XIV Media maratón de Villarrobledo

La media maratón de Villarrobledo viene celebrándose estos últimos años un sábado por la tarde, lo cual no es muy habitual en el calendario de carreras, que suelen ser los domingos por la mañana, pero es lo que hay y si no te gusta, pues carreras hay muchas. Reconozco que me despista un poco el día y, sobre todo, la hora, pero tampoco lo veo muy problemático. Es por esto que llegamos a Villarrobledo a eso de las doce de la mañana. Lo primero fue buscar un bar o un restaurante donde poder comer algo porque correr sin haber comido nada desde el desayuno de las nueve de la mañana me parecía excesivo. Fue buscando ese sitio para comer donde me di cuenta que no iba a ser una carrera fácil porque el viento que soplaba hacía difícil incluso avanzar.

Comimos un plato combinado y volvimos al hotel comprobando que el tema del viento no había mejorado y que mejor sería olvidarse de las marcas y correr a lo que saliese. Tenía la esperanza de volver a bajar de hora y media, pero lo descarté incluso antes de comenzar.

Fuimos al hotel y nos tumbamos para reposar la comida, pero nos descuidamos y cuando nos quisimos dar cuenta faltaban sólo cuarenta minutos para que empezase la carrera y mi compañero Joaquín estaba nervioso porque no aparecíamos por la salida y nos tenía que dar los dorsales.

Nos vestimos lo más rápido posible y fuimos en el coche hacia el polideportivo, pero como no sabía exactamente donde estaba, me perdí. Tuvimos que llamar de nuevo a Joaquín para que nos diera precisas instrucciones. De este modo, cuando quisimos llegar sólo faltaba un cuarto de hora para comenzar. Nos colocamos el dorsal en el pecho y el chip en la zapatilla y salimos a calentar los diez minutos que faltaba para el comienzo.

Hacía tanto aire que no pusieron arco de salida ni alfombras para recoger los tiempos. Por supuesto, tampoco arco de meta, estableciéndose ésta en la puerta del polideportivo. Era tremendo como soplaba.

Como no había arco de salida ni raya pintada en el suelo establecieron la salida en donde el suelo cambiaba de color, al lado de una furgoneta blanca. Eso sí, la salida se dio a las cuatro y media exactas.

Joaquín salió como alma que lleva el diablo, pero pronto me puse a su altura. El primer kilómetro es favorable y fue el más rápido de toda la carrera. Ya desde el primer metro empecé a observar que la gente recortaba todo lo posible no sé si para guarecerse del viento o simplemente por rebañar metros a la carrera. Yo traté de correr sin subirme a la acera, aunque hubo un par de ellas que no pude evitar.

En estos primeros kilómetros no notaba el viento, no sé si porque daba de espaldas o porque íbamos protegidos por las casas, pero fue en el kilómetro cinco, después de girar a la izquierda en la calle peatonal donde noté que el viento no se había ido, que estaba ahí al acecho. Además fue por esta zona donde empezamos a adelantar a aquellas corredoras que se habían apuntado a la carrera de la mujer y a algún chico que participaba en la prueba de iniciación. Era una zona por el centro del pueblo con calles estrechas y costaba adelantar. Tuve que hacer algún eslalon para adelantar y en una de esas golpeé a unos de los corredores de la media que iba a mi lado. No me pareció buena idea la de mezclar pruebas.

Pasado el kilómetro siete comienza la Avenida del Este. Es un paseo de 800 metros sin ninguna protección contra el viento ni a un lado ni a otro. Ahí el vendaval era notable, avanzar era una tarea de titanes, por lo que había que protegerse del viento de alguna manera; sin embargo, el grupo que nos precedía estaba algo lejos y dado que era Joaquín la estrella de la carrera pensé en hacer yo de parapeto para que él pudiera ir algo más cómodo, así que le ordené que se pusiera a mi espalda. Después de esa larga recta comienza una subida de ligera pendiente de aproximadamente kilómetro y medio donde también el viento daba de cara. En este tramo no sólo la pendiente, sino el viento iban en contra del corredor. Me acordé de ese dicho ciclista que dice que en ciclismo todo da por el culo excepto el aire que siempre da de cara.

Llegamos al polideportivo donde acaba la carrera y comenzaba la segunda vuelta. Joaquín comentó que no se nos había dado mal esa primera vuelta, pero que ahora empezaba la segunda y veríamos. ¿Y qué fue lo que vimos? Que las fuerzas eran más reducidas y que el viento seguía haciendo de las suyas.

Mal del todo no íbamos porque nos adelantaron un par de ellos y nosotros adelantamos a alguno más. Sobre todo el objetivo eran dos corredores del equipo local que pensábamos podían ser de la categoría de Joaquín. Sobrepasamos a éstos sobre el kilómetro 17 y traté de aumentar el ritmo porque sólo nos quedaba un kilómetro sin viento en contra.

Esta vez el tramo por la Avenida del Este se hizo más dura. De nuevo hice de parapeto, pero esta vez no sólo se aprovechó Joaquín se aprovechó de mi estela, sino que hubo un par de corredores que se pusieron a rebufo, incluso uno de ellos trataba de quitar el puesto a mi compañero que era el más cómodo. Tuvo que tirar de codos para mantenerse a mi espalda. El paso por la calle Camarilla, la Travesía de la loma y su continuación por la calle Blas López, todo cuesta arriba se me hizo tremendamente duro; sin embargo, al coronar la cuesta ya quedaba aproximadamente un kilómetro y tratamos de aumentar el ritmo en lo que pudimos.

Llegamos a meta con un tiempo oficial de 1:31:34 consiguiendo el objetivo previsto: Joaquín fue el primero de su categoría y el primero también de los locales. Todo un éxito. Emilio, otro compañero del Club Atletismo Zofío, también se subió al cajón, haciendo segundo de su categoría. La única chica del club, que llegó con una buena pájara, sólo pudo ser cuarta. Quique fue quinto y el que esto escribe fue el peor de todos, sólo pudo ser octavo.


Llegando a meta con don Joaquín

Esperando a que Joaquín recogiera los dorsales nos llevamos una grata sorpresa ya que llamaron al podium al Club Atletismo Zofío como uno de los equipos con varios representantes. Subimos Emilio y yo a recoger las seis botellas de vino con que la organización nos obsequió.


En el podium representando al Club Atletismo Zofío

XIII Media maratón de Latina

Era mi segunda participación en esta carrera y recordaba que era dura, pero la primera vez me lo tomé con calma y no sabía lo realmente dura que es. Hoy mis piernas son testigo, pero queda compensada con lo atractivo de su recorrido y la excelente organización. No hablo gratuitamente, he aquí el perfil de la carrera obtenido de Strava.


Perfil de la Media de Latina

Habíamos quedado tres pradolongueros en el punto de encuentro a las ocho de la mañana para estar con tiempo y no sufrir agobios ni para aparcar ni para retirar el dorsal. Y así fue, antes de las ocho y cuarto estábamos dejando el coche en el aparcamiento del centro comercial de Aluche, muy cerca de la estación de metro.

Joaquín, que debió levantarse pesimista, no hacía más que protestar, que si hace mucho frío, que si lo voy a hacer fatal, que lo que corría yo cuando era joven, que si aquella vez en Béjar, que si me va a adelantar este o aquel, que si va a haber minutada… Nada, el tío se había levantado con pocas ganas, con poca confianza y muchas dudas.

Recogimos el dorsal en un periquete y yo huí urgente al servicio. Cuando salí aún quedaba mucho tiempo para las nueve y media así que decidimos buscar un bar para tomar un café. Encontramos uno en la Avenida del General Fanjul y allí estuvimos un rato haciendo tiempo y metiendo cafeína para el cuerpo. La idea de ir a tomar café fue más por no oír al speaker que por otra cosa porque lo de este hombre es de traca, se pone a hablar por el micro de forma atronadora y no para ni para coger aire. Algo tremendo.

Cuando faltaban unos veinte minutos nos hicimos una bonita foto los tres pradolongueros que vinimos juntos porque había alguno por allí pero no nos encontramos.


Muy contentos antes del comienzo

Dejamos nuestras pertenencias en el guardarropa y nos pusimos a calentar hasta que faltaron cinco minutos que nos pusimos en el pelotón dispuestos a comenzar una media maratón que tanto a Joaquín como a mí nos resultaba extraña, ya que llevábamos sin correr 21 km desde la de Coslada casi dos años antes.

De los tres que fuimos enseguida Miguel puso pies en polvorosa y Joaquín no le iba a la zaga. Me costó trabajo ponerme a la altura de Joaquín y cuando lo hice vimos que era una temeridad seguir el ritmo de Miguel, por lo que nos acoplamos a uno más llevadero para tratar de llegar a la meta en buenas condiciones.

Mi idea era hacer 1h32 aproximadamente y eso implicaba llevar un ritmo de 4:20 más o menos, por lo que había que ir algo más deprisa de ese ritmo en los tramos más favorables para tratar de compensar los kilómetros cuesta arriba. Y efectivamente, los primeros kilómetros fueron los más rápidos ya que hicimos el primer tercio de carrera en 30:01, por debajo de esos 4:20 fijados. Y eso que en ese primer tercio ya nos obsequiaron con alguna cuestecilla.

Sobre el kilómetro ocho nos adelantó la chica que al final fue tercera y fuimos casi todo el tiempo cerca de ella. En ese punto iba cuarta, pero la tercera estaba ahí mismo. La animamos para que la alcanzara, pero nos dijo su acompañante que no la agobiáramos. La chica subía las cuestas que daba gusto verla, ya que era muy ligera. En cada subida nos sacaba un tanto que luego recuperábamos bajando.

La primera cuesta de verdad está en la calle Carlina cuando ya se llevan recorridos 8,5 km. Es una cuesta no muy larga, pero de una pendiente considerable. Ahí vi que Joaquín no iba fino del todo, que le costaban las subidas. Esa cuesta empalma con la que lleva al metro de Batán y sumando ambas es prácticamente un kilómetro cuesta arriba, que se deja notar en las piernas. Fue allí donde tuve que tirar por primera vez del freno de mano para no dejar atrás a mi compañero.

Una vez dejado atrás el metro de Batán viene un tramo favorable hasta el Lago de la Casa de Campo. Son tres kilómetros favorables donde fuimos de nuevo recortando segundos a ese ritmo de 4:20 fijado. Lo malo es que desde el Lago hasta el final de la carrera es todo hacia arriba aunque con algún tramo corto a favor.

En el Lago, en vez de rodearlo ajustándose al perímetro se coge una cuesta que lleva a las pistas de tenis, es la segunda cuesta interesante de la jornada porque es bastante larga aunque tendida. En las pistas de tenis vimos a Emilio que nos animó fervientemente. ¡Gracias Emilio!

Poco después se baja lo subido para llegar al Paseo de María Teresa y ya en ligera pendiente alcanzar el cruce donde pudimos ver a los que iban más rezagados que nosotros. En ese cruce se llega al Paseo de los Plátanos y la pendiente sigue muy leve pero para arriba. Íbamos sobre el kilómetro 14 ó 15 y el crono ya iba marcando ritmos por encima de 4:30 y notaba las piernas bastante cansadas. Me dio por pensar cómo las llevaría el día de la maratón de Madrid cuando por estos mismos parajes ya llevase en la «mochila» 27 kilómetros. Enseguida traté de pensar en otra cosa porque se me saltaban las lágrimas.

El Paseo de los Plátanos se convierte en la Carretera de Rodajos, la que lleva a la entrada de la Casa de Campo por Prado del Rey. Pasando el desvió del zoo el camino se inclina algo más y fue por ese punto donde nos cruzamos con Miguel que iba a buen ritmo quizás ayudado a que él iba bajando. Lo cierto es que eso nos animó porque pensábamos que nos llevaba más ventaja. Por otro lado, cuando ya hicimos el giro de 180 grados y nosotros bajábamos, vimos a Antonio que subía y no nos extrañó mucho que anduviese cerca aunque nos había dicho en la salida que iba a hacer 1h40… Cosa que nadie creyó porque el tío anda fino, fino.

A la altura del zoo seguíamos detrás de la chica que nos adelantó en el kilómetro ocho. Ahora iba la tercera porque la que iba segunda había pinchado kilómetros antes y había sido adelantada por dos. En el zoo hay una pequeña cuesta en curva que va rodeando el aparcamiento del recinto y allí vimos que de nuevo la chica se nos iba. Joaquín dijo que había que tratar de no perder la estela de ese grupo donde además de la chica iban dos o tres más. Aceleró y me sorprendió que pudiese hacerlo cuesta arriba porque había demostrado debilidad en las otras… Pero fue un espejismo visto lo que sucedió metros más adelante.

Después de esa breve cuesta empieza otra que lleva desde el zoo a la boca de metro Casa de Campo. Esa cuesta ha sido bautizada como Cuesta Aisa en honor de Alberto Aisa Ortiz, que fue organizador de la prueba en sus comienzos. A la organización se le ocurrió la idea de cronometrar los tiempos para entregar un regalo al hombre y mujer más rápidos en subir dicha cuesta. He leído en Twitter que cuando una cuesta tiene nombre propio, malo. Y no le falta razón.


Coronando la Cuesta Aisa. Foto cortesía de Evedeport

Allí mi compañero hizo aguas y la chica se nos fue yendo metro a metro. No me extraña, porque ella subió muy bien, de hecho fue la ganadora en esa prueba cronometrada. Cuando coroné esa cuesta, ya cerca del 18, esperé que llegase Joaquín y nos lanzamos cuesta abajo por la Calle los Yébenes lo más rápido que pudimos, que tampoco fue nada del otro mundo.

Al acabar ese tramo favorable se gira a la derecha y empieza a subir por la calle Valmojado, dejando a mano derecha el Parque de Aluche. Esa subida casi imperceptible se deja notar porque son ya casi veinte kilómetros en las piernas. Vimos que ya era imposible acercarnos a la tercera clasificada porque la distancia era considerable, pero no íbamos mal del todo, algo de fuerzas nos quedaba.

Pasando por debajo de las vías del metro, aproximadamente en el punto kilométrico 20 nos adelantó Antonio, el de la hora cuarenta, y nos animó a que nos pusiéramos a su ritmo, pero eso era harto difícil porque él iba bastante más rápido que nosotros y Joaquín, con buen criterio, dijo que si aumentásemos el ritmo se nos iba a hacer un último kilómetro muy duro.

Poco después de las vías se llega al centro comercial y al pasar éste el terreno ya deja de subir y es prácticamente llano hasta la línea de meta. Tratamos de aumentar un poco el ritmo y juntos y hermanados llegamos a la meta con un tiempo oficial de 1:33:47 bastante contentos con el resultado teniendo en cuenta que llevábamos casi dos años sin correr una media maratón y no sabíamos cómo iban a responder las piernas.

Una vez traspasada la línea de meta nos obsequiaron con una buena bolsa del corredor con la característica camiseta sin mangas, esta vez de color amarillo. La recogida de la bolsa del guardarropa fue rápida y el rato que estuvimos sobre el césped seco del estadio de atletismo fue muy agradable ya que había aumentado la temperatura y lucía el sol. Allí estuvimos comentando la jugada y fue donde vimos a Quique, pradolonguero de pro, que nos contó que había hecho un tiempo de 1h24 y con el menisco roto. Miguel hizo 1h30 y nosotros 1h33. El otro pradolonguero que también participó hizo 1h38. Así que todos contentos.

XXXVIII Media maratón de Coslada

Hoy he participado por sexta vez en esta media maratón, a la que no acudía desde 2008. Desde entonces, han cambiado el circuito y si ya era duro en aquel entonces, ahora lo es bastante más.

Fui con Joaquín a esta carrera con la idea de hacer una tirada larga de cara a Mapoma. Llegamos sobre las 8:20 a Coslada, por lo que pudimos aparcar sin problemas en la misma calle donde se daba la salida. La primera sorpresa fue comprobar que el lugar de salida/meta de ahora había cambiado con respecto a aquellos tiempos en los que la media de Coslada era una de las pocas que se podían hacer para preparar Mapoma. Si no recuerdo mal, Fuencarral, Universitaria y ésta eran las únicas media además de los 20 km Villa de Madrid, ya extintos, que servían para comprobar el estado de forma de cada cual respecto a Mapoma.

Ahora la meta y toda las logística está instalada en el polideportivo Valleaguado. Allí recogimos el dorsal con chip incorporado y la camiseta conmemorativa y como había mucho tiempo por delante estuvimos dando un paseo por la pista de tartán, donde iba a finalizar la carrera. Luego cruzamos la calle para entrar en un restaurante que estaba abierto y hartándose de servir cafés. Nos tomamos uno, aliviamos nuestros vientres y se me ocurrió mirar el perfil del recorrido porque estaba oyendo a los corredores que la carrera era bastante dura. Y lo que vi nos asustó un poco…

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Perfil de la media de Coslada 2016 obtenido de la web de la organización

Un poco con el miedo en el cuerpo volvimos al polideportivo a hacer un poco de tiempo antes de quitarnos la ropa y dejarla en el guardarropa. Mientras estábamos por allí preguntándonos si iba a llover o si iba a hacer frío o si fue antes el huevo o la gallina nos encontramos con Ambrosio, un clásico veterano de las carreras madrileñas que también se había acercado hasta allí. Estuvimos un rato charlando y un corredor muy amable se prestó a hacernos una bonita foto.

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Junto a dos campeones de los clásicos de Madrid

A falta de media hora dejamos nuestras pertenencias en el guardarropa y nos pusimos a calentar y estirar un poco mientras el reloj se iba acercando a las diez de la mañana, hora en la que comenzaba la carrera.

Dieron la salida con bastante puntualidad y aunque los primeros seiscientos metros son cuesta abajo luego empieza el festival de cuestas arriba. Hasta el kilómetros dos y medio es todo para arriba con algún falso llano y con alguna cuesta que asusta. Luego viene una bajada muy pronunciada y posteriormente todo es bajada o subida con poquísimo llano. Y lo peor es que hacía un aire de espanto.

Como hay que dar dos vueltas al mismo circuito, habíamos pensado hacer una primera vuelta de reconocimiento, algo más tranquilos y luego apretar, si se podía, en la segunda vuelta. El objetivo era hacer un tiempo por debajo de 1h35 lo que implicaba marchar a un ritmo por debajo de 4:30 min/km. Lo cual era harto complicado hacerlo en las cuestas arriba, así que la jugada era apretar lo que se pudiese cuando el terreno fuese favorable.

Y eso es lo que hacíamos, sufrir lo que podíamos cuesta arriba y acelerar todo lo posible cuesta abajo. Hacia arriba se nos iba el tiempo por encima de ese ritmo de crucero de 4:30 o muy cerca y en las bajadas conseguíamos bajar 10, 12 ó 15 segundos ese ritmo. La cosa iba más o menos controlada.

Casi al final de la primera vuelta se nos «pegó» un tipo de camiseta roja y me iba molestando lo suyo, porque el tío se ponía a nuestra chepa en los tramos de aire y encima iba acortando todas las esquinas que podía. La verdad es que su presencia me violentaba, pero el tipo iba más feliz que un ocho.

Fuimos bastante tiempo, en esa primera vuelta, detrás de una chica de la Agrupación Deportiva Marathon que conocía de otras carreras. Iba a un ritmo muy semejante al nuestro porque no la quitábamos ni un metro. Casi a punto de terminar la primera vuelta ella adelantó a la que iba tercera clasificada y un poco después, lo hicimos nosotros.

A la altura del polideportivo donde está la meta comienza la segunda vuelta y la subida de casi dos kilómetros. De repente, la chica de la A. D. Marathon casi se paró y ahí pudimos adelantarla. La animamos para que continuara y nosotros seguimos a nuestro ritmo, marcados muy de cerca por el individuo de camiseta roja.

Acabamos la gran cuesta, bajamos una bajada muy pronunciada y llegando al kilómetro trece empecé a notar una molestia en la zona de la derecha un poco por encima de la cintura. Era el temido flato, que empezaba a notarlo con desagrado. Pensé en aflojar el ritmo, pero no lo hice ya que no era demasiado doloroso, se podía aguantar.

Poco después llegamos a una de las zonas más ventosas. Aceleré un poco el ritmo para acoplarnos a un grupo delantero de cinco corredores. Me puse a la espalda del grupo, pero Joaquín no pensó lo mismo que yo y los adelantó sin despeinarse, así que duró poco mi alegría del resguardo y aceleré otro poco para no perderle. Miraba de reojillo y veía al tipo de la camiseta roja a nuestro lado, un poco atrás. Imposible dejarle.

Sobre el kilómetro 17 comenzaba una bajada interesante y me veía fuerte. Empecé a apretar para tratar de dejar a nuestro acompañante, pero no había manera; sin embargo esto hizo que esos dos kilómetros fueran los más rápidos, ya que los hicimos en 4:07 y 4:09. Cuando vi los tiempos me dio un subidón.

Esos kilómetros transcurrían por una zona fea al lado de un enorme aparcamiento, luego se pasaba por lo alto de un puente y posteriormente se daba un garbeo por el polígono industrial. En la primera vuelta había unos tipos con unos altavoces que escupían música de AC/DC a todo volumen. En esa primera vuelta aceleré sin querer al escuchar esta música celestial y confiaba que en esta segunda vuelta me volviera a suceder. Nada más lejos de la realidad, ahora se escuchaba una música de lo más comercial que no animaba lo más mínimo. Menos mal que no me hizo falta esta inyección de adrenalina porque me veía muy bien. Pensaba en Villaverde y lo mal que lo había pasado en los últimos kilómetros y ahora volaba. Iba genial… Pero el tipo de la camiseta roja no se descolgaba de ninguna manera.

Donde lo pasé peor fue sobre el kilómetro 18, por el polígono industrial. El terreno era ascendente y el aire soplaba de lo lindo en contra. Ahí tuve un momento de bajón, menos mal que el tramo no era muy largo y luego venía un terreno más favorable. En ese terreno dimos caza a la segunda clasificada, que marchaba como un tiro, aunque quizás algo cansada.

Poco antes del kilómetro viente se llegaba a una glorieta que está muy cerca de meta, vamos, que tirando recto parece que se llegaría a meta en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, hay que tirar hacia la izquierda para buscar completar la distancia. Afortunadamente, ya quedaba poco más de un kilómetro y lo único que había que hacer era darlo todo. Apretamos los dientes y al poco llegamos al polideportivo donde había que hacer unos trescientos metros por la pista.

Poco antes de entrar al polideportivo oímos a un tipo que decía a la segunda clasificada, que iba justo detrás de nosotros, algo así como: Vamos Claudia, vas a hacer 1h32 y sin entrenar. Toma ya, nosotros sufriendo como animales y la chica esta sin entrenar iba a llegar con nosotros sin despeinarse.

Una vez en el polideportivo apretamos todo lo que pudimos y aconsejé a Joaquín que se pegara al borde de la pista. Yo me puse en paralelo para que no nos adelantaran por dentro y si alguien nos quería sobrepasar, que lo hiciera por la calle dos. Faltando cien metros vi que el de la camiseta roja esprintaba para adelantarnos. Apremié a Joaquín para que lo diese todo y afortunadamente conseguimos llegar entrar antes que él. Vi que el cronómetro de meta marcaba 1h33 y algunos segundos. Luego en las clasificaciones vimos que el tiempo oficial fue de 1:33:12 aunque tiempo neto de 1:32:58 debido a que nos pusimos quizás algo atrás en la salida.

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Llegando a meta. Foto cortesía de la organización

Además de la camiseta conmemorativa que nos dieron antes de salir, nos obsequiaron con una mochila de cuerdas con dos botellas de agua, botella de bebida isotónica, un bote de bebida para deportistas, un zumo de naranja natural fresquito, un zumo de tetrabrik, una barra de cereales y una mandarina que, por cierto, estaba deliciosas. Todo por 12,6 € que incluía la inscripción y lo gastos de inscripción por hacerlo por internet.

Acabamos muy contentos porque cumplimos el objetivo y debido a la dureza de la carrera utilizar una técnica conservadora, saliendo algo más tranquilos, hizo que fuéramos adelantando gente durante toda la carrera. Lo cual nos supuso una motivación extra. Una muestra de esa carrera en progresión, de menos a más, se ven en los tiempos realizados en los distintos parciales. Hicimos el primer tercio de carrera (7 km) en 30:57, el segundo en 30:43 y el tercero en 29:34.

XXXII Media maratón de Villaverde

Crónica dedicada a Pepe, pradolonguero de pro y fan de mis batallitas. Va por ti, campeón.

Algunos se empeñan en llamar a esta carrera la media maratón de Villaverde, pero para todos los pradolongueros, es y será el duelo de la minutada, ya que dos ilustres pradolongueros: Joaquín y Miguel se habían retado en esta carrera, en la que Miguel había amenzado a Joaquín con meterle una minutada.

Lo de la minutada es un concepto difícil de definir no sólo por parte de los contendientes, sino por el resto de los mortales. Unos hablaban de cinco o seis minutos, otros quizás exagerando, proclamaban incluso hasta veinte. En este mismo blog, en una entrada había tratado de «objetivar» en minutos ese etéreo concepto y había llegado a la conclusión que teniendo en cuenta las edades de cada uno, hasta once minutos podría ser una distancia asumible.

Informadas las partes de las ideas de cada uno de esa posible diferencia en meta, se había llegado a un acuerdo tácito de que una diferencia mayor de seis minutos podría ser considerada una minutada, ya que por un día dejábamos de lado el concepto edad y el lastre que supone.

Así las cosas, en un rincón se presentaba Miguel, peso semipesado, edad 41 años y prometiendo hacer 1h24. En el otro rincón, Joaquín, peso wélter, edad 56 y con la idea de acercarse a la hora y media. Ambos prometían una lucha a muerte en un combate a 21 asaltos.

He de decir que en el rincón de Joaquín se encontraba un servidor, tratando de ayudar en lo que fuera posible. Principalmente con la idea de marcar el ritmo para conseguir el objetivo de la hora y media.

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Esperando el pistoletazo de la salida. Foto cortesía de Emilio R

Comenzó la carrera y ya en los primeros metros vimos como Miguel iba con un paso más vivo y que no iba a ser tarea fácil minimizar la diferencia, más bien al contrario. Si no desfallecía, su triunfo era seguro. El primer golpe fue psicológico, pero Joaquín lo encajó sin demasiados problemas y seguía con la defensa alta y con un buen juego de pies.

Entramos en el Parque Lineal y yo iba mirando el cronómetro para no acelerarnos en exceso. Un ritmo demasiado alegre al principio podía convertirse en nuestra tumba al final. Le iba cantando los tiempos cada kilómetro y el plan de la hora y media iba a la perfección, robando segundos en muchos de los kilómetros y teniendo que tirar de la rienda de vez en cuando porque Joaquín se desbocaba. De hecho, cuando pasamos por el primer tercio de la carrera, kilómetro siete, íbamos por debajo de la media hora, cumpliendo perfectamente nuestro plan. En el parque fuimos animados por un montón de pradolongueros que se habían desplazado para animar y presenciar in situ el gran duelo. Muchas gracias por vuestros ánimos. Da gusto tener compañeros como vosotros.

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En pleno Parque Lineal, pasado el km 7. Foto cortesía de @edutri3

Existen dos zonas en el Parque Lineal donde la carrera realiza un giro de ciento ochenta grados y, por lo tanto, se puede apreciar la diferencia entre unos y otros. En el primero de ellos, sobre el kilómetro nueve, vimos que Miguel iba a buen ritmo y que la diferencia entre él y nosotros era notable, algo más de dos minutos. Fue un duro golpe, directamente al hígado, de los que duelen, pero de nuevo Joaquín lo encajó a la perfección y no se vino abajo ni mucho menos.

A dos kilómetros y medio está el otro punto donde se cruzan los unos con los otros. Ahí, a la altura del puente nuevo, nos cruzamos de nuevo con Miguel. Se le veía bien acoplado a un grupillo y seguía llevando un buen ritmo. Miré el cronómetro y después de girar y llegar de nuevo al puente volví a mirar y marcaba justo tres minutos de diferencia. Íbamos por el kilómetro doce y la minutada se dejaba entrever. Iba a depender de quien de los dos iba a aguantar mejor la dureza del último tercio.

Le comuniqué a mi compañero que iban tres minutos de diferencia y eso le espoleó aún más y aumentó el ritmo, dispuesto a vender cara su piel. Ese cambio de ritmo a mí me mató, empecé a ir a un metro de su espalda y sufriendo por no descolgarme.

Se sale del Parque Lineal por un camino que pasa por debajo de la A4. El camino es de tierra y muy bacheado y cuenta con una interesante subida para llegar a la M-301. Desde allí se sigue subiendo para llegar a la calle Estefanita y por esta misma calle se siiiiiiigue subiendo hasta que se corona y se baja hasta la Plaza de los Metales. En ese punto estaba el kilómetro catorce, el segundo tercio, y aunque estos dos últimos kilómetros se nos habían ido a casi 4:30 al mirar el cronómetro vi que llevábamos 59:37 por lo que el objetivo de la hora y media aún era factible, aunque difícil.

En la Plaza de los Metales se gira a mano derecha y comienza una larga subida por la calle Berrocal. Una calle larga y cuesta arriba donde empecé a perder segundos y vi como Joaquín se iba alejando. No quise ser un lastre y le dejé marchar ya que si quería cumplir su objetivo mejor ir sin ninguna rémora.

Llevábamos unos kilómetros con un par de tipos a la chepa donde uno le iba diciendo a otro lo que tenía que hacer: ahora respira, ahora relaja, ahora estira la zancada, ahora sácate un moco, ahora lo tiras al suelo y así dale que te pego, sin parar de dar instrucciones. La verdad es que me estaban poniendo algo nervioso, yo no sé cómo iría el receptor de esas órdenes, pero yo conozco a una que le hubiese mandado bien lejos al emisor.

Después de esa larga calle comienza el tramo más feo de la carrera. La prueba se adentra en la parte antigua de Villaverde Bajo y comienza el slalom. Subir, bajar, curva a la derecha, curva a la izquierda, un túnel por aquí, un puente por allá, un parque, una acera y yo no sé cuántas cosas más. Imagino que si vas sobrado, es entretenido, pero si vas mal, cada accidente que te encuentras que te saca de la rutina es un obstáculo más.

En esos primeros tramos de slalom con curvas a derecha y curvas a izquierda fui atropellado por la pareja emisor receptor, ya que ellos consideraban que la raya blanca que estaba pintada en el suelo era un mero adorno, que el circuito va realmente por encima de las aceras. Cuando me arrollaron, de muy malos modos les indiqué que no está bien acortar y menos, atropellar a un tipo que va por donde debe ir.

De todos modos, esta parejita no eran los únicos «asaltaaceras», prácticamente a todos los que vi en estos tramos iban haciendo lo mismo. Se trata, sin lugar a dudas, de una fea práctica que para lo único que sirve es para engañarse a uno mismo haciendo menos distancia de la que debieran.

En esos tramos por el Parque de San Cristóbal, la subida a la Gran Vía de Villaverde, ya me iban cayendo los segundos como losas. En la Gran Vía, donde hay otro giro de ciento ochenta grados, me crucé con Joaquín al que vi que seguía a buen ritmo, lo cual me alegró considerablemente. Fue en ese punto donde me adelantó la chica que iba en cuarta posición. Traté de engancharme a su ritmo, pero ella iba muy bien y yo, muy mal, así que seguí remando en solitario.

Unos kilómetros antes, cuando pasé por debajo de la estación de cercanías de Villaverde Bajo al GPS se le fue la pelota totalmente y me marcó un kilómetro a 3:53 porque se comió un buen trozo, así que iba ya bastante descompensado los hitos kilométricos con los pitidos del GPS y eso, aunque es una tontada, incomoda un tanto.

Fui penando en esos últimos kilómetros utilizando la técnica maratoniana de no pensar en lo que queda sino únicamente en el siguiente kilómetro. Me iba animando mentalmente, venga que ya llegamos al 16, venga, que el 17 está cerca, vamos, vamos, que tenemos el 18 ahí mismo. Vamos, venga, que el 18 está ahí, a la vuelta de la esquina. ¿Pero qué 18 si ya estamos en el 19? Iba ya tan mal que me había «comido» un kilómetro. Así que cuando vi que era el 19 y que me había encontrado un kilómetro menos, me alegré y me animó. Además ahora el tramo era más llevadero en espera de la traca final, ese tramo de algo más de quinientos metros, todo cuesta arriba, que te lleva hasta el kilómetro 21.

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En el kilómetro 20. Foto cortesía de @edutri3

Iba ya muy escaso de fuerzas cuando empezó la subida, así que el único objetivo era no tener que reptar en ese largo tramo. Emilio II me animó a la mitad de la cuesta y el resto de amigos pradolongueros que estaban por allí ubicados, también. Eso hizo que pudiera subir algo mejor de lo que pensaba ese tramo, aunque sufrí como un c…

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En la cuesta final, sufriendo a tope. Foto cortesía del admin de forofosdelrunning.com

Llegué arriba y al entrar en el recinto donde está instalada la meta aceleré lo poco que pude, ya que venía gente por detrás con intenciones aviesas. No consiguieron pasarme por los pelos y me presenté en meta con un tiempo oficial de 1:32:23. Bastante lejos del objetivo, pero cuando no se puede, no se puede.

Nada más pasar la línea de meta me encontré con Joaquín, que como buen compañero me estaba esperando. Su tiempo en meta oficial fue de 1:30:55. Un excelente tiempo aunque se quedó un poco con la miel en los labios de no haber bajado de la hora y media, pero está muy, pero que muy bien.

Recogimos la bolsa del corredor y estuvimos buscando al otro contendiente para ver en cuanto había consistido la minutada, pero no aparecía por ningún sitio. La tierra se lo había tragado. Fuimos a ver a los compañeros pradolongueros que nos habían animado y Pepe nos indicó que había visto pasar a ambos y que la diferencia andaría por los cinco minutos o menos.

Después de cambiarnos llegó Miguel y nos dijo que su tiempo en meta era de 1h26. Comprobando las clasificaciones, se puede ver que el tiempo oficial es de 1:26:08 por lo que la diferencia entre ambos es de 4:47. Ni mucho menos una minutada. Queda claro, por lo tanto, que el campeón ha sido Joaquín. ¿Podría ser Villarrobledo la próxima ocasión donde se midan los contendientes?

Miguel no andaba muy contento porque quería bajar de 1h26, pero estuvo muy cerca y no es ésta una carrera para tratar de conseguir una buena marca. Con su estado de forma en el día de hoy hubiese hecho 1h24 (o menos) en Getafe o en Villarrobledo. O sea, que es para estar muy contento.

Joaquín tenía sentimientos encontrados. Por un lado feliz porque se había proclamado campeón del duelo, pero por otro lado le dolía no haber bajado de la hora y media. Pero igualmente aplicable lo de Miguel, esta no es carrera para marcas y debe sentirse más que orgulloso del tiempo conseguido.

Al cambiarnos, Joaquín se dio cuenta que no estaba su móvil en la mochila. Preguntamos en el ropero y nada, no sabían nada. Fueron al coche y allí estaba, afortunadamente. Nosotros nos quedamos en espera de que sacaran las clasificaciones, pero después de un buen rato esperando nos fuimos a casa pensando que no había ningún compañero en puestos de honor. Craso error, por la noche, consultando las clasificaciones vimos que Joaquín había sido tercero de su categoría.

¡¡¡Enhorabuena campeón!!!

Un día tan indicado como éste no podía acabar así. Era el día señalado para juntarnos todos los pradolongueros y celebrar la llegada de la Navidad de la mejor manera posible, que no puede ser otra que comiendo. Así que a las dos nos fuimos a un restaurante no muy lejos de nuestro querido Parque de Pradolongo y allí dimos cuenta de cuantas viandas nos pusieron por delante. Una velada muy agradable con una compañía inmejorable.

XI Media maratón de Villarrobledo

Hoy me he desplazado a esta localidad albaceteña para participar en la media maratón que organizan. Puede resultar algo raro recorrer 200 km para participar en una carrera, pero el culpable de todo esto es Joaquín, pradolonguero de pro, que es natural de esta localidad y nos convenció para ir. Ha sido mi tercera participación y como en las dos anteriores, no me defraudó en absoluto ni la organización ni la carrera en sí.

Comenzaba a las 10:30 de la mañana por lo que a las siete sonó el despertador. A las 7:45 habíamos quedado con Emilio y como siempre… llegamos tarde. Debido a nuestra tardanza, poco antes de las ocho nos pusimos en marcha y dos horas después estábamos aparcando el coche junto al recinto ferial donde estaba instalada la meta y la salida. Joaquín ya nos había recogido el dorsal por lo que fue todo bastante rápido.

El objetivo era ir con Joaquín y tratar de hacer la prueba en una hora y media. Para eso teníamos que conseguir aguantar un ritmo de 4:15 durante la carrera. Y la cosa empezó bien. El primer kilómetro nos salió algo más rápido ya que es favorable y en los otros fuimos manteniendo bien el tipo; sin embargo, en el kilómetro ocho empezó a flojear y se fue quedando poco a poco.

A partir de ese momento puse en marcha el plan B que consistía en dejar tirado como a un perro a Joaquín y tratar de bajar de 1h29, por lo que aumenté un poco el ritmo y vi que no iba mal del todo, aunque iba notando que el cansancio iba en aumento según iban pasando los kilómetros. Poco antes de terminar la primera vuelta oigo a un individuo decir: ciento veinte. El tipo iba contando en voz alta a todos aquellos que iban pasando. Me dije, podía intentar llegar entre los cien primeros… Bueno, la cosa tenía truco, no es que fuera a adelantar a veinte en la segunda vuelta, es que había pensado que a alguno adelantaría y que entre esos ciento veinte habría alguna mujer que participaba en la carrera de la mujer y que, por lo tanto, no contaba en la clasificación de la media.

El punto 10,5 km está en la pancarta de salida. Empezaba la segunda vuelta y me veía bien, me veía capaz de cumplir el plan B. Sobre el kilómetro once había un puesto de avituallamiento. Recogí una botella, vertí casi todo el contenido y di un par de tragos. Arrojé el recipiente en su respectivo contenedor y me dice el que iba a mi lado, ¿me puedes sujetar un momento la botella? Le dije que sí, pensaba que era por algo importante, pero veo que empieza a atusarse… ¿no podía haberlo hecho antes de coger la botella?

Después de este curioso incidente, me di cuenta que el corredor que me precedía iba calzado con unos bonitos huaraches. Estuve un buen rato detrás de él, pero no conseguía adelantarlo de ninguna manera. Iba mirando sus pies más que otra cosa cuando llegamos al kilómetro 14 (dos tercios de carrera). Vi que el reloj marcaba poco más de 59 minutos lo que me animó a pensar que podía realizar el plan B si conseguía aguantar el tipo.

Poco antes del kilómetro 17 me adelantaron un par de tipos, justo antes de llegar a la avenida Barrax. Es esa calle bastante ancha y el viento pegaba de cara, así que traté de acoplarme detrás de ellos para que me cortaran el viento. Y bien que se notaba, porque ese kilómetro fue de los más rápidos y con menos esfuerzo que en los otros. Después de la avenida Barrax se gira a izquierdas y aparece una calle de un kilómetro muy despejada donde también pegaba el aire de lo lindo. Ahí se me pasó por la cabeza que si aguantaba la estela de los dos que llevaba delante podía conseguir el objetivo.

Llegamos al 19 donde se vuelve a girar a izquierdas y empieza una ligera subida. Ya no pude aguantar el ritmo de «las dos liebres» y me quedé algo descolgado, pero aunque iba sufriendo, no bajaba mucho el ritmo. Esa es la parte más dura de la carrera porque ya se llevan muchos kilómetros en las piernas y el perfil es ascendente. No muy duro, pero casi todo es para arriba. Me fui dejando segundos en esos kilómetros, pero aún tenía esperanza de bajar de 1h29.

Pasado el kilómetro 20 el terreno es llano, pero las fuerzas escasas. Aún así traté de darlo todo. Veía delante de mí un pequeño grupo al que trataba de alcanzar, pero no era capaz. En esa tesitura llegué al recinto ferial al que hay que ir rodeando hasta alcanzar la puerta de dicho recinto donde está instalado el kilómetro 21. Yendo junto a la valla del recinto ferial trataba de acelerar el ritmo tirando de riñones, pero eché en falta haber ejercitado los abdominales. Está claro que estos músculos son fundamentales para correr.

Pasé la puerta del recinto y desde ahí a meta sólo quedan noventa y siete metros y en descenso. Ahí ya lo di todo y conseguí no sólo alcanzar a ese grupo de cuatro corredores, sino sobrepasar a todos ellos llegando a meta con un tiempo oficial de 1:28:56 siendo 97 de la general y 15 de mi categoría. Muy contento con el objetivo cumplido.

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Llegando a meta en apretado en sprint

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El ticket con el tiempo realizado

Aunque no me comporté como hubiese debido con Joaquín, al final con ayuda de sus propias fuerzas consiguió su trofeo. Hizo un magnífico tiempo de 1:32:16.

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Joaquín en el cajón

Otro ilustre pradolonguero, Emilio, también subió a lo más alto del cajón en su categoría. Todo un ejemplo para todos con sus sesenta y nueve tacos.

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Emilio una vez más en lo más alto del pódium

Al acabar, un plátano y una manzana y luego cerveza y agua a discreción. Además habían montado unas mesas con frutos secos en abundancia: patatas fritas, cacahuetes, cortezas, etc. Y parta terminar la bolsa del corredor, que es generosa: camiseta conmemorativa, botella de vino de Villarrobledo, tarro con garbanzos y un par de ajos de Las Pedroñeras. Todo por el módico precio de 10 €. Carrera muy recomendable aunque echa algo para atrás la distancia.

Allí estaremos en la XII edición si no ocurre nada extraño.

Antes de salir para Villarrobledo me subí a la báscula y marcaba 68,7 kg. No bajo de los 68 ni en broma. Debe ser que no me lo propongo en serio.

Se puede ver la actividad de Garmin Connect aquí.

XV Media maratón de Getafe

Un año más que participo en la media de Getafe. Día soleado, sin pizca de viento y no muy caluroso que venía de perlas para correr. Llegamos con tiempo suficiente, la entrega de dorsales fue rápida en mi caso y después de ir al servicio me encontré con un par de compañeros del equipo. Nos plantamos en el punto de encuentro con algunos minutillos de retraso, pero dentro del límite de «cortesía».

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Con los compañeros de entrenamiento del parque de Pradolongo

Sólo estábamos cuatro, esperamos algunos minutos más y como apremiaba dejar las cosas en el guardarropa íbamos a hacer la foto sólo los que estábamos, llegaron un par de ellos en el último segundo. Así que salió una foto más lucida, aunque echamos de menos a otro par, que sabíamos seguro que iban a participar. El guardarropa también funcionó muy bien, estaba muy organizado y eso hizo que dejara la ropa en segundos.

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Con los compañeros de MaraTID

Mi objetivo era bajar de 1h35 que fue el tiempo que hice en la media de Villaverde hace mes y media. Lo imaginaba a mi alcance ya que esta media de Getafe es un terreno más llano y encima la organización no paraba de alabar el nuevo circuito de una sola vuelta. A mí, sinceramente, no me gustó ya que transcurre en los primeros diez kilómetros por una zona escasamente poblada y con animación próxima a cero, bueno, no a cero, próxima a -1.

Salí a lo que me dictaban las piernas ya que no llevaba cronómetro y sobre el kilómetro cuatro, en uno de los innumerables giros de 180º, pude ver a Manolo, un antiguo compañero del trabajo y miembro del equipo desde sus comienzos hasta hace bien poquito. Me llamó la atención porque Manolo corre que se las pela, ¡sólo hay que ver que ha hecho medias por debajo de 1h20! Me hizo dudar de si no iba yo demasiado rápido, pero debió ser que él salió muy tranquilo, porque ya no le vi en ningún momento.

Seguí a un ritmo que me resultaba llevadero, aunque no sin dificultad, y sobre el kilómetro 12 alcancé a un amigo con el que estuve hasta el avituallamiento del kilómetro 14. Allí me volví a quedar solo y así seguí hasta la meta. La verdad es que los últimos kilómetros se me hicieron algo largos, sobre todo el tramo que pasa por los adoquines, además iba un poco molesto porque llevaba unos kilómetros con la uña del dedo gordo del pie derecho molestándome.

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Entrando en el recinto del polideportivo. Foto cortesía de forofos del running

Llegué a meta y me pareció ver que el cronómetro marcaba 1h31, pero luego en la clasificación he visto 1h32, que también está bien ya que son tres minutos menos que en Villaverde. Acabé con un tiempo oficial de 1:32:33, neto de 1:32:04.

Lo peor fue después porque no quedamos en ningún sitio en concreto y tardamos en encontrarnos y en volver a casa, por lo que echamos la mañana en «la capital del sur». Esperando, volví a encontrarme con Manolo que andaba algo desesperado porque no encontraba a la chica que tenía la llave de su coche. Espero que apareciese más pronto que tarde.

Me llamó la atención porque los últimos seis kilómetros eran por el mismo recorrido que las anteriores ediciones; sin embargo, el kilómetro 15 estaba bastante antes que años pasados, por lo que esos seis kilómetros medían más que antaño. Supuestamente la carrera está homologada por lo que saco la conclusión que en años anteriores el circuito no estaba bien medido, aunque también decían que estaba homologado. O este año se les ha ido la mano con la medición…

En resumen, carrera rápida pero por un recorrido feo como pegar a un padre y desde mi punto de vista demasiado masificada. Habrá que buscar nuevas pruebas, que las hay a patadas. A parte de eso, creo que la organización brilló a gran altura. Además la bolsa del corredor estaba bien surtida con camiseta de manga larga, agua, refrescos, galletas energéticas y barrita de cereales. Todo por 16 € que aunque roza lo caro, visto lo visto en otras carreras es un precio razonable.

Terminar diciendo que la báscula marcaba el día de ayer un peso de 69,2 kg. Poco a poco voy volviendo a un peso que considero razonable.

XXX Media maratón de Villaverde

Hoy he participado por primera vez en esta media maratón que es una de las más antiguas de Madrid. Resulta curioso que no haya participado nunca estando la línea de salida relativamente cerca de casa, pero siempre coincide con la época de diezmiles y nunca me ha motivado mucho hacer tanta distancia por esta época. Esta vez, sin embargo, es distinto, hay una maratón cercana y hay que hacer kilómetros a cascoporro.

Nos acercamos un buen número de pradolongueros a la carrera y sin haber quedado en ningún sitio y a ninguna hora nos fuimos encontrado poco a poco y nos dio tiempo más que de sobra para hacernos una bonita foto.

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Pradolongueros en Villaverde… con algún añadido, foto cortesía de Macu

Desde la media maratón de Getafe no corría ninguna carrera «libre», es decir, sin acompañar a nadie, así que no tenía ni idea de qué tiempo podría hacer en una media maratón. Me conformaba con hacer sobre 1h38 que pensaba me hubiera llevado a estar cerca de Emilio, el incombustible. El otro objetivo, el más importante, era tratar de hacer cada metro de la carrera pisando de metatarso y dando zancadas cortas.

Comenzó la prueba algunos minutillos después de las nueve horas y aunque el primer kilómetro fue algo lento, luego fui cogiendo un ritmo rápido, vigilando que la rodilla no me molestase. Cuando llevaba unos seis kilómetros, en pleno Parque Lineal, iba viendo a los corredores que me antecedían y observaba el vaho que soltaban a respirar [modo paja mental=on] empecé a pensar que me quitaban el oxígeno, que lo único que me entraba en los pulmones era el anhídrido carbónico que exhalaban, eso me llevó a pensar en la formulación química, ya que el anhídrido carbónico (CO2) de toda la vida, ahora es dióxido de carbono o más moderno todavía: óxido de carbono (IV) [modo paja mental=off]. Se nota que no llevaba acompañante y mi mente no hacía más que pensar en otras cosas para hacer la carrera más llevadera.

No llevaba reloj, por lo que no sabía el ritmo que llevaba, así que me sorprendió cuando al pasar el kilómetro 10 uno de los que iban delante de mí comentó a su compañero que habíamos pasado en 45 minutos. ¡Buf! Era un ritmo bastante exigente para mí y no sé si fue esa noticia o que no había entrenado kilómetros a ese ritmo, pero desde ese punto hasta el kilómetro 13 ó 14 no lo pasé nada bien, notando flojedad en las piernas y dando vueltas a la cabeza si debía seguir a ese ritmo, con el riesgo de reventar kilómetros más adelante, o aflojar un poco. Yo creo que seguí más o menos a la misma velocidad, aunque ahora el recorrido ya no era por el parque y se internaba por las calles de Villaverde, donde fuimos obsequiados con bonitas subidas y bajadas, que hicieron que la segunda parte de la prueba fuera dura, muy dura, más que el año anterior según comentaban en línea de meta.

No debía ir demasiado mal porque no me adelantaba mucha gente y yo iba pasando a alguno que otro. Me sorprende que en cualquier carrera a la que he ido, a cualquier ritmo que haya llevado siempre aparece alguno en los últimos kilómetros que va a un ritmo de ganador de la prueba o casi. No sé si se toman la carrera como un entrenamiento empezando muy despacio y terminando muy deprisa o es simplemente su manera de correr, porque no es que vayan de menos a más, es que van que «muy» menos a «muy» más. Curioso.

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Corriendo por las calles de Villaverde, foto cortesía del Korrecaminos

De esta forma, con pequeñas subidas y bajadas, curvas, contracurvas y alguna que otra larga recta, llegamos a la calle donde se dio la salida y contemplamos todos horrorizados la cuesta final con la que nos había obsequiado la organización, que se hizo laaaaaarga. Ahí me di cuenta de que tengo que fortalecer abdominales y lumbares porque al tratar de subir notaba como tiraba la zona lumbar. Aún así no se me dio mal del todo la subida aunque protestaran los lumbares y me presenté en meta con el reloj casi marcando 1h36 minutos. El tiempo oficial dado por la organización es de 1:35:50 bruto y 1:35:28 neto. Bastante mejor de lo que yo pensaba aunque lejos de la media de Getafe de principio de año, aunque tengo claro que con la rodilla en este estado ya no volveré a acercarme a los registros que hice estos últimos años.

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Llegando a meta, foto cortesía de la revista RunOnline

Lo peor de la carrera las agujetas que tengo cuando escribo estas líneas en cuádriceps y gemelos y las rozaduras en los muslos y eso que me eché vaselina. Pero la vaselina era del Mercadona y parece que no es igual que la de la farmacia.

Antes de salir de casa me había subido a la báscula. Ésta marcaba 69,8 kg que es bastante pero al menos he conseguido bajar de los setenta kilos que es el peso al que nunca debería llegar.

Por cierto, esta semana sólo he corrido hoy. Al paso que voy a sufrir en la próxima maratón.

XIII Media maratón de Madrid

Hoy he participado por segunda vez en esta prueba, ya que lo había hecho en la segunda edición, en el ya lejano 2002. Al contrario que en aquel entonces, que fui a correr a por todas, hoy el objetivo era utilizar estos 21 km y añadirle nueve más para realizar la tirada más larga de cara a la inminente celebración de la maratón de Madrid. Tuve la fortuna de que un amigo ¡gracias Fran! me pasó su dorsal, ya que él no podía participar, por lo que no tuve ningún «remordimiento» en coger el avituallamiento durante y al finalizar la prueba.

Había quedado con mis compañeros en la Casa de Fieras y aunque fui yo el que propuso el punto de encuentro, me costó dios y ayuda encontrarlo. Estuve veinte minutos dando vueltas arriba y abajo y era incapaz de encontrar ese lugar. Menos mal que unos cuantos minutos de diálogo a través del móvil me ayudó a encontrar a unos cuantos de los compañeros y pudimos hacernos una bonita foto.

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Como no había ninguna pretensión de hacer ninguna marca, sólo de realizar un entrenamiento, nos colocamos en la salida donde buenamente nos pareció. Debíamos estar lejos de la línea de salida porque yo miraba el reloj y veía que los minutos pasaban y pasaban de la hora prevista y nosotros seguíamos sin movernos. Ya me entraba la duda si es que se había retrasado la salida… pero no, es que había mucha gente delante de nosotros. Había veinte mil inscritos (dicen) así que no es raro que tardásemos tanto en salir.

Siete minutos más tarde del pistoletazo atravesamos la línea de salida y nos costó bastante coger nuestro ritmo porque el pelotón era descomunal. Tardamos bastantes kilómetros en conseguir un ritmo de crucero aceptable y la verdad es que se fueron pasando los kilómetros casi sin darnos cuenta. El cielo estaba encapotado y hacía fresquito, sin llegar a ser frío, por lo que el entrenamiento fue de lo más agradable.

Llegamos a meta cuando el cronómetro marcaba 2:00:51 y viendo la clasificación, resulta que hicimos un tiempo neto de 1:53:15. Tiempos que no quieren decir absolutamente nada. Llegamos a meta, cogí la botella de agua y la bebida isotónica y nos dispusimos a continuar el entrenamiento, bajando desde el Retiro hasta Madrid Río y desde allí a casa, para completar un total de 30 km en un tiempo 2:42:54 @ 5:26 min/km. Mi compañera de entrenamientos acabó francamente bien este entrenamiento, por lo que no me cabe la menor duda de que la maratón va a resultar excepcional para ella.

Ayer me subí a la báscula y marcaba 67,7 kg lo cual es un poco engañoso ya que aunque ha sido el día habitual de pesada, normalmente los viernes no corro y éste sí.

XXX Media maratón de Toledo

Diecisiete años después he vuelto a participar en esta carrera. Curiosamente con el mismo objetivo que este año, de acompañar a una amiga en su camino a la maratón de Madrid. La verdad es que recordaba muy poco de la otra vez, ni siquiera me sonaba el recorrido, ni la pista de atletismo, aunque es posible que la memoria ya lo haya enviado al baúl de los no recuerdos.

Mirando en el plan de entrenamientos de aquel entonces, acabo de descubrir que esta carrera se llamaba en el año 1997 Gran Fondo del Polígono. Se celebró el 6 de abril y si mi memoria no me falla constaba de tres vueltas de 7 km. Aquella vez nos tomamos la carrera como un entrenamiento extralargo haciendo 48 minutos (unos ocho kilómetros) antes de comenzar la prueba en sí y luego hicimos los 21 km de rigor junto al resto de participantes, pero a ritmo de entrenamiento, no de carrera. Tardamos 1:59:56 en esos 21 km y este fue el entrenamiento más largo que hicimos para aquella maratón: 29 km en dos horas y cuarenta y ocho minutos.

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Entreno semana del 1 al 6 de abril de 1997

No recuerdo las sensaciones de entonces, pero respecto a esta edición debo decir que la carrera no me ha gustado nada, pero nada de nada. El recorrido es duro por el perfil y la carrera es fea como pegar a un padre. Transcurre por largas avenidas abiertas al tráfico y con una animación cercana a cero. Además, la prueba se ha hecho más dura por el viento que soplaba en contra en los tramos de subida.

Antes de salir de casa, ya he visto que había previsiones de que iba a hacer aire y posibilidad de llovizna. De hecho, por aquí el viento soplaba de lo lindo, con la misma fuerza que lo hacía en el polideportivo donde daban la salida. Recogimos el dorsal y nos hicimos una bonita foto antes de dejar los bártulos en el guardarropa.

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Antes de comenzar

Colocados ya en la línea de salida, que era en la misma pista de atletismo donde estaba ubicada la llegada, me reconoció unos de los participantes, que me conocía de leer este blog. ¡Encantado de saludarte!

Me decía que es una carrera dura, cosa que habíamos oído antes. De hecho, la comparaba con la media de Latina y afirmaba que le parecía incluso más dura. No sé si por el viento, pero sí nos ha resultado dura, sobre todo el tramo que añaden a la segunda vuelta para completar los 21 km, ya que la primera vuelta es solamente de diez.

Junto a la media maratón, se celebraba una carrera de diez kilómetros, por lo que en un principio no se sabía quienes iban a hacer una u otra. Salimos todos juntos y enseguida tratamos de coger un ritmo cercano a cinco minutos por kilómetro. Cosa que no conseguimos en ningún momento porque había bastantes cuestas arriba con viento en contra que lo impedían. Ese tiempo perdido luchando con la pendiente y el viento era imposible de recuperar en las bajadas. Aún así, el ritmo medio era bastante razonable.

Al acabar la primera vuelta, el panorama se despejó bastante porque la mayoría de la gente había optado por la prueba más corta. Nosotros seguimos con lo nuestro y al poco empezó a llover. Ya lo que faltaba, que se uniera la lluvia con el viento, pero tuvimos suerte y sólo estuvo lloviendo un par de minutos.

En la Avda. Río Boladiez, poco antes del kilómetro quince, hay un giro de 180º cruzando la mediana de la avenida. Allí se me ocurrió preguntar a los que controlaban ese giro cómo iba la clasificación de las chicas y nos comentaron que sólo habían pasado cuatro y que parecían más jóvenes que mi acompañante. Creo que ese comentario hizo que mi compañera adoptara un ritmo más relajado viendo que no venía ninguna chica por detrás. Además le molestaba bastante una de sus piernas, por lo que prefirió llevar un ritmo más asequible.

Desde entonces, el ritmo bajó un poquito hasta llegar al añadido final, que es una trampa de órdago, ya que se trata de una bajadita y una subida de tres pares de narices. Menos mal que ya la meta estaba cerca. Antes de llegar, una bajadita para llegar a la puerta del polideportivo y una pequeña subida para acceder a la pista de atletismo, donde echamos el resto para llegar en un tiempo de 1:48:25, según atestigua la clasificación oficial. Un minuto más lento que la media de Latina, pero pienso que el viento ha endurecido mucho la carrera.

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Llegando a meta, foto cortesía de Sonia Andrade, homenajeada en esta carrera

Después de llegar a meta, bote de Coca Cola y botellita de agua. Además había cuatro cajones: uno con trozos manzana, otro con trozos de naranja, otro con trozos de plátano y el último con trozos de barrita de cereales. Deliciosa la naranja.

Al recoger el dorsal también nos dieron la camiseta conmemorativa, que es muy bonita de color morado y además una revista de las típicas atrasadas y unos dulces. Todo por el precio de 13 €, algo más cara que cuando participé la primera vez que era gratuita.

Aunque la inscripción es cara, ha merecido la pena el viaje hasta aquí, ya que mi compañera se subió a lo más alto del cajón en su categoría y recibió interesantes regalos en forma de embutidos de caza, algo más que una simple copa.

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Interesantes regalos

VIII Media maratón de Latina

Hoy he tenido la oportunidad de debutar en esta media maratón. Era una carrera que no conocía y que estaba deseoso de participar. Y tengo que reconocer que me ha gustado y mucho. El recorrido es muy ameno, salpicado de subidas y bajadas y la organización es muy buena. He acabado encantando de la prueba. Mención especial al speaker que había en la plaza donde entregaban los chips y los dorsales y estaba ubicado el guardarropa. Su única obsesión era que se despejara la plaza. Arrancó más de una sonrisa su soniquete durante esos minutos de espera.

Llegamos con tiempo al centro comercial Plaza Aluche. Aparcamos en el sótano del centro y salimos a la plaza donde recogimos chip y dorsal en un santiamén. Nos pusimos en mitad de la plaza donde había algunos rayos de sol y esperamos a los compañeros que esta vez fueron puntuales. Después de las fotos de rigor, dejamos cómodamente la ropa y empezamos a estirar y calentar dirigiéndonos a la salida. Hacía un día fresco, pero soleado, desde luego mucho mejor tiempo de lo que se decía durante la semana que iba a hacer. Corrí con camiseta de tirantes y debe ser que cuando corro alcanzo un estado que no siento el frío, aunque sí el calor. Sin duda mi cuerpo prefiere el fresquito para correr.

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Antes de la salida con los compañeros maratidianos y allegados

Nos colocamos bastante atrás, algo lejos de la salida junto a Macu y Ana. Mi idea era salir tranquilos, que la carrera es larga y dura, así que pensé que si salíamos atrás nos iba a dar moral ir adelantando corredores durante la carrera. Y así fue, fuimos adelantando gente durante casi toda la prueba. Obsérvese el perfil de la carrera proporcionado por la organización. La segunda parte es para tenerla en cuenta.

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Aunque no había participado nunca en la carrera, sí sabía lo que nos deparaba esa segunda parte, por lo tanto, era muy importante controlar las fuerzas y llegar con algo de fuelle al «festival» final.

Después de un primer kilómetro bastante tranquilo, tratando de no pisar a los demás, más que de correr, empezamos a coger un ritmo de crucero cómodo para unos primeros kilómetros de tendencia descendente. Los kilómetros caían a menos de cinco minutos y trataba de calmar a mi compañera de aventuras para que no se acelerara en los descensos y no diera el cien por cien en las subidas, para que fuera siempre guardando algo.

Sobre el kilómetro nueve viene el primer repecho duro de verdad. Es muy corto, pero te pone las piernas al rojo vivo. Inmediatamente después de coronar se vuelve a bajar por una pendiente pronunciada y empieza otro repecho, éste algo más largo y también bastante duro. Una vez coronado se llega a Batán y el perfil es favorable hasta Lago.

Lago es el punto más bajo de toda la carrera, situado a una altura de 594 metros (la salida y la meta están a 675 metros, poco más o menos). A partir de ahí (kilómetro doce y medio) la carrera es siempre para arriba, salpicada por alguna bajada para recuperar algo las piernas. Se sube hacia el teleférico (km 14), aunque afortunadamente no se llega hasta allí. Se baja al Pº de los plátanos y se va subiendo por la Ctra. de Rodajos, donde está el kilómetro quince y un avituallamiento. En ese punto daban Aquarius o similar y mi compañera se agenció un vaso de tan preciado líquido que le dio alas para la última parte de la carrera. Continuando por esa carretera, hay que subir hasta un punto donde hay que dar una vuelta de 180º. Se van viendo a los que van bajando y no se ve, hasta que no estás encima, el punto de retorno. Ese tramo fue lo que menos me gustó de la carrera ya que habíamos sobrepasado la glorieta que lleva hacia el zoo y no se veía la vuelta.

Se llega a ese giro y se comienza a bajar hasta el km 16. Llaneando quinientos metros más empieza otra señora cuesta, rodeando el zoo, buscando la salida de la Casa de Campo, donde está situada la estación de metro de nombre homónimo. Esa cuesta tiene tela marinera, tanto que nos recordó a la famosa cuesta del cementerio de las dos leguas de Leganés. Superada esa cuesta de kilómetro y medio, aunque con un corto falso llano, hay de nuevo una bajadita para pasar por debajo de la carretera de Extremadura, seguida de una corta cuesta arriba y otra cuesta abajo de unos quinientos metros por la calle de los Yébenes hasta desembocar en la calle Valmojado. Esta calle, aunque es de poco pendiente, es una constante subida hasta la calle Guareña donde está situada la línea de salida.

Según íbamos subiendo la calle Valmojado, veíamos que íbamos poco a poco acercándonos a una chica. Mi compañera de carrera me comentó después que no iba pensando en alcanzarla, pero creo que el ir viendo su estela sí la motivó un poco. Llegamos junto a esta chica al recinto del polideportivo de Aluche donde hay que hacer un curioso recorrido para llegar a la pista de atletismo. Nada más entrar en la pista oímos los gritos de ánimo de Chema. Esto azuzó a mi compañera que emprendió un furioso sprint sobre el tartán. Tanto apretó que me costó trabajo seguir su rastro y más a la otra chica que se quedó totalmente clavada. Fue tan rápida que en esos doscientos metros consiguió sacarla seis segundos.

Pasamos la línea de meta cuando el reloj marcaba un tiempo de 1:48:35, pero descontando el tiempo que tardamos en pasar la línea de salida, se convierte en 1:47:20 según reza la clasificación oficial ofrecida por la organización. Mi compañera acabó muy contenta, no sólo por el tiempo realizado en una carrera tan dura, sino por las sensaciones que fueron extraordinarias. Pienso que su camino hacia la maratón del rock and roll es el correcto.

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Llegada a meta, foto cortesía de runners.es

Después de devolver el chip, nos dieron una bolsa con una camiseta técnica de hombreras, dos botellas de bebida isotónica (una de un extraño sabor), una botella de agua, una naranja, un tetrabrick de caldo Aneto y una bolsita de cereales. Había también la posibilidad de agenciarse una revista de atletismo. Todo por 13 € que costaba la inscripción.

Una carrera muy recomendable. Lástima que esté situada en el calendario tan cerca de Fuencarral. Habrá que plantearse en correr una y otra en años alternos.