III Carrera Mercamadrid

Sí, lo reconozco, me apunté a la Carrera Mercamadrid por pura ansia, porque el año pasado los compañeros pradolongueros que se apuntaron vinieron muy contentos porque la organización había sido muy generosa y vinieron con fruta como para parar un tren. Así que este año pensé ¿y si me apunto y por un poco más de diez euros tengo fruta para toda la semana? Me llevé un buen chasco.

Habíamos quedado a las 8:30 y sin que sirva de precedente estábamos puntuales como clavos. Estuvimos dudando si llevar una furgoneta, para cargar el material que pensábamos traer o si llevar un coche. Al final nos decidimos por el coche porque aunque hubiésemos tenido la oportunidad de traernos fruta, tampoco íbamos a vaciar Mercamadrid.

Mercamadrid está cerca de Pradolongo, por lo que un cuarto de hora más tarde estaba Emilio aparcando allí. Lo primero que noté es que hacía un frío del carajo porque había bastante viento y venía frío. Y yo no había llevado nada de abrigo, sólo una camiseta de manga corta y un pantalón también corto. Tremendo fallo.

Nos acercamos al sitio donde estaba instalada la meta, donde iban a dar las bolsas a los que entraran por la meta y estuvimos saludando a los pradolongueros que estaban por allí que se habían ofrecido como voluntarios. Todos estaban ataviados con sus chalecos y tenían todo prácticamente preparado y eso que quedaba más de una hora para el comienzo. Unos chicos realmente eficientes.

Nos hicimos una bonita foto los que íbamos a correr y los que iban a currar. Se ven un montón de gente en la foto, pero aún había alguno más.


Pradolongueros por doquier

Yo buscaba el chocolate con roscón, pero no lo encontré así que nos metimos dentro de una de las naves, donde estaban los servicios porque hacía frío de verdad. Sin lugar a dudas el día que más frío he pasado en estos últimos meses. Aproveché para soltar lastre y me llevé una sorpresa porque el retrete era una taza turca, algo que llevaba tiempo sin ver.

Este tipo de retretes resulta muy útil para evitar que la gente se ponga a tontear con el móvil mientras defeca. Recuerdo que mi padre me contaba que cuando trabajaba en una sucursal bancaria al hacer o reformar los baños pusieron taza turca para que los empleados no perdieran el tiempo leyendo el periódico. Ahora lo mismo, pero con el móvil. Aparte de que el tema sea más rápido, parece mucho más higiénico porque no tienes que tocar nada que a saber qué puede tener.

Faltando algo menos de media hora para el comienzo de la carrera abandonamos nuestro confortable escondrijo y fuimos al coche a dejar la ropa y ponernos la de correr. No había más remedio que calentar porque seguía haciendo frío y aprovechando que en el aparcamiento daba el sol estuvimos trotando yendo y viniendo.

Nos pusimos en el pelotón de salida y me sorprendió encontrarme rodeado de tanta gente. En las últimas carreras que he participado éramos cuatro monos y hoy había gente para aburrir. Dicen que había dos mil inscritos.

Tenía pensado salir con Joaquín y con Ninfa y ésta me dijo que iba a rodar, que había mucha competencia y que iba a ser complicado rascar bola. Claro, que para lo que esta chica es rodar para mí es ir a toda pastilla.

Dieron la salida y partimos los tres juntos, aunque me vi en cabeza del trío al poco tiempo. No tenía reloj, por lo que no sabía el ritmo al que iba, pero miraba hacia atrás y veía a mis otros dos compañeros y trataba de marchar a su ritmo. Pensaba que estando peor que ellos, no iba a ir por delante. Sobre el kilómetro tres se pusieron a mi altura y ya fuimos codo con codo casi todo el camino.

Con el aire que hacía era de agradecer meterse dentro de las naves porque allí el viento no se notaba. Algunas naves las atravesábamos a lo largo, otras a lo ancho, pero casi todo el recorrido era por fuera de las naves, al aire libre. De todos modos, aunque hacía aire, tampoco era como lo que nos encontramos en la última media de Villarrobledo.

A mitad de carrera Ninfa se puso a acelerar y me costaba seguir su ritmo. Pasé kilómetro y pico en los que iba sufriendo para aguantar la marcha de mis compañeros. Luego me recuperé un poco, pero cuando llegó la bajada más pronunciada se fue Joaquín con esa zancada grácil que exhibe en todas las bajadas. Nos sacó cuatro o cinco metros y nos costó ponernos a su altura. Lo conseguimos cuando empezamos a subir lo bajado, sobre el kilómetro ocho. Fue poco antes de esa cuesta cuando vimos que había tres o cuatro chicas delante nuestro. Animé a Ninfa para ver si podíamos hacernos con ellas.

¡Y vaya si se animó porque una tras otra fueron cayendo! En el tramo ascendente, que llegaba hasta pasado el kilómetro nueve una tras otra tuvieron que rendirse al ritmo que impuso Ninfa. Sólo se libró una chica que hubiese caído también si la carrera hubiese sido un pelín más larga. Cuando faltaban quinientos o seiscientos metros, ya en bajada, me quedé unos metros de mis acompañantes y sufrí de lo lindo para que no se fuesen más lejos; estaba ahí mismo, pero en la glorieta donde se gira a la derecha para afrontar ya los últimos metros saltó un niño que debía ser hijo del corredor barbudo de Garabitas y se puso a correr con su padre o quien fuese. Eso me obligó a bajar el ritmo para no llevármelo por delante y entre unas cosas y otras llegué cuatro segundos más tarde que mis compañeros. Al pasar la meta vi que el reloj marcaba cuarenta y tres minutos y treinta y tantos segundos. Según la clasificación oficial llegué a meta marcando un tiempo de 43:39 siendo 43:22 el tiempo neto. Me doy por satisfecho ya que hice el tiempo que había pensado podía llegar a hacer.


En el último kilómetro, luciendo los colores del Club Atletismo Zofío, foto cortesía de forofosdelrunning.com

Estuvimos esperando que llegaran los compañeros y cuando estuvimos todos fuimos al coche a cambiarnos y ponernos algo de abrigo. Decían que a las once y media se podía pasar donde nos iban a dar fruta y hamburguesas y no sé cuantas cosas más. Cogí la mochila y fuimos para allá, pero vimos que las cosas habían cambiado con respecto al año pasado y había que hacer cola para todo, algunas colas más largas que otras. Por ejemplo, me dieron tres kakis con sólo cuatro o cinco por delante; sin embargo, para recibir cinco mandarinas tuve que guardar bastante cola y para comer paella había que pagar 1 € lo cual no nos hizo mucha gracia porque no se nos había ocurrido llevar dinero 🙁 Para tomar una cerveza la cola era también tremebunda, así que nos fuimos con el rabo entre las piernas, jurando y perjurando que era la última vez que nos veían por ahí.

¿Quiere decir esto que la carrera no merece la pena? No, la carrera es curiosa, bien organizada y la bolsa del corredor generosa, pero sí es cierto que en las dos primeras ediciones pusieron el listón muy alto en atenciones al corredor y este año ha sido más normal. Pero sólo por conocer Mercamadrid merece la pena ir.

XI Carrera popular villa de Torrijos

Undécima edición y décima participación en esta bonita carrera en la localidad toledana de Torrijos. Una lástima que me perdiera la edición de 2013 porque hubiese hecho pleno. Pero bueno, me doy por satisfecho.

Es una carrera que me gusta mucho para ir a tope y calcular con el tiempo realizado los ritmos de entrenamiento para el otoño, pero esta vez ha sido diferente porque me lesioné dos semanas antes y he estado parado una semana y cuando he empezado de nuevo lo he hecho con mucha calma para no recaer.

Me acerqué con una amiga a participar en la carrera y estando calentando noté que el gemelo no estaba como debería de estar así que pensé en salir despacio y si veía que iba bien trataría de ir a su par y si la cosa se complicaba abandonaría la carrera.

Llegamos a la plaza, retiramos el dorsal y estuve buscando los urinarios que siempre habían estado situados debajo de unos soportales. Siempre he dicho que esta carrera es la de mayor ratio de urinarios por corredor, por lo que me extrañó que no hubiese. Pregunté y me dijeron que estaban al otro lado de la plaza. Fui hasta allí y vi dos casetas prefabricadas, una para chicos y otra para chicos. Entré en la de chicos y vi siete urinarios y dos váteres con puerta. Un despliegue extraordinario para una carrera de unos quinientos corredores.

Estuve estirando y casi dieron la salida mientras hacía los estiramientos, afortunadamente me dio tiempo. Me puse en la línea de salida bastante atrás y salí tranquilo. Fui poco a poco aumentando la velocidad para no perder de vista a mi amiga y como el gemelo no se quejaba pronto estuve a su lado.


Por la calle Molinos, foto cortesía de Juan Hiniesto

Creo que no lo había dicho, pero hacía bastante calor. No sé la temperatura que haría, pero el calor se hacía notar y había que ir bebiendo cada dos por tres, aunque la compañera con la que iba no es de mucho beber; sin embargo en la segunda vuelta me pidió que echara agua sobre su cabeza. Eché agua y algo cayó sobre sus hombros que se mojaron y se llenaron de gotitas de agua. Pues bien, esas gotitas desaparecieron como por arte de birlibirloque en cuestión de segundos. Debía tener los hombros como planchas.

Llegamos a la meta con un tiempo oficial de 49:37 que sirvió a mi compañera para auparse a lo más alto del cajón en su categoría. No sólo ganó un trofeo sino que se llevó a su casa un rico jamón que ya podría repartir entre los compañeros del Club Atletismo Zofío y demás fauna pradolonguera.


En lo más alto del cajón, foto cortesía del Ayuntamiento de Torrijos

VII Carrera nocturna San Miguel

Cuando corrí la primera edición de esta carrera en 2012 pensé que correría todas y cada una de las ediciones, ya que esta carrera resulta muy emotiva para mí; sin embargo, después de esa primera edición por unas causas u otras no pude volver a correr hasta el año pasado y este año afortunadamente he vuelto a poder hacerlo.

Me acerqué con una amiga hasta esta localidad toledana y aparqué el coche junto al convento, sitio donde pasé cuatro cursos de mi vida, de quinto a octavo. Fue aparcar y me volvieron los recuerdos a borbotones.

Recordaba cuando llegué el primer día y mis padres me dejaron en la puerta del convento, era septiembre de 1976 y ya ha llovido desde entonces, ¡nada menos que 42 años! Tengo sobre todo buenos recuerdos porque los malos se olvidan, aunque debo decir que acabé algo quemado de esos cuatro años y cuando por fin acabé octavo pensé que ese sitio era un lugar horroroso y que no volvería por allí ni loco. Y es cierto que no he vuelto al convento, pero ahora lo recuerdo con cariño. Aún me acuerdo de algunos curas que estaban allí cuando estudié, como el P. Julio que fue tutor de los internos, el P. Benjamín, que también fue tutor de los internos en mi último año, el P. Marcos, el P. Máximo, el P. Pedro, el P. Luis, el P. Luis Cerrato, el P. Ángel Zaratiegui y Fray Amancio. Seguramente había más, pero mi memoria no da para tanto. También recuerdo a algunos profesores que no eran curas, como Carlos Catalán, nuestro profesor de quinto, Pedro Mena, profesor de Matemáticas o don Tarsicio, profesor de Gimnasia con el que estuve desde sexto de Básica ¡hasta tercero de Bachiller!


Con el convento a mi espalda

Iba pensando en eso y en muchas cosas que me venían a la cabeza mientras iba hacia la plaza a recoger el dorsal. Estaba ubicada la mesa donde repartían los dorsales en la entrada del Ayuntamiento y la entrega fue rápida. Después de la recogida salimos a la plaza donde pudimos contemplar la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz que lucía espléndida, mostrando las piedras de la fachada que han estado ocultas durante mucho tiempo y ahora han salido a la luz. La plaza Mayor también estaba bonita con la iglesia, el palacio de los condes de Montalbán, los soportales que sujetan las casas. Me encantó, ha ganado mucho en los últimos años.

Buscaba en la plaza a mi amigo Luis, pero no lo encontré, así que decidimos prepararnos, dejar la mochila en el guardarropa y calentar un poco. Fue un breve calentamiento donde examinamos las calles por donde discurre la carrera en su salida. Al volver a la plaza, faltando diez minutos encontré a Luis y con él estuvimos hablando hasta que faltaba un minuto para comenzar la prueba que nos fuimos hacia la salida.

Es una carrera dura por lo que salí guardando un poco. Vi que delante de mí iba una chica llamada Cristina, que debía ser de la Puebla de Montalbán porque era jaleada por multitud de gente en diversos puntos del recorrido y curiosamente íbamos a un ritmo parecido. Nos fuimos adelantando unas cuantas veces. Yo sacaba algo de ventaja en la subida y ella me adelantaba en la bajada. En la segunda vuelta, casi acabando la bajada, faltando más o menos un kilómetro me adelantó y fue en ese preciso instante cuando sentí un pinchazo en el gemelo o quizás en el sóleo de la pierna derecha. Estando a un kilómetro de la meta no lo iba a dejar, así que bajé el ritmo y sólo apreté cuando entrando en meta vi que dos tipos iban querían sobrepasarme en los últimos metros y eso no lo iba a permitir.

Pasada la línea de meta miré el crono y vi que marcaba 34:10, mejor tiempo que el año pasado. Entonces pensé que si el año pasado había sido cuarto con un tiempo peor a lo mejor este año…

Me quité el chip y fui por el circuito hacia atrás para buscar a la amiga que había venido conmigo hasta allí. Cuando la vi, la animé y al llegar a la meta descubrió que había sido la ganadora de su categoría. Tremenda esta chica.

Después de beber una botella de agua y comer un plátano me acerqué al puesto de cronometraje de Evedeport para ver mi clasificación y me decepcioné un tanto porque había llegado el séptimo de mi categoría. Otra vez será.

Con mi buen amigo Luis estuve de cháchara mientras se entregaban los trofeos. Luego seguimos parloteando pero ya sentados y con un botellín en la mano. Pasamos un rato muy agradable.

II Carrera nocturna solidaria de Gerindote

En esta localidad toledana se celebra una carrera solidaria en favor de la asociación Afanion en la que toda la recaudación de la carrera se destina a esta asociación que según ellos mismos se definen en su página web como:

AFANION es la Asociación de Familias de Niños con Cáncer de Castilla-La Mancha y se constituyó el 19 de diciembre de 1995 con el objetivo de mejorar la calidad de vida de este colectivo.

Es una ASOCIACIÓN SIN ÁNIMO DE LUCRO que nace de un grupo de padres que había atravesado la misma situación de tener un hijo afectado de cáncer.

Puestos a pagar el importe de una inscripción, mejor que vaya a una asociación que se dedique a estos temas solidarios.

Además de gente que iba a participar en la carrera, había otro grupo de personas, quizás más numeroso, que se había apuntado a una marcha, lógicamente también solidaria. También vendían objetos como bolis, pines, etc. para aumentar la recaudación.

A las ocho de la tarde empezaban las carreras de los más pequeños y a las nueve y media estaba prevista la carrera de los más mayores que constaba únicamente de dos categorías: seniors hasta los 39 años y veteranos desde los 40 en adelante.

Llegamos al pueblo cuando habían comenzado los pequeños, pero nos dio tiempo de sobra para cambiarnos, recoger el dorsal y calentar antes del comienzo de nuestra prueba. Había ido hasta allí con una amiga natural de esta localidad y los dos nos pusimos a calentar cuando quedaban veinte minutos para el comienzo, aunque calientes ya estábamos porque la temperatura a esas horas sobrepasaba los treinta grados, pero lo que nos llamó la atención es que trotamos únicamente kilómetro y medio y acabamos absolutamente empapados en sudor. Desde luego para correr era un día absolutamente inadecuado ya que hacía mucho calor y mucho bochorno.


Preparado para la carrera muy bien acompañado

No había corrido nada durante la semana ya que estuve de vacaciones. Y no sólo no corrí sino que me alimenté como un señor, ya que estando por el norte de España no puede uno andarse con contemplaciones. En Asturias le dimos fuerte al cachopo, que no eran cualquier cosa como se puede ver en la foto.


Cachopo de considerables dimensiones

Alguien podría pensar que es un ejemplar pequeño, pero comparando con las púas del tenedor puede hacerse una idea del tamaño del ejemplar.

El caso es que entre haber entrenado poco, haber comido mucho y el calor que hacía, no tenía muy claro hasta donde podía llegar, así que salí con cierta precaución, sin ir a tope ni mucho menos, tratando de no morir en el intento aunque tampoco arrastrarme.

Hice las tres vueltas de rigor adelantando alguno que otro y acabé los 6,2 km oficiales en un tiempo según mi cronómetro de 26:40 a un ritmo de 4:22 min/km. El GPS marcó 6,1 km por lo que sospecho la carrera debe medir 6 km y muy poquito.

Mi amiga consiguió llegar la primera chica de la carrera por lo que subió a lo más alto del cajón y fue obsequiada con un bonito trofeo y un rico jamón. No estuvo mal la visita.

XXXVI Trofeo San Lorenzo

A las siete sonó el despertador. Me levanté, desayuné una rosquilla y una taza de café con leche y un poco más tarde de las 7:45 estábamos en el punto de encuentro donde ya estaban Joaquín y Emilio. Salimos con el coche de Emilio y a las ocho estábamos en Embajadores aparcando en Ronda de Valencia, muy cerca de la salida. Haciendo tiempo por aquí y por allí tuvimos la suerte de encontrarnos con otros dos compañeros pradolongueros.

Saludamos a unos y a otros, hablamos un rato y nos fuimos yendo a la zona de la llegada. Subí por la calle del doctor Piga al sitio donde montaron el guardarropa. Hice cola, pero enseguida cogieron la mochila. Tremendamente eficientes.


En la puerta de la Gatoteca, un sitio curioso en la calle Argumosa

Estuvimos un rato calentando y faltando poco minutos para la salida bajamos hacia Ronde de Atocha donde estaba ubicada la salida. Para los pradolongueros había dos duelos interesantes. Por un lado Ninfa y Joaquín se la jugaban y por el otro Emilio 2 quería asaltar el número 1 del otro Emilio.

Yo salí con Ninfa y Joaquín, aunque sabía que me acabaría quedando. Hicimos juntos el primer kilómetro, pero en la bajada de Ronda de Segovia se fue alejando Joaquín, quedándonos Ninfa y yo algo atrás. Y así estuvimos hasta el kilómetro seis donde Ninfa decidió ir a por Joaquín. Yo desde la mitad del recorrido ya iba bastante justo, así que cuando me quedé solo me relajé un poco, ya que no estaba por la labor de sufrir demasiado.

Fui viendo como Ninfa se iba acercando poco a poco hasta que en la Puerta del Sol se puso a la altura de Joaquín. Luego a los dos juntos los fui viendo mientras bajábamos por la Carrera de San Jerónimo hasta Neptuno y por el Paseo del Prado hasta Atocha, pero allí ya me sacaban bastante y yo iba muy cansado y con pocas ganas de nada.

Una vez pasada la Glorieta de Atocha no los volví a ver hasta que pasé la línea de meta donde Joaquín (43:30) me dijo que había ganado el duelo porque había apretado en la cuesta de la calle Argumosa y Ninfa (43:35) se había quedado un poco atrás. Ninfa demasiado hizo porque tenía un par de uñas muy fastidiadas de los entrenamientos de los últimos días.

En el otro duelo, Emilio I sigue siendo Emilio I porque el otro Emilio no fue capaz de ganarle, aunque cada vez se va acercando más. Emilio el number one hizo 49:11 y el otro Emilio un par de segundos menos de 50. La otra compañera pradolonguera llegó un poco después con muy mala cara. Y yo, que no había dicho nada, llegué prácticamente un minuto después de Joaquín, con un tiempo oficial de 44:28. Me sacaron un buen puñado de segundos en los dos últimos kilómetros.

Fue un día duro por varios factores. El principal es por la cantidad de cuestas que hay, pero además hizo calor y sobre todo, mucha humedad, lo que provocó que nada más pasar la línea de meta me quitase la camiseta, cosa que no hago nunca, pero había sudado lo que no está en los escritos. Luego cogí la mochila del ropero, fuimos a ver las clasificaciones y Joaquín cogió un mosqueo de narices porque pensaba que iba a subir al cajón y sólo pudo ser séptimo. Decía que con el tiempo que había hecho hubiese subido al cajón el año pasado. Ninfa, una habitual de los cajones, tampoco pudo subir ya que fue quinta de su categoría.

Antes de irnos del barrio de Lavapiés nos hicimos una foto los compañeros pradolongueros y unos cuantos allegados.


Pradolongueros y allegados después de la carrera

Después de estar por ahí mareando nos fuimos hacia los coches. En el de Emilio los cuatro que habíamos venido y en el otro coche el resto de pradolongueros. Nos acercamos a un bar del barrio a tomar algo para recuperarnos del esfuerzo y allí estuvimos un rato muy agradable disfrutando de la compañía.

XXXII Trofeo San Antonio de la Florida

Por segunda vez he participado en esta carrera… ¿O es la tercera? Ya que recuerdo haber participado ¿o no lo hice? en una carrera llamada las Seis Millas de Tekes que se celebraba en el mismo escenario que ahora se celebra el Trofeo San Antonio de la Florida. Pero no tengo claro si el Trofeo de ahora es la continuación de las Millas de antes.

El caso es que la carrera actual tuvo bastante buen cartel entre los populares madrileños, habiendo ediciones en las que pasaron del millar. Luego por problemas de alguna índole estuvo un año o dos sin celebrarse y luego ha vuelto organizada por el Club Akiles. Curiosamente al menos estas tres últimas ediciones ha sido gratuita y sin embargo, la participación es mínima. Los corredores somos tan tontos que vamos a las carreras más caras. Estoy convencido que el año que viene pagan porque vengamos y hay menos corredores todavía.

El Club Atletismo Zofío estuvo bien representado por tres corredores y medio, ya que el bueno de Emilio R tiene el corazón dividido entre nuestro club y el de Forofos del Running. Nos vino bien esas dualidad porque uno de los compañeros de Emilio R nos hizo una foto antes del comienzo de la carrera.


Tres compañeros y medio del Club Atletismo Zofío

Habíamos quedado con Emilio a las ocho de la mañana. Un minuto después llegamos una amiga y yo y, por supuesto, ya estaba allí Emilio. Nos montamos en el coche y un cuarto de hora más tarde estábamos aparcando detrás del Templo de Debod. Nos dimos un paseo por el bonito Parque del Oeste y notamos algo de fresco, porque el parque estaba lleno de vegetación y aún el sol no castigaba.

Después del agradable paseo llegamos al final del Paseo de Camoens donde entregaban los dorsales. Como había pocos inscritos, recogimos el dorsal rápidamente. En ello estábamos cuando llegó Emilio R, que había venido hasta allí por su cuenta. Nos prendimos el dorsal en el pecho, nos hicimos la foto de rigor y dejamos la ropa en el ropero. Ya sin nada que nos estorbase estuvimos calentando un poco subiendo y bajando el Paseo de Camoens.

El Trofeo San Antonio de la Florida consistía en dos pruebas para los mayores: una carrera de 5 km y otra de 10 km. De los cuatro del club que fuimos hasta allí tres de nosotros optamos por hacer 5 km mientras que Emilio R optó por hacer los diez. En esta época calurosa prefiero hacer cuantos menos kilómetros mejor, pero algunos dicen que para cinco kilómetros ni se levantan de la cama.

Faltaban cinco minutos para las nueve de la mañana cuando paré a estirar un poco porque las molestias en el glúteo izquierdo aún siguen ahí, aunque sean mínimas. Estaba estirando cuando me llamaron los compañeros para decirme que la salida se daba en el Paseo de Ruperto Chapí, así que acabé de estirar nada más empezar y fui trotando cuesta arriba hasta la salida.

A las nueve en punto dieron la salida. La gente se lanzó como loca cuesta abajo por Ruperto Chapí, aunque yo me lo tomé con un poco de calma porque las bajadas no son lo mío. La única fémina del equipo se lanzó como una posesa por la cuesta abajo y me costó bastante llegar a su altura. Cuando lo hice estuve dudando si seguir con ella o ir a mi ritmo. Opté por la segunda opción para comprobar mi estado de forma, por lo que unos metros antes de llegar al primer kilómetro aceleré y me despegué de ella.

Fui a buen ritmo en el segundo kilómetro, mucho más rápido de lo que haya podido ir en los últimos meses y el tercer kilómetro tampoco se me dio mal. En el cuarto ya empecé a notar que había ido deprisa en los dos anteriores y en el quinto kilómetro, que es casi todo cuesta arriba, se me hizo bastante duro. Como no tenía ningún objetivo en la carrera, sólo ver mi actual estado de forma, no fui a tope en la subida y se me hizo más corto de lo que pensaba porque tenía en la cabeza que tenía que ir hasta la fuente y nos hicieron volver antes.

Apreté un poco en esos últimos metros favorables por el Paseo de Camoens y llegué a meta con un tiempo, según mi cronómetro, de 21:50, un segundo más del tiempo oficial de 21:49. Lo mejor es que minuto y medio después apareció la fémina del grupo que con un tiempo de 23:20 consiguió el tercer puesto del cajón de la prueba de 5 km. ¡Bravo por ella! De este modo, la camiseta azul del Club Atletismo Zofío se pudo ver de nuevo en un pódium.


Pódium de la carrera de 5 km del Trofeo San Antonio de la Florida

XL Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

Hoy me he vuelto a prender un dorsal en la camiseta después del intento de maratón de Madrid del 22 de abril, donde me tuve que retirar a los 11 kilómetros.

No es que haya estado parado desde entonces, pero en estos 42 días he hecho poca cosa, mezclando la bici (cinco actividades) con el trote cochinero (seis actividades); sin embargo, parecía que estos últimos días me encontraba mejor y me decidí a participar en esta auténtica carrera popular, de las que van quedando cada vez menos en Madrid.

La idea de participar era simplemente ver si las molestias que aún tengo me impedían hacer diez kilómetros a un ritmo más o menos decente y lo principal, acompañar a los colegas del Club Atletismo Zofío que se habían desplazado hasta allí.


Adivinen quien se quedó sin trofeo 🙂

Se notó que es una carrera modesta porque la ambulancia no apareció cuando debía. Según la megafonía, fue la Policía Municipal quien hizo las gestiones para que llegara y es por ello que tuvimos que esperar media hora, hasta las nueve y media para que dieran la salida.

Dieron la salida y salí con muuuucha calma, además que los primeros metros son cuesta arriba y tampoco era cuestión de forzar, por lo que me sorprendió cuando miré el cronómetro al pasar el primer kilómetro y ver que lo había hecho en 5:05 cuando estoy entrenando a ritmos cercanos a seis.

No me vi mal, así que decidí seguir a ese ritmo, que me resultaba llevadero y no notaba que las molestias fueran a más. Acabé la primera vuelta y vi que la cosa seguía estable, pero seguí al trantrán hasta la mitad de la carrera, que decidí aumentar el ritmo para ver cómo respondía la pierna.

Hice ese sexto kilómetro en 4:37 y me sorprendió que la pierna seguía sin quejarse; sin embargo, me controlé un poco en el séptimo, que es cuesta arriba. Vi a una compañera del club algo por delante así que apreté un poco en el octavo hasta que la di alcance. Al llegar a su altura me dijo que iba la primera chica de la carrera, lo cual me alegró muy mucho. La fui animando para que su ritmo no decayera porque la segunda no estaba muy atrás, pero siguió a lo suyo, sin hacerme ni caso, ¡como debe ser! Sólo apretó de verdad cuando faltando trescientos metros oyó unos gritos de ánimo a la segunda. Aceleró tanto que me costó ponerme a su altura para poder entrar juntos en meta. Hicimos un tiempo oficial de 49:08, terminando ambos muy contentos. Ella porque había sido la primera de la carrera y yo porque la pierna me había dejado correr con no muchas molestias.

Pero las alegrías no acabaron ahí porque los otros dos componentes del Club Atletismo Zofío quedaron segundo y tercero de su categoría de Veteranos B. Todo un éxito del club.


Aparezco en el selfie con un trofeo, pero no es mío, es de José Luis que se marchó antes

Una carrera humilde, pero que merece la pena, ya que lo organizadores ponen todo de su parte.

¡¡¡Vivan las carreras de barrio!!!

Por cierto, tengo una copia de la clasificación de la carrera aquí.

XIV Media maratón de Villarrobledo

La media maratón de Villarrobledo viene celebrándose estos últimos años un sábado por la tarde, lo cual no es muy habitual en el calendario de carreras, que suelen ser los domingos por la mañana, pero es lo que hay y si no te gusta, pues carreras hay muchas. Reconozco que me despista un poco el día y, sobre todo, la hora, pero tampoco lo veo muy problemático. Es por esto que llegamos a Villarrobledo a eso de las doce de la mañana. Lo primero fue buscar un bar o un restaurante donde poder comer algo porque correr sin haber comido nada desde el desayuno de las nueve de la mañana me parecía excesivo. Fue buscando ese sitio para comer donde me di cuenta que no iba a ser una carrera fácil porque el viento que soplaba hacía difícil incluso avanzar.

Comimos un plato combinado y volvimos al hotel comprobando que el tema del viento no había mejorado y que mejor sería olvidarse de las marcas y correr a lo que saliese. Tenía la esperanza de volver a bajar de hora y media, pero lo descarté incluso antes de comenzar.

Fuimos al hotel y nos tumbamos para reposar la comida, pero nos descuidamos y cuando nos quisimos dar cuenta faltaban sólo cuarenta minutos para que empezase la carrera y mi compañero Joaquín estaba nervioso porque no aparecíamos por la salida y nos tenía que dar los dorsales.

Nos vestimos lo más rápido posible y fuimos en el coche hacia el polideportivo, pero como no sabía exactamente donde estaba, me perdí. Tuvimos que llamar de nuevo a Joaquín para que nos diera precisas instrucciones. De este modo, cuando quisimos llegar sólo faltaba un cuarto de hora para comenzar. Nos colocamos el dorsal en el pecho y el chip en la zapatilla y salimos a calentar los diez minutos que faltaba para el comienzo.

Hacía tanto aire que no pusieron arco de salida ni alfombras para recoger los tiempos. Por supuesto, tampoco arco de meta, estableciéndose ésta en la puerta del polideportivo. Era tremendo como soplaba.

Como no había arco de salida ni raya pintada en el suelo establecieron la salida en donde el suelo cambiaba de color, al lado de una furgoneta blanca. Eso sí, la salida se dio a las cuatro y media exactas.

Joaquín salió como alma que lleva el diablo, pero pronto me puse a su altura. El primer kilómetro es favorable y fue el más rápido de toda la carrera. Ya desde el primer metro empecé a observar que la gente recortaba todo lo posible no sé si para guarecerse del viento o simplemente por rebañar metros a la carrera. Yo traté de correr sin subirme a la acera, aunque hubo un par de ellas que no pude evitar.

En estos primeros kilómetros no notaba el viento, no sé si porque daba de espaldas o porque íbamos protegidos por las casas, pero fue en el kilómetro cinco, después de girar a la izquierda en la calle peatonal donde noté que el viento no se había ido, que estaba ahí al acecho. Además fue por esta zona donde empezamos a adelantar a aquellas corredoras que se habían apuntado a la carrera de la mujer y a algún chico que participaba en la prueba de iniciación. Era una zona por el centro del pueblo con calles estrechas y costaba adelantar. Tuve que hacer algún eslalon para adelantar y en una de esas golpeé a unos de los corredores de la media que iba a mi lado. No me pareció buena idea la de mezclar pruebas.

Pasado el kilómetro siete comienza la Avenida del Este. Es un paseo de 800 metros sin ninguna protección contra el viento ni a un lado ni a otro. Ahí el vendaval era notable, avanzar era una tarea de titanes, por lo que había que protegerse del viento de alguna manera; sin embargo, el grupo que nos precedía estaba algo lejos y dado que era Joaquín la estrella de la carrera pensé en hacer yo de parapeto para que él pudiera ir algo más cómodo, así que le ordené que se pusiera a mi espalda. Después de esa larga recta comienza una subida de ligera pendiente de aproximadamente kilómetro y medio donde también el viento daba de cara. En este tramo no sólo la pendiente, sino el viento iban en contra del corredor. Me acordé de ese dicho ciclista que dice que en ciclismo todo da por el culo excepto el aire que siempre da de cara.

Llegamos al polideportivo donde acaba la carrera y comenzaba la segunda vuelta. Joaquín comentó que no se nos había dado mal esa primera vuelta, pero que ahora empezaba la segunda y veríamos. ¿Y qué fue lo que vimos? Que las fuerzas eran más reducidas y que el viento seguía haciendo de las suyas.

Mal del todo no íbamos porque nos adelantaron un par de ellos y nosotros adelantamos a alguno más. Sobre todo el objetivo eran dos corredores del equipo local que pensábamos podían ser de la categoría de Joaquín. Sobrepasamos a éstos sobre el kilómetro 17 y traté de aumentar el ritmo porque sólo nos quedaba un kilómetro sin viento en contra.

Esta vez el tramo por la Avenida del Este se hizo más dura. De nuevo hice de parapeto, pero esta vez no sólo se aprovechó Joaquín se aprovechó de mi estela, sino que hubo un par de corredores que se pusieron a rebufo, incluso uno de ellos trataba de quitar el puesto a mi compañero que era el más cómodo. Tuvo que tirar de codos para mantenerse a mi espalda. El paso por la calle Camarilla, la Travesía de la loma y su continuación por la calle Blas López, todo cuesta arriba se me hizo tremendamente duro; sin embargo, al coronar la cuesta ya quedaba aproximadamente un kilómetro y tratamos de aumentar el ritmo en lo que pudimos.

Llegamos a meta con un tiempo oficial de 1:31:34 consiguiendo el objetivo previsto: Joaquín fue el primero de su categoría y el primero también de los locales. Todo un éxito. Emilio, otro compañero del Club Atletismo Zofío, también se subió al cajón, haciendo segundo de su categoría. La única chica del club, que llegó con una buena pájara, sólo pudo ser cuarta. Quique fue quinto y el que esto escribe fue el peor de todos, sólo pudo ser octavo.


Llegando a meta con don Joaquín

Esperando a que Joaquín recogiera los dorsales nos llevamos una grata sorpresa ya que llamaron al podium al Club Atletismo Zofío como uno de los equipos con varios representantes. Subimos Emilio y yo a recoger las seis botellas de vino con que la organización nos obsequió.


En el podium representando al Club Atletismo Zofío

XIII Media maratón de Latina

Era mi segunda participación en esta carrera y recordaba que era dura, pero la primera vez me lo tomé con calma y no sabía lo realmente dura que es. Hoy mis piernas son testigo, pero queda compensada con lo atractivo de su recorrido y la excelente organización. No hablo gratuitamente, he aquí el perfil de la carrera obtenido de Strava.


Perfil de la Media de Latina

Habíamos quedado tres pradolongueros en el punto de encuentro a las ocho de la mañana para estar con tiempo y no sufrir agobios ni para aparcar ni para retirar el dorsal. Y así fue, antes de las ocho y cuarto estábamos dejando el coche en el aparcamiento del centro comercial de Aluche, muy cerca de la estación de metro.

Joaquín, que debió levantarse pesimista, no hacía más que protestar, que si hace mucho frío, que si lo voy a hacer fatal, que lo que corría yo cuando era joven, que si aquella vez en Béjar, que si me va a adelantar este o aquel, que si va a haber minutada… Nada, el tío se había levantado con pocas ganas, con poca confianza y muchas dudas.

Recogimos el dorsal en un periquete y yo huí urgente al servicio. Cuando salí aún quedaba mucho tiempo para las nueve y media así que decidimos buscar un bar para tomar un café. Encontramos uno en la Avenida del General Fanjul y allí estuvimos un rato haciendo tiempo y metiendo cafeína para el cuerpo. La idea de ir a tomar café fue más por no oír al speaker que por otra cosa porque lo de este hombre es de traca, se pone a hablar por el micro de forma atronadora y no para ni para coger aire. Algo tremendo.

Cuando faltaban unos veinte minutos nos hicimos una bonita foto los tres pradolongueros que vinimos juntos porque había alguno por allí pero no nos encontramos.


Muy contentos antes del comienzo

Dejamos nuestras pertenencias en el guardarropa y nos pusimos a calentar hasta que faltaron cinco minutos que nos pusimos en el pelotón dispuestos a comenzar una media maratón que tanto a Joaquín como a mí nos resultaba extraña, ya que llevábamos sin correr 21 km desde la de Coslada casi dos años antes.

De los tres que fuimos enseguida Miguel puso pies en polvorosa y Joaquín no le iba a la zaga. Me costó trabajo ponerme a la altura de Joaquín y cuando lo hice vimos que era una temeridad seguir el ritmo de Miguel, por lo que nos acoplamos a uno más llevadero para tratar de llegar a la meta en buenas condiciones.

Mi idea era hacer 1h32 aproximadamente y eso implicaba llevar un ritmo de 4:20 más o menos, por lo que había que ir algo más deprisa de ese ritmo en los tramos más favorables para tratar de compensar los kilómetros cuesta arriba. Y efectivamente, los primeros kilómetros fueron los más rápidos ya que hicimos el primer tercio de carrera en 30:01, por debajo de esos 4:20 fijados. Y eso que en ese primer tercio ya nos obsequiaron con alguna cuestecilla.

Sobre el kilómetro ocho nos adelantó la chica que al final fue tercera y fuimos casi todo el tiempo cerca de ella. En ese punto iba cuarta, pero la tercera estaba ahí mismo. La animamos para que la alcanzara, pero nos dijo su acompañante que no la agobiáramos. La chica subía las cuestas que daba gusto verla, ya que era muy ligera. En cada subida nos sacaba un tanto que luego recuperábamos bajando.

La primera cuesta de verdad está en la calle Carlina cuando ya se llevan recorridos 8,5 km. Es una cuesta no muy larga, pero de una pendiente considerable. Ahí vi que Joaquín no iba fino del todo, que le costaban las subidas. Esa cuesta empalma con la que lleva al metro de Batán y sumando ambas es prácticamente un kilómetro cuesta arriba, que se deja notar en las piernas. Fue allí donde tuve que tirar por primera vez del freno de mano para no dejar atrás a mi compañero.

Una vez dejado atrás el metro de Batán viene un tramo favorable hasta el Lago de la Casa de Campo. Son tres kilómetros favorables donde fuimos de nuevo recortando segundos a ese ritmo de 4:20 fijado. Lo malo es que desde el Lago hasta el final de la carrera es todo hacia arriba aunque con algún tramo corto a favor.

En el Lago, en vez de rodearlo ajustándose al perímetro se coge una cuesta que lleva a las pistas de tenis, es la segunda cuesta interesante de la jornada porque es bastante larga aunque tendida. En las pistas de tenis vimos a Emilio que nos animó fervientemente. ¡Gracias Emilio!

Poco después se baja lo subido para llegar al Paseo de María Teresa y ya en ligera pendiente alcanzar el cruce donde pudimos ver a los que iban más rezagados que nosotros. En ese cruce se llega al Paseo de los Plátanos y la pendiente sigue muy leve pero para arriba. Íbamos sobre el kilómetro 14 ó 15 y el crono ya iba marcando ritmos por encima de 4:30 y notaba las piernas bastante cansadas. Me dio por pensar cómo las llevaría el día de la maratón de Madrid cuando por estos mismos parajes ya llevase en la «mochila» 27 kilómetros. Enseguida traté de pensar en otra cosa porque se me saltaban las lágrimas.

El Paseo de los Plátanos se convierte en la Carretera de Rodajos, la que lleva a la entrada de la Casa de Campo por Prado del Rey. Pasando el desvió del zoo el camino se inclina algo más y fue por ese punto donde nos cruzamos con Miguel que iba a buen ritmo quizás ayudado a que él iba bajando. Lo cierto es que eso nos animó porque pensábamos que nos llevaba más ventaja. Por otro lado, cuando ya hicimos el giro de 180 grados y nosotros bajábamos, vimos a Antonio que subía y no nos extrañó mucho que anduviese cerca aunque nos había dicho en la salida que iba a hacer 1h40… Cosa que nadie creyó porque el tío anda fino, fino.

A la altura del zoo seguíamos detrás de la chica que nos adelantó en el kilómetro ocho. Ahora iba la tercera porque la que iba segunda había pinchado kilómetros antes y había sido adelantada por dos. En el zoo hay una pequeña cuesta en curva que va rodeando el aparcamiento del recinto y allí vimos que de nuevo la chica se nos iba. Joaquín dijo que había que tratar de no perder la estela de ese grupo donde además de la chica iban dos o tres más. Aceleró y me sorprendió que pudiese hacerlo cuesta arriba porque había demostrado debilidad en las otras… Pero fue un espejismo visto lo que sucedió metros más adelante.

Después de esa breve cuesta empieza otra que lleva desde el zoo a la boca de metro Casa de Campo. Esa cuesta ha sido bautizada como Cuesta Aisa en honor de Alberto Aisa Ortiz, que fue organizador de la prueba en sus comienzos. A la organización se le ocurrió la idea de cronometrar los tiempos para entregar un regalo al hombre y mujer más rápidos en subir dicha cuesta. He leído en Twitter que cuando una cuesta tiene nombre propio, malo. Y no le falta razón.


Coronando la Cuesta Aisa. Foto cortesía de Evedeport

Allí mi compañero hizo aguas y la chica se nos fue yendo metro a metro. No me extraña, porque ella subió muy bien, de hecho fue la ganadora en esa prueba cronometrada. Cuando coroné esa cuesta, ya cerca del 18, esperé que llegase Joaquín y nos lanzamos cuesta abajo por la Calle los Yébenes lo más rápido que pudimos, que tampoco fue nada del otro mundo.

Al acabar ese tramo favorable se gira a la derecha y empieza a subir por la calle Valmojado, dejando a mano derecha el Parque de Aluche. Esa subida casi imperceptible se deja notar porque son ya casi veinte kilómetros en las piernas. Vimos que ya era imposible acercarnos a la tercera clasificada porque la distancia era considerable, pero no íbamos mal del todo, algo de fuerzas nos quedaba.

Pasando por debajo de las vías del metro, aproximadamente en el punto kilométrico 20 nos adelantó Antonio, el de la hora cuarenta, y nos animó a que nos pusiéramos a su ritmo, pero eso era harto difícil porque él iba bastante más rápido que nosotros y Joaquín, con buen criterio, dijo que si aumentásemos el ritmo se nos iba a hacer un último kilómetro muy duro.

Poco después de las vías se llega al centro comercial y al pasar éste el terreno ya deja de subir y es prácticamente llano hasta la línea de meta. Tratamos de aumentar un poco el ritmo y juntos y hermanados llegamos a la meta con un tiempo oficial de 1:33:47 bastante contentos con el resultado teniendo en cuenta que llevábamos casi dos años sin correr una media maratón y no sabíamos cómo iban a responder las piernas.

Una vez traspasada la línea de meta nos obsequiaron con una buena bolsa del corredor con la característica camiseta sin mangas, esta vez de color amarillo. La recogida de la bolsa del guardarropa fue rápida y el rato que estuvimos sobre el césped seco del estadio de atletismo fue muy agradable ya que había aumentado la temperatura y lucía el sol. Allí estuvimos comentando la jugada y fue donde vimos a Quique, pradolonguero de pro, que nos contó que había hecho un tiempo de 1h24 y con el menisco roto. Miguel hizo 1h30 y nosotros 1h33. El otro pradolonguero que también participó hizo 1h38. Así que todos contentos.

LIX Trofeo Marathon de cross

Un año más y ya van 59 se ha celebrado el Trofeo Marathon de cross. La Agrupación Deportiva Marathon organiza esta prueba que consta de mil y una carreras. Empezando por los niños hasta el Campeonato de Madrid de cross largo pasando por el cross popular que fue la prueba en la que participé.

La salida era a las diez y cerca de casa, así que no tuve que madrugar en exceso. Bueno, lo de madrugar en exceso depende del punto de vista de cada cual, ya que me levanté a las 7:30 que para mí no es mucho ya que me levanto a diario a las seis, pero a otras personas le puede parecer una barbaridad. Suelo levantarme tres horas antes para desayunar y poder hacer la digestión antes de la carrera, pero esta vez como era más tarde desayuné menos de lo habitual.

A las nueve nos pusimos en marcha y en diez minutos estábamos en el Parque de las Cruces. Atravesamos el parque y llegamos a la caseta donde entregaban los dorsales. Miramos el tablero para ver nuestro número, nos pusimos a la cola y rápidamente estábamos con el dorsal en la mano. Una amiga, que no se había apuntado antes, lo pudo hacer allí mismo también de manera rápida.

Fui inmediatamente al servicio porque necesitaba echar lastre y luego nos dio tiempo a hacernos una foto, dejar la ropa en el guardarropa y calentar por el circuito con la idea, sobre todo, de comprobar el estado del terreno. Aunque llovió algún día de esta semana, no había barro, únicamente el terreno estaba muy blando en algunas zonas, pero se podía correr perfectamente con unas zapatillas normales.


Antes de comenzar la carrera, con las compañeras del Club Atletismo Zofío

Llegué con no mucho tiempo al arco de salida, por lo que me puse más detrás de lo que hubiese deseado, pero tampoco me importó demasiado en ese momento, aunque luego me arrepentí un tanto porque al principio costaba adelantar al personal.

Consta el circuito de una vuelta pequeña de unos 700 metros y dos grandes de algo menos de 2,5 km cada vuelta. En esta vuelta pequeña se encuentra uno de los repechos que también hay que pasar en la vuelta grande. En la vuelta grande hay un tramo complicado porque hay varios giros de noventa grados en la zona más cercana al polideportivo y luego tres repechos que se suben en el último kilómetro de cada vuelta. Son tres repechos de poca entidad pero que se notan en las piernas.

Como salí muy atrás estuve prácticamente la vuelta pequeña y la primera grande adelantando gente. Luego la cosa se estabilizó y adelanté a alguno que otro en la segunda vuelta pero mediada esa segunda vuelta me adelantó un individuo al que traté de seguir, pero iba más deprisa y no había manera. En el primer repecho de la última vuelta, justo a un kilómetro de meta vi que se iba irremediablemente porque le vi subir más fuerte que yo, así que pensé que al menos no me adelantara nadie más.

En el segundo repecho de la segunda vuelta y penúltimo de la carrera miré atrás y vi a Antonio Gallardo, uno de los clásicos de Madrid y grandísimo corredor que no estaba muy lejos de mí. Eso me sirvió de acicate e intenté que no me adelantase. Y no me adelantó, pero sí otro tipo que ya en la recta de llegado me sobrepasó. El caso es que luego no vi a Antonio Gallardo, quizás iba acompañando a alguien.

Llegué a meta con un tiempo oficial de 23:47 para una distancia de 5580 metros. Lo curioso es que cuando después miré el cronómetro vi que fui muy regular durante toda la carrera, ya que hice el kilómetro más rápido en 4:16 y el más lento en 4:19. Eso sí, en los últimos quinientos metros se nota que apreté para que no me alcanzasen porque ese medio kilómetro lo hice a un ritmo de 4:05.

La Agrupación Deportiva Marathon fue muy generosa con la bolsa del corredor ya que por sólo cuatro euros metió en la bolsa una camiseta de la media maratón de 2013, una botella de agua, Aquarius, café capuchino, caldo Aneto, una bolsita de avena, un vale de descuento del Corte Inglés, una bandeja de pasta, galletas, una pera y una muestra de edulcorante. ¿Quién da más?