V Carrera Proniño

Hoy se ha celebrado la quinta edición de la Carrera Proniño y ésta ha sido mi cuarta participación. Como el año pasado no pude participar por lesión, me he quedado sin poder hacer pleno.

Llevaba casi dos años sin hacer un diez mil a tope. Entre eso y que últimamente entreno poco no sabía muy bien lo que podía dar de sí. A ojo habían calculado que podía andar entre 42 y 43 minutos, ya que pensaba que un ritmo entre 4:15 y 4:30 podía ser asumible.

Llegamos una hora antes de la salida al punto de encuentro, para no agobiarnos. Visita a los servicios, paseo por la zona de salida/meta y poco después de las 8:30 nos hicimos la foto de rigor unos cuantos compañeros del equipo.

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Un buen puñado de maratidianos

Vuelta al coche a dejar la camiseta, que hacía algo de fresco a esas horas, y a calentar haciendo también unos progresivos para subir las pulsaciones. Con unos minutos de retraso se dio la salida y salí raudo como el viento, tardando unos 20 segundos en atravesar la línea de salida, momento en que puse en marcha el cronómetro.

Pasé el primer kilómetro en 4:07 y el segundo en 4:03 y me di cuenta que si seguía a ese ritmo iba a reventar un par de kilómetros más tarde. Aún así pasé por la mitad de la carrera en 20:57. Demasiado rápido para mi actual estado de forma. Aflojé un poco el ritmo ya que la segunda parte es más dura y sufriendo, sobre todo cuesta arriba, conseguí llegar a meta con un tiempo oficial de 43:31.

Un detalle muy de agradecer es la fruta que pusieron nada más pasar la línea de meta. La verdad es que apetecía dar un bocado después de la carrera.

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Bonita y dura carrera y lo mejor es que el dinero de las inscripciones va a parar a la Fundación Proniño, organización que lucha por erradicar el trabajo infantil.

XXXVI Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

Hoy he participado por primera vez en la carrera popular Ciudad de los Ángeles. Se trata de la popular más antigua de las que se celebran en Madrid, exceptuando la maratón de Madrid que comenzó a celebrarse en 1978.

Me quedé alucinado con el despliegue de medios. Había estado el año pasado repartiendo octavillas para la carrera del barrio y era una organización de lo más modesta, pero este año han tirado la casa por la ventana. Por el módico precio de cero euros: cronometraje con chip, dorsal con imperdibles, agua en cada una de las vueltas y al finalizar la carrera, Aquarius, camiseta técnica y generoso sorteo de embutidos. ¿Alguien da más?

Sin embargo, ya advirtió el presidente de la asociación de vecinos que organiza la carrera que el año que viene dejaba de ser gratuita y que costaría unos cinco euros la inscripción. Precio que considero barato y que no cubre lo que cuesta organizar la prueba. Espero que cuenten con ayuda porque de lo contrario es un negocio ruinoso.

Como se trata de una carrera poco multitudinaria, llegamos a la salida con unos cuarenta minutos de antelación. Hicimos una pequeña cola de pocos minutos y recogimos nuestros dorsales. Poco después nos encontramos con Iñaki y con un nutrido grupo de Pradolongueros que se habían dado cita allí: Jesús, los dos Emilios y Quique. Nos hicimos una bonita foto antes de salir.

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Llevo unas cuantas semanas, o más bien diría meses, entrenando poca cosa, así que no esperaba hacer nada destacado en la carrera. No tenía ninguna pretensión, así que en vez de calentar decentemente, me entretuve hablando con Jesús, de Atelier, sobre la carrera del barrio, que ellos nos ayudan con la organización. Cuando me quise dar cuenta ya era casi la hora y me tuve que poner a estirar de aquellas maneras…

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Después de los estiramientos me puse en la línea de salida con la idea de acompañar a mi amiga, que buscaba hacerlo lo mejor posible para poder subir al cajón. No llevaba reloj y no tenía idea del ritmo que llevaba, pero yo la veía bastante bien; sin embargo, sobre el kilómetro ocho tuvo un pequeño bajón. Afortunadamente, luego se repuso.

Después de los casi 10 km, llegamos a meta con un tiempo de 48:37 que le sirvió para auparse al tercer puesto del cajón de su categoría, muy extrañada de ver quien fue la vencedora de su categoría, que siempre había quedado detrás de ella.

Lo que más me gustó fue el cartel que puso Emilio de la carrera del barrio junto al lugar donde se recogía el dorsal.

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Todas las fotos cortesía de Emilio (runningbox). ¡¡¡Muchas gracias!!!

XXIX Carrera del Árbol

Desde la maratón de Sevilla (23 de febrero) no había participado en ninguna carrera hasta hoy que volví a participar en la Carrera del Árbol, prueba que no es nueva, ya que se trata de la XXIX edición. Esta carrera es una prueba no competitiva donde todo aquel que llegue a meta consigue el mismo premio: un árbol.

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Salí con un adolescente catorceañero (sí, ese que está perdonando la vida al fotógrafo) que tenía la intención de bajar de los 20 minutos en los cuatro kilómetros de los que consta la carrera. Me pareció un tanto presuntuosa la intención de este chaval, por lo que salí con la idea de que no se acelerara demasiado, tratando de mantener un ritmo cercano a cinco y que no se desfondase.

La salida es cuesta arriba casi todo el primer kilómetro, pero aún así hicimos 5:02. Pero el chaval seguía con ganas de marcha y el segundo cayó en 4:42. Observé que llevaba una buena respiración por lo que le dejé a él que marcara el ritmo, esperando que no le atacase el flato que es un mal habitual en estos jóvenes tan impetuosos. Nada más lejos de la realidad, el tercer kilómetro fue aún más rapido: 4:29 y el tío seguía tan campante. El último kilómetro es favorable en algunos tramos y muy atractivo ya que acaba en la pista de atletismo de Palomeras. Allí aceleramos para pasar por el arco de meta a toda pastilla. La vista de la meta provocó que este último kilómetro fuera el más rápido, ya que lo recorrimos en 4:21. Total que nos calzamos los cuatro kilómetros de la carrera en 18:34 a un ritmo de 4:39, cumpliendo las expectativas de la criatura.

Una bonita carrera, muy recomendable y muy familiar.

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Los «trofeos»

XXX Maratón de Sevilla

He tenido ocasión de participar por primera vez en esta maratón, que celebraba ya su XXX edición. La carrera está muy bien organizada y merece la pena participar, sobre todo si se desea hacer marca ya que el recorrido es muy llano. Aunque ese perfil puede convertirse en algo monótono. Creo que prefiero algo más de variedad.

Como suele ocurrir en todas las maratones, si has entrenado en condiciones climatológicas adversas, el día de la maratón es soleado. Ha sido sin duda el día que más calor he pasado desde el mes de octubre y tenía que ser hoy. Pero es lo que hay y es un factor que siempre hay que tener en cuenta.

Llegamos el sábado a Sevilla a bordo del AVE, que se retrasó media hora, gracias a lo cual Renfe ha tenido la deferencia de «invitarnos» al trayecto 😉 Tuvimos la fortuna de que un compañero ¡gracias Paco! que había llegado el viernes se ofreciera a recogernos los dorsales. Eso nos facilitó tener tiempo para hacer turismo por la ciudad. Me encantó el Real Alcázar, una verdadera maravilla del arte islámico y otros estilos posteriores. Después de comer visitamos la catedral y la Giralda, que también son dos sitios dignos de ver, aunque subir las treinta y cinco rampas de la Giralda suponen un ejercicio castigador para los gemelos.

Después de una opípara cena nos fuimos a la cama con las piernas algo cansadas, pero dispuestos a dormir lo más posible para recuperarnos de la jornada turística.

A las seis de la mañana sonó el despertador. Nos vestimos con la indumentaria adecuada y bajamos a desayunar. El hotel, concertado con la organización, había abierto el comedor a las seis para permitir a los clientes maratonianos poder desayunar con tiempo.

A las siete y media habíamos quedado con Paco cerca del puente de la Barqueta donde cogimos el autobús C2 que nos llevó hasta las inmediaciones del estadio de la Cartuja. Después de un paseo hasta la puerta N que está al otro lado del estadio dejamos la ropa en el guardarropa perfectamente organizado (ya podían aprender los de Mapoma) y mientras estábamos refugiados dentro del estadio, ya que hacía bastante fresco a esas horas, nos encontramos con Pedro, otro compañero que se había desplazado hasta allí. Nos hicimos unas fotos y después nos fuimos hacia la línea de salida que distaba un kilómetro desde el guardarropa.

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Antes de la salida

Formamos un terceto con mi compañera de entrenamientos de estos últimos meses y Paco con la idea de acercarnos a las tres horas y cuarenta y cinco minutos. Y un cuarto de hora antes de la salida ya estábamos en nuestro cajón esperando el momento de salir. Ya se notaba que iba a hacer calor, aunque todavía hiciese algo de fresco.

A las nueve dieron la salida y tardamos casi dos minutos en atravesar la línea de salida, dado que había bastante gente, eso también provocó que el primer kilómetro fuese algo lento, pero rápidamente fuimos alcanzando el ritmo de crucero de 5:18 min/km, que era el inicialmente previsto.

Mi compañera de entrenamientos, que había estado entrenando muy seriamente para esta carrera, sufrió una lesión en la rodilla el domingo pasado y aunque se ha pasado toda la semana sin correr y a base de hielo e Ibuprufeno, sobre el kilómetro tres empezó a notar las molestias en la rodilla, pero no dijo nada para no alarmarnos. Los kilómetros pasaban con rapidez y sobre el km 18 llegamos a Avda. Kansas City que es una laaaaaarga recta de casi 2 km donde pegaba el viento frontal. Ahí empezó Paco a quedarse y me di cuenta que la compañera empezaba a flaquear, su rodilla empeoraba.

Pasamos poco después por la media maratón en el tiempo previsto 1h52 pero ya me daba cuenta que el objetivo era irrealizable. En el 25 mi compañera de entrenos ya no pudo más y comenzó con el método Galloway, andando en los avituallamientos y corriendo después. El problema es que la costaba mucho arrancar por la rodilla. Gracias a que los puestos de agua estaban cada 2,5 km le servía de acicate pensar que pocos kilómetros después podía volver a parar y recuperar un poco.

Poco después de pasar por la Plaza de España, sobre el kilómetro 35, nos alcanzó Paco que se había recuperado de su bajón inicial y volvimos a conformar el terceto primario. Cruzamos el puente de la Barqueta, nos adentramos en la isla de la Cartuja, donde empezaba una de las zonas menos simpáticas de la carrera, ya que se ve el estadio ahí mismo y hay que dar una bonita vuelta para acceder a él. Menos mal que en el kilómetro 38 nos encontró Macu y sus ánimos nos dieron fuerza para continuar. Además nos hizo unas bonitas fotos.

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En el kilómetro 38 ¡directos a la meta! foto cortesía de Macu

Con ese empujón de motivación seguimos a nuestro ritmo hasta casi el final, donde a falta de 500 metros alcanzamos a Pedro que iba sufriendo por sus ahogos en cuanto aumentaban sus pulsaciones. Le animé para que entráramos los cuatro juntos y así lo hicimos, llegando a meta cuando el reloj marcaba 3h59 y logrando entrar todos en formación. Mi tiempo neto final fue de 3:57:28 que coincidirá segundo arriba, segundo abajo con los compañeros del terceto.
En resumen, una maratón más, la vigésima cuarta, y una experiencia distinta a todas las maratones anteriores. Es lo que tiene esta distancia que nunca hay dos iguales y en cada una se aprende algo. Esta vez fue muy emocionante correr junto a mi compañera y verla portarse como una campeona sobreponiéndose a sus dificultades físicas, demostrando que lo importante de la maratón es «sobrevivir» a las trabas que te pone la carrera y conseguir vencerla. Y lo hizo, claro que lo hizo.

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Nada más cruzar la línea de meta, súper felices

La organización me pareció muy buena, rayando el diez. El guardarropa, genial; los voluntarios fantásticos y el recorrido muy bueno para hacer marca, aunque para mi gusto un poco aburrido porque todo tan llano acaba siendo muy monótono. El único pero es que a partir del kilómetro quince ¡no había botellas de agua en los puestos de avituallamiento, sólo vasos! Así que me hice con una botella en el kilómetro cinco y fui con ella hasta el final, rellenándola en cada puesto de avituallamiento. Otro punto que pudiera ser negativo es la zona de salida/meta que queda algo lejos del centro de la ciudad, tema que la organización trató de paliar poniendo autobuses lanzaderas que te acercaban hasta allí.

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Posando con el Guadalquivir al fondo, después de terminar

XV Media maratón de Getafe

Un año más que participo en la media de Getafe. Día soleado, sin pizca de viento y no muy caluroso que venía de perlas para correr. Llegamos con tiempo suficiente, la entrega de dorsales fue rápida en mi caso y después de ir al servicio me encontré con un par de compañeros del equipo. Nos plantamos en el punto de encuentro con algunos minutillos de retraso, pero dentro del límite de «cortesía».

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Con los compañeros de entrenamiento del parque de Pradolongo

Sólo estábamos cuatro, esperamos algunos minutos más y como apremiaba dejar las cosas en el guardarropa íbamos a hacer la foto sólo los que estábamos, llegaron un par de ellos en el último segundo. Así que salió una foto más lucida, aunque echamos de menos a otro par, que sabíamos seguro que iban a participar. El guardarropa también funcionó muy bien, estaba muy organizado y eso hizo que dejara la ropa en segundos.

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Con los compañeros de MaraTID

Mi objetivo era bajar de 1h35 que fue el tiempo que hice en la media de Villaverde hace mes y media. Lo imaginaba a mi alcance ya que esta media de Getafe es un terreno más llano y encima la organización no paraba de alabar el nuevo circuito de una sola vuelta. A mí, sinceramente, no me gustó ya que transcurre en los primeros diez kilómetros por una zona escasamente poblada y con animación próxima a cero, bueno, no a cero, próxima a -1.

Salí a lo que me dictaban las piernas ya que no llevaba cronómetro y sobre el kilómetro cuatro, en uno de los innumerables giros de 180º, pude ver a Manolo, un antiguo compañero del trabajo y miembro del equipo desde sus comienzos hasta hace bien poquito. Me llamó la atención porque Manolo corre que se las pela, ¡sólo hay que ver que ha hecho medias por debajo de 1h20! Me hizo dudar de si no iba yo demasiado rápido, pero debió ser que él salió muy tranquilo, porque ya no le vi en ningún momento.

Seguí a un ritmo que me resultaba llevadero, aunque no sin dificultad, y sobre el kilómetro 12 alcancé a un amigo con el que estuve hasta el avituallamiento del kilómetro 14. Allí me volví a quedar solo y así seguí hasta la meta. La verdad es que los últimos kilómetros se me hicieron algo largos, sobre todo el tramo que pasa por los adoquines, además iba un poco molesto porque llevaba unos kilómetros con la uña del dedo gordo del pie derecho molestándome.

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Entrando en el recinto del polideportivo. Foto cortesía de forofos del running

Llegué a meta y me pareció ver que el cronómetro marcaba 1h31, pero luego en la clasificación he visto 1h32, que también está bien ya que son tres minutos menos que en Villaverde. Acabé con un tiempo oficial de 1:32:33, neto de 1:32:04.

Lo peor fue después porque no quedamos en ningún sitio en concreto y tardamos en encontrarnos y en volver a casa, por lo que echamos la mañana en «la capital del sur». Esperando, volví a encontrarme con Manolo que andaba algo desesperado porque no encontraba a la chica que tenía la llave de su coche. Espero que apareciese más pronto que tarde.

Me llamó la atención porque los últimos seis kilómetros eran por el mismo recorrido que las anteriores ediciones; sin embargo, el kilómetro 15 estaba bastante antes que años pasados, por lo que esos seis kilómetros medían más que antaño. Supuestamente la carrera está homologada por lo que saco la conclusión que en años anteriores el circuito no estaba bien medido, aunque también decían que estaba homologado. O este año se les ha ido la mano con la medición…

En resumen, carrera rápida pero por un recorrido feo como pegar a un padre y desde mi punto de vista demasiado masificada. Habrá que buscar nuevas pruebas, que las hay a patadas. A parte de eso, creo que la organización brilló a gran altura. Además la bolsa del corredor estaba bien surtida con camiseta de manga larga, agua, refrescos, galletas energéticas y barrita de cereales. Todo por 16 € que aunque roza lo caro, visto lo visto en otras carreras es un precio razonable.

Terminar diciendo que la báscula marcaba el día de ayer un peso de 69,2 kg. Poco a poco voy volviendo a un peso que considero razonable.

XXXIV San Silvestre vicalvareña

Un año más y ya van nueve, he acabado el año participando en la San Silvestre vicalvareña. Me sigue pareciendo una carrera entrañable y seguiré participando siempre que pueda. Lo tiene todo: comienza tarde para no madrugar en exceso, se recoge el dorsal, el chip y la camiseta el mismo día de la carrera, hay cómodos vestuarios y guardarropa, te puedes duchar después de la carrera, es barata, no hay mucha gente, ¿alguien da más? La única pega, por decir algo, es que el recorrido es duro, pero eso se soluciona tomándoselo con calma.

Nos acercó Emilio II y llegamos aproximadamente con una hora de antelación. Curiosamente, debió ser ese momento el crítico porque las colas para recoger el chip y el dorsal eran bastante largas, pero minutos después de recoger chip y dorsal, las colas se redujeron a la mínima expresión. Nos cambiamos, hice mis necesidades y estuvimos buscando a Emilio II para la foto de rigor, pero no fuimos capaces de encontrarle, así que me hice la foto únicamente con la compañera pradolonguera.

San Silvestre vicalvareña 2013

Salí con la idea de acompañar a mi amiga durante el recorrido y así lo hice. Aunque el día era un tanto desapacible para estar de espectador, había cantidad de ellos, tanto en la calle San Cipriano como en la calle Villablanca. ¡Un hurra por ellos!

Estuve con ella hasta que faltaba kilómetro y medio para llegar a meta que me descolgué y desde entonces me dediqué a chocar los cinco a todo niño que me iba encontrando. Entré en meta con un tiempo oficial fue de 39:45 algo peor que los 39:24 que hizo mi compañera de fatigas.

Después una ducha en el vestuario y de vuelta para casa que había que cantar unos villancicos para celebrar la Nochevieja.

XI Carrera del aceite

La carrera del aceite, que este año celebraba la undécima edición, se celebra en Los Navalmorales, localidad situada entre las estribaciones de los Montes de Toledo. Afortunadamente la carrera comienza tarde -a las doce de la mañana salen los más mayores- porque de lo contrario el madrugón que hay que pegarse para llegar hasta allí desde Madrid es de órdago, teniendo en cuenta que hay 130 km de distancia.

No es casualidad ni capricho el desplazarme hasta aquí, sino una buena excusa ya que en este pueblo estuve viviendo los primeros nueve años de mi vida y hasta los veinte estuve viniendo con frecuencia. Cuando me voy acercando y empiezo a ver esa tierra roja llena de olivares el corazón se me acelera.

Los Navalmorales nos recibió con un día frío aunque soleado y con niebla… ¿digo niebla? No, era el humo que soltaban los molinos de aceite que estaban en plena faena.

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Molino de aceite llenando el cielo de humo

Llegamos poco después de las once de la mañana, recogimos el dorsal rápidamente y nos pusimos a calentar, que el frío se hacía notar. Dimos una vuelta al circuito de 1,6 km para comprobar, una vez más, que la cuesta con la que nos obsequia la organización es dura, muy dura, sobre todo al hacerla en carrera. Después de reconocer el circuito, nos despojamos de la ropa sobrante, hicimos un poco más de calentamiento, luego unos estiramientos y a la línea de salida, donde unos 150 corredores nos dábamos cita.

La organización, muy generosa, obsequia con 25 litros al primero de cada categoría, 20 litros al segundo, 15 al tercero, 10 al cuarto y 5 litros al quinto, por lo que hay que luchar todo lo que se pueda para llegar lo más adelante posible. Dado que yo tengo el cero por ciento de posibilidades de llevarme nada, ¡qué mejor que acompañar a una amiga que podía luchar por llevarse algunos litros de aceite!

Dieron la salida y al ser tan pocos corredores, enseguida coge cada uno su sitio en carrera. Pronto observé que una contendiente seguía los pasos a mi compañera de viaje. En esta prueba es interesante batirse el cobre porque un puesto más o menos supone cinco litros de aceite. Así que observaba por el rabillo del ojo la situación de carrera. La otra chica no se despegaba de nosotros e incluso en la primera vuelta pasó por delante, pero todavía quedaban dos para intentar solventar el problema.

La cuesta arriba nos vino bien porque allí mi acompañante conseguía despegarse unos metros, aunque luego los perdía en la bajada, por lo que se puede decir que al término de la segunda vuelta la situación estaba en tablas; sin embargo, en la cuesta de la tercera y última vuelta, consiguió sacar algún metro más y nuestra competidora ya no fue capaz de alcanzarnos, por lo que mi amiga consiguió alzarse al tercer puesto del cajón y llevarse quince litros de aceite que al precio que anda, es un buen trofeo.

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Posando con el trofeo y los quince litros de aceite

Llegamos a meta con un tiempo algo superior a los 23 minutos, más tiempo que el año pasado, pero teniendo en cuenta que este año el entrenamiento está enfocado a la maratón, las carreras cortas son más un hándicap que otra cosa. Además, según me comentó mi amiga, la media de Villaverde del domingo pasado le había dejado las piernas algo cansadas.

Como curiosidad, decir que la prueba femenina fue ganada por segundo año consecutivo por la china Dong Liu que fue campeona del mundo de 1500 en Stuttgart en el año 1993. Todo un honor para este pequeño pueblo toledano contar entre los ganadores de su carrera con una atleta de tanto nivel.

Por mi parte, decir que ayer la báscula marcaba 69,3 kg por lo que consigo alejarme un poco de esa barrera psicológica de los setenta kilos, ya veremos si en esta semana navideña consigo «aguantar» el peso.

XXX Media maratón de Villaverde

Hoy he participado por primera vez en esta media maratón que es una de las más antiguas de Madrid. Resulta curioso que no haya participado nunca estando la línea de salida relativamente cerca de casa, pero siempre coincide con la época de diezmiles y nunca me ha motivado mucho hacer tanta distancia por esta época. Esta vez, sin embargo, es distinto, hay una maratón cercana y hay que hacer kilómetros a cascoporro.

Nos acercamos un buen número de pradolongueros a la carrera y sin haber quedado en ningún sitio y a ninguna hora nos fuimos encontrado poco a poco y nos dio tiempo más que de sobra para hacernos una bonita foto.

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Pradolongueros en Villaverde… con algún añadido, foto cortesía de Macu

Desde la media maratón de Getafe no corría ninguna carrera «libre», es decir, sin acompañar a nadie, así que no tenía ni idea de qué tiempo podría hacer en una media maratón. Me conformaba con hacer sobre 1h38 que pensaba me hubiera llevado a estar cerca de Emilio, el incombustible. El otro objetivo, el más importante, era tratar de hacer cada metro de la carrera pisando de metatarso y dando zancadas cortas.

Comenzó la prueba algunos minutillos después de las nueve horas y aunque el primer kilómetro fue algo lento, luego fui cogiendo un ritmo rápido, vigilando que la rodilla no me molestase. Cuando llevaba unos seis kilómetros, en pleno Parque Lineal, iba viendo a los corredores que me antecedían y observaba el vaho que soltaban a respirar [modo paja mental=on] empecé a pensar que me quitaban el oxígeno, que lo único que me entraba en los pulmones era el anhídrido carbónico que exhalaban, eso me llevó a pensar en la formulación química, ya que el anhídrido carbónico (CO2) de toda la vida, ahora es dióxido de carbono o más moderno todavía: óxido de carbono (IV) [modo paja mental=off]. Se nota que no llevaba acompañante y mi mente no hacía más que pensar en otras cosas para hacer la carrera más llevadera.

No llevaba reloj, por lo que no sabía el ritmo que llevaba, así que me sorprendió cuando al pasar el kilómetro 10 uno de los que iban delante de mí comentó a su compañero que habíamos pasado en 45 minutos. ¡Buf! Era un ritmo bastante exigente para mí y no sé si fue esa noticia o que no había entrenado kilómetros a ese ritmo, pero desde ese punto hasta el kilómetro 13 ó 14 no lo pasé nada bien, notando flojedad en las piernas y dando vueltas a la cabeza si debía seguir a ese ritmo, con el riesgo de reventar kilómetros más adelante, o aflojar un poco. Yo creo que seguí más o menos a la misma velocidad, aunque ahora el recorrido ya no era por el parque y se internaba por las calles de Villaverde, donde fuimos obsequiados con bonitas subidas y bajadas, que hicieron que la segunda parte de la prueba fuera dura, muy dura, más que el año anterior según comentaban en línea de meta.

No debía ir demasiado mal porque no me adelantaba mucha gente y yo iba pasando a alguno que otro. Me sorprende que en cualquier carrera a la que he ido, a cualquier ritmo que haya llevado siempre aparece alguno en los últimos kilómetros que va a un ritmo de ganador de la prueba o casi. No sé si se toman la carrera como un entrenamiento empezando muy despacio y terminando muy deprisa o es simplemente su manera de correr, porque no es que vayan de menos a más, es que van que «muy» menos a «muy» más. Curioso.

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Corriendo por las calles de Villaverde, foto cortesía del Korrecaminos

De esta forma, con pequeñas subidas y bajadas, curvas, contracurvas y alguna que otra larga recta, llegamos a la calle donde se dio la salida y contemplamos todos horrorizados la cuesta final con la que nos había obsequiado la organización, que se hizo laaaaaarga. Ahí me di cuenta de que tengo que fortalecer abdominales y lumbares porque al tratar de subir notaba como tiraba la zona lumbar. Aún así no se me dio mal del todo la subida aunque protestaran los lumbares y me presenté en meta con el reloj casi marcando 1h36 minutos. El tiempo oficial dado por la organización es de 1:35:50 bruto y 1:35:28 neto. Bastante mejor de lo que yo pensaba aunque lejos de la media de Getafe de principio de año, aunque tengo claro que con la rodilla en este estado ya no volveré a acercarme a los registros que hice estos últimos años.

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Llegando a meta, foto cortesía de la revista RunOnline

Lo peor de la carrera las agujetas que tengo cuando escribo estas líneas en cuádriceps y gemelos y las rozaduras en los muslos y eso que me eché vaselina. Pero la vaselina era del Mercadona y parece que no es igual que la de la farmacia.

Antes de salir de casa me había subido a la báscula. Ésta marcaba 69,8 kg que es bastante pero al menos he conseguido bajar de los setenta kilos que es el peso al que nunca debería llegar.

Por cierto, esta semana sólo he corrido hoy. Al paso que voy a sufrir en la próxima maratón.

IV Pachanga de las aficiones

El año pasado participé en la III edición de la denominada Carrera de las aficiones. Lo hice con la idea de acompañar a una amiga que trataba de mejorar su marca en 10 km. Este año me he vuelto a apuntar, pero no sé muy bien el porqué, ya que se trata de una carrera muy desagradable por dos motivos: hay que recoger el dorsal un día antes y la salida no está en el mismo sitio que la llegada por lo que es casi obligatorio dejar la ropa en el guardarropa.

La carrera comenzaba a las nueve por lo que había que espabilar ya que hay que ir en metro hasta la salida ¡y suerte que no vivo demasiado lejos y puedo ir luego corriendo hasta casa!

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Camino a la salida, cómodamente en el metro

Habíamos quedado en la puerta cero los compañeros maratidianos para hacernos la foto de rigor, pero llegamos algo tarde, menos mal que nos esperaron unos minutos.

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Foto de grupo, predominando los colchoneros

Después de la foto, me dirigí a los camiones para dejar la mochila. Después de unos cuantos minutos, cuando me disponía a soltar la mochila, el chico que recogía los bártulos dijo que se habían acabado las pulseras por lo que no recogía ninguna más. Bueno, no problem, me dirijo a otro camión, espero la cola y cuando voy a dejar la mochila, lo mismo, se han acabado las pulseras. Empiezo a ver que las puertas de todos los camiones se cierran y un numeroso grupo de gente se queda con los chismes en la mano. Resulta inconcebible que una carrera donde el 99% dejará la mochila se acaben las pulseras, ¿qué cálculo hicieron estos tíos? Así que no me queda más remedio que correr con la bolsa en la chepa.

Comienza la carrera, salgo detrás de mi amiga y veo que se va alejando poco a poco. Lleva un ritmo que no soy capaz de seguir, aunque me esfuerzo para no perder su estela. A mitad de carrera, cerca de Colón, consigo alcanzarla y ya no la dejo en toda la prueba. Pasamos por el Congreso y se oyen improperios de todo tipo, se nota que la gente está contenta con sus representantes. No sé si es por el asco que produce o por la cuesta arriba, pero es ahí donde más esfuerzo se gasta. Se pasa por Sol, por la calle Mayor, por San Francisco el Grande y Puerta de Toledo. Allí comienza la última cuesta abajo que lleva hasta la antigua fábrica de Mahou. Desde allí, una bonita cuesta arriba hasta casi meta, donde llegué con un tiempo oficial de 46:53 por 46:54 de mi compañera de aventuras.

http://connect.garmin.com/activity/402224521

Ayer fue día de pesada. La báscula marcó exactamente lo mismo que el sábado anterior: 69,4 kg. No bajo, pero por lo menos no subo.

En 2004 corrí Canillejas por última vez. Cuando fui a dejar la mochila no me la cogieron, se había agotado el cupo, exactamente lo mismo que hoy. Entonces taché esa prueba de mi calendario. Nueve años después, tacho otra carrera del calendario.

NO VUELVO A CORRER ESTA PACHANGA.

VI Carrera nocturna de Toledo

Llevaba desde la maratón de Madrid sin participar en ninguna carrera y la verdad es que tenía algo de mono. Corrí el año pasado esta prueba y me dejó buen sabor de boca, así que como no es mucha distancia y la carrera es atractiva me dio el punto de apuntarme.

El sábado nos acercamos una amiga y yo a Toledo con la intención de participar en la VI edición. Se trata de una carrera que nace desde el ánimo de contribuir con la Fundación NIEMANN PICK que trata de encontrar desde hace años una respuesta medica a una enfermedad que a día de hoy no tiene una respuesta médica. Son varios los niños afectados por ésta terrible enfermedad que les priva de actividades tan básicas como jugar, practicar deporte o gozar de una autonomía personal.

La carrera comenzaba a las 20:30 pero había que recoger el dorsal, por lo que dos horas antes estábamos en la plaza de Zocodover donde estaba instalada la línea de meta y la salida. La verdad es que se hizo larga la espera, pero estuvimos haciendo algo de turismo en pantalón corto por la ciudad, que siempre merece la pena.

Con algunos minutos de retraso se dio la salida y nos costó un poco ponernos a correr a un ritmo decente porque había bastante gente. Según comentaban por megafonía se habían completado las 1500 inscripciones que para una ciudad como Toledo es un número exagerado.

La carrera es muy bonita porque transcurre toda por el caso histórico de la ciudad, además todo el recorrido estaba bien iluminado. Lo peor es que es un continuo rompepiernas ya que todo el rato es subir y bajar, aunque no son subidas de mucha longitud. Además, el recorrido transcurre por muchas callejuelas adoquinadas, por lo que los pies sufren un poco.

Pasé mucho calor durante la carrera pienso que debido a la gran humedad que había. Resultaba curioso observar a la llegada como todo el mundo llegaba empapado y eso que no había caído una gota durante la carrera. Eso sí, minutos después de llegar se puso a llover como si no hubiese mañana. Lluvia que no paró en el viaje de vuelta hasta casi llegar a nuestro destino.

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Foto de la llegada, totalmente empapados

Llevaba desde la maratón de Madrid sin participar en ninguna carrera debido a un par de lesiones y los experimentos con el minimalismo, por lo que acabé súper contento ya que hice los 6,1 km de los que consta la carrera en un tiempo oficial de 31:48 que descontando el tiempo que tardé en pasar la línea de salida sale un ritmo de poco más de 5 min/km que es para darme con un canto en los dientes viendo el estado de forma en el que estoy. Redondeando un poco, salen 6 km en 30:49 @ 5:08 min/km.