Hoy me he desplazado a esta localidad albaceteña para participar en la media maratón que organizan. Puede resultar algo raro recorrer 200 km para participar en una carrera, pero el culpable de todo esto es Joaquín, pradolonguero de pro, que es natural de esta localidad y nos convenció para ir. Ha sido mi tercera participación y como en las dos anteriores, no me defraudó en absoluto ni la organización ni la carrera en sí.
Comenzaba a las 10:30 de la mañana por lo que a las siete sonó el despertador. A las 7:45 habíamos quedado con Emilio y como siempre… llegamos tarde. Debido a nuestra tardanza, poco antes de las ocho nos pusimos en marcha y dos horas después estábamos aparcando el coche junto al recinto ferial donde estaba instalada la meta y la salida. Joaquín ya nos había recogido el dorsal por lo que fue todo bastante rápido.
El objetivo era ir con Joaquín y tratar de hacer la prueba en una hora y media. Para eso teníamos que conseguir aguantar un ritmo de 4:15 durante la carrera. Y la cosa empezó bien. El primer kilómetro nos salió algo más rápido ya que es favorable y en los otros fuimos manteniendo bien el tipo; sin embargo, en el kilómetro ocho empezó a flojear y se fue quedando poco a poco.
A partir de ese momento puse en marcha el plan B que consistía en dejar tirado como a un perro a Joaquín y tratar de bajar de 1h29, por lo que aumenté un poco el ritmo y vi que no iba mal del todo, aunque iba notando que el cansancio iba en aumento según iban pasando los kilómetros. Poco antes de terminar la primera vuelta oigo a un individuo decir: ciento veinte. El tipo iba contando en voz alta a todos aquellos que iban pasando. Me dije, podía intentar llegar entre los cien primeros… Bueno, la cosa tenía truco, no es que fuera a adelantar a veinte en la segunda vuelta, es que había pensado que a alguno adelantaría y que entre esos ciento veinte habría alguna mujer que participaba en la carrera de la mujer y que, por lo tanto, no contaba en la clasificación de la media.
El punto 10,5 km está en la pancarta de salida. Empezaba la segunda vuelta y me veía bien, me veía capaz de cumplir el plan B. Sobre el kilómetro once había un puesto de avituallamiento. Recogí una botella, vertí casi todo el contenido y di un par de tragos. Arrojé el recipiente en su respectivo contenedor y me dice el que iba a mi lado, ¿me puedes sujetar un momento la botella? Le dije que sí, pensaba que era por algo importante, pero veo que empieza a atusarse… ¿no podía haberlo hecho antes de coger la botella?
Después de este curioso incidente, me di cuenta que el corredor que me precedía iba calzado con unos bonitos huaraches. Estuve un buen rato detrás de él, pero no conseguía adelantarlo de ninguna manera. Iba mirando sus pies más que otra cosa cuando llegamos al kilómetro 14 (dos tercios de carrera). Vi que el reloj marcaba poco más de 59 minutos lo que me animó a pensar que podía realizar el plan B si conseguía aguantar el tipo.
Poco antes del kilómetro 17 me adelantaron un par de tipos, justo antes de llegar a la avenida Barrax. Es esa calle bastante ancha y el viento pegaba de cara, así que traté de acoplarme detrás de ellos para que me cortaran el viento. Y bien que se notaba, porque ese kilómetro fue de los más rápidos y con menos esfuerzo que en los otros. Después de la avenida Barrax se gira a izquierdas y aparece una calle de un kilómetro muy despejada donde también pegaba el aire de lo lindo. Ahí se me pasó por la cabeza que si aguantaba la estela de los dos que llevaba delante podía conseguir el objetivo.
Llegamos al 19 donde se vuelve a girar a izquierdas y empieza una ligera subida. Ya no pude aguantar el ritmo de «las dos liebres» y me quedé algo descolgado, pero aunque iba sufriendo, no bajaba mucho el ritmo. Esa es la parte más dura de la carrera porque ya se llevan muchos kilómetros en las piernas y el perfil es ascendente. No muy duro, pero casi todo es para arriba. Me fui dejando segundos en esos kilómetros, pero aún tenía esperanza de bajar de 1h29.
Pasado el kilómetro 20 el terreno es llano, pero las fuerzas escasas. Aún así traté de darlo todo. Veía delante de mí un pequeño grupo al que trataba de alcanzar, pero no era capaz. En esa tesitura llegué al recinto ferial al que hay que ir rodeando hasta alcanzar la puerta de dicho recinto donde está instalado el kilómetro 21. Yendo junto a la valla del recinto ferial trataba de acelerar el ritmo tirando de riñones, pero eché en falta haber ejercitado los abdominales. Está claro que estos músculos son fundamentales para correr.
Pasé la puerta del recinto y desde ahí a meta sólo quedan noventa y siete metros y en descenso. Ahí ya lo di todo y conseguí no sólo alcanzar a ese grupo de cuatro corredores, sino sobrepasar a todos ellos llegando a meta con un tiempo oficial de 1:28:56 siendo 97 de la general y 15 de mi categoría. Muy contento con el objetivo cumplido.
Llegando a meta en apretado en sprint
El ticket con el tiempo realizado
Aunque no me comporté como hubiese debido con Joaquín, al final con ayuda de sus propias fuerzas consiguió su trofeo. Hizo un magnífico tiempo de 1:32:16.
Joaquín en el cajón
Otro ilustre pradolonguero, Emilio, también subió a lo más alto del cajón en su categoría. Todo un ejemplo para todos con sus sesenta y nueve tacos.
Emilio una vez más en lo más alto del pódium
Al acabar, un plátano y una manzana y luego cerveza y agua a discreción. Además habían montado unas mesas con frutos secos en abundancia: patatas fritas, cacahuetes, cortezas, etc. Y parta terminar la bolsa del corredor, que es generosa: camiseta conmemorativa, botella de vino de Villarrobledo, tarro con garbanzos y un par de ajos de Las Pedroñeras. Todo por el módico precio de 10 €. Carrera muy recomendable aunque echa algo para atrás la distancia.
Allí estaremos en la XII edición si no ocurre nada extraño.
Antes de salir para Villarrobledo me subí a la báscula y marcaba 68,7 kg. No bajo de los 68 ni en broma. Debe ser que no me lo propongo en serio.
Se puede ver la actividad de Garmin Connect aquí.