Sonó el despertador a las siete, me pregunté por qué sonaba el despertador y recordé que tenía carrera. Me levanté, desayuné, me vestí de corredor y poco antes de las ocho estábamos en el punto de encuentro donde ya habían llegado todos los compañeros del Club Atletismo Zofío menos uno, que llegó enseguida. Nos montamos en dos coches y fuimos hacia Embajadores para aparcar por allí, cerca de la salida/meta de la carrera.
Aparcamos y fuimos andando hasta la calle Argumosa donde nos encontramos con el resto de compañeros del Club Atletismo Zofío que habían llegado antes que nosotros. Dejamos la ropa en el guardarropa y nos hicimos una foto los compañeros.
Una de las compañeras, que anda unos meses fastidiada, se fue hacia la salida para salir antes ya que pensaba hacerlo andando. Calenté un poco, saludé a Antonio y busqué a Ninfa para salir con ella. Me comentó que estaba pachucha y que no sabía qué podía hacer. Dieron la salida y fui sin mirar el reloj todo el rato, simplemente con la idea de no perder a la compañera.
En la Cuesta de San Vicente se fue quedando y me llamó la atención ver a una chica joven que subía siendo empujada por su acompañante. Un acto que me pareció muy feo y muy antideportivo. Volvimos a juntarnos después de subir las escaleras y ya fuimos juntos hasta el final, aunque yo casi siempre viendo su espalda. En Sol vimos a Emilio con un par de compañeros de Garabitas y cerca de Sevilla vimos a un compañero haciendo fotos y nos sacó una bien bonita.
Llegamos a la Carrera de San Jerónimo y desde allí ya el recorrido es favorable, por lo que aceleramos el ritmo. En la cuesta de la calle Argumosa adelantamos a una chica y casi llegando a meta nos esprintó y llegó antes que nosotros, ¡lástima! Llegamos a meta con un tiempo de 47:31 una marca algo birriosa, pero es lo que hay. Cogí una botella de agua y me la bebí rápidamente porque el día era caluroso y con mucha humedad, por lo que llegué sudando a mares y con sed.
Me puse mi camiseta XXL que pedí sin querer, salí de casa y sin que sirva de precedente, llegué un poco antes de la hora y ya estaba allí un compañero del Club Atletismo Zofío. Esperamos un poco y llegaron los restantes. Nos montamos en el coche y nos dejaron en la Avenida de Buenos Aires, a escasos metros de la salida. Nos bajamos y pronto nos encontramos con otro compañero, al lado del photocall. Aprovechamos para hacernos una foto junto a la mascota de la carrera.
Estuvimos calentando con Rosario y luego estuvieron hablando sobre Mario, un chaval con una enfermedad rara al que iría parte de lo recaudado. Al final acabamos todos con lágrimas en los ojos. Con todo este asunto, la carrera comenzó algo más tarde de las diez y media. Antes incluso de comenzar ya me notaba cansado, no era un buen presagio para lo que me esperaba.
Salí junto con Ninfa, una compañera, y bajamos la cuesta despacio, pero luego me costó un montón subir la cuesta y cuando acabó ya estaba atufado por lo que el resto de la carrera fue duro para mí. Fui con Ninfa hasta la mitad de la carrera cuando ella en una bajada se fue yendo metro a metro y vi que no tenía piernas para seguirla, me conformé con ir viendo cómo se iba alejando poco a poco. Me extrañó que hubiera coches por la Avenida de la Albufera y más me extrañó que llegásemos a la glorieta sobre la M-40 y no hubiésemos pasado por el carril bici y subido la rampa. O habían cambiado el recorrido o nos habíamos ido por el camino equivocado (luego nos dijeron que fuimos por el camino erróneo).
Bajando hacia la entrada del polideportivo me adelantó un chaval a toda pastilla y cuando entramos en la pista estaba destrozado, así que le animé y llegamos los dos juntos a la meta como atestigua la foto. Llegué a meta con un tiempo de 22:26 para una distancia de 5 km justos, ya que pitó mi reloj justo antes de pasar por el arco de meta. Al poco de pasar la meta me encontré con Tino, de la organización de la carrera, y estuve hablando un rato con él. Luego cogí la bolsa y esperé a que llegaran los compañeros, buscamos al conductor y volvimos al barrio.
Para conmemorar el cincuentenario del nombramiento de Miranda del Castañar como Conjunto Histórico Artístico se celebró en esta bonita localidad salmantina la primera edición del trail «La Mirandeña. Entre bosques y blasones». Se trata de una prueba que transcurre por pistas y caminos recuperados en medio de la Sierra de Francia, en un sitio precioso.
Tres días antes de su celebración ni siquiera conocía la existencia de esta carrera, pero gracias al bueno de Isaías Díaz Peña, organizador de la prueba y natural de esta población, conocí que la estaban organizando y me la vendió tan bién que no pude evitar apuntarme… Y además convencí a una amiga para que también lo hiciese.
No es muy habitual que una carrera se celebre un sábado por la mañana, pero no debieron encontrar otra fecha y el día 20 de abril a las 11 de la mañana estaba prevista la salida. Aprovechamos el viernes para conocer diversos pueblecitos cercanos a Miranda del Castañar como La Alberca, Mogarraz o San Martín del Castañar, todos realmente bonitos, así como Miranda, pueblo que aún conserva el encanto de pueblo medieval. Una maravilla de zona.
Después de un tour por aquellos pueblos serranos, sobre las siete de la tarde del viernes nos acercamos al ayuntamiento de Miranda, antigua alhóndiga, donde recogimos el dorsal y una bonita camiseta conmemorativa. Allí pudimos saludar al alma mater de la prueba, al gran Isaías, que andaba ocupado con los preparativos de la carrera. Un rato después, juntos a otros amigos de Isaías, nos estuvo enseñando el pueblo, recorriendo sus empedradas calles y contemplando los diversos blasones que se podían ver en algunas de las casas de la población, como la casa del escribano, joya de la arquitectura mirandeña.
Al día siguiente, el sábado a las diez de la mañana ya andábamos por allí y una hora después dieron la salida, pero una salida neutralizada, algo para mí novedoso, que sirvió para recorrer las calles de Miranda (entre blasones) todo el grupo junto, casi ciento cincuenta corredores y corredoras. Después de la vuelta por el pueblo nos colocamos todos detrás del arco, en la Plaza de los Toros y poco después dieron la salida «de verdad».
Ya había comentado en una entrada anterior que soy alérgico a los trails, pero en algún momento se me debió pasar por la cabeza que la única manera de que se quite esa alergia es insistiendo y de nuevo me vi inmerso en un pelotón que se disponía a afrontar un trail de algo más de diez kilómetros. Salimos por asfalto, pero enseguida se acabó y comenzó el primer repecho. Ese primer repecho se las traía y tuve que ponerme a andar porque los que iban por delante de mí ya iban en procesión. Después de ese corto repecho un tramo horizontal y otro corto y duro repecho que de nuevo tuvimos que subir andando.
Luego el terreno suaviza y después comienza una bajada técnica por un bonito sendero donde de nuevo demostré mi poca habilidad bajando y fui adelantado por unos cuantos corredores y corredoras. Luego vi un cartel que indicaba «Bajada técnica, precaución» y si ya antes iba con miedo, a partir de entonces iba con más cuidado todavía, tratando, sobre todo, de no meter el pie donde no debía. Después de esa larga bajada la carrera cambia de perfil y se pone cuesta arriba, pero sobre el kilómetros seis y pico había un avituallamiento donde aproveché para parar, beber un vaso de agua, comerme medio plátano y coger otro medio para comérmelo por el camino. Como la cosa seguía subiendo, fui andando y comiendo ese medio plátano. Si a Nadal le funciona, ¿por qué no me va a funcionar a mí?
El caso es que en esa larga subida iba alternando andar con correr cuando veía que la pendiente suavizaba… O cuando vi una cámara de fotos, que me puse a trotar como si no fuese cuesta arriba. Así salió una bonita foto.
El caso es que alternando correr y andar fui adelantando a gente que me había adelantado bajando. Según me contó Isaías, la subida acababa en el caño Cachope, por lo que lo iba buscando para acabar de una vez de subir y poder acelerar un poco en un terreno más favorable. Así fue, vi un caño y un señor cerca, al que pregunté si era el caño Cachope. Me dijo que sí, por lo que me animé yo solo y aumenté el ritmo, así pude adelantar a alguno más.
Supuestamente ya era todo favorable, pero quedaba un repecho antes de llegar al pueblo y otro ya a la entrada, en la calleja Humilladero, muy corto y con una buena pendiente. Menos mal que ya se llega a la Avenida de la Constitución y ya todo recto hasta meta, aunque ese tramo era un tanto desagradable ya que el pavimento estaba empedrado. Aceleré todo lo que pude para ver si podía alcanzar a una pareja que iba por delante de mí, pero no pudo ser. Acabé con 1:03:27 en un recorrido de algo menos de diez kilómetros y medio.
Más tarde llegó la compañera del Club Atletismo Zofío, que al final fue cuarta de su categoría, quedándose a las puertas del podium. En su categoría ganó Dori Ruano, otrora grandísima ciclista, sin duda una de las pioneras del ciclismo femenino en España.
Después, gracias a la generosidad de Isaías, comimos productos de la tierra excelentes. ¡Muchas gracias! Además conocí a muy buena gente. Prometo seguir viniendo a esta carrera en las próximas ediciones… Siempre que las lesiones no lo impidan.
Por segunda vez he participado en esta carrera popular que se celebra en el barrio del Ensanche de Vallecas. No tenía buen recuerdo de ella porque aquella vez hacía mucho aire y sumado a que la carrera tiene unas cuantas cuestas, se me hizo dura la carrera.
Nos acercamos hasta allí seis compañer@s del Club Atletismo Zofío divididos hábilmente en dos grupos: tres para la carrera de 5 km y otros tres para la de 10 km, para de esta forma sumar más puntos para la clasificación del circuito de la Unión de Carreras de Barrio de Madrid.
Llegamos con bastante tiempo, por lo que nos dio tiempo a dejar el coche tranquilamente, cambiarnos, calentar y hacernos unas fotos.
A las diez dieron la salida y aunque los primeros kilómetros son favorables, intenté no acelerarme mucho porque sabía que luego vendrían kilómetros duros y convenía tener algo de energía para no ir penando. Es por esto que pensé en ir a un ritmo cercano a 4:30, si acaso un pelín más rápido en las bajadas. Hice el primer kilómetro en 4:24 sujetándome porque era en gran parte cuesta abajo y el segundo en el mismo tiempo ya tratando de ir al ritmo previsto. En el tercero me dormí un poco y se me fue a 4:38 y tampoco anduve muy espabilado (o quizás no daba para más) en ese cuarto kilómetro, que se me fue a 4:34. Coincidiendo con el hito kilométrico número cuatro empezaba la fiesta porque comienza una cuesta arriba que te lleva a una glorieta cercana a la meta… Para los de cinco, porque al resto nos toca ir subiendo hasta un poco antes del kilómetro seis. La verdad es que miré con envidia a esos que se desviaban a la derecha buscando la meta, pero no me quedaba más remedio que seguir.
Obviamente ese quinto kilómetro cuesta arriba fue más lento y se me fue a 4:40 y el sexto aunque en gran parte es en subida, se llanea y se baja un poco y volví a acercarme a mi ritmo objetivo. Lo malo es que pasado el kilómetro siete, a la altura del metro de Valdecarros comienza otra subida que aunque ligera hizo que me diera un bajón, no sé por qué y me costó llegar al octavo kilómetro, ese fue mi kilómetro más lento. Pasado ese punto tenía en la cabeza que ya era todo favorable y cuando adelanté a uno le animé diciéndole eso mismo, pero me equivoqué porque en el ocho y medio también se ponía la cosa cuesta arriba hasta el nueve más o menos. De nuevo una bajada y luego otra pequeña subida para ya afrontar esos últimos quinientos metros ya sí claramente favorables. En esa bajada (o un poco antes) me adelantó un individuo con un carro con un bebé y me pregunté cómo es posible que fuera tan mal para que me adelantase un tipo con un carrito, así que traté de que al menos no se fuera muy lejos. En la glorieta donde ya se gira para coger la meta se entretuvo por algún motivo el del carrito y aproveché para acelerar todo lo que daban mis piernas por dos motivos, para adelantar al del carro y para no hacer un tiempo horrible. Llegué a meta cuando el reloj estaba a punto de pasar de 45 a 46 aunque el tiempo, el que realmente me importa, fue de 45:49 que es un tiempo regular… Siendo generoso. El objetivo de bajar de cuarenta y cinco minutos se quedó en agua de borrajas y es que tengo que perder un par de kilos si quiero mejorar. Tampoco ayudó que hiciera tanto calor, una temperatura absolutamente desproporcionada para estar a mediados de abril. Lejos, muy lejos quedan aquellos tiempos que rondaba los cuarenta minutos.
Cuando llegué a meta iba a repartir octavillas de la Carrera del Zofío pero ya había unos cuantos compañeros que estaban haciéndolo, por lo que estuve hablando con la gente del Club Atletismo Velilla de San Antonio sobre su participación en dicha carrera y me comentaron que irían bastantes. ¡Bravo por ellos!
Una compañera, la que había participado en la prueba de cinco, y que estaba repartiendo octavillas me comentó que había sido tercera de las chicas en la prueba de cinco y ¡¡¡primera de su categoría!!! Esta chica no se baja del podium. Es por ello que nos esperamos a la ceremonia de premiación donde se llevó una bonita medalla.
Gracias a la legua de Mondéjar, nos enteramos de la existencia de este trail que se celebra en Villarejo de Salvanés. Sinceramente, soy alérgico a este tipo de carreras y no me hubiese apuntado de motu proprio, pero una amiga estaba muy ilusionada por hacer esta carrera y pensamos en apuntarnos, eso sí, antes fuimos a reconocer el terreno para ver a qué nos enfrentábamos. Algunos amigos pradolongueros participaron en 2020 en esta carrera y nos dijeron que era un prueba muy «corrible», todo por caminos, pero sólo con una imponente cuesta al final. De todos modos, decidimos acercarnos por allí por si las moscas. Y menos mal que fuimos porque el circuito no tenía nada que ver con lo que nos habían dicho, pero nada de nada.
Sonó el despertador a las siete y cuarto, me levanté y desayuné y una hora después salimos rumbo a Villarejo de Salvanés. Llegamos poco antes de las nueve, aparcamos junto a la plaza de toros donde estaba situada la meta, ya que la salida estaba tres kilómetros más allá, junto a la fábrica de galletas Cuétara. En la plaza de toros también se recogía los dorsales, así que nos hicimos con los nuestros y en vez de irnos en el autobús de las nueve nos fuimos en el de las nueve y media. Ese autobús se llenó y nos llevó a la salida. Allí calentamos un poco y unos minutos después de las diez dieron la salida.
Salí sin mucha tensión, sólo a ver cómo transcurría la cosa, sin ninguna pretensión, bueno quizás con la única precaución de no lesionarme. El comienzo es favorable, aproximadamente un kilómetro, luego hay una buena subida y todo es por un camino ancho. Luego se abandona ese camino metiéndose por un olivar y se continúa bajando, pero ya por un sendero que pronto se convierte en una especie de cañón muy estrecho donde sólo cabe una persona y en mucho tramos ni se puede ir con los pies en paralelo. Ahí se puede formar un buen embudo, pero como no llevaba prisa fui detrás de una chica bajando con precaución. Después de ese primer «cañón» se llega a una zona, creo que la parte más baja de la carrera, donde comienza una serie de subidas y bajadas cortas por senderos con tramos empinados. Bajaba con más miedo que vergüenza y subía andando.
Sobre el kilómetro cinco, al final de una imponente subida, había un individuo controlando quienes pasaban por allí, poniendo un aparato sobre el chip, que al contrario de cómo se lleva en casi todas las carreras, iba en la muñeca con una goma. Poco después del control se llega a un cruce donde los que participaban en al prueba larga (29 kilómetros) se separaban de los que hacían la corta (13 kilómetros). Yo me había apuntado a la corta por aquello de mi alergia a los trails, así que en ese punto giré hacia la izquierda. Por allí estaba el primer avituallamiento donde paré a beber y comer algo. Estaba muy bien surtido con agua, bebida isotónica, plátanos, dátiles, naranjas y chuches. Bebí un baso de bebida isotónica, comí dos trozos de plátano y dos dátiles y me puse en marcha. Estando allí vi pasar a dos chicas que ni se pararon ya que debían ir picadas la una con la otra.
Después de ese avituallamiento más cañones y más subidas y bajadas y de nuevo sin prisas, casi deseando que llegasen las subidas para ponerme a andar porque sobre el kilómetro seis empezó a dolerme la rodilla izquierda y poco después empecé a notar una ampolla en cada pie que me fastidiaba a cada paso, pero poco se podía hacer en medio del campo, sólo tirar palante.
Sobre el kilómetro nueve estaba situado el segundo avituallamiento, de nuevo repetí lo mismo que en el primero, parada para beber y comer. Poco después se llega a un punto que ya habíamos transitado al comienzo sólo que ahora era en sentido contrario, ya por el camino ancho. Allí quise olvidarme de las ampollas y apreté el paso. Si durante toda la prueba me habían ido adelantando, en ese último tramo fui yo el que adelantaba ya que iba deprisa aprovechando que el terreno era favorable. Pude adelantar a cinco corredores antes de llegar a meta con un tiempo de 1h20.
Cogí un vaso con bebida isotónica y un trozo de plátano y salí a buscar a la compañera, pero fui salir de la plaza de toros y encontrarme con ella, lo cual me alucinó, ya que eso quería decir que había hecho una gran carrera… O yo una birria. Pensemos que fue una gran carrera, ya que se saldó con un segundo puesto en su categoría, cosa que el día anterior veía muy difícil al ver que había una docena de corredoras de su categoría.
La comida que daban después era abundantísima: tortilla, jamón, queso, lomo, salchichón, pavo, saladitos, dátiles, chuches, bizcocho de chocolate, bizcocho de limón, galletitas y barritas. Es muy probable que me falte algo porque había tantas cosas que es imposible recordar.
Nos cambiamos en el coche y luego entramos en la plaza de toros a la ceremonia de premiación donde la compañera se subió al segundo puesto del cajón junto a una primera intratable y una tercera que llegó mucho más tarde. No sólo fue segunda de su categoría, sino que fue octava de las chicas. Yo me tuve que conformar simplemente con un sexto puesto de mi categoría.
Volví a casa, donde llegué sobre las dos y media. Me había puesto ciego con la comida que daban en la carrera, así que no me apetecía ni comer, me duché y me fui directamente a la cama a descansar un rato.
No sabía de la existencia de esta carrera, pero Juanqui, un compañero del Club Atletismo Zofío sí la conocía y nos convenció para ir, así que unos días antes nos apuntamos una amiga y yo, haciendo de este modo un trío de compañeros de equipo.
Según parece, se trataba de una legua, pero de todos es sabido que la distancia de la legua es elástica, incluso la Wikipedia habla de leguas de diferentes longitudes según el tiempo y lugar. De todos modos, siendo Mondéjar una localidad de Guadalajara, podría pensarse que estamos hablando de una legua castellana, es decir, un pelín más de cinco kilómetros y medio, que es lo que supuestamente se puede andar en una hora. El caso es que yo he corrido en Villarejo de Salvanés su milla Agromad y sí andaba por esa distancia de cinco kilómetros y medio. Tiempo atrás había participado en otra legua en Gerindote, un pequeño pueblo de Toledo. En aquella carrera, la distancia andaba por los cinco kilómetros y cuatrocientos metros, más o menos la distancia de una legua castellana, puede valer. También participé, hace ya once años, en las dos leguas Fuente de la Chopera, en Leganés con una distancia de once kilómetros y cien metros, por lo que también está dentro del rango de la legua; sin embargo en Mondéjar la distancia no tenía mucho que ver con una legua ya que la distancia que tuvimos que recorrer fue de aproximadamente seis kilómetros y cuatrocientos metros, vamos, que se les fue la mano con la cinta métrica. Pero bueno, no tiene la menor importancia porque no son pruebas homologadas, así que cada uno puede llamar a su carrera como quiera, de hecho en algunos sitios hablan de legua y en otros simplemente de carrera mondejana.
Bueno, menuda chapa he dado con la legua y todo para tratar de justificar que se me hizo larga la carrera porque además estaban los kilómetros puestos de aquellas maneras, cosa que tampoco es excusa porque casi todo el mundo corre con su reloj GPS y más o menos sabe lo que tiene entre manos.
Como hasta el último momento no nos decidimos apuntarnos, el viernes estuvimos haciendo una ruta por la sierra, en concreto subimos a Las Machotas, unos picos situados entre El Escorial y Zarzalejo por lo que llegamos algo cansados al domingo. Bueno, otra excusa.
Como la carrera comenzaba a las once tampoco tuvimos que darnos un madrugón excesivo y eso que Mondéjar está a casi setenta kilómetros de mi casa. Fui con una amiga, recogimos a Juanqui y salimos para este pueblo de Guadalajara, aunque pegado a la provincia de Madrid. Llegamos, aparcamos no muy lejos de la plaza donde estaba situada la línea de meta y salida y donde daban los dorsales. Recogimos los dorsales y nos dio tiempo a hacernos alguna foto. Aprovechamos el podium, ya montado, para hacernos una foto los tres compañeros del equipo.
A las once dieron la salida, que no era como recordaba Juanqui, era justo al contrario y por eso la salida era cuesta abajo y el primer kilómetro se hizo muy rápido. Luego venía la subida más dura de la jornada aún por las calles del pueblo. Salí detrás de un tipo de Móstoles que antes nos había contado que había corrido el año anterior la carrera del Zofío y que trataría de apuntarse este año también. Ya saliendo del pueblo le cogí y al poco cogimos a un tipo que parecía de nuestra categoría, la de mayores de 55. Estuve un rato con ellos y luego decidí tirar para ver si así los minaba un poco la moral. No funcionó del todo porque debí flojear y me adelantó el tipo de pelo blanco que había adelantado antes y un par de jóvenes.
Traté de que no se me fuera, pero no me daban las piernas y no pude con él. No fue buena idea haber ido a la montaña el viernes y haber entrenado el sábado. Llegué a meta con un tiempo de 29:04 para una distancia de 6,4 kilómetros, casi un kilómetro más que una legua, que era la supuesta distancia a recorrer.
La compañera llegó poco después siendo segunda de la carrera. Juanqui llegó algo más tarde, increíble lo de este hombre, tiene un mérito enorme después de lo que ha pasado. Lo más curioso es que fui segundo de mi categoría después del cano y el de Móstoles quedó tercero, algo totalmente inesperado.
Fue una pena que los premios no fueran acumulables porque la compañera se llevó el de segunda clasificada de la general y no el de primera de su categoría ya que mientras los segundos y terceros eran copas vulgares, el destinado al primero era un bonito trofeo con un monumento del pueblo.
Esperamos por si nos tocaba algo en el sorteo, pero no nos tocó nada, así que nos tuvimos que consolar tomando algo en un bar de la plaza. Después de un par de consumiciones, nos volvimos a casa.
Por segundo año consecutivo me he acercado al madrileño barrio de Carabanchel para participar en la milla que allí celebra el club Triatlón Carabanchel. Después de haber estado entrenando para la media de la semana pasada, no es la prueba más propicia, pero si no tienes ninguna pretensión, todas son buenas. Si el año pasado vine acompañando a un joven conocido, esta vez vine con mi amiga habitual.
Debieron tener algo de lío con las inscripciones o los correos porque a mí me llegó un correo varios días antes dándome información sobre el día de la carrera y sin embargo a mi amiga ni pío. Tuve que escribir para preguntar y me contestaron rápidamente que sí estaba inscrita en tiempo y forma.
La milla se celebra en la calle de la Torta junto al pinar de San José y no queda muy lejos de casa, así que no tuvimos mucha prisa. A las nueve salí de casa y en un cuarto de hora estábamos retirando el dorsal, que fue entregado de manera diligente. Mi amigo aprovechó el servicio químico que habían instalado a la vuelta de la esquina.
Yo ya conocía el circuito del año pasado y se lo estuve enseñando a mi amiga aprovechando para calentar, ya que ella salía en la primera tanda. Me encontré por allí, igual que el año pasado, a mi antiguo compañero de MaraTI+D Alberto, con el que estuve charlando un rato. El circuito no es en absoluto llano. Mirando desde el arco de salida/llegada, existe una ligera bajada hacia un lado y una ligera bajada hacia el otro, así que toca subir y bajar dos veces por vuelta. Eso sí el desnivel es muy pequeño.
Ella estaba muy preocupada porque estando en la línea de salida estaban cuatro y las otras tres tenían pinta de correr mucho, así que decía que iba a llegar la última; sin embargo, según se iban acercando las diez de la mañana empezó a poblarse la línea de salida y ya se tranquilizó un poco. Dieron la salida y las chicas Máster se pusieron en marcha. Mi amiga salió un poco tranquila y luego fue apretando, llegando en una meritoria quinta plaza con un tiempo según su crono de 7:18 y oficial de 7:16. Está bien que te quiten unos segundos.
Cuando llegó a meta me quité la ropa de abrigo, porque la mañana era fresca, hice unos progresivos y me fui hacia la línea de meta. El speaker decía que iba a correr el campeón de Madrid de la milla y el subcampeón de España de 800 metros, pero luego viendo los tiempos no sé si realmente corrieron o no. Dieron la salida y salí a tope, aunque reconozco que en las cuestas abajo no soy capaz de desarrollar toda mi velocidad y en las cuestas arriba, tampoco, porque me cuesta. El que sí iba como un tiro era Alberto, que al poco de empezar me sacaba ya lo suyo.
Había puesto el reloj para que pitara a los 400 metros y había calculado que para ir a un ritmo de 4:00 min/km tenía que hacer los 400 metros en 1:35 y el primer tramo lo clavé. El segundo ya se fue a 1:36 y el tercero a 1:37. En el último cuatrocientos ya apreté lo que pude y lo hice en 1:35. Llegué a meta con un tiempo, según mi cronómetro, de 6:28.7 que coincide hasta las décimas con el tiempo oficial. Lo hice un par de segundos peor que el año pasado, pero este año hacía algo más de viento y creo que eso ha perjudicado a todo el mundo.
Después de la milla estuvimos trotando un poco por el pinar, tratando de esquivar los charcos porque el día anterior había llovido lo suyo. Hicimos cinco kilometrillos por allí para bajar las pulsaciones y hacer algún kilómetro más de entrenamiento. El año que viene, si puedo, volveré a estar en la Milla de Carabanchel.
Este año no tenía intención de participar en esta carrera, prefería haber corrido la prueba de cinco kilómetros que también organizan y con la que comparten salida, pero una amiga me animó a que participar y en el último mes estuvimos entrenando cuestas y haciendo tiradas largas los domingos por el Parque Lineal.
A las ocho y media quedamos en el punto de encuentro, se montó Juanqui en nuestro coche y partimos rumbo al Centro Comercial de Aluche donde pudimos aparcar el coche tan ricamente en el parking. Repartimos los dorsales a los compañeros que mi amiga y yo recogimos el viernes por la tarde. Nos fuimos hacia la pista del polideportivo donde está situada la llegada y allí dejamos la ropa en el ropero, aguantando hasta lo últimos minutos porque aunque el día era soleado, el viento era bastante fresco y fuerte. Dejamos la ropa y nos hicimos una foto los cinco compañeros del Club Atletismo Zofío, porque del sexto no sabíamos nada, no había dado señales de vida. Nos hicimos la foto y fuimos trotando hacia la calle Guareña donde está situada la salida, donde llegamos casi con el tiempo justo.
Esperamos menos y ná y dieron la salida. Una de las compañeras de club, con la que suelo correr bastantes pruebas me dijo que no me preocupara de ella porque estaba enferma. Yo salí a mi ritmo, sin mirar el reloj y en el kilómetro tres o por ahí oí su voz no muy lejos. En el kilómetro siete, después de la cuesta de la Cuña Verde se puso a mi altura y en la bajada me adelantó. Había pasado hacía un rato la vela de 1h35 y dije que si íbamos a ese ritmo podíamos hacer un tiempo como el año anterior. Fuimos juntos hasta la cuesta de Batán donde se quedó porque en la bajada ya no la veía. No tenía claro si se había retirado porque me iba diciendo que no podía respirar.
La vuelta desde Lago se me hizo dura porque hacía mucho aire en contra y es cuesta arriba. Por supuesto, la cuesta Aisa se me hizo dura porque lo es y el tránsito por la calle Valmojado, junto al parque, se me hizo dura también, nada que ver con el año anterior que en esa zona iba como un tiro. En Valmojado me adelantaron unos cuantos y vi que el globo de 1h40 estaba cerca de mí, así que mi propósito era que no me alcanzara. También se me hizo duro el último kilómetro por la calle donde salimos ya que de nuevo pegaba el viento en contra y era frío. Una chica del club Maratonianos de Leganés, con la que había ido muchos kilómetros y que la había dejado atrás, me adelantó en Valmojado y ya no pude alcanzarla. Llegué a meta justo cuando el reloj cambiaba de 1h39 a 1h40, aunque el tiempo neto fue de 1h39:55 con el que me doy con un canto en los dientes. ¡Qué tiempos aquellos en los que hacía diez minutos menos!
Entré en meta y fui directamente a recoger la ropa para no quedarme frío. La compañera cono la que había compartido unos kilómetros y que estaba enferma no tardó mucho en llegar y mi amiga apareció justo detrás de la vela de 1h50 aunque su tiempo fue de 1h52:06. Vi que venía cojeando y me emocioné al pensar que había llegado a meta con el pie dolorido. Nos vestimos, esperamos a que llegara Juanqui y nos fuimos al centro comercial a tomar un café porque decía la compañera que necesitaba algo caliente y seguro que lo necesitaba porque tenía los labios morados de frío.
Tengo que decir, sin temor a equivocarme, que nunca he corrido una prueba con menos motivación que ésta. Y es que se juntaron varias cosas que provocaron esa falta de motivación: es un cross, tiene subidas y bajadas duras, el terreno estaba muy blando, no estoy en forma, me sobra algún kilo y además me iba de viaje al día siguiente y debería estar en casa haciendo la maleta y no pisando barro.
Sonó el despertador a las siete y media. Me levanté y desayuné. A las nueve y cuarto salimos para el Parque de Polvoranca y como un cuarto de hora después estábamos allí. Aparcamos y justo llegó la otra compañera del Club Atletismo Zofío que estaba apuntada. Fuimos andando hasta donde estaba el ropero y daban los dorsales. Allí nos encontramos con un chico conocido, muy joven él, que iba a correr. Estuvimos un rato hablando y como a las diez y media corría yo, me puse a calentar un rato y lo que vi no me gustó nada.
Dieron la salida y mi objetivo era que el chavalín no se me fuera, pero salió como alma que lleva el diablo. El terreno era casi todo el rato por hierba con barro donde te hundías a cada pisada. Además había unas cuantas cuestas, sobre todo aquellas zetas matadoras que ya conocía de otros años y que era lo poco que se mantenía del circuito que yo había corrido unos años antes. Sufrí como un perro por mil razones: porque estoy en mala forma, porque estoy pasado de peso, porque tenía motivación cero, porque me dolía el callo del pie derecho y porque no me gustaba nada el terreno aunque estaba corriendo con zapatillas de trail.
Por fin se acabó después de 6,8 km, mucho sufrimiento y poco más de treinta y cuatro minutos a un paupérrimo ritmo de 5:01, absolutamente lamentable. Luego corrieron las dos compañeras de club junto a unas poquitas corredoras. Una de ellas llegó cuarta de la carrera y tercera de su categoría y la otra fue novena, aunque primera de su categoría. Subieron las dos al cajón, nos despedimos de la gente conocida, sobre todo de la gente del Club Atletismo Leganés, los organizadores y nos volvimos a casa, yo con el rabo entre las piernas y ellas más contentas que unas castañuelas.
Hoy llegó una de mis carreras preferidas, la Carrera de Reyes de Yuncler. Como en años anteriores, nos juntamos unos pocos compañeros del Club Atletismo Zofío para participar en esta bonita carrera.
Poco antes de las ocho y media estaba en el punto de encuentro. Esperamos un poco a Emilio R. y con el coche de Emilio el incombustible nos fuimos hacia Yuncler. Hacía frío por allí, pero algo menos que otras veces. Aún así, estuvimos con ropa de abrigo todo lo que pudimos. Cuando ya quedaban diez minutos dejamos en el coche la ropa y me quedé con mi camiseta de tirantes, la más apropiada para la práctica del atletismo.
Hice la carrera con una compañera que en la primera vuelta anduvo un poco detrás de mí y en la segunda fui yo el que iba viendo su espalda. Íbamos un poco picados con una chica que recortaba todo lo que podía, así que se daba el caso que conseguíamos sobrepasarla y luego nos adelantaba en alguna esquina. A mí me estaba dando muy mal rollo la situación. Al final conseguimos por fin dejarla atrás y nos lanzamos decidimos hacia la meta, llegando juntos y según mi reloj con un tiempo de 34:20, lejos de los 31 minutos de antaño.
Ya en el polideportivo comiendo migas vimos las clasificaciones en la web y la compañera estaba algo mosca porque aparecía la cuarta de su categoría, pero luego la llamaron y subió primera. Debió ser que las absolutas no contaban en las categorías. Como fue inesperado, se puso más contenta que unas castañuelas.
En el polideportivo, aparte de esperar a los premiados, nos comimos unas muy ricas migas con huevo frito, el verdadero motivo por el cual estábamos allí. 😉
Si lo de la compañera fue una sorpresa, también lo fue lo de Emilio, que subió a lo más alto del podium ya que era el más veterano de la carrera. Todo un campeón que con sus 78 añazos sigue dándole a la zapatilla.