XII Carrera de Reyes de Yuncler

Hoy por quinta vez me he acercado a Yuncler para participar en la carrera popular que allí organizan. Alguien puede pensar que me acerqué a correr, pero la carrera era simplemente una excusa para comer huevos fritos con migas acompañados de una cerveza. Bueno, no es cierto del todo, que también me tomé en serio aquello del correr.

Habíamos quedado un nutrido número del Club Atletismo Zofío en el punto de encuentro habitual a las 9:30 de la mañana, ya que la carrera daba comienzo a las 11. Como siempre, llegué un minuto o dos tarde, cuando ya estaban allí casi todos. No tardaron en venir los dos que faltaban, por lo que rápidamente pusimos rumbo a Yuncler, una pequeña localidad toledana situada a medio camino entre Madrid y Toledo.

Según íbamos acercándonos vimos que la temperatura iba disminuyendo, hasta alcanzar valores por debajo de cero; sin embargo al entrar en la localidad el termómetro andaba cerca de un grado sobre cero. Fresquito de todos modos y con un poco de niebla. Teníamos la esperanza de que el refrán aquel que dice «mañanita de niebla, tarde de paseo» no se cumpliera del todo y mejorara el tiempo según se acercara la hora de salida. Y efectivamente la niebla se retiró, salió el sol, pero aún así hacía fresco.

Había cola para recoger el dorsal, pero tampoco exagerada, por lo que en cinco minutos estábamos con el dorsal en la mano. Aproveché para ir al servicio y cuando salí nos hicimos una bonita foto que deja constancia del gran número de compañeros que participamos en la prueba.

El Club Atletismo Zofío bien representado en Yuncler

Nos acercamos al coche para cambiarnos y nos pusimos a tratar de calentar un poco por la calle donde está situada la salida y la meta, que no es otra que la calle Trafalgar. Al igual que otros tantos cientos, recorrimos la calle arriba y abajo tratando de que los músculos entraran en calor y subieran un poco las pulsaciones.

Faltando pocos minutos para las once de la mañana nos situamos Quique, Joaquín, Miguel y yo no muy lejos de la línea de salida. Dieron el pistoletazo de salida y Quique salió como alma que lleva el diablo. Miguel tampoco le fue a la zaga y Juan Carlos, el amigo del Club Atletismo Leganés también salió veloz, como en Villaverde. Yo salí sin demasiadas pretensiones pensando que Joaquín se quedaría atrás y me tocaría hacer solo los casi ocho kilómetros de la prueba. Es por ello que me llevé una grata sorpresa cuando un poco antes de subir la calle Greco vi a mi lado a Joaquín. Pensé que no iba a durar junto a mí porque me había comentado que no andaba muy fino ya que acababa de salir de un catarro.

Subimos la calle Greco a buen ritmo y comenzamos a bajar lo subido cuando se cumplió el primer kilómetro. Miré el crono y vi que lo habíamos hecho en 4:15 que era más o menos el ritmo que pensaba podía seguir durante la carrera. Bajamos a la calle Ramón y Cajal para conectar con el Paseo del Prado donde subimos la segunda cuesta de la jornada, la subida a la iglesia, que frescos como íbamos subimos también a buen ritmo adelantando al personal que habían salido muy deprisa y ahora iban buscando su ritmo de carrera.

Cuando se sale del casco urbano del pueblo se ve una recta larguísima que acaba con un giro a la derecha. Miraba a lo lejos buscando la camiseta azul de Miguel por si no nos sacaba mucho, pero no la veía; sin embargo sí vi la camiseta naranja del Club Atletismo Leganés de Juan Carlos y me extrañó que no anduviera más lejos. Luego me contó que tuvo un aviso muscular y que bajó el ritmo. Esta recta se hace larga y fue a mitad de recta cuando sonó el segundo kilómetro. De nuevo miré el crono y vi 4:23, ritmo que me pareció algo lento, pero el terreno no es sencillo porque habíamos subido la cuesta de la iglesia y después de un pequeño llano el terreno picaba para arriba sin descanso.

El tercer kilómetro se hace terminando la larga recta y haciendo unos cuantos giros para adentrarse en una zona de chalets donde hay más giros a izquierda y derecha, aunque el terreno es más llano. Ahí hicimos 4:18 y yo seguía asombrándome que Joaquín siguiera a mi lado como si tal cosa. Esto demuestra que estaba especialmente motivado porque el año pasado subió al cajón en esta carrera y este año quería volver a hacerlo.

El cuarto kilómetro, situado un poco más allá de la línea de meta, es el más favorable, por eso no me extrañó comprobar que fue el más rápido de todos los que llevábamos. Poco después se vuelve a afrontar la subida a la calle Greco y ya no subimos con tanta alegría como la primera vez, pero no lo hicimos mal del todo. Al coronar nos adelantó un tipo con perilla y Joaquín pensó que quizás pudiera ser de su categoría. Yo le miré y no me lo pareció, pero pensé que era una buena idea utilizar a este corredor como señuelo para que mi compañero no se aflojase el ritmo. Joaquín, competitivo donde los haya, se pegó a la estela de su contrincante y al poco volvió a ponerse por delante, vigilando por el rabillo del ojo por donde andaba el otro.

Hicimos por segunda vez la subida de la iglesia y mientras transitábamos por la recta larga se cumplió el sexto kilómetro. Joaquín dijo en ese momento que se le había acabado la gasolina, pero le animé diciendo que ya faltaban menos de dos kilómetros y que no iba a dejar que le ganara el corredor de la perilla. Poco después, al girar a la derecha eché un vistazo hacia atrás para ver por donde iba su rival. No estaba muy atrás, como a unos diez metros, por lo que apremié a mi compañero para que no se durmiera.

Hicimos el tránsito por los chalets y al salir de esa zona nos adelantaron dos chicos del Club Atletismo Leganés que nos sirvieron para engancharnos a ellos y aumentar el ritmo. Ya faltaba poco menos de un kilómetro y le comenté a Joaquín que había que darlo todo, que ya era terreno favorable hasta meta. Su contrincante seguí a cerca como pude comprobar al cruzar el arroyo, pero Joaquín ya olía la meta y no iba a permitir que nadie le arrebatar el pódium.

Llegamos con energía a la línea de meta dándolo todo y al echar un vistazo al reloj vi que habíamos hecho 33 minutos y pico, lo cual era el tiempo que pensaba podía realizar. Lo que no se me había pasado por la cabeza antes de la carrera es que Joaquín llegara a mi lado, lo cual demostró que es un auténtico campeón. Según la organización mi tiempo neto fue de 33:44 y el de Joaquín 33:43. Son más de dos minutos con respecto al año pasado, pero mi estado de forma es peor y mi peso es excesivo, así que contento.

Entrando en meta con Joaquín resoplando por el esfuerzo

Cogí una botella de agua y me fui a la búsqueda de una compañera de equipo que ha subido al cajón varios años en esta carrera. Cuando la encontré ya estaba cerca de meta y vi que había varias chicas que la perseguían, así que le dije que lo diera todo hasta meta por si en ese grupo perseguidor iba alguna de su categoría. La chica dio todo lo que pudo y pasó por la línea de meta con un tiempo oficial de 38:20 aunque un neto de seis segundos menos.

Una vez entraron todos los componentes del equipo estuvimos pensando si ducharnos o ponernos a comer migas con huevos fritos y al final optamos por la opción gastronómica, por lo que nos acercamos a los mostradores y cogimos un buen plato con dos huevos fritos y unas migas no muy bien conseguidas, muy apelmazadas y con más chorizo que pan. No me gustaron demasiado, pero no debe ser fácil hacer migas para tanta gente, así que disculpados quedan.

Degustando las migas con los huevos fritos y la cerveza

Otras veces han llevado los de Evedeport un monitor donde van poniendo la clasificación e incluso con tu dorsal te dicen el tiempo y el puesto, pero esta vez no había monitor y había que esperar a que sacaran las clasificaciones en papel, como toda la vida. Por algún extraño motivo esta vez tardaron bastante en sacar las clasificaciones y los dos compañeros que pensaban podían subir al pódium estaban nerviositos. Cuando por fin sacaron las clasificaciones pude ver que mi compañero Joaquín había sido segundo de su categoría y la otra compañera, también segunda. Un gran éxito del Club Atletismo Zofío en la carrera de Yuncler.

Segunda clasificada en la categoría de Veteranas B
Segundo clasificado en Veteranos C

Pero lo mejor de todo es que también dieron un premio al corredor más veterano de la carrera que fue don Emilio Rodríguez Pascual, corredor incombustible, que con sus 74 añazos aún sigue dando guerra… y lo que le queda. Todo un detalle de la organización premiar al más veterano.

Emilio también se subió al pódium