XLIII Carrera de Canillejas

La última vez en la que participé en esta carrera fue en 2004, hace ya nada menos que diecinueve años. Aquella vez fui a dejar la ropa en el guardarropa y me dijeron que ya no cogían más y no es que fuera con retraso a dejarla, así que me tocó hacer la carrera con la mochila y entonces dije que esta carrera no la volvería a correr nunca más; sin embargo, este año por diversos motivos me he animado a participar y eso que no estaba para correr.

Resulta que había hecho el Camino de Santiago desde Saint-Jean-Pied-de-Port hasta Santiago, lo que supuso andar treinta etapas y aunque no lo parezca son treinta días sin entrenar porque no es lo mismo andar que correr. El caso es que unos días después del Camino salí a correr y sólo pude aguantar kilómetro y medio, la rodilla izquierda me dijo basta. La siguiente vez que salí pude hacer cuatro kilómetros hasta que de nuevo la rodilla se quejó. Cuatro días después iba con dolor, pero podía correr decentemente hasta que llegué a una cuesta muy empinada y como no podía ser de otra manera tuve que parar por la rodilla, pero ese tercer día pude hacer nueve kilómetros. Pensé que si había hecho nueve, podría hacer diez una semana después y eso me animó aunque no las tenía todas conmigo.

Quedamos en el punto de encuentro y fuimos en el coche de Emilio hasta el centro comercial de las Rosas, donde aparcamos. Algunos entramos al centro comercial a hacer nuestras necesidades. Cuando ya estuvimos todos, nos hicimos unas fotos, dejamos la ropa en el coche y otro compañero que no iba a correr se llevó el coche para aparcarlo cerca de la llegada, ya que esta carrera empieza en un sitio y acaba en otro.

El Club Atletismo Zofío en la Carrera de Canillejas

A las once y media dieron la salida y me propuse seguir a una de las compañeras del Club Atletismo Zofío que dijo quería bajar de cincuenta minutos, aunque hizo el primer kilómetro en menos de 4:40 y no pude con ella. No me preocupó mucho que se fuera porque era cuesta abajo y sabía que en la cuesta arriba la cogería, como así fue cuando subimos la Avenida de Guadalajara donde las anteriores veces que había corrido daban la salida.

Se me fue otra vez bajando mientras yo hablaba con un amigo que me encontré en plena carrera. La volví a coger subiendo Arcentales, ya que se la hizo dura la última subida de algo más de un kilómetro y ya fuimos juntos. Eso sí, yo iba con algo de miedo a que la rodilla se quejara, pero aunque molestaba no fue un dolor que me impidiera correr. Fui animando a mi compañera para que no decayera y entramos los dos en meta haciendo un tiempo oficial neto de 49:37, lo cual dejó muy contenta a mi amiga porque había cumplido su objetivo. Yo también acabé muy contento simplemente por el hecho de acabar y que la rodilla no se hubiese quejado demasiado.

XLI Trofeo San Lorenzo

Un año más, para celebrar que llegan las vacaciones de verano, participé en la XLI edición del Trofeo San Lorenzo, una de las carreras más bonitas y castizas de Madrid y que además forma parte de la Unión de Carreras de Barrio. Es por ello que nos dimos cita un buen número de compañeros del Club Atletismo Zofío, para sumar puntos individuales y por equipos. Este año tocó adelantar la carrera ya que en un principio se iba a celebrar el 23 de julio, pero al convocar las elecciones ese día, tuvieron que adelantarlo una semana.

Sonó el despertador a las siete y me levanté. Desayuné como todos los días, pero menos cantidad para no tener la tripa llena en el momento de la carrera. Llegamos a las ocho en punto al punto de encuentro y nos extrañó no ver a nadie, pero pronto aparecieron los compañeros, se montaron en el coche y antes de llegar a la glorieta de Embajadores nos metimos por una calle a la derecha y enseguida encontramos sitio donde aparcar.

Fuimos andando hacia la meta y en la calle Argumosa, justo donde acaba la pequeña cuesta, nos encontramos con la otra compañera que había venido por otro lado. Dejamos las cosas en el ropero, nos hicimos una foto y estuve estirando mientras los demás calentaban.

Foto de equipo en el Trofeo San Lorenzo 2023

Fui hacia la salida y enseguida nos pusimos en marcha. Pronto me quedé solo, ya que mis compañeros salieron más deprisa ya que yo había decidido ir tranquilo porque llevo con la rodilla fastidiado desde que me lesioné entrenando para la maratón, ya unos cuantos meses y no se me pasa.

Fui prácticamente al trote sufriendo la rodilla más en las bajadas que en las subidas. Gente que me adelantaba en la bajada o en el llano luego los adelantaba en la subida. Los escalones me los tomé con calma, pero tampoco me dormí. Pasando por el Palacio Real adelanté a José Luis, compañero de equipo, y ya fui con él hasta la meta. El hombre también anda algo tocado de la rodilla. Al pasar por la línea de meta vi que el minutero marcaba 51 minutos, pero hasta que no vi la web no supe que mi marca era de 51:46. Recogí la bolsa con avituallamiento consistente en agua, bebida energética, una manzana, un zumo y una barrita con la correspondiente bolsa de AhorraMas.

Poco después de subir los escalones con mi bonito dorsal 404 (Not found)

XIV Carrera Popular Villa de Torrijos

Hoy se celebró la XIV edición de la Carrera Popular Villa de Torrijos y fue mi decimosegunda participación, una lástima no haber podido llegar al pleno, pero tampoco se acaba el mundo por eso :-). Me perdí la de 2013 por lesión y la del año pasado porque coincidió con la de la Elipa y opté por la más cercana.

En la carrera de Gerindote, dos semanas antes, acabé lesionado por lo que estuve sin correr hasta el viernes, que me probé después de haber pasado por las manos de Josefa. La prueba no fue satisfactoria y pensé que lo más seguro es que me tuviese que retirar, pero aún así decidí ir a Torrijos para acompañar a una amiga del Club Atletismo Zofío.

Este año habían adelantado la hora de salida a las 9:30 lo que obligó a darnos un buen madrugón para llegar a Torrijos, localidad distante a unos 75 kilómetros de mi casa, va a ser verdad ese que dicen que sarna con gusto no pica. Aún así llegamos a las ocho y cuarto y nos dio tiempo a recoger el dorsal sin agobios, a dejar las cosas en el coche, trotar un poco y hablar con algún que otro conocido. Se celebraba el IV Campeonato Regional de Castilla-La Mancha por clubes absoluto y master y se veía por allí gente muy «tirillas» y con pinta de correr mucho. Allí nos encontramos con una amiga que venía desde Cuenca con su equipo Run Faster intentando hacer una buena clasificación en clubes de chicos y chicas.

En el trote previo noté que me molestaba un poco el tendón, curiosamente en una zona más abajo de lo que me molestaba estas semanas anteriores, por lo que me atreví a salir, aunque con la idea de abandonar si la cosa iba a mayores. Es por ello que salí muy tranquilo, tanto que en el primer giro de 180°, donde está situado el edificio de la Cruz Roja, miré hacia atrás y vi que había muy poca gente detrás de mí y que si seguía a ese ritmo me iba a doblar alguno porque había gente de mucho nivel, de hecho Ángel Ronco Bargueño, el ganador de la carrera, hizo un magnífico tiempo de 30:00 batiendo el récord del circuito.

Pasé el primer kilómetro en 5:32 y decidí apretar un poco ya que aunque me molestaba el tendón, la cosa no llegaba a dolor, era soportable, bastante mejor que en Gerindote dos semanas atrás. Por el hecho de aumentar un poco el ritmo empecé a adelantar a alguno que otro, aunque no demasiados porque todo el mundo corría a toda pastilla. Al pasar por el arco de meta en la primera vuelta vi que llevaba 25:45 lo cual me pareció un tiempo razonable para cómo me encontraba.

Acabando la primera vuelta, muy tranquilo. Foto cortesía de Juan Iniesto.

Parecía que la molestia había remitido un tanto, por lo que me planteé como objetivo tratar de alcanzar a la compañera de club, así que tuve que hacer un par de kilómetros rápidos y pasada la gasolinera, sobre el kilómetro siete y medio ya la pude ver más cerca. Fue un ese momento cuando alcancé a un corredor llamado Adolfo, que era muy animado por la afición local, imagino que por ser de allí. Estuve con él hasta casi el final de la carrera cuando se adelantó unos metros.

Aunque el día era muy agradable para correr, ya que hacía fresquito, por la zona de la gasolinera, quizás por ser más expuesta, hacía bastante aire, frenando el ímpetu de los corredores ya que al menos por la parte del pelotón por donde circulaba yo, iba casi todo el mundo de uno en uno o de dos en dos, con pocas posibilidades de esconderse en un pelotón. Menos mal que la mayor parte de la carrera es por calles más estrechas y se nota menos el aire.

Poco antes del noveno kilómetro alcancé a mi compañera y juntos fuimos hasta la línea de meta donde llegamos con un tiempo oficial de 50:06 para ella y un segundo más para mí. Diez segundos más que el tiempo neto que marcó nuestro cronómetro que pusimos en marcha al cruzar la línea de salida.

Muy cerca de la meta. Foto cortesía de Muñoz.

En mi caso lo importante no era el tiempo, sino las sensaciones, que no fueron del todo malas, pero tampoco demasiado buenas, porque notaba que la lesión ahí seguía. Para mi compañera tampoco era demasiado importante el tiempo, lo que ella quería era subir al cajón de su categoría y lo consiguió, ya que fue segunda, así que el viaje a Torrijos no fue en balde, ya que se volvió a casa con un bonito trofeo y un chorizo, ambos de tamaño considerable.

En el segundo puesto del cajón

XL Trofeo San Lorenzo

Llevaba unas semanas fastidiado por lesiones varias y con poco entrenamiento por esas mismas lesiones y por el Camino, así que participé en esta prueba sin muchas pretensiones, pero con la motivación de estrenar la camiseta del Club Atletismo Zofío.

Con nuestras espectaculares camisetas

Vinimos una compañera y yo con Emilio, con el que habíamos quedado a las 7:45, por lo que poco antes de las ocho estábamos aparcando cerca de la línea de salida. Nos dio tiempo a ir tranquilamente al servicio y al guardarropa y pudimos calentar sin ninguna prisa. Según iba llegando la hora de salida la calle Argumosa, cerca de Ronda de Atocha se iba llenando de gente, pero nadie hacia intención de ir a la línea de salida. La explicación era sencilla en Argumosa había sombre y la línea de salida estaba al sol y no era cuestión de calentarse antes de tiempo. Faltaban menos de cinco minutos cuando la marabunta se fue moviendo hasta la línea de salida.

Como «no me jugaba nada» salí tranquilo, sobre todo pensando en la cuesta de San Vicente y los escalones con los que nos íbamos a encontrar, novedad en esta edición. Aún así hice los tres primeros kilómetros, más bien favorables, en 4:29, 4:36 y 4:24. Cuando se llevan tres kilómetros y medio se afronta la cuesta de San Vicente y ahí me fueron cayendo los segundos como si fueran de plomo. Este cuarto kilómetro ya se fue a 5:03 y el siguiente, quizás debido a los sesenta escalones y al esfuerzo de la cuesta, también se fue a 5:06. Ese kilómetro pasa por los jardines de Sabatini y delante del Palacio Real y es una de las razones que hacen a esta carrera tan atractiva. El sexto kilómetro no desmerece al anterior, ya que su paso por San Francisco el Grande y la Puerta de Toledo es también muy agradable a la vista, no tanto a las piernas porque el paso por la Puerta de Toledo también es cuesta arriba. Ya recuperado un tanto del esfuerzo del anterior kilómetro éste lo hice en 4:41, acercándome a los ritmos de comienzo. En la calle Toledo, a la altura de la Plaza de la Cebada, me hizo José Luis, un compañero del club, esta bonita foto.

Corriendo por la calle de Toledo, foto cortesía de José Luis

No sé qué me pasó porque como no iba muy pendiente del reloj cuando pitó el octavo kilómetro pensé que el GPS se había vuelto loco y que íbamos por el séptimo. Calculaba mentalmente por donde habíamos pasado y seguía convencido de que era el séptimo. Por otro lado, tampoco me cuadraba porque cuando pitó ese kilómetro circulaba por la Carrera de San Jerónimo y sabía que no quedaba mucho para meta. Estuve un rato algo despistado, pero tampoco lo di muchas vueltas porque sabía que era casi todo cuesta abajo. Estos dos últimos kilómetros fueron los más rápidos ya que los hice en 4:16 y en 4:23 también picado con un tipo que tenía una forma extraña de correr y al que conseguí adelantar en Atocha, pero que en la cuesta de Argumosa me adelantó a mí. En el sprint final, aunque lo di todo, tampoco pude evitar que me adelantasen otro par de tipos. Llegué a meta con un tiempo según mi cronómetro de 46:35, aunque tardé en dar al botón de parada, por lo que no es extraño que en la clasificación oficial aparezca con un tiempo de 46:30 que no es nada del otro mundo, pero refleja mi nivel actual y que me lo tomé con calma, ya que en el anterior diez mil que hice, en el PAU de Vallecas, hice dos minutos menos, pero sufrí de lo lindo.

Del club, sólo Ninfa consiguió subir al cajón, siendo segunda de su categoría en una carrera, en la que como todos los años, había gente de mucho nivel.

Esta carrera es sin duda la más bonita de Madrid por los sitios por donde pasa y además es una auténtica carrera popular, se nota en el trato a los corredores, en la cercanía de la gente y que también piensan en los más jóvenes, ya que después de la prueba de 10 kilómetros hubo carreras de niños. Una carrera absolutamente recomendable.

X Carrera Popular PAU de Vallecas

El martes me pasé por la Asociación Vecinal del PAU del Ensanche de Vallecas y retiré mi dorsal y el de cuatro compañeros del Club Atletismo Zofío. Hoy domingo habíamos quedado a las nueve en el punto de encuentro, ya que la carrera comenzaba a las diez, para dar los dorsales a los compañeros y partir todos desde allí, pero al llegar me di cuenta que había olvidado los dorsales en casa. Tengo la cabeza sobre los hombros, pero no sé para qué.

Así, nos dividimos en dos coches, uno salió hacia la carrera y el otro me acercó a casa para recoger los dorsales, cosa que hice raudo como el viento 🙂

Tuvimos suerte al llegar a la zona de la carrera porque encontramos sitio para aparcar pronto y creca. Llegamos con tiempo de sobra para dar a cada uno su dorsal, a visitar los servicios y a hacernos una bonita foto con el arco de salida y llegada al fondo.

Todos los componentes del equipo juntos, los de 5 y los de 10

De los siete que íbamos, sólo dos iban a hacer la prueba de cinco kilómetros y los otros cinco nos habíamos apuntado a los diez kilómetros, pero empezábamos todos juntos y los de cinco se separaban cuando pasábamos cerca de meta y los demás seguíamos.

A las diez en punto dieron la salida y salimos a toda pastilla ya que el primer kilómetros es favorable. Salí junto al compañero que iba a hacer cinco kilómetros, pero enseguida le dejé ir porque iba muy deprisa para mí. Tanto que cuando pasé por el primer kilómetro el crono marcaba 3:59 lo que me pareció muy deprisa. Aflojé un poco en parte porque no quería ir tan deprisa y en parte porque ya no era cuesta abajo mientras veía como Ninfa se iba alejando poco a poco. En un principio había pensado seguirla, pero vi que iba también demasiado aprisa, así que decidí ir a mi ritmo.

Después de ese primer kilómetro favorable, los tres siguientes son más o menos llanos, pero del cuarto al quinto es todo para arriba y pensé en lo afortunados que eran los de los cinco kilómetros porque para ellos acababa el sufrimiento mientras que nosotros seguíamos cuesta arriba y con un aire en contra bastante fuerte y frío. Pero no acababa ahí la cosa porque seguía el terreno ascendente con algunos tramos llanos, pero siempre para arriba.

Andaba un poco mosqueado porque primero me di cuenta que había salido sin gorra y sin gorra me siento como desnudo y segundo me estaba resultando duro y pensaba que a mi compañera Ninfa le estaría pasando lo mismo, porque la veía ahí cerca y aunque me acercaba muy lentamente, no era capaz de alcanzarla. Menos mal que llegamos al octavo kilómetro y a partir de ahí sí comenzó un tramo favorable, donde pude aumentar un poco la velocidad. De hecho hice esos dos últimos kilómetros en 4:17 y 4:16 cuando en los anteriores no bajaba de cuatro minutos y medio ni de broma. En ese último kilómetro me hicieron una bonita foto.

Apretando en el último kilómetro

Aunque los últimos metros también son cuesta arriba, sólo quedaba apretar los dientes y pasar la línea de meta de la mejor manera posible. Paré el cronómetro con un tiempo de 44:19 que coincide con el tiempo neto dado por la organización.

Fue un buen día para el Club Atletismo Zofío porque tres de los que habíamos venido subieron al cajon. En la carrera de cinco kilómeros se ganaron en dos categorías y en la de diez kilómetros, en veteranos C, José Luis consiguió la segunda posición. Estuvimos un buen rato esperando a que dieran los trofeos porque hubo alguna irregularidad, pero al final pudieron posar los tres juntos.

Los compañeros del Club Atletismo Zofío mostrando sus trofeos

VIII Carrera popular de Butarque

Hoy he participado por primera vez en esta carrera que es una de las que componen el circuito de la Unión de Carreras de Barrio, al igual que la anterior en la que participé, la de la Elipa.

El viernes nos acercamos a recoger el dorsal al local de la AVIB (Asociación Vecinal Independiente de Butarque) y aunque llegamos con la hora justa pudimos recoger los dorsales sin problemas junto a una bonita camiseta. Se notaba ajetreo en el local de la asociación con un montón de gente colaborando.

Como la carrera comenzaba a las nueve y media quedamos una hora antes en el punto de encuentro con dos miembros del Club Atletismo Zofío. Cuando llegamos ya estaban allí por lo que paré el coche, se montaron y en un cuarto de hora o menos estábamos los cuatro aparcando en un descampado pegado a la línea de meta/salida. Por allí ya estaban los otros tres miembros del equipo. Una de las compañeras llegó medio lesionada ya que se había hecho daño en la zona lumbar poco antes de salir, por lo que no tenía muy claro que pudiera terminar la carrera. Le di la llave del coche por si tenía que retirarse para que pudiera recoger sus cosas.

Al final, entre unas cosas y otras no conseguimos juntarnos los siete para hacernos la foto de rigor, por lo que hicimos la foto los que allí estábamos porque ya iba quedando menos tiempo para el comienzo y había que calentar un poco.

Obsérvese la uniformidad de los miembros del equipo 😉

A las nueve y media nos pusimos en marcha y en un principio pensé ir con Jesús, que había calculado podría ir a su ritmo. El primer kilómetro, buscando el Parque Lineal es cuesta abajo y quizás ese terreno favorable ayudó a que el cronómetro marcaran únicamente 4:18, ritmo que nos pareció a ambos algo rápido, pero a él más que a mí porque yo aflojé un poco y enseguida miré atrás y vi que se había quedado descolgado.

Llevaba mucho tiempo sin correr deprisa y sin entrenar en serio, por lo que no tenía muy claro qué ritmo podría aguantar durante la decena de kilómetros, así que me marqué como objetivo andar sobre 4:30 el kilómetro, aunque ya de entrada me pareció algo ambicioso. En el segundo hice 4:33 y noté que iba un poco al límite y quedaba mucho aún. De todos modos pensé en aguantar un par de kilómetros más a ese ritmo para ver qué pasaba. Hasta el cinco fui más o menos a ese ritmo, pero ya me noté muy cansado y veía que iba forzando mucho, por lo que decidí bajar un poco el ritmo con más razón todavía ya que comenzaba la parte más dura del recorrido y tampoco era cuestión de ir sufriendo sin jugarme nada. Sabía que había que guardar algo por que aunque era la primera vez que participaba en esta carrera y no lo conocía, me habían dicho que había una bonita cuesta sobre el kilómetro ocho y algún que otro repecho.

La salida del Parque Lineal es cuesta arriba y allí, sobre el kilómetro seis, habían colocado un puesto de avituallamiento. Cogí una botella de agua, vacié dos terceras partes del contenido y me bebí el resto, tampoco hacía falta beber mucho ya que la temperatura era agradable.

Al salir del parque se cruza la M-301, por la que he pasado un montón de veces para ir a San Martín con la bici, y luego se gira a la derecha para bajar por la calle Aunon. En esa bajadita se recupera un poco el resuello que supone la salida del parque. Pero enseguida se gira a la izquierda por la calle del Oro y se vuelve a girar a la izquierda para tomar la calle Calcio. Esos dos tramos son cuesta arriba. Siguiendo en línea recta se llega a una rotonda y empieza la calle Berrocal, que es un bonito bulevar sombreado y que además es en buena parte favorable. Allí tuve la suerte de adelantar a uno de los múltiples integrantes del equipo Forofos del Running y una conocida de ellos sacó una foto donde me colé.

No se nota mucho porque la foto es pequeña, pero la cara es de sufrimiento

La calle Berrocal desemboca en la plaza de los Metales, que recordaba de la media de Villaverde. Es allí, en la calle de la Hulla, donde comienza la famosa cuesta de la que me habían hablado y que se hace larga de narices porque además es en curva y no se ve bien donde acaba. Poco antes de coronar la cuesta se pasa por el punto kilométrico ocho donde no me hizo falta mirar el crono para saber que había sido el kilómetro más lento.

Una vez coronada la cuesta comienza una bonita bajada por la calle Arroyo de la Bulera, la cual termina en el trozo no recorrido de la calle Berrocal donde se encuentra el kilómetro nueve. Sobre ese punto kilométrico debía de haber alguna subida o yo iba muy mal porque me adelantaron en un santiamén ocho o nueve corredores. Pasado el nueve se llega de nuevo a la plaza de los Metales y allí se sube por la calle Estefanita buscando la meta. De nuevo hay un bonito repecho donde me adelantó alguno que otro y al coronar el repecho ya son doscientos o trescientos metros favorables hasta meta. Tampoco es que me lanzara como un loco, pero cuando me acerqué a meta y vi que el crono marcaba cuarenta y cinco minutos y cincuenta y tantos segundos apreté para que no se incrementase el minutero, cosa que conseguí apuradamente. Según la organización hice un tiempo de 45:52 que es exactamente lo que midió mi cronómetro.

El botín del Club Atletismo Zofío no estuvo nada mal porque Ninfa hizo tercera absoluta y fue primera de su categoría, José Luis fue segundo en la suya y los demás tuvimos que conformarnos con aplaudir a los que se subieron al cajón y lo más importante sumar puntos para la clasificación del primer circuito de la Unión de Carreras de Barrio tanto a nivel individual como por equipos.

Ninfa y José Luis con sus bonitos trofeos

Para terminar decir que la organización me pareció de diez. Muy bien organizada y con un montón de voluntarios. Genial, queda apuntada con tinta indeleble en mi calendario.

XII Carrera popular villa de Torrijos

Me acerqué a Torrijos porque ya estaba inscrito, pero estaba casi seguro de que no iba a participar porque había corrido el día antes 15 km y además de estar cansado me dolía el talón como lleva haciendo cinco meses ya; sin embargo salí de casa vestido de corredor y con el cronómetro en la muñeca, así que debía ser el inconsciente el que me empujaba a participar. De todos modos, la principal razón de que fuese a esta carrera era acompañar a una amiga que sí estaba dispuesta a participar aunque ella también tenía algunas dudas ya que estaba algo molesta con su rodilla.

Este año en Torrijos han echado la casa por la ventana y han homologado la carrera de 10 km, para ello han hecho alguna ligera modificación al habitual circuito ya que siempre he sospechado que en años anteriores la distancia no era de los 10 km que decían. Además han cambiado la zona de salida y meta a la plaza de San Gil, donde se ubica el nuevo ayuntamiento, que es un sitio más espacioso. Con eso han conseguido evitar los primeros metros, que siempre eran por calles estrechas y reviradas. No sé si por la homologación o por algún otro motivo, este año había más gente que nunca y entre la carrera de 10 km y la de 5 km había más de 700 personas, en una carrera que nunca había llegado ni a las 500.

Quizás debido a que había más participantes habían separado la carrera de 5 km de la de 10 km y por ello habían adelantado esta última a las diez de la mañana, una hora antes de cuando se celebraba en años anteriores. Eso hizo que nos tocara madrugar más y que a las 8:15 saliéramos de Madrid rumbo a esta localidad toledana. Llegamos pasadas las nueve y fuimos a recoger el dorsal, que lo entregaban en el patio del Palacio de don Pedro de Castilla. Al contrario que otras veces que era llegar y recoger el dorsal, esta vez me tocó esperar veinte minutos de cola para recoger el dorsal y la bolsa del corredor, que contenía un cortavientos, una crema de manos y una bolsa con cuatro láminas de lomo embuchado. Yo esperé veinte minutos porque mi apellido está entre la A y la M porque mi amiga tuvo peor suerte y tuvo que esperar en la otra fila, la de la N a la P, que iba más lenta aún. De este modo, cuando salimos con la bolsa en la mano eran ya menos cuarto y tuvimos que ir deprisa y corriendo a dejar las cosas en el coche y aplicarnos un poco de bálsamo de tigre, yo en mi talón y mi amiga en su rodilla.

Deprisa y corriendo, muy apurados, nos acercamos a la línea de salida y escuchamos que habían retrasado la salida a las 10:20 imagino que por las colas para recoger el dorsal. Me comentó una persona de la organización que desde el día anterior por la tarde se podía recoger el dorsal, pero que muy poca gente lo había hecho y todos los habíamos dejado para el día de la prueba. En mi descargo diré que venía desde Madrid y que recoger el dorsal el día antes no es una opción.

Ese retraso hizo que pudiéramos calentar un rato y encontrarnos con algunos conocidos torrijeños a los que saludamos. A alguno conozco porque en Torrijos estudié Bachillerato y COU hace ya unos cuantos años. No calenté mucho porque me encontraba bastante cansado y no era cuestión de cansarse más.

Había tres cajones en la salida y tanto a mí como a mi amiga nos tocó el cajón dos, no sé muy bien el motivo. Nos metimos en nuestro cajón, quitaron las cintas que dividían los tres cajones y se guardó un minuto de silencio por Julio Vicente Rey, padre del actual recordman nacional de maratón, Julio Rey. La gente fue muy respetuosa porque no se oía el más mínimo ruido durante ese minuto.

Dieron la salida y enseguida me vi cuatro o cinco metros detrás de mi amiga, con un cansancio de piernas exagerado pero aún así pasé el primer kilómetro por debajo de 5 minutos y lo más curioso es que según iba avanzando metros iba notando que las piernas iban mejor. El dolor en el talón ahí seguía, pero soportable. El segundo kilómetro lo hice en 4:42 porque veía que como no acelerase se me iba a ir demasiado y luego iba a ser imposible.

Al principio de la carrera, bien ataviado con mi camiseta de la Carrera del Zofío. Foto cortesís de tufotocorriendo.com

Mi amiga estaba encuadrada en la categoría Master 50 para mayores de esa edad y aunque no tenía muchas esperanzas de subir al cajón como el año anterior, su espíritu competitivo la lleva a pelear por ello. Sobre el kilómetro dos adelantó a una chica que sabía era de su edad y aunque estuvieron un buen rato una al lado de la otra, al final mi amiga consiguió irse por delante. Yo iba viendo la disputa algo más cómodo que cuando salí porque cada vez notaba las piernas mejor. Cuando consiguió desembarazarse de esta chica apareció otra por detrás que se puso a su altura y también estuvieron disputando la posición, ninguna quería ir detrás de la otra.

Sobre el kilómetro tres la carrera cambia de sentido y lo que se ha bajado hay que subirlo. El desnivel es mínimo, pero existe… como Teruel. Además este año en ese tramo, que era el más descubierto, soplaba un viento en contra bastante fuerte y dificultaba el avance. Fueron ochocientos metros duros. Luego aunque el sentido de la carrera es el mismo, ya se mete entre calles y se nota menos. Mi amiga y la otra chica seguían peleando entre ellas con uñas y dientes y llegaron al final de la primera vuelta con mi amiga algo descolgada de la otra. Algo debió espolearla porque a partir de ese momento aceleró de lo lindo, dio alcance a su rival y a mi me costó bastante recuperar los metros que perdí en su cabalgada. De hecho tuve que hacer un kilómetro en 4:39 para poder acercarme porque veía que si seguía a mi ritmo no la iba poder alcanzar.

Fue curioso porque cuando llegué cerca la animé con algún grito del tipo «vamos que vas muy bien» y estos ánimos en vez de conseguir que fuese mejor consiguió lo contrario. En ese momento aflojó el buen ritmo que llevaba. Me tenía que haber metido la lengua en el …

Poco después de este curioso incidente llegamos de nuevo a la zona ventosa donde el viento seguía soplando de lo lindo y ahora se notaba más porque ya el cansancio era mayor. Yo miraba de vez en cuando hacia atrás por si venía alguna competidora, pero no veía ninguna. Así llegamos a la plaza donde está la Colegiata con su adoquinado y ya sólo quedaba subir una ligera cuesta para llegar a meta donde entramos juntos con un tiempo oficial de 50:32 que le sirvió para auparse a la segunda posición de su categoría.

Para el podium habían montado un camión del copón con una pantalla enorme, todo muy profesional. Allí subieron para dar los premios algunos políticos y un corredor local que fue recordman de España de maratón. Hablo de Juan Francisco Romera que hizo un tiempo de 2:10:48 en la maratón de Londres del año 1990.

Mi amiga, componente del Club Atletismo Zofío, posando con su trofeo y su chorizo delante del Palacio de Pedro de Castilla, ahora el ayuntamiento de Torrijos.

III Carrera Mercamadrid

Sí, lo reconozco, me apunté a la Carrera Mercamadrid por pura ansia, porque el año pasado los compañeros pradolongueros que se apuntaron vinieron muy contentos porque la organización había sido muy generosa y vinieron con fruta como para parar un tren. Así que este año pensé ¿y si me apunto y por un poco más de diez euros tengo fruta para toda la semana? Me llevé un buen chasco.

Habíamos quedado a las 8:30 y sin que sirva de precedente estábamos puntuales como clavos. Estuvimos dudando si llevar una furgoneta, para cargar el material que pensábamos traer o si llevar un coche. Al final nos decidimos por el coche porque aunque hubiésemos tenido la oportunidad de traernos fruta, tampoco íbamos a vaciar Mercamadrid.

Mercamadrid está cerca de Pradolongo, por lo que un cuarto de hora más tarde estaba Emilio aparcando allí. Lo primero que noté es que hacía un frío del carajo porque había bastante viento y venía frío. Y yo no había llevado nada de abrigo, sólo una camiseta de manga corta y un pantalón también corto. Tremendo fallo.

Nos acercamos al sitio donde estaba instalada la meta, donde iban a dar las bolsas a los que entraran por la meta y estuvimos saludando a los pradolongueros que estaban por allí que se habían ofrecido como voluntarios. Todos estaban ataviados con sus chalecos y tenían todo prácticamente preparado y eso que quedaba más de una hora para el comienzo. Unos chicos realmente eficientes.

Nos hicimos una bonita foto los que íbamos a correr y los que iban a currar. Se ven un montón de gente en la foto, pero aún había alguno más.


Pradolongueros por doquier

Yo buscaba el chocolate con roscón, pero no lo encontré así que nos metimos dentro de una de las naves, donde estaban los servicios porque hacía frío de verdad. Sin lugar a dudas el día que más frío he pasado en estos últimos meses. Aproveché para soltar lastre y me llevé una sorpresa porque el retrete era una taza turca, algo que llevaba tiempo sin ver.

Este tipo de retretes resulta muy útil para evitar que la gente se ponga a tontear con el móvil mientras defeca. Recuerdo que mi padre me contaba que cuando trabajaba en una sucursal bancaria al hacer o reformar los baños pusieron taza turca para que los empleados no perdieran el tiempo leyendo el periódico. Ahora lo mismo, pero con el móvil. Aparte de que el tema sea más rápido, parece mucho más higiénico porque no tienes que tocar nada que a saber qué puede tener.

Faltando algo menos de media hora para el comienzo de la carrera abandonamos nuestro confortable escondrijo y fuimos al coche a dejar la ropa y ponernos la de correr. No había más remedio que calentar porque seguía haciendo frío y aprovechando que en el aparcamiento daba el sol estuvimos trotando yendo y viniendo.

Nos pusimos en el pelotón de salida y me sorprendió encontrarme rodeado de tanta gente. En las últimas carreras que he participado éramos cuatro monos y hoy había gente para aburrir. Dicen que había dos mil inscritos.

Tenía pensado salir con Joaquín y con Ninfa y ésta me dijo que iba a rodar, que había mucha competencia y que iba a ser complicado rascar bola. Claro, que para lo que esta chica es rodar para mí es ir a toda pastilla.

Dieron la salida y partimos los tres juntos, aunque me vi en cabeza del trío al poco tiempo. No tenía reloj, por lo que no sabía el ritmo al que iba, pero miraba hacia atrás y veía a mis otros dos compañeros y trataba de marchar a su ritmo. Pensaba que estando peor que ellos, no iba a ir por delante. Sobre el kilómetro tres se pusieron a mi altura y ya fuimos codo con codo casi todo el camino.

Con el aire que hacía era de agradecer meterse dentro de las naves porque allí el viento no se notaba. Algunas naves las atravesábamos a lo largo, otras a lo ancho, pero casi todo el recorrido era por fuera de las naves, al aire libre. De todos modos, aunque hacía aire, tampoco era como lo que nos encontramos en la última media de Villarrobledo.

A mitad de carrera Ninfa se puso a acelerar y me costaba seguir su ritmo. Pasé kilómetro y pico en los que iba sufriendo para aguantar la marcha de mis compañeros. Luego me recuperé un poco, pero cuando llegó la bajada más pronunciada se fue Joaquín con esa zancada grácil que exhibe en todas las bajadas. Nos sacó cuatro o cinco metros y nos costó ponernos a su altura. Lo conseguimos cuando empezamos a subir lo bajado, sobre el kilómetro ocho. Fue poco antes de esa cuesta cuando vimos que había tres o cuatro chicas delante nuestro. Animé a Ninfa para ver si podíamos hacernos con ellas.

¡Y vaya si se animó porque una tras otra fueron cayendo! En el tramo ascendente, que llegaba hasta pasado el kilómetro nueve una tras otra tuvieron que rendirse al ritmo que impuso Ninfa. Sólo se libró una chica que hubiese caído también si la carrera hubiese sido un pelín más larga. Cuando faltaban quinientos o seiscientos metros, ya en bajada, me quedé unos metros de mis acompañantes y sufrí de lo lindo para que no se fuesen más lejos; estaba ahí mismo, pero en la glorieta donde se gira a la derecha para afrontar ya los últimos metros saltó un niño que debía ser hijo del corredor barbudo de Garabitas y se puso a correr con su padre o quien fuese. Eso me obligó a bajar el ritmo para no llevármelo por delante y entre unas cosas y otras llegué cuatro segundos más tarde que mis compañeros. Al pasar la meta vi que el reloj marcaba cuarenta y tres minutos y treinta y tantos segundos. Según la clasificación oficial llegué a meta marcando un tiempo de 43:39 siendo 43:22 el tiempo neto. Me doy por satisfecho ya que hice el tiempo que había pensado podía llegar a hacer.


En el último kilómetro, luciendo los colores del Club Atletismo Zofío, foto cortesía de forofosdelrunning.com

Estuvimos esperando que llegaran los compañeros y cuando estuvimos todos fuimos al coche a cambiarnos y ponernos algo de abrigo. Decían que a las once y media se podía pasar donde nos iban a dar fruta y hamburguesas y no sé cuantas cosas más. Cogí la mochila y fuimos para allá, pero vimos que las cosas habían cambiado con respecto al año pasado y había que hacer cola para todo, algunas colas más largas que otras. Por ejemplo, me dieron tres kakis con sólo cuatro o cinco por delante; sin embargo, para recibir cinco mandarinas tuve que guardar bastante cola y para comer paella había que pagar 1 € lo cual no nos hizo mucha gracia porque no se nos había ocurrido llevar dinero 🙁 Para tomar una cerveza la cola era también tremebunda, así que nos fuimos con el rabo entre las piernas, jurando y perjurando que era la última vez que nos veían por ahí.

¿Quiere decir esto que la carrera no merece la pena? No, la carrera es curiosa, bien organizada y la bolsa del corredor generosa, pero sí es cierto que en las dos primeras ediciones pusieron el listón muy alto en atenciones al corredor y este año ha sido más normal. Pero sólo por conocer Mercamadrid merece la pena ir.

XI Carrera popular villa de Torrijos

Undécima edición y décima participación en esta bonita carrera en la localidad toledana de Torrijos. Una lástima que me perdiera la edición de 2013 porque hubiese hecho pleno. Pero bueno, me doy por satisfecho.

Es una carrera que me gusta mucho para ir a tope y calcular con el tiempo realizado los ritmos de entrenamiento para el otoño, pero esta vez ha sido diferente porque me lesioné dos semanas antes y he estado parado una semana y cuando he empezado de nuevo lo he hecho con mucha calma para no recaer.

Me acerqué con una amiga a participar en la carrera y estando calentando noté que el gemelo no estaba como debería de estar así que pensé en salir despacio y si veía que iba bien trataría de ir a su par y si la cosa se complicaba abandonaría la carrera.

Llegamos a la plaza, retiramos el dorsal y estuve buscando los urinarios que siempre habían estado situados debajo de unos soportales. Siempre he dicho que esta carrera es la de mayor ratio de urinarios por corredor, por lo que me extrañó que no hubiese. Pregunté y me dijeron que estaban al otro lado de la plaza. Fui hasta allí y vi dos casetas prefabricadas, una para chicos y otra para chicos. Entré en la de chicos y vi siete urinarios y dos váteres con puerta. Un despliegue extraordinario para una carrera de unos quinientos corredores.

Estuve estirando y casi dieron la salida mientras hacía los estiramientos, afortunadamente me dio tiempo. Me puse en la línea de salida bastante atrás y salí tranquilo. Fui poco a poco aumentando la velocidad para no perder de vista a mi amiga y como el gemelo no se quejaba pronto estuve a su lado.


Por la calle Molinos, foto cortesía de Juan Hiniesto

Creo que no lo había dicho, pero hacía bastante calor. No sé la temperatura que haría, pero el calor se hacía notar y había que ir bebiendo cada dos por tres, aunque la compañera con la que iba no es de mucho beber; sin embargo en la segunda vuelta me pidió que echara agua sobre su cabeza. Eché agua y algo cayó sobre sus hombros que se mojaron y se llenaron de gotitas de agua. Pues bien, esas gotitas desaparecieron como por arte de birlibirloque en cuestión de segundos. Debía tener los hombros como planchas.

Llegamos a la meta con un tiempo oficial de 49:37 que sirvió a mi compañera para auparse a lo más alto del cajón en su categoría. No sólo ganó un trofeo sino que se llevó a su casa un rico jamón que ya podría repartir entre los compañeros del Club Atletismo Zofío y demás fauna pradolonguera.


En lo más alto del cajón, foto cortesía del Ayuntamiento de Torrijos

XXXVI Trofeo San Lorenzo

A las siete sonó el despertador. Me levanté, desayuné una rosquilla y una taza de café con leche y un poco más tarde de las 7:45 estábamos en el punto de encuentro donde ya estaban Joaquín y Emilio. Salimos con el coche de Emilio y a las ocho estábamos en Embajadores aparcando en Ronda de Valencia, muy cerca de la salida. Haciendo tiempo por aquí y por allí tuvimos la suerte de encontrarnos con otros dos compañeros pradolongueros.

Saludamos a unos y a otros, hablamos un rato y nos fuimos yendo a la zona de la llegada. Subí por la calle del doctor Piga al sitio donde montaron el guardarropa. Hice cola, pero enseguida cogieron la mochila. Tremendamente eficientes.


En la puerta de la Gatoteca, un sitio curioso en la calle Argumosa

Estuvimos un rato calentando y faltando poco minutos para la salida bajamos hacia Ronde de Atocha donde estaba ubicada la salida. Para los pradolongueros había dos duelos interesantes. Por un lado Ninfa y Joaquín se la jugaban y por el otro Emilio 2 quería asaltar el número 1 del otro Emilio.

Yo salí con Ninfa y Joaquín, aunque sabía que me acabaría quedando. Hicimos juntos el primer kilómetro, pero en la bajada de Ronda de Segovia se fue alejando Joaquín, quedándonos Ninfa y yo algo atrás. Y así estuvimos hasta el kilómetro seis donde Ninfa decidió ir a por Joaquín. Yo desde la mitad del recorrido ya iba bastante justo, así que cuando me quedé solo me relajé un poco, ya que no estaba por la labor de sufrir demasiado.

Fui viendo como Ninfa se iba acercando poco a poco hasta que en la Puerta del Sol se puso a la altura de Joaquín. Luego a los dos juntos los fui viendo mientras bajábamos por la Carrera de San Jerónimo hasta Neptuno y por el Paseo del Prado hasta Atocha, pero allí ya me sacaban bastante y yo iba muy cansado y con pocas ganas de nada.

Una vez pasada la Glorieta de Atocha no los volví a ver hasta que pasé la línea de meta donde Joaquín (43:30) me dijo que había ganado el duelo porque había apretado en la cuesta de la calle Argumosa y Ninfa (43:35) se había quedado un poco atrás. Ninfa demasiado hizo porque tenía un par de uñas muy fastidiadas de los entrenamientos de los últimos días.

En el otro duelo, Emilio I sigue siendo Emilio I porque el otro Emilio no fue capaz de ganarle, aunque cada vez se va acercando más. Emilio el number one hizo 49:11 y el otro Emilio un par de segundos menos de 50. La otra compañera pradolonguera llegó un poco después con muy mala cara. Y yo, que no había dicho nada, llegué prácticamente un minuto después de Joaquín, con un tiempo oficial de 44:28. Me sacaron un buen puñado de segundos en los dos últimos kilómetros.

Fue un día duro por varios factores. El principal es por la cantidad de cuestas que hay, pero además hizo calor y sobre todo, mucha humedad, lo que provocó que nada más pasar la línea de meta me quitase la camiseta, cosa que no hago nunca, pero había sudado lo que no está en los escritos. Luego cogí la mochila del ropero, fuimos a ver las clasificaciones y Joaquín cogió un mosqueo de narices porque pensaba que iba a subir al cajón y sólo pudo ser séptimo. Decía que con el tiempo que había hecho hubiese subido al cajón el año pasado. Ninfa, una habitual de los cajones, tampoco pudo subir ya que fue quinta de su categoría.

Antes de irnos del barrio de Lavapiés nos hicimos una foto los compañeros pradolongueros y unos cuantos allegados.


Pradolongueros y allegados después de la carrera

Después de estar por ahí mareando nos fuimos hacia los coches. En el de Emilio los cuatro que habíamos venido y en el otro coche el resto de pradolongueros. Nos acercamos a un bar del barrio a tomar algo para recuperarnos del esfuerzo y allí estuvimos un rato muy agradable disfrutando de la compañía.