Hoy se celebró la XIV edición de la Carrera Popular Villa de Torrijos y fue mi decimosegunda participación, una lástima no haber podido llegar al pleno, pero tampoco se acaba el mundo por eso :-). Me perdí la de 2013 por lesión y la del año pasado porque coincidió con la de la Elipa y opté por la más cercana.
En la carrera de Gerindote, dos semanas antes, acabé lesionado por lo que estuve sin correr hasta el viernes, que me probé después de haber pasado por las manos de Josefa. La prueba no fue satisfactoria y pensé que lo más seguro es que me tuviese que retirar, pero aún así decidí ir a Torrijos para acompañar a una amiga del Club Atletismo Zofío.
Este año habían adelantado la hora de salida a las 9:30 lo que obligó a darnos un buen madrugón para llegar a Torrijos, localidad distante a unos 75 kilómetros de mi casa, va a ser verdad ese que dicen que sarna con gusto no pica. Aún así llegamos a las ocho y cuarto y nos dio tiempo a recoger el dorsal sin agobios, a dejar las cosas en el coche, trotar un poco y hablar con algún que otro conocido. Se celebraba el IV Campeonato Regional de Castilla-La Mancha por clubes absoluto y master y se veía por allí gente muy «tirillas» y con pinta de correr mucho. Allí nos encontramos con una amiga que venía desde Cuenca con su equipo Run Faster intentando hacer una buena clasificación en clubes de chicos y chicas.
En el trote previo noté que me molestaba un poco el tendón, curiosamente en una zona más abajo de lo que me molestaba estas semanas anteriores, por lo que me atreví a salir, aunque con la idea de abandonar si la cosa iba a mayores. Es por ello que salí muy tranquilo, tanto que en el primer giro de 180°, donde está situado el edificio de la Cruz Roja, miré hacia atrás y vi que había muy poca gente detrás de mí y que si seguía a ese ritmo me iba a doblar alguno porque había gente de mucho nivel, de hecho Ángel Ronco Bargueño, el ganador de la carrera, hizo un magnífico tiempo de 30:00 batiendo el récord del circuito.
Pasé el primer kilómetro en 5:32 y decidí apretar un poco ya que aunque me molestaba el tendón, la cosa no llegaba a dolor, era soportable, bastante mejor que en Gerindote dos semanas atrás. Por el hecho de aumentar un poco el ritmo empecé a adelantar a alguno que otro, aunque no demasiados porque todo el mundo corría a toda pastilla. Al pasar por el arco de meta en la primera vuelta vi que llevaba 25:45 lo cual me pareció un tiempo razonable para cómo me encontraba.
Parecía que la molestia había remitido un tanto, por lo que me planteé como objetivo tratar de alcanzar a la compañera de club, así que tuve que hacer un par de kilómetros rápidos y pasada la gasolinera, sobre el kilómetro siete y medio ya la pude ver más cerca. Fue un ese momento cuando alcancé a un corredor llamado Adolfo, que era muy animado por la afición local, imagino que por ser de allí. Estuve con él hasta casi el final de la carrera cuando se adelantó unos metros.
Aunque el día era muy agradable para correr, ya que hacía fresquito, por la zona de la gasolinera, quizás por ser más expuesta, hacía bastante aire, frenando el ímpetu de los corredores ya que al menos por la parte del pelotón por donde circulaba yo, iba casi todo el mundo de uno en uno o de dos en dos, con pocas posibilidades de esconderse en un pelotón. Menos mal que la mayor parte de la carrera es por calles más estrechas y se nota menos el aire.
Poco antes del noveno kilómetro alcancé a mi compañera y juntos fuimos hasta la línea de meta donde llegamos con un tiempo oficial de 50:06 para ella y un segundo más para mí. Diez segundos más que el tiempo neto que marcó nuestro cronómetro que pusimos en marcha al cruzar la línea de salida.
En mi caso lo importante no era el tiempo, sino las sensaciones, que no fueron del todo malas, pero tampoco demasiado buenas, porque notaba que la lesión ahí seguía. Para mi compañera tampoco era demasiado importante el tiempo, lo que ella quería era subir al cajón de su categoría y lo consiguió, ya que fue segunda, así que el viaje a Torrijos no fue en balde, ya que se volvió a casa con un bonito trofeo y un chorizo, ambos de tamaño considerable.
Hoy he participado en la localidad toledana de Gerindote en la Carrera de San Mateo, nombre debido al patrón del pueblo. Ya había corrido en este pueblo varias veces y últimamente se habían celebrado el sábado por la noche, pero esta vez cambiaron a domingo por la mañana según nos contaron por petición de los corredores. A mí la verdad es que me gusta más de noche, para salir un poco de la rutina.
Igual que las dos carreras del fin de semana anterior no las debía haber corrido, tampoco tenía que haber participado en ésta, porque el tendón de Aquiles me seguía molestando, pero fui con una compañera del Club Atletismo Zofío, ya que ella es natural de esta población y quería participar ante sus paisanos.
En anteriores ediciones la carrera se ha celebrado por las calles del pueblo dando varias vueltas, pero esta vez habían cambiado de filosofía y la carrera era transcurría por los caminos de la población, haciendo unos metros por la Cañada Real Segoviana, que por cierto fueron los tramos más desagradables para correr ya que había mucha arena en el camino y había que ir buscando las zonas menos arenosas.
Como ha ocurrido en las dos anteriores carreras, la salida se dio con algo de retraso y yo salí a darlo todo, pensando que cuanto antes llegara a meta, menos tiempo estaría castigando al tendón. Pero no sé si es lo más correcto, creo que no. Fui bastante dolorido hasta pasado el kilómetro cuatro donde me empezó a doler bastante más y tuve un momento de duda de si parar o ponerme a andar o qué hacer. Al final pensando que quedaban menos de dos kilómetros decidí bajar un poco el ritmo y tratar de llegar a meta. Al bajar el ritmo me adelantaron un par de corredores que me hicieron un favor como se verá posteriormente.
En su mayoría la carrera transcurre por caminos excepto la salida y la llegada, es por ello que al entrar en el pueblo por la calle Alfonsa Albo ya se abandona la tierra y comienza el asfalto. Esa calle es cuesta abajo, pero poco después comienza una pequeña subida para llegar a la calle donde está instalada la meta que es llano tirando a favorable. Paré el cronómetro en 27:43 para una distancia oficial de 6,2 km.
Mi compañera llegó algo después y estuvimos esperando a que sacaran las clasificicaciones ya que ella esperaba llevarse algún trofeo y efectivamente consiguió ser segunda de su categoría por lo que preguntamos cuando sería la entrega de trofeos y nos dijeron que después de las carreras de los niños que aún no habían comenzado a correr porque estaban llegando los participantes de la marcha.
Estuvimos bastante tiempo esperando y como hacía un sol de justicia tratando de buscar una sombra, que no abundaban precisamente. Mientras esperábamos nos comimos unas muy ricas migas cortesía de la organización y estuvimos animando a los chicos y chicas que participaron en las diversas categorías. Siempre es un placer ver correr a los más pequeños, que son el futuro de este deporte.
Llegó el momento de los trofeos, llamaron a mi compañera, subió a por su trofeo y después de hacerla alguna foto nos disponíamos a irnos cuando nos dijo su hermana que iban a hacer un sorteo, así que nos quedamos, sobre todo por ella, que suele tener suerte con estos eventos.
Se suelen hacer los sorteos por el número de dorsal, pero decidieron hacerlo por orden de llegada. Y no pude tener más suerte porque uno de los números fue el 46 que fue la posición en la que llegué. Así que tengo que agradecer a mi maltrecho tendón que me adelantasen esos dos corredores en el último kilómetro. Dicen que no hay mal que por bien no venga. Si ella se llevó una copa y una caja con embutidos ya cortados, yo me llevé en el sorteo un queso, un salchichón, un chorizo y una botella de vino. No estuvo nada mal el regalito.
La carrera estuvo muy bien y además solidaria porque todo lo recaudado (8 € por inscripción) iba a la Asociación Española contra el cáncer. Además de la carrera se celebró una marcha donde también lo recaudado iba destinado a la lucha contra el cáncer (4 €). Una buena iniciativa del Ayuntamiento de Gerindote.
Si ayer no tenía que haber corrido, hoy menos aún, ya que acabé prácticamente cojo la carrera; sin embargo, al levantarme podía andar, me eché crema y para Arganzuela que nos fuimos.
No corría esta carrera desde 1999 cuando al acabar la carrera hicieron una encerrona a los corredores según cuento en esta entrada. Veintitres años después decidí apuntarme a la carrera ya que desde entonces ha cambiado la cosa. En aquel entonces la carrera la organizaba la Agrupación Deportiva Marathon siendo el patrocinador principal el Corte Inglés. De hecho la salida estaba situada junto al centro comercial de Méndez Álvaro. Ahora la organiza el club de triatlón TRIBOOST, organizadores con menos nombre, pero que han dado muestra de una gran profesionalidad.
Fui con una compañera del Club Atletismo Zofío hasta la Casa del Reloj, lugar donde estaba situada la salida y la meta de esta carrera y donde habíamos quedado con un amigo, al que le habíamos recogido el dorsal. Junto al arco de salida y meta nos hicieron una bonita foto a los tres.
Había dos distancias a elegir a la hora de inscribirse: cinco y diez kilómetros. Los dorsales de fondo amarillo eran para los de cinco, como el mío y el de la compañera y los de fondo verde para los del diez mil, como el tercero de la foto.
A las 8:55 estaba previsto la salida de los del cinco mil y cinco minutos después los del diez mil. Lo repitieron doscientos millones de veces, pues bien, cuando salimos había dorsales verdes entre una miríada de amarillos.
De todos modos, dieron la salida cinco minutos tarde y pronto se fue estirando el pelotón camino de la plaza de Legazpi. Enseguida noté que mi tendón no iba nada bien, por lo que decidí ir a un ritmo tranquilo, disfrutando de la carrera. Se pasa la plaza de Legazpi y por el Paseo del Molino se llega a la calle Embajadores donde se gira casi ciento ochenta grados para volver por esa calle hasta la Plaza de la Beata María Ana de Jesús, para poco después alcanzar el Paseo de la Chopera y el Paseo de Yeserías hasta alcanzar la Glorieta de Pirámides.
Los que corrían diez kilómetros salían más tarde, hacían más kilómetros más allá de Legazpi y luego también volvían por Paseo de Yeserías hasta Pirámides donde ellos seguían aún más allá hacia el Puente de Segovia y los de cinco en Pirámides volvían hacia meta por Madrid Río. En Pirámides había una persona de la organización indicando a los de cinco que fueran por un sitio y a los de diez por otro. Justo a mi lado iban dos tipos con dorsal de fonde verde, que se habían apuntado a la de diez y que salieron con los de cinco y que el voluntario los indicó que siguieran rectos. La Policía Municipal, que no esperaba a los primeros de diez hasta un cuarto de hora más tarde se tuvieron que poner en marcha inmediatamente con un notable mosqueo.
Había hecho esos tres primeros kilómetros a un ritmo cercano a 5:20, pero según iban pasando los kilómetros me iba molestando menos el tendón, quizás un tanto adormecido por la crema, así que aumenté un poco el ritmo, pero con ninguna intención, simplemente para llegar antes a meta, cosa que hice con un tiempo de 25:56 según mi crono para una distancia de algo menos de cinco kilómetros.
La compañera ya había llegado por lo que después de recoger la raja de melón y una botella de agua fuimos a esperar a nuestro amigo participante en los diez kilómetros y animar a todos los participantes que por allí pasaban.
No conocía esta carrera y por intereses varios me apunté y convencí a un compañero y una compañera del Club Atletismo Zofío para que se apuntaran también, así que el sábado por la tarde sobre las seis y cuarto de la tarde estábamos en la bonita plaza de Segovia de esta localidad.
La carrera para los más mayores comenzaba a las 18:45, pero iba llegando la hora y aún estaban los niños corriendo, por lo que la salida se retrasó un cuarto de hora. Estando tras el arco de salido observé a un montón de gente con la camiseta naranja de Run Martínez que sospeché deberían estar relacionados con David Martínez, el hermano de Chema Martínez. Decir que David fue el vencedor de la prueba.
Calentando habíamos visto la salida, en terreno adoquinado por la plaza para girar a la derecha y comenzar una bonita bajada y que no llegamos a bajar del todo, pero nos hicimos la idea de que si bajábamos nos iba a tocar subir, pero no sabíamos nada mas.
Yo llegué tocado del tendón de Aquiles de la pierna derecha y si hubiese sido una persona normal, con dos dedos de frente, no hubiese corrido, pero como soy corredor, pues corrí. Dieron la salida y al ser sólo seis kilómetros me puse a buen ritmo, pero sin exigirme, que no tenía ni idea de mi estado de forma, pero viendo los kilómetros realizados, muy bien no debería estar.
La carrera se me hizo bastante dura porque era todo el rato subir y bajar, así en las dos vueltas y algunas cuestas largas y duras. Viendo que no iba muy fino pensé que si conseguía mantener un ritmo de 4:30 sería todo un logro. Así que traté de aplicarme en las subidas y bajar lo mejor que pudiera, pero el puñetero tendón me molestaba lo suyo, sobre todo subiendo.
Llegué a meta con un tiempo oficial de 28:09 en una distancia aproximada de 6,2 km. Nada más pasar la meta me colgaron del cuello una bonita medalla, todo un detalle de la organización. Unos minutos más tarde llegó la compañera de club y viendo su cara se podía apreciar que se había esforzado de lo lindo. Algo más tarde llegó el otro compañero.
Como la compañera suele subir al podium estuvimos esperando si la llamaban y mientras pudimos comer melón, sandía, plátano y frutos secos, además de beber agua fresquita. Todo un derroche de viandas que nos vinieron genial para recuperarnos del esfuerzo y que hay que agradecer a la organización por el detalle, que en algunas carreras de renombre te dan una botella de agua y poco más. El caso es que la espera tuvo su recompensa porque la compañera quedó tercera en su categoría. Así que subió al podium, la hicimos unas fotos y ya nos íbamos cuando escuché todo asombrado mi nombre por megafonía que me llamaban al podium. ¡Me quedé alucinado! Había quedado segundo de mi categoría, así que subí al cajón aún sin creérmelo.
La verdad es que la carrera es dura, pero merece mucho la pena. Además de la medalla, la fruta y la botella de agua en meta, la bolsa del corredor era bastante atractiva ya que contenía una camiseta, un protector de plástico para que no se moje el móvil, unos cascos y una especie de neceser que se puede utilizar para meter las zapatillas. Todo por 7 €. Muy recomendable, pero hay que venir entrenado para no sufrir tanto en las cuestas.
Llevaba unas semanas fastidiado por lesiones varias y con poco entrenamiento por esas mismas lesiones y por el Camino, así que participé en esta prueba sin muchas pretensiones, pero con la motivación de estrenar la camiseta del Club Atletismo Zofío.
Vinimos una compañera y yo con Emilio, con el que habíamos quedado a las 7:45, por lo que poco antes de las ocho estábamos aparcando cerca de la línea de salida. Nos dio tiempo a ir tranquilamente al servicio y al guardarropa y pudimos calentar sin ninguna prisa. Según iba llegando la hora de salida la calle Argumosa, cerca de Ronda de Atocha se iba llenando de gente, pero nadie hacia intención de ir a la línea de salida. La explicación era sencilla en Argumosa había sombre y la línea de salida estaba al sol y no era cuestión de calentarse antes de tiempo. Faltaban menos de cinco minutos cuando la marabunta se fue moviendo hasta la línea de salida.
Como «no me jugaba nada» salí tranquilo, sobre todo pensando en la cuesta de San Vicente y los escalones con los que nos íbamos a encontrar, novedad en esta edición. Aún así hice los tres primeros kilómetros, más bien favorables, en 4:29, 4:36 y 4:24. Cuando se llevan tres kilómetros y medio se afronta la cuesta de San Vicente y ahí me fueron cayendo los segundos como si fueran de plomo. Este cuarto kilómetro ya se fue a 5:03 y el siguiente, quizás debido a los sesenta escalones y al esfuerzo de la cuesta, también se fue a 5:06. Ese kilómetro pasa por los jardines de Sabatini y delante del Palacio Real y es una de las razones que hacen a esta carrera tan atractiva. El sexto kilómetro no desmerece al anterior, ya que su paso por San Francisco el Grande y la Puerta de Toledo es también muy agradable a la vista, no tanto a las piernas porque el paso por la Puerta de Toledo también es cuesta arriba. Ya recuperado un tanto del esfuerzo del anterior kilómetro éste lo hice en 4:41, acercándome a los ritmos de comienzo. En la calle Toledo, a la altura de la Plaza de la Cebada, me hizo José Luis, un compañero del club, esta bonita foto.
No sé qué me pasó porque como no iba muy pendiente del reloj cuando pitó el octavo kilómetro pensé que el GPS se había vuelto loco y que íbamos por el séptimo. Calculaba mentalmente por donde habíamos pasado y seguía convencido de que era el séptimo. Por otro lado, tampoco me cuadraba porque cuando pitó ese kilómetro circulaba por la Carrera de San Jerónimo y sabía que no quedaba mucho para meta. Estuve un rato algo despistado, pero tampoco lo di muchas vueltas porque sabía que era casi todo cuesta abajo. Estos dos últimos kilómetros fueron los más rápidos ya que los hice en 4:16 y en 4:23 también picado con un tipo que tenía una forma extraña de correr y al que conseguí adelantar en Atocha, pero que en la cuesta de Argumosa me adelantó a mí. En el sprint final, aunque lo di todo, tampoco pude evitar que me adelantasen otro par de tipos. Llegué a meta con un tiempo según mi cronómetro de 46:35, aunque tardé en dar al botón de parada, por lo que no es extraño que en la clasificación oficial aparezca con un tiempo de 46:30 que no es nada del otro mundo, pero refleja mi nivel actual y que me lo tomé con calma, ya que en el anterior diez mil que hice, en el PAU de Vallecas, hice dos minutos menos, pero sufrí de lo lindo.
Del club, sólo Ninfa consiguió subir al cajón, siendo segunda de su categoría en una carrera, en la que como todos los años, había gente de mucho nivel.
Esta carrera es sin duda la más bonita de Madrid por los sitios por donde pasa y además es una auténtica carrera popular, se nota en el trato a los corredores, en la cercanía de la gente y que también piensan en los más jóvenes, ya que después de la prueba de 10 kilómetros hubo carreras de niños. Una carrera absolutamente recomendable.
Como la carrera empezaba a las 10 de la mañana quedamos a las 8:45 en el punto de encuentro y Emilio tuvo el detalle de acercamos con el coche al barrio de Vallecas. Llegamos con bastante tiempo, ya que no está lejos de casa y nos dio tiempo a hacernos una foto y movernos al ritmo de músicas latinas mientras hacíamos tiempo a alguna cosa, porque la carrera empezó diez minutos más tarde.
Tenía previsto un viaje en bicicleta después de la carrera, así que me lo tomé con mucha calma, por ello hice toda la carrera con el gran Emilio, yendo codo con codo desde la partida hasta la línea de llegada. En los primeros kilómetros nos hicieron una bonita foto.
De charleta se nos fueron pasando los kilómetros y llegamos a meta con un tiempo, según mi crono, de 28:31 en algo más de cinco kilómetros. Tiempo que realmente no quiere decir nada ya que se trata de una carrera no competitiva. Todos los participantes que acaban se llevan un arbolito de regalo, aparte de otros muchos que ofrece la organización, pero yo no quise el árbol porque todos los que me he llevado se han acabado secando.
Con el coche de Emilio volvimos al barrio. Yo me fui rápidamente a casa, me vestí de ciclista y me hice 88 kilómetros estrenando una de las alforjas que utilizaré a partir de 28 de junio para hacer un Camino muy particular. Quizás debido al calor se me hicieron bastante duros esos 88 kilómetros, pero hay que ir acostumbrando las piernas al ejercicio de la bicicleta.
El martes me pasé por la Asociación Vecinal del PAU del Ensanche de Vallecas y retiré mi dorsal y el de cuatro compañeros del Club Atletismo Zofío. Hoy domingo habíamos quedado a las nueve en el punto de encuentro, ya que la carrera comenzaba a las diez, para dar los dorsales a los compañeros y partir todos desde allí, pero al llegar me di cuenta que había olvidado los dorsales en casa. Tengo la cabeza sobre los hombros, pero no sé para qué.
Así, nos dividimos en dos coches, uno salió hacia la carrera y el otro me acercó a casa para recoger los dorsales, cosa que hice raudo como el viento 🙂
Tuvimos suerte al llegar a la zona de la carrera porque encontramos sitio para aparcar pronto y creca. Llegamos con tiempo de sobra para dar a cada uno su dorsal, a visitar los servicios y a hacernos una bonita foto con el arco de salida y llegada al fondo.
De los siete que íbamos, sólo dos iban a hacer la prueba de cinco kilómetros y los otros cinco nos habíamos apuntado a los diez kilómetros, pero empezábamos todos juntos y los de cinco se separaban cuando pasábamos cerca de meta y los demás seguíamos.
A las diez en punto dieron la salida y salimos a toda pastilla ya que el primer kilómetros es favorable. Salí junto al compañero que iba a hacer cinco kilómetros, pero enseguida le dejé ir porque iba muy deprisa para mí. Tanto que cuando pasé por el primer kilómetro el crono marcaba 3:59 lo que me pareció muy deprisa. Aflojé un poco en parte porque no quería ir tan deprisa y en parte porque ya no era cuesta abajo mientras veía como Ninfa se iba alejando poco a poco. En un principio había pensado seguirla, pero vi que iba también demasiado aprisa, así que decidí ir a mi ritmo.
Después de ese primer kilómetro favorable, los tres siguientes son más o menos llanos, pero del cuarto al quinto es todo para arriba y pensé en lo afortunados que eran los de los cinco kilómetros porque para ellos acababa el sufrimiento mientras que nosotros seguíamos cuesta arriba y con un aire en contra bastante fuerte y frío. Pero no acababa ahí la cosa porque seguía el terreno ascendente con algunos tramos llanos, pero siempre para arriba.
Andaba un poco mosqueado porque primero me di cuenta que había salido sin gorra y sin gorra me siento como desnudo y segundo me estaba resultando duro y pensaba que a mi compañera Ninfa le estaría pasando lo mismo, porque la veía ahí cerca y aunque me acercaba muy lentamente, no era capaz de alcanzarla. Menos mal que llegamos al octavo kilómetro y a partir de ahí sí comenzó un tramo favorable, donde pude aumentar un poco la velocidad. De hecho hice esos dos últimos kilómetros en 4:17 y 4:16 cuando en los anteriores no bajaba de cuatro minutos y medio ni de broma. En ese último kilómetro me hicieron una bonita foto.
Aunque los últimos metros también son cuesta arriba, sólo quedaba apretar los dientes y pasar la línea de meta de la mejor manera posible. Paré el cronómetro con un tiempo de 44:19 que coincide con el tiempo neto dado por la organización.
Fue un buen día para el Club Atletismo Zofío porque tres de los que habíamos venido subieron al cajon. En la carrera de cinco kilómeros se ganaron en dos categorías y en la de diez kilómetros, en veteranos C, José Luis consiguió la segunda posición. Estuvimos un buen rato esperando a que dieran los trofeos porque hubo alguna irregularidad, pero al final pudieron posar los tres juntos.
Me apunté a ciegas, sin conocer nada de la carrera, sólo con la idea de hacer turismo por La Rioja y cuando empecé a ver el recorrido y el perfil, me asusté un poco, ya que vi una cuesta bastante importante, pero pensé que el circuito sería más o menos llano hasta esa cuesta y luego después de subir, relativamente favorable. No podía estar más equivocado, lo que me encontré después fue mucho peor, ya que el circuito es un continuo subir y bajar con muy poco llano.
El día anterior fuimos a Nájera, lugar donde comienza la carrera y estuve buscando la salida, así pude ver que empezaba cuesta arriba, pero no quise recorrer mucho para no asustarme demasiado. Estaba un poco mosqueado porque el viernes había llovido bastante y el sábado también llovía y pensaba que estaría todo embarrado, aunque confiaba que no lo estuviera demasiado. Desde allí fuimos al lugar donde iba a estar situada la meta, en Santo Domingo de la Calzada, allí recogí el dorsal junto a una bonita camiseta de manga larga y unos bonitos calcetines. También me dieron un vale para que al día siguiente pudiera beber un par de vinos y tomarme un pan «preñao».
El domingo llegamos a Nájera cuarenta minutos antes de las once, la hora de salida. Me dio tiempo a tomar un café y soltar lastre. Llegué bien abrigado a la salida y hasta diez minutos antes no me quité el abrigo porque hacía un frío de mil demonios. Hice un par de trotes para acá y para allá para no quedarme helado y al poco me coloqué en una posición intermedia en el pelotón, no quise salir en posiciones demasiado delanteras porque la semana anterior, en la media de Latina, me puse en cuarta o quinta fila y me estuvieron adelantando toda la carrera. Esta vez la estrategia era la contraria, salir atrás, tranquilo y tratar de adelantar lo que pudiera.
A las once en punto dieron la salida y el comienzo es toda una declaración de intenciones, ya que los primeros 900 metros son todos cuesta arriba. Me puse en marcha con zancada corta, agaché la cabeza y a sufrir. Ya se me hizo largo ese primer tramo. Metros después, cuando llegué al primer kilómetro no quise ni mirar el cronómetro, no merecía la pena pensar en el tiempo.
Nada más coronar ese primer repecho comienza una bajada y en ese subir y bajar se van pasando los kilómetros. Siempre he pensado que el tiempo que pierdes subiendo no lo recuperas bajando y no nadie que me pueda convencer de lo contrario, sobre todo porque bajo fatal. Como salí muy atrás, fui constantemente adelantando gente y eso me iba animando. Además, como había salido despacio, podía aprovechar las zonas llanas para aumentar el ritmo porque ni subiendo ni bajando iba cómodo.
Sobre el kilómetro cinco y medio, aproximadamente, se llega a Azofra, donde estaba situado el primer avituallamiento. Cogí una botella, bebí un poco y me acordé que en la salida habían dicho por megafonía que a la salida de este pueblo había un barrizal, así que iba alerta ya que el asfalto se iba a acabar y pensaba que ahí estaría el barro, pero entré en el camino y estaba bien; sin embargo un par de kilómetros más tarde, cuando el camino se acerca a la autopista, en una curva, llegó el barrizal, unos doscientos metros de patinaje sobre barro que hacía difícil mantener el equilibrio.
Después de sortear ese obstáculo viene un tramo ligeramente ascendente, pero bastante llevadero. Por allí iba a buen ritmo, adelantando a gente como si no hubiese un mañana y bien de fuerzas. Iba viendo a lo lejos un tramo muy empinado y rezaba porque la carrera no fuese por allí. Como no veo bien de lejos, no veía a nadie en dicha cuesta, pero según me iba acercando vi que sí, que esa debía ser la cuesta que había visto en el perfil días antes. Pensé que si las otras cuestas del circuito, que casi no se apreciaban en el perfil, me habían parecido duras, esta iba a ser la bomba. Y vaya si lo era, me costó y creo que a todos, un mundo subir, iba cada vez más despacio y cada vez más despacio y la puñetera cuesta no se acababa. Fue el momento más delicado sin lugar a dudas. Luego mirando los tiempos vi que uno de los kilómetros de subida se me fue a 6:17, casi dos minutos más lento de lo que podría ir en llano. Cuando acabó la subida había un tipo muy majete que me hizo esta bonita foto.
Si antes de comenzar la carrera pensaba que después de esta cuesta la cosa iba a ser coser y cantar, ya me imaginaba según había visto los kilómetros anteriores, que no iba a ser así y efectivamente no me equivoqué porque después de esta cuesta larga, pero dura (parafraseando al gran Perico Delgado), vinieron otras cuantas subidas y bajadas, aunque el paso por Ciriñuela fue por una zona asfaltada y más o menos llana. Allí estaba instalada un arco que pensé sería donde dio comienzo la prueba de 10 kilómetros, aunque no lo sé seguro. También había allí un avituallamiento por lo que cogí la botella, vertí gran parte del contenido en el suelo y eché un par de tragos. Tampoco hacía falta beber mucho porque el día era frío y gris.
Pasando este pueblo se vuelve a coger el camino de tierra y de nuevo vuelven los repechos y aunque ya llevábamos algo más de dos tercios y unas cuantas subidas, me veía bien. Vi que iban delante de mí dos chicas a las que iba comiendo terreno poco a poco y en una de las subidas las adelanté. En la posterior bajada me superaron porque sobre todo una de ellas, bajaba a una velocidad extraordinaria. En la siguiente subida las volví a pasar y en el pequeño llano antes de la próxima bajada aceleré todo lo que pude para tener un pequeño «colchón» de segundos antes de la bajada. Efectivamente, en la bajada se me acercó una de ellas, la que mejor bajaba, pero no me adelantó. La otra le dijo que no se preocupara, que tirara para adelante, que se veían en meta.
Iba viendo delante un grupo de corredores vestidos de azul y otro vestido de gris que se iba descolgando. Intenté acercarme a ese grupo echando toda la carne en el asador. En ese momento pasé por el kilómetro 18 y como me veía bien pensé «qué bien así tengo más tiempo para adelantarlos».
Entre que venía de una bajada y que el final es llano, fueron esos últimos kilómetros los más rápidos, luego vi que hice 4:14, 4:13, 4:29 y 4:13 y sin embargo, no fui capaz de alcanzar a ese grupo de «azules», a los que iba recortando pero no alcancé ya que llegué a la meta antes de cogerlos. Luego vi que en ese grupo iba la que fue ganadora de la carrera.
Entrando en San Domingo de la Calzada, a punto ya de comenzar el último tramo asfaltado, como a dos kilómetros de meta, me hicieron esta bonita foto donde no tengo mala cara y es que no acabé demasiado mal.
Llegué a meta, según la organización me da un tiempo neto de 1:40:45 un segundo menos de lo que marcaba mi cronómetro y quizás con algún metro menos de una media reglamentaria, por más que dijeran que estaba bien medida, pero si mi GPS marcaba menos de 21 kilómetros, es que la distancia no es media maratón ni de broma.
Para terminar os pongo el perfil de la media, para que no se piense nadie que estoy exagerando. Como comentaba a los compañeros, la media de Latina, que me pareció dura una semana antes, parece llana comparada con ésta.
Cuatro años después he vuelto a participar en esta media maratón que forma parte de la Unión de Carreras de Barrio de Madrid (UCMB). Con la idea de coger puntos para el segundo circuito de la Unión, traté de animar a algunos compañeros del Club Atletismo Zofío para que se apuntaran y para ser una media no estuvo mal, ya que fuimos cinco compañeros a la carrera.
Como el dorsal había que recogerlo días antes, nos pasamos el viernes por el centro comercial de Aluche donde recogí mi dorsal y el de unos cuantos compañeros, esto hizo que el domingo no tuviéramos que venir demasiado pronto, aunque quedamos en el punto de encuentro una hora antes, a las ocho y media. Allí nos juntamos cuatro corredores, un «conductor» y ¡tres coches! Dejamos uno aparcado y con dos vehículos fuimos a Aluche donde aparcamos en un periquete en el aparcamiento del centro comercial.
Íbamos con la idea de dejar la ropa en el guardarropa, que otros años ha estado situado en el plaza de ese centro comercial, pero esta vez había que ir hasta la pista de atletismo donde acaba la carrera y allí dejarlo. Estuvimos un rato charlando, haciendo tiempo y cuando faltaban veinte minutos dejamos la ropa. Faltando diez, a la fémina del grupo le dio por ir al servicio y yo aproveché para ir también porque notaba el vientre algo molesto. Nos tocó entrar por la ventana de un cuarto donde guardan las colchonetas de la pértiga y buscar por allí el servicio. Menos mal que fui, pero eso provocó que llegáramos a la línea de salida con el tiempo justo.
Hice en la media de Murcia, tres semanas antes, una hora y treinta y seis minutos y tenía muy claro que esta me iba a costar más porque mientras aquella era plana total, la de hoy tiene un montón de repechos. Pensé que si hacía 1h37 podía darme con un canto en los dientes. Dieron la salida y enseguida el grupo del Club Atletismo Zofío se disgregó. Juan Carlos salió como un cohete, yo me quedé con Ninfa un poco detrás, Miguel y Guille detrás de nosotros y Emilio, más tranquilo, salió a su ritmo. Los dos kilómetros y medio, que se callejea por la Águilas es el terreno más llano de la carrera. Vi que hicimos el primer kilómetro en 4:24 y pensé que era demasiado rápido, por lo que aflojé un poco el ritmo y Ninfa se fue yendo poco a poco. El siguiente fue más lento, incluso más de lo que me hubiese gustado, por lo que aumenté un poco el ritmo, tenía que ir ajustando para no pasarme. Luego, antes de salir de las Águilas comienza un terreno favorable hasta un poco más allá del avituallamiento del kilómetro cinco. Fue ese tramo donde iba más rápido, cosa lógica.
En esos primeros kilómetros iba acoplado a un grupeto donde iba una chica muy alta del club La Gavia, que luego subió al cajón, pero pronto me quedé atrás en cuanto doblamos a la derecha y nos enfrentamos al primer repecho. Ahí me di cuenta que muy fino no iba porque me adelantaban a diestro y siniestro. Después de ese primer repecho, bastante duro, viene una bajada y luego un repecho más corto y una bajada más pronunciada. Se me dio muy mal ese trozo, no iba nada fino, me costaba un mundo la subida y en la bajada no recuperaba lo que perdía en la subida; sin embargo, al pasar el séptimo kilómetro vi que llevaba 31 minutos y pensé que no iba mal del todo porque en Murcia pasé con 32 minutos, pero claro, la diferencia es que en esta carrera ese primer tercio es el más favorable.
Esa bajada acaba en la calle Sepúlveda que ya es de tendencia ascendente, de nuevo iba sufriendo y nada cómodo, pero esa suave pendiente se convierte en un repecho bastante duro para llegar hasta casi la carretera de Extremadura, que se pasa por debajo en una rampa muy empinada y de nuevo otro repechón para subir hacia el metro de Batán, otro repecho duro y donde pasé las de Caín. Allí empieza un terreno favorable que pasa por la puerta del Parque de Atracciones donde está situado el kilómetro diez y un puesto de avituallamiento. Entre el terreno favorable y el trago de agua, recuperé un poco el ritmo de un poco por debajo de 4:30 hasta el lago de la Casa de Campo, al que hay que rodear y donde comienza la parte más dura de la carrera porque desde ahí hasta meta es casi todo cuesta arriba con alguna bajada. Son ocho kilómetros y medio de aúpa.
El lago no se rodea por completo, sino que se coge un camino que lleva hacia las pistas de tenis ya cuesta arriba. Allí me esperaba una buena amiga que me acompañó hasta casi la meta con su bicicleta, animándome cuando me veía flojear. Me hizo una bonita foto con la catedral de la Almudena al fondo.
Esa subida hasta más allá de las pistas de tenis se las trae, menos mal que no hay que seguir hasta el teleférico y un poco antes giramos a la izquierda para bajar al Paseo de los Plátanos donde comienza una subida tendida, pero muy larga. Por allí andaba el kilómetro 14 por lo que ya 2/3 partes de la carrera estaban liquidadas. Miré el crono y vi que llevaba 1h04, por lo que ese segundo tercio había sido bastante más lento que el primero, cosa lógica. Allí me dijo mi amiga que ánimo, que ya quedaba poco.
Como comentaba, es una subida tendida que llega hasta casi el 16, aunque los últimos metros por la Carretera de Rodajos, se empinan un poco más. Por allí puedes ver los que ya están bajando y pude ver a Juan Carlos muy bien acoplado al grupo que iba con la banderola de 1h35 y un poco después también vi a Ninfa, que me sacaba un buen trecho, pero no tanto como había pensado por lo mal que lo había pasado. Cuando se hace el giro de 180º comienza un terreno descendente, corto, que lleva a un cruce hacia el zoo, que es uno de los pocos llanos de esa segunda parte de la carrera; sin embargo ese llano es corto porque se empieza a rodear el zoo por una carretera en curva que también agarra y que empalma con la cuesta Aísa, que es un tramo muy empinado y que la organización cronometra para dar un premio al que lo suba más rápido. Ni me planteé esforzarme 🙂 demasiado tenía con no arrastrarme en esa subida.
Al término de esa cuesta, había un montón de gente animando, más que en ningún otro tramo de la carrera. Al llegar arriba, casi en el 18, hay una cuesta abajo para pasar por debajo de la carretera de Extremadura, luego otra subida para subir eso que se ha bajado y más tarde una bonita cuesta abajo por la calle los Yébenes que desemboca en la calle Valmojado y de nuevo todo para arriba dejando a la derecha el parque de Aluche, justo por donde habíamos bajado en los primeros kilómetros. Se hace larga esa subida aunque sea tendida. Estaba deseando llegar al metro de Aluche porque me sonaba que por allí andaba el kilómetro 20 y, por lo tanto, se olía la meta.
Pasando el veinte aceleré lo que pude ayudado porque el terreno ya es más llano y conseguí adelantar a algunos que iban ya muy atufados. Entré en la pista de atletismo y noté que algo de fuerza me quedaba porque en la media vuelta que se da por la pista me pareció ir volando. Bueno, eso pensé, porque seguro que daba pena verme. Allí, a falta de cincuenta metros, mi tocayo me hizo una foto y parezco un corredor y todo.
Paré el crono marcando 1:38:12 aunque la Organización generosamente me quita dos segundos siendo, por tanto, mi tiempo oficial neto de 1:38:10, un poco más de dos minutos que la anterior de Murcia. Satisfecho porque la dureza de esa carrera es mucho mayor que la otra y yo ya voy notando que en las cuestas arriba sufro un montón.
Una pena que Miguel tuviera que retirarse, pero creo que hizo lo más sensato porque estaba tocado del gemelo y una carrera con tanta cuesta le hubiese agravado la lesión. Afortunadamente hemos conseguido llegar cuatro del equipo lo que supone conseguir puntos para el circuito de la UCBM. Juan Carlos llegó con 1h34 justos, Ninfa lo hizo en 1:37:03 siendo tercera de su categoria y Emilio, que se lo tomó con calma, llegó… algo más tarde. Ahora ya a pensar en la carrera del PAU de Vallecas, que es la próxima del calendario de la UCBM.
Tenía pensado correr la media de Latina porque es una de las carreras incluidas en el circuito de la Unión de Carreras de Barrio y por ello había hecho desde principio de año un par de tiradas largas de 15 kilómetros y otro par de 16, pero sin prisa porque hasta el último domingo de febrero aún quedaba mucho. Casualmente el lunes 24 de enero al salir a entrenar me encontré con Antonio, que me contó que iba a correr la maratón de Murcia ya que algunos de sus compañeros de entrenamiento la iban a hacer y otros tantos la media. La verdad es que lo único que pensé es ¡qué loco está este hombre para hacer ahora una maratón! Ese día bajé al Parque Lineal e hice una tirada larga de 15 kilómetros con el ánimo de acumular kilómetros para la media de Latina; sin embargo, algo se me debió quedar en la cabeza porque cuatro días después pensé que no sería mala idea ir a la media de Murcia y aprovechar para hacer turismo por esta ciudad y sus alrededores. Ya con la idea en la cabeza, el sábado 29 salí a entrenar con Miguel y nos metimos 17 kilómetros entre pecho y espalda y pensé, si puedo hacer 17 ¿por qué no voy a poder hacer 21?
Al día siguiente me inscribí en la prueba y busqué un apartamento en airbnb para pasar unos días. El viernes salimos para allá, pero antes de llegar a la ciudad de Murcia pasamos por el monté Arabí, un sitio bastante bonito, cerca de Yecla. La cueva de la Horadada es una maravilla.
Después estuvimos visitando el desierto de Abanilla que según decía el artículo que leí, existe cierta similitud con el Rif marroquí. No sé si es verdad o no porque no conozco ese desierto. Supuestamente este desierto era el fondo de un mar existente hace 10 millones de años y aunque ya no quede agua lo que sí se puede apreciar es la arena y la sal.
El sábado fui a recoger el dorsal y entre que era pronto y que no había muchos inscritos, lo recogí en cuestión de segundos. Aprovechamos para visitar las minas abandonadas de La Unión, cerca de Cartagena, y resulta curioso contemplar cómo el hombre es capaz de modificar el paisaje, en este caso excavando y horadando la tierra en busca de metales preciosos.
Otro de los sitios que había leído que eran muy bonitos era la Puntas de Calnegre, perteneciente a Lorca y efectivamente entre un mar de plástico de los invernaderos se llega a este pequeño pueblo donde se alza un pequeño monte realmente bonito.
Visitamos también el pueblo de Aledo, del que había leído maravillas, pero fue lo que más me decepcionó. En octubre había estado en Erice, en Sicilia, y eso sí es un pueblo medieval. Aledo tiene una torre del homenaje y restos de una muralla. Lo que más me gustó del pueblo fue algunos graffitis en diversas paredes de algunas casa. Y cuando hablo de graffiti me refiero a un dibujo hecho con arte, no como alguna gente que dibuja cuatro letras mierdosas y ya se consideran «artistas».
Estando en Murcia no podía dejar de probar el pastel de carne, uno de los platos más típicos de la región, así que por la noche cené un pastel de carne, un trozo de empanada y me fui a la cama pensando que a las 6:30 había que estar arriba. Antes de acostarme estuve tratando de quedar con Antonio para vernos al día siguiente, pero como no nos poníamos de acuerdo quedé con él en vernos en el segundo cajón desde donde ambos teníamos que salir.
Me levanté a la hora prevista, desayuné un suizo y un vaso de leche con café, hice mis necesidades y estuve un rato tranquilo haciendo tiempo. No dormí bien, pensando en la carrera, como si esta carrera tuviese la menor importancia. A las ocho y diez salí de casa y fui andando hasta la salida, pudiendo ver las calles mojadas, que el sol estaba escondido detrás de las nubes y que hacía una temperatura fresca. Un día inmejorable para correr sin lugar a dudas.
Después de dejar la ropa en el ropero y pasar por el servicio estuve buscando a los conocidos y faltando diez minutos los pude encontrar y nos hicieron esta bonita foto. Por cierto, me acabo de dar cuenta que los tres llevamos medias altas, no sé si es que están de moda.
Esperando a que dieran la salida estuve hablando con Juan Carlos y con Javi, otro conocido y uno dijo que iría más o menos a 4:30 y el otro que no lo sabía porque había estado lesionado. A mí 4:30 me parecía muy deprisa para mi estado de forma, ya que yo había pensado en ir a 4:35 como muy deprisa.
Dieron la salida a las nueve en punto y enseguida vi que se alejaban de mí tanto Juan Carlos como Javi, lo que pensaba en ir como mucho a 4:30. Sólo Antonio, que iba a hacer los 42 kilómetros, salió más tranquilo y estuve con él unos metros charlando un rato y diciéndole que se lo tomara con calma, que no se picara con nosotros, que hiciera su carrera. Hice los dos primeros kilómetros precisamente a 4:30 y los dos colegas se iban alejando cada vez más de mí. Menos mal que no traté de seguirlos.
El recorrido es feo, pero muy llano y con algunas rectas muy largas, por lo que es ideal para hacer una buena marca, pero se hace algo aburrido precisamente por esas largas rectas y la escasa animación. Decir que además de la maratón se correo la media y un diez mil. Mientras que la salida de la la maratón y la media era a las nueve de la mañana, el diez mil era un cuarto de hora más tarde, lo que dio lugar a una graciosa situación y es que el primero que atravesó la línea de meta, en la prueba de diez kilómetros, ¡había salido un cuarto de hora antes! Así pasó, que llegó con un marcón de 27 minutos y pico. Luego fue descalificado, pero el tío se llevó con el pecho la cinta de ganador.
Cuando los de los 10 kilómetros llevan cuatro se juntan con los otros que llevan ya siete y se monta un pequeño guirigay con gente de dorsal rojo (los de la maratón) con gente de dorsal azul (los de la media) y los de dorsal negro (los del diez mil). Y es que cuando ya has cogido tu ritmo y tu sitio en la carrera aparecen los otros con un ritmo más rápido y te trastornan un poco porque casi sin querer modificas tu ritmo.
Poco antes del kilómetro 11 me hicieron esta bonita foto con la torre de la catedral al fondo y nada más hacerme la foto pude ver a uno de mis dos compañeros que ya me sacaba la torta, iba a toda pastilla.
Sobre nuestro kilómetro trece se separan los del diez mil para entrar en meta y de nuevo el pelotón adelgaza. Allí la carrera se interna en la parte céntrica de la ciudad y es algo más entretenida porque vas un edificio, otro distinto, un giro a la izquierda, otro a la derecha, pero sigue siendo escasa la animación. Me di cuenta que había ido durante mucho rato acompañado por un tipo con un chaleco que a veces iba un poco por delante y otras un poco por detrás, pero no nos perdíamos de vista el uno al otro. Aún seguían las calles mojadas y había que tener precaución para no pisar las líneas blancas de los pasos de cebra porque ahí era donde podías resbalarte. Debía ser cerca del kilómetro quince cuando pasamos por una calle peatonal junto al Corte Inglés. Esa calle peatonal en vez de estar asfaltada está adoquinada y resbalaba de lo lindo, así que no me quedó más remedio que acortar la zancada e ir con precaución. En ese momento aprovecharon para adelantarme unos cuantos.
Se toma entonces otra larga recta por la Avenida Juan Carlos I buscando el kilómetro 18. Se hace larga la calle porque vas viendo que los otros vuelven, pero no llega el momento de girar. Me pareció que estábamos subiendo ligeramente y que luego lo íbamos a bajar y eso me animó, aunque ya me iban costando los kilómetros, se me iban haciendo largos. Cuando ya comencé a bajar la avenida, aunque iba cansado, traté de acelerar un poco y pensaba que iba más deprisa, pero no, iba al mismo ritmo más o menos, pero gastando más. Ya iba con la reserva encendida.
Echaba un vistazo a mi alrededor y veía al tío del chaleco, que al poco se lo quitó, a una chica y a un tipo en sandalias y pensaba, no me pude ganar un tipo en sandalias. Es una bobada, porque no por ir en sandalias va a correr menos o a correr más, pero me servía para motivarme. En el último kilómetro aumenté un poco el ritmo y conseguí alejarme un poco de mis acompañantes, hasta que llegué a la calle que da a la plaza de la catedral, donde estaba situada la meta. Esa calle es también adoquinada y también resbalaba lo suyo por lo que me cortó un poco el ritmo, pero ya no quedaba prácticamente nada. Llegando a meta vi que el cronómetro marcaba una hora, treinta y cinco minutos y cincuenta y tantos segundos y aceleré para que no llegara el minutero a treinta y seis, pero no lo conseguí. Pasé por debajo del reloj de meta cuando marcaba 1:36:08, por lo que descontando el tiempo que tardé en pasar la línea de salida se queda en 1:36:01 que está en la horquilla del tiempo que había pensado entre 1h35 y 1h37, así que no me puedo quejar. Contento.
Después de la carrera estuve saludando a los compañeros que habían llegado antes que yo, Juan Carlos había marcado un crono de 1:32:08, una grandísima marca y Javi pinchó un poco y se fue a 1:33:25. De todos modos, una buena marca también.
No me quedé a esperar a Antonio porque me estaba quedando frío y me fui a duchar, pero luego me dijo que hizo 3:24:05 que es un poco más de lo que esperaba, pero que está muy bien.