Camino de Santiago. Etapa 9

La novena etapa comenzaba en Astorga y terminaba en Ponferrada con una longitud de 55 km y 849 metros de desnivel. Parecía una etapa durilla… Y lo fue.

Empezamos mal porque para desayunar pedimos dos cafés y dos barritas con tomate y aceite y nos soplaron 7 €. ¡Joder! Que en Madrid no te cobran 3,5 € por un desayuno simple como el que pedimos ni en la Plaza Mayor.

A las ocho y media nos pusimos en marcha y aunque miré el track no lo miré bien porque lo cogí al revés y acabamos en la catedral. Después de dar alguna vuelta acabamos saliendo dirección Ponferrada por una carretera cuesta abajo que pronto se tornó cuesta arriba. Íbamos por el Camino molestando a los peregrinos, que eran bastantes, y unos cuantos kilómetros después fuimos los dos por la carretera porque el tráfico de peregrinos era incesante.

La carretera se iba empinando cada vez más aunque había algunos tramos de menor pendiente que hacían el puerto más llevadero y menos mal que el día estaba nublado porque yo iba sudando de lo lindo y si hubiese pegado el sol hubiéramos llegado muertos. Lo malo del puerto no fue la pendiente, sino las moscas, que se pusieron a orbitar alrededor de nuestra cabeza y no había manera de que se fueran, fue muy desagradable. En este puerto me adelantó una furgoneta con remolque, todo lleno de maletas, en una curva, que me pasó rozando, porque justo cuando me estaba adelantando vino un coche de frente. Coche que resultó ser de la Guardia Civil, que le recriminaron la maniobra, pero que no tuvieron valor de darse la vuelta y empapelar al desalmado que conducía la furgoneta. Sólo hubiese faltado que me hubiese ocurrido algo por aquellos peregrinos de pacotilla que en vez de llevar lo necesario en la mochila que llevan sobre los hombros, utilizan este servicio de llevar maletas de un sitio a otro.

Nos costó, sobre todo por las moscas, pero llegamos al alto donde había una cruz muy alta sobre un poste y el poste sobre una pequeña montaña de piedra y en esa montaña de piedra un montón de peregrinos haciéndose fotos. Según parece existe la costumbre de que cada peregrino deje allí una piedra que haya traído de su lugar de origen, pero nosotros no llevábamos ninguna, así que nos conformamos con la foto. Al otro lado de la carretera se encuentra el cartel que indica que estamos en el puerto de Foncebadón a 1504 metros de altitud. Mi amiga es una auténtica campeona.

En el alto de Foncebadón

Allí nos encontramos con uno de los miembros del Club Ciclista Aluche, el que había salido antes, que nos hizo unas fotos. Nos dijo que en la bajada parásemos en Manjarín donde hay unos carteles con ciudades del mundo y su distancia kilométrica desde ese punto. Paramos allí en la bajada y nos encontramos con un tipo con pinta de ermitaño que vivía con varios gatos, una perra y un lobo al que tenía encadenado, pero que soltaba por las noches y luego volvía. Dijo que llevaba allí dos años y que había visto por su cuchitril dos nutrias pequeñas, zorros e incluso un oso (o una osa) con su osezno. Tomé un café que me ofreció y por el que dejé 2 €, nos hicimos unas fotos y nos fuimos, dejando al ermitaño muy entretenido con una canadiense que había parado por allí y que decía que conocía al tipo que estuvo antes que el actual.

El puerto aún no bajaba, sino que tenía alguna cuesta y cuando empezó la cuesta abajo de verdad había que ir con mucho cuidado porque la bici se aceleraba sin querer, yo llegué a ver 64 km/h en el velocimetro. Pasamos por El Acebo de San Miguel, un bonito pueblo de montaña y la bajada acabó en Molinaseca, un sitio que nos dijo el de Aluche que era parada obligatoria. El sitio es realmente bonito e incluso te puedes bañar en unas piscinas naturales, pero no apetecía mucho cuando paramos. Allí nos encontramos con el ciclista que habíamos visto en el palacio episcopal. Nos dijo que iba a Ponferrada y que allí nos veríamos. Estuvimos un rato más haciendo unas fotos y luego nos pusimos en marcha atravesando el impresionante puente de piedras sobre el río Meruelo, que termina en una bonita calle que atraviesa la localidad. Se trata, sin lugar a dudas, de un pueblo que merece la pena visitar. Continuamos por la carretera dirección Ponferrada subiendo alguna que otra cuesta, pero entrando en la ciudad cuesta abajo. Según el GPS hicimos 52 kilómetros en algo más de tres horas.

Llegamos al Hostal Río Selmo, pagué 50 € y como nos dijo que los miércoles era gratis ver los monumentos y los museos nos fuimos sin dilación a visitar los monumentos más notables de Ponferrada. Vimos la iglesia de Nuestra Señora de la Encina y el imponente castillo templario, muy bien conservado, pero antes sellamos las credenciales en la oficina de información turística, situada al lado del castillo. Estando en el castillo nos encontramos con los del Club Ciclista Aluche, a lo que hicimos una foto.