Estremera-Uclés-Estremera
Sonó el despertador a las siete, nos levantamos, desayunamos, recogimos un poco las cosas metiéndolas en las alforjas y un poco antes de las ocho salimos habiendo dejado las alforjas en el albergue ya que íbamos a volver al mismo sitio por la tarde y no había más peregrinos.
Salimos de Estremera y lo primero que encontramos fue una primera subida por un camino de gravilla y tierra, muy desagradable. Luego empezamos a bajar buscando el río Tajo atravesando tres túneles ferroviarios, pero no son muy largos y se pueden atravesar sin luces. Al llegar a un cuarto, que está tapiado, cogimos un camino a la izquierda con mucha pendiente y mucha piedra suelta, algo peligroso.
Cruzamos el río Tajo y el río Salado por la carretera y nos metimos en una urbanización llamada El Ballestar con un rampón del carajo, menos mal que estaba asfaltada la calle y se puede subir mejor.
Bajamos lo subido por una carretera también asfaltada con una buena pendiente también. Al acabar la bajada cogimos un camino que nos llevó durante muchos kilómetros por campos de regadío donde vimos multitud de conejos que se cruzaban y que uno de ellos dio un buen susto a mi compañera.
Llegamos a Barajas de Melo y paramos en un bar a comernos un plátano y de paso a que nos sellaran las credenciales y tomarnos un Aquarius. Vinieron las bebidas con un pinchito de tortilla, cosa que se agradeció.
Se sale de Barajas de Melo por un camino muy bonito donde hay que pasar por unas baldosas para no mojarse y donde hay una bonita cascada y mucha sombra, un lugar de ensueño.
Muy bonito pero que pronto te muestra el otro lado ya que un poco después aparece una rampa criminal con porcentajes de hasta el 17% por un camino de tierra y piedras, que tuve que subir como pude, con el corazón a cien por hora. Allí nos encontramos con la cruz del peregrino, un palo muy alto con una cruz de Santiago arriba. Allí mucha gente echa una piedra pintada que trae de su casa. Había unas cuantas pintadas de amarillo y azul, entiendo que por Ucrania, con la palabra PAZ. Hay también un sitio de piedra con una puertecilla que guarda en su interior un sello y un tampón donde tú mismo te puedes sellar la credencial, cosa que hice.
A partir de entonces hay un montón de subidas y bajadas no tan duras como la de la cruz, pero con un piso asqueroso. Cada vez que subíamos un cerro pensaba que detrás estaría Huelves, pero no, había más cuestas y más piedras en el camino.
Pasamos por debajo de una carretera donde está el paso internacional de peregrinos y donde había un montón de vieiras pintadas con banderas de distintos países.
Poco después llegamos a Huelves, un pueblo muy pequeñito. Allí cogimos un camino rural asfaltado donde indicaba que faltaban ocho kilómetros y medio. Íbamos tan felices por ese camino hasta que pasamos por debajo de las vías del tren y aunque el track indicaba que siguiéramos por el camino asfaltado, las flechas rojas nos indicaban que girásemos a la izquierda por un camino. Camino que resultó ser bastante mierdoso porque también tenía bastantes subidas y bajadas y con el piso aún peor que en tramos anteriores.
La única gracia de este camino es que se ve el monasterio y el pueblo desde lo alto de un cerro, pero fueron los ocho kilómetros y medio más largos de mi vida.
Por fin empezamos a bajar hacia Uclés, pero antes de bajar del todo nos hicimos un selfie con en monasterio al fondo. No podía faltar.
Desembocamos en una carretera y llegamos a Uclés aunque para llegar al monasterio nos tocó subir otra buena cuesta. En la puerta salió un tipo, que resultó ser el de la tienda, que nos estuvo contando sus hazañas de maratones corridos, triatlones y sus actuales correrías en bici. Nos contó que hasta los 70 años estuvo haciendo maratones por debajo de tres horas. Nos despedimos después de una media hora de charla y descanso y dimos una vuelta al monasterio admirando su arquitectura.
Necesitábamos llenar los bidones, preguntamos al chico de la taquilla del monasterio y bajamos por donde nos había comentado, llegando a la fuente de los cinco caños donde nos refrescamos un poco, llenamos nuestros bidones y nos pusimos en marcha con la idea de volver sobre nuestros pasos pero tratando de no pasar por puntos innecesarios de difícil acceso, como por ejemplo el último camino que nos trajo a Uclés desde Huelves que lo hicimos por el camino rural aunque no pudimos saltarnos la rampa que hay al salir de Uclés. Por el camino rural asfaltado llegamos a Huelves en un periquete y además vimos un corzo por allí dando saltos.
Otro tramo que nos ahorramos fue pasar por la cruz del peregrino, que habíamos visto en la ida que también era duro subir por el otro lado. Salimos directamente a la carretera que va de Huelves a Barajas de Melo y que estaba cortada porque la estaban asfaltando. Afortunadamente por la bajada que cogimos habían quitado el asfalto viejo, pero todavía no estaban asfaltando por esa zona.
Llegamos a Barajas de Melo y decidimos comer allí porque eran casi las dos y media y si seguíamos hasta Estremera íbamos a llegar con los restaurantes cerrados. Entramos en el bar la Peseta y allí comimos.
Sobre las tres y media nos volvimos a montar en nuestras bicis con la tripa llena y bastante calor por unos caminos sin ninguna sombra. Volvimos a pasar por el bosque de los peregrinos donde hay árboles pintados tipo bosque de Oma. Después de unos cuantos kilómetros rodando cerca de aspersores que además de regar embarraban el camino, llegamos a la urbanización el Ballestar donde de nuevo subimos lo bajado por la mañana con rampas que superaban el 12% afortunadamente por asfalto.
Ya no volvimos a pisar ningún camino porque la subida desde el Tajo a Estremera la hicimos por la carretera para ahorrarnos los túneles. Por desgracia, por la carretera también subimos buenas rampas. Llegamos a las cinco menos cuarto a Estremera después de 94 kilómetros casi todo por caminos y algunos en muy mal estado. Jornada dura además también por el calor, no es muy aconsejable andar por aquí un 25 de julio.