XXXVII Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

He participado, por segunda vez, en la Carrera Popular Ciudad de los Ángeles. Se celebraba nada menos que la XXXVII edición de esta carrera, lo que la convierte en una de las más longevas de las populares de Madrid. Este año ha dejado de ser gratuita, pero el precio de la inscripción de sólo 3 € es prácticamente simbólico.

Llegamos sobre las 8:20 al lugar donde está ubicada la meta/salida y ya hacía bastante calor, lo que me dio muy mal rollo. Para correr prefiero el frío, sin ningún género de dudas. Pero en esta época del año, es más fácil que salga un día caluroso que frío.

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Posando con una amiga antes de comenzar la carrera

La carrera son tres vueltas a un circuito de algo menos de 3,3 km, con alguna pequeña cuesta que se hace notar, más si cabe debido al calor. Sobre todo hay un bonito repecho al final de cada una de las vueltas que se me hizo duro, más duro en cada una de las vueltas.

Siendo mi 228ª carrera popular, sufrí dos errores de principiante, debido sobre todo a las prisas. El primero de ellos fue no hacer doble nudo a los cordones de las zapatillas. Eso provocó que sobre el kilómetro tres se me desabrochara la zapatilla izquierda. Tuve que parar a atarla porque no iba nada cómodo con el cordón en ese estado.

El segundo error fue no hacer doble nudo a la otra zapatilla aprovechando esa parada. Eso provocó que en la siguiente vuelta tuviera que volver a parar. Estas dos paradas aparte de hacerme perder algunos segundos, consiguieron que el ritmo fuese un tanto irregular y que no consiguiera ir cómodo en ningún momento. Bueno, las paradas y que no ando muy fino últimamente como ya me di cuenta en el entrenamiento del martes.

Salí con la idea de hacer sobre 42 minutos, aunque en mi fuero interno creía que quizás pudiera hacer 41. La idea era ir in crescendo en cada una de las vueltas, por lo que iba controlando con el cronómetro el ritmo. Hice el primer kilómetro en 4:18 y aunque fue algo más lento de lo pensado lo di por bueno debido al atasco que sufrí en los primeros metros.

En el segundo vi en el cronómetro que el ritmo bajaba de cuatro minutos, por lo que traté de calmarme un poco, que me veía algo acelerado, aunque el ritmo alto era debido a que el terreno es favorable. Al bajar algo el ritmo hice ese kilómetro en 4:04. La cosa iba bien.

El tercer kilómetro, aunque empecé con el problema de la zapatilla, se fue a 4:19 y el cuarto, en el que tuve que parar a atarla sólo conseguí hacer 4:33, se me irían quince o veinte segundos en la parada. Hasta ese momento iba junto a una chica y al volver a ponerme en marcha vi que iba unos cincuenta metros delante de mí. Traté de acercarme a ella, pero no era posible, no marchaba todo lo bien que me hubiese gustado.

Visto lo visto, ya había desechado aumentar el ritmo en la segunda vuelta. Me conformaba con seguir al ritmo que había hecho en los primeros kilómetros y más o menos así fue, hice el quinto y el sexto en 4:16 y 4:19, pero pasado ese sexto kilómetro se me desabrochó la otra zapatilla y entre que volví a parar y que aflojé algo el ritmo al beber agua y la cuesta, hice ese séptimo kilómetro el peor de todos, en 4:55.

Ahora venían dos kilómetros favorables. Hice el octavo en 4:17 y el noveno, ya muy cansado y muy acalorado se fue a 4:27. En la última cuesta de la jornada me adelantó David, el de Danone, me animó, pero ya iba muy mal y no pude ni seguirle. También salió ese kilómetro (bueno, sólo fueron 800 metros) en 4:27. Salieron en total 9,8 km.

Total que entre esos problemas y que no iba nada fino, sufrí bastante y llegué a meta con un tiempo oficial de 43:05. Un tiempo no muy allá, pero cuando no se puede, no se puede.

Aunque a mí se me dio fatal, la amiga con la que había venido hizo una buena carrera y consiguió auparse al tercer puesto del cajón.

II Carrera del río de Toledo

Traté convencer en días pasado a mis compañeros de asistir a la carrera de las hoces del Huécar, pero al final no tuvo éxito la propuesta, así que pensé en otro objetivo y convencí, a última hora, a una amiga para participar en la segunda edición de la carrera del río de Toledo.

Se trata de una prueba que transcurre en su mayor parte por una senda que va pegada al río Tajo. Se sale del barrio del Polígono, situado a las afueras de la ciudad y llevando el río a derechas durante muchos kilómetros, los corredores nos vamos acercando al centro de la ciudad, aunque la carrera acaba en un aparcamiento muy cerca de la estación del tren aún fuera del casco histórico de Toledo.

Se está poniendo de moda en las carreras toledanas correr por parejas. Puedes apuntarte como parejas mixtas o por parejas de chicos o de chicas. En nuestro caso, obviamente, nos apuntamos en la categoría de parejas mixtas y nos asignaron el dorsal 212, número capicúa que siempre es señal de buena suerte.

El objetivo era alcanzar al menos el tercer puesto del cajón, así que salimos a buena marcha con la mente puesta en el objetivo. Hicimos el primer kilómetro en 4:30 y pensamos que era mejor relajar un poco la marcha, ya que a esas horas, pasadas las once de la mañana, hacía un calor horroroso.

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Dentro del primer kilómetro, aún por asfalto, foto cortesía de atletismotoledano.blogspot.com.es

No se hace ni un kilómetro por asfalto cuando por un túnel que pasa bajo la vía del tren se toma un camino que ya no se abandona hasta la llegada. La idea era ir sobre 4:45 y marchando a ese ritmo enseguida nos pusimos detrás de una pareja. Estuvimos un par de kilómetros agazapados a su espalda pero se me ocurrió pasarlos ya que me estaba pareciendo que mi compañera se iba acomodando a su ritmo, un poco por debajo de cinco minutos, y que podíamos ir más rápido. Craso error.

No demasiado lejos pude divisar otra pareja que pensé que a lo mejor podíamos alcanzar; sin embargo, pasado el kilómetro cinco empecé a notar que a mi partenaire le estaba costando. El calor era insoportable y ni siquiera la cercanía del río lo mitigaba. Los árboles que había junto al río están situados al oeste por lo que había escasos tramos de sombra.

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Sobre el km 7, junto al río, foto cortesía de atletismotoledano.blogspot.com.es

En las carreras de diez kilómetros siempre lo he pasado mal en el tramo del cinco al seis, por lo que pensé que a mi compi le estaba pasando lo mismo, pero no fue así, iba perdiendo fuelle poco a poco debido al calor y a que sentía las piernas muy pesadas.

Pasado el kilómetro siete nos adelantó la pareja a la que habíamos adelantado poco antes y no fuimos capaces de seguir su ritmo, poco a poco se nos fueron escapando. Nos dimos cuenta que las posibilidades de subir al cajón se esfumaban, pero cuando vas mal poco se puede hacer, por mucho dorsal capicúa que lleves.

En un determinado punto, que además estaba sombreado, un espectador nos dijo que estábamos en el último kilómetro. Miré el GPS y vi que íbamos por el km 8,5, por lo que pensé que era la típica frase de ánimo a los corredores, pero no era así, el hombre tenía razón porque la carrera no llegaba a los diez que indicaba el reglamento.

Cuando nos acercábamos al aparcamiento donde estaba instalada la línea de meta aceleramos un poco para acabar la carrera lo más pronto posible y poder conseguir algo de agua y, de este modo, atravesamos la línea de meta con un tiempo oficial de 47:38 en un distancia aproximada de 9,6 km y consiguiendo la quinta posición en la categoría de parejas mixtas.

En la meta, agua y refresco fresquitos y plátano y naranja para reponernos del esfuerzo. También una bonita camiseta, todo por 16 € que valía la inscripción como pareja.

Desde mi punto de vista, se echó en falta un avituallamiento a mitad de carrera en un día tan caluroso, pero imagino debe ser complicada prever que a principios de mayo fuese a hacer un día con una temperatura muy elevada. Cuando nos íbamos a recoger el coche, vimos que un termómetro cercano a la estación de tren marcaba 32 grados, por lo que no es de extrañar que en la meta hubiese un hombre tendido, quizás deshidratado, siendo ayudado por las asistencias.

La organización ha tenido dos fallos que deberían tratar de arreglar, uno relacionado con el otro. Deberían plantearse modificar la hora de la carrera y hacerla más temprano. Y si no es así, al menos poner un puesto de avituallamiento a mitad de carrera.

XXXVIII Maratón de Madrid

Hoy he participado en la XXXVIII edición de la maratón de Madrid de la forma más inesperada y sorprendente.

No tenía ninguna intención de correr esta prueba, ya que no había entrenado para ello. Corrí el 15 de marzo la media de Villarrobledo, estuve parado veinte días y el 3 de abril comencé a entrenar, pero sin tener en mente la maratón. De hecho, la tirada más larga la hice el sábado 18, que fueron 15 km y me pareció una distancia demasiado larga, acabé bastante cansado

Jesús un compañero pradolonguero debutaba este año en la distancia de Filípides, así que varios del equipo decidimos acompañarle. Unos iban a hacer la maratón entera junto a él, yo pensaba salir con él y hacer sólo diez o doce kilómetros al principio y otros tantos al final. Una amiga también había decidido ir con él desde el kilómetro 27 hasta el final. La idea era ir arropando al debutante de principio a fin. Joaquín y Miguel, también compañeros pradolongueros, se habían propuesto acompañar durante toda la carrera al debutante.

Ya estaba preparado para madrugar el domingo y salir con ellos; sin embargo, el sábado por la noche recibí un mensaje de un amigo donde me decía que si quería un dorsal me pasaba el de su hermano que no iba a participar. Pensé que no sería mala idea ir con dorsal así no tendría problemas para entrar en los cajones de salida y coger botellas de agua de los puestos. Se trataba de aguantar los kilómetros que pudiese, al menos hasta el kilómetro 27 donde esperaba una amiga. Llegar hasta ahí ya me parecía un distancia más que considerable.

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¿Quieres un dorsal?

Madrugué, aunque algo menos que otras veces y a las 7:20 estaba en el punto de encuentro fijado con los compañeros pradolongueros a los que iba a acompañar. Llegamos pronto a Atocha, aparcamos el coche y nos dirigimos al guardarropa a dejar nuestras pertenencias. Antes nos hicimos una foto con nuestras flamantes, nuevas y llamativas sudaderas.

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Con nuestras nuevas equipaciones

Nos dio tiempo atravesar tranquilamente el Parque del Retiro y llegar a la terraza del Ritz para ver a los compañeros maratidianos y al grupo de Indrarunners. Miguel comentaba que resulta agradable este paseo desde el guardarropa hasta la salida. Quizás tenga razón.

Junto a la terraza del Ritz estuvimos saludando a unos y a otros. Como siempre, después de los saludos pertinentes nos hicimos una foto poco antes de salir.

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Poco antes de empezar la carrera

Cuando faltaba un cuarto de hora nos metimos en el redil y estuvimos esperando al pistoletazo de salida. Por allí cerca andaba Isidoro, que no parecía muy animado. Eso sí, iba bien pertrechado con un impermeable pues se esperaba un día lluvioso y no le faltaba razón, ya estábamos viendo como caía, pero era una fina lluvia muy agradable.

Después de la espera, que se nos hizo algo larga, dieron la salida y fuimos caminando hacia el arco. Tardamos seis minutos en pasar por la alfombra y al pasar por ese punto empezó para nosotros la carrera, donde los cuatro compañeros, más otro compañero que se nos había unido, marchamos tranquilamente tratando de que nuestro novato no se acelerara. Hicimos el primer kilómetro a casi seis minutos y luego aumentamos un poquito el ritmo, siempre por encima de cinco y medio para tratar de gastar las menos fuerzas posible. Jesús se lo tomó con mucha prudencia, porque siempre iba al fondo, alzando la mano cuando yo miraba hacia atrás para ver si venía. Joaquín no se despegaba de él. Estaba cumpliendo su palabra

Esa armonía se rompió en el primer avituallamiento, en el kilómetro cinco. Allí al tratar de coger cada cual su botella de agua nos dispersamos y cuando me quise dar cuenta sólo estaba a mi lado Paco, el compañero maratidiano. Aflojamos el ritmo con la esperanza de volver a agruparnos, pero por más que miraba hacia atrás no era capaz de ver la mano de Jesús. Así, a un ritmo fácil, aunque en Bravo Murillo se nos iban las piernas, fueron pasando los kilómetros y ninguno de los compañeros del parque venía.

Sobre el kilómetro doce escucho que me llaman, vuelvo la cabeza y veo que viene Miguel, uno de los compañeros del quinteto inicial, que también había perdido comba con ellos y venía entre dos aguas. Formamos un trío que marchaba a ritmo tranquilo con la esperanza que nos alcanzaran los otros dos, pero no se los veía por ningún sitio.

La lluvia seguía cayendo de vez en cuando y la sensación era agradable porque refrescaba la temperatura corporal y caía suavemente. Era impresionante pasar por determinadas zonas y atravesar estrechos pasillos de gente que animaba sin cesar. El público se merece un diez por estar en la calle animando con un día tan desapacible. El paso por Gran Vía, Preciados, Puerta del Sol y calle Mayor fue espectacular por la animación. La gente ponía alas en los pies de los corredores. Casi sin darnos cuenta nos estábamos acercando al kilómetro veinte y sorprendentemente para mí llevaba las piernas casi bien. En el kilómetro veinte, en el avituallamiento, había plátanos. Todo un acierto de la organización.

Al final de la calle Mayor Paco decidió que ya había corrido bastante. Estaba preparando la maratón de Vitoria, que se va a celebrar en dos semanas y no quería alargar el entrenamiento más de la cuenta. Nos quedamos en cabeza sólo dos ya con pocas esperanzas de que nos dieran caza los otros dos, aunque no sabíamos cuanto de detrás iban.

Pasamos por la media en 1h55 y seguimos a nuestro ritmo un poco por encima de 5:15. Llevábamos unos kilómetros con necesidad de hacer aguas menores y pensamos que en el Paseo de Camoens podía ser un buen sitio, ya que es cuesta abajo y se puede recuperar un poco el ritmo al ser favorable. Así hicimos, paramos en ese punto y aliviamos nuestras vejigas mientras por el rabillo del ojo vigilábamos el paso de los participantes por si pasaban nuestros compis.

Nada, ni aún con la parada técnica nos dieron alcance. Ya lo dábamos casi por imposible. Bajamos hacia el Puente de los Franceses y en esa bajada el cronómetro marcó un par de segundos por debajo de cinco. Era el kilómetro 24 y seguía más o menos bien. Le comenté a mi compañero de aventuras que ni sentía ni padecía, que iba en una especie de trance. Bien es verdad que en el tramo desde la media maratón hasta más o menos el kilómetro treinta se me hicieron los kilómetros muy largos y eso me daba que pensar si sería capaz de mantener el ritmo que llevaba. Tenía claro que pasado el treinta iba a tener que ponerme a andar algún tramo que otro, porque ya me veía en meta de una manera u otra.

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En plena carrera, bien acompañado por Miguel

La entrada de la Casa de Campo, por el Paseo del Embarcadero es dura, todo el rato picando hacia arriba y con la guinda final de la subida al lago. Lo bueno es que nos dieron un gel a la entrada de este bonito parque y parece que me sentó bien. Además, sabía que en Lago, en el kilómetro 27, estaba nuestra amiga y eso me animó sobremanera. Allí estaba la campeona esperando bajo la lluvia y se nos unió en ese momento, por lo que la pareja cabecera se convirtió en trío y con su ayuda y sus ánimos nos enfrentamos al último tercio de carrera, donde empieza la carrera de verdad según dicen los expertos. Yo no soy de esa opinión, creo que carrera empieza en el kilómetro cero, que todo suma.

Este año, al igual que el pasado, el tránsito por la CdC es más breve que en años anteriores. En tiempos pretéritos el recorrido por este parque era considerable y aunque es un recorrido muy agradable siempre pecaba de escasa animación. De todos modos, la salida se hace por donde está la boca de metro de Lago donde hay una subida muy pronunciada y además este año el agua corría a raudales en esa zona. Para nuestra suerte, había un segundo puesto con plátanos. Cogí uno, lo pelé y lo engullí sin pensármelo dos veces. El alimento me dio alas, porque empecé a aumentar el ritmo casi sin darme cuenta. Si antes marchaba por encima de 5:15 ahora hacía kilómetros a ritmos cercanos a los cinco minutos. Estaba asombrado, tenía las piernas cansadas, pero el ritmo no flaqueaba.

Llegamos al Paseo de la Virgen del Puerto y la lluvia iba arreciando. La calle estaba llena de charcos y yo y otro muchos íbamos haciendo malabares para tratar de no mojarnos demasiado las zapatillas. Miguel decidió que ya estaba bien de tonterías y a partir de ese momento empezó a meterse por todos los charcos que encontraba. Iba más contento que un niño con katiuskas. En esos momentos vi que se alejaba al no tener que luchar con la marabunta y pensé que ya no volvería a verlo hasta la meta.

No fue así, subiendo la Calle Segovia, entre la pendiente, la cantidad de gente que había y sobre todo su deseo de esperarme, volví a ponerme a su altura. La cantidad de gente que fuimos pasando desde la media maratón era indescriptible, cada metro que avanzábamos dejábamos atrás a bastantes corredores. La verdad es que motiva bastante ir adelantando gente. Viendo los resultados después vimos que adelantamos a casi dos mil corredores en la segunda parte de la maratón.

Se sube el Paseo Imperial se llega a la Plaza de Ortega y Munilla y comienza una larguísima recta que acaba en Atocha. Empecé a darme cuenta que iba mejor si alargaba la zancada y aumentaba un poco el ritmo, así que eso fue lo que hice a partir de ese momento. Imaginaba que ese mayor gasto energético iba a suponer que tuviera que ponerme a andar en algún momento, pero mientras tanto, metros que iba acercándome a meta.

En Atocha el gentío era exagerado, la animación brutal y la meta más cerca. Sólo cinco kilómetros y aunque piensas en ediciones anteriores que la meta estaba más cerca todavía, la gente de nuevo hacer mucho más llevadero el esfuerzo.

Me sentía como en una nube, las piernas estaban cansadas y dolían, sobre todo los cuádriceps y el abductor izquierdo, pero era capaz de ir a buen ritmo aún en ese estado. Desde Atocha hasta Colón casi ni me di cuenta. Allí alcancé a Alfonso al que traté de animar, pero vi que no iba muy católico y enseguida se quedó atrás. Giramos en Goya y escuché a uno que decía que esa era la última cuesta. Nos mintió descaradamente, la calle Velázquez se me hizo durísima, tanto como la cuesta de Alfonso XII de anteriores ediciones, pero sabía que si conseguía sortear este obstáculo ya estaba la cosa casi hecha. Pero costó lo suyo, fue el peor momento por el que pasé.

En esa subida alcancé a Pedro que iba acompañando a un amigo y con bastantes molestias en los glúteos. Traté de darle ánimos, pero no aflojé el ritmo porque sabía que como lo hiciese no iba a ser capaz de volver a ir como iba. Una vez coronada la ahora sí última cuesta, se llega a Ortega y Gasset y mi compañero ya con ganas de llegar a meta aumentó el ritmo considerablemente. Pasamos la Plaza Marqués de Salamanca, embocamos Príncipe de Vergara y me asombré cuando miré el reloj y vi que íbamos a ritmos cercanos a 4:40. No me lo podía creer, los últimos kilómetros de la carrera y los más rápidos.

Llegamos al Retiro a toda pastilla y mi compañero, sacando el niño que lleva dentro, se puso a dar saltos en un enorme charco que había en el umbral de la puerta. Ya estaba la cosa hecha, sólo quedaba hacer el último esfuerzo, bueno, ni esfuerzo siquiera, las piernas ya van solas en ese último kilómetro de gloria.

Cruzamos la meta hermanados la amiga acompañante, mi compañero Miguel y un servidor más contentos los tres que unas castañuelas. El cronómetro marcaba 3:53:07, pero el tiempo neto, quitando los casi seis minutos de la salida es de 3:47:08. Un tiempo que ni aún ahora, cuando escribo estas líneas, me puedo creer. Como curiosidad, decir que ha sido la primera vez que consigo hacer la segunda parte más rápida que la primera: 1:55:25 en la primera media y 1:51:43 en la segunda, como los maratonianos de verdad.

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Tiempos de paso

Al llegar a meta la lluvia golpeaba con fuerza. Menos mal que nos dieron una capa de plástico que algo protegía porque tenía que esperar al compañero debutante y a su acompañante, ya que había dejado mi ropa en su bolsa. Estuvimos esperando bajo la lluvia y poco después llegaron los dos también muy contentos. Uno por haber acabado su primera maratón con muy buenas sensaciones y el otro por haberle acompañado y de esta forma, haber ayudado a la consecución de su objetivo.

Recogimos la ropa y nos metimos en una de las tiendas de campaña que habían servido de guardarropa para los de la media. Menos mal que pudimos cambiarnos a cubierto porque llovía de lo lindo en esos momentos. Poco después, camino de Atocha a buscar el coche las nubes nos dieron una pequeña tregua y conseguimos no mojarnos en exceso nuestra ropa seca.

Esta ha sido mi vigésimo quinta maratón y la más inesperada. Muchas gracias a Joaquín por dejarme el dorsal. A Jesús, el debutante, por su entusiasmo que nos contagió a todos. A Miguel por dignarse acompañarme durante casi toda la carrera, pudiendo ir a un ritmo mucho más rápido y a una buena amiga por acompañarnos los últimos quince kilómetros. Pero sobre todo, a todos los compañeros del Parque de Pradolongo que semana a semana motivan los unos a los otros a seguir entrenando este bonito deporte.

El año pasado decía que era mi última maratón. Ahora ya no sé donde está el límite 😉

XI Media maratón de Villarrobledo

Hoy me he desplazado a esta localidad albaceteña para participar en la media maratón que organizan. Puede resultar algo raro recorrer 200 km para participar en una carrera, pero el culpable de todo esto es Joaquín, pradolonguero de pro, que es natural de esta localidad y nos convenció para ir. Ha sido mi tercera participación y como en las dos anteriores, no me defraudó en absoluto ni la organización ni la carrera en sí.

Comenzaba a las 10:30 de la mañana por lo que a las siete sonó el despertador. A las 7:45 habíamos quedado con Emilio y como siempre… llegamos tarde. Debido a nuestra tardanza, poco antes de las ocho nos pusimos en marcha y dos horas después estábamos aparcando el coche junto al recinto ferial donde estaba instalada la meta y la salida. Joaquín ya nos había recogido el dorsal por lo que fue todo bastante rápido.

El objetivo era ir con Joaquín y tratar de hacer la prueba en una hora y media. Para eso teníamos que conseguir aguantar un ritmo de 4:15 durante la carrera. Y la cosa empezó bien. El primer kilómetro nos salió algo más rápido ya que es favorable y en los otros fuimos manteniendo bien el tipo; sin embargo, en el kilómetro ocho empezó a flojear y se fue quedando poco a poco.

A partir de ese momento puse en marcha el plan B que consistía en dejar tirado como a un perro a Joaquín y tratar de bajar de 1h29, por lo que aumenté un poco el ritmo y vi que no iba mal del todo, aunque iba notando que el cansancio iba en aumento según iban pasando los kilómetros. Poco antes de terminar la primera vuelta oigo a un individuo decir: ciento veinte. El tipo iba contando en voz alta a todos aquellos que iban pasando. Me dije, podía intentar llegar entre los cien primeros… Bueno, la cosa tenía truco, no es que fuera a adelantar a veinte en la segunda vuelta, es que había pensado que a alguno adelantaría y que entre esos ciento veinte habría alguna mujer que participaba en la carrera de la mujer y que, por lo tanto, no contaba en la clasificación de la media.

El punto 10,5 km está en la pancarta de salida. Empezaba la segunda vuelta y me veía bien, me veía capaz de cumplir el plan B. Sobre el kilómetro once había un puesto de avituallamiento. Recogí una botella, vertí casi todo el contenido y di un par de tragos. Arrojé el recipiente en su respectivo contenedor y me dice el que iba a mi lado, ¿me puedes sujetar un momento la botella? Le dije que sí, pensaba que era por algo importante, pero veo que empieza a atusarse… ¿no podía haberlo hecho antes de coger la botella?

Después de este curioso incidente, me di cuenta que el corredor que me precedía iba calzado con unos bonitos huaraches. Estuve un buen rato detrás de él, pero no conseguía adelantarlo de ninguna manera. Iba mirando sus pies más que otra cosa cuando llegamos al kilómetro 14 (dos tercios de carrera). Vi que el reloj marcaba poco más de 59 minutos lo que me animó a pensar que podía realizar el plan B si conseguía aguantar el tipo.

Poco antes del kilómetro 17 me adelantaron un par de tipos, justo antes de llegar a la avenida Barrax. Es esa calle bastante ancha y el viento pegaba de cara, así que traté de acoplarme detrás de ellos para que me cortaran el viento. Y bien que se notaba, porque ese kilómetro fue de los más rápidos y con menos esfuerzo que en los otros. Después de la avenida Barrax se gira a izquierdas y aparece una calle de un kilómetro muy despejada donde también pegaba el aire de lo lindo. Ahí se me pasó por la cabeza que si aguantaba la estela de los dos que llevaba delante podía conseguir el objetivo.

Llegamos al 19 donde se vuelve a girar a izquierdas y empieza una ligera subida. Ya no pude aguantar el ritmo de «las dos liebres» y me quedé algo descolgado, pero aunque iba sufriendo, no bajaba mucho el ritmo. Esa es la parte más dura de la carrera porque ya se llevan muchos kilómetros en las piernas y el perfil es ascendente. No muy duro, pero casi todo es para arriba. Me fui dejando segundos en esos kilómetros, pero aún tenía esperanza de bajar de 1h29.

Pasado el kilómetro 20 el terreno es llano, pero las fuerzas escasas. Aún así traté de darlo todo. Veía delante de mí un pequeño grupo al que trataba de alcanzar, pero no era capaz. En esa tesitura llegué al recinto ferial al que hay que ir rodeando hasta alcanzar la puerta de dicho recinto donde está instalado el kilómetro 21. Yendo junto a la valla del recinto ferial trataba de acelerar el ritmo tirando de riñones, pero eché en falta haber ejercitado los abdominales. Está claro que estos músculos son fundamentales para correr.

Pasé la puerta del recinto y desde ahí a meta sólo quedan noventa y siete metros y en descenso. Ahí ya lo di todo y conseguí no sólo alcanzar a ese grupo de cuatro corredores, sino sobrepasar a todos ellos llegando a meta con un tiempo oficial de 1:28:56 siendo 97 de la general y 15 de mi categoría. Muy contento con el objetivo cumplido.

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Llegando a meta en apretado en sprint

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El ticket con el tiempo realizado

Aunque no me comporté como hubiese debido con Joaquín, al final con ayuda de sus propias fuerzas consiguió su trofeo. Hizo un magnífico tiempo de 1:32:16.

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Joaquín en el cajón

Otro ilustre pradolonguero, Emilio, también subió a lo más alto del cajón en su categoría. Todo un ejemplo para todos con sus sesenta y nueve tacos.

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Emilio una vez más en lo más alto del pódium

Al acabar, un plátano y una manzana y luego cerveza y agua a discreción. Además habían montado unas mesas con frutos secos en abundancia: patatas fritas, cacahuetes, cortezas, etc. Y parta terminar la bolsa del corredor, que es generosa: camiseta conmemorativa, botella de vino de Villarrobledo, tarro con garbanzos y un par de ajos de Las Pedroñeras. Todo por el módico precio de 10 €. Carrera muy recomendable aunque echa algo para atrás la distancia.

Allí estaremos en la XII edición si no ocurre nada extraño.

Antes de salir para Villarrobledo me subí a la báscula y marcaba 68,7 kg. No bajo de los 68 ni en broma. Debe ser que no me lo propongo en serio.

Se puede ver la actividad de Garmin Connect aquí.

II Carrera popular ciudad de Parla

He participado por primera vez en esta carrera que vendían una de las más rápidas de Madrid. Y la verdad es que la carrera está muy bien. La organización es excelente aunque el recorrido no sea muy atractivo, pero imagino que si quieren hacer una carrera rápida a lo mejor no hay otro sitio por donde llevarlo. Y si quieren hacerlo mejor todavía, tienen que plantearse quitar esos tres giros de ciento ochenta grados que había en el recorrido.

Entregaban dorsales sólo hasta las nueve, cuando la carrera empezaba a las diez, así que tocó darse un buen madrugón. A las siete sonaba el despertador y en cuanto me puse de pie me di cuenta de que la cosa no andaba bien. El tendón de aquiles y la rodilla de la pierna izquierda me molestaban un poco. El gemelo de la derecha, también. Y lo peor es que al visitar el servicio me di cuenta de que padecía una desagradable cagalera. Las sensaciones eran pésimas.

De tanta visita al servicio, llegamos tarde al puente donde habíamos quedado con Emilio a las ocho en punto, pero Emilio tuvo la santa paciencia de esperarnos.

Llegamos con bastante tiempo a Parla y encontramos el sitio con facilidad. A esas horas no había mucha gente todavía y recogimos el dorsal y la camiseta en un periquete. Nos llevamos una sorpresa al ver nuestro nombre en el dorsal. Nos hacía sentir casi corredores «de verdad».

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Dorsal personalizado, ¡buen detalle!

Otra visita al servicio mientras los compañeros se refugiaban en el bar del campo de fútbol, donde se estaba la mar de bien con la calefacción a tope. Ellos se tomaron un café, yo no quise probar nada por si acaso.

Fuimos a dejar la ropa en el guardarropa, pero antes un amable corredor nos inmortalizó. Se nota en la cara que hacía un frío de órdago.

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Pradolongueros paralizados por el frío

Quedaba bastante tiempo todavía para comenzar y buscamos una calle soleada para calentar. Y allí estuvimos dando vueltas como una peonza haciendo tiempo. Cuando ya quedaba un cuarto de hora fuimos a buscar un servicio… pero esta vez sólo para hacer aguas menores.

Me coloqué junto a Quique bastante cerca del arco de salida y un minuto después de las diez de la mañana dieron la salida. Mi idea era tratar de bajar de cuarenta minutos pero teniendo mucho cuidado con mis múltiples molestias. Al menor signo de que algo fuese mal, retirada; sin embargo, no noté ni una sola molestia durante toda la prueba.

Casi sin darme cuenta estaba junto al globo de los cuarenta minutos. Mi idea en un principio era sobrepasar este grupo porque sospechaba se iban a agrupar diversos corredores e iba a resultar difícil seguir un ritmo constante; sin embargo, no iba nada mal, el ritmo que llevaba era justo el que deseaba, haciendo kilómetros sobre 3:55, así que seguí detrás de él. De vez en cuando, cuando soplaba el viento, algún globazo me llevaba, pero sin problemas.

Al llegar al kilómetro dos nos encontramos el primer giro de ciento ochenta grados. En ese punto había algo de gravilla y más de uno se resbaló. Además la calle era algo estrecha porque había coches aparcados a ambos lados. Fue el punto más «negro» de la carrera, ya que el resto era por calles más anchas y el pelotón iba más estirado. Poco después, sobre el kilómetro tres se afronta la Avenida de América, allí el terreno picaba para arriba aunque con una pendiente muy ligera.

Yo seguía detrás del globo, concentrado en mi carrera, mirando el crono de vez en cuando para ver si se cumplía el plan previsto. Llegamos al kilómetro cinco donde daban agua, allí me tropecé con el corredor que marchaba delante de mí que repentinamente se fue hacia la izquierda a por el líquido elemento. Creo que me hice más daño que él porque empezó a dolerme la uña del pie derecho que tengo algo delicada. Decidí no coger nada porque sospeché que estaría muy fría y tampoco el cuerpo me lo pedía. Hasta ahora la cosa iba bien. Había pasado todos los kilómetros por debajo de cuatro y no había sentido ninguna molestia.

Poco después de ese punto kilométrico se llega a la avenida de los Planetas, se trata de una larga recta que pica para arriba. Empecé a sospechar que el circuito no era tan llano como podía suponerse. En esa subida miré el crono y vi que íbamos por encima de cuatro. Tuve la sensación de que el globo iba perdiendo fuelle, así que aumenté un poco el ritmo y le adelanté prácticamente cuando llegábamos al segundo giro de ciento ochenta grados de la jornada, sobre el km 5,5 de la prueba. Ahora todo lo que habíamos subido de esa avenida tocaba bajarlo, por lo que pude recuperar algunos segundos de los perdidos.

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Volando hacia meta, foto cortesía de deporgrafia.es

Casi sin solución de continuidad llegamos a la avenida de las Estrellas que además de ser paralela a la otra tiene un perfil prácticamente idéntico. Quinientos metros en ligera pendiente ascendente para llegar al tercer y último giro de ciento ochenta grados. Después del giro esos quinientos metros subidos se tornan favorables. Acaban las estrellas en el km 7,6 aproximadamente y ya se encara una larga recta que lleva hacia el estadio donde estaba instalada la meta.

Ya se ve el estadio cuando de repente se gira a derechas para afrontar la calle Piscis, pasando de la ciencia de la astronomía a la chufla de la astrología. Esa calle aunque corta era también ligeramente ascendente y encima adoquinada. Casi al final de la calle se llega al punto kilométrico nueve y ya está el estadio ahí mismo. En una de esas esquinas me adelantó el típico recortador, de esos que hay tantos y me puse a su chepa casi de puro mosqueo.

Después de esa pequeña revuelta se llega a donde está instalada la salida y ahí mismo está el desvío que lleva hacia el estadio, donde hay que hacer unos trescientos metros en la pista de atletismo. El asaltaesquinas que me precedía volvió a hacer una de las suyas, adelantando a un corredor pisando la hierba en vez de adelantar por fuera. Hay algunos que no tienen remedio…

A falta de doscientos metros empecé a acelerar el paso y conseguí adelantar a tan molesto acompañante y a alguno más que ya iba para pocos trotes. Justo antes de la línea de meta pitó mi cronómetro el kilómetro diez y metros después atravesaba la línea de meta. Para no salir en la foto, si es que hubiese, mirando el reloj, paré este un tiempo después observando que marcaba 39:31. Objetivo cumplido. Cuando aparecieron las clasificaciones pude comprobar que la organización me asignaba un tiempo oficial de 39:27 siendo el 346 de la clasificación general y 26 de mi categoría, según puede verse en una copia de la clasificación que guardo aquí.

Después de la llegada a meta, bolsa con un plátano, un pequeño bollo y agua. La recogida de la ropa, sin espera ninguna y aprovechando que daba el sol, hicimos unos estiramientos junto a la ría. Ahí noté que el gemelo derecho me molestaba y ahora, cuando escribo estas líneas, me molesta más todavía. Me parece que la carrera me va a costar unos días de inactividad.

Lo dicho, una carrera muy bien organizada, algo cara (10 euros si te inscribías antes del 15 de enero y 12 euros después) y rápida, aunque quizás no tanto como venden. De todas formas, es muy difícil sacar diez kilómetros completamente llanos. Y de todas formas, hay que gente que prefiere los desniveles a que sea continuamente llana. Yo no.

http://connect.garmin.com/modern/activity/692648299

LVI Trofeo Marathon de cross

Llevaba unos años sin participar en esta prueba y tenía ganas de volver a hacerlo. Es una carrera que siempre me ha gustado porque es algo diferente a las pruebas de asfalto donde suelo participar sin llegar a ser un cross para especialistas, sólo un poco de barro y algún que otro corto repecho.

Hoy hacía frío en Madrid aunque la mañana fuese soleada. Corría un airecillo serrano que enfriaba hasta las ideas. Tampoco pasa nada, es lo típico de estas fechas y siendo además un cross, es casi obligatorio que así sea. De todas formas, si hubiese llovido mucho el fin de semana, quizás no hubiese participado, ya que no tengo zapatillas de clavos y si el terreno está resbaladizo es incluso complicado mantener el equilibrio; sin embargo, aunque llovió un poco los días anteriores, el terreno estaba practicable. Algún charco, un poco de barro y en muchas zonas el terreno duro de tan helado como estaba

Salimos trotando de casa ya que el Parque de las Cruces se encuentra a poco más de tres kilómetros y llegamos con bastante tiempo para recoger el dorsal con tranquilidad, encontrarnos con los compañeros, hacernos una foto todos juntos, calentar un poco y dejar la ropa en el guardarropa.

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Con los compañeros maratidianos

Dieron la salida en unos pasillos como en los crosses «de verdad», no obstante, se celebraba después el campeonato de Madrid individual y por clubes. Así que uno parecía importante en esos corralillos. Nada más escuchar la orden de salida se puso en marcha el pelotón de unos trescientos corredores donde los más dispuestos salieron esprintando para llegar al primer estrechamiento bien situados. Yo me lo tomé con más calma, pero a buen ritmo.

La última vez que había corrido aquí fue en 2012 y entonces la prueba era algo más corta, unos cuatrocientos metros menos. En estas últimas ediciones habían añadido una pequeña vuelta al comienzo donde había un repecho para ir calentando las piernas. Después de esa primera vueltecilla adicional y habiendo subido y bajado ese primer repecho, en una recta larga vi que había muchísima gente delante de mí. Y es que en esto de los crosses hay bastante nivel comparado con las pruebas de asfalto.

Chema, uno de los compañeros que se animó a correr, me comentó antes de empezar que trataría de seguir mis pasos y así fue porque sobre el kilómetro dos en la zona de curvas y contracurvas escuché su respiración justo detrás de mí y poco después se puso por delante. Eso me espoleó y volví a adelantarle a los pocos metros, pero él no perdía mi estela; sin embargo, poco después llegamos a una zona donde parecía que se habían dejado la puerta abierta, porque el aire era bestial. Tanto, que mi gorra salió volando al mismo tiempo que la pegatina del guardarropa de Chema. Pensé si parar o no a por la gorra, pero seguí adelante con la idea de recoger la prenda cuando acabase la carrera. Chema debió tener un dilema semejante porque en ese momento dejé de sentirle cerca.

Alguna revuelta más, otro repecho y ya se encara la recta de meta, para afrontar la segunda vuelta. Ahí vi que las piernas ya no iban tan frescas, pero tampoco quedaba mucho para completar esos cinco kilómetros y medio de los que constaba la prueba. El terreno era descendente nada más empezar la vuelta, así que aproveché para ir lo más deprisa que pude en ese tramo. Justo entonces me adelantaron dos individuos a toda pastilla. Me entró la duda de si había perdido fuelle o es que esos dos se habían tomado con tranquilidad esa primera vuelta y apretaban en la segunda. Debió ser esto porque no volvió a adelantarme nadie más y ellos se alejaban como almas que lleva el diablo, además pude adelantar a cuatro o cinco corredores en esta segunda vuelta.

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A tope por el circuito después de perder la gorra

Sufriendo a tope, rozando los árboles con el hombro en las curvas y echando los pulmones en los repechos, fueron pasando los kilómetros y llegué a la recta de meta con un corredor pegado a mi chepa tratando de ganarme al sprint, cosa que no estaba dispuesto a permitir. Eché mano de mis piernas de velocista y me puse a tope para impedir que me superase. Y así fue, conseguí llegar antes que él llevándome la sorpresa de que no existía reloj en línea de meta, por lo que me quedé con la duda del tiempo que había realizado ya que no llevaba cronómetro. Estando en la cola para dejar el dorsal pregunté al que había llegado justo después de que mí qué tiempo había hecho. Su cronómetro marcaba 23:02, por lo que calculo que mi tiempo andaría cercano a 23:00 ó 23:01. Sorprendentemente, en las clasificaciones facilitadas por la organización sólo aparece el tiempo de los primeros.

Después de la carrera nos dieron una bolsa bastante completa que incluía una camiseta de las que les sobran de otras carreras, una pera, una botella de Aquarius, una cajita con bolígrafo y portaminas, unos apósitos Compeed, una ensalada y alguna cosa más que ya no recuerdo. Muy interesante para los tres euros que costaba la inscripción. Una vez más, los de la Agrupación Deportiva Marathon organizaron la prueba brillantemente.

Una vez recogida la bolsa del guardarropa, me dispuse a buscar la gorra perdida. Y tuve suerte porque pude encontrarla. En esos momentos se estaba celebrando la prueba de juveniles y juniors femenina y me encontré, cerca de la gorra, un espectáculo lamentable: un padre estaba echando una bronca de consideración a su hija que acababa de retirarse de la carrera. Sentí pena por la chica porque la charla era realmente dura.

VII Carrera de Reyes de Yuncler

Nunca había participado en esta prueba y tengo que decir que me ha encantado. El ambiente, el recorrido, la organización y sobre todo, la generosa bolsa del corredor. Repetiré esta carrera siempre que pueda.

Yuncler es un pequeño pueblo de Toledo situado a unos 45 km de Madrid. Puede parecer mucho, pero en coche se llega en menos de tres cuarto de hora. En muchas carreras celebradas en Madrid se tarda más tiempo en llegar. Como la carrera comenzaba a las once de la mañana, calculamos que saliendo a las nueve y media tendríamos tiempo de sobra. Así fue, salimos pasada esa hora y llegamos con bastante tiempo. El día se presentaba bastante frío. El termómetro del coche marcaba grado y medio cuando aparcamos y por la calle corría una marea de aire fresco, fresco.

Aparcamos, recogimos el chip y el dorsal (otra vez me tocó un número capicúa, señal de buena suerte), hablamos con los conocidos, calentamos, estiramos y buscamos un sitio en el pelotón de salida.

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Antes de comenzar la carrera, todavía con el abrigo puesto

Unos minutos después de las once dieron la salida y en tres o cuatro segundos ya había pisado la alfombra de salida y enseguida se puede correr sin ningún problema, ya que la calle es ancha y el pelotón no muy grande. Se sale por una calle ancha y recta y a los cuatrocientos metros se gira a la derecha para subir la primera cuesta de la jornada, que no es muy dura, pero se nota en las piernas. Se corona la cuesta y comienza una bajada para llegar al kilómetro uno. Ahí miré el cronómetro por primera y vi que había hecho 4:02. Muy bien, pensé, un buen ritmo con esa buena cuesta.

Tras la bajada se llega casi al punto de partida, se gira a la izquierda y comienza la segunda cuesta, subiendo hacia la iglesia. Es más corta y llevadera que la primera, por lo que enseguida se pasa. Poco después se pasa por una zona sombreada ligeramente inclinada que aún tenía hielo, había que pisar con un poco de precaución porque resbalaba. Desde entonces fui procurando evitar esas zonas aunque hiciese unos metros más. Llegué al kilómetro dos y miré de nuevo el kilómetro. Lo había hecho en 4:10. Algo no me cuadraba, ya que era más favorable que el primero, por lo que decidí dejar de mirar el crono.

Después de pasar por ese hito kilométrico la carrera enfila por una calle bastante larga y desprovista de casas hacia la A-42, para girar luego hacia la derecha y dirigirse hacia una zona de chalets. Por ahí debía andar el kilómetro tres, que no lo vi señalizado. En esos momentos iba en un grupo de cinco o seis, ajustándome a su ritmo, pensado si era bueno o malo hacerlo, ya que iba algo más cómodo que cuando iba solo.

Al cruzar el puente del arroyo que atraviesa la localidad nos adelantó un corredor del Club Atletismo Leganés, que le recordaba por haberle visto disfrazado en alguna carrera. Por su culpa aumenté el ritmo y me fui tras su estela, aún sabiendo que no sería capaz de alcanzarle de ninguna manera.

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Acabando la primera vuelta, foto cortesía de Ayelen Sekhmet

Poco después de dejar el arroyo se llega a la plaza donde está la meta. Al pasar por debajo del arco (kilómetro cuatro) vi que el reloj de meta marcaba 15:20 por lo que me propuse bajar de 31 minutos en la carrera. La verdad es que me encontraba cómodo y no me parecía complicado conseguirlo.

De nuevo la cuesta arriba, que ya resulta más castigadora al ir más cansado y después a bajar lo subido para llegar a una calle paralela a la de salida. Allí Miguel me hizo una bonita foto.

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En la segunda vuelta, foto cortesía de Miguel

Esta calle desemboca en otra que sube a la iglesia, para completar las cuatro cuestecillas que existen en la carrera. De nuevo, tratar de sortear el hielo y no decaer en el ritmo. Y vi que lo iba haciendo bien porque no me adelantaba nadie y yo iba adelantado a alguno que otro… hasta que faltando unos trescientos metros que me adelantó un individuo que iba como un ciclón. Traté de seguir su estela pero me fue imposible. Aún así apreté a tope en los últimos metros, pero llegó a meta un par de segundos antes.

Cuando paré mi crono marcaba 30:50 aunque la organización, generosa ella, me da un tiempo oficial de 30:49 y bruto de 30:54. Tiempo que estaría muy bien si la distancia fuera de 8 km, pero según el GPS de una amiga que también participó, la distancia que marcó el cacharro fue de 7,8 km. Es lo que tienen estas carreras no homologadas, que algunas te meten metros y otras te los quitan.

Lo mejor vino después. Al pasar a recoger la mochila con la ropa, nos obsequiaron con una camiseta, una botella de agua, un bote de Aquarius, un brick de caldo Aneto y una malla con cuatro mandarinas. Y después, la apoteosis, un plato con migas y dos huevos fritos. Además de cerveza a discreción. Algo fuera de lo normal.

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¿No son apetitosos esos huevos fritos?

Después de ponernos bien a comer y a beber, estuvimos esperando a la entrega de trofeos, ya que varios pradolongueros subieron al pódium. Nada más y nada menos que cuatro. Resulta que el gran José Luis González, que tuvo el récord mundial de 1500 en pista cubierta con 3:36.03, era uno de los encargados de entregar los trofeos. No pude evitar hacerme una foto con él y con otro gran campeón pradolonguero.

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Con dos campeones

Y todo esto por el módico precio de 10,6 €.

XXXIII San Silvestre de Getafe

Hoy he participado por primera vez en la San Silvestre de Getafe y tengo que decir que me ha gustado la carrera en casi todos los aspectos excepto en la animación, aunque eso no es achacable a la organización.

Había quedado con Pedro a las 10:45 cerca de la salida y llegué unos minutos tarde porque salí tarde de casa y aparcar por allí no es fácil. Menos mal que sobre las nueve y media me había acercado a recoger el dorsal. Cuando fui a recoger el dorsal, la temperatura estaba bajo cero. Al comenzar la carrera, habría un par de grados, pero el sol lucía en el cielo y la mañana era agradable.

Pedro estaba esperando en el sitio fijado y rápidamente un amigo nos hizo una bonita foto de recuerdo. Estuvimos hablando de el tiempo a realizar en la carrera y yo le comenté que quería bajar de cuarenta, pero él no estaba por la labor, así que me tocaría intentarlo solo.

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Con Pedro el getafense y una amiga

Calentamos un poco y fuimos a buscar un lugar en el pelotón de salida, que ya era enorme. No me situé nada bien, eso hizo que tardara algo más de treinta segundos en pasar por el arco de salida. Ese medio minuto no es lo más importante, luego se descuenta del bruto y ya, pero sí tiene importancia si vas a hacer un buen tiempo porque esos primeros metros son fatales: arrancando, parando, yendo a la izquierda, a la derecha, adelantando a gente que sale prácticamente parada. Mal, lo pasé mal en ese primer medio kilómetro. A partir de ahí, la cosa se fue aclarando y pude correr al ritmo que me marcaba la cabeza y las piernas, ya que no llevaba cronómetro.

Los kilómetros iban transcurriendo y me iba encontrando muy cómodo, aunque algo perdido, ya que no veía los hitos kilométricos. Vi el tres cuando no llevaríamos ni uno y no volví a ver otro hasta el cinco. En esa primera mitad iba francamente bien, a un ritmo rápido, pero bastante asumible.

A partir de ese punto es cuando se empieza a ver si vas bien o no. Si te pasan, es que has salido demasiado deprisa y vas fastidiado. Si pasas tú a los que precedes es que la cosa marcha bien. Y en este caso la cosa iba viento en popa. Iba adelantando gente poco a poco. Por la calle Madrid vi un Papá Noel y lo fijé como un objetivo. A por él. Al poco cayó. La cosa funcionaba.

Otro hito kilométrico que vi fue el siete. Este punto coincide más o menos con el diecinueve de la media maratón, o eso pensaba, por lo que en la cabeza me hice a la idea de que sólo faltaba bajar la Avda. Don Juan de Borbón y luego a la derecha por la Avda. España para llegar a meta. Así que cuando llegamos a la glorieta confluencia de esas dos avenidas y vi que no girábamos a la derecha, sino que seguíamos rectos, me dio un bajón importante. Esa bajada hacia la plaza de toros me sentó a cuerno quemado, nunca mejor dicho, y en ese momento me adelantó un pelotón de cuatro o cinco corredores, ¡con el trabajo que me había costado adelantar a mí!

A lo hecho pecho. Se llega a la glorieta de la plaza de toros y vuelta para arriba hasta la glorieta por la que habíamos pasado antes. Ahora se gira a la izquierda y se enfila por la Avda. España hacia meta. Como no llevaba crono ni veía los kilómetros, no tenía claro si íbamos a entrar directamente en meta según subíamos o iba a tocar hacer un rodeo. Efectivamente, tuvimos que hacer el rodeo… Iba mirando hacia delante en esa cuesta y veía que subían por la derecha y la meta estaba a la izquierda, difícilmente íbamos a saltarnos la mediana para atrochar hasta meta.

Pasamos por contrameta y el cronómetro situado sobre el arco marcaba 39:01. Se me escapaba el sub cuarenta casi seguro. Aún así, apreté los dientes para tratar de llegar lo antes posible. Después de girar en una glorieta se acaba la cuesta arriba y ya es todo favorable. Son trescientos metros cuesta abajo donde hay que darlo todo. Y eso fue lo que hice, aceleré todo lo que pude, adelantando al corredor que me precedía y pasando por debajo del arco de meta con un tiempo de 41:14. Un poco frustrado, la verdad, por no haber conseguido el objetivo, pero contento por haber corrido una vez más.

Me quité el chip, recogí camiseta, naranja y agua y me llevé una grata sorpresa cuando me ofrecieron un vaso con caldo. Me sentó de maravilla meterme en el cuerpo ese líquido tan calentito con la mañana tan fría que hacía. Estuve animando a la gente que llegaba hasta que lo hizo la amiga con la que me había acercado hasta allí. Ella también se esforzó de lo lindo…

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En los metros finales, en pleno esfuerzo. Foto cortesía de forofos del running

Cuando me dijo que su GPS marcaba 10,340 km se me puso una sonrisa de oreja a oreja. Este cacharro tiene una precisión de poco más de un 1% por lo que la distancia recorrida era mayor de diez kilómetros seguro. Calculo que al menos doscientos metros más. Así que descontando al tiempo neto oficial de 40:42 el tiempo que más o menos podía haber tardado en esos doscientos metros, hubiese bajado de cuarenta seguro. Al final, se me alegró la mañana.

Haciendo uso de los puntos de Purdy (en esta entrada hablo un poco de estos puntos), se puede extrapolar una marca a una determinada distancia. Supongamos que la longitud del circuito de la San Silvestre es de 10,2 km. Utilizando esa distancia y la marca de 40:42 se obtienen unos determinados puntos. Utilizando esos puntos como una indicación del estado de forma, se podría extrapolar a otras distancias. En el caso que nos ocupa, se puede estimar que haría 10 km en un tiempo de 39:50. Justo mi objetivo.

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Puntos de Purdy para una marca de 40:42 en una distancia de 10,2 km

De esta forma despido el año como me gusta: corriendo. Nos vemos en 2015 por esos caminos, cañadas, parques, calles o carreteras.

¡Feliz año a todos!

IV San Silvestre de Villaverde Alto

Hoy se ha celebrado la IV edición de la San Silvestre de Villaverde Alto. Llevaba desde la primera edición con ganas de participar en esta carrera, ya que se celebra cerca de casa, y hasta este año no he tenido la oportunidad. Y he quedado contento, muy contento.

Es una carrera humilde organizada por la Asociación de Vecinos La Incolora, por lo que me recuerda mucho a la carrera que organizamos nosotros. Así que no puedo sino elogiar sus ganas y su buen hacer. Un diez para ellos.

Este año un buen número de pradolongueros se han animado a participar. Gracias, sobre todo, a Juan Carlos del Herbolario dBambú que nos apuntó a la mayoría de nosotros. A las once habíamos quedado en el punto de encuentro todos los pradolongueros y aunque en un principio alguno tenía la idea de ir corriendo, al final fuimos todos en coche. En pocos minutos estábamos en el parque Plata y Castañar donde se iba a desarrollar la prueba. Nos acercamos a la zona donde estaba situada la salida y meta y nos hicimos una bonita foto. A destacar que esta vez el grupo tenía un componente internacional.

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Foto del equipo pradolonguero

Estuvimos calentando dando una vuelta al circuito por el que iban a transcurrir las dos vueltas de la carrera. Alternaba carril bici con tierra y en algunos tramos se veía algo de barro y algunos charcos. La tierra estaba muy blanda, pero sin llegar a estarlo excesivamente.

Andábamos ensimismados en el calentamiento que casi llegamos tarde a la salida. Parecía que nos estaban esperando, pero ya incorporados al pelotón, aún esperamos unos minutos más. Cuando dieron la salida estaba estirando un poco los gemelos.

La salida se daba en una zona muy ancha, pero veinte metros más adelante se estrechaba en un sendero muy estrecho, así que tocaba ir por lo verde para poder adelantar. Enseguida vi a mis compañeros Miguel y Quique que iban por delante de mí. Miguel iba tirando en cabeza y Quique se iba quedando, mientras yo me iba quedando a su vez de Quique.

El primer kilómetro fue algo agobiante por lo estrecho del recorrido y por los trescientos participantes, pero como tuve la precaución de salir en la zona delantera, se hizo algo más llevadero. Luego me comentaron los que salieron más atrás que fue muy complicado alcanzar un ritmo en condiciones por la multitud, lo estrecho y las múltiples curvas.

En ese primer kilómetro ya habíamos cogido cada uno nuestras posiciones y poco iban a variar de ahí en adelante. Yo veía poca gente delante de mí, pero me iba fijando más en Quique que había perdido la espalda de Miguel y yo me iba aproximando a él. Es cierto que estoy a años luz de Quique, pero se había presentado con un catarro de impresión y con poco entrenamiento debido a la enfermedad de su madre. Menos mal que ya está mejor, ¡¡¡mucho ánimo!!!

Cuando acabamos la primera vuelta ya estaba a la espalda de Quique y le animé, pero no era su día. Al poco le pasé y me centré en adelantar a un individuo que llevaba una camiseta con una «A» en la espalda. También me puse por delante, pero una vez llegado al carril bici, en una pequeña cuesta arriba se me fue y ya no fui capaz de alcanzarle.

Lo que tienen las carreras tan cortas es que aunque se sufre si vas a a tope, enseguida se acaba el sufrimiento. Y así fue, cuando te quieres dar cuenta ya estás en meta. Esprinté a tope, pero no fui capaz de alcanzar al corredor de la «A», llegando segundos después. Pocos segundos después también llegó Quique, al que por primera vez he sido capaz de superar, eso sí, debido a su enfermedad, sino, ni en broma. Según la clasificación facilitada por la organización llegué el octavo con un tiempo de 14:33, pero viendo el vídeo que han colgado de la llegada, el tiempo se aproxima más a 15:04 y la distancia, haciendo caso del GPS, de 3,8 km.

En meta, dejamos el dorsal y nos obsequiaron con una bolsa con una botella de agua y un plátano, ¡para qué más! Por un euro que cuesta demasiado nos dieron. Desde allí, directamente al ropero a recoger ropa para abrigarnos, que hacía fresco. Una compañera pradolonguera escuchó que llegó la tercera por lo que esperamos para ver si daban algún trofeo. Y, efectivamente, nos confirmaron que fue primera de su categoría y que había ganado una medalla. Así que esperamos a que la llamaran. Subió al pódium y cuando ya nos íbamos, ¡qué sorpresa! escucho mi nombre como segundo clasificado de la categoría «Máster 46». Increíble, no me lo esperaba ni por asomo. Así que subí al pódium (que era un escenario) más contento que unas castañuelas. Y encima tuve el morro de ponerme en el medio, como si hubiese ganado yo 😉

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Pódium de la categoría Máster 46 masculina

Estando en el pódium el corredor que llegó delante de mí empezó a protestar porque decía que era de mi categoría y había llegado antes. La organización le comentó que luego lo hablaban. Así que cuando me bajé, me quedé hablando con este hombre para ver si se solucionaba el tema.

Y en esas, ¡otra sorpresa! Empiezan a nombrar a los tres mejores de la categoría Sub 45 masculina y nombran a Miguel, el compañero pradolonguero, que ya se había ido. Tuve que llamar al móvil, pero cuando llegó ya se había deshecho «su» pódium. Aún así, le entregaron la medalla a él solo.

De esta forma, la expedición pradolonguera se saldó con un montón de medallas. Dos segundos puestos y un primero. Algo totalmente inimaginable antes de comenzar.

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Los tres pradolongueros «premiados»

A la vuelta, en el barrio, fuimos a celebrarlo como se merecía la ocasión: con unas cervezas.

XII Carrera del aceite

Un año más, y ya van cinco, he participado en la carrera de mi pueblo. Coincidía con la carrera de Aranjuez, pero no es tan populosa, ni tan larga como la carrera madrileña. Tampoco creo que la coincidencia restase participación a esta carrera que estuvo más o menos en sus números, con poco más de cien participantes en la categoría de mayores.

Hasta allí me acerqué con una amiga y aunque no son muchos participantes, lo cierto es que es una carrera de mucho nivel. La chica que ganó por tercer año consecutivo fue la china (ahora nacionalizada) Dong Liu que fue campeona del mundo de 1500 en Stuttgart en el año 1993. Este año no ganó con tanta facilidad como en años anteriores, ya que Esther Ramos llego 15 segundos más tarde. El ganador, que es natural de esta población, Marcos Bueno acabó con un tiempo de 15:08 que es una muy buena marca siendo el circuito como es.

Oficialmente, la prueba consta de un circuito de 1,6 km (1 milla) al que hay que dar tres vueltas, totalizando 4,8 km (3 millas), aunque yo creo que mide algo más. Combina asfalto con tierra y aunque la salida es por asfalto, enseguida se coge un camino y por ese camino, después de una fuerte curva a izquierdas aparece una bonita cuesta arriba por un piso irregular de tierra y piedras. Nada más coronar, el camino se torna asfalto y comienza una cuesta que llega alcanzar el 11% de desnivel, menos mal que se hace de bajada. Después de esa bajada brutal, otra subida algo más suave y para terminar unos 150 metros llanos.

Resulta complicado seguir un ritmo constante por el desnivel y lo único que hay que hacer es salir a todo trapo y tratar de aguantar sin reventar. Mi idea era hacer unos seis minutos y medio por vuelta, o algo menos y no anduve muy lejos ya que llegué a meta con un tiempo de 19:36. En la clasificación aparezco en la posición 46 de 109 y séptimo de mi categoría. Un par de puestos menos y me hubiese llevado cinco litros de aceite. Pero difícil, muy difícil, ya que el quinto hizo un tiempo de 18:03, totalmente inaccesible para mí. Mucho Cola Cao tendría que tomar.

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Llegando a meta dándolo todo, foto cortesía de evedeport.es

Todos los participantes fueron obsequiados con una camiseta técnica, una pequeña mochila, un pequeño gorro de Papá Noel y una diminuta botella de aceite. Todo por el módico precio de 6 €, que es un precio bastante razonable. El año que viene, por supuesto que repito. Y si puedo, mejor entrenado.

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Con mi «trofeo»

Los resultados de la carrera se pueden ver en una copia que guardo aquí