XVII Carrera del aceite

He acabado muy contento la carrera de mi pueblo. He hecho la peor marca de las últimas veces en las que he participado y estoy contento. Me ha salido pero que la del año pasado, que tenía barro para aburrir, y estoy contento. Está claro que la alegría son sensaciones puramente subjetivas y al contrario que el año pasado, este año ha sido de los buenos.

Llegué a mi pueblo sin ninguna pretensión porque los cuatro meses de parón me han sentado peor que nunca y aún no he llegado a estar ni medio bien, por eso lo único que me preocupaba cuando llegué era que el terreno no estuviera tan embarrado como el año anterior, que parecía patinaje en vez de atletismo. Aún parando en la panadería Manzanero, como todos los años a comprar mazapán, llegamos con una hora de antelación a Los Navalmorales. Aparcamos el coche junto a la notaría y fuimos andando hasta el silo donde retiramos nuestros dorsales. Volvimos al coche, dejamos algo de ropa y nos fuimos a dar una vuelta al circuito para ver cómo estaba. Se me puso una sonrisa de oreja a oreja al ver que el suelo estaba en buenas condiciones, algo húmedo, pero se podía correr perfectamente. Las lluvias de días anteriores no habían perjudicado en exceso el firme.

Dimos un par de vueltas, ya que cada una de ellas mide poco más de kilómetro y medio y vimos a las hermanas Rey, las hijas de Julio Rey y Vanessa Veiga, también calentando y a buen ritmo. Al verlas tan jovencitas me extrañó que anduvieran calentando y no compitiendo, ya que las categorías de los más pequeños se celebraban antes de las 11 que era la hora fijada para los adultos.

Después del calentamiento me encontré con Marta, una amiga de mi hermana, a la que saludamos. Andaba por allí ya que su hijo corría. ¡Saludos Marta! Después de saludar a Marta y a su marido volvimos al coche y aprovechamos para hacernos una bonita foto con la Sierra del Santo, su ermita y sus antenas al fondo.

Con la Sierra del Santo al fondo.

Después de inmortalizarnos nos despojamos de toda la ropa superflua para correr y nos fuimos hacia la línea de meta. Aún nos dio tiempo calentar un poco más y estirarnos antes de que dieran el pistoletazo de salida. Como iba sin ninguna pretensión salí bastante tranquilo e hice la primera vuelta sin esforzarme demasiado. Además, como no llevaba cronómetro, no tenía ni idea del ritmo que llevaba.

En la segunda vuelta vi que había una chica delante de mí que iba a buen ritmo y para fijarme un objetivo traté de alcanzarla. Y me costó lo suyo, porque en esa segunda vuelta por más que lo intenté no conseguía ponerme a su altura. Como hay un tramo en la carretera en que se cruzan los que van con los que vienen, miraba alucinando el nivel de la carrera ya que no sólo había chicos que iban a toda pastilla, que en categoría femenina se estaban partiendo la cara a una velocidad de vértigo. La china Dong Liu, ganadora de no sé cuantas ediciones de esta carrera, iba la quinta o la sexta o más retrasada. Ana del Cerro que cuenta sus participaciones por victorias también iba muy atrás. El nivel femenino era de órdago. Era Rocío Fernández quien iba en cabeza con ese correr tan elegante que tiene y que me enamoró la primera vez que la vi correr en el cross de Leganés. ¡Da gusto verla correr!

En pleno esfuerzo, foto cortesía de Juan Iniesto

Después de cruzarnos por última vez con los que iban por delante me dispuse a afrontar la última vuelta con mi objetivo a pocos metros. Eché toda la carne en el asador en la subida y conseguí sobrepasar a la chica que me precedía. Luego bajé como pude la empinada cuesta de la calle Velázquez, haciendo gala de mi mal bajar, y afronté la subida de la calle Callejas con energía, ya que me quedaban fuerzas de lo ahorrado en la primera vuelta.

Cuando pasé la línea de meta miré el reloj y vi que marcaba veinte minutos y pico y eso me puso feliz, me pareció una buena marca para mi pobre preparación. Luego en las clasificaciones vi que la marca oficial fue de 20:40.

Cogí una botella de agua y volví sobre mis pasos para ver si venía la amiga con la que me había desplazado hasta allí y no tardé mucho en verla, dispuesta a afrontar la última recta. La estuve animando para ver si podía alcanzar a la chica que iba un poco por delante, pero no fue posible, aún así entró también muy contenta con un tiempo oficial de 23:08.

Recogió su botella y nos fuimos al coche a cambiarnos, ya que hacía bastante fresco por allí. Volvimos al silo para ver las clasificaciones y comprobé que mi amiga había quedado sexta de su categoría, lo cual fue una mala suerte porque en esta carrera dan premio, que no es otro que aceite, hasta la quinta clasificada. Otra vez, al igual que el año anterior, se quedó a las puertas de llevarse una garrafa de aceite.

Nos volvimos al coche y antes de irnos fuimos a visitar a unos familiares que no viven lejos de allí. Me hizo mucha ilusión ver a mi tía, a la que hacía bastante tiempo que no veía. Después de la visita nos volvimos a casa y aunque mi amiga se había quedado a las puertas del premio, nos volvimos más felices que dos perdices.

Cuando llegué a casa miré las clasificaciones para ver el tiempo que nos habían dado y comprobé que mi amiga aparecía como quinta clasificada. ¡Menuda rabia! Se quedó sin subir al podium y sin garrafa. Afortunadamente con la ayuda de Aarón, de Evedeport y de Jesús Talavera, el concejal de deportes del ayuntamiento y de mi tío Jesús que fue a recogerla, pudo conseguir al menos la garrafa. No subió al cajón, pero el premio se lo llevó. ¡Muchas gracias a todos!