Decían los detractores de Ronald Reagan, en sus tiempos presidente de EEUU, que no era capaz de comer chicle y andar a la vez. Expresión con la que se pretendía señalar que no podía hacer dos cosas simples al mismo tiempo (como nota al margen, ahora que lo estoy escribiendo, me doy cuenta de que en este país hay más de uno que le debe ocurrir lo mismo).
Pues algo parecido me ocurre a mí con la respiración nasal. En estos días de tanto frío trato de respirar sólo por la nariz como se supone debe ser, pero me cuesta dios y ayuda hacerlo. Si me concentro en inspirar y espirar por la nariz, tengo que ir muy pendiente de ello y, sobre todo, si tengo que ir a un determinado ritmo rápido, acabo respirando por la boca. Cosa mal hecha según dicen algunos expertos. Por ejemplo puede leerse en esta entrada del blog elperello.blogspot.com las virtudes de utilizar las fosas nasales. Leyendo el artículo, del que pongo un extracto, nos damos cuenta de que el hombre no es sólo el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, sino que es el único que respira por la boca. Curioso. Bueno, también dicen que es el único animal que toma leche cuando ya es mayorcito.
El único aparato protector o filtro de los órganos respiratorios consiste en las fosas nasales. Cuando se respira por la boca no hay nada desde ésta a los pulmones que filtre el aire, deteniendo el polvo y cualquiera otra materia extraña. Además esta respiración incorrecta deja pasar el aire frío por los órganos, afectándolos por consiguiente. La inflamación de los órganos respiratorios proviene con frecuencia de la inhalación del aire frío por la boca y el hombre que respira así durante toda la noche se despierta siempre con una sensación de sequedad en el paladar y la garganta. Viola las leyes de la naturaleza y así siembra los gérmenes de la enfermedad.
Una vez más: acordados que la boca no ofrece protección a los órganos respiratorios, y que el aire frío, el polvo, las impurezas y los gérmenes penetran sin obstáculo por aquella entrada. Por otra parte, las fosas nasales y los pasajes nasales muestran evidentemente la cuidadosa previsión de la Naturaleza a este respecto. Las fosas nasales son dos canales estrechos y tortuosos que contienen numerosos pelos destinados a servir de tamiz y detener las impurezas del aire, que están luego expulsadas por las exhalaciones. Las fosas nasales no tienen solamente este objeto, sino que desempeñan también la importante misión de calentar el aire. Las largas y sinuosas fosas nasales están tapizadas por una membrana mucosa y caliente, la cual tiene por objeto calentar el aire inhalado, de modo que no pueda perjudicar ni a los órganos delicados de la garganta ni a los pulmones.
Ningún animal, excepto el hombre, duerme con la boca abierta o respira por ella, y en realidad se cree que el hombre civilizado es el único que así pervierte funciones de la naturaleza, pues las razas salvajes y bárbaras respiran por lo común correctamente. Es probable que los hombres civilizados hayan adquirido este hábito impropio debido a excesos en el vestir, comer o a costumbres enervantes.
En las fosas nasales se filtra, depura y refina, el aire antes de llegar a los órganos delicados de la garganta y a los pulmones, proceso necesario para que sus impurezas no puedan perjudicar a aquellos. Las impurezas detenidas por las membranas mucosas de las fosas nasales se arrojan con la exhalación, y en caso de que se hayan acumulado demasiado rápidamente o conseguido penetrar en regiones prohibidas, la naturaleza nos protege produciendo estornudos que expulsan violentamente las materias extrañas.
El aire, cuando penetra en los pulmones, es tan distinto del aire exterior como es el agua destilada del agua de la cisterna. La complicada organización purificadora de las fosas nasales, deteniendo e impidiendo el paso de las partículas impuras del aire, es tan importante como el acto de la boca deteniendo los huesos y cosas «raras», evitando que pasen al estómago. Así como el hombre no intentaría tomar sus alimentos por la nariz, tampoco se le debería ocurrir respirar por la boca.
Hoy nos hemos juntado en Pradolongo un buen grupo. Nada más y nada menos que siete corredores. Algunos ya habían dado una vuelta y otros íbamos a dar dos. No quería machacarme demasiado ya que el domingo es la media de Getafe, pero tampoco quería simplemente trotar, así que había pensado en hacer unos kilómetros a umbral. Este ritmo, calculado después de los 5 km del Trofeo Paris es de 4:12 min/km, unos segundos menos de lo que me gustaría llevar en Getafe.
Así que pensado y hecho. Hice una primera vuelta a ritmo tranquilo, a 5:33, hablando con unos y con otros y ya antes de terminar esa primera vuelta que por cortesía se suele hacer despacio, me di cuenta de que me había quedado solo. Aceleré un poco hasta llegar al kilómetro cinco y luego me puse a ritmo umbral y fui cazando a los que me precedían, excepto a Quique que desapareció como por arte de birlibirloque. Cuando llevaba un par de kilómetros a umbral, adelanté a mi tocayo y terminamos juntos los 2,6 km que nos quedaban.
Salieron los kilómetros a umbral a 4:08, 4:13, 4:15, 4:11 y los últimos 660 metros, que eran cuesta arriba, a un ritmo de 4:20, por lo que estos 4,66 km fueron corridos un ritmo de 4:13 que es un segundo más de lo previsto. En total hice 9,66 km en un tiempo de 47:22 @ 4:54 min/km.
Hoy estrenaba nuevos calcetines largos. Ayer estuve en el Hipercor y vi unos calcetines de los que nunca había oído hablar por un precio cercano a los 20 € y me los llevé. Son marca Actisox y veremos como salen. El primer día me han dado buenas sensaciones. Espero que no sean como los Nike que me trajeron los reyes que en la primera carrera que corrí se me cayeron.
Calcetines Actisox
Esto es lo que dice la publicidad de estos calcetines: El calcetín de compresión Actisox se adapta a todas las piernas y es cómodo y protege de presión y roces. Gracias a la zona elástica este calcetín de compresión le ofrece un soporte y un confort máximos. Además mejora la circulación sanguínea, lo que aumenta el rendimiento y minimiza el riesgo de lesiones. Actisox agarra la tibia y el tobillo y distribuye la presión en la planta del pie.