Llevaba bastante tiempo, concretamente desde el 4 de abril del pasado año, sin entrenar por encima de la barrera de las dos horas. Hoy ha sido el día y estaba algo temeroso ya que no estoy haciendo muchos kilómetros. Según el planning que hice el otro día hoy tocaba hacer 25 kilómetros. Así que manos a la obra.
De nuevo con la bolsita de gominolas a la cintura -hoy llevaba una docena de chuches- he salido algo fresco ya que lucía el sol con todo su esplendor; sin embargo, luego se ha nublado todo bastante y hacía frío. Pero bueno, más abrigado hubiese tenido demasiado calor.
Tenía la idea de bajar al circuito del Parque Lineal y dar dos vueltas junto al río; no obstante, al llegar a la zona donde acaba este circuito he salido «fuera del redil» y me lanzado por el Camino del Malecón, he cruzado la vía del AVE y he continuado por el Camino de Aceiteros. En un principio ese terreno no estaba demasiado mal, pero conforme iba avanzando la cosa iba poniéndose cada vez más fea por el barro. Más allá de la M-50 la cosa estaba excesivamente embarrada y con unos charcos que ocupan todo lo ancho del camino y me he dado la vuelta después de ponerme bien de barro. Lo que más me ha llamado la atención de este circuito es que me he visto como media docena de corredores, cuando el año pasado sólo veía gente en bici, pero nadie corriendo.
Poco después del kilómetro doce, vuelta a casa y comienza la ingesta de gominolas para recuperar algo de energía. En esos momentos he echado de menos algo de agua, por lo que he empezado a comerme la cabeza con el líquido elemento y sólo pensaba en llegar a la fuente más cercana que estaba como a cinco kilómetros de allí.
Una vez cruzada la vía del AVE a la vuelta, he tenido que parar a quitarme el barro de las zapatillas, que pesaban un quintal y el barro que se había metido dentro. Un pequeño descanso que no me ha venido mal, todo hay que decirlo. Luego otra paradita en la fuente. Por aquel entonces ya iba un poco hasta las narices de tanto correr, pero todavía quedaban unos siete kilómetros.
En el kilómetro 23, ya en el parque de Pradolongo, iba tocando el cronómetro y lo he parado sin querer, por lo que he estado un tiempo corriendo con ello parado y no ha totalizado los 25 km que supuestamente he hecho. Como últimamente acostumbro, he salido del parque por la calle Parque de la Paloma, que es una bonita cuesta. Debía ir ya muy castigado porque un viejecillo me decía que subiera con más alegría, pero para pocas alegrías estaba yo.
El cronómetro ha registrado sólo 23,7 km en un tiempo de 2:03:12 a un ritmo de 5:11, por lo que habré estado corriendo aproximadamente dos horas y diez minutos, que no está nada mal.
He acabado cansado, pero no estoy mal en estos momentos después de comer y una buena siesta eso que he recorrido entre hoy y ayer casi una maratón: 40 kilómetros. A los que sumados los 24 de martes y jueves, suman la nada despreciable -para mí- cantidad de 64 km esta semana. En otros años preparando Mapoma esta cantidad de kilómetros era el máximo pico de kilometraje que alcanzaba.
Hoy mi padre hubiese cumplido 74 años; sin embargo, hace ya 25 años que no está entre nosotros. No te olvido.