IX San Silvestre de Villaverde Alto

Este año la representación del Club Atletismo Zofío ha sido escasa en esta carrera, justo al contrario que el número de participantes de la carrera, que ha crecido enormemente, de hecho la organización hablaba de 300 participantes.

Como la carrera se celebra cerca de casa y comenzaba a las doce de la mañana tampoco había que madrugar mucho, pero antes de la hora prevista me despertó mi despertador de cuatro patas, ya que antes de las nueve la gata empezó a arañar la puerta y me despertó. Como quedaban más de tres horas para la carrera me levanté y me llené la panza con un vaso de leche y un trozo de roscón. Nada, un desayuno de poca cosa…

A las once salí de casa y en diez minutos el coche estaba aparcado junto al parque Plata y Castañar donde se celebra la carrera. Fuimos a recoger al dorsal y vimos que estaba muy animado, había incluso una buena cola para recoger el dorsal. En unos minutos nos tocó recogerlo a cambio de 2 € que era el precio de las inscripciones por internet. Me extrañó que hubiese ropero, pero mi memoria es tan mala que tampoco puedo asegurar que no lo hubiese el año anterior. Estábamos cerca del ropero cuando apareció por allí Juanqui, el tercer miembro del equipo, y aprovechamos para hacernos una foto después de dejar la ropa y prendernos el dorsal. Como se puede ver en la foto, íbamos perfectamente uniformados con la camiseta del equipo.

Los tres componentes del Club Atletismo Zofío con un añadido

También andaba por allí Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés, acompañado por unos cuantos compañeros y compañeras. Luego me di cuenta que Villaverde está muy cerca de Leganés y que incluso trotando podían haber llegado enseguida. Me dijo que estaba muy bien, cosa rara en un corredor que siempre ponen excusas de todos los colores, pero Juan Carlos dijo que muy bien y luego demostró que así era.

Estuvimos calentando con ellos porque su club es muy profesional y se preparan bien para la carrera y mientras lo hacíamos escuchamos por megafonía que la salida se retrasaba un poco porque aún quedaban muchos dorsales por retirar.

Así fue, serían las doce y diez cuando dieron la salida y yo salí como alma que lleva el diablo porque sabía que pronto se estrecha el camino y se forma un bonito embudo. Fue un error mayúsculo salir tan deprisa porque hice el primer kilómetro en 3:52 y ese ritmo alto me dejó la garganta «gorda» y lo pasé fatal el resto de la carrera. Ahora mismo no tengo las piernas ni pulmones para ir a ese ritmo y lo pagué bien pagado ese primer kilómetro.

En carrera no miré el crono, pero era obvio que iba muy deprisa por lo que aflojé el ritmo para no morir en el intento. Allí iba yo, pensando que era una desgracia que este año hubiesen aumentado la distancia hasta los cinco kilómetros cuando en anteriores ediciones se quedaban en tres y medio, pero no me quedaba más remedio que no hundirme y completar la prueba con la mayor dignidad posible. Adelanté a una chica muy jovencita y luego a otra también muy joven, aunque algo menos, pero luego ambas me adelantaron a mí y ya no fui capaz de alcanzarlas, iban francamente bien sobre todo la más joven.

Llegué a meta con un tiempo de 21:46 que no es para tirar para cohetes, pero que obviamente refleja mi estado de forma actual. Una vez que pincharon mi dorsal -como en los viejos tiempos- y que recogí una bolsa con una botella de agua y un plátano fui hacia la meta para ver si llegaba la compañera del equipo.

Y no tardó mucho en llegar, lo que indicaba que había ido a buen ritmo, marcando 24:27 cuando paró su cronómetro que fue algo después de la línea de meta. Este tiempo la sirvió para auparse al primer puesto de la categoría Máster 50. Mi amigo Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés, que hizo una gran carrera se quedó a las puertas del cajón, ocupando el cuarto puesto de la misma categoría, pero de chicos.

Estuvimos hablando con la segunda clasificada en Máster 50, que estaba súper contenta porque decía que nunca había subido al cajón y me extrañó sobremanera que cuando la llamaron para la entrega de trofeos no apareciera, así que sólo subieron la compañera de club y Carmen, una gran atleta veterana del Club Atletismo Leganés.

Primera y tercera clasificada en Máster 50

Después de la carrera los tres miembros del Club Atletismo Zofío nos acercamos a un bar a tomarnos una cervecilla y brindar por el nuevo año que se avecina.

Brindando por el nuevo año con la placa conmemorativa de primera clasificada

Me ha encantado la infografía sobre la participación en la prueba que se ha currado la Asociación Vecinal la Incolora, los organizadores de la carrera. Es súper chula.

Infografía sobre la participación en la carrera

XVII Carrera del aceite

He acabado muy contento la carrera de mi pueblo. He hecho la peor marca de las últimas veces en las que he participado y estoy contento. Me ha salido pero que la del año pasado, que tenía barro para aburrir, y estoy contento. Está claro que la alegría son sensaciones puramente subjetivas y al contrario que el año pasado, este año ha sido de los buenos.

Llegué a mi pueblo sin ninguna pretensión porque los cuatro meses de parón me han sentado peor que nunca y aún no he llegado a estar ni medio bien, por eso lo único que me preocupaba cuando llegué era que el terreno no estuviera tan embarrado como el año anterior, que parecía patinaje en vez de atletismo. Aún parando en la panadería Manzanero, como todos los años a comprar mazapán, llegamos con una hora de antelación a Los Navalmorales. Aparcamos el coche junto a la notaría y fuimos andando hasta el silo donde retiramos nuestros dorsales. Volvimos al coche, dejamos algo de ropa y nos fuimos a dar una vuelta al circuito para ver cómo estaba. Se me puso una sonrisa de oreja a oreja al ver que el suelo estaba en buenas condiciones, algo húmedo, pero se podía correr perfectamente. Las lluvias de días anteriores no habían perjudicado en exceso el firme.

Dimos un par de vueltas, ya que cada una de ellas mide poco más de kilómetro y medio y vimos a las hermanas Rey, las hijas de Julio Rey y Vanessa Veiga, también calentando y a buen ritmo. Al verlas tan jovencitas me extrañó que anduvieran calentando y no compitiendo, ya que las categorías de los más pequeños se celebraban antes de las 11 que era la hora fijada para los adultos.

Después del calentamiento me encontré con Marta, una amiga de mi hermana, a la que saludamos. Andaba por allí ya que su hijo corría. ¡Saludos Marta! Después de saludar a Marta y a su marido volvimos al coche y aprovechamos para hacernos una bonita foto con la Sierra del Santo, su ermita y sus antenas al fondo.

Con la Sierra del Santo al fondo.

Después de inmortalizarnos nos despojamos de toda la ropa superflua para correr y nos fuimos hacia la línea de meta. Aún nos dio tiempo calentar un poco más y estirarnos antes de que dieran el pistoletazo de salida. Como iba sin ninguna pretensión salí bastante tranquilo e hice la primera vuelta sin esforzarme demasiado. Además, como no llevaba cronómetro, no tenía ni idea del ritmo que llevaba.

En la segunda vuelta vi que había una chica delante de mí que iba a buen ritmo y para fijarme un objetivo traté de alcanzarla. Y me costó lo suyo, porque en esa segunda vuelta por más que lo intenté no conseguía ponerme a su altura. Como hay un tramo en la carretera en que se cruzan los que van con los que vienen, miraba alucinando el nivel de la carrera ya que no sólo había chicos que iban a toda pastilla, que en categoría femenina se estaban partiendo la cara a una velocidad de vértigo. La china Dong Liu, ganadora de no sé cuantas ediciones de esta carrera, iba la quinta o la sexta o más retrasada. Ana del Cerro que cuenta sus participaciones por victorias también iba muy atrás. El nivel femenino era de órdago. Era Rocío Fernández quien iba en cabeza con ese correr tan elegante que tiene y que me enamoró la primera vez que la vi correr en el cross de Leganés. ¡Da gusto verla correr!

En pleno esfuerzo, foto cortesía de Juan Iniesto

Después de cruzarnos por última vez con los que iban por delante me dispuse a afrontar la última vuelta con mi objetivo a pocos metros. Eché toda la carne en el asador en la subida y conseguí sobrepasar a la chica que me precedía. Luego bajé como pude la empinada cuesta de la calle Velázquez, haciendo gala de mi mal bajar, y afronté la subida de la calle Callejas con energía, ya que me quedaban fuerzas de lo ahorrado en la primera vuelta.

Cuando pasé la línea de meta miré el reloj y vi que marcaba veinte minutos y pico y eso me puso feliz, me pareció una buena marca para mi pobre preparación. Luego en las clasificaciones vi que la marca oficial fue de 20:40.

Cogí una botella de agua y volví sobre mis pasos para ver si venía la amiga con la que me había desplazado hasta allí y no tardé mucho en verla, dispuesta a afrontar la última recta. La estuve animando para ver si podía alcanzar a la chica que iba un poco por delante, pero no fue posible, aún así entró también muy contenta con un tiempo oficial de 23:08.

Recogió su botella y nos fuimos al coche a cambiarnos, ya que hacía bastante fresco por allí. Volvimos al silo para ver las clasificaciones y comprobé que mi amiga había quedado sexta de su categoría, lo cual fue una mala suerte porque en esta carrera dan premio, que no es otro que aceite, hasta la quinta clasificada. Otra vez, al igual que el año anterior, se quedó a las puertas de llevarse una garrafa de aceite.

Nos volvimos al coche y antes de irnos fuimos a visitar a unos familiares que no viven lejos de allí. Me hizo mucha ilusión ver a mi tía, a la que hacía bastante tiempo que no veía. Después de la visita nos volvimos a casa y aunque mi amiga se había quedado a las puertas del premio, nos volvimos más felices que dos perdices.

Cuando llegué a casa miré las clasificaciones para ver el tiempo que nos habían dado y comprobé que mi amiga aparecía como quinta clasificada. ¡Menuda rabia! Se quedó sin subir al podium y sin garrafa. Afortunadamente con la ayuda de Aarón, de Evedeport y de Jesús Talavera, el concejal de deportes del ayuntamiento y de mi tío Jesús que fue a recogerla, pudo conseguir al menos la garrafa. No subió al cajón, pero el premio se lo llevó. ¡Muchas gracias a todos!

Media maratón de Colonia

Tengo un amigo que vive en Düsseldorf y mucha veces me ha animado a participar en la media de Colonia, pero le he ido dando largas un año tras otro… hasta éste. Y ahora me arrepiento de haber esperado tanto porque mi amigo ya no puede correr por problemas en sus rodillas, aunque su hijo ha cogido su relevo. Además no he podido elegir peor año porque la lesiones me han fastidiado la preparación y la misma carrera.

Si no tenía suficiente con la fascitis del pie derecho, en estas últimas semanas empecé con dolores en el dedo gordo del otro pie, que me hacía ver las estrellas cada vez que lo plantaba, así que la cosa no pintaba bien, pero como ya tenía pagada la inscripción, el vuelo y el apartamento no podía dejar de acercarme a esta ciudad corriese o no corriese. Volamos a Colonia el miércoles y estuvimos haciendo turismo por esta ciudad y por Bonn, antigua capital del gobierno federal, que está bastante cerca. Ambas ciudades muy interesantes de ver.

En vista de que no andaba muy fino decidí no correr nada esta semana hasta el día D para ver si mejoraba de mis dolencias, pero no sirvió de mucho porque en cuanto di los primeros pasos ya iba dolorido, pero pensé que podría aguantar el dolor durante 21 kilómetros, ¡eso no es nada!

Dormí mal la noche del sábado al domingo y cuando sonó el despertador a las seis de la mañana tenía bastante sueño, pero me levanté como pude, desayuné, me disfracé de corredor, metí en la mochila toda la ropa y salimos a la calle a coger el tranvía en la estación de Gutenbergstraße. Llegamos poco después de que saliera uno y nos tocó esperar veinte minutos al siguiente.

Habíamos quedado al otro lado del Rin a las ocho en punto de la mañana y llegamos por los pelos. Tuvimos suerte de encontrarnos con el amigo con el que había quedado porque había mucha gente por los alrededores de la salida y la cosa no era fácil, nos dio tiempo incluso a hacernos una bonita foto antes de salir.

Antes de la salida de la media de Colonia

Como se puede ver en la imagen, teníamos cada uno el dorsal de un color ya que nos habían colocado en distintos cajones. A mí me tocó el rojo, el primer cajón y cuando estaba buscando la puerta para entrar en mi cajón vi que varios alemanes se saltaban la valla del cajón como cualquier hijo de vecino. En ese momento se me cayó el primer mito respecto a los alemanes, ya que nunca hubiese esperado que esta gente tan recta y tan seria se saltase una valla. Resultaba curioso estar en el primer cajón y ver dorsales de colores variopintos.

Estaba esperando en el cajón mientras el speaker lanzaba sus arengas en perfecto alemán y debía decir cosas interesantes, pero a mí me parecía que estaba hablando en chino ya que no entendía ni jota. Luego me contó mi amigo que los alemanes cuando no entienden nada dicen que parece que me están hablando en español.

Dieron el pistoletazo de salida y salí lanzado, dejándome llevar por los otros corredores y por el terreno que era cuesta abajo, una de las pocas cuestas abajo que había en todo el recorrido. Esa cuesta abajo enseguida se convierte en cuesta arriba para atravesar el Rin por el puente Deutzer y cuando llegué al primer kilómetro miré el cronómetro y vi 4:38 lo que me pareció demasiado rápido para lo que había entrenado. Traté de aflojar, pero como había salido en el primer cajón la gente me llevaba casi sin querer. Miré el cronómetro en el segundo kilómetro y vi que marcaba 4:45 y volví a pensar que iba demasiado rápido, que debía aflojar un pelín y marchar a un ritmo de 4:50 que era lo que tenía en la cabeza. Pues nada, el tercer kilómetro lo hice más rápido aún que los dos primeros y decidí no volver a mirar el reloj, pero sí tratar de llevar un ritmo algo más conservador.

Cuando iba por el kilómetro cinco y pico me crucé con el primer clasificado de la carrera que iría por el ocho y ya marchaba claramente destacado de sus perseguidores. En esos momentos iba por un tramo debajo de un puente donde había su correspondiente bajadita y su pequeña subida, pero todo lo demás había sido muy llano y así lo siguió siendo hasta que volví a pasar por esa misma calle en sentido contrario.

Sobre el kilómetro trece había una animación tremenda porque por esa zona coincidía los que iban con lo que venían, cada unos por una parte de la calle, obviamente. Mientras que los que íbamos por el trece nos quedaba aún más de un tercio de carrera, los que venían de vuelta ya estaban casi en el diecinueve y estaban a punto de terminar. En esa zona el sonido era atronador y es que me di cuenta que los alemanes son más de hacer ruido que de animar de viva voz. Pude ver todo tipo de chismes ruidosos como carracas, cascabeles, panderetas, cencerros y alguna que otra batukada. No sé si clasificar también como «chisme ruidoso» un buen señor que se había bajado su órgano -el musical- a la calle y con ayuda de un micrófono y unos amplificadores estaba amenizando a los corredores y a los vecinos.

Pasado ese tramo vi que las piernas no iban tan ligeras como me hubiera gustado y las plantas de los pies también empezaban a molestarme lo suyo, aparte de la fascitis y el dolor del dedo gordo, que también me estaban martirizando.

En el kilómetro dieciséis pensé aquello de «ya sólo queda una vuelta al parque» pero vi que las piernas ya iban muy cansadas y que me costaba mantener el ritmo que había llevado en anteriores kilómetros. Un kilómetro después miré el cronómetro al que tenía olvidado casi desde el principio y vi que había hecho ese kilómetro casi a cinco minutos. Me pregunté si sería capaz de mantener ese ritmo hasta el final y me respondí a mí mismo que me iba a costar porque me notaba muy cansado.

Sobre el kilómetro diecinueve recibí los ánimos de mi amigo Juan Ignacio y traté de echar el resto ya que me encontraba muy cerca de meta, pero al poco me vino el bajón cuando entré en la zona adoquinada y los pies me dolían a lo bestia, de tal modo que si todos los anteriores kilómetros los había hecho por debajo de cinco, el penúltimo kilómetro que se me fue a 5:33 debido al dolor de pies y el cansancio.

La presencia imponente de la catedral de Colonia me infundió ánimos para llegar a la alfombra roja y acelerar un poco el ritmo con el que completar esos últimos 150 metros. Llegué a meta con un tiempo oficial de 1:42:06 contento porque en estos meses tuve muchos momentos de duda de que pudiese participar en esta carrera.

Estuve esperando a que entrase mi amiga, que había salido en el segundo cajón y después de esperar un rato llegó ella con un tiempo de 1:50:14 también muy contenta y también con los pies muy doloridos. Debe ser que el asfalto de Colonia está más duro que el de Madrid o que las zapatillas no eran las más adecuadas.

Había mucha humedad en Colonia por lo que sudé como una bestia. A eso sumado que en los puestos de avituallamiento no pude beber mucho porque daban vasos en vez de botellas, en la línea de meta estaba sediento y cuando llegamos a los puestos bebí todo lo que pillé: Coca Cola, zumo de manzana, agua con gas, cerveza sin alcohol, cerveza normal, tetrabrik de agua de coco y alguna cosa rara que no conseguí identificar. De comer también me puse fino porque había comida para dar de comer a todo el país y parte del extranjero. Que recuerde me metí para el cuerpo: frutos secos, una especie de morcilla con un trozo de pan, una especie buñuelo dulce, un trozo de pan similar a los típicos bretzels, barritas de cereales, tomate y probablemente alguna cosa más. Había muchas cosas más que no probé porque empecé a pensar que lo iba a acabar echando de tanta mezcla de comidas y bebidas. Desde luego en esto sí que fueron generosos los alemanes porque la camiseta tendrás que comprarla, pero si quieres reventar a comida, lo puedes hacer por los 60 € que me costó la inscripción.

Después de llenar el estómago recogí la mochila en un tiempo récord, ya que lo tenían perfectamente organizado y me dirigí a los camiones donde estaban instaladas las duchas. Fuera del camión, aprovechando que no hacía mal tiempo, dejé todos mis bártulos, me desnudé, me puse las chanclas, cogí la toalla y el bote de gel y me metí en el camión y la verdad es que aluciné. Dentro de camión habría unas veinte duchas todas en perfecto estado de revista con sus dos alcachofas y un grifo termostático que dejaba salir el agua a una temperatura y presión ideales. Fue un momento gozoso después de las penurias sufridas durante 21 kilómetros. Tan bien estaba que alargué un rato el tiempo de estar bajo el chorro porque en esos momentos estaba en la gloria sintiendo el chorro de agua sobre mi cocorota.

Brindando por el futuro con una buena cerveza alemana

Para terminar, diré que la cerveza típica de Colonia es la cerveza tipo Kölsch, que probé abundantemente y me pareció bastante rica; sin embargo, como los de Colonia y los de Düsseldorf andan algo picados, los de Düsseldorf dicen que la cerveza Kölsch se hace dando de beber a un caballo la cerveza de su tierra y embotellando su meada. Tengo la sensación de que los de Colonia opinan lo mismo de la Altbier que es la cerveza de los de al lado.

XII Carrera popular villa de Torrijos

Me acerqué a Torrijos porque ya estaba inscrito, pero estaba casi seguro de que no iba a participar porque había corrido el día antes 15 km y además de estar cansado me dolía el talón como lleva haciendo cinco meses ya; sin embargo salí de casa vestido de corredor y con el cronómetro en la muñeca, así que debía ser el inconsciente el que me empujaba a participar. De todos modos, la principal razón de que fuese a esta carrera era acompañar a una amiga que sí estaba dispuesta a participar aunque ella también tenía algunas dudas ya que estaba algo molesta con su rodilla.

Este año en Torrijos han echado la casa por la ventana y han homologado la carrera de 10 km, para ello han hecho alguna ligera modificación al habitual circuito ya que siempre he sospechado que en años anteriores la distancia no era de los 10 km que decían. Además han cambiado la zona de salida y meta a la plaza de San Gil, donde se ubica el nuevo ayuntamiento, que es un sitio más espacioso. Con eso han conseguido evitar los primeros metros, que siempre eran por calles estrechas y reviradas. No sé si por la homologación o por algún otro motivo, este año había más gente que nunca y entre la carrera de 10 km y la de 5 km había más de 700 personas, en una carrera que nunca había llegado ni a las 500.

Quizás debido a que había más participantes habían separado la carrera de 5 km de la de 10 km y por ello habían adelantado esta última a las diez de la mañana, una hora antes de cuando se celebraba en años anteriores. Eso hizo que nos tocara madrugar más y que a las 8:15 saliéramos de Madrid rumbo a esta localidad toledana. Llegamos pasadas las nueve y fuimos a recoger el dorsal, que lo entregaban en el patio del Palacio de don Pedro de Castilla. Al contrario que otras veces que era llegar y recoger el dorsal, esta vez me tocó esperar veinte minutos de cola para recoger el dorsal y la bolsa del corredor, que contenía un cortavientos, una crema de manos y una bolsa con cuatro láminas de lomo embuchado. Yo esperé veinte minutos porque mi apellido está entre la A y la M porque mi amiga tuvo peor suerte y tuvo que esperar en la otra fila, la de la N a la P, que iba más lenta aún. De este modo, cuando salimos con la bolsa en la mano eran ya menos cuarto y tuvimos que ir deprisa y corriendo a dejar las cosas en el coche y aplicarnos un poco de bálsamo de tigre, yo en mi talón y mi amiga en su rodilla.

Deprisa y corriendo, muy apurados, nos acercamos a la línea de salida y escuchamos que habían retrasado la salida a las 10:20 imagino que por las colas para recoger el dorsal. Me comentó una persona de la organización que desde el día anterior por la tarde se podía recoger el dorsal, pero que muy poca gente lo había hecho y todos los habíamos dejado para el día de la prueba. En mi descargo diré que venía desde Madrid y que recoger el dorsal el día antes no es una opción.

Ese retraso hizo que pudiéramos calentar un rato y encontrarnos con algunos conocidos torrijeños a los que saludamos. A alguno conozco porque en Torrijos estudié Bachillerato y COU hace ya unos cuantos años. No calenté mucho porque me encontraba bastante cansado y no era cuestión de cansarse más.

Había tres cajones en la salida y tanto a mí como a mi amiga nos tocó el cajón dos, no sé muy bien el motivo. Nos metimos en nuestro cajón, quitaron las cintas que dividían los tres cajones y se guardó un minuto de silencio por Julio Vicente Rey, padre del actual recordman nacional de maratón, Julio Rey. La gente fue muy respetuosa porque no se oía el más mínimo ruido durante ese minuto.

Dieron la salida y enseguida me vi cuatro o cinco metros detrás de mi amiga, con un cansancio de piernas exagerado pero aún así pasé el primer kilómetro por debajo de 5 minutos y lo más curioso es que según iba avanzando metros iba notando que las piernas iban mejor. El dolor en el talón ahí seguía, pero soportable. El segundo kilómetro lo hice en 4:42 porque veía que como no acelerase se me iba a ir demasiado y luego iba a ser imposible.

Al principio de la carrera, bien ataviado con mi camiseta de la Carrera del Zofío. Foto cortesís de tufotocorriendo.com

Mi amiga estaba encuadrada en la categoría Master 50 para mayores de esa edad y aunque no tenía muchas esperanzas de subir al cajón como el año anterior, su espíritu competitivo la lleva a pelear por ello. Sobre el kilómetro dos adelantó a una chica que sabía era de su edad y aunque estuvieron un buen rato una al lado de la otra, al final mi amiga consiguió irse por delante. Yo iba viendo la disputa algo más cómodo que cuando salí porque cada vez notaba las piernas mejor. Cuando consiguió desembarazarse de esta chica apareció otra por detrás que se puso a su altura y también estuvieron disputando la posición, ninguna quería ir detrás de la otra.

Sobre el kilómetro tres la carrera cambia de sentido y lo que se ha bajado hay que subirlo. El desnivel es mínimo, pero existe… como Teruel. Además este año en ese tramo, que era el más descubierto, soplaba un viento en contra bastante fuerte y dificultaba el avance. Fueron ochocientos metros duros. Luego aunque el sentido de la carrera es el mismo, ya se mete entre calles y se nota menos. Mi amiga y la otra chica seguían peleando entre ellas con uñas y dientes y llegaron al final de la primera vuelta con mi amiga algo descolgada de la otra. Algo debió espolearla porque a partir de ese momento aceleró de lo lindo, dio alcance a su rival y a mi me costó bastante recuperar los metros que perdí en su cabalgada. De hecho tuve que hacer un kilómetro en 4:39 para poder acercarme porque veía que si seguía a mi ritmo no la iba poder alcanzar.

Fue curioso porque cuando llegué cerca la animé con algún grito del tipo «vamos que vas muy bien» y estos ánimos en vez de conseguir que fuese mejor consiguió lo contrario. En ese momento aflojó el buen ritmo que llevaba. Me tenía que haber metido la lengua en el …

Poco después de este curioso incidente llegamos de nuevo a la zona ventosa donde el viento seguía soplando de lo lindo y ahora se notaba más porque ya el cansancio era mayor. Yo miraba de vez en cuando hacia atrás por si venía alguna competidora, pero no veía ninguna. Así llegamos a la plaza donde está la Colegiata con su adoquinado y ya sólo quedaba subir una ligera cuesta para llegar a meta donde entramos juntos con un tiempo oficial de 50:32 que le sirvió para auparse a la segunda posición de su categoría.

Para el podium habían montado un camión del copón con una pantalla enorme, todo muy profesional. Allí subieron para dar los premios algunos políticos y un corredor local que fue recordman de España de maratón. Hablo de Juan Francisco Romera que hizo un tiempo de 2:10:48 en la maratón de Londres del año 1990.

Mi amiga, componente del Club Atletismo Zofío, posando con su trofeo y su chorizo delante del Palacio de Pedro de Castilla, ahora el ayuntamiento de Torrijos.

III Carrera nocturna solidaria de Gerindote

Al igual que años anteriores, me acerqué a Gerindote, localidad toledana, a participar en la tercera edición de su carrera nocturna. Se trata de una carrera solidaria donde todo lo recaudado se destina a un bien social, este año el dinero iba destinado a la organización ATORDEM (Asociación Torrijeña de Esclerosis Múltiple). El principal objetivo de esta asociación es que las personas con Esclerosis Múltiple y otras enfermedades neurodegenerativas, tanto de Torrijos como de la comarca, puedan beneficiarse de terapias a precios reducidos cerca de su domicilio.

Lástima que para un fin tan solidario hubiese tan pocos corredores, pero había otras carrera ese mismo día en la provincia de Toledo y esta provincia tampoco es muy grande.

La carrera comenzaba a las 21:30, pero como llevaba ya unas cuantas horas por allí, sobre las ocho y media me acerqué a la plaza, ya que al lado del ayuntamiento daban los dorsales y la bolsa del corredor. Recogí mi dorsal y el de una amiga con la que me había acercado hasta allí y volví con las dos bolsas y nos cambiamos con bastante tiempo aún de antelación. Nos hicimos una bonita foto donde parece que estamos sujetando su dorsal, pero no, estaba bien prendido en el pantalón, lo puedo asegurar.

Esperando el comienzo de la prueba

Sobre la nueve y diez nos acercamos de nuevo a la plaza para tratar de localizar a Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés, con el que había quedado. Dos años antes hicimos casi toda la carrera juntos y este año mi único afán era saludarlo porque mi entrenamiento era ciertamente escaso. Enseguida nos encontramos con él, nos estuvimos saludando y charlando un rato y a falta de quince minutos para el comienzo hicimos unos kilómetros de calentamiento por el circuito, que era el mismo que el del año pasado y el de hace dos años. Lo de calentamiento lo digo por decir algo porque a las nueve había más de treinta grados, aunque de todos modos, yo creo que hacía algo menos que el anterior que fue especialmente caluroso.

Nos pusimos en la línea de salida donde no seríamos ni cien corredores. Además de los corredores había también un grupo numeroso de personas que se disponían a dar realizar la marcha solidaria, que consistía en dar únicamente una vuelta, dos menos que los corredores.

Ya era de coche cuando a las nueve y media dieron la salida y enseguida me puse detrás de mi amiga con la idea de si no aceleraba demasiado no perder su rastro. Después de cuatro meses casi sin entrenar me daba por satisfecho si era capaz de aguantar su estela y si se iba el objetivo era tratar de mantener un ritmo cercano a los 5 min/km.

Yendo cuatro o cinco metros por detrás pude ver como mi amiga llegaba a la altura de una chica que parecía ser de su categoría, una categoría bastante amplia ya que sólo había seniors y veteranos y la edad «de corte» eran los cuarenta años. Pues bien, estas dos chicas estuvieron juntas bastante tiempo, pero podía ver que la «enemiga» iba más suelta en las subidas y eso era un hándicap para mi amiga ya que su talón de aquiles es precisamente la subida y éstas están casi al final de cada vuelta. Mi amiga lo tenía realmente difícil para poder ganar a esta chica.

Así fue, faltando cosa de un kilómetro la «enemiga» se fue alejando metro a metro y cuando llegó la subida se alejó aún más, llegando a meta con nueve segundos de ventaja. En ese último sprint también me quedé descolgado, llegando a meta con un tiempo oficial de 29:50 que coincide poco más o menos con el marcado en mi cronómetro.

Al final resultó ganadora en la categoría de veteranas la chica que fue con mi amiga, de nombre Silvia y del Club Mushing Toledo, por lo que mi amiga se tuvo que conformar con el segundo puesto de veteranas. No pudo llevarse el jamón como el año pasado, pero a cambio se llevó un queso de El Carpio de Tajo y seis botellas de cerveza Monkey, de la misma localidad donde se celebró la carrera, de Gerindote. Además tuvo suerte en el sorteo porque se llevó una bonita sudadera. Yo me tuve que conformar con un buen plato de migas que repartían para los corredores y para todo aquel que se quisiera acercar por la plaza y un par de piezas de fruta y una botella de agua. Eso sí, más contento que unas castañuelas porque poder volver a participar en una carrera popular no tiene precio.

XLII Maratón de Madrid

Como llevo haciendo estos últimos años, me presenté en la salida de la maratón de Madrid sin haber entrenado prácticamente nada para correr una maratón, aunque este año con el hándicap añadido de estar fastidiado del tendón de Aquiles de la pierna derecha. Por tanto, no tenía muy claro hasta donde podía llegar.

Tenía un sito en el cajón 2, lo que significaba que a las 8:50 nos teníamos que poner en marcha. Puse el despertador a las 6:15, estuve desayunando y como había quedado a las 7:20 en el Cercanías de Doce de octubre tenía pensado salir a las 7:00 de casa. A esa hora salí, pero cuando estaba en la calle me di cuenta que había olvidado mi móvil de pulsera, que había pensado llevar por si me retiraba, avisar a una amiga que me iba a esperar. Volví a casa, cogí el móvil y volví a bajar. De nuevo me di cuenta que había olvidado algo, esta vez el cronómetro, así que volví a subir. En estas estaba, subiendo y bajando, cuando recibí un mensaje de Ninfa de que si pasaban a recogerme y le dije que sí, porque ya no llegaba a la hora prevista ni de broma. Salí de casa, me recogieron a los pocos minutos y un poco más tarde estábamos aparcando el coche cerca de la boca del Cercanías de Doce de octubre. Cogimos el tren, hicimos trasbordo en Atocha y enseguida nos estábamos bajando en Recoletos. Yo había quedado a las 8:15 con mis antiguos compañeros de MaraT+D y aún quedaba bastante tiempo.

El ropero de la maratón era el más cercano a Cibeles, por lo que bajamos tranquilamente hasta allí, disfrutando del frescor matinal, que resultaba hasta agradable. Paré en un servicio a hacer mis necesidades y poco después dejamos la ropa en el ropero correspondiente y pusimos rumbo al Museo de cera, donde habíamos quedado. Por tomarnos las cosas con tanta calma, llegamos al punto de encuentro unos minutos más tarde, pero allí estaban los antiguos compañeros con los que estuvimos hablando tranquilamente y haciéndonos algunas fotos. Después nos deseamos todos buena suerte y partimos cada cual a nuestro cajón.

Con los antiguos compañeros maratidianos y algún extra

El cajón 2, el que teníamos asignado Ninfa y yo estaba bastante arriba, por lo que nos dimos un buen paseo, pasando por aseos en los que había bastante cola para utilizarlos. Mi compañera tenía ganas de entrar, pero al ver tanta gente no se decidía, hasta que llegamos a los servicios que estaban junto a la puerta del cajón 2 donde había menos gente y se decidió a entrar. Estuvimos unos minutos en la cola e íbamos viendo que el reloj se aproximaba a las 8:50 y no entrábamos, pero también veíamos que cada vez la gente acababa más pronto viendo la proximidad de su salida. Al final entramos los el uno y el otro y cuando nos metimos en el cajón faltaban escasos segundos para que dieran la salida. Dieron la señal y aún tuvimos que esperar un poco a que todo el mundo se pusiera en marcha y consiguiéramos pasar la línea de salida.

Salimos juntos pero enseguida noté que aunque no había corrido nada la última semana, el dolor en el talón derecho estaba ahí, me molestaba más de lo que yo pensaba, afortunadamente aunque el dolor me acompañó durante los 42 kilómetros, pude correr sin demasiados problemas. Ella había entrenado bastante más que yo y era tontería que yo fuese a su ritmo o que ella fuese al mío, así que traté de ajustarme a 5:30 que había fijado como ritmo de crucero y la vi alejarse metro a metro. Mucho mejor para los dos. En estos primeros kilómetros, que eran cuesta arriba, iba mirando el cronómetro para tratar de no ir más rápido de ese ritmo previsto y aún así alguno bajé de 5:30. Es lo que tiene la euforia inicial, que como te descuides vas más rápido de lo que debes.

Cuando llegué al punto más alto de la carrera, a la altura de las cuatro torres y para no obsesionarme con el ritmo pensé que lo mejor era ir pendiente de las pulsaciones, que no subieran nunca de 160, de modo que cambié la pantalla del GPS para ver únicamente las pulsaciones y olvidarme de los tiempos.

Bajé Bravo Murillo tratando de no acelerarme demasiado, llegué a Cuatro Caminos y giré a la izquierda por Raimundo Fernández Villaverde. Justo cuando cruzaba el puente sobre el Paseo de la Castellana vi que una de las zapatillas se había desabrochado, lo cual me extrañó porque estaba seguro que la había atado con doble nudo. Paré en el puente, até la zapatilla, apreté el doble nudo y apreté también el de la otra zapatilla. Fue un error porque el hecho de ir con las zapatillas tan apretadas hizo que con el paso de los kilómetros las dos uñas de los dedos gordos se pusieran moradas y me molestaran más que mi molestia original del tendón.

En estos kilómetros iban tan despreocupado de los tiempos y los kilómetros que en un momento dado me preguntó un corredor que esperaba a otro que cual era el kilómetro por el que íbamos y le dije que el ocho y pico, a lo que contestó que imposible, que no podía ser. Miré el GPS y vi que marcaba algo más de diez. Me comí dos kilómetros sin querer… Que luego me devolvieron con creces.

Al poco pasé por la estación de metro de Diego de León, donde me retiré el año pasado. Sonreí al pensar que este año al menos iba a hacer un tramo más largo que el pasado. Fue en ese momento cuando comenzó una maratón desconocida para mí porque nunca había pasado por esas calles corriendo y me pareció un tramo bastante duro. La subida de Velázquez, aunque estaba en el kilómetro 16 también se hace dura. El trocito de Serrano aunque corto, es duro. La calle Eduardo Dato, también es para arriba y Santa Engracia, también es en subida. Son unos cuantos kilómetros bastante duros, muy rompepiernas. En la esquina de la calle Serrano con el Paso elevado de Enrique de la Mata, al poco de que los de la media nos dejaran, fue muy emocionante porque me encontré con Juan, también maratoniano y ciclista al que hacía tiempo que no veía, que estaba animando en ese punto. No pude evitar pararme y darle un abrazo porque me hizo mucha ilusión verle.

Había quedado con mi madre en la calle San Bernardo, algo más abajo de Quevedo, a las 10:35, pero mientras iba corriendo pensé que había quedado a las 10:30, por lo que subiendo por Santa Engracia miré el reloj y vi que iba a llegar un poco tarde, así que aceleré subiendo por esa calle y seguí a buen ritmo por José Abascal y Bravo Murillo. Cuando llegué al punto donde habíamos quedado allí estaba mi madre esperando como sólo una madre puede hacerlo. Me dio una gran alegría encontrarla por lo que fui a por ella y la abracé y la besé mientras derramaba alguna lágrima por la emoción. Le dije que la quería y ella me dijo algunas palabras que me guardo para mí y que no creo que olvide mientras viva. Fue un momento no emocionante, sino emocionantísimo. Me dio un plátano, me despedí de ella y mientras iba por la calle San Bernardo buscando Gran Vía no conseguía detener mis lágrimas pensando en mi madre y en todo lo que representa.

Llegué a Gran Vía y allí vi a Elena y a Silvia, que me dieron gritos de ánimo y poco después en Callao me di de bruces con la media maratón. Miré el reloj y vi que llevaba 1h53, tiempo que me pareció bien, más o menos como en estas últimas maratones. Hice un examen de mi estado físico y vi que iba bien, pero no me dijo gran cosa porque he entrenado para una media y sabía que eso no me iba a suponer mucho esfuerzo.

Bajé por Preciados, subí por la calle Mayor y pensé que había menos gente y menos animación que otros años, lo cual no me extrañó porque al ser un sábado la participación es menor y el público también más escaso ya que mucha gente trabaja. Bajé la parte de Mayor que es favorable, giré a la derecha por Bailén y llegué a la Plaza de Oriente. Ese trozo de recorrido es adoquinado y empecé a notar dolores en las uñas de los pies, pero no lo di excesiva importancia, ya que poca cosa podía hacer sino aguantarme.

Subí por Ferraz donde cogí un trozo de plátano y una botella de agua, luego Rosales y el Paseo de Camoens hasta el Puente de los franceses. No iba mal por allí ya que el gran parte es favorable. En la Avenida de Valladolid, sobre el kilómetro 27, adelanté al bueno de Simba. Le pregunté que qué tal iba y me respondió que mal, que había estado con lumbalgia y que habían tenido que pincharle, que iba a llegar hasta el treinta donde le esperaban y que allí lo dejaría. Demasiado duró con ese problema, ya que yo, con un problema similar, me tuve que retirar el año antes en el diez. En ese tramo ya iba notando que tenía las piernas duras como rocas.

En la Glorieta de San Vicente estaba esperándome una gran mujer, que no sólo me hizo una bonita foto, sino que me acompañó una milla vestida de calle, dándome ánimos… Y haciéndome subir las pulsaciones por encima de las 170 cuando me había mantenido sobre 150 durante todos los kilómetros anteriores.

Chocando manos en la Glorieta de San Vicente

A la entrada de la Casa de Campo estaba mi cuñado esperándome, que iba a hacer conmigo esos últimos catorce kilómetros. Desde entonces fue dándome ánimos y cogiendo algunas botellas de agua y un líquido azul que creo era Powerade. Fue un error beber esa pócima porque me produjo unas molestias en las lumbares o cerca al beberlo, como si se hinchase la tripa y me produjese ese dolor. Muy raro.

Iba subiendo por la Casa de Campo rumbo al Parque de Atracciones y me seguía extrañando que las pulsaciones no bajaran de 170. Pensaba que bajarían después de llegar al punto más alto de la Casa de Campo, pero no fue así, seguían altas. Seguía sin mirar el ritmo al que iba, pero notaba que ya no era el mismo que llevaba antes de llegar a este bonito parque de Madrid. Entré en la Casa de Campo medio bien y salí medio mal. Había dejado casi todas mis fuerzas en estos seis kilómetros. La subida del metro de Lago me costó lo suyo, pero bajando la Avenida de Portugal vi que aún podía dar zancadas medio decentes, pensé que mal del todo no iba, pero me confundí porque en el Paseo de la Ermita del Santo me dejé las pocas fuerzas que me quedaban. Recordaba la última que pasé por este sitio que iba a un ritmo endiablado y esta vez no podía ni con las zapatillas. Seguía con las pulsaciones altas y pensé que a lo mejor el reloj no ajustaba perfectamente a la muñeca y estaba dando medidas erróneas. Lo puse un poco más arriba de la muñeca y lo apreté un poco más por si acaso. De todos modos pensé que ya iba tan mal que no iba a mirar ni las pulsaciones ni ninguna otra cosa. Me quedaban en ese punto seis kilómetros y sabía que ya era todo cuestión de sufrir y sufrir si quería llegar a meta.

Poco después en el Paso de la Virgen del Puerto me encontré con mi amigo Paco. Había coincidido con él en la Media de Madrid y pude comprobar que estaba muy bien de forma y me extrañó verle andando. Me puse a andar para preguntarle qué le pasaba porque le vi una carita… Me dijo que estaba un poco mareado y que estaba pensando en retirarse. Le animé porque estábamos cerca del 38 y si lo hacía se iba a acabar arrepintiendo, que andase un poco más hasta que se le pasase un poco y ver si luego podía ponerse a correr. Le dejé y me puse a trotar para afrontar la subida de la calle Segovia con «carrerilla». Hice casi toda la cuesta arriba corriendo, pero según iba subiendo iba notando que el tendón, que había sido una ligera molestia durante casi todo el recorrido, me iba doliendo más y más, por lo que decidí hacer los últimos metros caminando a buen ritmo y eso me alivió.

Subí la cuesta y me puse a trotar dispuesto a no volver a parar. Subí el Paseo Imperial al trote cochinero y al acabar la cuesta me dio mi acompañante un poco de Powerade que me sentó fatal, me empezó de nuevo a doler las lumbares y me tuve que parar a estirarlas un poco. Fueron unos segundos hasta que se me pasó. Comenzó la última bajada hasta el Paseo de las Acacias y desde ahí sabía que era todo cuesta arriba. No tiene mucha pendiente pero en esos dos últimos kilómetros cualquier subidita es como el Tourmalet. Seguí por ese tramo al trote cochinero, más lento aún del que había llevado en los últimos kilómetros y poco después de la Glorieta de Embajadores me adelantó Paco a buen ritmo. Me dio gran alegría ver que se había recuperado del desfallecimiento que tuvo quizás provocado por una deshidratación.

Llegué al kilómetro 41 y pensé sólo queda el kilómetro de gloria después de 41 de sufrimiento. Pero cuando vas tan mal, ni kilómetro de gloria ni nada, sólo queda seguir sufriendo. Llegué a Atocha, luego al Paseo del Prado y ya pude vislumbrar a lo lejos la pancarta de meta. Quise acelerar el paso, pero no podía de ninguna manera, así que me resigné a pasar la meta como iba, de aquellas maneras.

Paré el cronómetro poco después de pasar la línea de meta y vi que marcaba 3:56:45 aunque la organización me da 3:56:40. Un mal tiempo, pero esto no tiene truco, la maratón siempre te pone en tu sitio. No regala nada. Con esta maratón son ya 28 y lo más curioso es que coincide con mi carrera popular número 300. No está mal.

XIX Media maratón de Madrid

Después del mal sabor de boca con el que salí de la media de Villarrobledo me apunté a esta media maratón para ver si realmente estaba tan mal o sólo fue un mal día. Por desgracia después de esa media he estado algo tocado del tendón de Aquiles y me presenté a esta carrera con poco entrenamiento, un tanto mosqueado con mi tendón… Y con dudas de si mi dieta de croquetas del día anterior había sido la más adecuada para enfrentarse a una carrera. Y es que el fin se semana se celebraba en el barrio de San Fermín la ruta de croqueta y estuvimos haciendo una ronda por unos cuantos bares probando las deliciosas croquetas que allí servían. Aprovecho para decir que para mí las mejores fueron las del bar Ánfer, que sirvieron una plato con un sugerente nombre: Flor de croquetillas con nueces y queso azul. Realmente deliciosas. Mi voto fue para este plato. Y eso que probé otras que también estaban bastante ricas.

Flor de croquetillas con nueces y queso azul del bar Ánfer. Realmente deliciosas.

No sé si por las croquetas, por las cervezas o por los nervios, el caso es que tardé en dormirme, aún así me levanté a las 6:45, tranquilamente estuve desayunando y preparando las cosas para salir de casa una hora más tarde. Sin prisa me acerqué hasta la parada del autobús seis y sobre las ocho y cuarto estaba bajándome del autobús en Atocha. Subí por el Paseo del Prado y lo primero que hice fue ir al servicio. Sospechaba que los químicos que pone la organización estarían a tope por lo que me metí en uno de esos públicos que hay por diversos lugares de Madrid y que por 10 céntimos puedes hacer uso de ellos. Después de soltar el dinero y entrar me di cuenta ¡que no tenía papel! Menos mal que llevaba un pañuelo de papel. No sabía que estos servicios estaban tan desatendidos.

Con un par de antiguos compañeros y alguno más

Después de aliviarme me encontré con un ex-compañero del trabajo que había quedado con otro ex-compañero, así que esperamos a que apareciera este segundo y estuve con ellos aprovechando para hicernos una bonita foto donde se aprecia al fondo las tiendas de campaña militares que habían habilitado como guardarropa y que se convirtió en blanco de las críticas de casi todos los participantes por la mala gestión a la hora de devolver las bolsas, ya que hacía bastante fresco y más de uno se quedó congelado esperando.

Me puse de corto, dejé la bolsa y calenté un poco, no demasiado porque ya eran las nueve y en un cuarto de hora comenzaba la prueba. Me estiré después del breve calentamiento y me metí en el cajón correspondiente donde estuve esperando pacientemente que dieran la salida. Había pensado en las cuestas arriba ir sobre 4:30 y en las cuestas abajo ir lo más rápido que pudiera. Tampoco es que pudiera ir mucho más rápido porque los entrenamientos a umbral los he estado haciendo a 4:20 y me han costado dios y ayuda. Efectivamente hice el primer kilómetro en 4:32 dentro de lo previsto porque subir hasta la Puerta de Alcalá no es precisamente fácil. El segundo lo hice en 4:23 y de algún modo recuperé esos segundillos del kilómetro anterior.

La primera mitad de la media maratón es cuesta arriba con algún tramo favorable, mientras que la segunda parte es cuesta abajo con algún tramo hacia arriba. Siempre digo que lo que se pierde subiendo no se gana bajando, así que no es una carrera precisamente fácil. El kilómetro seis, subiendo por Santa Engracia, donde estaba ubicado el primer puesto de avituallamiento fue el más lento, donde me fui a 4:43. Siempre se pierde un tiempo entre que coges la botella y echas un trago y si encima es cuesta arriba, te caen segundos sin querer.

Cuando se llega al punto más alto de la carrera, cerca de las Cuatro Torres, se gira 180º y se baja hacia Plaza Castilla. Esta es la mía, pensé, ahora se van a enterar todos aquellos que me han pasado subiendo Bravo Murillo, pero al hacer el giro me di cuenta que había un desagradable viento frontal que no sólo soplaba con fuerza, sino que venía frío, así que contuve mis impulsos, cogí una botella de agua y traté de no perder tiempo mientras bebía.

Por Mateo Inurria, que sí es una buena cuesta abajo me emocioné y estiré la zancada, marcando un parcial bastante rápido, pero se gira a la derecha y se coge la Avenida de Pío XII que es de nuevo cuesta arriba. Otro puñado de segundos que se pierden. Sí es verdad que un kilómetro después empieza el terreno más favorable porque aunque aún quedan repechitos, estos son muy cortos. Fueron, obviamente, los kilómetros más rápidos, como imagino que les ocurrió a todos.

Llegando al Parque del Retiro hay que hacer un giro de casi 180º y ahí vi a mi amigo Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés. No sé si es que yo me había ido acercando o bien me había pasado y no le había visto, lo cual es lo más probable… O bien no era él, porque luego vi en la clasificación que bajó de hora y media. Se me pasó por la cabeza tratar de acercarme, pero lo deseché enseguida porque ya iba bastante justo. Luego bajando Menéndez Pelayo llegué a la altura de un calvorota y pensé que podría tratar de que no se me fuese. Era una manera de motivarme en esos últimos kilómetros porque ya se me iba haciendo larga la carrera.

Tampoco pude hacerme con el calvorota por lo que me centré en tratar de mantener el ritmo que llevaba y olvidarme del resto. Estos dos kilómetros bajando Menéndez Pelayo y por el Paseo de la Reina Cristina fueron bastante buenos, ya que los hice en 4:15 y 4:16, de los más rápidos de la carrera. Desde Atocha hasta meta es de nuevo terreno ascendente y ahí se me fueron también algunos segundos… Y eso que apreté los dientes para llegar a meta lo más pronto posible.

Apretando los dientes ante la presencia de la meta

Atravesé el arco de meta justo cuando el crono pasaba de 1h33 a 1h34, marcando un tiempo oficial de 1:33:46 muy contento porque mejoré el tiempo de la media de Villarrobledo y acabé con muchas mejores sensaciones. Queda claro que lo de Villarrobledo fue un mal día.

Lo peor vino después porque fui a recoger la ropa que había dejado en el guardarropa y había una cola de impresión en la tienda del número 6. En un principio en la cola estaba al sol, pero según me iba acercando, la sombra me cubría y empecé a sentir frío. Bueno, no fue mucho lo que estuve porque luego la mochila estaba ahí mismo, pero cuando me iba con mi ropa, vi que la cola para recoger las mochilas era muuuucho más larga que cuando me tocó a mí esperar. Creo que es un punto negro que debe mejorar la organización.

XV Media maratón de Villarrobledo

He vuelto de Villarrobledo un poco triste. Triste por la carrera en sí porque el día ha sido fabuloso con los compañeros. Sabía que no iba bien entrenado, pero pensaba que no lo iba a pasar tan mal como lo he pasado en los últimos kilómetros de la carrera. Menos mal que Joaquín sí ha podido continuar a su ritmo y ha conseguido auparse al primer puesto del cajón en locales de su categoría y segundo contando con los forasteros. Y no le faltó mucho para quedar también primero porque sólo estuvo a 28 segundos. Me consuelo si al menos los catorce kilómetros y medio en los que estuvimos juntos le serví de ayuda.

Aunque la salida de la media era a las diez y media, el día empezó temprano para nosotros ya que habíamos quedado con Emilio a las siete y media para salir de Madrid a Villarrobledo, que está a unos doscientos kilómetros. Llegamos unos minutos tarde al punto de encuentro y ya estaba allí Emilio con un amigo suyo, Rafa, que también se venía con nosotros a tierras albaceteñas. Así que serían las siete y treinta y cinco cuando salimos y dos horas más tarde estábamos aparcando al lado del Polideportivo de los Pintores, lugar donde está situada la línea de salida y la de meta.

Componentes del Club Atletismo Zofío cada uno con la camiseta que le apeteció ponerse. Libertad de expresión lo llaman 🙂

Dentro ya del polideportivo estuvimos esperando a que llegara Joaquín, que lo hizo al poco. Nos entregó los dorsales, los colocamos en el pecho y volvimos al coche a dejar parte de la ropa y otro poco lo dejamos en el guardarropa habilitado dentro del polideportivo. Nos habíamos llevado prendas de repuesto para después ducharnos y estar presentables para la comida posterior.

Entre unas cosas y otras cuando quisimos calentar un poco sólo faltaban diez minutos para el comienzo y poco pudimos calentar, pero al ser una carrera tan larga tampoco hace falta un calentamiento exhaustivo. Hicimos unos trotes suaves y nos colocamos en el pelotón esperando el pistoletazo de salida. Fue en ese momento cuando dijeron por megafonía que la salida se retrasaba unos minutos porque un autobús que venía desde Leganés había sufrido algún percance y llegaba con retraso, que esperábamos al equipo Maratonianos de Leganés que venían en el bus. También dijeron por megafonía que sólo darían premios a los tres primeros de la general y al primero de cada categoría. Así que el segundo y el tercero sólo les quedaría el puesto, nada de premio ni reconocimiento. A mí compañero Joaquín no le hizo mucha gracias e imagino que lo mismo ocurriría con otros tantos, que a pesar de su edad se esfuerzan cada día para tratar de subir al pódium. Me pareció muy mal esta decisión de la organización. De hecho creo que esta va a ser mi última participación en esta carrera.

Tampoco esperamos demasiado porque tres minutos más tarde dieron la salida. Mi idea era acompañar a Joaquín para que tratase de hacerlo lo mejor posible y pudiera subir al cajón al menos como local porque ya le habían dicho que el primero puesto de su categoría era imposible. Salimos al buen ritmo y el primero kilómetro lo pasamos en 4:14, lo que me pareció muy rápido, pero ese primer kilómetro cuenta con un tramo cuesta abajo donde sin querer se te van las piernas. Yo quería ir sólo unos segundos por debajo de 4:30 para poder llevar un ritmo majo, pero sin pasarnos, que el entrenamiento no había sido todo lo bueno que me hubiese gustado. Poco antes del tercer kilómetro hay un giro de ciento ochenta grados y ahí vimos a dos corredores con la camiseta del club local que Joaquín pensó que eran de su categoría y al verlos por delante le dio un poco de bajón porque pensaba que le iban a ganar.

Hicimos esa primera vuelta haciendo algunos kilómetros por encima de 4:30 y otros por debajo, por lo que me pareció que no íbamos mal; sin embargo, llegando a esa primera mitad noté que llevaba la boca seca, muy seca, lo cual me extrañó un poco porque hacía calor pero tampoco era una cosa exagerada, pero me notaba algo deshidratado por lo que cuando nos dieron agua sobre el kilómetro once, lo agradecí sobremanera, me dio la vida. Eso provocó que acelerara el ritmo casi sin querer, animado además por una chica que nos adelantó y que llevaba un ritmo similar. Unos de los que habíamos visto en el tercer kilómetro que Joaquín presumía iba a ser un rival, lo vimos andando, así que uno menos en la lucha por el cajón.

Por el kilómetro 9 con la boca seca, seca

Si el agua del kilómetro once me dio la vida, la que nos dieron pasado el catorce me dejó seco. Antes de llegar a ese punto ya se me había pasado el efecto de la anterior botella y notaba de nuevo la boca muy seca, estaba deseando volver a beber y el caso es que antes del avituallamiento oficial nos dieron unas botellitas azules y fue echar un trago y perder el ritmo que llevaba y ver que el grupo con el que iba, donde iba bien instalado Joaquín, se marchaba unos pocos metros.

Pensé que podía volver a integrarme al grupo, porque el parón podía deberse a un gesto instintivo al beber agua, pero me di cuenta que no, que no iba bien, que las piernas me pesaban, que seguía con sed incluso después de beber, tanto que tuve que coger otra botella en el siguiente puesto de avituallamiento que no estaba muy lejos del puesto de botellitas azules. Mi único consuelo era ver que Joaquín no perdía ritmo y seguía en el grupo. Sospecho que el haber adelantado a un rival le dio ánimos para continuar a buen ritmo.

Poco a poco el grupo me iba sacando cada vez un poquito más. Me adelantó un grupo de cuatro, luego otro grupo de tres, lo que indicaba que iba realmente mal. Tuve un momento medio bueno cuando iba por la Avenida Presidente Adolfo Suárez porque el terreno era descendente, pero al acabar esa calle y embocar en la Avenida Francisco Tomás y Valiente me di cuenta que iba mal, muy mal. La piernas me pesaban, la boca estaba de nuevo seca y me quedaba casi un kilómetro contra el viento en ese bulevar que se hace largo, largo aunque vayas bien. Así que cuando vas mal…

Después de esa larga recta con viento en contra llega una parte que se hace dura si vas mal porque es ligeramente cuesta arriba y también daba el viento en contra. Me planteé como objetivo no subir de cinco minutos el kilómetro, pero no pude, no iba. Creo que llevaba las piernas peor que en los últimos kilómetros de algunos maratones. Algo tremendo.

Se acaba esa ligera cuestecilla en el kilómetro veinte y quedando sólo un kilómetro traté de acelerar todo lo que pudiera, pero ya estaba para pocos trotes. Llegué a meta con un tiempo oficial de 1:36:15 haciendo el peor tiempo de mis cinco participaciones, cinco minutos más que el año pasado cuando tuvimos que pelear contra un vendaval y ¡diez minutos más tarde de cuando conseguí aquí mi MMP en media maratón! Una carrera para olvidar. Debí llegar en mal estado porque Joaquín lo primero que me dijo fue que me limpiara la boca. Luego cogí dos plátanos, una manzana y dos botellas de agua y me senté en una de las sillas tratando de recuperarme del esfuerzo, totalmente agotado.

Joaquín en el cajón, luciendo orgulloso la camiseta del Club Atletismo Zofío

Fue una buena jornada para el Club Atletismo Zofío porque Joaquín fue segundo en su categoría y primero también en su categoría pero local. Emilio fue también segundo en su categoría y la fémina del grupo fue tercera. Lástima que no pudieran subir al cajón. Un detalle muy feo de la organización por no premiar el esfuerzo de estos atletas veteranos que entrenan con todas sus fuerzas por subir al pódium. Curiosamente Emilio subió al pódium por ser el atleta más veterano y Joaquín por ser el primero local.

Como otras veces, en el polideportivo pusieron unas mesas con comida y bebida para los corredores y acompañantes, pero esta vez sólo vi panchitos y cortezas. La primera vez que vine a Villarrobledo, en el año 2011, en las mesas podías encontrar además de frutos secos, queso, lomo, jamón, vino y no sé cuantas cosas más. La cosa ha ido empeorando año a año visto lo visto. Pero lo peor, lo de las categorías, un detalle muy feo de la organización.

Luego ducha y comida con los compañeros, disfrutando de una muy agradable velada. Lo mejor del día sin lugar a dudas después del fiasco de los 21 kilómetros.

Centennial Parkrun

Llevaba ya unos cuantos años con ganas de participar en una prueba de Parkrun, de hecho me interesé en su momento para tratar de realizar pruebas de este tipo en Madrid, pero me dijeron muy amablemente que me cantase otra.

Aprovechando que estaba en Sídney busqué si se celebraba alguna prueba y vi que sí, que se celebran varias en esta ciudad, por lo que lo primero que hice antes de irme a las antípodas fue darme de alta en parkrun.com y pude conseguir mi código Parkrun, que no es otro que el A5340602.


Mi código de barras Parkrun

Participando en cualquier prueba de Parkrun en cualquiera de las ciudades de unos cuantos países, llevando mi código estoy identificado y saldré en las clasificaciones de esa prueba. La jugada es plastificar el código de barras, ya que con el sudor se puede estropear, cosa que a mí estuvo a punto de pasarme.

Este tipo de pruebas se celebran como he comentado en un montón de parques de un montón de ciudades de unos cuantos países como Reino Unido -donde surgió este invento, Australia, Canadá, EEUU, Francia, Alemania, etc. Se pueden ver los distintos países en esta página: https://www.parkrun.com/countries/

Cada sábado, en bastantes parques se suele celebrar a las 9:00 de la mañana la prueba, que suele ser de 5 km. En algunos sitios, por ejemplo en Sídney, las pruebas comienzan a las 8:00, no sé si porque ahora es verano.

La gente se agrupa en el punto de salida, el director de carrera explica cómo es el circuito y da algunas recomendaciones y poco después da la salida. Hay unos cuantos voluntarios en los cruces y en la llegada. En los cruces para indicarte el camino y en la llegada para coger los tiempos, darte un ítem con tu posición y escanear ese ítem y tu código de barras. Con eso se obtiene de manera rápida y sencilla la posición y el tiempo realizado.

Y una vez contado un poco cómo funciona este gran invento paso a relatar mi experiencia en las antípodas.

En la página web de Parkrun, que no es otra que https://www.parkrun.com vi que en Sídney se celebran varias pruebas de este tipo. Vi que la más cercana al sitio donde estaba alojado era una celebrada en el Parque Centennial y en la misma web vi el punto donde daban la salida dentro de ese parque. Vi también que la prueba -casi que me resisto a decir carrera- daba comienzo a las 8:00, así que calculé que cogiendo el autobús 379 poco antes de las siete podía llegar a tiempo.

Muy optimista yo, puse el despertador a las siete menos cuarto, por lo que cuando llegué a la parada el autobús ya había pasado. Miré en la tabla de horarios y vi que el siguiente pasaba media hora después, así que se chafó esta primera parte del plan. Sabía que no muy lejos de allí, en Bondi Road, pasaba el 333 y éste también me dejaba cerca de ese parque, así que decidí ir trotando hacia esa calle, pero en vez de ir por el camino más corto pensé que yendo en diagonal podía llegar a esa calle y comprobar si el autobús que fuese a llegar me iba a servir o no.

Al final, mucho zigzaguear, mucho ir en diagonal, que cuando me quise dar cuenta ya estaba en Bondi Junction que era el destino tanto del 333 como del 379, por lo que tuve que seguir trotando, pero ya muy cerca del parque. Llegué al parque y seguí al trote buscando la salida que sabía más o menos donde estaba, pero pensé que no tardaría en ver a un numeroso grupo de corredores, aunque lo primero que vi fueron grupos y grupos de gente en bicicleta.

No tardé demasiado en encontrar el grupo de gente. Faltaba aún un cuarto de hora y había hecho un calentamiento que estaba ya casi cansado porque me tocó que subir alguna que otra cuesta en el rato que estuve trotando desde casi la costa hasta este parque. Menos mal que llevaba una botella de agua y pude echar algún trago de agua mientras la gente hacía un corro alrededor del director de carrera, que explicaba algunas cosas en perfecto australiano, que es un idioma que la gente dice que se parece al inglés, pero que yo no encuentro el parecido por ningún sitio. Mientras lo explicaba, me acerqué a una voluntaria que tenía un mapa grande y me estuvo contando cómo era el circuito porque era de ida y vuelta en algunos tramos.


Tan contento antes de la carrera mostrando mi código de barras y luciendo la camiseta del Club Atletismo Zofío

Cuando acabó de explicar lo que explicase preguntó si había gente que había venido de fuera y algunos contestaron que si yo he venido de aquí, que si yo de allí. Yo dije que había venido de Spain y me llevé el aplauso entusiasta de algunos participantes, cosa que agradecí sobremanera. Miré el reloj para ver qué hora era, porque me estaba pareciendo que se estaban pasando de la hora y, efectivamente, ya eran más de las ocho.

Fue un fallo de principiante lo de mirar la hora, porque se perdió la conexión GPS y cuando dieron la salida el chisme aún no se había sincronizado, eso provocó que cuando lo puse en marcha ya llevaba unos cuantos metros recorridos y unos cuantos metros perdidos porque me hizo salir más despacio de lo que me hubiese gustado.

El hecho de salir algo más despacio provocó que tuviera que ir adelantando gente en al menos durante el primer kilómetro y no era sencillo adelantar porque al ser por un parque no eran los caminos muy anchos y además poco después del primer kilómetro se volvía por el mismo camino, por lo que aún era más estrecho. Fue en ese primer trayecto de ida y vuelta cuando vi que un chavalín, que tendría poco más de diez años, iba en segunda o tercera posición a una velocidad endiablada.

Yo seguí fuerte, pero sin darlo todo, porque no sabía lo que me iba a encontrar y porque había entrenado poco y despacio las dos últimas semanas. Me salieron los kilómetros a un ritmo de 4:13, 4:22, 4:10, 4:23 y 4:08. En el último kilómetro sí apreté de lo lindo, pero aún así me adelantaron dos tipos prácticamente en la línea de meta.

Al entrar en meta me dieron en ítem con la posición y vi que había llegado en la posición 80. Unos cuantos metros más allá una voluntaria escaneó el ítem y mi código de barras. Cruzando la posición, con el código de barras y con el tiempo recogido con el cronómetro por otro voluntario obtuvieron en poco tiempo la clasificación porque antes de llegar al alojamiento me llegó un correo indicando que había realizado un tiempo de 21:38.


Extracto del correo que me enviaron con la clasificación

En ese correo cuenta también que acabé el 80º de 407 corredores, 74º de los chicos y 6º de mi categoría. Además hay un enlace a la clasificación. La gracia que tiene la clasificación es que se puede ordenar por diversos campos. Uno muy interesante es el Age Grade que es un porcentaje. Ese porcentaje indica cuanto de cerca estás del récord del mundo de tu categoría en esa distancia, de tal modo que si haces récord del mundo obtendrías un 100%. Yo sólo obtuve un 69,88% que no está mal, porque me situaría en posición 38º de la clasificación. Ojo que esta posición puede ser engañosa porque pudiera haber corredores que hayan hecho mejor porcentaje pero no aparece este porcentaje en la clasificación porque corrieron sin su código de barras.

Con esto del porcentaje se pueden ver cosas curiosas. El 12º de la clasificación, un tal Jose Carvalho, con una edad entre 60 y 64 fue el mejor de todos con un porcentaje de 87,22%. A mí me parece un marcón, ya que se me ha ocurrido compararlo con los que obtuve yo en la Carrera del Zofío de 2017, donde el ganador fue José Antonio Morales Robles con un porcentaje de 84,16%. No conozco a este tal Jose Carvalho, pero debe ser un máquina de cuidado.

LX Trofeo Marathon de cross

Puede parecer poca cosa, pero que una prueba vaya ya por la 60ª edición es digno de todo elogio. Para empezar a aplaudir y no parar.

Me había inscrito en la prueba popular que empezaba a las once y cuarto, más tarde que otras veces, así que cuando llegué por allí había más coches que otras veces y lo tuve que dejar lejos, lo cual me hizo una mala jugarreta.

El caso es que aparqué el coche, fui andando tranquilamente hacia la salida y mientras estaban corriendo unos jovencitos a toda leche por el circuito, creo que eran sub 18. Llegué a donde daban el dorsal y lo recogí en un periquete. Dejé la ropa en el ropero excepto una camiseta de manga corta que no quise dejar para no enfriarme, ya que aunque no hacía mucho frío, había un viento bastante fuerte y éste sí venía frío.

Estuve viendo un poco el circuito y vi que estaba bien, así que deseché las zapatillas de trail que había utilizado en el Cross de Leganés, correría con las que voy habitualmente. Cuando llevaba un rato trotando fui hacia el coche a dejar la camiseta. Llegué al coche, dejé la prenda y me di cuenta que faltaban seis minutos para que empezara la prueba. Calculé a ojo que estaba a más de un kilómetro de la salida, por lo que tenía que ir a buen ritmo para salir a tiempo. Y eso fue lo que hice, tuve que acelerar de lo lindo. Cuando llegué, afortunadamente no había empezado la prueba porque se retrasó tres minutos. En ese ratito pude ver a Antonio y a Javi, de los corredores de Parque Sur y me puse detrás de ellos. Ambos corren bastante más que yo, por lo que pensé que podrían servirme de liebres.

Dieron la salida y aunque estaba muy cerca de los primeros, enseguida me vi muy atrás. Javi, el que iba justo delante de mí no debía andar fino y salió despacio. En esos metros que estuve a su espalda me adelantaron ciento y la madre.

Dimos una primera vuelta pequeña con un par de subiditas y luego pasamos por meta para hacer las dos vueltas grandes. El comienzo de cada una de las vueltas es favorable y es donde se puede correr más deprisa porque además es cuesta abajo. Ahí fue donde hice los mejores tiempos por kilómetro, pero tampoco anduve lo fino que me hubiese gustado. A Antonio lo veía como a cincuenta metros, pero no había forma de acercarme y al final me sacó más metros todavía. Yo llegué algo justo a meta. Al menos no se me dio tan mal como la semana anterior en Leganés, aunque también es verdad que este cross es más «corrible» que el otro, ya que no tiene esas subidas y bajadas tan pronunciadas y el firme está mejor.

El caso es que anunciaban un recorrido de 5,5 km y había pensado antes de empezar que si bajaba de 23 minutos estaría bien y al final bajé de 23 minutos… Pero no eran los cinco kilómetros y medio que ponía en el reglamento, tendría trescientos metros menos. Acabé con un tiempo de 22:20 @ 4:16 min/km. Me hubiese gustado ir más rápido, pero es lo que hay. Si no se puede no se puede, no sirve dar más vueltas.

Después de la carrera me fui rápidamente al guardarropa a recoger la ropa de abrigo. Me abrigué, me tomé el bote de bebida isotónica y me comí unas tortitas. Mientras estaba comiendo me encontré con una amiga y con Javier, del Club Marathon, antiguo compañero maratidiano. Fue un placer saludarle y además nos hicimos una bonita foto.


En el Trofeo Marathon de cross 2019