Vuelta a las plantillas

El tratamiento de la condromalacia depende del origen específico del dolor. Si la causa es postural, se arregla fácilmente: ¡cambiando la manera de correr! Y en eso estamos.

Empecé con el tema de correr descalzo por el mero hecho de que para correr descalzo hay que hacerlo de distinta manera a como se hace cuando vas calzado. Lo mismo si llevas zapatillas minimalistas.

Tenía la costumbre, cuando iba con zapatillas, de alargar las zancada lo más posible para aumentar el ritmo y el aterrizaje lo hacía como aconsejan los «expertos»: con el talón y además con la pierna bien estirada.

El correr descalzo rompe completamente con esa manera de correr. Las zancadas deben ser cortas y de mucha frecuencia. El aterrizaje debe hacerse de metatarso y la rodilla debe estar flexionada.

Pude comprobar que esta manera de correr me venía de perillas para mi condromalacia, así que opté por aparcar mis zapatillas amortiguadas, mis plantillas y mis medias de compresión; sin embargo, la experiencia no ha sido satisfactoria. Al final he vuelto a mis zapatillas amortiguadas y luego a mis plantillas y a mis medias de compresión. Y he vuelto a ello porque mi tendón de Aquiles (y mi fisio) me lo aconsejan fervientemente. Y quizás a la fisio no la haga mucho caso, pero sí a mi tendón, que somos viejos amigos.

¿Ha sido todo en vano? No, rotundamente no. Ahora corro con los mismas «ruedas» que antes, pero la dinámica es absolutamente distinta. Y creo que se trata de eso. El debate no es correr descalzo o calzado, el quid de la cuestión es correr bien o hacerlo mal. Y creo sinceramente que el haber intentado correr descalzo me ha llevado a que ahora corro mejor, aunque lleve ese lastre en los pies. Ahora trato de aterrizar de metatarso, dar zancadas cortas y con mucha frecuencia y sobre todo trato de relajarme lo más posible. Y aunque sigo notando molestias en la rodilla, son muy leves.

Sinceramente, creo que no todo el mundo puede correr descalzo. Igual que a algunos le van bien las Nike y a otros fatal. Cada uno es de su padre y de su madre y corre como bien puede. Sólo hay que ver a distintos corredores para ver que cada uno tiene su manera de correr. Tengo claro que mi morfología no está hecha para correr descalzo.

Hoy nos hemos juntado cinco pradolongueros. Dimos una vuelta tranquilamente y en la segunda apreté un poco para ver si me sentía cómodo a un ritmo más elevado. Y la verdad es que fue una experiencia satisfactoria. En total completé 10 km en 50:27 @ 5:03 min/km, haciendo la primera vuelta en 27:51 @ 5:34 min/km y la segunda, en 22:36 @ 4:31 min/km.


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Una plantilla de perfil

¿Por qué las dietas habitualmente no funcionan?

Estuve escuchando el otro día una charla que hablaba sobre las dietas y los posibles motivos que provocan que no funcionen la mayoría de las veces. La ponente es Sandra Aamodt y la charla se puede escuchar aquí, el único problema es que es en inglés, aunque pueden ponerse subtítulos… también en inglés o en algún otro exótico idioma.

Cuento un poco lo que entendí, porque me resultó interesante.

La neurocientífica Sandra Aamodt habla por propia experiencia y se da cuenta que las personas que hacen dieta consiguen perder peso, pero que luego lo habitual es que lo perdido se recupere. Sostiene que es el cerebro el culpable de que las dietas fallen, más concretamente el hipotálamo que es el regulador del peso del cuerpo. Comenta que funciona como un termostato que depende de diversas señales químicas para ajustar el hambre, la actividad y el metabolismo. Su objetivo es tratar de mantener estable el peso del cuerpo.

Si una persona pierde peso, el cerebro actúa como si esa persona tuviese hambre y hace que los músculos quemen menos energía. El Dr. Rudy Leibel dice que si una persona pierde el 10% de su peso, quema entre 250 y 400 calorías menos. Eso es mucha comida. Esto provoca que una persona que ha seguido una dieta tenga que comer menos para mantener el peso que una persona que ya tuviese ese peso «toda la vida».

Por otro lado, una ganancia de peso temporal puede convertirse en permanente si dura unos años ya que el cerebro puede decidir que ese nuevo peso es el normal.

Desde un punto de vista de la evolución, los periodos de hambruna eran más habituales que los periodos de abundancia, por lo que la supervivencia de nuestros ancestros dependía en conservar la energía cuando no hubiese alimento y ganar peso en los periodos que sí los había para prepararse para la siguiente escasez. Es por lo tanto, es más efectivo para perder peso un cambio en el entorno alimenticio que la dieta. Sandra Aamodt dice que hay que comer conscientemente y no pensar en dietas.

En un estudio donde se compara el riesgo de mortalidad en y los hábitos saludables: comer frutas y verduras, hacer ejercicio tres veces a la semana, no fumar y beber con moderación. Se utilizaron tres grupos de gente: gente con peso normal, gente con sobrepeso y gente obesa. El estudio llega a la conclusión, que todo el mundo sabe, de que la gente obesa con hábitos poco saludables son las que tienen más probabilidades de estirar la pata, pero que simplemente cambiando los hábitos a más saludables, la esperanza de vida aumenta y que el peso no es un factor determinante. Lo más importante es tener un estilo de vida saludable. Es evidente -esto es de mi propia cosecha- que si llevas un estilo de vida más saludable el peso bajará sin quererlo.

Las dietas no son muy fiables, casi todo el mundo vuelve a recuperar lo perdido y un 40% gana incluso más. Es decir que a largo plazo, el resultado de una dieta es ganar más peso en vez de perderlo.

Si las dietas son un problema, ¿que se puede hacer? Según Sandra Aamodt sólo una palabra (en inglés mindfulness) o dos en castellano: conciencia plena. Atención y presencia activa y reflexiva. No es que haya que meditar o hacer yoga, sólo conocer las señales del cuerpo para comer cuando se tiene hambre y parar cuando se está lleno. Mucha ganancia de peso es debida a comer sin tener hambre.

¿Cómo hacerlo? Dándote permiso para comer tanto como se quiera y esforzarse en entender qué hace que tu cuerpo se sienta bien. Sentarse a comer sin distracciones. Pensar como se siente tu cuerpo cuando se empieza a comer y cuando se para. Y permitir que tu apetito decida cuando deberías comer. Comenta la ponente que ese aprendizaje le llevó un año, pero que realmente merece la pena. Ahora se siente más relajada respecto a la comida de lo que ha estado en su vida. Ya no recuerda que tiene chocolate en casa. Este enfoque probablemente no te hará perder peso si sigues comiendo sin tener hambre.

Los médicos no saben de cualquier enfoque que provoque una significativa pérdida de peso en un montón de gente y es por eso que se concentran ahora en evitar ganancia de peso en lugar de promover pérdida de peso. Seamos realistas: si las dietas funcionasen, todos estaríamos delgados. ¿Por qué seguimos haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes?

Las dietas pueden parecer inofensivas, pero que en realidad pueden hacer un montón de daño colateral. En el peor caso, arruinan vidas: la obsesión por el peso conduce a trastornos de la alimentación, especialmente en niños pequeños. En EEUU el 80% de las niñas de 10 años de edad dicen que han estado alguna vez a dieta. Nuestras hijas han aprendido a medir su valor utilizando una escala equivocada. Incluso en el mejor caso, la dieta es una pérdida de tiempo y energía. Se necesita fuerza de voluntad que se podría estar usando para ayudar a sus hijos con sus tareas escolares o para terminar ese proyecto de trabajo importante y debido a que la fuerza de voluntad es limitada, cualquier estrategia que se basa en su aplicación constante es casi seguro que eventualmente falle cuando la atención se mueva a otra cosa.

Por último, una última reflexión. ¿Y si dijeron a todas esas chicas que hacen dieta que está bien comer cuando se tiene hambre? ¿Y si les enseñamos a trabajar con su apetito en lugar de temerlo? Creo que la mayoría de ellas serían más felices y saludables y que de adultos, muchas de ellas probablemente serían más delgadas.

Entrenamiento pasado por agua

Llevamos unos cuantos días seguidos que no para de caer agua. Hoy las previsiones eran de agua casi todo el día, por lo que era indiferente la hora de salida, porque las probabilidades de mojarse eran cercanas al cien por cien.

Entre unas cosas y otras salimos a correr pasadas las doce de la mañana, muy tarde cuando se trata de una tirada muy larga. Suelo tratar de evitar el asfalto como la peste, pero con tanto charco no queda otro remedio que ir por algún tramo asfaltado si no quiere uno desquiciarse con tanto charco y tanto barro, así que decidimos hacer un recorrido mixto de tierra: un tramo por el Parque Lineal y otro por Madrid Río.

Estaba lloviendo cuando íbamos por el Parque Lineal y estaba de charcos como nunca lo había visto. De hecho, el entrenamiento parecía que se trataba de evitar charcos en vez de correr. Por Madrid Río la cosa era más sencilla porque era más fácil evitar los charcos y además no había mucha gente a causa de la lluvia.

De nuevo probé a utilizar el turrón de guirlache como combustible y no sé si funcionará, pero está un rato bueno. Por lo menos el entrenamiento largo es una buena excusa para comer dulces 😉 porque se hace un poco aburrido tanto kilómetro. Curiosamente, mi compañera pasó bastante sed, por lo que paramos en tres fuentes para hidratarnos. Resulta paradójico que haya que beber cuando está lloviendo, pero una cosa no quita la otra y siempre hay que tener en mente beber, que la deshidratación es uno de los enemigos más poderoso del corredor.

Entre el barro, los charcos y el asfalto en total han sido 27 km en un tiempo de 2:26:38 @ 5:26 min/km, rozando las dos horas y media que algunos entrenadores recomiendan no sobrepasar. Terminando además con buenas sensaciones y no muy cansados. La semana de entrenamientos de mi compañera ha sido para enmarcar. La veo francamente bien para la maratón. No puedo decir lo mismo de mí.

Como el viernes hice un entrenamiento duro, no era cuestión de pesarse el sábado, que es el día habitual para hacerlo, así que me subí hoy a la báscula. Marcaba 69,6 kg por lo que he conseguido llegar a un peso más razonable. A ver si sigo esta progresión y llego a la maratón con 67 o por ahí.

¡Tenían que haber sido dieciocho!

Ayer no pude salir, por lo que he salido hoy. Tenía que ir al polideportivo del Valle de las Cañas de Pozuelo así que había planeado una ruta que salía de casa y me llevaba a dicho sitio. El camino directo eran menos de los 18 km que tocaba hacer hoy, así que la ruta planeada daba una pequeña vuelta por la Casa de Campo.

Salí de casa poco antes de las cinco para que no se me hiciese de noche, con la digestión todavía sin hacer y eso provocó que fuese durante un montón de kilómetros incómodo con la tripa. Sobre la marcha, decidí cambiar la ruta que cuidadosamente había planeado, con la idea de hacer más kilómetros por la Casa de Campo y de esta forma pisar menos asfalto y más tierra; sin embargo, la modificación que se me ocurrió en el último momento provocó que hiciera muuuuuchos más kilómetros de los que tenía planeados, de los 18 km kilómetros que debería de haber hecho hasta los 24 km que al final hice.

Pero el mayor problema no fueron los kilómetros de más, lo peor fue lo de la digestión, que me estuvo dando guerra la mayor parte del entreno. A eso se añadió la lluvia, que aunque muy fina no cesó en todo el tiempo, el barro que había en algunas zonas de la CdC y que se hizo de noche en el tramo que menos conocía: la salida de la CdC hasta el polideportivo del Valle de las Cañas. Todo junto provocó que sufriera de lo lindo en las dos horas que estuve desgastando zapatilla.

Fue uno de esos entrenos asquerosos que estás deseando acabar casi desde el comienzo, pero que en este caso no quedaba más remedio que terminar porque me esperaban en el final. De todas formas, de cara a la maratón, no viene mal este tipo de recorridos duros porque enseñan a la mente a sufrir cuando la cosa se pone fea, que no es una situación rara en los cuarenta y dos kilómetros.

Cuando llegué a casa, me subí a la báscula por curiosidad y marcaba 68,1 kg que son ¡dos kilos menos que el sábado pasado! Sin duda, el entreno había dejado huella en mi cuerpo.

Lo dicho, el entreno ha consistido en 24 km que he realizado en un tiempo de 2:08:59 @ 5:22 min/km.

Hoy hace nada menos que 28 años que falleció mi padre. Sigue presente en mi memoria.

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Febrero del 58 en un vehículo de última generación

Cambiando de tema

Con la entrada del año 2014 he decidido cambiar, una vez más, el tema del blog. Ahora utilizo uno que se llama Twenty Twelve. Me parece muy simple y funcional. Creo que en su simpleza está su belleza. Espero que les guste también a los lectores. Ya de paso he aprovechado para poner un banner del estanque del parque de Pradolongo, muy bucólico.

Mirando hacia atrás, dando un repaso a los temas utilizados, recuerdo que empecé con uno muy simple llamado Kubrick, luego pasé a Misty Lake y de ahí al que acabo de sustituir, que no es otro que Retro-fitted.


Después del incidente con el perro salí junto con Miguel a hacer unos kilometrillos esperando que diesen las siete de la tarde y llegasen los demás pradolongueros. Luego nos pusimos todos juntos a trotar. En mi caso, sin muchas ganas de acelerar el paso, que ya llevaba el corazón acelerado por lo pasado.

La zona que quedó a oscuras hace unas semanas sigue igual, por supuesto, así que hacemos un pequeño apaño para ir por donde hay luz. Esto obliga a pasar por hacer algunos recorridos de ida y vuelta, no es que eso sea muy grave, sólo algo más monótono.

Llevaba prisa por terminar, así que sólo hice 7 km en un tiempo de 41:23 a un impresionante ritmo de 5:55 min/km. Una verdadera jornada de recuperación.

¿Y por qué llevaba prisa por terminar? La foto tiene la respuesta.

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¿Son compatibles los perros y los corredores?

En mi larga experiencia como corredor he presenciado multitud de incidentes donde se han visto implicados perros y corredores, debido principalmente al hecho de que el perro está suelto y se abalanza contra el corredor. Hace unos años relataba uno de los que fui testigo, pero esta tarde he vivido en primera persona una experiencia lamentable con un perro.

Hoy salí un cuarto de hora antes de la hora de encuentro porque tenía cosas que hacer después y no tenía mucho tiempo. Nada más empezar mi entrenamiento por el parque de Pradolongo un perro se abalanzó sobre mí. Hábilmente lo esquivé y seguí corriendo, pero el perro me perseguía pegado a mis talones. Paré en seco y le grité: ¡Estate quieto chucho!

En ese momento un individuo que estaba sentado en un banco, que parece ser era el novio de la dueña del perro, se acercó a mí voceando: ¡te voy a arrancar la cabeza, gilipollas!

Lo normal hubiera sido seguir corriendo e ignorar sus amenazas, pero por algún extraño motivo me detuve a tratar de entender qué extrañas razones le motivaban a insultarme y amenazarme de ese modo.

El individuo se encaró conmigo y me repitió una vez más que me iba a arrancar la cabeza porque le había faltado el respeto a su novia. En un principio entendí que la novia era la dueña del perro, pero quizás no era así.

En ese momento llegó Miguel, uno de los compañeros pradolongueros habituales, y ya empezó una discusión a varias bandas. Yo insistía que el perro debería ir atado y el bando contrario opinaba que el que debería ir atado era yo o quedarme en casita, que me había puesto muy exaltado porque un cachorrito me perseguía.

Resulta complicado distinguir si el perro que te persigue es un cachorro o tiene varios años de edad, sobre todo porque está detrás de ti y la iluminación del parque de Pradolongo deja mucho que desear como así lo he expresado montones de veces en este blog y poniendo quejas al ayuntamiento. Lo que sí puedo decir es que el perro no era precisamente pequeño de tamaño, que tenía al menos medio metro de altura.

Me comentó, una vez más, que me iba a arrancar la cabeza y que no lo hacía porque tenía antecedentes. Yo dije que le iba a denunciar por llevar el perro suelto (ahora me doy cuenta que quizás debería denunciarle también por amenazas).

Quizás esa obsesión por desprender la cabeza de mi cuerpo era debida al estado en el que se encontraba porque ya antes del incidente pude notar el olor característico que desprenden los porros. En plena discusión pude ver que el olor era debido al canuto que llevaba entre los dedos. Le hice ver que estando drogado era difícil hablar con objetividad a lo que me respondió que él era más hombre estando fumado con veinte años que yo con mis cuarenta. Aquí me descuadró un poco porque no entendí la relación de una cosa con la otra.

La discusión acabó con la novia diciéndome de muy malas maneras: ¡qué te pires, qué te pires! A lo que contesté que me iría cuando quisiese no cuando ella lo dijese. Miguel me insistió que nos fuéramos porque tampoco íbamos a conseguir nada estando ahí parados. Así que al final me puse a correr con el corazón desbocado como si hubiese corrido un mil quinientos a muerte.

Cuento todo esto para desahogarme, porque lo importante no es lo que me haya pasado, sino la situación que ya se está convirtiendo en habitual. En el parque de Pradolongo y en el Parque Sur (e imagino que en multitud de parques) resulta lo más normal del mundo ver perros sueltos correteando como si tal cosa mientras que los dueños de los perros departen sobre sus temas. Como los perros están sueltos es normal que se crucen en tu camino, pudiendo provocar como mínimo una caída o algo peor.

¿Tienen los perros más derechos que los corredores a compartir un espacio público?

¿Es muy complicado llevar al animal de la correa? Hay que tener en cuenta que la normativa del ayuntamiento de Madrid dice explícitamente: En espacios públicos y privados de uso común los animales deben circular acompañados y conducidos mediante cadena o cordón resistente que permita su control.

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Imágenes como esta se ven todos los días por Pradolongo y calles adyacentes

¿Llegará un momento en el que los corredores y los perros puedan compartir un espacio común sin que el corredor se vea amenazado por el perro o por el dueño del can?

Lo veo complicado.

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Sigo prefiriendo a estas adorables criaturas

Turrón de guirlache como combustible

Hoy tocaba tirada larga de 25 km y se me ha ocurrido llevarme un trozo de turrón de guirlache para comerlo a mitad de recorrido y reponer algo de fuerzas. No sé si ha funcionado porque he llegado a casa bastante cansado, ¿pero si no lo hubiese tomado? Lo cierto es que es un buen método para acabar con el excedente de turrón.

Si ayer hacía una temperatura bastante agradable para correr, hoy era algo más fría y además había mucha niebla. No sé si por el 100% de humedad, el caso es que iba absolutamente empapado, que sumado al fresco, me provocaba una situación desagradable.

Sobre el kilómetro tres nos encontramos con Francisco que tuvo la gentileza de acompañarnos siete kilómetros, que se nos pasaron casi sin darnos cuenta con su amena charla. A partir de ese kilómetro diez me quedé únicamente con mi compañera habitual de fatigas y continuamos nuestra marcha por la Casa de Campo con la idea de darnos la vuelta en el kilómetro trece y volvernos por donde habíamos venido, aunque con una pequeña variante para ahorrarnos la subida que hay desde el río hasta el parque de Pradolongo.

En ese kilómetro trece, poco más allá de la Escuela de Cantería paramos para alimentarnos. Ampolla de glucosa y un trozo de turrón de guirlache para mi compañera y para mí únicamente el trozo de turrón. Rápidamente nos pusimos en marcha para hacer el camino de vuelta. El GPS iba dando pitidos de vez en cuando anunciando que quedaba poca batería y así fue, justo en la media maratón la batería dijo adiós y la pantalla del 405 se quedó en blanco.

Poco después abandonamos Madrid Río para internarnos en la calle Antonio López buscando el parque de Pradolongo. Antes de llegar al parque, pasando por la estación de Cercanía del 12 de octubre noté un sensación de flojedad notable, pensaba que no llegaba a casa. Menos mal que me recuperé minutos después y llegué a la meta bastante cansado pero entero.

Con los 21,1 km que marcaba el GPS y los 3,3 km que he calculado con openrunner.com completamos un total de 24,4 km, un poco menos de lo planeado, pero que está bastante bien. Calculo que hicimos el recorrido a una media de 5:30 min/km aproximadamente, por lo que estuvimos dándole a la zapatilla prácticamente dos horas y cuarto. Son en estos rodajes tan largos cuando te planteas si merece la pena preparar una maratón; sin embargo, cuando corres la carrera te das cuenta que estos rodajes largos son imprescindibles.

Esta semana acabamos con algo más de 61 km, lo cual no está nada mal. Hay que tener en cuenta que la maratón se acerca inexorablemente.

Me quité el kilito

El 28 de diciembre la báscula marcaba 71,3 kg, no sé si se trataba de una broma o qué. Hoy he conseguido bajar a 70,2 kg que es un kilo menos. La cosa marcha, ahora sólo falta quitarme tres más para estar en el peso con el que me encuentro más confortable.

Hoy he salido con mi amiga que le tocaba hacer 17 km a un ritmo llevadero. Una vuelta a Pradolongo y luego hemos bajado al Parque Lineal para hacer el resto de la tirada. En el Parque Lineal se veía marcados en el suelo los hitos kilométricos del Trofeo Paris que se celebra mañana. Es una carrera que me gusta mucho, pero este año me la pierdo porque mañana toca tirada laaaarga.

La temperatura era muy agradable sobre el mediodía así que sobraba con una camiseta. Así de «frescos» fuimos rodando más o menos a un ritmo cercano a los 5:20 min/km que es el ritmo que deberíamos llevar en la maratón si queremos hacer 3h45.

A la vuelta, aceleré un poco desde la salida del Parque Lineal hasta casa, mientras mi acompañante trataba de alcanzarme. Al final no lo consiguió, pero tampoco estuvo lejos.

Acabamos los 17 km en un tiempo de 1:30:14 @ 5:18 min/km, con bastantes buenas sensaciones.

Marcando el ritmo

La chica con la que suelo entrenar los fines de semana acostumbra a entrenar por las mañanas en días laborables; sin embargo, esta semana ha bajado tanto el martes como hoy por la tarde. La tocaba hacer cinco kilómetros a ritmo umbral, que según Daniels es 4:51 min/km para ella.

Para hacer este tipo de entrenamiento, se utiliza la primera vuelta para poner los músculos a tono y la segunda vuelta para marchar al ritmo objetivo, teniendo la precaución de hacer esa primera vuelta no demasiado despacio porque luego cuesta trabajo coger el ritmo que debe llevarse.

Y el entrenamiento le ha salido bordado. Una primera vuelta en 27:05 @ 5:25 y una segunda vuelta llevando el ritmo casi a la perfección: 4:52, 4:54, 4:47, 4:52 y 4:46. Muy bien.

Yo llevaba el GPS, por lo que iba marcando el ritmo, pero siempre por detrás, respirándola en el cogote. Parece que eso le gusta más que ir en paralelo.

Hay un parte del parque de Pradolongo totalmente a oscuras, por lo que hemos ido improvisando el recorrido sobre la marcha. De esta forma, haciendo alguna que otra cirigoncia hemos completado los 10 km en 51:16 @ 5:08 min/km.

Para terminar, decir que hoy, al igual que el pasado martes, hacía una temperatura buenísima para correr, aunque de todos modos he acabado con las manos congeladas.

Estrenando el regalo de los RRMM

Sus majestades me han regalado unas bonitas mallas largas del Decartón, así que he salido hoy a probarlas, aunque hacía un día inmejorable. De hecho, podía haber salido con pantalón corto sin ningún problema, pero ¡no me iba a quedar sin probarlas!

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Mi regalo de Reyes

No sé si la gente iba con pocas ganas o se quedaron anonadados por mis nuevas mallas, pero la primera vuelta la hicimos lentísima, sólo hay que decir que en esos cinco primeros kilómetros tardamos 28:53; sin embargo, apreté algo más en la segunda vuelta y conseguí acabar los segundos cinco kilómetros en 24:13. Tampoco un ritmo exagerado, pero sí un ritmo en el que fui muy, muy a gusto.

Entre una vuelta y otra completé 10 km en 53:06 @ 5:19 min/km.