XXXII Trofeo San Lorenzo

Hoy he participado en el Trofeo San Lorenzo, en Madrid, carrera que tradicionalmente supone el final de la «temporada» de carreras populares en la ciudad y el comienzo de las vacaciones veraniegas para muchos. Es una carrera muy castiza que tiene instalada la salida y la meta en el populoso barrio de Lavapies y transcurre por calles bastantes céntricas: calle Bailén donde se puede ver el Palacio de Oriente, Puerta de Toledo, calle Mayor, puerta del Sol, carrera de San Jerónimo (donde se puede ver la Cueva de Alí Babá, digo el Congreso), Paseo del Prado, Atocha y meta en la calle Argumosa, justo detrás del museo Reina Sofía.

Hacía un día de bastante calor y salí con la única pretensión de tratar de ir junto a un compañero de entrenamientos, pero éste salió demasiado deprisa para mí y aunque traté de seguirle en el primer kilómetro se alejó irremediablemente, así que me quedé solo sin saber el ritmo que llevaba porque no estaban señalizados los kilómetros.

Aparte de ser una carrera bonita por donde transcurre, es una prueba dura porque tiene un montón de subidas y bajadas. Una subida bastante dura como es la Cuesta San Vicente que empalma con la calle Bailén y luego otras cuestecillas no de tanta entidad pero que se hacían notar en las piernas. No sé si fue culpa de los 80 km que hice ayer en bici o que estoy muy mal de forma, pero las cuestas arriba se me dieron fatal, siempre me adelantaban seis o siete corredores en cada una de las cuestas. Viendo que no iba muy fino y que el calor apretaba de los lindo, tampoco quise exprimirme del todo, las piernas no iban.

Me adelantó cuando iba por la calle Bailén David el de Danone que iba junto a un corredor que llevaba la misma camiseta que yo, la amarilla del Barrio del Zofío. Estuve un rato con ellos (por detrás) y me di cuenta que este hombre de amarillo es el rey de los hiperpronadores. Resultaba curioso verle aterrizar y como la puntera de su zapatilla se metía hacia dentro de una manera considerable. Este hombre me gana en pronación seguro. Estuve detrás de ellos hasta la subida que hay por la calle Toledo, ahí me descolgué un poco y seguí a mi bola…

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Sufriendo en la cuesta de la calle Toledo

Poco después subiendo por la calle Mayor volví a ser adelantado por otro grupo de cinco o seis corredores.

Iba yo a lo mío, buscando la sombra cuando por fin alcancé la Carrera de San Jerónimo, poco antes del Congreso, donde comienza un terreno favorable casi hasta meta. En ese punto, me adelantaron dos chicas, una morena y una rubia (no sé si hijas del pueblo de Madrid) que iban claramente picadas la una con la otra. En el momento que me pasaron, la rubia empezó a ganar terreno ayudada por el terreno favorable y sus piernas largas; sin embargo, por el Paseo del Prado la morena se iba acercando a la otra. Yo iba perdiendo terreno metro a metro, pero lo que no perdía era el detalle de esta batalla.

Cerca de Atocha me adelantó Juan Carlos, otro componente del equipo de Danone, justo cuando la morena estaba casi a la altura de la rubia. Esta se dio cuenta y dio otro tirón y de nuevo volvió a alejarse. Ya en la esquina de Ronda de Atocha con la calle Argumosa, donde comienza la última cuesta la rubia volvió a dar otro tirón y la morena ya no fue capaz de alcanzarla.

Curiosamente, en esa cuesta se quedó Juan Carlos y yo también me quedé… sorprendido porque no aguantase mi ritmo. Aceleré un poco viendo que eran los metros finales y luego un poco más para tratar de bajar de los 45 minutos. De esta forma, llegué a meta con un tiempo, según mi cronómetro, de 44:56, muy alejado de los 43 minutos que estuve haciendo en el mes de junio. No sé si el calor o la bici de ayer o ambas cosas me han perjudicado. De todas formas contento, ¿por qué no iba a estarlo?

Me di un susto considerable al pasar la línea de meta ya que estaba tendido en el suelo un corredor con una camiseta naranja fosforescente, exactamente igual que la que llevaba mi compañero de entrenamientos con el que había salido. Me acerqué con el alma en vilo, pero afortunadamente no era él. Confío en que el corredor caído se haya recuperado.

Después de la carrera, estuvimos esperando las clasificaciones y comprobamos que José Luis, otro habitual de Pradolongo, había quedado segundo en la categoría de superveteranos. ¡¡¡Enhorabuena José Luis!!!

Iba con nosotros también una chica que suele hacer buenas clasificaciones. Sin ir más lejos en esta carrera el año pasado quedó cuarta de su categoría; sin embargo, este año quedó la 14ª y se quedó bastante extrañada. Preguntó a la gente de la organización como iba la categoría de veteranas y resulta que abarcaba a todas aquellas féminas nacidas entre 1960 y 1977, dándose la curiosa circunstancia que esta categoría cubre 17 años, cuando normalmente suelen ir de diez en diez o si acaso, si no hay muchos trofeos, de veinte en veinte. Bueno, una simple anécdota.

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Cinco pradolongueros después de llegar a meta, cortesía de Ayelen Sekhmet

Gran Premio Canal de Castilla

Feliz, estoy enormemente feliz. He participado en el Gran Premio Canal de Castilla y me lo he pasado pipa. Por todo, por la compañía, por la prueba, por el sitio. He vuelto encantado.

Conocía esta prueba desde que Víctor fue desgranando hace unos años la idea. En enero asistí a su presentación en Madrid y lo apunté en mi calendario. En un principio el 5 y luego se retrasó al 19 de julio por aquello de la Operación Salida. Mejor para mí, así tenía más tiempo para entrenar… eso pensaba. Al final cuanto más se aleje en el tiempo, más tarde comienzas los entrenamientos. Así ha pasado, que he llegado algo corto, pero he podido completar los 163 km sin muchos problemas.

La cosa empezó en enero con la presentación como ya he comentado, siguió con la inscripción y el viernes salía para Medina de Rioseco a eso de las seis de la tarde. Craso error. Nos comimos un atasco brutal en la A6 debido a un camión averiado. Debido a esto tardamos tres horas y media cuando deberíamos haber tardado una hora menos. Aún así nos dio tiempo a pasarnos por la Oficina Permanente a recoger el dorsal.

Habíamos quedado con Juan y Rafa, del Club Ciclista Pueblo Nuevo, para cenar después de dejar los bártulos en el hostal y con ellos estuvimos departiendo agradablemente sobre múltiples temas, pero principalmente sobre sus aventuras ciclísticas, como sus largas tiradas de 600 ó 1000 km. A las once y media a la cama que hay que madrugar al día siguiente.

Había puesto el despertador a las seis y media, pero una hora antes ya estaba despierto. Ducha, desayuno y en marcha hacia la Oficina Permanente a recoger el «Pasaporte del Canal» que había que sellar en dos puntos intermedios: Dueñas y Ampudia y al llegar a la meta para «certificar» que habías realizado el recorrido.

Allí me encontré de nuevo con Juan y Rafa. Además por allí andaba Carmelo, fotógrafo implicado en la organización, que siempre es un placer encontrar. También saludé a Víctor, el alma máter de todo este tinglado que andaba nervioso y preocupado. Conocí a Frodo, que nos hizo bonitas fotos, como se podrá comprobar. Todo un placer, Frodo.

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Por delante

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Por detrás

A las ocho menos cuarto, hacia la salida, que se daba junto a la dársena del Canal de Castilla, donde horas después íbamos a finalizar. Toda una declaración de intenciones que la salida/meta se hiciese en un terreno arenoso.

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Hacia la salida

La salida se retrasó unos minutos porque Víctor estuvo dando las últimas indicaciones dado que la Guardia Civil había decidido que el pelotón debía ir junto durante bastantes kilómetros, muchos más de lo que se había hablado en un principio. No hay problemas, comentó, un par de corredores del club ciclista de Medina irían controlando el pelotón, pero como mucho a 35 km/h. ¿Cómo? ¿Qué? ¿A 35 km/h la neutralizada? Increíble, empiezo a plantearme donde me he metido.

Da Víctor la salida, recorremos las calles de Medina y salimos dirección Valladolid hasta el desvío que lleva a Valdenebro de los Valles. Aunque la marcha va «neutralizada» ya empiezan a formarse grupos de gente porque hay unos repechones que quitan el hipo. En este terreno Rafa demuestra que es un tío fuerte porque se va con facilidad. Juan me dice que tranquilo, que ya nos esperará más adelante.

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Bajando uno de los múltiples repechos

Sobre el kilómetro treinta o treinta y cinco la Guardia Civil ha parado a los primeros y nos reagrupamos todos. Es el tiempo de hacer la primera parada técnica. Son pocos kilómetros, pero hemos subido unos cuantos repechos no muy largos pero sí de buena pendiente. Llevo las piernas ya al rojo vivo y me queda mogollón. No sé si voy a poder aguantar a este ritmo. Dice Rafa que llevamos una media de 29 km/h hasta ese punto.

Después de unos minutos, nos ponemos de nuevo en movimiento. Ahora empieza una cuesta abajo y de nuevo Rafa se va con facilidad. Se nota que es corpulento y la gravedad le ayuda. Juan sigue charlando con unos y con otros, saludando a la gente con la que nos cruzamos, dando las gracias a voluntarios y guardias que hay en los cruces. Desde luego este hombre es todo un derroche de optimismo. Da gusto ir con él. A veces me recuerda al negrito de la película Intocable.

Llegamos al kilómetro 52 en Cabezón de Pisuerga donde está el primer avituallamiento líquido. Llevo todavía el bidón lleno así que no paramos. Dentro de tres kilómetros empieza «lo bueno», la primera sirga. Una sirga no es más que un camino de tierra junto al canal donde las mulas tiraban de las embarcaciones. Esta sirga mide una longitud de casi siete kilómetros. No está mal para ser la primera.

La entrada está fatal, hay que entrar con mucha precaución, pero una vez dentro empiezo a dar a los pedales y me pongo a 30 km/h. Sonrío interiormente pensando que ese grupo que veo al fondo pronto va a ser alcanzado. Nada más lejos de la realidad. Si yo voy a 30 ellos debe ir a 35 porque se van alejando cada vez más. Juan que venía por detrás me pasa y le sigo a unos metros, porque ir a rueda en estos tramos es peor ya que no ves si hay una piedra, un agujero, un montículo, así que le sigo, pero sin acercarme en exceso. Hay unos cuantos pinchazos en esta zona.

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En la primera sirga

En el asfalto nos reagrupamos un pelotón de unos diez o doce. Tenemos la fortuna de que Dori Ruano, la invitada especial, está entre nosotros. Nos dice como deberíamos revelar y siguiendo su consejo vamos entrando por la derecha y nos dejamos caer por la izquierda. Vamos fenomenal hasta que llegamos a Quintanilla donde hay un tramo testimonial de 100 metros y tiene la desgracia de pinchar. A partir de ahí, Dori se queda y ya se rompe el orden en el pelotón que se había montado.

Después de unos cuantos repechos (alguno bastante duro) llegamos a Dueñas donde está el primer avituallamiento sólido y donde hay que sellar por primera vez el pasaporte. Allí paramos tranquilamente y nos ponemos ciegos a comer: sandwich de jamón y queso, tarta de manzana, melón, sandía, plátano. De todo. Una pasada la cantidad de comida que había. Estamos en el kilómetro 85, en la mitad del recorrido.

Con la tripa bien llena salimos de Dueñas, hay un repechón a la salida del pueblo para subirlo con el tercer plato… si lo tuviera. Me cuesta dios y ayuda no poner pie a tierra. El repechón se baja por una cuesta abajo de tierra con piedras que dificulta colocar la rueda de tal forma que no pise ningún pedrusco. El terreno es favorable hasta el inicio de la segunda sirga de la jornada. Conocida como La sirga de Albúrez, sus 14,5 km nos llevan hasta Palencia. Voy a buen ritmo, junto a un grupo de cuatro o cinco, pero al final me doy cuenta que voy un poco fuera de punto y levanto el pie. Se van yendo y poco después me pasan Juan y Rafa como cohetes y algunos más, pero trato de no cebarme. Se me está haciendo largo este camino y llego a Palencia reventáo.

En Palencia otra sorpresita. Acaba la sirga, se gira a la izquierda y comienza a subirse el Alto de Autilla, que no es muy duro, pero entre que ya voy con las piernas muy cansadas y que el aire en contra es brutal se me hace no duro, lo siguiente, ¡¡¡si parece el Tourmalet!!! Una chica bien maja me dice que me ponga a rueda, que me lleva hasta el que va delante de mí. Curiosamente es Arturo, no el rey, sino un conocido del ciberespacio y entre los dos nos vamos dando relevos para tratar de subir los dos juntos. Juan y Rafa van metidos en un pelotón un poco delante de mí, pero se van alejando cada vez más, hasta que veo que Rafa se para antes de la cima del puerto. Dice que para hacer sus necesidades.

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Subiendo…

En la cima de este alto hay un avituallamiento líquido. Juan nos está esperando. Aprovecho para avituallarme y comer un par de plátanos, que también había. Rafa llega algo después con calambres, se para a estirar y dice que lleva el pulso muy alto, que no le baja. Estamos un buen rato allí, hasta que Rafa se encuentra mejor. Nos advierten que tratemos de hacer grupeta porque aunque el terreno es favorable, hace muchísimo viento en contra. Estamos ya en el kilómetro 106.

Efectivamente, el terreno es favorable, llano y con bajadas hasta Ampudia. Salimos los tres y Juan se pone a tirar con la idea de pillar a un grupo de cinco que van delante de nosotros. Vamos los dos a rebufo, pero cuando ya estamos muy cerca de llegar al grupo se descuelga Rafa y no nos damos cuenta que se ha quedado hasta que conseguimos entrar en el grupo. Rodamos unos kilómetros en ese grupo pero nos descolgamos para echarle una mano. Curiosamente, con lo mal que lo he pasado subiendo, ahora me encuentro muchísimo mejor. Me ha venido fenomenal esa paradita y ese plátano.

Pasamos por el Monasterio de Nuestra Señora de la Alconada, vamos animando a Rafa porque Ampudia está muy cerca. Vamos tan ensimismados que nos pasamos el desvío a la carretera blanca (léase camino) número cuatro que sale justo después del monasterio. Nos adelanta una ambulancia y nos dice que nos hemos pasado, así que vuelta hacia atrás hasta el monasterio. Allí ingresamos en el camino y nos cruzamos con uno que ha pinchado. Dice que no hay remedio que ha llamado para que vengan a recogerle. Seguimos y poco después noto que he pinchado. Me pongo a vocear y a silbar pero mis dos compañeros no se enteran, así que me bajo de la bici, desmonto la rueda y cambio la cámara. Empiezo a hinchar la rueda y noto que empiezan a caer gotas de lluvia. No pasa nada me digo. Cuando ya estoy a punto de montar la rueda veo que llega una furgoneta. ¡Qué sorpresa! Es Rosa, la mujer de otro participante. Mis compañeros le han dicho que si se puede acercar por si me ha pasado algo. Afortunadamente para mí lleva una bomba de aire de pie así que la rueda pasa de 4 kilos (lo poco que había podido inflar a mano) a ocho kilos. Menos mal, porque seguro que con cuatro kilos hubiese pinchado poco después.

Llego a Ampudia al avituallamiento (km 126) y allí están mis compañeros de aventuras comiendo y bebiendo. Empiezo a pensar que voy a acabar la prueba más gordo de lo que vine. Durante el rato que estamos allí observo que la lluvia empieza a ser constante, nos va a tocar mojarnos. Sello el pasaporte y como algo y de nuevo en marcha.

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Recuperando fuerzas en Ampudia

Salimos de Ampudia por delante del castillo…

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Castillo de Ampudia

…y salimos por otro camino, pero de sólo 800 metros. Al llegar a la carretera me paro a hacer mis necesidades y digo a mis compañeros que sigan ellos. Los cojo al rato, me encuentro fuerte, mucho mejor que en la primera parte de la prueba. Seguimos dando a los pedales, la lluvia ya es nuestra compañera de camino y llegamos a la carretera blanca número seis, de tres kilómetros de longitud. Me pongo a dar a los pedales sin mirar a atrás y noto que el barro se va pegando a los frenos. Acaba el camino y veo que no viene ninguno de los dos. Al poco llega Rafa y bastante después, Juan. Dice que el barro se le queda en el guardabarros y que no puede pedalear, así que tiene que parar cada poco tiempo a quitar el barro con un desmontable. En ese punto, en Meneses de Campos, en el kilómetro 140, Juan se plantea llegar a Medina de Rioseco por carretera. Yo digo que he venido aquí para hacer el recorrido, que yo sigo, así que seguimos los tres.

Quedan algo más de veinte kilómetros y ya es todo por caminos. Empezamos la carretera blanca número siete de 7,5 km de longitud y la cosa se va complicando. El primer tramo es llevadero yendo por el lateral, ya que la parte central está empedrada, similar a algún tramo de la Paris-Roubaix. La segunda parte es un terreno más ondulado con pequeñas subidas y bajadas y curvas a derecha a izquierda. Lo peor es que con la lluvia la tierra se ha convertido en un barrizal y resulta difícil avanzar en algunos tramos. Adelanto a uno que va andando y dice que no ha pinchado, que se ha caído dos veces. Adelanto a otro y me dice lo mismo. El terreno es complicado, la rueda trasera se va por donde quiere. Veo que Juan y Rafa se van quedando cada vez más atrás, pero sigo mi camino. ¡Ahora es cuando mejor voy! No siento el cansancio, mis piernas responden a cada pedalada aunque no se avanza mucho por este terreno.

Acaba la «carretera blanca» que estaba marrón de la lluvia y empieza el último tramo de la prueba. Se trata de la sirga número tres «Dársena de Medina» que lleva a la meta. Consta de 13,5 km de longitud y como buena sirga, transcurre paralela al canal y está preciosa a más no poder. La lluvia es más fuerte en estos momentos.

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La lluvia es abundante sobre el canal

El subidón que llevo es de órdago, voy como un loco por ese terreno. Ha llovido y está lloviendo bastante por lo que los surcos del camino son un charco continuo. Pero no importa, voy disfrutando como un enano. Recuerdo las palabras de Pedro Horrillo que decía que lo importante de este tramo no es desear llegar a meta, sino desear que no acabe para disfrutar. Y eso hacía disfrutar y disfrutar de este terreno.

Por ahí va uno de amarillo, le sobrepaso. Luego van un par de ellos, también los paso. Otro me dice que ya no puede más. En este último tramo adelante a seis o siete. De repente me parece ver a Carmelo con su cámara y con un paraguas, ¡no me lo puedo creer! Me hace una foto y le saludo. Es sorprendente Carmelo, inesperado. La foto ha salido muy bien para las condiciones que hay en estos momentos.

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Disfrutando como un niño con katiuskas

Sigo y sigo disfrutando y empiezo a ver las casas de Medina. Sigo dando a los pedales y llego a la dársena donde está instalada la meta. Cruzo el arco con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Ha sido una verdadera pasada.

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Llegada a meta, súper contento

Me acerco a la mesa donde bebo un par de vasos de bebida energética. Me sellan el pasaporte y me acerco a la gasolinera a quitar el barro de la bici. Guardo la bici en el maletero del coche, me ducho en el polideportivo y disfruto de una deliciosa y abundante comida con la que nos agasaja la organización. Después de la comida partimos con cierta premura a casa. Ha sido una jornada genial, me lo he pasado de vicio. Muchas gracias Víctor por seguir adelante con tu idea. Espero que el año que viene se pueda celebrar de nuevo. Gracias a Juan y a Rafa por la compañía antes, durante y después de la prueba. Gracias también a Frodo, a Carmelo y a Marisa por las fotos. Bueno, a Marisa por las fotos y todo lo demás.

XXXVII Carrera Popular Toledo-Polígono

Hoy he participado por primera vez en esta carrera que se celebra en Toledo. Parte de la Puerta de Bisagra, en el centro de Toledo y llega al Polígono, que es un barrio situado más allá del casco histórico, por lo que la llegada y la salida están a bastantes kilómetros de distancia y, por lo tanto, hace que la logística se complique un poco. Debido a eso, llegamos a Toledo con bastante tiempo de antelación. Tanto que debimos ser los primeros que retiramos el dorsal, ya que llegamos minutos antes de las siete de la tarde a recogerlo. Y la carrera comenzaba a las nueve.

En esta ocasión había la posibilidad de apuntarse por parejas. Existían tres tipos de parejas: chico-chico, chica-chica y mixtas. Nosotros nos apuntamos, obviamente, a la de parejas mixtas y nos dieron a los dos el mismo dorsal: el 1006. Para poder optar a la clasificación por parejas había que entrar en meta los dos juntos. No valía llegar cada uno por su lado y sumar los tiempos.

Nos dirigimos en coche hacia la meta, siguiendo a una de las furgonetas de la organización y cerca de la llegada aparcamos el coche y preguntamos a una pareja de toledanos paseantes si sabían donde se podía recoger el autobús para ir a la centro. Amablemente nos indicaron que frente a la residencia de ancianos se podía coger el 62 que te dejaba en la misma Puerta de Bisagra.

Estábamos esperando tranquilamente el autobús cuando recibimos la primera sorpresa del día. De repente encontré a una amiga, compañera del instituto, que llevaba casi treinta años sin verla. Fue una gran alegría encontrarla. Después en meta tuvimos tiempo de charlar un rato.

Al poco llegó el autobús, nos montamos, pagamos 1,40 € per testa por el trayecto (más caro que en Madrid) y vimos que el autobús iba repleto de corredores que habían hecho lo mismo que nosotros. Sólo que ellos fueron más espabilados porque cogieron el autobús una parada antes y les salió gratis porque lo pagó la Asociación de Vecinos «El Tajo» que son los que organizaban la carrera.

En el autobús también nos encontramos con caras conocidas. Una de ellas era la de Ana, paisana de mi acompañante que nos hizo una bonita foto con la Puerta de Bisagra al fondo.

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Con la Puerta de Bisagra al fondo

Después de las fotos, estuvimos dando una vuelta por el mercadillo medieval que habían montado en la Vega. Sobre todo había tenderetes con comidas de todo tipo que invitaban a comer. No pude evitar comerme una chuche gigante.

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Energía para los últimos kilómetros

No llegábamos a quinientos atletas, por lo que había bastante sitio en la salida. Nos colocamos cerca de la línea de salida, pero sin pasarnos. Dieron la salida, atravesamos la Puerta de Bisagra y comienza la primera subida hacia Zocodover, menos mal que sólo un poco y enseguida comenzamos a bajar por una pendiente pronunciada, haciendo unas cuantas zetas hasta llegar a la zona llana, junto al río. Habíamos completado el primer kilómetro. De nuevo comienza una subida buscando el puente de Alcántara. Después del puente, una buena bajada para llegar al Paseo de la Rosa y ahí comienza un tramo llano hasta que acaba el paseo, donde se gira a la derecha hasta llegar a un polideportivo donde se abandona el asfalto y comienza una bonita subida, bastante larga, engañosa, que se hace dura. Menos mal que ya se iba notando que el sol se había ocultado y la temperatura había bajado.

Se corona el punto más alto poco antes del meridiano de la carrera, se pasa por un puente que atraviesa la A-42 (la misma que pasa al lado de mi casa) y comienza una pequeña subida preludio de otra bajada de pronunciada pendiente. Aún seguimos corriendo cerca de los pinos, pero el piso es de nuevo asfalto, se acabaron los caminos.

Siguiendo por ese camino asfaltado se acaba entrando al barrio del Polígono. Primero pasando por detrás del centro comercial y luego por delante del monstruoso hospital que están construyendo o al menos deberían de estar haciéndolo, porque no se ve actividad por allí.

Por ese punto, sobre el kilómetro 7,5 observé que íbamos acortando terreno a una pareja «de las nuestras». Antes de comenzar la carrera nos habíamos cruzado con ellos, que llevaban el traje de Bicicletas Pina y nos parecieron muy profesionales, que íbamos a tener poco que hacer. Aún así, animé a mi compañera a que acelerase un poco porque veía que aunque íbamos recortando, no tenía muy claro si el ritmo que llevábamos iba a ser suficiente para alcanzarlos. Mi compañera no aumentó el ritmo, pero al menos no lo disminuyó y de este modo la distancia que nos separaba era cada vez menor.

El chico de la pareja se dio cuenta que íbamos cerca y empezó a animar a su compañera, pero debía ir con pocas fuerzas porque seguíamos acercándonos amenazadoramente. A falta de 500 metros ya íbamos prácticamente detrás. Ahí se gira a la izquierda y comienza una cuesta abajo. Acabando la cuesta abajo la chica se dio cuenta de nuestra presencia y aceleró. Ese fue su canto del cisne, porque ya en la recta de llegada, en los últimos cien metros, mi compañera sacó fuerzas no sé de donde y se puso a acelerar como una loca. Tanto que en esos últimos metros conseguimos distanciar a la otra pareja en diez segundos, llegando a meta con un tiempo oficial de 49:33.

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Tras pasar la línea de meta

Ese sprint brutal de mi compañera sirvió para que consiguiéramos llegar como la décimo sexta pareja clasificada, pero lo mejor es que fuimos ¡¡¡la tercera pareja mixta!!! Así que he conseguido subir al pódium por tercera vez en mi vida en una carrera pedestre. Aunque esta vez todo el mérito ha sido de mi compañera, todo hay que decirlo. Eso no quita que esté más contento que unas castañuelas.

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Recibiendo nuestro trofeo de tercer clasificados

Una bonita carrera a un precio razonable (5 €) aunque tenga el problema de tener la salida en distinto lugar de la llegada. Por ese precio al llegar nos dieron una camiseta de algodón, una botella de agua, refrescos, cerveza de barril y naranjas. Además hubo sorteos varios. Una carrera recomendable.

Las fotos de la llegada y del podio son de Aurelio Gómez Castro. Gracias.

XXXVII Carrera Popular de San Juan

Para completar este mes de junio «deportivo» hoy he participado en la Carrera de San Juan, en Leganés. Se trata de una carrera tan antigua como la maratón de Madrid. Ambas han celebrado este año su XXXVII edición.

Este año el patrocinador principal era El Corte Inglés de El Bercial, por lo que la salida era junto a este centro comercial. Bueno, la salida y los tres primeros kilómetros, que se hacían dando vueltas y yendo y viniendo alrededor del centro. Entre el calentamiento y esos primeros kilómetros iniciales, me quedó bien claro quien era el patrocinador. Desde el otro lado de la barrera, me alegro por los organizadores porque no es fácil encontrar un patrocinador.

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Calentando antes de la carrera

Salí con la idea de mejorar el tiempo de Proniño y de no sufrir tanto, así que salí algo más despacio que la semana anterior. Pasé el kilómetro cinco en 21:30 más o menos y más confortable que el otro día; no obstante era medio minuto más lento. Sobre el kilómetro seis me cogió un conocido y estuve con él desde ahí hasta el final, aunque siempre por detrás.

Llegando a la pista del atletismo donde acaba la carrera se pasa por un parque donde también hay que hacer alguna vuelta y revuelta tipo cross. Ahí me eché encima del conocido que me había pasado antes y de otro que le acompañaba, pero en la pista me dejaron ambos.

Llegué a la meta con un tiempo de 43:18 según mi cronómetro, 43:26 tiempo oficial. La diferencia entre un tiempo y otro es debida a que no había alfombra de salida. Echando mano a mi cronómetro, mejoré 13 segundos el tiempo de Proniño y sufrí muuuuuucho menos. Objetivo conseguido!

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Entrando en meta

Después de entrar en meta, un corto sprint hasta el guardarropa donde tenía octavillas de la carrera del barrio, las cuales estuve repartiendo mientras mostraba la camiseta del año pasado que gustó mucho a los que la vieron. La verdad es que tuvo buena acogida, espero que consigamos completar las 300 inscripciones.

V Carrera Proniño

Hoy se ha celebrado la quinta edición de la Carrera Proniño y ésta ha sido mi cuarta participación. Como el año pasado no pude participar por lesión, me he quedado sin poder hacer pleno.

Llevaba casi dos años sin hacer un diez mil a tope. Entre eso y que últimamente entreno poco no sabía muy bien lo que podía dar de sí. A ojo habían calculado que podía andar entre 42 y 43 minutos, ya que pensaba que un ritmo entre 4:15 y 4:30 podía ser asumible.

Llegamos una hora antes de la salida al punto de encuentro, para no agobiarnos. Visita a los servicios, paseo por la zona de salida/meta y poco después de las 8:30 nos hicimos la foto de rigor unos cuantos compañeros del equipo.

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Un buen puñado de maratidianos

Vuelta al coche a dejar la camiseta, que hacía algo de fresco a esas horas, y a calentar haciendo también unos progresivos para subir las pulsaciones. Con unos minutos de retraso se dio la salida y salí raudo como el viento, tardando unos 20 segundos en atravesar la línea de salida, momento en que puse en marcha el cronómetro.

Pasé el primer kilómetro en 4:07 y el segundo en 4:03 y me di cuenta que si seguía a ese ritmo iba a reventar un par de kilómetros más tarde. Aún así pasé por la mitad de la carrera en 20:57. Demasiado rápido para mi actual estado de forma. Aflojé un poco el ritmo ya que la segunda parte es más dura y sufriendo, sobre todo cuesta arriba, conseguí llegar a meta con un tiempo oficial de 43:31.

Un detalle muy de agradecer es la fruta que pusieron nada más pasar la línea de meta. La verdad es que apetecía dar un bocado después de la carrera.

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Bonita y dura carrera y lo mejor es que el dinero de las inscripciones va a parar a la Fundación Proniño, organización que lucha por erradicar el trabajo infantil.

XXXVI Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

Hoy he participado por primera vez en la carrera popular Ciudad de los Ángeles. Se trata de la popular más antigua de las que se celebran en Madrid, exceptuando la maratón de Madrid que comenzó a celebrarse en 1978.

Me quedé alucinado con el despliegue de medios. Había estado el año pasado repartiendo octavillas para la carrera del barrio y era una organización de lo más modesta, pero este año han tirado la casa por la ventana. Por el módico precio de cero euros: cronometraje con chip, dorsal con imperdibles, agua en cada una de las vueltas y al finalizar la carrera, Aquarius, camiseta técnica y generoso sorteo de embutidos. ¿Alguien da más?

Sin embargo, ya advirtió el presidente de la asociación de vecinos que organiza la carrera que el año que viene dejaba de ser gratuita y que costaría unos cinco euros la inscripción. Precio que considero barato y que no cubre lo que cuesta organizar la prueba. Espero que cuenten con ayuda porque de lo contrario es un negocio ruinoso.

Como se trata de una carrera poco multitudinaria, llegamos a la salida con unos cuarenta minutos de antelación. Hicimos una pequeña cola de pocos minutos y recogimos nuestros dorsales. Poco después nos encontramos con Iñaki y con un nutrido grupo de Pradolongueros que se habían dado cita allí: Jesús, los dos Emilios y Quique. Nos hicimos una bonita foto antes de salir.

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Llevo unas cuantas semanas, o más bien diría meses, entrenando poca cosa, así que no esperaba hacer nada destacado en la carrera. No tenía ninguna pretensión, así que en vez de calentar decentemente, me entretuve hablando con Jesús, de Atelier, sobre la carrera del barrio, que ellos nos ayudan con la organización. Cuando me quise dar cuenta ya era casi la hora y me tuve que poner a estirar de aquellas maneras…

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Después de los estiramientos me puse en la línea de salida con la idea de acompañar a mi amiga, que buscaba hacerlo lo mejor posible para poder subir al cajón. No llevaba reloj y no tenía idea del ritmo que llevaba, pero yo la veía bastante bien; sin embargo, sobre el kilómetro ocho tuvo un pequeño bajón. Afortunadamente, luego se repuso.

Después de los casi 10 km, llegamos a meta con un tiempo de 48:37 que le sirvió para auparse al tercer puesto del cajón de su categoría, muy extrañada de ver quien fue la vencedora de su categoría, que siempre había quedado detrás de ella.

Lo que más me gustó fue el cartel que puso Emilio de la carrera del barrio junto al lugar donde se recogía el dorsal.

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Todas las fotos cortesía de Emilio (runningbox). ¡¡¡Muchas gracias!!!

XXIX Carrera del Árbol

Desde la maratón de Sevilla (23 de febrero) no había participado en ninguna carrera hasta hoy que volví a participar en la Carrera del Árbol, prueba que no es nueva, ya que se trata de la XXIX edición. Esta carrera es una prueba no competitiva donde todo aquel que llegue a meta consigue el mismo premio: un árbol.

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Salí con un adolescente catorceañero (sí, ese que está perdonando la vida al fotógrafo) que tenía la intención de bajar de los 20 minutos en los cuatro kilómetros de los que consta la carrera. Me pareció un tanto presuntuosa la intención de este chaval, por lo que salí con la idea de que no se acelerara demasiado, tratando de mantener un ritmo cercano a cinco y que no se desfondase.

La salida es cuesta arriba casi todo el primer kilómetro, pero aún así hicimos 5:02. Pero el chaval seguía con ganas de marcha y el segundo cayó en 4:42. Observé que llevaba una buena respiración por lo que le dejé a él que marcara el ritmo, esperando que no le atacase el flato que es un mal habitual en estos jóvenes tan impetuosos. Nada más lejos de la realidad, el tercer kilómetro fue aún más rapido: 4:29 y el tío seguía tan campante. El último kilómetro es favorable en algunos tramos y muy atractivo ya que acaba en la pista de atletismo de Palomeras. Allí aceleramos para pasar por el arco de meta a toda pastilla. La vista de la meta provocó que este último kilómetro fuera el más rápido, ya que lo recorrimos en 4:21. Total que nos calzamos los cuatro kilómetros de la carrera en 18:34 a un ritmo de 4:39, cumpliendo las expectativas de la criatura.

Una bonita carrera, muy recomendable y muy familiar.

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Los «trofeos»

XXX Maratón de Sevilla

He tenido ocasión de participar por primera vez en esta maratón, que celebraba ya su XXX edición. La carrera está muy bien organizada y merece la pena participar, sobre todo si se desea hacer marca ya que el recorrido es muy llano. Aunque ese perfil puede convertirse en algo monótono. Creo que prefiero algo más de variedad.

Como suele ocurrir en todas las maratones, si has entrenado en condiciones climatológicas adversas, el día de la maratón es soleado. Ha sido sin duda el día que más calor he pasado desde el mes de octubre y tenía que ser hoy. Pero es lo que hay y es un factor que siempre hay que tener en cuenta.

Llegamos el sábado a Sevilla a bordo del AVE, que se retrasó media hora, gracias a lo cual Renfe ha tenido la deferencia de «invitarnos» al trayecto 😉 Tuvimos la fortuna de que un compañero ¡gracias Paco! que había llegado el viernes se ofreciera a recogernos los dorsales. Eso nos facilitó tener tiempo para hacer turismo por la ciudad. Me encantó el Real Alcázar, una verdadera maravilla del arte islámico y otros estilos posteriores. Después de comer visitamos la catedral y la Giralda, que también son dos sitios dignos de ver, aunque subir las treinta y cinco rampas de la Giralda suponen un ejercicio castigador para los gemelos.

Después de una opípara cena nos fuimos a la cama con las piernas algo cansadas, pero dispuestos a dormir lo más posible para recuperarnos de la jornada turística.

A las seis de la mañana sonó el despertador. Nos vestimos con la indumentaria adecuada y bajamos a desayunar. El hotel, concertado con la organización, había abierto el comedor a las seis para permitir a los clientes maratonianos poder desayunar con tiempo.

A las siete y media habíamos quedado con Paco cerca del puente de la Barqueta donde cogimos el autobús C2 que nos llevó hasta las inmediaciones del estadio de la Cartuja. Después de un paseo hasta la puerta N que está al otro lado del estadio dejamos la ropa en el guardarropa perfectamente organizado (ya podían aprender los de Mapoma) y mientras estábamos refugiados dentro del estadio, ya que hacía bastante fresco a esas horas, nos encontramos con Pedro, otro compañero que se había desplazado hasta allí. Nos hicimos unas fotos y después nos fuimos hacia la línea de salida que distaba un kilómetro desde el guardarropa.

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Antes de la salida

Formamos un terceto con mi compañera de entrenamientos de estos últimos meses y Paco con la idea de acercarnos a las tres horas y cuarenta y cinco minutos. Y un cuarto de hora antes de la salida ya estábamos en nuestro cajón esperando el momento de salir. Ya se notaba que iba a hacer calor, aunque todavía hiciese algo de fresco.

A las nueve dieron la salida y tardamos casi dos minutos en atravesar la línea de salida, dado que había bastante gente, eso también provocó que el primer kilómetro fuese algo lento, pero rápidamente fuimos alcanzando el ritmo de crucero de 5:18 min/km, que era el inicialmente previsto.

Mi compañera de entrenamientos, que había estado entrenando muy seriamente para esta carrera, sufrió una lesión en la rodilla el domingo pasado y aunque se ha pasado toda la semana sin correr y a base de hielo e Ibuprufeno, sobre el kilómetro tres empezó a notar las molestias en la rodilla, pero no dijo nada para no alarmarnos. Los kilómetros pasaban con rapidez y sobre el km 18 llegamos a Avda. Kansas City que es una laaaaaarga recta de casi 2 km donde pegaba el viento frontal. Ahí empezó Paco a quedarse y me di cuenta que la compañera empezaba a flaquear, su rodilla empeoraba.

Pasamos poco después por la media maratón en el tiempo previsto 1h52 pero ya me daba cuenta que el objetivo era irrealizable. En el 25 mi compañera de entrenos ya no pudo más y comenzó con el método Galloway, andando en los avituallamientos y corriendo después. El problema es que la costaba mucho arrancar por la rodilla. Gracias a que los puestos de agua estaban cada 2,5 km le servía de acicate pensar que pocos kilómetros después podía volver a parar y recuperar un poco.

Poco después de pasar por la Plaza de España, sobre el kilómetro 35, nos alcanzó Paco que se había recuperado de su bajón inicial y volvimos a conformar el terceto primario. Cruzamos el puente de la Barqueta, nos adentramos en la isla de la Cartuja, donde empezaba una de las zonas menos simpáticas de la carrera, ya que se ve el estadio ahí mismo y hay que dar una bonita vuelta para acceder a él. Menos mal que en el kilómetro 38 nos encontró Macu y sus ánimos nos dieron fuerza para continuar. Además nos hizo unas bonitas fotos.

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En el kilómetro 38 ¡directos a la meta! foto cortesía de Macu

Con ese empujón de motivación seguimos a nuestro ritmo hasta casi el final, donde a falta de 500 metros alcanzamos a Pedro que iba sufriendo por sus ahogos en cuanto aumentaban sus pulsaciones. Le animé para que entráramos los cuatro juntos y así lo hicimos, llegando a meta cuando el reloj marcaba 3h59 y logrando entrar todos en formación. Mi tiempo neto final fue de 3:57:28 que coincidirá segundo arriba, segundo abajo con los compañeros del terceto.
En resumen, una maratón más, la vigésima cuarta, y una experiencia distinta a todas las maratones anteriores. Es lo que tiene esta distancia que nunca hay dos iguales y en cada una se aprende algo. Esta vez fue muy emocionante correr junto a mi compañera y verla portarse como una campeona sobreponiéndose a sus dificultades físicas, demostrando que lo importante de la maratón es «sobrevivir» a las trabas que te pone la carrera y conseguir vencerla. Y lo hizo, claro que lo hizo.

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Nada más cruzar la línea de meta, súper felices

La organización me pareció muy buena, rayando el diez. El guardarropa, genial; los voluntarios fantásticos y el recorrido muy bueno para hacer marca, aunque para mi gusto un poco aburrido porque todo tan llano acaba siendo muy monótono. El único pero es que a partir del kilómetro quince ¡no había botellas de agua en los puestos de avituallamiento, sólo vasos! Así que me hice con una botella en el kilómetro cinco y fui con ella hasta el final, rellenándola en cada puesto de avituallamiento. Otro punto que pudiera ser negativo es la zona de salida/meta que queda algo lejos del centro de la ciudad, tema que la organización trató de paliar poniendo autobuses lanzaderas que te acercaban hasta allí.

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Posando con el Guadalquivir al fondo, después de terminar

XV Media maratón de Getafe

Un año más que participo en la media de Getafe. Día soleado, sin pizca de viento y no muy caluroso que venía de perlas para correr. Llegamos con tiempo suficiente, la entrega de dorsales fue rápida en mi caso y después de ir al servicio me encontré con un par de compañeros del equipo. Nos plantamos en el punto de encuentro con algunos minutillos de retraso, pero dentro del límite de «cortesía».

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Con los compañeros de entrenamiento del parque de Pradolongo

Sólo estábamos cuatro, esperamos algunos minutos más y como apremiaba dejar las cosas en el guardarropa íbamos a hacer la foto sólo los que estábamos, llegaron un par de ellos en el último segundo. Así que salió una foto más lucida, aunque echamos de menos a otro par, que sabíamos seguro que iban a participar. El guardarropa también funcionó muy bien, estaba muy organizado y eso hizo que dejara la ropa en segundos.

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Con los compañeros de MaraTID

Mi objetivo era bajar de 1h35 que fue el tiempo que hice en la media de Villaverde hace mes y media. Lo imaginaba a mi alcance ya que esta media de Getafe es un terreno más llano y encima la organización no paraba de alabar el nuevo circuito de una sola vuelta. A mí, sinceramente, no me gustó ya que transcurre en los primeros diez kilómetros por una zona escasamente poblada y con animación próxima a cero, bueno, no a cero, próxima a -1.

Salí a lo que me dictaban las piernas ya que no llevaba cronómetro y sobre el kilómetro cuatro, en uno de los innumerables giros de 180º, pude ver a Manolo, un antiguo compañero del trabajo y miembro del equipo desde sus comienzos hasta hace bien poquito. Me llamó la atención porque Manolo corre que se las pela, ¡sólo hay que ver que ha hecho medias por debajo de 1h20! Me hizo dudar de si no iba yo demasiado rápido, pero debió ser que él salió muy tranquilo, porque ya no le vi en ningún momento.

Seguí a un ritmo que me resultaba llevadero, aunque no sin dificultad, y sobre el kilómetro 12 alcancé a un amigo con el que estuve hasta el avituallamiento del kilómetro 14. Allí me volví a quedar solo y así seguí hasta la meta. La verdad es que los últimos kilómetros se me hicieron algo largos, sobre todo el tramo que pasa por los adoquines, además iba un poco molesto porque llevaba unos kilómetros con la uña del dedo gordo del pie derecho molestándome.

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Entrando en el recinto del polideportivo. Foto cortesía de forofos del running

Llegué a meta y me pareció ver que el cronómetro marcaba 1h31, pero luego en la clasificación he visto 1h32, que también está bien ya que son tres minutos menos que en Villaverde. Acabé con un tiempo oficial de 1:32:33, neto de 1:32:04.

Lo peor fue después porque no quedamos en ningún sitio en concreto y tardamos en encontrarnos y en volver a casa, por lo que echamos la mañana en «la capital del sur». Esperando, volví a encontrarme con Manolo que andaba algo desesperado porque no encontraba a la chica que tenía la llave de su coche. Espero que apareciese más pronto que tarde.

Me llamó la atención porque los últimos seis kilómetros eran por el mismo recorrido que las anteriores ediciones; sin embargo, el kilómetro 15 estaba bastante antes que años pasados, por lo que esos seis kilómetros medían más que antaño. Supuestamente la carrera está homologada por lo que saco la conclusión que en años anteriores el circuito no estaba bien medido, aunque también decían que estaba homologado. O este año se les ha ido la mano con la medición…

En resumen, carrera rápida pero por un recorrido feo como pegar a un padre y desde mi punto de vista demasiado masificada. Habrá que buscar nuevas pruebas, que las hay a patadas. A parte de eso, creo que la organización brilló a gran altura. Además la bolsa del corredor estaba bien surtida con camiseta de manga larga, agua, refrescos, galletas energéticas y barrita de cereales. Todo por 16 € que aunque roza lo caro, visto lo visto en otras carreras es un precio razonable.

Terminar diciendo que la báscula marcaba el día de ayer un peso de 69,2 kg. Poco a poco voy volviendo a un peso que considero razonable.

XXXIV San Silvestre vicalvareña

Un año más y ya van nueve, he acabado el año participando en la San Silvestre vicalvareña. Me sigue pareciendo una carrera entrañable y seguiré participando siempre que pueda. Lo tiene todo: comienza tarde para no madrugar en exceso, se recoge el dorsal, el chip y la camiseta el mismo día de la carrera, hay cómodos vestuarios y guardarropa, te puedes duchar después de la carrera, es barata, no hay mucha gente, ¿alguien da más? La única pega, por decir algo, es que el recorrido es duro, pero eso se soluciona tomándoselo con calma.

Nos acercó Emilio II y llegamos aproximadamente con una hora de antelación. Curiosamente, debió ser ese momento el crítico porque las colas para recoger el chip y el dorsal eran bastante largas, pero minutos después de recoger chip y dorsal, las colas se redujeron a la mínima expresión. Nos cambiamos, hice mis necesidades y estuvimos buscando a Emilio II para la foto de rigor, pero no fuimos capaces de encontrarle, así que me hice la foto únicamente con la compañera pradolonguera.

San Silvestre vicalvareña 2013

Salí con la idea de acompañar a mi amiga durante el recorrido y así lo hice. Aunque el día era un tanto desapacible para estar de espectador, había cantidad de ellos, tanto en la calle San Cipriano como en la calle Villablanca. ¡Un hurra por ellos!

Estuve con ella hasta que faltaba kilómetro y medio para llegar a meta que me descolgué y desde entonces me dediqué a chocar los cinco a todo niño que me iba encontrando. Entré en meta con un tiempo oficial fue de 39:45 algo peor que los 39:24 que hizo mi compañera de fatigas.

Después una ducha en el vestuario y de vuelta para casa que había que cantar unos villancicos para celebrar la Nochevieja.