Mi primera participación en la San Silvestre de Vicálvaro fue en 2005. Desde entonces he participado en todas y cada una de las ediciones excepto en la de 2014 me quedé sin dorsal. Por lo tanto, esta de 2017 suponía mi duodécima participación en esta carrera.
El principal motivo por el que comencé a correr esta prueba era que no estaba masificada como su prima hermana la de Vallecas; sin embargo, han ido pasando los años y con el boom del atletismo también ha ido aumentando el número de corredores que participan en la sansil de Vicálvaro.
Este año había un cupo de mi quinientos corredores, cupo que se ha cubierto en pocos días. Desde mi punto de vista, son muchos corredores para esta carrera, pero es sólo una opinión y además cada organización puede hacer lo que le venga en gana. Pero es muy probable que ésta haya sido mi última participación en esta carrera.
Y después de esta lastimera introducción, paso a relatar lo acontecido en el último día del año.
Habíamos quedado a las 10:00 en el punto de encuentro. Esta vez, sin que sirva de precedente, estábamos unos minutos antes de esa hora, aunque Emilio, que se había ofrecido a llevarnos ya llevaba allí su tiempo, pero llegar antes que Emilio es tarea imposible.
A las 10:30 estábamos en el polideportivo dispuestos a recoger el dorsal. A esas horas ya había bastante gente haciéndolo y en la zona habilitada había un curioso atasco. Imagino que el hecho de estar en obras y la numerosa participación habrán provocado que ya hubiese atasco incluso siendo pronto.
Recogimos el dorsal y fuimos hacia los vestuarios, que eran unas casetas prefabricadas. Nos cambiamos, dejamos la mochila en el guardarropa y nos enteramos que en el servicio de las chicas había tres váteres dos de los cuales estaban atascados y el tercero clausurado. Mal asunto para las féminas.
Me dio gran alegría encontrarme con Carlos, que últimamente sólo le veo en esta carrera, es lo que tiene que viva tan lejos. Nos estuvimos saludando y no tuvo inconveniente en ponerse con nosotros para hacernos la foto de rigor antes del comienzo de la carrera.
Con los compañeros del Club de Atletismo Zofío y algún «añadido»
Estuvimos calentando por la calle del Polideportivo arriba y abajo, abajo y arriba esperando que se acercara la hora para ponernos en la línea de salida. Cuando faltaban algunos minutos para las 11:45 dijeron por megafonía que se retrasaba el comienzo debido a que todavía había gente retirando el dorsal 🙁
En todos estos años la salida siempre había sido por esta calle del Polideportivo hacia arriba, pero este año lo habían cambiado y la salida era cuesta abajo, así que se iba a salir rápido y había que estar preparado para ello. Comentamos mientras estábamos esperando que era muy raro que no hubiese alfombra de salida.
Con diez minutos de retraso dieron la salida y el pelotón se lanzó calle abajo a todo lo que daban de sí las piernas… Al menos yo y a los que veía por delante. Son 750 metros de bajada por esa calle, luego se gira a la derecha y al poco comienza la subida por la calle Villablanca. Nada más embocar en esta calle está el primer kilómetro que pasé en 3:50 gracias a la velocidad adquirida en la cuesta abajo.
El segundo kilómetro es todo cuesta arriba por la calle Villablanca. En anteriores ediciones se sube por aquí casi al final de la carrera y se hace duro. Podría pensarse que al ser el comienzo la cosa es más llevadera, pero también se nota en las piernas que el terreno es ascendente y que además hacía un aire en contra horroroso. Ahí ya me fui a 4:15 y vi que el objetivo de andar a cuatro o un poco por debajo era prácticamente imposible. La animación que había en esta calle quizás fue lo mejor de la carrera.
El tercer kilómetro coincide con un tramo que siempre se ha hecho en esta carrera y es quizás lo más llano. Tampoco pude acercarme al objetivo de los cuatro pelados. También aquí se notaba bastante el aire en contra, que además era bastante frío.
Sí me acerqué más a los cuatro minutos en el cuarto kilómetro porque la carrera por la zona de Valdebernardo baja por el bulevar Indalecio Prieto. En ese tramo favorable me fui a 4:04 y eso me animó a tratar de conseguir el objetivo de llegar en 32 minutos, aunque sabía que iba a ser difícil.
El bulevar que habíamos bajado ahora había que subirlo y, por lo tanto, el tiempo se me fue un poquito, aunque sólo ocho segundos más que el anterior kilómetro. Llevaba desde el kilómetro uno corriendo codo con codo con un chaval de Running Pinto. Unas veces me adelantaba él, otras veces le adelantaba yo, pero a partir de este quinto kilómetro empezó a irse poco a poco y traté de que no se me fuese de la vista para utilizarlo de referencia.
El sexto kilómetro por el Camino Viejo de Vicálvaro es más o menos llano, con tendencia favorable. Ahí volví a acercarme a cuatro. El siguiente kilómetro por la calle San Cipriano, hasta la calle Minerva también es favorable y además hay bastante público que anima bastante. Conseguí repetir el mismo tiempo que en el anterior, hice 4:04. Ya sólo faltaba lo más complicado que era subir el primer kilómetro que habíamos bajado.
Para comprobar si uno va bien o va mal sólo hay que ver si en la segunda mitad vas adelantando gente o te van adelantando a ti. A mí me iban adelantado, así que la cosa estaba clara. Bien es cierto que los que me pasaron se podían contar con los dedos de una mano y sobraba alguno; sin embargo, en el último kilómetro, cuesta arriba y de nuevo con aire en contra me iba costando lo suyo y de repente me adelantó un grupo de cuatro. Y no me vino mal porque traté de seguir el ritmo de uno de ellos porque el grupo se deshizo un poco después. Curiosamente me vino bien que me adelantaran porque eso hizo que aumentara un poco el ritmo.
En mi GPS el kilómetro ocho estaba justo en la entrada del polideportivo. Hice ese kilómetro en 4:17, el más lento de todos, pero hay que darlo por bueno porque era un kilómetro duro por la cuesta arriba y el aire en contra y con las piernas ya muy cansadas.
Había visto el recorrido en la web y se entraba directamente a meta, sin tener que dar casi una vuelta a la pista como en alguna edición, pero al entrar en el poli me asusté un tanto porque se giraba a la derecha y daba la sensación de que se iba a dar la vuelta a la pista. Pero no fue así porque prácticamente se hace un zigzag y se toma la pista en sentido horario, recorriendo no más de cien metros por la pista hasta llegar a la línea de meta. Paré mi cronómetro después de pasar los dos carriles que protegen las antenas para la toma de tiempos y marcaba 33:21. Teniendo en cuenta que salí muy delante, no sé de donde se saca la organización 33:47. De hecho todo el mundo con el que hablé estaba disconforme con su tiempo oficial. Por otro lado, parece que la distancia sí eran 8 km bien medidos porque mi GPS marcó más, pero dentro del margen de error.
Decir que la pista de atletismo estaba recién arreglada y daba gusto correr por ella. No hubiera estado mal haber hecho algún metro más por la pista aunque cuando entré en el polideportivo lo que más deseaba era llegar a meta recorriendo los menos metros posibles.
Después de pasar la línea de meta nos dieron una botella de agua y una manzana y me fui rápidamente al vestuario porque hacía un viento fuerte y frío que era garantía de un buen constipado si te quedabas mucho tiempo a la intemperie. Saludé a mi tocayo Miguel Angel, al que hacía tiempo no veía y que me confesó que ahora monta más en bici que corre, ya que aprovecha el buen tiempo que está haciendo. Cuando estaba hablando con este hombre llegó Joaquín, al que saqué algunos segundos. Comentó también que se le había hecho dura la carrera, cosa en la que todos estábamos de acuerdo.
Lo dicho, fuimos rápidamente al vestuario a cambiarnos y si fuera hacía un frío de impresión, dentro era una especie de sauna finlandesa. Empecé a sudar de una manera bárbara, cosa que empezó a preocuparme porque me acordaba de una historia que me contó Joaquín cuando acabó la maratón del milenio y que casi se le da un pasmo de tanto sudar. Así que me cambié y salí fuera a ver si de ese modo dejaba de sudar.
Estando fuera vi que había una cola de impresión para entrar en el vestuario y coger la bola del guardarropa. Pensé que más de uno iba a acabar con pulmonía esperando allí. Fue cuando me di cuenta que sin lugar a dudas se les había ido de las manos a la organización.
Estuvimos esperando a que saliera la única fémina que había venido con nosotros y tardó un poco en salir. Así que después de casi morir de calor en la sauna casi me congelo en la espera. Un auténtico choque de frío-calor, que es una de las pruebas de fiabilidad a los que se someten determinados dispositivos para acelerar su envejecimiento.