de unos cuantos países, llevando mi código estoy identificado y saldré en las clasificaciones de esa prueba. La jugada es plastificar el código de barras, ya que con el sudor se puede estropear, cosa que a mí estuvo a punto de pasarme.

Este tipo de pruebas se celebran como he comentado en un montón de parques de un montón de ciudades de unos cuantos países como Reino Unido -donde surgió este invento, Australia, Canadá, EEUU, Francia, Alemania, etc. Se pueden ver los distintos países en esta página: https://www.parkrun.com/countries/

Cada sábado, en bastantes parques se suele celebrar a las 9:00 de la mañana la prueba, que suele ser de 5 km. En algunos sitios, por ejemplo en Sídney, las pruebas comienzan a las 8:00, no sé si porque ahora es verano.

La gente se agrupa en el punto de salida, el director de carrera explica cómo es el circuito y da algunas recomendaciones y poco después da la salida. Hay unos cuantos voluntarios en los cruces y en la llegada. En los cruces para indicarte el camino y en la llegada para coger los tiempos, darte un ítem con tu posición y escanear ese ítem y tu código de barras. Con eso se obtiene de manera rápida y sencilla la posición y el tiempo realizado.

Y una vez contado un poco cómo funciona este gran invento paso a relatar mi experiencia en las antípodas.

En la página web de Parkrun, que no es otra que https://www.parkrun.com vi que en Sídney se celebran varias pruebas de este tipo. Vi que la más cercana al sitio donde estaba alojado era una celebrada en el Parque Centennial y en la misma web vi el punto donde daban la salida dentro de ese parque. Vi también que la prueba -casi que me resisto a decir carrera- daba comienzo a las 8:00, así que calculé que cogiendo el autobús 379 poco antes de las siete podía llegar a tiempo.

Muy optimista yo, puse el despertador a las siete menos cuarto, por lo que cuando llegué a la parada el autobús ya había pasado. Miré en la tabla de horarios y vi que el siguiente pasaba media hora después, así que se chafó esta primera parte del plan. Sabía que no muy lejos de allí, en Bondi Road, pasaba el 333 y éste también me dejaba cerca de ese parque, así que decidí ir trotando hacia esa calle, pero en vez de ir por el camino más corto pensé que yendo en diagonal podía llegar a esa calle y comprobar si el autobús que fuese a llegar me iba a servir o no.

Al final, mucho zigzaguear, mucho ir en diagonal, que cuando me quise dar cuenta ya estaba en Bondi Junction que era el destino tanto del 333 como del 379, por lo que tuve que seguir trotando, pero ya muy cerca del parque. Llegué al parque y seguí al trote buscando la salida que sabía más o menos donde estaba, pero pensé que no tardaría en ver a un numeroso grupo de corredores, aunque lo primero que vi fueron grupos y grupos de gente en bicicleta.

No tardé demasiado en encontrar el grupo de gente. Faltaba aún un cuarto de hora y había hecho un calentamiento que estaba ya casi cansado porque me tocó que subir alguna que otra cuesta en el rato que estuve trotando desde casi la costa hasta este parque. Menos mal que llevaba una botella de agua y pude echar algún trago de agua mientras la gente hacía un corro alrededor del director de carrera, que explicaba algunas cosas en perfecto australiano, que es un idioma que la gente dice que se parece al inglés, pero que yo no encuentro el parecido por ningún sitio. Mientras lo explicaba, me acerqué a una voluntaria que tenía un mapa grande y me estuvo contando cómo era el circuito porque era de ida y vuelta en algunos tramos.


Tan contento antes de la carrera mostrando mi código de barras y luciendo la camiseta del Club Atletismo Zofío

Cuando acabó de explicar lo que explicase preguntó si había gente que había venido de fuera y algunos contestaron que si yo he venido de aquí, que si yo de allí. Yo dije que había venido de Spain y me llevé el aplauso entusiasta de algunos participantes, cosa que agradecí sobremanera. Miré el reloj para ver qué hora era, porque me estaba pareciendo que se estaban pasando de la hora y, efectivamente, ya eran más de las ocho.

Fue un fallo de principiante lo de mirar la hora, porque se perdió la conexión GPS y cuando dieron la salida el chisme aún no se había sincronizado, eso provocó que cuando lo puse en marcha ya llevaba unos cuantos metros recorridos y unos cuantos metros perdidos porque me hizo salir más despacio de lo que me hubiese gustado.

El hecho de salir algo más despacio provocó que tuviera que ir adelantando gente en al menos durante el primer kilómetro y no era sencillo adelantar porque al ser por un parque no eran los caminos muy anchos y además poco después del primer kilómetro se volvía por el mismo camino, por lo que aún era más estrecho. Fue en ese primer trayecto de ida y vuelta cuando vi que un chavalín, que tendría poco más de diez años, iba en segunda o tercera posición a una velocidad endiablada.

Yo seguí fuerte, pero sin darlo todo, porque no sabía lo que me iba a encontrar y porque había entrenado poco y despacio las dos últimas semanas. Me salieron los kilómetros a un ritmo de 4:13, 4:22, 4:10, 4:23 y 4:08. En el último kilómetro sí apreté de lo lindo, pero aún así me adelantaron dos tipos prácticamente en la línea de meta.

Al entrar en meta me dieron en ítem con la posición y vi que había llegado en la posición 80. Unos cuantos metros más allá una voluntaria escaneó el ítem y mi código de barras. Cruzando la posición, con el código de barras y con el tiempo recogido con el cronómetro por otro voluntario obtuvieron en poco tiempo la clasificación porque antes de llegar al alojamiento me llegó un correo indicando que había realizado un tiempo de 21:38.


Extracto del correo que me enviaron con la clasificación

En ese correo cuenta también que acabé el 80º de 407 corredores, 74º de los chicos y 6º de mi categoría. Además hay un enlace a la clasificación. La gracia que tiene la clasificación es que se puede ordenar por diversos campos. Uno muy interesante es el Age Grade que es un porcentaje. Ese porcentaje indica cuanto de cerca estás del récord del mundo de tu categoría en esa distancia, de tal modo que si haces récord del mundo obtendrías un 100%. Yo sólo obtuve un 69,88% que no está mal, porque me situaría en posición 38º de la clasificación. Ojo que esta posición puede ser engañosa porque pudiera haber corredores que hayan hecho mejor porcentaje pero no aparece este porcentaje en la clasificación porque corrieron sin su código de barras.

Con esto del porcentaje se pueden ver cosas curiosas. El 12º de la clasificación, un tal Jose Carvalho, con una edad entre 60 y 64 fue el mejor de todos con un porcentaje de 87,22%. A mí me parece un marcón, ya que se me ha ocurrido compararlo con los que obtuve yo en la Carrera del Zofío de 2017, donde el ganador fue José Antonio Morales Robles con un porcentaje de 84,16%. No conozco a este tal Jose Carvalho, pero debe ser un máquina de cuidado.

LX Trofeo Marathon de cross

Puede parecer poca cosa, pero que una prueba vaya ya por la 60ª edición es digno de todo elogio. Para empezar a aplaudir y no parar.

Me había inscrito en la prueba popular que empezaba a las once y cuarto, más tarde que otras veces, así que cuando llegué por allí había más coches que otras veces y lo tuve que dejar lejos, lo cual me hizo una mala jugarreta.

El caso es que aparqué el coche, fui andando tranquilamente hacia la salida y mientras estaban corriendo unos jovencitos a toda leche por el circuito, creo que eran sub 18. Llegué a donde daban el dorsal y lo recogí en un periquete. Dejé la ropa en el ropero excepto una camiseta de manga corta que no quise dejar para no enfriarme, ya que aunque no hacía mucho frío, había un viento bastante fuerte y éste sí venía frío.

Estuve viendo un poco el circuito y vi que estaba bien, así que deseché las zapatillas de trail que había utilizado en el Cross de Leganés, correría con las que voy habitualmente. Cuando llevaba un rato trotando fui hacia el coche a dejar la camiseta. Llegué al coche, dejé la prenda y me di cuenta que faltaban seis minutos para que empezara la prueba. Calculé a ojo que estaba a más de un kilómetro de la salida, por lo que tenía que ir a buen ritmo para salir a tiempo. Y eso fue lo que hice, tuve que acelerar de lo lindo. Cuando llegué, afortunadamente no había empezado la prueba porque se retrasó tres minutos. En ese ratito pude ver a Antonio y a Javi, de los corredores de Parque Sur y me puse detrás de ellos. Ambos corren bastante más que yo, por lo que pensé que podrían servirme de liebres.

Dieron la salida y aunque estaba muy cerca de los primeros, enseguida me vi muy atrás. Javi, el que iba justo delante de mí no debía andar fino y salió despacio. En esos metros que estuve a su espalda me adelantaron ciento y la madre.

Dimos una primera vuelta pequeña con un par de subiditas y luego pasamos por meta para hacer las dos vueltas grandes. El comienzo de cada una de las vueltas es favorable y es donde se puede correr más deprisa porque además es cuesta abajo. Ahí fue donde hice los mejores tiempos por kilómetro, pero tampoco anduve lo fino que me hubiese gustado. A Antonio lo veía como a cincuenta metros, pero no había forma de acercarme y al final me sacó más metros todavía. Yo llegué algo justo a meta. Al menos no se me dio tan mal como la semana anterior en Leganés, aunque también es verdad que este cross es más «corrible» que el otro, ya que no tiene esas subidas y bajadas tan pronunciadas y el firme está mejor.

El caso es que anunciaban un recorrido de 5,5 km y había pensado antes de empezar que si bajaba de 23 minutos estaría bien y al final bajé de 23 minutos… Pero no eran los cinco kilómetros y medio que ponía en el reglamento, tendría trescientos metros menos. Acabé con un tiempo de 22:20 @ 4:16 min/km. Me hubiese gustado ir más rápido, pero es lo que hay. Si no se puede no se puede, no sirve dar más vueltas.

Después de la carrera me fui rápidamente al guardarropa a recoger la ropa de abrigo. Me abrigué, me tomé el bote de bebida isotónica y me comí unas tortitas. Mientras estaba comiendo me encontré con una amiga y con Javier, del Club Marathon, antiguo compañero maratidiano. Fue un placer saludarle y además nos hicimos una bonita foto.


En el Trofeo Marathon de cross 2019

XXXIV Cross de Leganés

Últimamente me está costando dios y ayuda escribir en el blog. El cross de Leganés se celebró el 20 de enero y estoy escribiendo esta entrada 11 días después, pero vamos con ello antes de que sea más tarde.

La prueba Máster empezaba a las 10:45 así que no hacía falta darse ningún madrugón, aún así me levanté a las ocho, desayuné y estuve haciendo tiempo para salir a las nueve y media de casa. No tardamos mucho en llegar al parque Polvoranca aunque dimos una vuelta por Leganés hasta encontrar el parque. Me parece que la entrada viniendo de Alcorcón es más fácil.

Llegamos al parque, aparcamos en el aparcamiento y fuimos andando hasta donde estaba situado el ropero. Es un parque muy bonito y con muchas aves, yendo hacia el ropero se nos cruzaron un montón de patos, uno detrás de otro, en una bonita procesión. Fuimos al ropero y allí vimos a Isabel, Juan Carlos y su hija, todos implicados en que todo saliese bien. Me extrañó ver a Juan Carlos de corredor porque siempre está en el circuito, pero esta vez me dijo que iba a correr. Me quité la ropa de abrigo y me quedé de corto. Dejé la bolsa con mis pertenencias en el ropero y fui a recorrer el circuito para ver cómo estaba el terreno y contar las cuestas. ¡Cinco cuestas nada menos conté en una vuelta! Y como había que dar tres vueltas para completar seis kilómetros, teníamos que hacer quince subidas con sus correspondientes bajadas. No hay circuito que me vaya tan mal como este.


Con Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés, los culpables de que se celebre este bonito y duro cross

A las 10:45 dieron la salida y pensé en salir tranquilo y luego apretar, pero cuando quise apretar en la última vuelta ya no tenía fuerzas y aunque salí tranquilo fui de menos a muchos menos. Me guardé una bala para el final y resultó ser la bala de fogueo. Se me dio fatal el circuito, sólo hay que ver el año pasado lo hice a 4:21 min/km y este año a 4:35. Una diferencia notable y es que a mitad de recorrido o antes ya iba hasta las narices y sin ninguna gana de sufrir porque además las zapatillas que había estrenado me estaban provocando una ampolla. Al final el circuito era más largo de lo que anunciaban, ya que en el GPS me salieron 6,4 km lo que indica que más de 6 sí que eran. Hice un tiempo según mi cronómetro de 29:24.

Más tarde corrió la amiga con la que fui hasta allí, en la prueba popular femenina. A ella se le dio bastante mejor que a mí la carrera y consiguió auparse al tercer puesto del cajón en la prueba Máster femenina. Una auténtica campeona. Su esfuerzo se vio recompensado con una fabulosa copa. ¡Eh! Que lo digo en broma, que nadie se enfade, que lo importante es el detalle.


Feliz como una perdiz con su trofeo

XI Carrera de Reyes de Yuncler

Una buena representación pradolonguera o del Club Atletismo Zofío, según se quiera mirar, nos hemos dado cita en Yuncler, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo, donde se organiza una gran carrera. A mí es una de las que más me gustan de Madrid y alrededores.

Como la carrera es a las once de la mañana tampoco hace falta pegarse un madrugón. Nosotros habíamos quedado en el punto de encuentro a las nueve y media y gracias a Emilio y a Joaquín poco después de las diez estábamos en la plaza donde está ubicada la biblioteca municipal dispuestos a retirar el dorsal, cosa que hicimos en un abrir y cerrar de ojos ya que no había casi nadie aún.

Hacía un frío considerable aunque el día estaba soleado. Estuvimos discutiendo si el año pasado, que caía agua-nieve, hacía más o menos frío que este año, pero no nos pusimos de acuerdo. Debido al frío, aprovechamos la entrada al edificio de la biblioteca para cambiarnos, hacer nuestras necesidades y que nos hicieran una foto a todos los compañeros. Después de la foto fuimos al coche a dejar la ropa porque inexplicablemente no había ropero.


Aunque no lo parezca hay siete en la foto

Nos pusimos a calentar por la calle Trafalgar, que es la calle donde se da la salida y está ubicada la meta, trotando hasta la calle Greco que es donde comienza la primera subida del circuito. Mirando al cuesta en el calentamiento no parece gran cosa, pero en carrera tiene tela. Nuestro compañero Quique, que arrastra una fascitis plantar, en el calentamiento notó que le molestaba bastante. Una pena porque está en muy buena forma. A ver si se recupera lo más pronto posible, aunque es una lesión un poco puñetera.

A las once dieron la salida y salí a toda pastilla, sin mirar atrás, pero al poco me adelantó Quique, que aún medio cojo es más rápido que yo. Cuando empecé a subir la calle Greco vi que iba por delante Ana del Cerro, enorme corredora que gana carreras casi sin querer. Me propuse tratar de seguir su ritmo aunque sabía que podía meterme en un charco ya esta chica corre de lo lindo. El caso es que en la primera vuelta pude seguir su ritmo sin muchos problemas y cruzamos el arco de meta los dos juntos marcando un tiempo de 15:37, pero aún quedaba una vuelta y sabía que la cosa no iba a ser fácil.

Efectivamente, en la segunda subida a la calle Greco se fue yendo poco a poco y la veía subir grácil cual gacela mientras yo subía como una tortuga, sufriendo de lo lindo. En la subida a la iglesia pasó tres cuartos de lo mismo. Ella subía fácil y a mí me costaba lo mío.

El resto del circuito es algo más llevadero y el último tramo incluso favorable y fui mejor que en las subidas. Veía a lo lejos como Ana había alcanzado a la que iba segunda clasificada y como luego se pudo desprender de su rival, consiguiendo de este modo la segunda posición en la carrera.

En esta segunda vuelta me adelantaron un par de individuos y no fui capaz de seguirlos, lo que demuestra que muy bien no iba. De todos modos pude apretar en el tramo más favorable y llegué a meta con un tiempo oficial de 31:32 que no es mi mejor marca en esta carrera, pero que me dejó bastante satisfecho.


Llegando a meta después de haberlo dado todo

Cogí una botella de agua, dejé el chip y fui a buscar a la compañera que había venido con nosotros. Cuando llegué a su altura, no estaría a más de cien metros para la meta, pero vi que una contrincante se aproximaba rápidamente. Le grité que acelerara todo lo que pudiera, que esprintara a muerte y menos mal que me hizo caso porque sólo sacó dos segundos a su rival y esa nimia diferencia le sirvió para auparse al tercer puesto del cajón.


La componente femenina del Club Atletismo Zofío en el tercer escalón del podium en animada charla con el gran campeón José Luis González

Pero no fue la única alegría que se llevó el Club Atletismo Zofío porque Joaquín hizo una gran carrera y le sirvió para llegar segundo de su categoría.


Joaquín en el cajón, más contento que unas castañuelas

Para el resto de la expedición llegó el mejor momento porque después de adecentarnos -yo incluso me duché- pudimos disfrutar de unas deliciosas migas con huevos fritos regadas con una deliciosa cerveza artesana de la región. Fue un rato muy agradable lo que pasamos todos juntos mientras esperábamos la entrega de trofeos.


A lo que realmente habíamos venido a Yuncler

Después de que los dos afortunados subieran al podium a por sus trofeos, consistentes en una copa y unos embutidos, partimos rumbo a casa ilusionados como niños porque por la noche llegaban los Reyes. ¿Me traerán las zapatillas de trail que los he pedido?

XXXIX San Silvestre vicalvareña

Hoy he participado por decimotercera vez en la San Silvestra vicalvareña. Puede parecer mucho, pero comparado con las 39 ediciones de la carrera, es simplemente una tercera parte.

Nos animamos unos cuantos compañeros del Club Atletismo Zofío que nos dimos cita a las diez de la mañana en el punto de encuentro. Esta vez fue Joaquín quien nos acercó al barrio de Vicálvaro. Yendo por la M40 llegamos rápidamente, aparcamos el coche sin muchas dificultades y al poco estábamos retirando el dorsal en el interior del polideportivo donde hacía un calor muy agradable. Recogimos el dorsal y la bolsa del corredor y volvimos al vehículo para dejar la bolsa que pesaba lo suyo. En el camino hacia el coche vimos salir y llegar a una de las carreras infantiles donde pudimos apreciar lo mucho y bien que corrían. De nuevo me alegró ver que hay carreras que se ocupan de los más pequeños y no van sólo al negocio como otras. No es extraño que esta carrera forme parte de la Unión de Carreras de Barrio de Madrid, plataforma que trata, entre otras cosas, de fomentar el atletismo entre los más jóvenes.

Estando haciendo tiempo dentro del polideportivo apareció la fémina del grupo con un papel reivindicando la libertad de las mujeresa a hacer lo que les dé la gana, cartel que se puso a la espalda para lucirlo durante la carrera. Decía así:

CORRO SOLA
POR FAVOR
NO VIOLAR
NO MATAR
PERDONEN LAS
MOLESTIAS
NOS ESTÁN
ASESINANDO
#NiUnaMenos
#VivasNosQueremos

El rato en el polideportivo dio mucho de sí porque nos encontramos con una antigua vecina que ahora vive en Rivas y corre con los colores de los Diablillos de Rivas. Estuvimos un buen rato hablando, poniéndonos al día de las noticias sucedidas… Alguna un poco triste.

Faltando veinte minutos salimos a calentar un poco bajando y subiendo por la calle del polideportivo una y otra vez y cuando estábamos a cinco minutos de comenzar nos colocamos en el pelotón de salida, no muy lejos de los primeros.

En el calentamiento noté que tenía las piernas cansadas de la carrera del día antes, así que opté por no ir a tope, ya que iba a pagar el esfuerzo. Pensé que un buen ritmo podría ser el ritmo umbral de 4:18 y me lo puse como meta. Confiaba que yendo a ese ritmo mi compañero Joaquín pudiera ir conmigo, pero enseguida me di cuenta que él no estaba para muchos trotes y pronto se fue quedando atrás.

Fui algo más rápido de lo previsto, pero siempre controlando el ritmo sin ir a tope, aunque no durmiéndome. Eso sí, cuando llegué a la calle del polideportivo, que es todo cuesta arriba, sí puse toda la carne en el asador porque iba un poco mosca ya que se me estaba quedando la mano izquierda congelada y me daba muy mal rollo, quería llegar cuanto antes a meta. Ya en la pista apreté todo lo que pude y llegué a meta con un tiempo neto de 34:15 según la organización. Si la distancia son 8 km exactos el ritmo ha sido de 4:17 min/km que es un segundo menos de lo previsto. Fenomenal.

Como antes de la carrera no pudimos hacernos una foto, la hicimos después. Salimos cada uno de aquellas maneras, pero puedo prometer y prometo que todos somos miembros del mismo equipo.


Foto de equipo en la San Silvestre vicalvareña

VIII San Silvestre de Villaverde Alto

Por tercera vez he participado en esta San Silvestre de Villaverde Alto que es sin duda una carrera auténtica de barrio, de las que merece la pena participar. No es extraño por ello que pertenezca a la Unión de Carreras de Barrio de Madrid como otras carreras con sabor auténticamente popular.

Traté de convencer a todos los compañeros del Club Atletismo Zofío para que acudieran a la carrera, pero la convocatoria tuvo un éxito relativo. Aparecimos por el parque Plata y Castañar únicamente siete miembros del equipo ¡y uno de ellos no encontró su camiseta y otro llegó tarde! Nos hicimos una bonita foto antes de comenzar la carrera para inmortalizar el momento.


Foto de equipo en la San Silvestre de Villaverde Alto 2018

La carrera de los mayores comenzaba a las doce de la mañana por lo que quedamos a las 10:45 en el punto de encuentro habitual. Llegué como siempre unos minutos tarde cuando ya mis compañeros estaban impacientándose. Lógico. Al estar tan cerca, llegamos en diez minutos al parque Plata y Castañar y recogimos el dorsal sin ningún tipo de espera. El precio del dorsal era de 1 € que pagamos gustosos para cubrir los gastos de la carrera como indicaban desde megafonía. Un precio simbólico como suelen ser las carreras de barrio.

Estando por allí de cháchara empezaron las carreras de los pequeños. Daba gusto verlos correr como si en ello les fuera la vida, sin dejarse un gramo de fuerza en sus pruebas. En ellos está el atletismo del mañana y es gracias a estas carreras donde pueden los niños participar y no en otras de mucho renombre y que suelen pasar de la juventud.

Comenzamos a calentar y yo llevaba en la mano el dorsal que había retirado del séptimo compañero. Cuando llevábamos un rato miré el reloj y me di cuenta que era algo tarde por lo que propuse acercarnos a la línea de salida para ver si encontrábamos al compañero. Efectivamente, según íbamos acercarnos vimos que se acercaba cual Increíble Hombre de las Nieves a por mí, preguntando nervioso por su dorsal y repitiendo como en una letanía que tenía que haber retirado él el dorsal.


¿Dónde está mi dorsal?

Le di el dorsal y se lo pegó en el pecho, ya que era uno de esos dorsales que se pegan, como los que nos dieron en la carrera que se celebró en este mismo parque en el mes de noviembre contra la violencia de género. Yo preferí poner cuatro imperdibles ya que en esa carrera lo perdí.

A las doce dieron la salida y salí como alma que lleva el diablo. La carrera era supuestamente de 3,9 km y había que darlo todo desde el primer metro. Enseguida me adelantó una chica y pensé que podía ser una buena «rueda» a seguir. Me puse detrás de ella y fui siguiendo su estela. Pasé el primer kilómetro en 3:44 y no me vi mal, aunque fuera algo agitado de respiración.

Al kilómetro y medio hay una pequeña subida, casi imperceptible donde la chica del tutú que me precedía aminoró un poco la marcha y en ese momento me puse por delante. Seguí a buen ritmo porque el segundo kilómetro lo hice en 3:56 que para mí está bastante bien porque me cuesta un mundo bajar de cuatro.

Hay una pequeña bajadita sobre el dos y medio y ahí me adelantó la chica del tutú, que debía ir muy cerca de mí. La cuestas abajo son mi cruz porque me adelanta todo el mundo. Se puso por delante y ya no pude ni ponerme a su rebufo en lo que restaba de prueba.

Después de esa bajadita comienza una subida buscando la carretera A42. Es una subida de poca pendiente pero se nota en las piernas. Llegando casi a la carretera, pero siempre en el parque, se cumplió el tercer kilómetro que se me fue a 4:09. Quedaba un poco menos de un kilómetro para la meta ya.

Iba reservando un poco porque novecientos metros se te pueden hacer largos cuando lo das todo y al poco me di cuenta que la meta no estaba muy lejos, que el circuito no medía 3,9 km ni de broma. Aceleré lo que pude y pasé la línea de meta dándolo todo. Miré el GPS y vi que marcaba poco mas de 3,5 km y un tiempo de 13:49.

Poco a poco fueron llegando los otros compañeros del equipo, entre ellos la única fémina que hizo buena carrera. Al entrar en meta me comentó que pensaba que había llegado la primera de las mayores de cincuenta años. Yo albergaba alguna esperanza de subir al cajón, pero no tenía ni idea de quien había llegado delante ni de la edad que tenían. Era una cuestión de fe ya que la carrera se me había dado bastante bien.

Estuvimos esperando que salieran las clasificaciones mientras el speaker, que alguien comparó con Joselito el niño ruiseñor, seguía dale que te pego por el altavoz. Después de un buen rato dijo las clasificaciones que sólo había chicos y chicas menores de cincuenta y mayores. En la de mayores de cincuenta que era donde había alguna esperanza no dijeron ninguno de nuestros dorsales, lo cual mosqueó un tanto a la compañera del club que fue airosa a pedir explicaciones.

Joselito decía que era una carrera no competitiva y que no pasaba nada, pero la compañera decía con buen criterio que ni no competitiva ni leches, que si había clasificación, que lo hicieran bien. Yo pensaba que si no es competitiva que no den premios y santas pascuas. Después de un buen rato discutiendo con unos y con otros al final se dieron cuenta que había un error y dieron como primera a nuestra compañera que subió a un inexistente podium a por su copa.


Mostrando el trofeo que tanto costó conseguir

Me fui pensativo de si los tres que habían cogido trofeo en la categoría de chicos mayores de cincuenta realmente habrían llegado antes que yo, por si se hubieran confundido igual que con las chicas, pero bueno, tampoco pasaba nada y optamos por lo más inteligente, ir a un bar a celebrar la llegada del Año Nuevo. Nos acercamos al bar Mezquita y allí estuvimos brindando por un 2019 lleno de felicidad.

El año que viene trataré de estar de nuevo en esta carrera, que me encanta aunque hubiese esos fallos menores totalmente perdonables al hacerlo todo manual.

Y añado… Días después sacaron la clasificación y vi que había quedado cuarto de mi categoría sólo a cuatro segundos del tercero. Sin lugar a dudas los polvorones ingeridos durante estos días me hicieron perder ese puesto en el cajón 😉

XVI Carrera del aceite

Me está costando mucho escribir esta entrada, sólo hay que ver que la carrera se celebró el 16 de diciembre y ahora cuando estoy escribiendo ya es 2 de enero. Y me está costando porque no sé cómo enfocarlo, ya que tengo sensaciones encontradas.

Por un lado siempre supone un gran placer correr en mi pueblo y por otro, no fue un buen día en ningún aspecto. Ni el tiempo acompañó, ni el circuito estaba en condiciones, ni tampoco yo me encontraba bien para correr.

Normalmente el día de la carrera salgo de Madrid con una amiga el mismo día por la mañana pero esta vez no fue así, ya que pasé la noche anterior a la carrera en una localidad toledana más cerca de mi pueblo. La noche fue horrible ya que dormí fatal, así que me levanté con pocas ganas de nada.

Con más de una hora de antelación salimos hacia Los Navalmorales. Yendo de Malpica de Tajo a San Martín de Pusa nos cayó una chupa de agua de impresión. Pensé que el circuito por donde transcurre la carrera que es en su mayor parte por tierra iba a estar muy mal porque la tierra de este pueblo es muy arcillosa, pero también pensé que a lo mejor se les había ocurrido la idea de buscar un recorrido alternativo como cuando participé por primera vez en 2009.

Cumpliendo la tradición, paramos en Mazapanes Manzanero donde compramos kilo y medio de mazapán. Fue una breve parada y poco después estábamos aparcando el coche junto a la gasolinera.

Recogimos el dorsal y fui a saludar a Aarón, el responsable de Evedeport. Le pregunté si habían buscado un circuito alternativo y me dijo que no, que no había gente para cubrir los cruces. Me dijo que cuando había marcado el circuito estaba perfecto, pero que fue marcarlo y empezó a llover y en pocos minutos descargó una gran cantidad de agua. Algunos corredores ya le habían dicho que estaba impracticable, pero no había alternativa.

Saludé a una conocida pueblana que se había desplazado hasta allí desde Talavera con un par de amigas y fuimos a cambiarnos para hacer un reconocimiento del circuito. Efectivamente comprobamos que uno de los tramos de tierra parecía una pista de patinaje porque el barro resbalaba cantidad y además las zapatillas se cargaban de barro que costaba levantar los pies del suelo.

Esta carrera me gusta porque se celebra en mi pueblo, pero nada más, porque el circuito consiste en subir una buena cuesta y bajarla. Luego subir una cuesta un poco más suave y un poco de llano. Y eso hacerlo tres veces. No me gusta porque se me da mal subir y aún peor bajar y si a eso lo sumas el barro, pues la carrera se convierte en un horror.

Seguimos calentando por el tramo de carretera y allí pudimos ver a la china Dong Liu que un año más se disponía a llevarse tropecientos litros de aceite. Una pasta, ya que anda el aceite a 4 € el litro.

A la once en punto dieron la salida y el pelotón de menos de cien corredores se puso en marcha. Los primeros metros son por la carretera y enseguida el pelotón se fue alargando. Llegamos al primer tramo de tierra y por allí no se iba mal, pero al girar bruscamente a la izquierda cogimos el camino resbaladizo y lleno de barro. Fatal, se iba fatal por allí. La subida que viene a continuación también estaba muy mal. Yo ya salí desanimado, pero según iban pasando los minutos me iba desanimando aún más y lo único que tenía ganas es de que se acabara lo más pronto posible.

Afortunadamente la prueba consiste únicamente en recorrer únicamente 4,8 km por lo que después de algo más de veinte minutos llegué a la meta con muy malas sensaciones aunque tratando de poner buena cara para la foto. Mi amiga también acabó un tanto desilusionada porque quedó sexta de su categoría y había premios para las cinco primeras.


Entrando en meta en la Carrera del aceite 2018, foto cortesía de Evedeport

Aparezco en la clasificación de la que guardo una copia aquí en el puesto 46 de 88 llegados a meta. En la segunda mitad del pelotón, lo que indica que el nivel de esta carrera es brutal. Como dice uno que vi en Strava, una carrera durísima de mucho nivel y desnivel. Y para acojonar al personal pongo el perfil de la versión móvil de Garmin Connect que impresiona más que la versión web. Hay que reconocer que se le quitan a uno las ganas de participar en esta carrera con este perfil tan feo.


Perfil de la Carrera del aceite

De todos modos aunque me haya ido con un mal sabor de boca este año, espero poder seguir viniendo todos los años que pueda. Es una buena excusa para volver a mi pueblo.