V Pachanga de las aficiones

Aunque prometí el año pasado que no iba a volver a correr esta carrera, lo he vuelto a hacer. Parezco un político, prometiendo y no haciéndolo, pero como dije el otro día, quería aprovechar mi estado de forma para intentar bajar de cuarenta minutos una vez más.

Habíamos quedado cuatro pradolongueros a las 7:15 en la estación de Renfe de Orcasitas. Puntualmente nos juntamos allí los cuatro y en menos de media hora nos bajábamos en la estación de Nuevos Ministerios y antes de las ocho ya estábamos en las inmediaciones de la línea de salida. Lo primero fue una visita al váter y rápidamente a quitarnos la ropa y dejar la mochila en el guardarropa para que no me pasara lo del año pasado, que me tocó correr con la mochila. Pero antes de dejar los chismes, nos hicimos una foto los cuatro pradolongueros.

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Con los compañeros pradolongueros

La recogida de la ropa fue lenta, muy lenta. Había que meter las pertenencias en una bolsa de basura, te daban una pulsera con un número y el mismo número era pegado a la bolsa. Luego enhebraban con una cuerda todas las bolsas de basura una detrás de otra. Un curioso sistema muy bien pensado para perder el tiempo, porque además, aunque había bastantes camiones, hasta que no se llenaba uno, no empezaban con el otro, lo que provocaba atascos ya desde el primer minuto.

Después de entregar la ropa, para no quedarnos fríos, a Miguel se le ocurrió la genial idea de refugiarnos en un cajero automático. Allí estuvimos estirando y a las ocho y media fuimos a la puerta cero del estadio donde nos esperaba Iñaki. Con el que nos hicimos otra foto…

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Con los compañeros maratidianos

Después de la foto a calentar un poco antes de buscar un sitio en la salida. Y cuando faltaban diez minutos para el comienzo a buscar un hueco lo más cerca de la línea de salida. Casualidades de la vida, fui a meterme justo en el sitio donde estaba mi amigo y tocayo con el que corrí un montón de kilómetros en la media de Getafe de 2013.

Me comentó que iba a hacer sobre cuarenta minutos y me pareció mejor opción que ir con Quique y Miguel, ya que este último tenía intenciones de bajar de treinta y ocho minutos para poder correr la San Silvestre Vallecana internacional. Y yo, ni por asomo iba a poder seguir su ritmo, sobre todo viendo sus entrenamientos en el parque donde le habíamos visto fuerte, fuerte.

Poco antes de dar la salida sonó el himno del Madrid, que no fue muy coreado por los merengues; sin embargo, cuando sonó el himno colchonero, el carril donde estaban ubicados los indios comenzó a tronar con miles de gargantas siguiendo el himno. Una curiosa diferencia entre las dos aficiones. Ya podían aprovechar y hacer un derbi a tres bandas, incluyendo al Rayo Vallecano, que también es equipo de la capital y de primera.

Después de ese momento emocionante dieron la salida y me puse en marcha como alma que lleva el diablo. Quique y Miguel salieron más deprisa aún. Los veía alejarse metro a metro. Iban lanzados como cohetes a por su objetivo.

El primer kilómetro es casi todo cuesta arriba. Se sube por la Castellana hasta la plaza de Cuzco, allí se hace un giro de ciento ochenta grados y comienza la cuesta abajo. Al poco de empezar a bajar se pasa por el primer hito kilométrico. El cronómetro marcaba 4:09 que lo di por bueno ya que era el comienzo y cuesta arriba. Ya habría tiempo hasta Neptuno para mejorar los parciales. Y así fue, el segundo kilómetro ya hice 3:44 y el tercero en 3:50. En ese kilómetro pensé, «ya he compensado esos primeros nueve segundos que perdí con este tercero, y encima tengo un colchón de quince segundos. tengo que seguir tratando de moverme a esos ritmos».

El cuarto kilómetro fue mejor todavía, el cronómetro marcó 3:41 y era una gozada ir a esos ritmos impensables en un terreno llano… o cuesta arriba.

Antes de llegar a Colón uno de los corredores que iba delante de mí cayó al suelo cual largo era. Había un policía cerca y se aproximó para ver qué pasaba. Espero que fuese sólo el susto.

Ya en la plaza de Colón, alcancé a la tercera clasificada, que iba acompañada por una bicicleta de la organización indicando su posición. Al salir de la plaza, mientras adelantaba a esta chica, la que iba cuarta también la adelantó. Esta chica iba más deprisa y enseguida me sacó unos diez metros. Vi que junto a la chica y la bicicleta iba el amigo con el que había coincidido en la salida. Su gorra amarilla me iba marcando el ritmo. Yo trataba de que no me sacase demasiado.

Pasamos Cibeles y llegamos al avituallamiento. No vi el punto kilométrico cinco y bien que me alegro porque siempre suelo tener un bajón entre el cinco y el seis, así que pienso que lo pasé mejor así, aunque después del agua, se llega a Neptuno y ahí se dobla a la derecha para afrontar la cuesta de la Cueva de Alí Babá, más conocida como el Congreso de los diputados. Casi enfrente de los leones del congreso está situado el punto kilométrico seis. Ahí vi que estos dos últimos kilómetros los había hecho en 7:57. ¡Bien! No pasé de los ocho minutos.

La cuesta de la Carrera de San Jerónimo se hace bastante dura, a mí al menos me costó. Es quizás el tramo más duro porque está esta cuesta y luego también es hacia arriba desde Sol hasta la plaza de la Villa. Ahí se me fue el kilómetro a 4:14, pero lo di por bueno. El tramo más complicado y no demasiados segundos por encima de los cuatro.

Acaba Mayor y se llega a Bailén. Se pasa por San Francisco el Grande y hay otra pequeña cuesta para llegar a la Puerta de Toledo, pero es poca cosa, aunque por aquí ya no iba muy fino, por lo que me entraron los típicos pensamientos negativos: «¿qué hago yo aquí sufriendo como un perro?, ¿merece la pena pegarse esta paliza?». Lo típico. Aún así conseguí hacer 3:57 en ese kilómetro. Ya tenía claro que bajaba de cuarenta seguro… a no ser que ocurriese alguna desgracia.

Desde la Puerta de Toledo empieza la cuesta abajo más pronunciada de la carrera, que transcurre por el Paseo de Pontones. Hay que darlo todo para recuperar segundos en esa zona, pero sin dejarse todas las fuerzas que aún queda la fiesta final. Bajando Pontones se llega a una plaza por la que suele pasar la maratón de Madrid, la plaza de Francisco Morano. Ahí se gira a la izquierda y se baja por el Paseo Imperial donde está el kilómetro nueve. Ayudado por esa cuesta abajo hice ese kilómetro en 3:47. ¡Ya estaba la cosa hecha!

Se llega a Pirámides, se gira bruscamente a la derecha por Alejandro Dumas y al fondo ya se ve el Vicente Calderón, pero no se llega al estadio por Paseo Melancólicos, sino que se sigue por Alejandro Dumas y a unos trescientos metros de la llegada viene la fiesta final. Una cuesta de las que hace daño en las piernas, sobre todo por el desgaste que ya se lleva.

Antes de comenzar la cuesta ya había perdido a mi amigo de la gorra amarilla, pero la tercera clasificada no estaba demasiado lejos. Comenzamos la cuesta arriba y todavía me quedaba algo de fuerzas. Allí adelante a algunos que me precedían. La chica sufrió bastante en esa subida y también conseguí pasarla.

Al coronar la cuesta ya está todo hecho. De nuevo se llega al Paseo de Pontones y sólo hay que «tirarse» ya a la meta que está ahí mismo. Apreté todo lo que pude y paré el cronómetro cuando marcaba 39:13. ¡Increíble!, no sólo bajé de cuarenta minutos, sino que hice mejor marca personal. Parece que mi reloj marcó más de la cuenta, debió ser que lo paré demasiado tarde, el caso es que el tiempo oficial es tres segundos menos: 39:10

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Tiempos por kilómetro

Lo curioso es que no estoy muy contento con esta MMP, ya que aunque la carrera está homologada, el hecho de que muchos kilómetros sean cuesta abajo provoca que la marca no sea muy satisfactoria. Probablemente, en una carrera llana hubiese rondado los cuarenta segundo arriba, segundo abajo. Pero bueno, ahí queda anotado esta marca.

El que sí estaba contento, pero que muy contento, es mi compañero Miguel, el vallecano, que había conseguido su objetivo de bajar de los treinta y ocho minutos. Nada menos que 37:37 consiguió hacer. Tuvo incluso la osadía de llegar antes que Quique. Se ha ganado de pleno derecho poder participar en la San Silvestre Vallecana Internacional. ¡Enhorabuena!

Después de la carrera, fuimos al camión a retirar la bolsa. Un auténtico desastre. Nosotros que llegamos al camión no muy tarde, estuvimos más de diez minutos esperando porque el sistema de enhebrar una bolsa con otra es absolutamente improductivo. Para sacar una bolsa tienen que andar sacando todas las anteriores y la cosa se eterniza. Deberían pensar otro sistema porque este es claramente ineficaz.

Aunque es meramente anecdótico, decir que según la organización, ganaron los rojiblancos. Se supone que suman los tiempos de todos, pero no me extrañaría que lo hiciesen de tal forma que este año ganas tú, luego gana el otro. Vamos, tipo bipartidismo, que es lo que se lleva.

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Curioso diploma

Aprovecho para anotar el peso, según la rutina semanal. Aunque había conseguido bajar de los sesenta y ocho durante dos semanas, esta vez he vuelto a subir. Ayer la báscula marcaba 68,4 kg. Tengo que controlar, tengo que controlar, tengo que controlar, … Tendré que repetir este mantra una y otra vez cada vez que me siente a la mesa.

¡Menudo ladrillo me ha salido!

XVI Carrera popular de Portillo de Toledo

Viví en Fuensalida, a un kilómetro de Portillo, a finales de los setenta. En aquel entonces, estas dos poblaciones vecinas contaban con un buen número de fábricas de zapatos que hacían la competencia a las fábricas de Elche y alrededores. Multitud de trabajadores llegaban todos los días de los pueblos de los alrededores para trabajar en las fábricas. Después, como todo el tejido industrial de este país, se fue al garete. Ahora poca cosa queda ya de aquel entonces.

Pero una de las fábricas que ya existían en aquel entonces y que todavía subsiste es Joma, que pasó de ser un negocio pequeño a una gran multinacional con filiales propias en Estados Unidos, Cuba, México, Panamá, Hong Kong, Italia, Alemania y en Reino Unido y una red de distribución que la hace estar presente en más de setenta países de los cinco continentes.

Pues bien, con estos antecedentes, la carrera de Portillo no podría estar patrocinada por otro que no fuese Joma y la verdad es que la empresa se vuelca con la carrera. Cada año esta carrera es de las más atractivas desde el punto de vista de la bolsa del corredor. Este año nos han agasajado con una camiseta, una sudadera y unos calcetines. ¡No está nada mal!

La prueba consta de diversas categorías. Los más pequeños comenzaban a las diez de la mañana y la carrera de los adultos a las doce. Teniendo en cuenta que habían cambiado la hora esta noche, la carrera empezaba realmente a la una. Una hora bastante tardía para ponerse a correr, teniendo en cuenta que en Madrid las carreras comienzan a las nueve.

A las ocho de la mañana arriba, desayuno y en vez de salir pitando… a esperar a que fuese algo más tarde para salir de casa. Raro, extrañas sensaciones, no estoy acostumbrado a estar esperando para ir a una carrera.

A las diez y media por fin salimos y a las once y cuarto llegamos a Portillo. No sabía dónde estaba la salida, ni la llegada ni donde había que recoger los chips. Pero se trata de una carrera multitudinaria (700 inscritos) para las cifras que se mueven por las carreras de Toledo, que excepto en la capital y en Talavera, son de cifras más bien modestas. Seguimos a la gente que íbamos viendo y llegamos a un parque infantil junto al Hogar del Jubilado. En el parque infantil recogimos el dorsal y la bolsa del corredor. En el Hogar nos aliviamos. Dejamos los chismes en el coche, nos pusimos el dorsal en el pecho, nos hicimos una foto y a calentar, que ya quedaba poco más de veinte minutos.

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Posando antes de la carrera

No sé a que fue debido, pero la salida se retrasó siete minutos. Detrás del arco de salida nos agolpábamos un mogollón, pero es que por delante, había también bastante gente… los buenos.

Dieron por fin la salida y nos pusimos a correr. No tenía ni idea de cómo era el circuito. Lo único, que constaba de siete kilómetros y que había que dar dos vueltas. No sabía si había cuestas, ni si había curvas. Nada de nada.

Al poco de salir, se llega a una glorieta con un monumento al galgo, allí la carrera gira a la derecha y comienza la primera subida. Hay que tomárselo con calma, pero sin perder mucho el ritmo. Acaba la subida, que no es muy larga, giro a la izquierda y nos encontramos con una pequeña cuesta abajo para recuperar un poco la respiración y las piernas. Ya se va estirando el pelotón y vamos ocupando cada uno nuestro sitio. Veo a dos chicas que están una veintena de metros por delante. Trato de no perder su rastro.

Después de la bajada giro a la derecha, hay una pequeña cuesta, pero casi ni se nota. Por lo que puedo comprobar, el circuito es muy revirado. Continuos giros de noventa grados tanto a izquierda como a la derecha. No hay una recta en condiciones donde se pueda mantener un ritmo constante. Hay también alguna que otra cuestecilla, pero no son de mucha entidad.

Después de vueltas y revueltas, llegamos a una calle más o menos recta con un montón de arcos inflables, imagino que salidas de otras categorías. Poco después llegamos a una plaza donde está situada la meta. Pero aún nos queda dar una vuelta más. Veo que el reloj situado sobre la línea de meta marca 14:08. Mi idea era tratar de hacer veintiocho minutos en los siete kilómetros y viendo ese tiempo creo que lo puedo conseguir, ya que esa segunda vuelta es algo más corta. Al menos eso creo.

En esta primera vuelta he adelantando a una de las chicas que me precedían y a un tipo que tiene un correr que me resulta conocido. Creo que es el vecino de Joaquín, pero no tengo la certeza al no ver su cara.

Después de pasar por la línea de meta, hay una cuesta abajo que nos lleva de nuevo a la glorieta del galgo y desde ahí se vuelve a repetir el recorrido, empezando por la cuesta más larga del circuito. En esa cuesta consigo sobrepasar a la chica de Clínicas Menorca que iba por delante de mí. Ahora conozco el recorrido y lo que tengo que hacer es no disminuir el ritmo, porque no me veo con fuerzas de aumentarlo.

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Subiendo la cuesta del comienzo de la segunda vuelta. Foto cortesía de Aurelio Gómez Castro

Giro a la izquierda, giro a la derecha, otra vez a la derecha, otra vez a la izquierda. Es la constante de esta carrera, los múltiples giros. Sobre el cinco, calculo a ojo, me da un pequeño bajón. El ácido láctico ya castiga mis piernas, pienso para mí. Ahora tengo que tirar de cabeza y apretar los dientes más si cabe.

Siguen pasando los metros y las curvas y llego a la recta final. En ese momento noto que me adelantan dos corredores. Y uno de ellos es el «posible» vecino de Joaquín. ¡Esto no puede ser! Menos mal que me quedan unas pocas fuerzas. Dejo que se vaya unos metros y empiezo a alargar la zancada y a acelerar. Consigo sobrepasarlo y aprieto más todavía para que no me alcance. Lo conseguí, llego a meta por debajo de veintiocho y por delante del vecino, muy contento.

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Atravesando la línea de meta

Después de llegar a meta, un bote de refresco y una bolsa con una manzana y un plátano. Eché en falta una botella de agua, pero bueno, habrá que conformarse con el bote. Esperé a la amiga con la que me había desplazado hasta allí y fuimos al coche a cambiarnos la ropa sudada. Entonces nos dimos cuenta que la ropa que venía en la bolsa del corredor daba muuuucha talla. Una pena porque la sudadera y la camiseta eran muy bonitas. Habrá que regarlárselas a alguien más corpulento.

Con nuestra ropa seca y amplia volvimos a la carpa donde habían publicado las clasificaciones. Pude ver mi tiempo oficial de 27:39, que ya ha salido también en la web.

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Tiempo y clasificación en la carrera

XXXVII Carrera popular de San Nicasio

Treinta y siete ediciones y todavía no había participado en esta carrera, donde nos dimos cita unos setecientos corredores y todavía se respira cierto ambiente popular.

Llevamos unos cuantos días con lluvias por Madrid y daban una previsiones casi apocalípticas para el domingo, pero hubo suerte y no cayó ni una gota durante la carrera, sólo una tenue llovizna al terminar. Eso sí, se notaba la humedad y los tramos de caminos estaban bastante embarrados y resbaladizos en ciertos sitios.

Habíamos quedado tres pradolongueros para participar en esta carrera. Puntualmente nos recogió Emilio II y nos acercó amablemente a la salida donde llegamos con tres cuartos de hora, más o menos, de anticipación. Recogimos el dorsal sin esperar (es lo que tiene tener enchufe en la organización) y dejamos la ropa en el ropero con más o menos rapidez. Nos dio tiempo a calentar un poco a estirar e incluso a hacernos una foto.

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Dos pradolongueros y medio junto a uno y medio forofo del running

No sé a qué se debió, pero la carrera comenzó diez minutos más tarde de la hora prevista. Menos mal que no hacía mucho frío y además metido en el medio del pelotón se estaba muy confortable.

Después de la carrera de Torrijos donde hice cuarenta y un minutos y medio, tenía pensado andar sobre los cuarenta y uno pelados aunque sabía que el recorrido era más duro, pero confiaba en que los últimos entrenamientos me hubiesen puesto a tono.

Dieron la salida y me puse en marcha sin querer ir al cien por cien. En este primer kilómetro se pasa por las calles del barrio de San Nicasio y las calles son algo estrechas. Menos mal que salí más o menos cerca de la cabeza (tardé ocho segundos en pasar la alfombra de salida) y no sufrí mucho agobio en ese primer kilómetro. En ese primer hito el cronómetro marcaba ¡¡¡3:15 minutos!!! Imposible, no iba tan deprisa, pero ¿cuál sería realmente el tiempo? ¿Cuánto de mal estaba situado esa seña? Ni idea.

Lo cierto es que me despistó bastante y no tenía muy claro si apretar, si aflojar, todo un dilema. La cosa se complicó aún más al pasar por el segundo kilómetro porque el cronómetro también bajó de cuatro minutos. Eso me despistó todavía más, ¿cuál era mi ritmo de verdad? ¿Aflojo? ¿Aprieto? ¿Me mantengo? Estaba un tanto desconcertado. Es lo que tiene estar pendiente del reloj.

El primer kilómetro es más o menos llano, pero luego empieza una bajada con más o menos pendiente hasta el kilómetro cuatro y pico cuando se pasa por debajo de la R-5. Metros después de pasar por debajo hay que subir por una pasarela para atravesar la carretera que va al barrio de la Fortuna. La pasarela desemboca al lado del Estanque de Butarque donde estaba el avituallamiento líquido (espero que no rellenaran las botellas con el agua del estanque 😉 ). Ahí me hice con algo de líquido, eché un trago de agua y, sobre todo, me mojé la boca que estaba algo seca, aunque tampoco mucho, que como ya he comentado la humedad era abundante.

Desde ese punto hasta casi meta hay unas cuantas cuestas que se notan en las piernas, sobre todo una cuesta entre el kilómetro ocho y nueve que se hace dura, muy dura. Esta carrera coincide en algunos tramos con la de las dos leguas de la Chopera y allí se sube al cementerio por la famosa «cuesta del cementerio». En esta carrera también se sube al cementerio, pero por otro lado y aunque la cuesta no es de tanta pendiente, es bastante más larga que en las dos leguas. No sé qué será mejor, desde luego ayer me pareció mejor la cuesta de mayor pendiente. Imagino que en pleno esfuerzo en las dos leguas me parecerá mejor la otra. Lo de siempre, se echa de menos lo que no tienes.

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Poco antes de comenzar la cuesta, foto cortesía de la organización

El caso es que esa cuesta te deja las piernas tocadas, según pude comprobarlo en las mías y en la de una chica de la A. A. Móstoles a la que adelanté al comienzo de la cuesta, luego me adelantó ella casi al final de la misma cuesta y al final se quedó clavada al coronar y llegar al cementerio. Después de la carrera, todo el mundo que el que hablé decía lindezas de la cuestecilla en cuestión.

Afortunadamente, después de subir al cementerio ya el último kilómetro es llano. Ahí pude correr como dios manda y me presenté en la línea de meta con un tiempo oficial bruto de 42:42, neto de 42:34. Un minuto más del último diez mil y bastante alejado de lo que tenía previsto hacer, pero la carrera era bastante más dura que la otra que era absolutamente llana. La verdad es que las cuestas no me gustan nada, pero nada de nada. Habrá que entrenar más sobre terreno accidentado para que no me cueste tanto subir.

Después de dejar el chip, bolsa del corredor consistente en una camiseta técnica y uno o varios refrescos, dependiendo de la cara de cada uno. Yo cogí dos Aquarius. Luego llegaron con un cargamento de fruta en bandejas. Cada bandeja con una pera, una manzana y una mandarina. Todo por 8 € más 60 céntimos por hacer la inscripción por internet.

Recogimos la ropa del guardarropa y nos fuimos con los forofos del running a tomar una cerveza. Nosotros sólo una, pero me comentaba Emilio que a alguno seguro que se le hacía de noche allí.

En resumen: cuando una carrera te regala segundos por ser cuesta abajo, luego te los cobra cuando se empina hacia arriba. Lo malo es que te lo cobra con intereses.

VII Carrera popular villa de Torrijos

Séptima edición de la carrera y sexta participación. Una lástima que el año pasado no pudiera participar para haber hecho pleno en esta carrera, pero no se puede tener todo en esta vida.

Ya he comentado en todas las crónicas de ediciones anteriores de esta carrera que se trata de una prueba prácticamente de diez. Bueno, para mí de diez, aunque algunos se quejan de que el circuito es un tanto revirado, pero eso es una menudencia. De hecho, a mí me gusta, debe ser porque pasé unos cuantos años pateando aquellas calles.

Hoy se celebraba en Madrid una carrera denominada Madrid corre por Madrid. Corrí esta prueba hace algunos años y me horrorizó la cantidad de gente que había, el tema de recoger el dorsal días anteriores y el trato tan impersonal. Decidí no volver a correr esta carrera y bien que me alegro, porque la carrera de Torrijos es todo lo contrario: poca gente, recogida de dorsal el mismo día en tiempo récord y trato al corredor inmejorable. Y cuando digo inmejorable, lo digo de corazón.

Es cierto que Torrijos está a 75 km de mi casa, pero merece la pena el paseo. De hecho me levanté a las ocho de la mañana que es una hora muy razonable. Había calculado que estando a las 10:15 sería suficiente para realizar todos los trámites. Y así fue, llegamos, aparcamos cómodamente, recogimos chip y dorsal en un periquete, hicimos nuestras necesidades en uno de los váteres portátiles (había nada más y nada menos que diez, ¿alguien supera eso?), dejamos la mochila en el guardarropa, nos hicimos una foto y nos dio tiempo incluso para estirar y calentar.

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Posando sonrientes antes de la carrera

La salida es lo más complicado de la carrera porque es por calles estrechas y hay que hacer unos cuantos giros de noventa grados en poco metros. Pero pasado ese pequeño atasco inicial, la carrera empieza a estirarse y enseguida se puede correr con más holgura.

Uno de los objetivos era hacer cuarenta y dos minutos. Para ello debía ir a un ritmo de 4:15 y aunque en el entrenamiento del martes no podía ni llevar un ritmo de 4:20 sabía que en carrera podría lograrlo. Además el dorsal que me habían asignado, el 191, bonito número capicúa, me daba buen rollo. Tenía buenas sensaciones antes de empezar.

Otro objetivo, y no menos importante, era ganar al corredor de la Asociación Atlética Torrijos que me «robó» el pódium de la carrera de Albarreal de la semana pasada. Los ojos se me inyectaron en sangre ante mi enemigo cuando le vi en la línea de salida…

Que no se me enfade nadie, que es broma, que tampoco es para tanto, que no soy rencoroso y además me ganó en buena lid.

Es clave no salir con demasiado ímpetu, que luego siempre se paga, por lo que traté de hacer el kilómetro inicial con calma para no atufarme. Curiosamente, incluso con esa filosofía, me sorprendió cuando después de pasar por la Cruz Roja y llegar al primer kilómetro el cronómetro marcaba 4:09. ¡Buf! El primer kilómetro me había salido mucho más rápido de lo que había previsto y yo pensando que iba tranquilo, pero no me costó mucho, se me hizo muy llevadero, por lo que traté de seguir ese ritmo y mantener las mismas sensaciones.

Poco después adelanté sin aparente esfuerzo a un conocido del Club Atletismo Leganés y llegué al kilómetro dos con un tiempo idéntico al primero: 4:09. Me encontraba genial, veía que los cuarenta y dos minutos podían caer sin problemas porque la respiración y las piernas marchaban a pleno rendimiento, aunque todavía quedaba mucho.

La pancarta del kilómetro tres no fui capaz de verla, aunque sabía más o menos por donde andaba. Sin problemas, seguía marchando bien y lo pude comprobar en el cuatro donde el crono marcaba 8:08 en esos dos últimos kilómetros. Fenomenal, se me iba poniendo una sonrisa de oreja a oreja según iban transcurriendo los kilómetros y veía el objetivo más que factible.

Desde el cuatro al cinco hay también unas cuantas curvas y recurvas, pero eso no impidió que llegase al cinco o lo que es lo mismo, al final de la primera vuelta, con un buen tiempo de 20:34 habiendo hecho este kilómetro a un ritmo similar a los otros: 4:08.

Tradicionalmente, del cinco al seis se me da fatal y esta vez no fue la excepción. No sé si por relajación de ver que el objetivo era asequible o por la minúscula cuesta o por el avituallamiento, el caso es que fue el más lento de todos: 4:26. Después del trabajo realizado no podía dormirme en los laureles.

Poco antes de llegar a ese kilómetro seis me crucé con un corredor ciego acompañado de su guía. Iban a un ritmo francamente bueno. No me extraña, ya que el guía era nada más y nada menos que David Magán, corredor de La Puebla de Montalbán célebre por su coleta y su rápido correr. El corredor ciego era Ricardo de Pedraza, todo un portento, por lo que pude comprobar. Hicieron un excelente tiempo de 37:46. Increíble su tiempo e increíble la generosidad de David ya que sacrificó la posibilidad de luchar por la carrera por acompañar a Ricardo.

El siguiente kilómetro también me costó, pero mejoré un poco: 4:16. Tenía que apretar un poco los dientes para poder cumplir el objetivo en línea de meta. Al igual que el tres, el ocho no estaba señalizado, por lo que no tuve esa referencia, pero veía que algo había mejorado el ritmo, lo cual lo confirmó el paso por el noveno kilómetro en el que el crono marcaba 8:16.

Cerca de los billares de Capota, ya inexistentes, pero seguro que recordados por la gente de mi generación, hay un giro de 180º, el más desagradable de todos porque hay que pararse prácticamente. Al hacer el giro pude ver que un corredor con la camiseta de Amigos de Proniño se me acercaba a toda pastilla. Esto me espoleó para tratar de hacer ese último mil lo más rápido posible. Y lo hice, salió a 4:03 y además llegué a meta con muy buenas sensaciones, haciendo un tiempo oficial bruto de 41:37 y neto de 41:31 que es el que realmente me importa.

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Llegando a meta

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Los tiempos por kilómetro según mi cronómetro

Acabé más que contento porque cumplí holgadamente con los dos objetivos: bajé de cuarenta y dos minutos y el atleta de Torrijos llegó un minuto detrás de mí. Además me ha servido para darme cuenta que no estaba tan mal como pensaba después de la carrera de Albarreal, sino que las cuestas no son lo mío. Bueno, no es que no sean lo mío, es que si no entrenas cuestas, luego no puedes con ellas.

Si yo cumplí mi objetivo, también lo hizo la amiga con la que me desplacé hasta aquí. Ella había quedado cuarta unas cuantas veces en esta carrera y tenía ganas de subir al cajón. Esta vez lo consiguió, acabó tercera de su categoría y se llevó, además de una copa, un salchichón del que doy fe era de una calidad excelente. Otro gran detalle de la organización.

Después del esfuerzo, vino la recompensa. La bolsa del corredor fue generosísima: camiseta técnica de gran calidad, braga para el cuello, mochila de cuerdas, un par de bolígrafos, un par de caramelos, Aquarius, botella de agua, bocadillo, cerveza a discreción, patatas fritas -de las mejores que he probado- y rajas de melón para aburrir. Si alguien conoce alguna carrera con estos detalles para el corredor y por sólo seis euros que me lo diga porque deben contarse con los dedos de una mano.

¡¡¡Enhorabuena a la Asociación Atlética Torrijos por esta extraordinaria carrera!!!

VII Carrera Popular San Agustín

Hoy me he desplazado junto a una amiga a un remoto pueblo de la provincia de Toledo. Un minúsculo pueblo conocido como Albarreal de Tajo que consta de únicamente 722 habitantes (año 2013) según la Wikipedia.

El año pasado asistí como espectador a la VI edición y me gustó. Poca gente, ambiente popular y circuito no muy complicado al que había que dar dos vueltas. Este año lo habían cambiado, ya no eran dos vueltas, sino una y el circuito era bastante duro para mi gusto. Salía de la plaza del pueblo, callejeaba un poco por la localidad y luego se adentraba por un camino que subía a un cerro por una cuesta bastante larga. Luego se bajaba lo subido, se hacía un pequeño rodeo y se llegaba a la meta.

Tenía en la cabeza de que la carrera era a las siete y media de la tarde, pero a eso de las seis y cuarto se me ocurrió mirar la web por si acaso… y menos mal que lo hice, porque me di cuenta que la hora de comienzo de la carrera de los mayores era a las siete en punto.

Llegamos pasadas las seis y media, pero recogimos el dorsal en un periquete y nos dio tiempo a estirar y calentar un poco. En el arco de salida éramos cuatro monos, calculo a ojo que unos cuarenta. Una lástima que hubiese tan poco gente, luego me he enterado que había otra carrera en San Pablo de los Montes, también en la provincia de Toledo y que algunos habían optado por esa segunda opción.

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En la línea de salida, foto cortesía de Evedeport

La salida es cuesta arriba, pero luego se llanea mientras se callejea por Albarreal como cosa de un kilómetro. Luego empieza la terrible subida, que quizás no sea demasiado empinada (aunque a mí sí me lo pareció) pero es larga como un día sin pan. Adopté un ritmo fuerte, pero sin pasarme, ya que era cuesta arriba y me mantuve más o menos dignamente, aunque notaba el dolor en los riñones con el que me había levantado y que ni el Radio Salil me había aliviado.

Después de subir esa larga recta hay un par de repechones que me sentaron a cuerno quemado. Ya iba un poco harto de tanta cuesta. Subiendo uno de esos repechos, justo antes de empezar la bajado me adelantó un atleta de la Asociación Atlética Torrijos, cosa que podía haberme motivado, pero no iba y no iba. Llegué al avituallamiento que estaba más o menos a mitad de recorrido y cogí una botella a la que fui dando pequeños tragos. No sé si fue por eso, pero poco después empezó a dolerme el lado izquierdo. Y con ese molesto dolor, añadido al de riñones, empecé la bajada que era bastante desagradable con tanta china y tanta arena.

Tratando de no pisar ninguna piedra de mala manera en esa bajada me adelantó un corredor de camisa verde fosforita. Y de esos había unos cuantos. Todos pertenecían al Club de Atletismo Navamorcuende que era con mucho el grupo más numeroso. Me animó al adelantarme, pero tampoco fui capaz de seguir su estela, ya que iba yo en muy mal estado, dejándome llevar y deseando que se acabara de una vez esta tortuosa carrera.

La bajada llega justo al pueblo, pero hay que dar un rodeo antes de llegar a meta. No estuvo mal el rodeo porque ¡¡¡era llano!!! y ahí pude poner un ritmo más o menos decente. Apreté un poco los dientes y llegué a meta con un tiempo oficial de 28:22 para un distancia de 6,5 km @ 4:21 min/km. Puede verse una copia de la clasificación aquí.

Al llegar a meta, botellita de agua y bebidas para todo el mundo: cerveza, Coca Cola y Fanta de naranja y de limón. La bolsa del corredor fue muy generosa con camiseta técnica, gorra, toalla y mochila de cuerda. Todo por 10 € que es un precio algo caro… desde mi punto de vista.

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Generosa bolsa del corredor, foto cortesía de Evedeport

Lo más curioso es que estuve a punto de subirme al cajón, ya que llegué cuarto de mi categoría. De todas formas, el tercero me sacó casi un minuto así que difícil lo hubiera tenido. Otro año, si vuelvo, habrá que entrenar eso de subir y bajar, ya que las chicas de Navamorcuende hablaban de que eran cuestas de poca monta, ellas que están acostumbradas a subir cuestas de mayor envergadura.

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Después de la carrera con la bonita camiseta y gorra con que nos obsequiaron

II Legua urbana de Gerindote

Acabo de regresar de Gerindote, pueblo de Toledo situado a 80 km de mi casa. En esta localidad toledana se ha celebrado la segunda edición de la Legua Urbana, prueba organizada por el ayuntamiento de Gerindote y que se incluye en el circuito de carreras populares de la diputación provincial de Toledo.

Estando en Castilla se imagina uno que la legua es una legua castellana por lo que es equivalente a 5.572,7 metros, distancia que no sé si coincide exactamente con la de la carrera, aunque imagino que muy lejos no debería andar.

Alguien puede preguntarse si tiene mucha lógica desplazarse 80 km un sábado por la tarde para correr algo más de cinco kilómetros, pero me acerqué hasta allí para acompañar a una amiga que es natural de esta población y quería hacerlo allí lo mejor posible. Y vaya si lo hizo, ya que consiguió auparse al primer puesto de su categoría, haciendo una carrera fenomenal.

Resulta curioso que en una carrera de poco más de cien participantes te encuentres con todo un recordman nacional de maratón, que no es otro que Julio Rey, que con sus 2:06:52 de 2006 todavía sigue siendo la mejor marca española de todos los tiempos. La participación femenina tampoco estaba mal, ya que participaba la esposa de Julio Rey, que no es otra que Vanessa Veiga, que no hay que olvidar fue olímpica en la distancia de maratón en los pasados JJOO de Londres y que sin ir más lejos, ganó la maratón de Madrid del año pasado. Todo un lujo de participación. Quedaba claro, ya antes de empezar, que ni yo iba a ganar a Julio Rey, ni mi amiga iba a poder con Vanessa 😉

Después de recoger el dorsal y visitar a la familia de mi amiga, nos dirigimos ya disfrazados de corredor a la plaza del pueblo donde estaban instaladas la línea de meta y la de salida. En esos momentos estaban celebrándose las carreras de los niños y me llamó la atención la cantidad de ellos que había. En cada prueba salían un montón. Resulta gratificante ver a los niños correr, ya que siempre habrá alguno que se enganche a este bonito deporte.

El circuito consta de dos vueltas y en cada una de las vueltas hay dos cuestas que aunque son cortas, son durillas. Además las dos cuestas son prácticamente seguidas. Se sube una, hay una bajada nada más subir, cincuenta metros llanos y luego la última subida que acaba casi en meta. Hicimos una vuelta de reconocimiento, luego unos estiramientos y una foto antes de empezar.

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Posando antes de la carrera

A las nueve y media, ya de noche, se dio la salida. En estas distancias cortas, ya se sabe, salir a toda pastilla y tratar de aguantar ese ritmo; sin embargo, llevo mucho tiempo sin correr deprisa y no estaba para seguir ese guión. Así que salí fuerte pero sin ir al 100% con la idea de apretar un poco, si podía, en la segunda vuelta.

Al ser tan pocos participantes, enseguida ocupa cada uno su posición, que puede variar dos o tres puestos por delante o por detrás. Ya en mi «nicho» de carrera pasamos por el kilómetro uno, que estaba indicado en el suelo. Como era de noche, no se veía, lógicamente, pero recordaba su situación de la vuelta de reconocimiento. Poco después de pasar por ese punto, cuando recordé lo del kilómetro, miré el cronómetro y vi que lo había hecho en 4:07, velocidad muy rápida para mí, pero vi que no iba demasiado forzado, por lo que continué más o menos a esa marcha.

Me acoplé detrás de un grupo donde iba un calvo que debía ser de allí, porque era muy animado por la gente, que había bastante a lo largo del recorrido y animaban bastante en general. Cuando acabamos la primera vuelta, traté de ir sólo un poco más deprisa y adelanté al calvo y fueron cayendo alguno más según pasaban los metros.

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Acabando la primera vuelta, foto cortesía de Estudio Fotográfico Santa Bárbara

Me veía fuerte en las subidas, todo lo contrario a la anterior carrera en la que participé, en las que iba fatal y era en esos puntos donde me acercaba a los que me antecedían. En la primera subida de la segunda vuelta que acerqué notablemente al grupo que iba delante, iba viendo una camiseta amarilla que me atraía como la luz a las polillas. Al acabar esa subida y la bajada posterior ya pude leer lo que ponía en la camiseta: KARATE GAMA. Ya estaba cerca.

Así, en los pocos metros llanos que hay antes de la última subida, adelanté al karateca y entonces me di cuenta que iba junto a un chaval llamado Jorge al que conocía de otras carreras como la de Mocejón de hace cuatro años. Si en esa carrera ya me piqué con él, hoy no podía ser menos y en la última cuesta empecé a apretar de lo lindo con la idea de separarme de él lo más posible. Acorté el paso y me puse a bracear como un poseso y de esta forma conseguí adelantarle. Llegando a meta, vi que había otro por delante, pero ya no fui capaz de alcanzar a este otro corredor. Después de cruzar la línea de meta paré el cronómetro y marcaba 22:28 aunque la organización dice que mi tiempo es de 22:20, ¿quién soy yo para desmentirlos si llevábamos un chip en el dorsal?

En la línea de meta te daban agua y también había fruta: sandía y manzana. En la plaza, además, habían instalado unas mesas y había una barra donde servían cerveza a todo aquel que se pasase por allí. Me tomé tres o cuatro pedazos de sandía y un par de cervezas que me vinieron de perillas para hidratarme.

Era el ayuntamiento el que había montado las mesas en la plaza porque había decidido regalar un plato de fiambre y un chusco de pan a todo aquel que quisiese, ya fuese corredor o no. Así que nos agenciamos con un platito como el de la foto y ya tuvimos la cena del sábado.

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¡Embutidos para todo el mundo!

El único problema que tuve es que en la plaza hay un montón de plátanos (no el fruto, sino el árbol de ese nombre) que son bastante alérgicos y me puse a estornudar como un campeón… y todavía sigo. Ya me he dado cuenta alguna que otra vez que cuando acabo una carrera o un entrenamiento fuerte puedo tener síntomas de alergia si hay cerca algún elemento que lo propicie.

La carrera estuvo bien, pero se les fue de las manos el tema de los coches. En algunos tramos te encontrabas coches que venían en sentido contrario, parece ser que estuvieron a punto de pillar a un corredor. Un desastre este punto, que enturbió todo lo bueno de la carrera, que no fue poco, ya que se trata de una prueba con un precio de inscripción muy razonable, de sólo 5 €, con una bolsa del corredor donde se incluía una camiseta técnica, un bote de refresco (o dos) y una pieza de fruta (o dos). Una botella de agua a mitad de recorrido, otra botella al finalizar, la fruta en meta, la cerveza y el plato de fiambre. Desde mi punto de vista la organización hubiese sido de diez si no es por el problema de los coches que es muy grave.

XXXII Trofeo San Lorenzo

Hoy he participado en el Trofeo San Lorenzo, en Madrid, carrera que tradicionalmente supone el final de la «temporada» de carreras populares en la ciudad y el comienzo de las vacaciones veraniegas para muchos. Es una carrera muy castiza que tiene instalada la salida y la meta en el populoso barrio de Lavapies y transcurre por calles bastantes céntricas: calle Bailén donde se puede ver el Palacio de Oriente, Puerta de Toledo, calle Mayor, puerta del Sol, carrera de San Jerónimo (donde se puede ver la Cueva de Alí Babá, digo el Congreso), Paseo del Prado, Atocha y meta en la calle Argumosa, justo detrás del museo Reina Sofía.

Hacía un día de bastante calor y salí con la única pretensión de tratar de ir junto a un compañero de entrenamientos, pero éste salió demasiado deprisa para mí y aunque traté de seguirle en el primer kilómetro se alejó irremediablemente, así que me quedé solo sin saber el ritmo que llevaba porque no estaban señalizados los kilómetros.

Aparte de ser una carrera bonita por donde transcurre, es una prueba dura porque tiene un montón de subidas y bajadas. Una subida bastante dura como es la Cuesta San Vicente que empalma con la calle Bailén y luego otras cuestecillas no de tanta entidad pero que se hacían notar en las piernas. No sé si fue culpa de los 80 km que hice ayer en bici o que estoy muy mal de forma, pero las cuestas arriba se me dieron fatal, siempre me adelantaban seis o siete corredores en cada una de las cuestas. Viendo que no iba muy fino y que el calor apretaba de los lindo, tampoco quise exprimirme del todo, las piernas no iban.

Me adelantó cuando iba por la calle Bailén David el de Danone que iba junto a un corredor que llevaba la misma camiseta que yo, la amarilla del Barrio del Zofío. Estuve un rato con ellos (por detrás) y me di cuenta que este hombre de amarillo es el rey de los hiperpronadores. Resultaba curioso verle aterrizar y como la puntera de su zapatilla se metía hacia dentro de una manera considerable. Este hombre me gana en pronación seguro. Estuve detrás de ellos hasta la subida que hay por la calle Toledo, ahí me descolgué un poco y seguí a mi bola…

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Sufriendo en la cuesta de la calle Toledo

Poco después subiendo por la calle Mayor volví a ser adelantado por otro grupo de cinco o seis corredores.

Iba yo a lo mío, buscando la sombra cuando por fin alcancé la Carrera de San Jerónimo, poco antes del Congreso, donde comienza un terreno favorable casi hasta meta. En ese punto, me adelantaron dos chicas, una morena y una rubia (no sé si hijas del pueblo de Madrid) que iban claramente picadas la una con la otra. En el momento que me pasaron, la rubia empezó a ganar terreno ayudada por el terreno favorable y sus piernas largas; sin embargo, por el Paseo del Prado la morena se iba acercando a la otra. Yo iba perdiendo terreno metro a metro, pero lo que no perdía era el detalle de esta batalla.

Cerca de Atocha me adelantó Juan Carlos, otro componente del equipo de Danone, justo cuando la morena estaba casi a la altura de la rubia. Esta se dio cuenta y dio otro tirón y de nuevo volvió a alejarse. Ya en la esquina de Ronda de Atocha con la calle Argumosa, donde comienza la última cuesta la rubia volvió a dar otro tirón y la morena ya no fue capaz de alcanzarla.

Curiosamente, en esa cuesta se quedó Juan Carlos y yo también me quedé… sorprendido porque no aguantase mi ritmo. Aceleré un poco viendo que eran los metros finales y luego un poco más para tratar de bajar de los 45 minutos. De esta forma, llegué a meta con un tiempo, según mi cronómetro, de 44:56, muy alejado de los 43 minutos que estuve haciendo en el mes de junio. No sé si el calor o la bici de ayer o ambas cosas me han perjudicado. De todas formas contento, ¿por qué no iba a estarlo?

Me di un susto considerable al pasar la línea de meta ya que estaba tendido en el suelo un corredor con una camiseta naranja fosforescente, exactamente igual que la que llevaba mi compañero de entrenamientos con el que había salido. Me acerqué con el alma en vilo, pero afortunadamente no era él. Confío en que el corredor caído se haya recuperado.

Después de la carrera, estuvimos esperando las clasificaciones y comprobamos que José Luis, otro habitual de Pradolongo, había quedado segundo en la categoría de superveteranos. ¡¡¡Enhorabuena José Luis!!!

Iba con nosotros también una chica que suele hacer buenas clasificaciones. Sin ir más lejos en esta carrera el año pasado quedó cuarta de su categoría; sin embargo, este año quedó la 14ª y se quedó bastante extrañada. Preguntó a la gente de la organización como iba la categoría de veteranas y resulta que abarcaba a todas aquellas féminas nacidas entre 1960 y 1977, dándose la curiosa circunstancia que esta categoría cubre 17 años, cuando normalmente suelen ir de diez en diez o si acaso, si no hay muchos trofeos, de veinte en veinte. Bueno, una simple anécdota.

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Cinco pradolongueros después de llegar a meta, cortesía de Ayelen Sekhmet

Gran Premio Canal de Castilla

Feliz, estoy enormemente feliz. He participado en el Gran Premio Canal de Castilla y me lo he pasado pipa. Por todo, por la compañía, por la prueba, por el sitio. He vuelto encantado.

Conocía esta prueba desde que Víctor fue desgranando hace unos años la idea. En enero asistí a su presentación en Madrid y lo apunté en mi calendario. En un principio el 5 y luego se retrasó al 19 de julio por aquello de la Operación Salida. Mejor para mí, así tenía más tiempo para entrenar… eso pensaba. Al final cuanto más se aleje en el tiempo, más tarde comienzas los entrenamientos. Así ha pasado, que he llegado algo corto, pero he podido completar los 163 km sin muchos problemas.

La cosa empezó en enero con la presentación como ya he comentado, siguió con la inscripción y el viernes salía para Medina de Rioseco a eso de las seis de la tarde. Craso error. Nos comimos un atasco brutal en la A6 debido a un camión averiado. Debido a esto tardamos tres horas y media cuando deberíamos haber tardado una hora menos. Aún así nos dio tiempo a pasarnos por la Oficina Permanente a recoger el dorsal.

Habíamos quedado con Juan y Rafa, del Club Ciclista Pueblo Nuevo, para cenar después de dejar los bártulos en el hostal y con ellos estuvimos departiendo agradablemente sobre múltiples temas, pero principalmente sobre sus aventuras ciclísticas, como sus largas tiradas de 600 ó 1000 km. A las once y media a la cama que hay que madrugar al día siguiente.

Había puesto el despertador a las seis y media, pero una hora antes ya estaba despierto. Ducha, desayuno y en marcha hacia la Oficina Permanente a recoger el «Pasaporte del Canal» que había que sellar en dos puntos intermedios: Dueñas y Ampudia y al llegar a la meta para «certificar» que habías realizado el recorrido.

Allí me encontré de nuevo con Juan y Rafa. Además por allí andaba Carmelo, fotógrafo implicado en la organización, que siempre es un placer encontrar. También saludé a Víctor, el alma máter de todo este tinglado que andaba nervioso y preocupado. Conocí a Frodo, que nos hizo bonitas fotos, como se podrá comprobar. Todo un placer, Frodo.

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Por delante

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Por detrás

A las ocho menos cuarto, hacia la salida, que se daba junto a la dársena del Canal de Castilla, donde horas después íbamos a finalizar. Toda una declaración de intenciones que la salida/meta se hiciese en un terreno arenoso.

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Hacia la salida

La salida se retrasó unos minutos porque Víctor estuvo dando las últimas indicaciones dado que la Guardia Civil había decidido que el pelotón debía ir junto durante bastantes kilómetros, muchos más de lo que se había hablado en un principio. No hay problemas, comentó, un par de corredores del club ciclista de Medina irían controlando el pelotón, pero como mucho a 35 km/h. ¿Cómo? ¿Qué? ¿A 35 km/h la neutralizada? Increíble, empiezo a plantearme donde me he metido.

Da Víctor la salida, recorremos las calles de Medina y salimos dirección Valladolid hasta el desvío que lleva a Valdenebro de los Valles. Aunque la marcha va «neutralizada» ya empiezan a formarse grupos de gente porque hay unos repechones que quitan el hipo. En este terreno Rafa demuestra que es un tío fuerte porque se va con facilidad. Juan me dice que tranquilo, que ya nos esperará más adelante.

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Bajando uno de los múltiples repechos

Sobre el kilómetro treinta o treinta y cinco la Guardia Civil ha parado a los primeros y nos reagrupamos todos. Es el tiempo de hacer la primera parada técnica. Son pocos kilómetros, pero hemos subido unos cuantos repechos no muy largos pero sí de buena pendiente. Llevo las piernas ya al rojo vivo y me queda mogollón. No sé si voy a poder aguantar a este ritmo. Dice Rafa que llevamos una media de 29 km/h hasta ese punto.

Después de unos minutos, nos ponemos de nuevo en movimiento. Ahora empieza una cuesta abajo y de nuevo Rafa se va con facilidad. Se nota que es corpulento y la gravedad le ayuda. Juan sigue charlando con unos y con otros, saludando a la gente con la que nos cruzamos, dando las gracias a voluntarios y guardias que hay en los cruces. Desde luego este hombre es todo un derroche de optimismo. Da gusto ir con él. A veces me recuerda al negrito de la película Intocable.

Llegamos al kilómetro 52 en Cabezón de Pisuerga donde está el primer avituallamiento líquido. Llevo todavía el bidón lleno así que no paramos. Dentro de tres kilómetros empieza «lo bueno», la primera sirga. Una sirga no es más que un camino de tierra junto al canal donde las mulas tiraban de las embarcaciones. Esta sirga mide una longitud de casi siete kilómetros. No está mal para ser la primera.

La entrada está fatal, hay que entrar con mucha precaución, pero una vez dentro empiezo a dar a los pedales y me pongo a 30 km/h. Sonrío interiormente pensando que ese grupo que veo al fondo pronto va a ser alcanzado. Nada más lejos de la realidad. Si yo voy a 30 ellos debe ir a 35 porque se van alejando cada vez más. Juan que venía por detrás me pasa y le sigo a unos metros, porque ir a rueda en estos tramos es peor ya que no ves si hay una piedra, un agujero, un montículo, así que le sigo, pero sin acercarme en exceso. Hay unos cuantos pinchazos en esta zona.

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En la primera sirga

En el asfalto nos reagrupamos un pelotón de unos diez o doce. Tenemos la fortuna de que Dori Ruano, la invitada especial, está entre nosotros. Nos dice como deberíamos revelar y siguiendo su consejo vamos entrando por la derecha y nos dejamos caer por la izquierda. Vamos fenomenal hasta que llegamos a Quintanilla donde hay un tramo testimonial de 100 metros y tiene la desgracia de pinchar. A partir de ahí, Dori se queda y ya se rompe el orden en el pelotón que se había montado.

Después de unos cuantos repechos (alguno bastante duro) llegamos a Dueñas donde está el primer avituallamiento sólido y donde hay que sellar por primera vez el pasaporte. Allí paramos tranquilamente y nos ponemos ciegos a comer: sandwich de jamón y queso, tarta de manzana, melón, sandía, plátano. De todo. Una pasada la cantidad de comida que había. Estamos en el kilómetro 85, en la mitad del recorrido.

Con la tripa bien llena salimos de Dueñas, hay un repechón a la salida del pueblo para subirlo con el tercer plato… si lo tuviera. Me cuesta dios y ayuda no poner pie a tierra. El repechón se baja por una cuesta abajo de tierra con piedras que dificulta colocar la rueda de tal forma que no pise ningún pedrusco. El terreno es favorable hasta el inicio de la segunda sirga de la jornada. Conocida como La sirga de Albúrez, sus 14,5 km nos llevan hasta Palencia. Voy a buen ritmo, junto a un grupo de cuatro o cinco, pero al final me doy cuenta que voy un poco fuera de punto y levanto el pie. Se van yendo y poco después me pasan Juan y Rafa como cohetes y algunos más, pero trato de no cebarme. Se me está haciendo largo este camino y llego a Palencia reventáo.

En Palencia otra sorpresita. Acaba la sirga, se gira a la izquierda y comienza a subirse el Alto de Autilla, que no es muy duro, pero entre que ya voy con las piernas muy cansadas y que el aire en contra es brutal se me hace no duro, lo siguiente, ¡¡¡si parece el Tourmalet!!! Una chica bien maja me dice que me ponga a rueda, que me lleva hasta el que va delante de mí. Curiosamente es Arturo, no el rey, sino un conocido del ciberespacio y entre los dos nos vamos dando relevos para tratar de subir los dos juntos. Juan y Rafa van metidos en un pelotón un poco delante de mí, pero se van alejando cada vez más, hasta que veo que Rafa se para antes de la cima del puerto. Dice que para hacer sus necesidades.

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Subiendo…

En la cima de este alto hay un avituallamiento líquido. Juan nos está esperando. Aprovecho para avituallarme y comer un par de plátanos, que también había. Rafa llega algo después con calambres, se para a estirar y dice que lleva el pulso muy alto, que no le baja. Estamos un buen rato allí, hasta que Rafa se encuentra mejor. Nos advierten que tratemos de hacer grupeta porque aunque el terreno es favorable, hace muchísimo viento en contra. Estamos ya en el kilómetro 106.

Efectivamente, el terreno es favorable, llano y con bajadas hasta Ampudia. Salimos los tres y Juan se pone a tirar con la idea de pillar a un grupo de cinco que van delante de nosotros. Vamos los dos a rebufo, pero cuando ya estamos muy cerca de llegar al grupo se descuelga Rafa y no nos damos cuenta que se ha quedado hasta que conseguimos entrar en el grupo. Rodamos unos kilómetros en ese grupo pero nos descolgamos para echarle una mano. Curiosamente, con lo mal que lo he pasado subiendo, ahora me encuentro muchísimo mejor. Me ha venido fenomenal esa paradita y ese plátano.

Pasamos por el Monasterio de Nuestra Señora de la Alconada, vamos animando a Rafa porque Ampudia está muy cerca. Vamos tan ensimismados que nos pasamos el desvío a la carretera blanca (léase camino) número cuatro que sale justo después del monasterio. Nos adelanta una ambulancia y nos dice que nos hemos pasado, así que vuelta hacia atrás hasta el monasterio. Allí ingresamos en el camino y nos cruzamos con uno que ha pinchado. Dice que no hay remedio que ha llamado para que vengan a recogerle. Seguimos y poco después noto que he pinchado. Me pongo a vocear y a silbar pero mis dos compañeros no se enteran, así que me bajo de la bici, desmonto la rueda y cambio la cámara. Empiezo a hinchar la rueda y noto que empiezan a caer gotas de lluvia. No pasa nada me digo. Cuando ya estoy a punto de montar la rueda veo que llega una furgoneta. ¡Qué sorpresa! Es Rosa, la mujer de otro participante. Mis compañeros le han dicho que si se puede acercar por si me ha pasado algo. Afortunadamente para mí lleva una bomba de aire de pie así que la rueda pasa de 4 kilos (lo poco que había podido inflar a mano) a ocho kilos. Menos mal, porque seguro que con cuatro kilos hubiese pinchado poco después.

Llego a Ampudia al avituallamiento (km 126) y allí están mis compañeros de aventuras comiendo y bebiendo. Empiezo a pensar que voy a acabar la prueba más gordo de lo que vine. Durante el rato que estamos allí observo que la lluvia empieza a ser constante, nos va a tocar mojarnos. Sello el pasaporte y como algo y de nuevo en marcha.

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Recuperando fuerzas en Ampudia

Salimos de Ampudia por delante del castillo…

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Castillo de Ampudia

…y salimos por otro camino, pero de sólo 800 metros. Al llegar a la carretera me paro a hacer mis necesidades y digo a mis compañeros que sigan ellos. Los cojo al rato, me encuentro fuerte, mucho mejor que en la primera parte de la prueba. Seguimos dando a los pedales, la lluvia ya es nuestra compañera de camino y llegamos a la carretera blanca número seis, de tres kilómetros de longitud. Me pongo a dar a los pedales sin mirar a atrás y noto que el barro se va pegando a los frenos. Acaba el camino y veo que no viene ninguno de los dos. Al poco llega Rafa y bastante después, Juan. Dice que el barro se le queda en el guardabarros y que no puede pedalear, así que tiene que parar cada poco tiempo a quitar el barro con un desmontable. En ese punto, en Meneses de Campos, en el kilómetro 140, Juan se plantea llegar a Medina de Rioseco por carretera. Yo digo que he venido aquí para hacer el recorrido, que yo sigo, así que seguimos los tres.

Quedan algo más de veinte kilómetros y ya es todo por caminos. Empezamos la carretera blanca número siete de 7,5 km de longitud y la cosa se va complicando. El primer tramo es llevadero yendo por el lateral, ya que la parte central está empedrada, similar a algún tramo de la Paris-Roubaix. La segunda parte es un terreno más ondulado con pequeñas subidas y bajadas y curvas a derecha a izquierda. Lo peor es que con la lluvia la tierra se ha convertido en un barrizal y resulta difícil avanzar en algunos tramos. Adelanto a uno que va andando y dice que no ha pinchado, que se ha caído dos veces. Adelanto a otro y me dice lo mismo. El terreno es complicado, la rueda trasera se va por donde quiere. Veo que Juan y Rafa se van quedando cada vez más atrás, pero sigo mi camino. ¡Ahora es cuando mejor voy! No siento el cansancio, mis piernas responden a cada pedalada aunque no se avanza mucho por este terreno.

Acaba la «carretera blanca» que estaba marrón de la lluvia y empieza el último tramo de la prueba. Se trata de la sirga número tres «Dársena de Medina» que lleva a la meta. Consta de 13,5 km de longitud y como buena sirga, transcurre paralela al canal y está preciosa a más no poder. La lluvia es más fuerte en estos momentos.

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La lluvia es abundante sobre el canal

El subidón que llevo es de órdago, voy como un loco por ese terreno. Ha llovido y está lloviendo bastante por lo que los surcos del camino son un charco continuo. Pero no importa, voy disfrutando como un enano. Recuerdo las palabras de Pedro Horrillo que decía que lo importante de este tramo no es desear llegar a meta, sino desear que no acabe para disfrutar. Y eso hacía disfrutar y disfrutar de este terreno.

Por ahí va uno de amarillo, le sobrepaso. Luego van un par de ellos, también los paso. Otro me dice que ya no puede más. En este último tramo adelante a seis o siete. De repente me parece ver a Carmelo con su cámara y con un paraguas, ¡no me lo puedo creer! Me hace una foto y le saludo. Es sorprendente Carmelo, inesperado. La foto ha salido muy bien para las condiciones que hay en estos momentos.

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Disfrutando como un niño con katiuskas

Sigo y sigo disfrutando y empiezo a ver las casas de Medina. Sigo dando a los pedales y llego a la dársena donde está instalada la meta. Cruzo el arco con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Ha sido una verdadera pasada.

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Llegada a meta, súper contento

Me acerco a la mesa donde bebo un par de vasos de bebida energética. Me sellan el pasaporte y me acerco a la gasolinera a quitar el barro de la bici. Guardo la bici en el maletero del coche, me ducho en el polideportivo y disfruto de una deliciosa y abundante comida con la que nos agasaja la organización. Después de la comida partimos con cierta premura a casa. Ha sido una jornada genial, me lo he pasado de vicio. Muchas gracias Víctor por seguir adelante con tu idea. Espero que el año que viene se pueda celebrar de nuevo. Gracias a Juan y a Rafa por la compañía antes, durante y después de la prueba. Gracias también a Frodo, a Carmelo y a Marisa por las fotos. Bueno, a Marisa por las fotos y todo lo demás.

XXXVII Carrera Popular Toledo-Polígono

Hoy he participado por primera vez en esta carrera que se celebra en Toledo. Parte de la Puerta de Bisagra, en el centro de Toledo y llega al Polígono, que es un barrio situado más allá del casco histórico, por lo que la llegada y la salida están a bastantes kilómetros de distancia y, por lo tanto, hace que la logística se complique un poco. Debido a eso, llegamos a Toledo con bastante tiempo de antelación. Tanto que debimos ser los primeros que retiramos el dorsal, ya que llegamos minutos antes de las siete de la tarde a recogerlo. Y la carrera comenzaba a las nueve.

En esta ocasión había la posibilidad de apuntarse por parejas. Existían tres tipos de parejas: chico-chico, chica-chica y mixtas. Nosotros nos apuntamos, obviamente, a la de parejas mixtas y nos dieron a los dos el mismo dorsal: el 1006. Para poder optar a la clasificación por parejas había que entrar en meta los dos juntos. No valía llegar cada uno por su lado y sumar los tiempos.

Nos dirigimos en coche hacia la meta, siguiendo a una de las furgonetas de la organización y cerca de la llegada aparcamos el coche y preguntamos a una pareja de toledanos paseantes si sabían donde se podía recoger el autobús para ir a la centro. Amablemente nos indicaron que frente a la residencia de ancianos se podía coger el 62 que te dejaba en la misma Puerta de Bisagra.

Estábamos esperando tranquilamente el autobús cuando recibimos la primera sorpresa del día. De repente encontré a una amiga, compañera del instituto, que llevaba casi treinta años sin verla. Fue una gran alegría encontrarla. Después en meta tuvimos tiempo de charlar un rato.

Al poco llegó el autobús, nos montamos, pagamos 1,40 € per testa por el trayecto (más caro que en Madrid) y vimos que el autobús iba repleto de corredores que habían hecho lo mismo que nosotros. Sólo que ellos fueron más espabilados porque cogieron el autobús una parada antes y les salió gratis porque lo pagó la Asociación de Vecinos «El Tajo» que son los que organizaban la carrera.

En el autobús también nos encontramos con caras conocidas. Una de ellas era la de Ana, paisana de mi acompañante que nos hizo una bonita foto con la Puerta de Bisagra al fondo.

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Con la Puerta de Bisagra al fondo

Después de las fotos, estuvimos dando una vuelta por el mercadillo medieval que habían montado en la Vega. Sobre todo había tenderetes con comidas de todo tipo que invitaban a comer. No pude evitar comerme una chuche gigante.

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Energía para los últimos kilómetros

No llegábamos a quinientos atletas, por lo que había bastante sitio en la salida. Nos colocamos cerca de la línea de salida, pero sin pasarnos. Dieron la salida, atravesamos la Puerta de Bisagra y comienza la primera subida hacia Zocodover, menos mal que sólo un poco y enseguida comenzamos a bajar por una pendiente pronunciada, haciendo unas cuantas zetas hasta llegar a la zona llana, junto al río. Habíamos completado el primer kilómetro. De nuevo comienza una subida buscando el puente de Alcántara. Después del puente, una buena bajada para llegar al Paseo de la Rosa y ahí comienza un tramo llano hasta que acaba el paseo, donde se gira a la derecha hasta llegar a un polideportivo donde se abandona el asfalto y comienza una bonita subida, bastante larga, engañosa, que se hace dura. Menos mal que ya se iba notando que el sol se había ocultado y la temperatura había bajado.

Se corona el punto más alto poco antes del meridiano de la carrera, se pasa por un puente que atraviesa la A-42 (la misma que pasa al lado de mi casa) y comienza una pequeña subida preludio de otra bajada de pronunciada pendiente. Aún seguimos corriendo cerca de los pinos, pero el piso es de nuevo asfalto, se acabaron los caminos.

Siguiendo por ese camino asfaltado se acaba entrando al barrio del Polígono. Primero pasando por detrás del centro comercial y luego por delante del monstruoso hospital que están construyendo o al menos deberían de estar haciéndolo, porque no se ve actividad por allí.

Por ese punto, sobre el kilómetro 7,5 observé que íbamos acortando terreno a una pareja «de las nuestras». Antes de comenzar la carrera nos habíamos cruzado con ellos, que llevaban el traje de Bicicletas Pina y nos parecieron muy profesionales, que íbamos a tener poco que hacer. Aún así, animé a mi compañera a que acelerase un poco porque veía que aunque íbamos recortando, no tenía muy claro si el ritmo que llevábamos iba a ser suficiente para alcanzarlos. Mi compañera no aumentó el ritmo, pero al menos no lo disminuyó y de este modo la distancia que nos separaba era cada vez menor.

El chico de la pareja se dio cuenta que íbamos cerca y empezó a animar a su compañera, pero debía ir con pocas fuerzas porque seguíamos acercándonos amenazadoramente. A falta de 500 metros ya íbamos prácticamente detrás. Ahí se gira a la izquierda y comienza una cuesta abajo. Acabando la cuesta abajo la chica se dio cuenta de nuestra presencia y aceleró. Ese fue su canto del cisne, porque ya en la recta de llegada, en los últimos cien metros, mi compañera sacó fuerzas no sé de donde y se puso a acelerar como una loca. Tanto que en esos últimos metros conseguimos distanciar a la otra pareja en diez segundos, llegando a meta con un tiempo oficial de 49:33.

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Tras pasar la línea de meta

Ese sprint brutal de mi compañera sirvió para que consiguiéramos llegar como la décimo sexta pareja clasificada, pero lo mejor es que fuimos ¡¡¡la tercera pareja mixta!!! Así que he conseguido subir al pódium por tercera vez en mi vida en una carrera pedestre. Aunque esta vez todo el mérito ha sido de mi compañera, todo hay que decirlo. Eso no quita que esté más contento que unas castañuelas.

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Recibiendo nuestro trofeo de tercer clasificados

Una bonita carrera a un precio razonable (5 €) aunque tenga el problema de tener la salida en distinto lugar de la llegada. Por ese precio al llegar nos dieron una camiseta de algodón, una botella de agua, refrescos, cerveza de barril y naranjas. Además hubo sorteos varios. Una carrera recomendable.

Las fotos de la llegada y del podio son de Aurelio Gómez Castro. Gracias.

XXXVII Carrera Popular de San Juan

Para completar este mes de junio «deportivo» hoy he participado en la Carrera de San Juan, en Leganés. Se trata de una carrera tan antigua como la maratón de Madrid. Ambas han celebrado este año su XXXVII edición.

Este año el patrocinador principal era El Corte Inglés de El Bercial, por lo que la salida era junto a este centro comercial. Bueno, la salida y los tres primeros kilómetros, que se hacían dando vueltas y yendo y viniendo alrededor del centro. Entre el calentamiento y esos primeros kilómetros iniciales, me quedó bien claro quien era el patrocinador. Desde el otro lado de la barrera, me alegro por los organizadores porque no es fácil encontrar un patrocinador.

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Calentando antes de la carrera

Salí con la idea de mejorar el tiempo de Proniño y de no sufrir tanto, así que salí algo más despacio que la semana anterior. Pasé el kilómetro cinco en 21:30 más o menos y más confortable que el otro día; no obstante era medio minuto más lento. Sobre el kilómetro seis me cogió un conocido y estuve con él desde ahí hasta el final, aunque siempre por detrás.

Llegando a la pista del atletismo donde acaba la carrera se pasa por un parque donde también hay que hacer alguna vuelta y revuelta tipo cross. Ahí me eché encima del conocido que me había pasado antes y de otro que le acompañaba, pero en la pista me dejaron ambos.

Llegué a la meta con un tiempo de 43:18 según mi cronómetro, 43:26 tiempo oficial. La diferencia entre un tiempo y otro es debida a que no había alfombra de salida. Echando mano a mi cronómetro, mejoré 13 segundos el tiempo de Proniño y sufrí muuuuuucho menos. Objetivo conseguido!

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Entrando en meta

Después de entrar en meta, un corto sprint hasta el guardarropa donde tenía octavillas de la carrera del barrio, las cuales estuve repartiendo mientras mostraba la camiseta del año pasado que gustó mucho a los que la vieron. La verdad es que tuvo buena acogida, espero que consigamos completar las 300 inscripciones.