Camino de Uclés. Etapa 2

Estremera-Uclés-Estremera

Sonó el despertador a las siete, nos levantamos, desayunamos, recogimos un poco las cosas metiéndolas en las alforjas y un poco antes de las ocho salimos habiendo dejado las alforjas en el albergue ya que íbamos a volver al mismo sitio por la tarde y no había más peregrinos.

Salimos de Estremera y lo primero que encontramos fue una primera subida por un camino de gravilla y tierra, muy desagradable. Luego empezamos a bajar buscando el río Tajo atravesando tres túneles ferroviarios, pero no son muy largos y se pueden atravesar sin luces. Al llegar a un cuarto, que está tapiado, cogimos un camino a la izquierda con mucha pendiente y mucha piedra suelta, algo peligroso.

Uno de los túneles ferroviarios

Cruzamos el río Tajo y el río Salado por la carretera y nos metimos en una urbanización llamada El Ballestar con un rampón del carajo, menos mal que estaba asfaltada la calle y se puede subir mejor.

Bajamos lo subido por una carretera también asfaltada con una buena pendiente también. Al acabar la bajada cogimos un camino que nos llevó durante muchos kilómetros por campos de regadío donde vimos multitud de conejos que se cruzaban y que uno de ellos dio un buen susto a mi compañera.

En el bosque de peregrinos

Llegamos a Barajas de Melo y paramos en un bar a comernos un plátano y de paso a que nos sellaran las credenciales y tomarnos un Aquarius. Vinieron las bebidas con un pinchito de tortilla, cosa que se agradeció.

Se sale de Barajas de Melo por un camino muy bonito donde hay que pasar por unas baldosas para no mojarse y donde hay una bonita cascada y mucha sombra, un lugar de ensueño.

Por el camino de baldosas amarillas

Muy bonito pero que pronto te muestra el otro lado ya que un poco después aparece una rampa criminal con porcentajes de hasta el 17% por un camino de tierra y piedras, que tuve que subir como pude, con el corazón a cien por hora. Allí nos encontramos con la cruz del peregrino, un palo muy alto con una cruz de Santiago arriba. Allí mucha gente echa una piedra pintada que trae de su casa. Había unas cuantas pintadas de amarillo y azul, entiendo que por Ucrania, con la palabra PAZ. Hay también un sitio de piedra con una puertecilla que guarda en su interior un sello y un tampón donde tú mismo te puedes sellar la credencial, cosa que hice.

Sellando al credencial en la cruz del peregrino

A partir de entonces hay un montón de subidas y bajadas no tan duras como la de la cruz, pero con un piso asqueroso. Cada vez que subíamos un cerro pensaba que detrás estaría Huelves, pero no, había más cuestas y más piedras en el camino.

Pasamos por debajo de una carretera donde está el paso internacional de peregrinos y donde había un montón de vieiras pintadas con banderas de distintos países.

Paso internacional de peregrinos

Poco después llegamos a Huelves, un pueblo muy pequeñito. Allí cogimos un camino rural asfaltado donde indicaba que faltaban ocho kilómetros y medio. Íbamos tan felices por ese camino hasta que pasamos por debajo de las vías del tren y aunque el track indicaba que siguiéramos por el camino asfaltado, las flechas rojas nos indicaban que girásemos a la izquierda por un camino. Camino que resultó ser bastante mierdoso porque también tenía bastantes subidas y bajadas y con el piso aún peor que en tramos anteriores.

La única gracia de este camino es que se ve el monasterio y el pueblo desde lo alto de un cerro, pero fueron los ocho kilómetros y medio más largos de mi vida.

Monasterio de Uclés al fondo

Por fin empezamos a bajar hacia Uclés, pero antes de bajar del todo nos hicimos un selfie con en monasterio al fondo. No podía faltar.

Selfie con el monasterio de Uclés

Desembocamos en una carretera y llegamos a Uclés aunque para llegar al monasterio nos tocó subir otra buena cuesta. En la puerta salió un tipo, que resultó ser el de la tienda, que nos estuvo contando sus hazañas de maratones corridos, triatlones y sus actuales correrías en bici. Nos contó que hasta los 70 años estuvo haciendo maratones por debajo de tres horas. Nos despedimos después de una media hora de charla y descanso y dimos una vuelta al monasterio admirando su arquitectura.

Necesitábamos llenar los bidones, preguntamos al chico de la taquilla del monasterio y bajamos por donde nos había comentado, llegando a la fuente de los cinco caños donde nos refrescamos un poco, llenamos nuestros bidones y nos pusimos en marcha con la idea de volver sobre nuestros pasos pero tratando de no pasar por puntos innecesarios de difícil acceso, como por ejemplo el último camino que nos trajo a Uclés desde Huelves que lo hicimos por el camino rural aunque no pudimos saltarnos la rampa que hay al salir de Uclés. Por el camino rural asfaltado llegamos a Huelves en un periquete y además vimos un corzo por allí dando saltos.

Otro tramo que nos ahorramos fue pasar por la cruz del peregrino, que habíamos visto en la ida que también era duro subir por el otro lado. Salimos directamente a la carretera que va de Huelves a Barajas de Melo y que estaba cortada porque la estaban asfaltando. Afortunadamente por la bajada que cogimos habían quitado el asfalto viejo, pero todavía no estaban asfaltando por esa zona.

Llegamos a Barajas de Melo y decidimos comer allí porque eran casi las dos y media y si seguíamos hasta Estremera íbamos a llegar con los restaurantes cerrados. Entramos en el bar la Peseta y allí comimos.

Sobre las tres y media nos volvimos a montar en nuestras bicis con la tripa llena y bastante calor por unos caminos sin ninguna sombra. Volvimos a pasar por el bosque de los peregrinos donde hay árboles pintados tipo bosque de Oma. Después de unos cuantos kilómetros rodando cerca de aspersores que además de regar embarraban el camino, llegamos a la urbanización el Ballestar donde de nuevo subimos lo bajado por la mañana con rampas que superaban el 12% afortunadamente por asfalto.

Ya no volvimos a pisar ningún camino porque la subida desde el Tajo a Estremera la hicimos por la carretera para ahorrarnos los túneles. Por desgracia, por la carretera también subimos buenas rampas. Llegamos a las cinco menos cuarto a Estremera después de 94 kilómetros casi todo por caminos y algunos en muy mal estado. Jornada dura además también por el calor, no es muy aconsejable andar por aquí un 25 de julio.

Camino de Uclés. Etapa 1

Salimos de Madrid y llegamos a Estremera.

Sonó el despertador a las siete y en algo menos de una hora salíamos rumbo a Estremera, fin de etapa de nuestro primer tramo del Camino de Uclés. Se supone que el camino comienza en la iglesia de Santiago en Madrid, pero salimos desde nuestro barrio, que está cerca del Parque Lineal del Manzanares por donde pasa el camino y en donde hemos visto en infinidad de veces la cruz de Santiago por allí marcada.

Ese primer tramo hasta la Poveda ya lo habíamos hecho alguna vez en bici por lo que íbamos tranquilos por esos caminos ya transitados. Nada más salir del Parque Lineal, entrando en el Parque del Sureste, pasamos por un sitio que no sé si son yacimientos de algo, porque se ve por allí mucha gente haciendo agujeros y limpiando lo que sacan, pero además siempre hay camiones por allí sacando un montón de tierra haciendo lo que parece un nuevo camino. No sé realmente lo que están haciendo porque tampoco encuentro información de internet. Allí quedaba 130 kilómetros hasta Uclés y hacia el otro lado 690 kilómetros hasta Santiago. El año pasado ya fuimos a Santiago y este año tocaba el camino más corto.

Al comienzo del Camino

Después de tragar algo de polvo por el tránsito de camiones, pasar el puente de la Gavia y atravesar la M-50 por debajo, pasamos por un sitio que alguien ha llamado «El Paraíso de cigüeñas» porque hay un montón de nidos de estas aves. A esas horas deberían estar buscando alimento porque no se veían cigüeñas en los nidos.

El primer punto conflictivo está en el mismo Parque del Sureste, una vez pasada la Cañada Real, ya que no se sabe bien de dónde surge un reguero de agua que anega el camino y que o bien eres muy hábil con la bicicleta y lo pasas montado llenándote de agua y barro o bien lo pasas andando llenándote también de barro o la tercera alternativa es vadear el enorme charco que cubre todo lo ancho del camino. Otras veces habíamos pasado desmontados por un caminillo más arriba, pero esta vez vimos que estaba lleno de vegetación como si no se utilizase más. Entonces recordé que un poco antes de llegar a este sitio había visto tirada una valla y un pequeño camino y pensé que a lo mejor se podía vadear por ahí. Retrocedimos y pasamos por encima de la valla caída (o tirada) y por la vereda vadeamos el gran charco y acabamos en otra valla caída (o tirada) que pasamos por encima. Primer obstáculo salvado.

Llegamos a Rivas, pasamos un tramo urbano y poco después estábamos en la laguna del Campillo, una zona realmente bonita.

Junto a la laguna del Campillo con unos bonitos cortados al fondo

Se llega a La Poveda donde después de atravesar una carretera comienza un carril bici que es todo subida, de poca pendiente pero todo para arriba. Por allí había bastante gente paseando y corriendo. Llegamos a Arganda donde callejeamos un poco y ya cogimos la Vía Verde del Tajuña y sigue siendo todo para arriba, pero con pendientes más pronunciadas. Se notaba que llevaba las alforjas porque pesaba la bici. Antes de terminar la subida llegamos al hito kilómetro que indicaba 100 kilómetros para Uclés y allí nos hicimos unas fotos.

A falta de 100 kilómetros para Uclés, con 40 km ya en las piernas

Seguimos subiendo hasta pasar por detrás de la cementera y desde allí ya comenzó el descenso hasta Morata de Tajuña donde al llegar al pueblo abandonamos el Camino para llegar al centro y comernos unas palmeritas, la especialidad del pueblo.

Había un montón de calles cortadas por lo que tuvimos que hacer algunas cirigoncias para llegar a una pastelería que ya conocíamos de otras ves, pero estaba cerrada, así que paramos un poco más arriba, en la plaza del Ayuntamiento. Preguntamos a un señor si había algún otro sitio y nos indicó uno cercano donde compramos cuatro palmeritas que comimos junto a un Aquarius para ella y un café frío para mí. Mi compañera se acercó al ayuntamiento a sellar las credenciales consiguiendo de esta forma el segundo sello después del de Rivas que nos pusieron al comprar dichas credenciales.

En Morata llevábamos 46 kilómetros, algo más de la mitad de los 90 previstos, que luego fueron menos. Para seguir el Camino había dos posibilidades, o bien subir hacia la Vía Verde atravesando el pueblo o tirar hacia Perales y coger el carril bici más adelante. Optamos por lo segundo ya que no había que subir aunque algún pequeño repecho nos encontramos antes de llegar a Perales.

Al llegar a Perales cruzamos una carretera y anduvimos algo dubitativos porque no estaba bien indicado, menos mal que íbamos siguiendo el track y pronto vimos las indicaciones. Se pasa por debajo de la A-3 y se va unos metros por una carretera con tráfico, aunque afortunadamente al poco sale el camino a la izquierda y se va paralelo al Tajuña por un terreno muy llano. Al llegar a Tielmes me quedaba poca agua así que estuve mirando por el puente medieval y vi una fuente que un paisano me indicó. Lo malo es que era agua no tratada. Me lo hubiese bebido sin más, pero vi que el bar Piscina estaba un poco más allá atravesando el puente medieval y para allá que fuimos para que nos sellara la credencial y comprar una botella de agua, que me la vendieron a precio de oro ya que me cobró 2 € por una botella de litro y medio.

Puente medieval en Tielmes

Seguimos hacia Carabaña y a la altura de ese pueblo se gira hacia la derecha para coger la vía de los 40 días que empieza con un rampón formidable que luego suaviza, pero que sigue para arriba sin descanso. En el kilómetro 75 paramos para comernos una barrita. Vimos un árbol y nos metimos bajo él a protegernos con su sombra de un sol inclemente. Comimos la barrita y seguimos subiendo hasta un punto que atraviesa la carretera y allí comienza el término municipal de Estremera, nuestro destino. Paramos a hacernos unas fotos y allí vimos que pasaba también la Cañada Real Soriana.

Llegando a Estremera

Allí empieza un terreno favorable hasta el pueblo de Estremera. Pronto encontramos el albergue hablé con un tal Javi y al poco llegó abriendo el albergue y dejándonos un par de llaves. El albergue está genial ya que está recién estrenado y todo muy nuevo y limpio. Además tuvimos suerte de que no había más peregrinos, así que tuvimos un súper albergue para nosotros dos solos.

En esta primera etapa recorrimos 85 kilómetros, muchos de ellos por carril bici. Hay una bonita subida para ir desde Arganda hasta Morata y luego otra buena cuesta entre Carabaña y hasta casi llegar a Estremera. Afortunadamente estas subidas son por carril bici y se va bastante bien.

Camino de Uclés. Etapa 0

Llevo un montón de años entrenando a pie por el Parque Lineal. Hace un tiempo empecé a ver unas cruces rojas pintadas en algunos puntos del circuito por donde solía entrenar. Descubrí que esa cruz roja es la cruz de Santiago y que indicaban el camino desde la iglesia de Santiago en Madrid al Monasterio de Uclés. Me dije que algún día tendría que hacer ese Camino y este mes de julio de 2023 llegó el momento.

La cruz de Santiago en el Parque del Sureste

Me estuve informando sobre el Camino y unas de las cosas que descubrí es que saliendo desde la iglesia de Santiago y llegando al monasterio el trazado son aproximadamente 145 kilómetros y se pueden recoger las credenciales en Rivas-Vaciamadrid en un par de sitios. También, hablando con la Asociación de amigos del Camino, me convencieron de hacerlo en tres etapas ya que lo iba a hacer en bici. En un principio había pensado en hacerlo en cuatro etapas, pero me pareció bien la sugerencia porque al hacer tres etapas sólo había que dormir dos días y se podía aprovechar el albergue de Estremera tanto a la ida como a la ida. La cosa quedaría así:

  • Primera etapa: Madrid – Estremera
  • Segunda etapa: Estremera – Uclés – Estremera
  • Tercer etapa: Estremera – Madrid

Nos acercamos a Rivas-Vaciamadrid a recoger la credenciales ya que es necesario tener la credencial para poder pernoctar en el albergue de Estremera. Uno de los sitios donde se pueden recoger es en el bar Guanchinche y fue allí donde retiramos las credenciales. Pagamos 4 € por cada una de ellas, dinero que se supone destinado a la conservación del Camino.

Reservamos también sitio en el albergue de Estremera para dos noches, para ello tuvimos que pagar 5 € por noche y peregrino.

Camino de Santiago. Etapa 13 y última

La decimotercera y última etapa partía de Arzúa para llegar a Santiago de Compostela, de 39 km de longitud y un desnivel de 713 metros. Etapa corta para llegar descansando al punto final del Camino.

A las 7:15 sonó el despertador y una hora después nos poníamos en marcha y para no variar empezamos cuesta arriba y seguimos cuesta abajo repitiendo la misma secuencia unas cuantas veces, pero sin llegar al nivel de la jornada anterior. Lo hicimos todo por caminos y había bastantes peregrinos, ríos y ríos de gente, entre ellos muchos colegios donde iban todos juntos y era complicado adelantar. Esos ríos de gente se convirtieron en una tremenda avalancha cuando estábamos entrando en Santiago. Hubo algunos tramos llanos hasta que llegamos a una buena cuesta, la cuesta del aeropuerto. Luego vino su correspondiente bajada y hubo otra buena subida, la del Monte do Gozo, ya a menos de diez kilómetros de Santiago. Allí paramos para hacernos una foto con Santiago al fondo, nos comimos la barrita correspondiente y nos tiramos por una buena cuesta abajo buscando la entrada de la ciudad. Afortunadamente la bajada la hicimos por la carretera que iba paralela al río de peregrinos.

Llegada a la ciudad de Santiago de Compostela

Entramos en la plaza del Obradoiro por la entrada donde se coloca el gaitero junto a un grupo numeroso de gente con camisetas de color fucsia. La plaza estaba absolutamente abarrotada de gente y las campanas sonaban sin cesar, pero quizás ese exceso de gente desvirtuó un poco la experiencia. No tuve una experiencia mística como pensaba que podría haber tenido, fue todo muy mundano, como ir a dar un paseo por la Puerta de Sol todo lleno de turistas. Después de hacernos las fotos de rigor estuvimos vigilando la bici eléctrica de uno que venía desde Lugo haciendo tres etapas y que además querían que le sellaran y no sé cuántas cosas más, lo mismo también quería la Compostelana. ¿Pero tiene algún mérito hacer el Camino con una eléctrica? Esto del Camino es un puro negocio y los que de verdad «hacen» el Camino deben sentirse mal al ver tanta superficialidad y tanto mercadeo. Lo digo por los peregrinos que lo hacen a pie recorriendo setecientos kilómetros o más, porque nosotros, que fuimos en bici, aunque también nos metimos setecientos entre pecho y espalda, también tenemos ventaja.

En la Plaza del Obradoiro, frente a la Catedral de Santiago

Fuimos a la oficina de atención al peregrino, en la rúa Carretas, a sellar las credenciales y había bastante cola por lo que entró mi amiga y yo me quedé echando un ojo a las bicis. Entonces vi a los de Correos, que están perfectamente situados, embalando una bici y pregunté cuánto costaría mandarla a casa y me respondieron que 47 y pico euros. Me llamó mi amiga cuando estaba a punto de entrar, porque aquello iba por números, como en la carnicería, por lo que me puse la mascarilla y entré. Me sellaron la credencial y me dieron la Compostela, un documento en latín donde ponen tu nombre también en ese idioma. Me preguntaron si por 3 € quería un justificante de los kilómetros recorridos y dijimos que no.

Después de este invento fuimos a Correos a enviar las bicis. Lo primero fue pagar. El precio de 47 € y pico va con un seguro de 300 € y si quería asegurar más, tenía que pagar más, obviamente. Al final aseguré la bici de mi amiga por 1000 € y me costó ambas bicis algo de más de 105 €. Pagué y fuimos a otro local donde había que desmontar parte de la bici: rueda delantera, pedal izquierdo y manillar. Luego el tipo de Correos puso papel de burbuja en algunas partes de la bici, como el freno de disco, ató con bridas otras y metió todo en una caja donde pude echar el casco y metimos una alforja con ropa que no íbamos a utilizar en este día y medio que íbamos a estar en Santiago.

Fuimos a la pensión, que casualmente estaba en la misma calle, en la rúa Carretas. El sitio se llama O Patrón y es un restaurante/pensión. Tomaron nuestros datos, solté 47 € y subimos a la habitación. Luego bajamos al restaurante de la pensión y esperamos un poco hasta que hubo una mesa libre. Mientras esperábamos estuvimos hablando con el camarero que nos contó que una vez hizo el Camino desde Sarria (para hacer más de 100 km que te da derecho a la Compostelana) yendo a albergues y acabó con sarna, así que eso que nos hemos ahorrado. Pedimos un menú del día de 11 € y desde mi punto de vista estuvo regular. Pedí lacón a la gallega y me pusieron algo parecido al jamón york. De segundo pedí lomo con huevos fritos con patatas y el lomo era como fiambre, los huevos no estaban fritos como deberían y las patatas no eran las gallegas de días anteriores. De postre pedí arroz con leche y fue lo mejor. Pedí además una botella de agua grande y me soplaron 2,50 € por lo que todo sumó 24,50 €. Me pareció no muy caro, pero calidad mediocre.

Al día siguiente hicimos un tour guiado por el casco antiguo de Santiago y por la tarde volvimos a Madrid en AVE.

Camino de Santiago. Etapa 12

La duodécima etapa partía de Portomarín para llegar a Arzúa recorriendo 52 kilómetros y salvando 1102 metros de desnivel. No parecía una etapa sencilla y desde luego que no lo fue. La etapa de O Cebreiro tiene sobre todo el puerto que es muy duro, pero el resto no tan complicado; sin embargo, esta etapa nos resultó durísima por las constantes subidas y bajadas.

Me despertaron los otros huéspedes antes de que sonara el despertador, ya que daban portazos y cuando entraban en el servicio sonaba el ruido del extractor como si el chisme estuviese dentro de nuestra habitación. Sobre las seis me desperté y ya no pude dormirme, esperando a que sonase el despertador que había puesto a las 7:15. Nos levantamos, desayunamos y nos fuimos sobre las ocho y cuarto.

El Camino baja hasta el puente por el que se atraviesa el río y desde ahí comienza el festival de subidas y bajadas a cada cual más empinada. Puede sonar lo que voy a decir una exageración, pero no lo es: todo el recorrido es subir y bajar, sin excepción, y algunas subidas son muy pronunciadas, de las que hay que poner el pie a tierra. Y en algunas no puse el pie, pero subí a paso de tortuga, con todo metido. Estábamos hartos de pedalear cuando me preguntó mi amiga que cuánto llevábamos y nos quedamos alucinados cuando vimos que sólo habíamos recorrido ¡seis kilómetros! Después de subir y bajar un montón de cuestas llegamos al kilómetro 30 y dijo mi amiga de parar en una terraza para tomar un refresco y una barrita. Nos lo tomamos, fuimos al servicio y nos volvimos a poner en marcha y, por lo tanto, seguimos subiendo y bajando y con mucho calor. Yo pensaba que en Galicia no hacía tanto calor, pero lo hace y mucho, como si estuviésemos en Madrid, no sé si será algo excepcional.

Antes de llegar a nuestro destino pasamos por Melide porque había visto en Google Maps que había un taller de bicicletas, pero cuando llegamos estaba cerrado. Nos dijo un camarero del bar de al lado que llevaba dos años cerrado, pero que había otra tienda un poco más allá. Fuimos a la otra tienda y allí compré un bidón porque el que tenía se nos había olvidado en la pensión Pérez. Estuvieron mirando el cambio de la bici de mi amiga porque hace ruido cuando se engranan piñones grandes y a veces salta la cadena. Pagué 3,50 € por el bidón y 5 € por el arreglo y nos fuimos de Melide saliendo por una rampa de las que quitan el hipo.

Para entrar en Arzúa hay que pasar por debajo de la N-547 y subir otro cuestón, por si no hubiésemos tenido bastante. Al coronar ese repecho puse el Google Maps para llegar a nuestro destino y al poco llegamos al albergue/pensión Del Peregrino donde pagué 50 €, dejamos la bici abajo y nos dio la llave de la habitación 42, ¡situada en la cuarta planta de un edificio sin ascensor! Veníamos bastante cansados del pedaleo y nos tocó subir cuatro pisos. La habitación era de tres cuerpos. Uno primero, al entrar, donde había dos camas, desde allí se accedía a otra habitación donde había un armario y un ventanal y desde allí se accedía al cuarto de baño.

Lavé la ropa y la colgué en un tendedero en la planta baja, en la zona del albergue. Y es que el albergue está en la planta baja y la pensión está en otra puerta y en diversas alturas. Buscamos un restaurante donde comer y en la carretera vimos un restaurante que daban menú del día y entramos. Pedí ensaladilla rusa y ternera y mi amiga pidió ensalada de pasta y pollo y aunque pedí ternera me trajeron costillas, pero me las comí igual. De postre esperábamos que nos ofrecieran queso con membrillo, por aquello de que estábamos en Arzúa, sitio famoso por su queso, pero no lo hicieron, así que pedí café solo con hielo y amiga, piña. Pagamos 26 € por los dos menús. Un precio razonable por un menú correcto.

Por la tarde nos dimos una vuelta por Arzúa, pero este pueblo no tiene gran cosa. Una plaza normalucha, una iglesia bastante vulgar donde iban a empezar la misa y una ermita del siglo XIV que habían restaurado y que ahora ya no se dedica al culto y había una exposición de fotografías.

No nos íbamos a ir de este pueblo sin probar el queso, así que fuimos al bar Manolo donde tomamos dos tercios sin y una ración de queso de Arzúa-Ulloa que estaba riquísimo. Sin lugar a dudas lo mejor del pueblo, el queso.

Ración de queso de Arzúa-Ulloa

Antes de volver al albergue/pensión dimos otra vuelta por el pueblo y lo único que nos llamó la atención fue un bar donde tenían la música a todo volumen. No supimos en aquel momento que íbamos a estar con la dichosa música hasta las doce de la noche. Además en la habitación hacía un calor insoportable, algo fuera de lo normal. Así que entre el calor y la música, no había quien durmiera.

Camino de Santiago. Etapa 11

La undécima etapa salía de O Cebreiro y llegaba a Portomarín, de 73 km y 1037 metros de desnivel, pero como salimos del Alto do Poio, nos ahorramos unos cuantos kilómetros y unos cuantos metros de desnivel que ya hicimos el día anterior.

A las siete nos despertaron voces de gente hablando, no sé si eran los «motoristas» u otras personas que había en el bar. El caso es que nos levantamos y bajamos a desayunar. El camarero nos ofreció cruasanes que acababa de hacer, según dijo. Pedimos un café y un cruasán cada uno y nos cobró el tipo 8 € por los dos desayunos, una auténtica pasada, pero es que a una guiri que pidió lo mismo la cobró 4,5 €, así que encima tenemos que estar agradecidos. Alucinante lo de los precios en este sitio. Antes ya había recogido la ropa, que ya estaba seca, así que cuando subimos de desayunar preparamos las cosas y nos fuimos.

Cuando salimos estaba despejado, pero como la salida era cuesta abajo, pasamos algo de frío. En un determinado momento, en plena bajada, vimos un mar de nubes que tapaba todo, formando un preciosa estampa.

Mar de nubes bajando hacia Triacastela

Estos primeros kilómetros pasaron a toda pastilla, cuando nos quisimos dar cuenta ya llevábamos 20 kilómetros. Pasamos por Triacastela y llegamos a Samos, todo por carretera. Paramos en Samos donde vimos una pequeña ermita del siglo IX junto a un ciprés enorme de 500 años. Ambos están situados junto a un riachuelo, todo muy bonito y muy bucólico. Al lado de esta pequeña ermita está el Monasterio de Samos, un impresionante edificio con una portada muy bonita.

Capilla del Salvador del siglo IX y ciprés centenario

Aún por carretera llegamos a Sarria donde nos tocó subir andando por una cuestaza hasta una iglesia junto a una fortaleza bastante ruinosa y unas letras grandes con el nombre del pueblo. Allí paramos a tomar una barrita. Al poco de salir de Sarria nos metimos por el Camino, que comenzaba con una cuesta imposible de subir donde nos encontramos con los de Burgos que habíamos encontrado llegando a Astorga. Estuvimos los cinco rodando juntos unos kilómetros y luego se quedaron ellos por detrás y nosotros seguimos, alternando asfalto y camino.

Pasamos por el hito kilométrico del 100 y no lo vimos, por lo que nos hicimos la foto en el noventa y nueve y pico. Ya empezaban a verse ríos de “peregrinos”, con mayoría de españoles y españolas y es que ya quedando menos de cien kilómetros aparecen los españoles, mucho más vagos que los extranjeros, que sabiendo que haciendo cien kilómetros ya consiguen las indulgencias, ¿para qué hacer más? Es evidente otro concepto entre los nativos y los foráneos.

Desde Sarria todo es subir y bajar por caminos y carreteras, que a veces es mejor que ir por el camino de tanta gente que va. Llegamos a Portomarín entrando por un puente sobre un embalse del río Miño, que con la sequía deja ver algunas construcciones de lo que antes era el pueblo. Puse el Google Maps para ir a la pensión y en bici nos llevaba por unas escaleras y en coche había que hacer un recorrido del copón. Al final hice un mix de ambas alternativas y nos tocó subir algunas escaleras. Llegamos al restaurante Pérez después de 51 kilómetros donde tomaron mis datos y pagué 50 €. Nos acompañó un camarero hasta la Pensión Pérez ya que no estaba en el mismo sitio que el restaurante.

Comimos en restaurante/pensión Pérez donde pedimos dos ensaladas de pasta, bacalao para mi amiga y chuleta de cerdo para mí. De postre tarta de piña y arroz con leche para mí. Todo muy rico. Costó 12 € cada menú, un precio muy razonable. Al ver que venía un montón de gente estuve buscando en internet el sitio y tenía muy buenas reseñas.

Por la tarde estuvimos dando una vuelta por el pueblo y es un sitio interesante a visitar. Muy recomendable.

Camino de Santiago. Etapa 10

Originalmente la décima etapa comenzaba en Ponferrada y acababa en O Cebreiro, de 53 km y 1.200 metros de desnivel; sin embargo no encontramos alojamiento en O Cebreiro y buscando algo cercano acabamos en el Alto do Poio. Antes de salir ya nos habían hablado del puerto de O Cebreiro y nos recomendaron que subiéramos por la carretera porque el puerto es bastante duro.

Salimos a las 8:30 de Ponferrada y ya subimos alguna cuestecilla para salir de allí. Habíamos leído que era un paseo hasta llegar a Las Herrerías, donde comienza el puerto de O Cebreiro, pero para salir de Cacabelos subimos una más que interesante cuesta y al poco de entrar en Villafranca del Bierzo otra cuestaza que nos llevó a la iglesia de Santiago, donde está la Puerta del Perdón, donde pueden recibir sus indulgencias los peregrinos enfermos que no puedan llegar a Santiago. Todo el recorrido, excepto para llegar a esta puerta, fue por asfalto y desde Villafranca sí es verdad que es más fácil, yendo casi todo el rato en el arcén de la N-VI. Paramos en el kilómetro 37 debajo de un puente de la autovía a comer una barrita y al poco llegamos a Las Herrerías, donde comienza la fiesta, un puerto duro del que nos había dicho el de Aluche que había tres kilómetros al 14% sin descanso, pero es que al empezar, mucho antes de llegar allí ya hay rampas muy duras que me obligaron a meter el plato pequeño y el piñón penúltimo dejando uno por si acaso. Estuvo un rato con nosotros un tipo que subía por diversión ese puertaco describiéndonos el puerto y nos dijo lo de los tres kilómetros y que cogiéramos agua en una fuente, que salía un agua muy rica. Paramos a coger agua y en ese momento nos adelantaron una señora que subía como los ángeles y un señor que iba con la lengua fuera.

Como nos contó el individuo, después de un giro brusco a la derecha empezaba lo más duro, lo cual íbamos subiendo cada uno como podía, yo trataba de no poner pie a tierra por aquello de decir que lo había subido dando pedales y mi amiga, sin ningún problema, en cuanto vio que aquello era muy duro se puso a andar. Yo veía a lo lejos al señor que nos había adelantando en la fuente y vi que iba andando, pero yo dando pedales le recortaba muy poco a poco, lo cual no resultaba raro ya que subía a 5 o 6 km/h. Adelanté también a dos que iban en paralelo, muy despacio. Poco más arriba a la señora que nos había adelantado y que estaba esperando a su compañero y que vi que iba con bici eléctrica, ¡así cualquiera! Algo más arriba, cuando suavizó la pendiente me paré a esperar a mi amiga y ya por rampas más suaves llegamos hasta La Laguna donde paramos a tomar una Coca-Cola y un Aquarius. Pensábamos que estaba todo hecho, pero ya nos advirtió uno de Rivas, que adelantamos en el puerto, que hasta O Cebreiro quedaban algunas cuestas y así fue, aún quedaba alguna rampa dura.

Paramos en O Cebreiro a ver los chozos, la iglesia del siglo IX y el busto del párroco. Este hombre, Elías Valiña, es muy reconocido porque fue al que se le ocurrió marcar con flechas amarillas el Camino.

Chozo típico en O Cebreiro

Seguimos hasta el Alto do Poio que también nos costó porque hay una buena cuesta para llegar, alcanzando 1.335 metros de altura. En el alto, a la izquierda, llegamos al hostal o pensión Santa María do Poio por la que pagamos 40 € por una habitación más vieja que yo, que olía a cerrado que echaba para atrás, pero que al menos pudimos airear. Comimos en el mismo hostal por 28 € (ensalada y san jacobo para mí y caldo de judías y churrasco para mi amiga, todo hecho con un aceite más que reutilizado). También cenamos allí porque hay poca cosa por los alrededores y me pareció bastante cara ya que pagamos 23 € por un par de tortillas francesas y una ensalada. Antes se decía que en Galicia se comía bien y barato, pero en este sitio ni bueno ni barato. Lo único bueno es que tenían cuerdas para colgar la ropa y un garaje para guardar las bicis. Andaban también hospedados unos tipos que iban con bicicletas eléctricas.

Camino de Santiago. Etapa 9

La novena etapa comenzaba en Astorga y terminaba en Ponferrada con una longitud de 55 km y 849 metros de desnivel. Parecía una etapa durilla… Y lo fue.

Empezamos mal porque para desayunar pedimos dos cafés y dos barritas con tomate y aceite y nos soplaron 7 €. ¡Joder! Que en Madrid no te cobran 3,5 € por un desayuno simple como el que pedimos ni en la Plaza Mayor.

A las ocho y media nos pusimos en marcha y aunque miré el track no lo miré bien porque lo cogí al revés y acabamos en la catedral. Después de dar alguna vuelta acabamos saliendo dirección Ponferrada por una carretera cuesta abajo que pronto se tornó cuesta arriba. Íbamos por el Camino molestando a los peregrinos, que eran bastantes, y unos cuantos kilómetros después fuimos los dos por la carretera porque el tráfico de peregrinos era incesante.

La carretera se iba empinando cada vez más aunque había algunos tramos de menor pendiente que hacían el puerto más llevadero y menos mal que el día estaba nublado porque yo iba sudando de lo lindo y si hubiese pegado el sol hubiéramos llegado muertos. Lo malo del puerto no fue la pendiente, sino las moscas, que se pusieron a orbitar alrededor de nuestra cabeza y no había manera de que se fueran, fue muy desagradable. En este puerto me adelantó una furgoneta con remolque, todo lleno de maletas, en una curva, que me pasó rozando, porque justo cuando me estaba adelantando vino un coche de frente. Coche que resultó ser de la Guardia Civil, que le recriminaron la maniobra, pero que no tuvieron valor de darse la vuelta y empapelar al desalmado que conducía la furgoneta. Sólo hubiese faltado que me hubiese ocurrido algo por aquellos peregrinos de pacotilla que en vez de llevar lo necesario en la mochila que llevan sobre los hombros, utilizan este servicio de llevar maletas de un sitio a otro.

Nos costó, sobre todo por las moscas, pero llegamos al alto donde había una cruz muy alta sobre un poste y el poste sobre una pequeña montaña de piedra y en esa montaña de piedra un montón de peregrinos haciéndose fotos. Según parece existe la costumbre de que cada peregrino deje allí una piedra que haya traído de su lugar de origen, pero nosotros no llevábamos ninguna, así que nos conformamos con la foto. Al otro lado de la carretera se encuentra el cartel que indica que estamos en el puerto de Foncebadón a 1504 metros de altitud. Mi amiga es una auténtica campeona.

En el alto de Foncebadón

Allí nos encontramos con uno de los miembros del Club Ciclista Aluche, el que había salido antes, que nos hizo unas fotos. Nos dijo que en la bajada parásemos en Manjarín donde hay unos carteles con ciudades del mundo y su distancia kilométrica desde ese punto. Paramos allí en la bajada y nos encontramos con un tipo con pinta de ermitaño que vivía con varios gatos, una perra y un lobo al que tenía encadenado, pero que soltaba por las noches y luego volvía. Dijo que llevaba allí dos años y que había visto por su cuchitril dos nutrias pequeñas, zorros e incluso un oso (o una osa) con su osezno. Tomé un café que me ofreció y por el que dejé 2 €, nos hicimos unas fotos y nos fuimos, dejando al ermitaño muy entretenido con una canadiense que había parado por allí y que decía que conocía al tipo que estuvo antes que el actual.

El puerto aún no bajaba, sino que tenía alguna cuesta y cuando empezó la cuesta abajo de verdad había que ir con mucho cuidado porque la bici se aceleraba sin querer, yo llegué a ver 64 km/h en el velocimetro. Pasamos por El Acebo de San Miguel, un bonito pueblo de montaña y la bajada acabó en Molinaseca, un sitio que nos dijo el de Aluche que era parada obligatoria. El sitio es realmente bonito e incluso te puedes bañar en unas piscinas naturales, pero no apetecía mucho cuando paramos. Allí nos encontramos con el ciclista que habíamos visto en el palacio episcopal. Nos dijo que iba a Ponferrada y que allí nos veríamos. Estuvimos un rato más haciendo unas fotos y luego nos pusimos en marcha atravesando el impresionante puente de piedras sobre el río Meruelo, que termina en una bonita calle que atraviesa la localidad. Se trata, sin lugar a dudas, de un pueblo que merece la pena visitar. Continuamos por la carretera dirección Ponferrada subiendo alguna que otra cuesta, pero entrando en la ciudad cuesta abajo. Según el GPS hicimos 52 kilómetros en algo más de tres horas.

Llegamos al Hostal Río Selmo, pagué 50 € y como nos dijo que los miércoles era gratis ver los monumentos y los museos nos fuimos sin dilación a visitar los monumentos más notables de Ponferrada. Vimos la iglesia de Nuestra Señora de la Encina y el imponente castillo templario, muy bien conservado, pero antes sellamos las credenciales en la oficina de información turística, situada al lado del castillo. Estando en el castillo nos encontramos con los del Club Ciclista Aluche, a lo que hicimos una foto.

Camino de Santiago. Etapa 8

La octava etapa comenzaba en León y llegaba a Astorga después de 51 kilómetros y 311 metros de desnivel. A priori una etapa fácil.

Nos había comentado una amiga, que había hecho el camino un par de meses antes, que la salida de León es cuesta arriba y no le falta razón, ya que hay una gran cuesta y una salida un poco fea de la ciudad con un montón de coches y un tramo mal señalizado. Prácticamente hasta Hospital de Órbigo todo el recorrido es por un camino pegado a la carretera N-120 que a veces al pasar por un pueblo hay que ir por encima de la acera o cruzar al otro lado si quieres circular correctamente, ambas cosas hicimos.

En Hospital de Órbigo resulta llamativo el puente que salva el río Órbigo, que es realmente largo y antiguo. Luego leí que se trata del Puente del Paso Honroso, una construcción del siglo XIII que se encuentra en estado de conservación óptimo. El puente se encuentra sobre la calzada romana que antiguamente unía León con Astorga y es monumento nacional desde 1939. Parados en uno de los ensanches del puente había tres ciclistas que luego volvimos a encontrar varias veces durante el resto del Camino.

Paramos en el siguiente pueblo, en Villares de Órbigo a tomar un café con tan mala suerte que me senté en un banco y al levantarme noté que un clavo se me había enganchado en el culote y encima en el culote más nuevo que tengo, lo menos malo es que me hizo un agujero muy pequeño. Estando tomando café nos adelantó un tipo en bicicleta que poco después le adelantamos nosotros y que volvimos a vernos unas cuantas veces más.

Al salir del pueblo había dos opciones y por lo visto elegimos la peor y que luego descubrimos no era el Camino original, sino alguien lo «había desviado» para que pasase por otro sitio. Me dejé guiar por las flechas amarillas en vez de por el track y tuvimos que enfrentarnos a tres o cuatro subidas horrorosas por la pendiente, por la gravilla, las piedras y el calor que hacía. Acabamos llegando a una cruz desde donde se veía Astorga y donde nos encontramos con los ciclistas que habíamos visto antes en el puente sobre el Órbigo. Paramos en la cruz y uno del grupo nos hizo una foto a los dos y fue el que nos contó lo de los dos caminos: el original y el desviado.

Poco antes de llegar a Astorga

Después de la foto y charlar un rato nos lanzamos a tumba abierta hacia Astorga por un tramo asfaltado que luego nos llevó a un puente que cruzaba la vía y que era largo, largo porque daba varias vueltas y para que las rampas no tuvieran mucha pendiente, eran largas.

Al poco entramos en la ciudad, puse el Google Maps y llegamos al Hostal Coruña, donde enseñé el carné, soltamos 55 € y dejamos las bicis en un garaje cercano. Aprovechamos que había una lavandería al lado del hostal y lavamos la ropa en la máquina en vez de hacerlo a mano como todos los días anteriores, pero en vez de usar la secadora colgamos la ropa en nuestra cuerda. Desde luego la cuerda y las pinzas fueron de lo más utilizado.

Fuimos a comer al restaurante Casa Maragata II ya que nos habían dicho que se comía fabulosamente y tenían razón, pero no es un sitio precisamente barato, ya que meterse un cocido completo son 26,50 € por cabeza, ninguna broma. De todos modos, nada ni nadie nos impidió que nos metiéramos un cocido maragato en toda regla: carne, garbanzos, sopa, natillas y café. Muy rico todo, especialmente los garbanzos.

Allí nos encontramos con unos tipos del Club Ciclista Aluche con los que estuvimos un rato hablando y nos dijeron que habían salido de Aluche el sábado, así que calculamos que se metían todos los días unos cien kilómetros, unos auténticos máquinas. Cuando vieron a mi amiga, como les habíamos dicho que habíamos salido desde nuestra casa, le preguntaron si había subido la Fuenfría. Pues claro, ¿por qué no?

Al acabar fuimos directamente al palacio episcopal, obra de Gaudí, para verlo por dentro y por ello pagamos 12 € por dos entradas y es que si por fuera llama la atención, por dentro es una pasada. Estuvimos contemplando embobados el interior del palacio siguiendo la audioguía. Muy interesante, también las vidrieras. Allí nos encontramos con el ciclista que habíamos visto por la mañana, que estaba haciendo algunas fotos.

Luego vimos la catedral de Astorga, que nos costó entrar 9 € a los dos y la verdad es que tiene cosas interesantes, pero después de haber visto el día anterior la de León, ésta parece de segunda o tercera categoría.

En esta etapa hay que tener mucho cuidado al salir de Villares de Órbigo para no irse por el camino «desviado». En un momento dado se llega a un cruce donde una flecha indica hacia la derecha y otra hacia la izquierda. Hay que coger la de la izquierda para bajar hacia el camino que iba paralelo a la N-120 y de esta forma ahorrarse dos o tres cuestas realmente asquerosas.

Camino de Santiago. Etapa 7

La etapa séptima partía de Sahagún para llegar a León. Primera etapa por el Camino Francés de 60 kilómetros y un desnivel de 313 metros, sencilla.

Sonó el despertador como todos los días, pero salimos un poco antes, a menos cuarto, justo una hora después de que sonase. Hacía también fresco, como otros días al salir, pero luego aumentó la temperatura, aunque no llegó a hacer mucho calor. Salimos por una carretera atravesando el río Cea hasta llegar al cruce con otra por donde nos metimos por el Camino. Ya iban muchos peregrinos andando y la verdad es que es una lata ir adelantándolos. Una lata para ellos porque las bicis por mucho que tengamos cuidado, molestamos a los que van a pie, ya que por lo general se tienen que retirar de su camino. Por allí adelantamos a una pareja que iban también en bicicleta con alforjas, por lo que pensamos que también serían «bicigrinos». Paralela al Camino transcurría una carretera casi desierta que al poco decidimos coger ya que no iban casi coches y así dejábamos de molestar a los caminantes. Entre que íbamos por carretera y que el viento debía ser favorable, avanzábamos en muchos tramos a 25 km/h deseando «Buen Camino» a todo peregrino andante que nos encontrábamos.

Como habíamos visto que la etapa eran 60 km según la web conalforjas.com pensábamos parar en el 35 o más, así cuando llegamos a Villamoros, en el kilómetro 41, paramos en un bar porque me empeñé en tomar un café mientras nos tomábamos la barrita. En la anterior etapa se acabaron los trozos de pan de higo, por desgracia, también por eso pedí junto al café una magdalena.

Decir que fuimos por carretera hasta Mansilla de las Mulas y desde ahí fuimos por caminos y algunos trozos minúsculos por carretera. Habíamos parado en el 41 y pensábamos que nos quedaban 19 más, pero al poco vimos que ponía que quedaban menos de diez kilómetros. Después de una subida fuerte y cruzar la nacional, ya estaba León a la vista.

Después de haber recorrido 55 km según el GPS (esta vez sí aguantó la batería) llegamos a las doce en punto al hotel, que nos costó encontrar porque donde nos llevó Google Maps era un hotel, pero no había un cartel con el nombre (Hotel Rincón del Conde). Después de subir y bajar la calle donde supuestamente estaba el hotel entré en el que debía ser y efectivamente lo era. Debe ser nuevo por aquello de tener aún el cartel. Nos pidieron los carnés y pagué 49 € que no nos había cobrado Booking al hacer la reserva. Dejamos las bicis en la cafetería ya que nos dijo la recepcionista que luego las llevaba ella a un almacén. Subimos y vimos una habitación muy nueva y todo muy limpio.

El hotel está muy céntrico, muy cerca de la plaza de San Martín, en pleno barrio Húmedo. También está cerca la Plaza Mayor y no muy allá la catedral. Una de las catedrales más bonitas que he visto. Por fuera merece la pena, pero por dentro es una maravilla por su arquitectura gótica y sus increíbles vidrieras. Costó la entrada 7 €, pero no te puedes ir de León sin ver la catedral. Y no sólo la catedral, la ciudad es muy bonita.

En León con un león furioso