Allí estuvimos, en el barrio de Vicálvaro, dando las últimas zancadas de la temporada 2006. Un buen día para correr, nublado y sin frío. Realicé un tiempo de 35:16 (diez segundos más que el año pasado) en un recorrido de unos 8,2 km (más o menos).
Parece que me persigue una jauría de lobos
Manolo, compañero de equipo, subió al pódium en la categoría de veteranos, igual que el año pasado. Manolo es todo un monstruo de las carreras.
Lo mejor es que gané unos bonitos chorizos de cantimpalo en la rifa posterior. Muy ricos. Y es que esta gente de Vicálvaro rifan hasta sus zapatillas.
Después de dos buenas carreras en Rivas y en Akiles, pensaba que podría hacer un gran tiempo en Aranjuez, ya que es una carrera con prácticamente ningún desnivel. Sin embargo, unas zapatillas que acababa de estrenar me hicieron unas rozaduras que no podía casi ni andar.
Así que pensé que lo mejor sería tomármelo con calma. Hice toda la carrera con Isidoro, un compañero del equipo, en animada charla por los jardines del Príncipe y al final se nos unió Iñaki, por lo que llegamos los tres a la meta en el mismo tiempo que, segundo arriba, segundo abajo, fue de 51:24.
Manolo podía haber hecho MMP, pero se le colaron unos cuantos por delante y no pudo realizar una salida en condiciones. Y, según sus propias palabras, se lo tomó con tranquilidad. Sólo hizo 35:55 disfrutando…
¡¡¡Equipazo!!!
Después de la carrera, ducha en el polideportivo y comida conjunta con los compañeros del equipo y familias en el restaurante La alegría de la huerta, bastante conocido de anteriores ediciones. Ya estuvimos en este mismo restaurante en 1996.
Para no perder la costumbre, yo también corrí el Trofeo Akiles. Una de las carreras más bonitas de cuantas se celebran en la capital. Quizás junto a Fuencarral, las más bonitas.
Al contrario que muchos de mis compañeros, yo no tuve muchos problemas en la salida, me puse en un lateral junto a Fernando y no tardamos mucho en poder correr con normalidad. Me lo tomé con algo de calma, ya que los primeros cuatro kilómetros se hacen muy duros y apreté los dientes de verdad en el último kilómetro que resulta favorable. Al final realicé un tiempo oficial de 42:48, algo más que hace una semana en Rivas, pero en un circuito más duro y tomándomelo con algo más de calma, por lo que no me puedo quejar. La próxima, Aranjuez.
Por cierto, la organización me pareció perfecta, afinando incluso en señalizar cada quinientos metros.
Ha sido mi primera participación en esta carrera y he quedado bastante satisfecho, con idea de repetir el año que viene, ya que se trata de una carrera correctamente organizada y con no mucha participación, calculo unos 700 corredores en total en la carrera de los mayores, porque con anterioridad habían corrido miríadas de niños en la misma pista del polideportivo.
El día de ayer fue magnífico para correr. Cielo cubierto, pero sin lluvia y una temperatura fresca sin llegar a ser fría. La carrera sale de la pista de atletismo del polideportivo, hace una vuelta de 5 km y vuelve a la pista donde entregan el avituallamiento. Vuelve de nuevo a realizar una vuelta casi igual a la anterior y acaba la carrera en la pista de nuevo. Para la Policía Municipal, fenómeno, porque sólo tienen que cortar unas poquitas calles y para el corredor, pues no está mal, porque en una de las calles se hace un giro de 180º y ves la cabeza de carrera en varias ocasiones.
Salí con un amigo que ahora vive en Rivas aunque sabía que no iba a poder seguirle porque trataba de acercarse a los cuarenta minutos. Estuve con él hasta que se hace el giro de 180º y la carretera se torna cuesta arriba. Ahí ya empezó a sacarme metros, pero todavía le seguía de cerca. En la segunda vuelta, en este giro volvió a marcharse y ya no tuve fuerzas ni para seguirle de lejos. Al final me sacó un minuto en meta gracias a su mayor fortaleza cuesta arriba. Pero bueno, se lo puedo perdonar que luego me invitó a comer en su casa 😉
Durante la prueba se veía a los dos hombre del Clínica Menorca: Emiliano Roncero y José Antonio Valledor como los más fuertes de la carrera. En la última entrada al estadio cuando faltaban 600 m Roncero imprimió un fuerte ritmo que no pudo seguir Valledor y se adjudicó la carrera.
En un día bastante caluroso, nos dimos cita cuatro miembros de MaraTI+D con la idea de participar en la XXX edición de la media de Moratalaz. Además de los cuatro del equipo se vino conmigo Emilio, un compañero de entrenamientos.
Salí con Emilio con la idea de aproximarnos a 1h35′, pero aunque salí con un buen ritmo, al final noté que me faltaba fondo y en los últimos kilómetros fui perdiendo fuelle. Las cuestas además tampoco se me dieron nada bien (me falta entrenamiento en la Casa de Campo) y mi compañero tenía que esperarme después de cada una de las cuestas. Curiosamente, al llegar al polideportivo hubo que dar vuelta y media al estadio -cosa que el año pasado no hubo que hacer- por lo que ya me entra la duda de si este año estaba bien medido y el año pasado era menos distancia o si el año pasado estaba medido correctamente y este año nos han obsequiado con 400 m de más. También podría ser que ni éste ni el pasado la distancia fuese la correcta.
El caso es que paré el cronómetro en 1:37:20, cuarenta segundos menos que el año pasado y con 400 m más, por lo que debo considerar como buena la carrera.
La organización falló estrepitosamente en los avituallamientos, ya que se acabó el agua muy pronto y creo que desde el km 10 ya no tuve la oportunidad de volver a beber. Estos fallos no se pueden tener, sobre todo cuando llevas treinta ediciones organizadas. No lo entiendo, la verdad, pero la falta de agua causa un gran perjuicio a los participantes sobre todo cuando hace calor, como hizo ayer. Curioso que ofrecieran, al acabar la carrera, un caldito caliente, ¡¡¡si hacía un calor de muerte!!
Por fin puedo respirar tranquilo. Ya he cumplido mi gran objetivo
-atlético- del año, que no es otro que terminar la maratón de Madrid.
Este año casi se corre en el mes de mayo, ya que el último domingo de
abril fue el 30. Suelo fijarme como meta bajar de 3h30, pero este año
debido a que el mes de enero me lo pasé en blanco por culpa de una
lesión, ese tiempo que parecía muy ambicioso y decidí marcarme otro más
acorde con mi estado físico: bajar de las cuatro horas.
Este año el recorrido era absolutamente novedoso. Tomando como centro
el Paseo de la Castellana, normalmente el recorrido transcurre al oeste
de esta vía; sin embargo en esta edición se tocaba la zona este de
Madrid. La llegada de nuevo era en el parque de El Retiro como años
atrás.
Varios
compañeros habíamos pensado hacer la carrera sobre las cuatro horas,
pero a la hora de la verdad, sólo formamos un pequeño pelotón de cuatro,
aunque uno de ellos ni siquiera tenía pensado terminar. Eso sí, nos
sirvió de gran ayuda cogiendo botellitas de agua en los avituallamientos
y esponjas en los puestos habilitados para tal. La idea era tomarnos
las cosas con mucha tranquilidad en los primeros kilómetros con la idea
de apretar, si fuese posible, al final. En Plaza Castilla (km 6) nos
esperaba otro compañero, éste sin dorsal.
Llegamos al kilómetro 10 con un tiempo cercano a una hora. En ese
punto adelantamos al pelotón de las cuatro horas, guiados por atletas
con un gran globo azul con el tiempo marcado. Mis compañeros decidieron
apretar un poco el ritmo y los fui siguiendo hasta el kilómetro 14. En
ese punto, que comenzaba una larga subida hasta la media maratón decidí
marchar algo más tranquilo que ellos.
Desde ese km 14 hasta la media maratón, el recorrido es ascendente en
su mayor parte y se hace durillo. Yo con mi trote cochinero iba
devorando kilómetros casi sin enterarme, lo cual era buena señal. A la
media llegué con un tiempo de 1:59:31, un minuto por encima de mis
cálculos, pero dentro de lo previsible, aunque durante la carrera no
supe el tiempo porque no había puesto en marcha el cronómetro para no
obsesionarme con el tiempo.
Después de la media el terreno es favorable, pero poco antes de
llegar al Recinto Ferial (km 24), con objeto de salvar la M-40, aparece
un fuerte repecho que no es más que el preludio de los kilómetros que
restan. Porque a partir de entonces, se suceden bastantes subidas y
bajadas que van machacando las piernas sin piedad. Tremendo el repecho
que hay al salir del citado Recinto Ferial (km 27).
Sobre el kilómetro 30 adelanté a un buen amigo, Juan Ignacio, que
luchaba por superar su XXIX maratón de Madrid, pero no pudo seguir
nuestro ritmo, comentando que iba un poco justo. Al final nos vimos en
meta y en su cara se reflejaba la satisfacción de haber terminado todas
las maratones de Madrid.
Yo trataba de seguir a una pareja que llevaba un ritmo similar al
mío, pero en la subida de la Avda. de Niza (km 32) ya no pude seguirlos.
Aunque cansando, veía que todavía tenía algo de fuelle, ¡¡todavía no
había llegado el consabido muro!!
Otro punto puñetero llegó en la Avda. Hnos. García Noblejas, sobre el
km 36-37. Esa subidita, que en la carrera de Canillejas es
prácticamente imperceptible, en la maratón se hacía dura de verdad. Allí
me encontré a otro par de compañeros, pero siguieron a su bola. La
verdad es que en esos kilómetros, bastante tiene uno con poder
mantenerse dignamente.
Ahora había kilómetro y medio de una buena bajada. Lo que va desde la
Cruz hasta Ventas por la calle Alcalá. Es en las bajadas donde uno ve
si va o no va. Yo pude comprobar que iba más bien poco, pero
aprovechando que había bastante sombra intenté relajar lo que pude
pensando en la subida a Manuel Becerra. Justo en el puente de Ventas me
adelantaron los de las cuatro horas. Me alegró ver entre los portadores
de los globos a un compañero de entrenamiento que iba como una máquina,
pero me pasaron como una exhalación. No tuve tiempo de ni siquiera
pensar si debía o no seguirles.
Me esforcé todo lo que pude por intentar subir ese último repecho
corriendo y lo conseguí, pero no creo que lo hiciese más deprisa que si
hubiese ido andando. Ya estaba en el km 40. Totalmente fundido, pero con
la sonrisa de oreja a oreja pensando que lo peor había pasado. Con un
trote bastante pobre, me planteé llegar hasta el kilómetro 41, pero o yo
iba ya ciego o este kilómetro no estaba señalizado. El caso es que nos
plantamos en la puerta del Retiro y la meta ya estaba muy cerca. No sé
si mi memoria me juega una mala pasada, pero me pareció ver muchísima
gente agolpada en las vallas animando. Este año mi hijo me acompañó ese
último kilómetro. Fue una experiencia irrepetible la entrada en meta
agarrado de su mano.
El tiempo oficial fue de 4:02:31 y el tiempo neto, lo que verdaderamente me importa, de 3:59:35, por lo que puedo decir que cumplí mi objetivo de bajar de las cuatro horas.
Primera participación en esta San Silvestre después de salir escarmentado de la vallecana. Y es que esta carrera se ha masificado en exceso. Así que este año elegí ésta por recomendación de Carlos, compañero de equipo. Y la verdad es que he acabado bastante contento.
Nos desplazamos unos cuantos maratidianos hasta aquí: Carlos, Manolo, Juan Ignacio y un servidor. Todo un detalle que Juan Ignacio, que viene de vacaciones en esta época navideña se desplazase hasta Vicálvaro a correr.
Foto de equipo, ¡me sale fuego de la cabeza!
Me encontré también allí con Carmelo, vecino del barrio que me hizo unas bonitas fotos, ¡¡¡muchas gracias Carmelo!!!
Corriendo por las calles de Vicálvaro
La carrera me pareció bastante dura, son dos vueltas con unas buenas cuestas, pero con bastante animación en algunos tramos. Hice los 8,2 km en un tiempo de 35:06 @ 4:17 min/km. No está mal dada la dureza de la prueba.
Manolo, compañero de equipo, subió al pódium en la categoría de veteranos. Tremendo lo de este hombre.
La rifa posterior a la carrera es impresionante. Yo pensaba que no acababa hasta que todos los presentes tuviéramos regalos. Tanto Juan Ignacio como yo salimos con un par de ricos salchichones.
Hay que empezar diciendo que esta maratón ha sido la mejor de los
últimos años, que siempre por unas cosas u otras, he tenido problemas de
lesiones. Unas veces me lesionaba meses antes y otras, como el año
2002, el mismo día de la carrera. Mi tiempo final fue de 3:39:02
lo que supone mi tercera mejor marca en Madrid e infinitamente mejor
que en los últimos maratones que había hecho, pero en mis piernas
estaban las 3:30 y no he sabido hacerlo bien. Pero bueno, de todo se
aprende.
El caso es que salí con un grupito con un compañero de entrenamientos
(Emilio) y con Juan, un compañero del equipo, pero cuando llevábamos 3
km me di cuenta que mi compañero de entrenamientos iba muy deprisa y
decidí, junto a Juan, ir más despacio. En el km 6 nos adelantaron dos
individuos con un globo que marcaba 3h30 y decidimos integrarnos a ese
pelotón, que era bastante abundante. Al menos había cincuenta corredores
siguiendo al globito.
Fueron pasando los kilómetros y yo me sentía bien en el grupo, aunque
Juan iba un poco con el gancho. Sobre el km 15 se fue quedando,
mientras yo seguía cómodamente. En el km 20 se atraviesa la calle
Fuencarral, que es una calle estrecha con mucha gente animando y con la
música de Carros de Fuego a todo volumen. Verdaderamente alucinante, se
te pone carne de gallina cuando hay tanta gente animando. El posterior
paso por la calle Montera, Sol y la calle Mayor, donde está situada la
media maratón, es alucinante por la cantidad de público que hay. Sólo
dejan un estrecho pasillo para que pasen los corredores. En la media
maratón hice 1:43:08. Dentro de lo previsto. Hasta ahí, todo bien.
Sobre el km 24 hay un bonita subida por la calle Princesa y ya empecé
a hacer la goma con el grupo del globito de las 3h30, aunque con un
pequeño esfuerzo volvía a conectar. En el km 26 el tiempo era de
2:07:36, un minutillo por encima de lo previsto, pero seguía
encontrándome bien, aunque en los puestos de avituallamiento (cada
múltiplo de 5 km) hacía la goma y veía que en un momento dado la goma se
iba romper. Estos acelerones por entrar en el grupo, fueron los que al
final me acabaron rompiendo totalmente.
Entramos en la Casa de Campo por un repecho muy duro y luego llegamos
al km 32 por otra subidita donde me dejé casi todas las fuerzas.
Quinientos metros más adelante, el grupo de las 3h30 empieza a irse y
veo que no soy capaz de seguirles, la goma se ha roto del todo. Intento
no perder la compostura y hasta el 33 sigo luchando, no por entrar en el
grupo, sino por no perderles de vista, pero se van, se van y empieza la
crisis. Enchufo el piloto automático y aunque en el km 35 todavía estoy
en tiempo de llegar a las 3h30, ya que llevo 2:49:29, esos últimos
kilómetros, de los cuales muchos son en subida, se me hacen eternos. La
gente empieza a pasarme en manadas y sólo soy capaz de superar a
aquellos que van andando o se paran en los puestos de avituallamiento o
de sanidad. En el km 38 me pasa un corredor vestido de Scooby Doo, pero
ni a ese pedazo de perro soy capaz de seguir. Los kilómetros se me hacen
eternos y no bajo de los 7 minutos por kilómetro, pero la meta está
cerca y sólo hay que pensar en llegar, no pensar en el tiempo.
A falta de kilómetro y medio, me pasó un conocido que me animó y eso
me llevó a aumentar un poco el ritmo cochinero que llevaba. Ya en el
Paseo del Prado, viendo la meta al fondo, conseguí mantenerme dignamente
y entré en la meta sacando pecho, que la ocasión la merecía. Cuando me
paré, después de atravesar la línea de meta, me sentí un poco mareado y a
punto estuve de ir a visitar a las asistencias médicas, pero se me pasó
rápidamente cuando empecé a devorar todo tipo de viandas que encontré a
mi alcance: una chocolatina, un plátano, no sé cuantas rajas de sandía,
etc. A los diez minutos de llegar ya estaba casi repuesto.
En resumen, por un lado contento porque el tiempo realizado no es
malo, pero algo triste porque pienso que ha podido ser mejor. De todas
formas, he obtenido una nueva enseñanza: no se puede ir en los grupos
que se forman de un determinado tiempo porque los corredores que marcan
el ritmo de esos grupos son gente de más nivel y el ritmo que imponen no
tiene porque coincidir con el tuyo. Yo me calenté demasiado por no
perderles, yendo a un ritmo superior al que debía y luego pasó lo que
pasó, que el hombre del mazo no tuvo contemplaciones.
Ya estoy pensando en el MAPOMA del año que viene. Las 3h30 no se me escapan de ninguna manera, seguro.
Hoy es domingo, 25 de abril, ha llegado el gran día. Se celebra la XXVII edición de la Maratón Popular de Madrid.
6:30 Suena el despertador. Me levanto y desayuno. Hay que llenar el
estómago con tiempo ya que en caso contrario, durante la carrera puedes
tener problemas.
8:30 Llegada al Palacio de Linares en la plaza de Cibeles. Allí nos
encontramos siete de los nueve maratidianos que van a participar en la
carrera. Nos hacemos la foto de rigor e inmediatamente después aparece
uno de los rezagados. Me hago una foto con él para que no salga tan
solo.
9:30 Se ha guardado un minuto de silencio, se han soltado unas
cuantas palomas mensajeras y ¡todos a correr! Hemos tardado más de tres
minutos en cruzar la línea de salida. Pero hay que tomárselo con
tranquilidad, la carrera es muy larga. El cuartero calavera compuesto
por Goyo (maestro espiritual), JuanMa (discípulo aventajado), Ramón
(discípulo por necesidad) y un servidor nos tomamos las cosas con
muuuuucha calma y hacemos los primeros kilómetros -que encima son cuesta
arriba- muy despacito. A estas horas el calor ya se hace notar. Intento
concienciar al grupo y especialmente a mí: el calor es mi aliado, el
calor es mi aliado, el calor es mi aliado, …
Iñaki nos acompaña unos kilómetros con la bici y nos hace unas fotos para la posteridad.
11:00 – km 16 Ramón se ha ido quejando de la rodilla y al pasar por
la calle Serrano, que es donde tiene aparcado el coche no puede evitar
quedarse. Le echamos de menos. El cuarteto se queda en un trío.
11:15 – km 18 Ramón se ha arrepentido y aunque renqueante, se vuelve a unir al trío, ahora somos de nuevo un cuarteto.
En la Glorieta de Bilbao está mi madre animando. También Jesús Mariño
que corre unos metros con nosotros dándonos ánimos. Se agradecen, de
verdad.
11:35 – km 20 Estamos en la calle Montera, avituallamiento líquido.
El suelo está empapado y el empedrado se pone peligroso, hay que bajar
con precaución. Llegamos a la Puerta del Sol y el gentío es tremendo,
dejan un estrecho pasillo para que pasen los corredores. Tenemos la
media maratón a un paso.
11:41 – Media maratón. Estamos en la calle Mayor y todavía se oyen
algunas bromas. Por experiencia sé que a partir de ahora, bromas, las
justas. El tiempo oficial en la media: 2:11:29
11:45 – km 22,5. Estamos empezando a subir Ventura Rodríguez, una de
las cuestecitas con la que la organización nos obsequia un año sí y otro
también. Empiezo a sentir dolores en la rodilla izquierda. Goyo comenta
que es mejor bajar el ritmo. ¡Cómo se nota que es el maestro!
km 25 Ya no sé ni la hora que es. Llegamos a la Ciudad Universitaria,
junto al metro hay un avituallamiento. Cogemos un poco de agua y…
¡ta-chán! Goyo ha desaparecido. El maestro ha dejado colgado a sus
alumnos. El cuarteto se convierte en trío. La caló sigue apretando.
Mentalmente pienso: el calor es mi aliado, el calor es mi aliado, …
km 29 Junto a San Antonio de la Florida JuanMa se encuentra con todas
las mujeres de su familia: esposa, hermana y madre. El trío se
convierte en dúo, pero yo voy muy tocado de la rodilla.
km 30,5 El dúo dura bastante poco, en la M-30 Ramón se cansa de ir al
trote cochinero y se marcha hacia delante. Me quedo solo en la parte
más jodida, pero así es la maratón.
km 31 La carrera pasa por un túnel debajo de la M-30. La rampa de
salida es impresionante. Aquí fue donde el año pasado me dejé las
últimas fuerzas que tenía. Así que este año me lo tomo con calma y subo
la rampa andando. Después de la rampa empiezo de nuevo a correr.
km 32 Junto al lago de la Casa de Campo me pasa un quinteto de
corredoras donostiarras. Si mal no recuerdo del equipo EASOARRAK (o algo
así) y me engancho para no ir solo.
km 35 En el puente de Segovia ya ando muy fastidiado de fuerzas.
Recojo una botella de agua en este avituallamiento, miro el reloj y veo
que son las 13:10 y yo había quedado con mi mujer a las 13:30. Me pongo a
andar para dar tiempo a que llegue Al final del puente me encuentro con
mis hijos y con mi mujer. Marisa ha pensado hacer conmigo estos últimos
siete kilómetros. Sigo andando a buen ritmo para recuperar un poco las
piernas.
km 36 Junto al cementerio de San Isidro me pasa un grupo de
corredores con un globo que marca 4h30. Me pongo a correr otra vez, el
ritmo es llevadero. Cada vez hace más calor, pero yo sigo pensando: el
calor es mi aliado, el calor es mi aliado, …
km 37,5 Mi mujer tiene ganas de hacer sus necesidades por lo que me
pongo otra vez a andar esperándola, ¡menuda acompañante me he buscado!
km 38 Después de salvar la cuesta de la calle Segovia me pongo a
correr con la idea de no parar ya hasta meta. La subida del Paseo
Imperial está llena de “cadáveres” que van andando y a los que sobrepaso
con facilidad. Acabo de ver un tipo vestido de novia, ¡a por él! Otro
que cae.
Estos cuatro últimos kilómetros se me hacen eternos, pero la gente
sigue andando y yo les paso sin piedad. Me encuentro a Andrés Padilla
que me anima. Hay que seguir, hay que seguir, pero ¿qué oyen mis oidos?
Una orquesta tocando a buen ritmo. ¡No puede ser! Mis piernas se han
vuelto locas, ¡quieren ir más deprisa!
km 41 Llego a Atocha por un estrecho pasillo de gente. Me acuerdo de
mi compañero de entrenamientos Gonzalo, excelente corredor y ahora
convaleciente por el brutal y cobarde atentado del 11 de Marzo. Esto va
por ti, campeón, sé que es poco lo que puedo ofrecerte, pero va por ti.
Tienes que recuperarte y el año que viene estar corriendo aquí. Tú
puedes.
Al poco llego a la zona vallada y Marisa tiene que dejar de
acompañarme. Aprieto un poco más, que ya se divisa la meta a lo lejos.
En los últimos metros la emoción me desborda y entro gritando como un
poseso en la meta. Paro el cronómetro y miro mi tiempo: 4:33:05. No está mal para haber entrenado tan poco. El tiempo oficial final: 4:36:38.
Sorprendente, no me encuentro demasiado mal. Bebo, como y hago unos
estiramientos. Otra maratón más en mis piernas. Ya estoy pensando en la
del año que viene y en entrenar más.
Muchas gracias a todos aquellos que estuvisteis animando durante la
carrera. Un buen grito de ánimo se agradece en cualquier momento de la
carrera.
Sobre la organización, como comentó Goyo, falló un poco en el tema
del agua. Creo recordar que el año pasado había más agua en más puntos.
Desde mi punto de vista, algo peor que el año pasado. Por cierto, la
cola de los dorsales acabados en cero, ¡impresionante! Parecía como si
hubiese más gente con el dorsal acabado en cero que el resto. Creo que
estuve casi 20 minutos para poder entregar la bolsa de ropa.
El domingo 27 de abril de 2003 se celebró la XXVI edición de la maratón popular de Madrid. Un mes antes, en concreto el 23 de marzo, en la celebración de la media de Fuenlabrada mi compañero de entrenamientos Antonio sufrió un infarto y aunque en un principio parecía que no salía, hoy, dos años después puedo decir que está bien, pero que muy bien. La única secuela es un problema en las cuerdas vocales que le impiden hacer ejercicio porque se asfixia enseguida. Ahora no corre, pero se mete buenas caminatas. Antes de la salida de la maratón, sus compañeros del Gran Grupo Garabitas le hicieron un homenaje en las puertas del Palacio de Telecomunicaciones, con el lema Va por ti Antonio.
Escamado con lo ocurrido el año pasado, decido ir a mi bola, sin ir con nadie. Además voy a intentar ir despacio en la primera parte para apretar en la segunda.
Durante la carrera veo a Elena varias veces y me comenta que Juan
Ignacio me saca unos minutos, por lo que me pongo como objetivo
alcanzarle.
En el tramo más desagradable de todos, cuando se pasa por el arcén de
la M-30 doy alcance a Juan Ignacio que me comenta que va bastante mal,
que siga yo a mi ritmo. Eso hago, voy bien en esos momentos, pero unos
pocos kilómetros más tarde sufro la visita del hombre del mazo, aunque
no desisto. La rampa que hay al pasar por debajo de la M-30 me deja
bastante tocado y ese es el principio del calvario.
El objetivo de hacer 3h45 ya lo veo difícil y por lo tanto, ahora lo
fijo en bajar de cuatro horas como en mis principios maratonianos.
Llego al puente de Segovia y allí está una buena amiga con sus niños y su hermana y su cuñado, que me animan a tope. Sólo quedan siete kilómetros para la meta y mi amiga decide acompañarme hasta el final, como el año pasado. No hay problema, el ritmo que llevo es patético, no creo que tenga ninguna dificultad para ir a mi vera.
Otro año más que llego a la meta, no me puedo quejar. Al final el tiempo es malo, pero he bajado de las cuatro horas: 3:55:07.
Poco después llegó Juan Ignacio haciendo un tiempo de 4:04:04, ¡menudo
montón de cuatros! Otra maratón más que hemos terminado y él ya lleva
26.