V Pachanga de las aficiones

Aunque prometí el año pasado que no iba a volver a correr esta carrera, lo he vuelto a hacer. Parezco un político, prometiendo y no haciéndolo, pero como dije el otro día, quería aprovechar mi estado de forma para intentar bajar de cuarenta minutos una vez más.

Habíamos quedado cuatro pradolongueros a las 7:15 en la estación de Renfe de Orcasitas. Puntualmente nos juntamos allí los cuatro y en menos de media hora nos bajábamos en la estación de Nuevos Ministerios y antes de las ocho ya estábamos en las inmediaciones de la línea de salida. Lo primero fue una visita al váter y rápidamente a quitarnos la ropa y dejar la mochila en el guardarropa para que no me pasara lo del año pasado, que me tocó correr con la mochila. Pero antes de dejar los chismes, nos hicimos una foto los cuatro pradolongueros.

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Con los compañeros pradolongueros

La recogida de la ropa fue lenta, muy lenta. Había que meter las pertenencias en una bolsa de basura, te daban una pulsera con un número y el mismo número era pegado a la bolsa. Luego enhebraban con una cuerda todas las bolsas de basura una detrás de otra. Un curioso sistema muy bien pensado para perder el tiempo, porque además, aunque había bastantes camiones, hasta que no se llenaba uno, no empezaban con el otro, lo que provocaba atascos ya desde el primer minuto.

Después de entregar la ropa, para no quedarnos fríos, a Miguel se le ocurrió la genial idea de refugiarnos en un cajero automático. Allí estuvimos estirando y a las ocho y media fuimos a la puerta cero del estadio donde nos esperaba Iñaki. Con el que nos hicimos otra foto…

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Con los compañeros maratidianos

Después de la foto a calentar un poco antes de buscar un sitio en la salida. Y cuando faltaban diez minutos para el comienzo a buscar un hueco lo más cerca de la línea de salida. Casualidades de la vida, fui a meterme justo en el sitio donde estaba mi amigo y tocayo con el que corrí un montón de kilómetros en la media de Getafe de 2013.

Me comentó que iba a hacer sobre cuarenta minutos y me pareció mejor opción que ir con Quique y Miguel, ya que este último tenía intenciones de bajar de treinta y ocho minutos para poder correr la San Silvestre Vallecana internacional. Y yo, ni por asomo iba a poder seguir su ritmo, sobre todo viendo sus entrenamientos en el parque donde le habíamos visto fuerte, fuerte.

Poco antes de dar la salida sonó el himno del Madrid, que no fue muy coreado por los merengues; sin embargo, cuando sonó el himno colchonero, el carril donde estaban ubicados los indios comenzó a tronar con miles de gargantas siguiendo el himno. Una curiosa diferencia entre las dos aficiones. Ya podían aprovechar y hacer un derbi a tres bandas, incluyendo al Rayo Vallecano, que también es equipo de la capital y de primera.

Después de ese momento emocionante dieron la salida y me puse en marcha como alma que lleva el diablo. Quique y Miguel salieron más deprisa aún. Los veía alejarse metro a metro. Iban lanzados como cohetes a por su objetivo.

El primer kilómetro es casi todo cuesta arriba. Se sube por la Castellana hasta la plaza de Cuzco, allí se hace un giro de ciento ochenta grados y comienza la cuesta abajo. Al poco de empezar a bajar se pasa por el primer hito kilométrico. El cronómetro marcaba 4:09 que lo di por bueno ya que era el comienzo y cuesta arriba. Ya habría tiempo hasta Neptuno para mejorar los parciales. Y así fue, el segundo kilómetro ya hice 3:44 y el tercero en 3:50. En ese kilómetro pensé, «ya he compensado esos primeros nueve segundos que perdí con este tercero, y encima tengo un colchón de quince segundos. tengo que seguir tratando de moverme a esos ritmos».

El cuarto kilómetro fue mejor todavía, el cronómetro marcó 3:41 y era una gozada ir a esos ritmos impensables en un terreno llano… o cuesta arriba.

Antes de llegar a Colón uno de los corredores que iba delante de mí cayó al suelo cual largo era. Había un policía cerca y se aproximó para ver qué pasaba. Espero que fuese sólo el susto.

Ya en la plaza de Colón, alcancé a la tercera clasificada, que iba acompañada por una bicicleta de la organización indicando su posición. Al salir de la plaza, mientras adelantaba a esta chica, la que iba cuarta también la adelantó. Esta chica iba más deprisa y enseguida me sacó unos diez metros. Vi que junto a la chica y la bicicleta iba el amigo con el que había coincidido en la salida. Su gorra amarilla me iba marcando el ritmo. Yo trataba de que no me sacase demasiado.

Pasamos Cibeles y llegamos al avituallamiento. No vi el punto kilométrico cinco y bien que me alegro porque siempre suelo tener un bajón entre el cinco y el seis, así que pienso que lo pasé mejor así, aunque después del agua, se llega a Neptuno y ahí se dobla a la derecha para afrontar la cuesta de la Cueva de Alí Babá, más conocida como el Congreso de los diputados. Casi enfrente de los leones del congreso está situado el punto kilométrico seis. Ahí vi que estos dos últimos kilómetros los había hecho en 7:57. ¡Bien! No pasé de los ocho minutos.

La cuesta de la Carrera de San Jerónimo se hace bastante dura, a mí al menos me costó. Es quizás el tramo más duro porque está esta cuesta y luego también es hacia arriba desde Sol hasta la plaza de la Villa. Ahí se me fue el kilómetro a 4:14, pero lo di por bueno. El tramo más complicado y no demasiados segundos por encima de los cuatro.

Acaba Mayor y se llega a Bailén. Se pasa por San Francisco el Grande y hay otra pequeña cuesta para llegar a la Puerta de Toledo, pero es poca cosa, aunque por aquí ya no iba muy fino, por lo que me entraron los típicos pensamientos negativos: «¿qué hago yo aquí sufriendo como un perro?, ¿merece la pena pegarse esta paliza?». Lo típico. Aún así conseguí hacer 3:57 en ese kilómetro. Ya tenía claro que bajaba de cuarenta seguro… a no ser que ocurriese alguna desgracia.

Desde la Puerta de Toledo empieza la cuesta abajo más pronunciada de la carrera, que transcurre por el Paseo de Pontones. Hay que darlo todo para recuperar segundos en esa zona, pero sin dejarse todas las fuerzas que aún queda la fiesta final. Bajando Pontones se llega a una plaza por la que suele pasar la maratón de Madrid, la plaza de Francisco Morano. Ahí se gira a la izquierda y se baja por el Paseo Imperial donde está el kilómetro nueve. Ayudado por esa cuesta abajo hice ese kilómetro en 3:47. ¡Ya estaba la cosa hecha!

Se llega a Pirámides, se gira bruscamente a la derecha por Alejandro Dumas y al fondo ya se ve el Vicente Calderón, pero no se llega al estadio por Paseo Melancólicos, sino que se sigue por Alejandro Dumas y a unos trescientos metros de la llegada viene la fiesta final. Una cuesta de las que hace daño en las piernas, sobre todo por el desgaste que ya se lleva.

Antes de comenzar la cuesta ya había perdido a mi amigo de la gorra amarilla, pero la tercera clasificada no estaba demasiado lejos. Comenzamos la cuesta arriba y todavía me quedaba algo de fuerzas. Allí adelante a algunos que me precedían. La chica sufrió bastante en esa subida y también conseguí pasarla.

Al coronar la cuesta ya está todo hecho. De nuevo se llega al Paseo de Pontones y sólo hay que «tirarse» ya a la meta que está ahí mismo. Apreté todo lo que pude y paré el cronómetro cuando marcaba 39:13. ¡Increíble!, no sólo bajé de cuarenta minutos, sino que hice mejor marca personal. Parece que mi reloj marcó más de la cuenta, debió ser que lo paré demasiado tarde, el caso es que el tiempo oficial es tres segundos menos: 39:10

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Tiempos por kilómetro

Lo curioso es que no estoy muy contento con esta MMP, ya que aunque la carrera está homologada, el hecho de que muchos kilómetros sean cuesta abajo provoca que la marca no sea muy satisfactoria. Probablemente, en una carrera llana hubiese rondado los cuarenta segundo arriba, segundo abajo. Pero bueno, ahí queda anotado esta marca.

El que sí estaba contento, pero que muy contento, es mi compañero Miguel, el vallecano, que había conseguido su objetivo de bajar de los treinta y ocho minutos. Nada menos que 37:37 consiguió hacer. Tuvo incluso la osadía de llegar antes que Quique. Se ha ganado de pleno derecho poder participar en la San Silvestre Vallecana Internacional. ¡Enhorabuena!

Después de la carrera, fuimos al camión a retirar la bolsa. Un auténtico desastre. Nosotros que llegamos al camión no muy tarde, estuvimos más de diez minutos esperando porque el sistema de enhebrar una bolsa con otra es absolutamente improductivo. Para sacar una bolsa tienen que andar sacando todas las anteriores y la cosa se eterniza. Deberían pensar otro sistema porque este es claramente ineficaz.

Aunque es meramente anecdótico, decir que según la organización, ganaron los rojiblancos. Se supone que suman los tiempos de todos, pero no me extrañaría que lo hiciesen de tal forma que este año ganas tú, luego gana el otro. Vamos, tipo bipartidismo, que es lo que se lleva.

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Curioso diploma

Aprovecho para anotar el peso, según la rutina semanal. Aunque había conseguido bajar de los sesenta y ocho durante dos semanas, esta vez he vuelto a subir. Ayer la báscula marcaba 68,4 kg. Tengo que controlar, tengo que controlar, tengo que controlar, … Tendré que repetir este mantra una y otra vez cada vez que me siente a la mesa.

¡Menudo ladrillo me ha salido!

XXXVII Carrera popular de San Nicasio

Treinta y siete ediciones y todavía no había participado en esta carrera, donde nos dimos cita unos setecientos corredores y todavía se respira cierto ambiente popular.

Llevamos unos cuantos días con lluvias por Madrid y daban una previsiones casi apocalípticas para el domingo, pero hubo suerte y no cayó ni una gota durante la carrera, sólo una tenue llovizna al terminar. Eso sí, se notaba la humedad y los tramos de caminos estaban bastante embarrados y resbaladizos en ciertos sitios.

Habíamos quedado tres pradolongueros para participar en esta carrera. Puntualmente nos recogió Emilio II y nos acercó amablemente a la salida donde llegamos con tres cuartos de hora, más o menos, de anticipación. Recogimos el dorsal sin esperar (es lo que tiene tener enchufe en la organización) y dejamos la ropa en el ropero con más o menos rapidez. Nos dio tiempo a calentar un poco a estirar e incluso a hacernos una foto.

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Dos pradolongueros y medio junto a uno y medio forofo del running

No sé a qué se debió, pero la carrera comenzó diez minutos más tarde de la hora prevista. Menos mal que no hacía mucho frío y además metido en el medio del pelotón se estaba muy confortable.

Después de la carrera de Torrijos donde hice cuarenta y un minutos y medio, tenía pensado andar sobre los cuarenta y uno pelados aunque sabía que el recorrido era más duro, pero confiaba en que los últimos entrenamientos me hubiesen puesto a tono.

Dieron la salida y me puse en marcha sin querer ir al cien por cien. En este primer kilómetro se pasa por las calles del barrio de San Nicasio y las calles son algo estrechas. Menos mal que salí más o menos cerca de la cabeza (tardé ocho segundos en pasar la alfombra de salida) y no sufrí mucho agobio en ese primer kilómetro. En ese primer hito el cronómetro marcaba ¡¡¡3:15 minutos!!! Imposible, no iba tan deprisa, pero ¿cuál sería realmente el tiempo? ¿Cuánto de mal estaba situado esa seña? Ni idea.

Lo cierto es que me despistó bastante y no tenía muy claro si apretar, si aflojar, todo un dilema. La cosa se complicó aún más al pasar por el segundo kilómetro porque el cronómetro también bajó de cuatro minutos. Eso me despistó todavía más, ¿cuál era mi ritmo de verdad? ¿Aflojo? ¿Aprieto? ¿Me mantengo? Estaba un tanto desconcertado. Es lo que tiene estar pendiente del reloj.

El primer kilómetro es más o menos llano, pero luego empieza una bajada con más o menos pendiente hasta el kilómetro cuatro y pico cuando se pasa por debajo de la R-5. Metros después de pasar por debajo hay que subir por una pasarela para atravesar la carretera que va al barrio de la Fortuna. La pasarela desemboca al lado del Estanque de Butarque donde estaba el avituallamiento líquido (espero que no rellenaran las botellas con el agua del estanque 😉 ). Ahí me hice con algo de líquido, eché un trago de agua y, sobre todo, me mojé la boca que estaba algo seca, aunque tampoco mucho, que como ya he comentado la humedad era abundante.

Desde ese punto hasta casi meta hay unas cuantas cuestas que se notan en las piernas, sobre todo una cuesta entre el kilómetro ocho y nueve que se hace dura, muy dura. Esta carrera coincide en algunos tramos con la de las dos leguas de la Chopera y allí se sube al cementerio por la famosa «cuesta del cementerio». En esta carrera también se sube al cementerio, pero por otro lado y aunque la cuesta no es de tanta pendiente, es bastante más larga que en las dos leguas. No sé qué será mejor, desde luego ayer me pareció mejor la cuesta de mayor pendiente. Imagino que en pleno esfuerzo en las dos leguas me parecerá mejor la otra. Lo de siempre, se echa de menos lo que no tienes.

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Poco antes de comenzar la cuesta, foto cortesía de la organización

El caso es que esa cuesta te deja las piernas tocadas, según pude comprobarlo en las mías y en la de una chica de la A. A. Móstoles a la que adelanté al comienzo de la cuesta, luego me adelantó ella casi al final de la misma cuesta y al final se quedó clavada al coronar y llegar al cementerio. Después de la carrera, todo el mundo que el que hablé decía lindezas de la cuestecilla en cuestión.

Afortunadamente, después de subir al cementerio ya el último kilómetro es llano. Ahí pude correr como dios manda y me presenté en la línea de meta con un tiempo oficial bruto de 42:42, neto de 42:34. Un minuto más del último diez mil y bastante alejado de lo que tenía previsto hacer, pero la carrera era bastante más dura que la otra que era absolutamente llana. La verdad es que las cuestas no me gustan nada, pero nada de nada. Habrá que entrenar más sobre terreno accidentado para que no me cueste tanto subir.

Después de dejar el chip, bolsa del corredor consistente en una camiseta técnica y uno o varios refrescos, dependiendo de la cara de cada uno. Yo cogí dos Aquarius. Luego llegaron con un cargamento de fruta en bandejas. Cada bandeja con una pera, una manzana y una mandarina. Todo por 8 € más 60 céntimos por hacer la inscripción por internet.

Recogimos la ropa del guardarropa y nos fuimos con los forofos del running a tomar una cerveza. Nosotros sólo una, pero me comentaba Emilio que a alguno seguro que se le hacía de noche allí.

En resumen: cuando una carrera te regala segundos por ser cuesta abajo, luego te los cobra cuando se empina hacia arriba. Lo malo es que te lo cobra con intereses.

VII Carrera popular villa de Torrijos

Séptima edición de la carrera y sexta participación. Una lástima que el año pasado no pudiera participar para haber hecho pleno en esta carrera, pero no se puede tener todo en esta vida.

Ya he comentado en todas las crónicas de ediciones anteriores de esta carrera que se trata de una prueba prácticamente de diez. Bueno, para mí de diez, aunque algunos se quejan de que el circuito es un tanto revirado, pero eso es una menudencia. De hecho, a mí me gusta, debe ser porque pasé unos cuantos años pateando aquellas calles.

Hoy se celebraba en Madrid una carrera denominada Madrid corre por Madrid. Corrí esta prueba hace algunos años y me horrorizó la cantidad de gente que había, el tema de recoger el dorsal días anteriores y el trato tan impersonal. Decidí no volver a correr esta carrera y bien que me alegro, porque la carrera de Torrijos es todo lo contrario: poca gente, recogida de dorsal el mismo día en tiempo récord y trato al corredor inmejorable. Y cuando digo inmejorable, lo digo de corazón.

Es cierto que Torrijos está a 75 km de mi casa, pero merece la pena el paseo. De hecho me levanté a las ocho de la mañana que es una hora muy razonable. Había calculado que estando a las 10:15 sería suficiente para realizar todos los trámites. Y así fue, llegamos, aparcamos cómodamente, recogimos chip y dorsal en un periquete, hicimos nuestras necesidades en uno de los váteres portátiles (había nada más y nada menos que diez, ¿alguien supera eso?), dejamos la mochila en el guardarropa, nos hicimos una foto y nos dio tiempo incluso para estirar y calentar.

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Posando sonrientes antes de la carrera

La salida es lo más complicado de la carrera porque es por calles estrechas y hay que hacer unos cuantos giros de noventa grados en poco metros. Pero pasado ese pequeño atasco inicial, la carrera empieza a estirarse y enseguida se puede correr con más holgura.

Uno de los objetivos era hacer cuarenta y dos minutos. Para ello debía ir a un ritmo de 4:15 y aunque en el entrenamiento del martes no podía ni llevar un ritmo de 4:20 sabía que en carrera podría lograrlo. Además el dorsal que me habían asignado, el 191, bonito número capicúa, me daba buen rollo. Tenía buenas sensaciones antes de empezar.

Otro objetivo, y no menos importante, era ganar al corredor de la Asociación Atlética Torrijos que me «robó» el pódium de la carrera de Albarreal de la semana pasada. Los ojos se me inyectaron en sangre ante mi enemigo cuando le vi en la línea de salida…

Que no se me enfade nadie, que es broma, que tampoco es para tanto, que no soy rencoroso y además me ganó en buena lid.

Es clave no salir con demasiado ímpetu, que luego siempre se paga, por lo que traté de hacer el kilómetro inicial con calma para no atufarme. Curiosamente, incluso con esa filosofía, me sorprendió cuando después de pasar por la Cruz Roja y llegar al primer kilómetro el cronómetro marcaba 4:09. ¡Buf! El primer kilómetro me había salido mucho más rápido de lo que había previsto y yo pensando que iba tranquilo, pero no me costó mucho, se me hizo muy llevadero, por lo que traté de seguir ese ritmo y mantener las mismas sensaciones.

Poco después adelanté sin aparente esfuerzo a un conocido del Club Atletismo Leganés y llegué al kilómetro dos con un tiempo idéntico al primero: 4:09. Me encontraba genial, veía que los cuarenta y dos minutos podían caer sin problemas porque la respiración y las piernas marchaban a pleno rendimiento, aunque todavía quedaba mucho.

La pancarta del kilómetro tres no fui capaz de verla, aunque sabía más o menos por donde andaba. Sin problemas, seguía marchando bien y lo pude comprobar en el cuatro donde el crono marcaba 8:08 en esos dos últimos kilómetros. Fenomenal, se me iba poniendo una sonrisa de oreja a oreja según iban transcurriendo los kilómetros y veía el objetivo más que factible.

Desde el cuatro al cinco hay también unas cuantas curvas y recurvas, pero eso no impidió que llegase al cinco o lo que es lo mismo, al final de la primera vuelta, con un buen tiempo de 20:34 habiendo hecho este kilómetro a un ritmo similar a los otros: 4:08.

Tradicionalmente, del cinco al seis se me da fatal y esta vez no fue la excepción. No sé si por relajación de ver que el objetivo era asequible o por la minúscula cuesta o por el avituallamiento, el caso es que fue el más lento de todos: 4:26. Después del trabajo realizado no podía dormirme en los laureles.

Poco antes de llegar a ese kilómetro seis me crucé con un corredor ciego acompañado de su guía. Iban a un ritmo francamente bueno. No me extraña, ya que el guía era nada más y nada menos que David Magán, corredor de La Puebla de Montalbán célebre por su coleta y su rápido correr. El corredor ciego era Ricardo de Pedraza, todo un portento, por lo que pude comprobar. Hicieron un excelente tiempo de 37:46. Increíble su tiempo e increíble la generosidad de David ya que sacrificó la posibilidad de luchar por la carrera por acompañar a Ricardo.

El siguiente kilómetro también me costó, pero mejoré un poco: 4:16. Tenía que apretar un poco los dientes para poder cumplir el objetivo en línea de meta. Al igual que el tres, el ocho no estaba señalizado, por lo que no tuve esa referencia, pero veía que algo había mejorado el ritmo, lo cual lo confirmó el paso por el noveno kilómetro en el que el crono marcaba 8:16.

Cerca de los billares de Capota, ya inexistentes, pero seguro que recordados por la gente de mi generación, hay un giro de 180º, el más desagradable de todos porque hay que pararse prácticamente. Al hacer el giro pude ver que un corredor con la camiseta de Amigos de Proniño se me acercaba a toda pastilla. Esto me espoleó para tratar de hacer ese último mil lo más rápido posible. Y lo hice, salió a 4:03 y además llegué a meta con muy buenas sensaciones, haciendo un tiempo oficial bruto de 41:37 y neto de 41:31 que es el que realmente me importa.

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Llegando a meta

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Los tiempos por kilómetro según mi cronómetro

Acabé más que contento porque cumplí holgadamente con los dos objetivos: bajé de cuarenta y dos minutos y el atleta de Torrijos llegó un minuto detrás de mí. Además me ha servido para darme cuenta que no estaba tan mal como pensaba después de la carrera de Albarreal, sino que las cuestas no son lo mío. Bueno, no es que no sean lo mío, es que si no entrenas cuestas, luego no puedes con ellas.

Si yo cumplí mi objetivo, también lo hizo la amiga con la que me desplacé hasta aquí. Ella había quedado cuarta unas cuantas veces en esta carrera y tenía ganas de subir al cajón. Esta vez lo consiguió, acabó tercera de su categoría y se llevó, además de una copa, un salchichón del que doy fe era de una calidad excelente. Otro gran detalle de la organización.

Después del esfuerzo, vino la recompensa. La bolsa del corredor fue generosísima: camiseta técnica de gran calidad, braga para el cuello, mochila de cuerdas, un par de bolígrafos, un par de caramelos, Aquarius, botella de agua, bocadillo, cerveza a discreción, patatas fritas -de las mejores que he probado- y rajas de melón para aburrir. Si alguien conoce alguna carrera con estos detalles para el corredor y por sólo seis euros que me lo diga porque deben contarse con los dedos de una mano.

¡¡¡Enhorabuena a la Asociación Atlética Torrijos por esta extraordinaria carrera!!!

XXXII Trofeo San Lorenzo

Hoy he participado en el Trofeo San Lorenzo, en Madrid, carrera que tradicionalmente supone el final de la «temporada» de carreras populares en la ciudad y el comienzo de las vacaciones veraniegas para muchos. Es una carrera muy castiza que tiene instalada la salida y la meta en el populoso barrio de Lavapies y transcurre por calles bastantes céntricas: calle Bailén donde se puede ver el Palacio de Oriente, Puerta de Toledo, calle Mayor, puerta del Sol, carrera de San Jerónimo (donde se puede ver la Cueva de Alí Babá, digo el Congreso), Paseo del Prado, Atocha y meta en la calle Argumosa, justo detrás del museo Reina Sofía.

Hacía un día de bastante calor y salí con la única pretensión de tratar de ir junto a un compañero de entrenamientos, pero éste salió demasiado deprisa para mí y aunque traté de seguirle en el primer kilómetro se alejó irremediablemente, así que me quedé solo sin saber el ritmo que llevaba porque no estaban señalizados los kilómetros.

Aparte de ser una carrera bonita por donde transcurre, es una prueba dura porque tiene un montón de subidas y bajadas. Una subida bastante dura como es la Cuesta San Vicente que empalma con la calle Bailén y luego otras cuestecillas no de tanta entidad pero que se hacían notar en las piernas. No sé si fue culpa de los 80 km que hice ayer en bici o que estoy muy mal de forma, pero las cuestas arriba se me dieron fatal, siempre me adelantaban seis o siete corredores en cada una de las cuestas. Viendo que no iba muy fino y que el calor apretaba de los lindo, tampoco quise exprimirme del todo, las piernas no iban.

Me adelantó cuando iba por la calle Bailén David el de Danone que iba junto a un corredor que llevaba la misma camiseta que yo, la amarilla del Barrio del Zofío. Estuve un rato con ellos (por detrás) y me di cuenta que este hombre de amarillo es el rey de los hiperpronadores. Resultaba curioso verle aterrizar y como la puntera de su zapatilla se metía hacia dentro de una manera considerable. Este hombre me gana en pronación seguro. Estuve detrás de ellos hasta la subida que hay por la calle Toledo, ahí me descolgué un poco y seguí a mi bola…

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Sufriendo en la cuesta de la calle Toledo

Poco después subiendo por la calle Mayor volví a ser adelantado por otro grupo de cinco o seis corredores.

Iba yo a lo mío, buscando la sombra cuando por fin alcancé la Carrera de San Jerónimo, poco antes del Congreso, donde comienza un terreno favorable casi hasta meta. En ese punto, me adelantaron dos chicas, una morena y una rubia (no sé si hijas del pueblo de Madrid) que iban claramente picadas la una con la otra. En el momento que me pasaron, la rubia empezó a ganar terreno ayudada por el terreno favorable y sus piernas largas; sin embargo, por el Paseo del Prado la morena se iba acercando a la otra. Yo iba perdiendo terreno metro a metro, pero lo que no perdía era el detalle de esta batalla.

Cerca de Atocha me adelantó Juan Carlos, otro componente del equipo de Danone, justo cuando la morena estaba casi a la altura de la rubia. Esta se dio cuenta y dio otro tirón y de nuevo volvió a alejarse. Ya en la esquina de Ronda de Atocha con la calle Argumosa, donde comienza la última cuesta la rubia volvió a dar otro tirón y la morena ya no fue capaz de alcanzarla.

Curiosamente, en esa cuesta se quedó Juan Carlos y yo también me quedé… sorprendido porque no aguantase mi ritmo. Aceleré un poco viendo que eran los metros finales y luego un poco más para tratar de bajar de los 45 minutos. De esta forma, llegué a meta con un tiempo, según mi cronómetro, de 44:56, muy alejado de los 43 minutos que estuve haciendo en el mes de junio. No sé si el calor o la bici de ayer o ambas cosas me han perjudicado. De todas formas contento, ¿por qué no iba a estarlo?

Me di un susto considerable al pasar la línea de meta ya que estaba tendido en el suelo un corredor con una camiseta naranja fosforescente, exactamente igual que la que llevaba mi compañero de entrenamientos con el que había salido. Me acerqué con el alma en vilo, pero afortunadamente no era él. Confío en que el corredor caído se haya recuperado.

Después de la carrera, estuvimos esperando las clasificaciones y comprobamos que José Luis, otro habitual de Pradolongo, había quedado segundo en la categoría de superveteranos. ¡¡¡Enhorabuena José Luis!!!

Iba con nosotros también una chica que suele hacer buenas clasificaciones. Sin ir más lejos en esta carrera el año pasado quedó cuarta de su categoría; sin embargo, este año quedó la 14ª y se quedó bastante extrañada. Preguntó a la gente de la organización como iba la categoría de veteranas y resulta que abarcaba a todas aquellas féminas nacidas entre 1960 y 1977, dándose la curiosa circunstancia que esta categoría cubre 17 años, cuando normalmente suelen ir de diez en diez o si acaso, si no hay muchos trofeos, de veinte en veinte. Bueno, una simple anécdota.

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Cinco pradolongueros después de llegar a meta, cortesía de Ayelen Sekhmet

XXXVII Carrera Popular Toledo-Polígono

Hoy he participado por primera vez en esta carrera que se celebra en Toledo. Parte de la Puerta de Bisagra, en el centro de Toledo y llega al Polígono, que es un barrio situado más allá del casco histórico, por lo que la llegada y la salida están a bastantes kilómetros de distancia y, por lo tanto, hace que la logística se complique un poco. Debido a eso, llegamos a Toledo con bastante tiempo de antelación. Tanto que debimos ser los primeros que retiramos el dorsal, ya que llegamos minutos antes de las siete de la tarde a recogerlo. Y la carrera comenzaba a las nueve.

En esta ocasión había la posibilidad de apuntarse por parejas. Existían tres tipos de parejas: chico-chico, chica-chica y mixtas. Nosotros nos apuntamos, obviamente, a la de parejas mixtas y nos dieron a los dos el mismo dorsal: el 1006. Para poder optar a la clasificación por parejas había que entrar en meta los dos juntos. No valía llegar cada uno por su lado y sumar los tiempos.

Nos dirigimos en coche hacia la meta, siguiendo a una de las furgonetas de la organización y cerca de la llegada aparcamos el coche y preguntamos a una pareja de toledanos paseantes si sabían donde se podía recoger el autobús para ir a la centro. Amablemente nos indicaron que frente a la residencia de ancianos se podía coger el 62 que te dejaba en la misma Puerta de Bisagra.

Estábamos esperando tranquilamente el autobús cuando recibimos la primera sorpresa del día. De repente encontré a una amiga, compañera del instituto, que llevaba casi treinta años sin verla. Fue una gran alegría encontrarla. Después en meta tuvimos tiempo de charlar un rato.

Al poco llegó el autobús, nos montamos, pagamos 1,40 € per testa por el trayecto (más caro que en Madrid) y vimos que el autobús iba repleto de corredores que habían hecho lo mismo que nosotros. Sólo que ellos fueron más espabilados porque cogieron el autobús una parada antes y les salió gratis porque lo pagó la Asociación de Vecinos «El Tajo» que son los que organizaban la carrera.

En el autobús también nos encontramos con caras conocidas. Una de ellas era la de Ana, paisana de mi acompañante que nos hizo una bonita foto con la Puerta de Bisagra al fondo.

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Con la Puerta de Bisagra al fondo

Después de las fotos, estuvimos dando una vuelta por el mercadillo medieval que habían montado en la Vega. Sobre todo había tenderetes con comidas de todo tipo que invitaban a comer. No pude evitar comerme una chuche gigante.

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Energía para los últimos kilómetros

No llegábamos a quinientos atletas, por lo que había bastante sitio en la salida. Nos colocamos cerca de la línea de salida, pero sin pasarnos. Dieron la salida, atravesamos la Puerta de Bisagra y comienza la primera subida hacia Zocodover, menos mal que sólo un poco y enseguida comenzamos a bajar por una pendiente pronunciada, haciendo unas cuantas zetas hasta llegar a la zona llana, junto al río. Habíamos completado el primer kilómetro. De nuevo comienza una subida buscando el puente de Alcántara. Después del puente, una buena bajada para llegar al Paseo de la Rosa y ahí comienza un tramo llano hasta que acaba el paseo, donde se gira a la derecha hasta llegar a un polideportivo donde se abandona el asfalto y comienza una bonita subida, bastante larga, engañosa, que se hace dura. Menos mal que ya se iba notando que el sol se había ocultado y la temperatura había bajado.

Se corona el punto más alto poco antes del meridiano de la carrera, se pasa por un puente que atraviesa la A-42 (la misma que pasa al lado de mi casa) y comienza una pequeña subida preludio de otra bajada de pronunciada pendiente. Aún seguimos corriendo cerca de los pinos, pero el piso es de nuevo asfalto, se acabaron los caminos.

Siguiendo por ese camino asfaltado se acaba entrando al barrio del Polígono. Primero pasando por detrás del centro comercial y luego por delante del monstruoso hospital que están construyendo o al menos deberían de estar haciéndolo, porque no se ve actividad por allí.

Por ese punto, sobre el kilómetro 7,5 observé que íbamos acortando terreno a una pareja «de las nuestras». Antes de comenzar la carrera nos habíamos cruzado con ellos, que llevaban el traje de Bicicletas Pina y nos parecieron muy profesionales, que íbamos a tener poco que hacer. Aún así, animé a mi compañera a que acelerase un poco porque veía que aunque íbamos recortando, no tenía muy claro si el ritmo que llevábamos iba a ser suficiente para alcanzarlos. Mi compañera no aumentó el ritmo, pero al menos no lo disminuyó y de este modo la distancia que nos separaba era cada vez menor.

El chico de la pareja se dio cuenta que íbamos cerca y empezó a animar a su compañera, pero debía ir con pocas fuerzas porque seguíamos acercándonos amenazadoramente. A falta de 500 metros ya íbamos prácticamente detrás. Ahí se gira a la izquierda y comienza una cuesta abajo. Acabando la cuesta abajo la chica se dio cuenta de nuestra presencia y aceleró. Ese fue su canto del cisne, porque ya en la recta de llegada, en los últimos cien metros, mi compañera sacó fuerzas no sé de donde y se puso a acelerar como una loca. Tanto que en esos últimos metros conseguimos distanciar a la otra pareja en diez segundos, llegando a meta con un tiempo oficial de 49:33.

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Tras pasar la línea de meta

Ese sprint brutal de mi compañera sirvió para que consiguiéramos llegar como la décimo sexta pareja clasificada, pero lo mejor es que fuimos ¡¡¡la tercera pareja mixta!!! Así que he conseguido subir al pódium por tercera vez en mi vida en una carrera pedestre. Aunque esta vez todo el mérito ha sido de mi compañera, todo hay que decirlo. Eso no quita que esté más contento que unas castañuelas.

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Recibiendo nuestro trofeo de tercer clasificados

Una bonita carrera a un precio razonable (5 €) aunque tenga el problema de tener la salida en distinto lugar de la llegada. Por ese precio al llegar nos dieron una camiseta de algodón, una botella de agua, refrescos, cerveza de barril y naranjas. Además hubo sorteos varios. Una carrera recomendable.

Las fotos de la llegada y del podio son de Aurelio Gómez Castro. Gracias.

XXXVII Carrera Popular de San Juan

Para completar este mes de junio «deportivo» hoy he participado en la Carrera de San Juan, en Leganés. Se trata de una carrera tan antigua como la maratón de Madrid. Ambas han celebrado este año su XXXVII edición.

Este año el patrocinador principal era El Corte Inglés de El Bercial, por lo que la salida era junto a este centro comercial. Bueno, la salida y los tres primeros kilómetros, que se hacían dando vueltas y yendo y viniendo alrededor del centro. Entre el calentamiento y esos primeros kilómetros iniciales, me quedó bien claro quien era el patrocinador. Desde el otro lado de la barrera, me alegro por los organizadores porque no es fácil encontrar un patrocinador.

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Calentando antes de la carrera

Salí con la idea de mejorar el tiempo de Proniño y de no sufrir tanto, así que salí algo más despacio que la semana anterior. Pasé el kilómetro cinco en 21:30 más o menos y más confortable que el otro día; no obstante era medio minuto más lento. Sobre el kilómetro seis me cogió un conocido y estuve con él desde ahí hasta el final, aunque siempre por detrás.

Llegando a la pista del atletismo donde acaba la carrera se pasa por un parque donde también hay que hacer alguna vuelta y revuelta tipo cross. Ahí me eché encima del conocido que me había pasado antes y de otro que le acompañaba, pero en la pista me dejaron ambos.

Llegué a la meta con un tiempo de 43:18 según mi cronómetro, 43:26 tiempo oficial. La diferencia entre un tiempo y otro es debida a que no había alfombra de salida. Echando mano a mi cronómetro, mejoré 13 segundos el tiempo de Proniño y sufrí muuuuuucho menos. Objetivo conseguido!

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Entrando en meta

Después de entrar en meta, un corto sprint hasta el guardarropa donde tenía octavillas de la carrera del barrio, las cuales estuve repartiendo mientras mostraba la camiseta del año pasado que gustó mucho a los que la vieron. La verdad es que tuvo buena acogida, espero que consigamos completar las 300 inscripciones.

V Carrera Proniño

Hoy se ha celebrado la quinta edición de la Carrera Proniño y ésta ha sido mi cuarta participación. Como el año pasado no pude participar por lesión, me he quedado sin poder hacer pleno.

Llevaba casi dos años sin hacer un diez mil a tope. Entre eso y que últimamente entreno poco no sabía muy bien lo que podía dar de sí. A ojo habían calculado que podía andar entre 42 y 43 minutos, ya que pensaba que un ritmo entre 4:15 y 4:30 podía ser asumible.

Llegamos una hora antes de la salida al punto de encuentro, para no agobiarnos. Visita a los servicios, paseo por la zona de salida/meta y poco después de las 8:30 nos hicimos la foto de rigor unos cuantos compañeros del equipo.

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Un buen puñado de maratidianos

Vuelta al coche a dejar la camiseta, que hacía algo de fresco a esas horas, y a calentar haciendo también unos progresivos para subir las pulsaciones. Con unos minutos de retraso se dio la salida y salí raudo como el viento, tardando unos 20 segundos en atravesar la línea de salida, momento en que puse en marcha el cronómetro.

Pasé el primer kilómetro en 4:07 y el segundo en 4:03 y me di cuenta que si seguía a ese ritmo iba a reventar un par de kilómetros más tarde. Aún así pasé por la mitad de la carrera en 20:57. Demasiado rápido para mi actual estado de forma. Aflojé un poco el ritmo ya que la segunda parte es más dura y sufriendo, sobre todo cuesta arriba, conseguí llegar a meta con un tiempo oficial de 43:31.

Un detalle muy de agradecer es la fruta que pusieron nada más pasar la línea de meta. La verdad es que apetecía dar un bocado después de la carrera.

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Bonita y dura carrera y lo mejor es que el dinero de las inscripciones va a parar a la Fundación Proniño, organización que lucha por erradicar el trabajo infantil.

XXXVI Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

Hoy he participado por primera vez en la carrera popular Ciudad de los Ángeles. Se trata de la popular más antigua de las que se celebran en Madrid, exceptuando la maratón de Madrid que comenzó a celebrarse en 1978.

Me quedé alucinado con el despliegue de medios. Había estado el año pasado repartiendo octavillas para la carrera del barrio y era una organización de lo más modesta, pero este año han tirado la casa por la ventana. Por el módico precio de cero euros: cronometraje con chip, dorsal con imperdibles, agua en cada una de las vueltas y al finalizar la carrera, Aquarius, camiseta técnica y generoso sorteo de embutidos. ¿Alguien da más?

Sin embargo, ya advirtió el presidente de la asociación de vecinos que organiza la carrera que el año que viene dejaba de ser gratuita y que costaría unos cinco euros la inscripción. Precio que considero barato y que no cubre lo que cuesta organizar la prueba. Espero que cuenten con ayuda porque de lo contrario es un negocio ruinoso.

Como se trata de una carrera poco multitudinaria, llegamos a la salida con unos cuarenta minutos de antelación. Hicimos una pequeña cola de pocos minutos y recogimos nuestros dorsales. Poco después nos encontramos con Iñaki y con un nutrido grupo de Pradolongueros que se habían dado cita allí: Jesús, los dos Emilios y Quique. Nos hicimos una bonita foto antes de salir.

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Llevo unas cuantas semanas, o más bien diría meses, entrenando poca cosa, así que no esperaba hacer nada destacado en la carrera. No tenía ninguna pretensión, así que en vez de calentar decentemente, me entretuve hablando con Jesús, de Atelier, sobre la carrera del barrio, que ellos nos ayudan con la organización. Cuando me quise dar cuenta ya era casi la hora y me tuve que poner a estirar de aquellas maneras…

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Después de los estiramientos me puse en la línea de salida con la idea de acompañar a mi amiga, que buscaba hacerlo lo mejor posible para poder subir al cajón. No llevaba reloj y no tenía idea del ritmo que llevaba, pero yo la veía bastante bien; sin embargo, sobre el kilómetro ocho tuvo un pequeño bajón. Afortunadamente, luego se repuso.

Después de los casi 10 km, llegamos a meta con un tiempo de 48:37 que le sirvió para auparse al tercer puesto del cajón de su categoría, muy extrañada de ver quien fue la vencedora de su categoría, que siempre había quedado detrás de ella.

Lo que más me gustó fue el cartel que puso Emilio de la carrera del barrio junto al lugar donde se recogía el dorsal.

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Todas las fotos cortesía de Emilio (runningbox). ¡¡¡Muchas gracias!!!

IV Pachanga de las aficiones

El año pasado participé en la III edición de la denominada Carrera de las aficiones. Lo hice con la idea de acompañar a una amiga que trataba de mejorar su marca en 10 km. Este año me he vuelto a apuntar, pero no sé muy bien el porqué, ya que se trata de una carrera muy desagradable por dos motivos: hay que recoger el dorsal un día antes y la salida no está en el mismo sitio que la llegada por lo que es casi obligatorio dejar la ropa en el guardarropa.

La carrera comenzaba a las nueve por lo que había que espabilar ya que hay que ir en metro hasta la salida ¡y suerte que no vivo demasiado lejos y puedo ir luego corriendo hasta casa!

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Camino a la salida, cómodamente en el metro

Habíamos quedado en la puerta cero los compañeros maratidianos para hacernos la foto de rigor, pero llegamos algo tarde, menos mal que nos esperaron unos minutos.

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Foto de grupo, predominando los colchoneros

Después de la foto, me dirigí a los camiones para dejar la mochila. Después de unos cuantos minutos, cuando me disponía a soltar la mochila, el chico que recogía los bártulos dijo que se habían acabado las pulseras por lo que no recogía ninguna más. Bueno, no problem, me dirijo a otro camión, espero la cola y cuando voy a dejar la mochila, lo mismo, se han acabado las pulseras. Empiezo a ver que las puertas de todos los camiones se cierran y un numeroso grupo de gente se queda con los chismes en la mano. Resulta inconcebible que una carrera donde el 99% dejará la mochila se acaben las pulseras, ¿qué cálculo hicieron estos tíos? Así que no me queda más remedio que correr con la bolsa en la chepa.

Comienza la carrera, salgo detrás de mi amiga y veo que se va alejando poco a poco. Lleva un ritmo que no soy capaz de seguir, aunque me esfuerzo para no perder su estela. A mitad de carrera, cerca de Colón, consigo alcanzarla y ya no la dejo en toda la prueba. Pasamos por el Congreso y se oyen improperios de todo tipo, se nota que la gente está contenta con sus representantes. No sé si es por el asco que produce o por la cuesta arriba, pero es ahí donde más esfuerzo se gasta. Se pasa por Sol, por la calle Mayor, por San Francisco el Grande y Puerta de Toledo. Allí comienza la última cuesta abajo que lleva hasta la antigua fábrica de Mahou. Desde allí, una bonita cuesta arriba hasta casi meta, donde llegué con un tiempo oficial de 46:53 por 46:54 de mi compañera de aventuras.

http://connect.garmin.com/activity/402224521

Ayer fue día de pesada. La báscula marcó exactamente lo mismo que el sábado anterior: 69,4 kg. No bajo, pero por lo menos no subo.

En 2004 corrí Canillejas por última vez. Cuando fui a dejar la mochila no me la cogieron, se había agotado el cupo, exactamente lo mismo que hoy. Entonces taché esa prueba de mi calendario. Nueve años después, tacho otra carrera del calendario.

NO VUELVO A CORRER ESTA PACHANGA.

III Carrera de las aficiones

Parece que organizar carreras populares es un buen negocio en estos tiempos… si lo sabes vender bien. Y el diario Marca bien que lo sabe vender visto lo visto, ya que consiguieron que ocho mil corredores se apuntaran a su carrera, unos de blanco y otros con rayas rojas y blancas, aunque durante la carrera se veía bastante gente que no iba ni con una indumentaria ni con otra.

A las 8:30 habíamos quedado en la puerta 1 del estadio Santiago Bernabéu. Y allí estábamos un buen número de maratidianos, todos de rojiblanco excepto uno que era de los neutrales. Estuvimos esperando al único blanco declarado, pero fiel a su costumbre, llegó tarde. Obsérvese la uniformidad de los asistentes.

Colchoneros vs. merengues
Lo bueno abunda

Entre el que llegó tarde y el que se había ido al ropero, nos hicimos un par de fotos sin todos los componentes del equipo y poco después nos marchamos a calentar y a buscar un sitio en la salida. Colándonos hábilmente por las vallas, conseguimos situarnos no muy lejos de la línea de salida, pocos minutos antes del comienzo.

Sonó el pistoletazo de salida y salimos con algo de precaución, ya que el primer kilómetro es cuesta arriba; sin embargo, luego hay un montón de ellos cuesta abajo, hasta poco antes del seis que está situado junto a la cueva de Alí Babá, digo al Congreso. Desde allí, la carrera ya no es tan favorable, ya que se alternan subidas con zonas llanas, aunque el último kilómetro y medio es también cuesta abajo. Eso sí, no todo es cuesta abajo, ya que poco antes de la meta hay otro repechito.

Después del fiasco de la maratón de Nueva York, decidí apuntarme a la maratón de Valencia que se celebra el 18 de noviembre, así que no era cuestión de machacarse una semana antes y salí acompañando a una amiga que quería realizar su mejor marca en la distancia. Y lo consiguió, ya que llegó a meta con un tiempo neto de 45:56, tiempo idéntico al mío ya que entramos juntos.

Una bolsa del corredor bastante pobre compuesta por una manzana, una botella de agua y una bolsa pequeña que contenía ¡fuet! Aunque en la recogia del dorsal aparte de la camiseta identificativa de tus colores había unas gafas de sol y una maquinilla de afeitar.

Después de la carrera nos fuimos corriendo a casa para completar algún kilometrillo más y aunque costó trabajo volver a ponerse en marcha después de la parada, conseguimos hacer 6 km más, por lo que totalizamos 16 km en el día de hoy.