Camino de Santiago. Etapa 13 y última

La decimotercera y última etapa partía de Arzúa para llegar a Santiago de Compostela, de 39 km de longitud y un desnivel de 713 metros. Etapa corta para llegar descansando al punto final del Camino.

A las 7:15 sonó el despertador y una hora después nos poníamos en marcha y para no variar empezamos cuesta arriba y seguimos cuesta abajo repitiendo la misma secuencia unas cuantas veces, pero sin llegar al nivel de la jornada anterior. Lo hicimos todo por caminos y había bastantes peregrinos, ríos y ríos de gente, entre ellos muchos colegios donde iban todos juntos y era complicado adelantar. Esos ríos de gente se convirtieron en una tremenda avalancha cuando estábamos entrando en Santiago. Hubo algunos tramos llanos hasta que llegamos a una buena cuesta, la cuesta del aeropuerto. Luego vino su correspondiente bajada y hubo otra buena subida, la del Monte do Gozo, ya a menos de diez kilómetros de Santiago. Allí paramos para hacernos una foto con Santiago al fondo, nos comimos la barrita correspondiente y nos tiramos por una buena cuesta abajo buscando la entrada de la ciudad. Afortunadamente la bajada la hicimos por la carretera que iba paralela al río de peregrinos.

Llegada a la ciudad de Santiago de Compostela

Entramos en la plaza del Obradoiro por la entrada donde se coloca el gaitero junto a un grupo numeroso de gente con camisetas de color fucsia. La plaza estaba absolutamente abarrotada de gente y las campanas sonaban sin cesar, pero quizás ese exceso de gente desvirtuó un poco la experiencia. No tuve una experiencia mística como pensaba que podría haber tenido, fue todo muy mundano, como ir a dar un paseo por la Puerta de Sol todo lleno de turistas. Después de hacernos las fotos de rigor estuvimos vigilando la bici eléctrica de uno que venía desde Lugo haciendo tres etapas y que además querían que le sellaran y no sé cuántas cosas más, lo mismo también quería la Compostelana. ¿Pero tiene algún mérito hacer el Camino con una eléctrica? Esto del Camino es un puro negocio y los que de verdad «hacen» el Camino deben sentirse mal al ver tanta superficialidad y tanto mercadeo. Lo digo por los peregrinos que lo hacen a pie recorriendo setecientos kilómetros o más, porque nosotros, que fuimos en bici, aunque también nos metimos setecientos entre pecho y espalda, también tenemos ventaja.

En la Plaza del Obradoiro, frente a la Catedral de Santiago

Fuimos a la oficina de atención al peregrino, en la rúa Carretas, a sellar las credenciales y había bastante cola por lo que entró mi amiga y yo me quedé echando un ojo a las bicis. Entonces vi a los de Correos, que están perfectamente situados, embalando una bici y pregunté cuánto costaría mandarla a casa y me respondieron que 47 y pico euros. Me llamó mi amiga cuando estaba a punto de entrar, porque aquello iba por números, como en la carnicería, por lo que me puse la mascarilla y entré. Me sellaron la credencial y me dieron la Compostela, un documento en latín donde ponen tu nombre también en ese idioma. Me preguntaron si por 3 € quería un justificante de los kilómetros recorridos y dijimos que no.

Después de este invento fuimos a Correos a enviar las bicis. Lo primero fue pagar. El precio de 47 € y pico va con un seguro de 300 € y si quería asegurar más, tenía que pagar más, obviamente. Al final aseguré la bici de mi amiga por 1000 € y me costó ambas bicis algo de más de 105 €. Pagué y fuimos a otro local donde había que desmontar parte de la bici: rueda delantera, pedal izquierdo y manillar. Luego el tipo de Correos puso papel de burbuja en algunas partes de la bici, como el freno de disco, ató con bridas otras y metió todo en una caja donde pude echar el casco y metimos una alforja con ropa que no íbamos a utilizar en este día y medio que íbamos a estar en Santiago.

Fuimos a la pensión, que casualmente estaba en la misma calle, en la rúa Carretas. El sitio se llama O Patrón y es un restaurante/pensión. Tomaron nuestros datos, solté 47 € y subimos a la habitación. Luego bajamos al restaurante de la pensión y esperamos un poco hasta que hubo una mesa libre. Mientras esperábamos estuvimos hablando con el camarero que nos contó que una vez hizo el Camino desde Sarria (para hacer más de 100 km que te da derecho a la Compostelana) yendo a albergues y acabó con sarna, así que eso que nos hemos ahorrado. Pedimos un menú del día de 11 € y desde mi punto de vista estuvo regular. Pedí lacón a la gallega y me pusieron algo parecido al jamón york. De segundo pedí lomo con huevos fritos con patatas y el lomo era como fiambre, los huevos no estaban fritos como deberían y las patatas no eran las gallegas de días anteriores. De postre pedí arroz con leche y fue lo mejor. Pedí además una botella de agua grande y me soplaron 2,50 € por lo que todo sumó 24,50 €. Me pareció no muy caro, pero calidad mediocre.

Al día siguiente hicimos un tour guiado por el casco antiguo de Santiago y por la tarde volvimos a Madrid en AVE.