VII Carrera Popular la Cabrera

Hoy he participado por primera vez en la Carrera Popular la Cabrera organizada por el club Trisquel Team. Y debo reconocer que la carrera me ha gustado y eso que he corrido la prueba de 5 km, que si hubiese corrido la de 15 km seguro que me hubiese gustado más…

Llegué a esta carrera por casualidad. La semana que viene es la carrera del barrio y había que dar el último empujón a las inscripciones llevando octavillas a todas las carreras que pudiéramos. Mirando en el calendario de carreras populares vi que el sábado se celebraba esta carrera y el domingo otro par de ellas. El domingo nos dividimos para ir a dos y el sábado decidí que bien podría ir a ésta.

El problema es que se me pasó el plazo de inscripción, ya que pensaba que cerraban el jueves a las 23:59 y resulta que cerraban el mismo día pero a las 20:00. Les escribí un correo y tuvieron la gentileza de apuntarme, aunque me advirtieron que quizás no habría camiseta. No hay problema, ya que tengo un serio problema de exceso de camisetas.

Quedé con una amiga para acercarnos hasta allí. La Cabrera está como a cincuenta minutos en coche y como comenzaba a las diez, tampoco es que hubiese que darse un madrugón brutal. A las siete ya estaba arriba y poco más tarde de las ocho ya estaba sacando el coche. Sobre las nueve llegamos allí, aparcamos cerca de la plaza donde estaba instalada la salida y la meta y recogimos los dorsales pagando los cinco euros que costaban.

Tuvimos tiempo de hacer nuestras necesidades, de calentar, de estirarnos y a las diez en punto dieron la salida, en la que salimos juntos los de la prueba corta y la prueba larga. Juntando todos, no sé si llegaríamos a la centena de corredores.

Había visto el perfil en wilkiloc y no parecía que el recorrido fuese excesivamente complicado. Se veían algunas cuestas, pero el desnivel acumulado no era nada del otro mundo. De hecho, etiquetaban la prueba con un dificultad técnica fácil.

La carrera sale por las calles de la localidad, por asfalto, y ya en el primer kilómetro hay una bonita cuesta, pero muy corta. Notaba que las piernas no estaban muy sueltas, todavía andaban algo cansadas de Cuenca, pero me decía que eran sólo cinco kilómetros, que eso se pasaba enseguida. El primer kilómetro lo hice en 4:05 lo cual no está nada mal, ya que hace tiempo que no voy tan rápido.

Pasado ese primer kilómetro, todavía por asfalto, empezaba la segunda cuesta de la jornada. Unos trescientos metros de subida que provocaban que la respiración se agitase y que las piernas empezasen a cansarse. Después un terreno llano hasta llegar al comienzo de un camino donde de nuevo la prueba se ponía cuesta arriba. Hice 4:33 en ese kilómetro y lo di por bueno, por muy bueno.

Había notado que en las subidas un individuo de camiseta naranja me adelantaba, pero luego me ponía yo por delante. Y así fuimos un buen rato. La verdad es que no era sencillo saber cual era el camino que había que coger porque aunque estaba señalizado, nunca tiene uno la certeza de haber elegido el camino correcto. De hecho, la amiga con la que vine hizo cuatrocientos metros más porque alguno de los que iban delante se confundió y todos los demás le siguieron.

Como no había muchos participantes, íbamos bastante separados unos de otros, así que la jugada consistía en no perder de vista al que iba delante para no tener que buscar luego el camino correcto, por lo que me tocaba acelerar más de lo que hubiese querido, sacándome esos acelerones de la zona de confort en la que me hubiese gustado ir.

El tercer kilómetro era un diente de sierra. Comenzaba con una cuesta abajo, luego una buena cuesta arriba y acababa con otra cuesta abajo. Prácticamente ni un metro llano en este tramo. Me salió a 4:10 que también me pareció francamente bien.

El cuarto kilómetro comienza con una cuesta arriba de las de verdad. Bastante empinada y larga. Es la que llaman calle de la subida al convento. Menos mal que no hay que llegar hasta el convento, porque entonces hubiera sido de aúpa. A los cuatrocientos metros de subida había que desviarse a la izquierda y comenzaba un camino más o menos llano, que servía para coger un poco de aire y tratar de bajar las pulsaciones. En esta cuesta me adelantó el de la camiseta naranja y me sacó un buen tramo que luego me resultó imposible de rebajar.

Después de llanear un poco se llegaba al cuarto kilómetro, que pasé en 4:46, y comenzaba una bajada, con algún falso llano, que llevaba a las afueras del pueblo de La Cabrera. Se trataba, sin lugar a dudas, del terreno más cómodo de toda la prueba. Dura el terreno favorable unos setecientos metros y luego el terreno es más o menos llano hasta meta. Esta bajada ayuda a maquillar un poco el tiempo perdido en esa dura subida al convento.

Según el GPS la vuelta es de algo más de cinco kilómetros, así que ese hito kilométrico estaba antes de la llegada. Hice ese kilómetro en un tiempo de 4:21 y poco después llegué a la calle de Las Matas que prácticamente desemboca en la plaza donde está situada la llegada. Atravesé la línea de meta con un tiempo oficial de 22:56 y me di cuenta de que había pocos corredores en la plaza, que casi todos seguían para hacer la de quince kilómetros, la de verdad. Poco después llegó mi amiga y supuse que se llevaría algún premio porque sólo una chica había llegado a meta. Curiosamente su GPS marcaba 400 metros más que el mío. Luego descubrimos que ¡¡¡se había perdido durante la prueba!!!

Estuvimos tomando algo de agua, un refresco y unos frutos secos y decidimos ir por el circuito por donde estaban llegando los de 15 km para animar al personal. Nos dimos cuenta que el último kilómetro y medio o algo más es muy duro porque es todo cuesta arriba. Vimos que la gente llegaba muy cansada por el kilometraje, por el desnivel y por el terrible calor que hacía.

Esperando que nombraran a mi compañera para que subiera al podio me llamaron a mí como segundo veterano de la carrera de cinco, así que subí al cajón más contento que unas castañuelas, como atestigua la foto…

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En el podio de la carrera, alucinando todavía

Lo curioso es que al final no hice a lo que iba, que era repartir octavillas. Como no tenía demasiadas pensé que era mejor gastar ese último cartucho en el Trofeo San Antonio de la Florida a celebrar el día siguiente.