Feliz, estoy enormemente feliz. He participado en el Gran Premio Canal de Castilla y me lo he pasado pipa. Por todo, por la compañía, por la prueba, por el sitio. He vuelto encantado.
Conocía esta prueba desde que Víctor fue desgranando hace unos años la idea. En enero asistí a su presentación en Madrid y lo apunté en mi calendario. En un principio el 5 y luego se retrasó al 19 de julio por aquello de la Operación Salida. Mejor para mí, así tenía más tiempo para entrenar… eso pensaba. Al final cuanto más se aleje en el tiempo, más tarde comienzas los entrenamientos. Así ha pasado, que he llegado algo corto, pero he podido completar los 163 km sin muchos problemas.
La cosa empezó en enero con la presentación como ya he comentado, siguió con la inscripción y el viernes salía para Medina de Rioseco a eso de las seis de la tarde. Craso error. Nos comimos un atasco brutal en la A6 debido a un camión averiado. Debido a esto tardamos tres horas y media cuando deberíamos haber tardado una hora menos. Aún así nos dio tiempo a pasarnos por la Oficina Permanente a recoger el dorsal.
Habíamos quedado con Juan y Rafa, del Club Ciclista Pueblo Nuevo, para cenar después de dejar los bártulos en el hostal y con ellos estuvimos departiendo agradablemente sobre múltiples temas, pero principalmente sobre sus aventuras ciclísticas, como sus largas tiradas de 600 ó 1000 km. A las once y media a la cama que hay que madrugar al día siguiente.
Había puesto el despertador a las seis y media, pero una hora antes ya estaba despierto. Ducha, desayuno y en marcha hacia la Oficina Permanente a recoger el «Pasaporte del Canal» que había que sellar en dos puntos intermedios: Dueñas y Ampudia y al llegar a la meta para «certificar» que habías realizado el recorrido.
Allí me encontré de nuevo con Juan y Rafa. Además por allí andaba Carmelo, fotógrafo implicado en la organización, que siempre es un placer encontrar. También saludé a Víctor, el alma máter de todo este tinglado que andaba nervioso y preocupado. Conocí a Frodo, que nos hizo bonitas fotos, como se podrá comprobar. Todo un placer, Frodo.
Por delante
Por detrás
A las ocho menos cuarto, hacia la salida, que se daba junto a la dársena del Canal de Castilla, donde horas después íbamos a finalizar. Toda una declaración de intenciones que la salida/meta se hiciese en un terreno arenoso.
Hacia la salida
La salida se retrasó unos minutos porque Víctor estuvo dando las últimas indicaciones dado que la Guardia Civil había decidido que el pelotón debía ir junto durante bastantes kilómetros, muchos más de lo que se había hablado en un principio. No hay problemas, comentó, un par de corredores del club ciclista de Medina irían controlando el pelotón, pero como mucho a 35 km/h. ¿Cómo? ¿Qué? ¿A 35 km/h la neutralizada? Increíble, empiezo a plantearme donde me he metido.
Da Víctor la salida, recorremos las calles de Medina y salimos dirección Valladolid hasta el desvío que lleva a Valdenebro de los Valles. Aunque la marcha va «neutralizada» ya empiezan a formarse grupos de gente porque hay unos repechones que quitan el hipo. En este terreno Rafa demuestra que es un tío fuerte porque se va con facilidad. Juan me dice que tranquilo, que ya nos esperará más adelante.
Bajando uno de los múltiples repechos
Sobre el kilómetro treinta o treinta y cinco la Guardia Civil ha parado a los primeros y nos reagrupamos todos. Es el tiempo de hacer la primera parada técnica. Son pocos kilómetros, pero hemos subido unos cuantos repechos no muy largos pero sí de buena pendiente. Llevo las piernas ya al rojo vivo y me queda mogollón. No sé si voy a poder aguantar a este ritmo. Dice Rafa que llevamos una media de 29 km/h hasta ese punto.
Después de unos minutos, nos ponemos de nuevo en movimiento. Ahora empieza una cuesta abajo y de nuevo Rafa se va con facilidad. Se nota que es corpulento y la gravedad le ayuda. Juan sigue charlando con unos y con otros, saludando a la gente con la que nos cruzamos, dando las gracias a voluntarios y guardias que hay en los cruces. Desde luego este hombre es todo un derroche de optimismo. Da gusto ir con él. A veces me recuerda al negrito de la película Intocable.
Llegamos al kilómetro 52 en Cabezón de Pisuerga donde está el primer avituallamiento líquido. Llevo todavía el bidón lleno así que no paramos. Dentro de tres kilómetros empieza «lo bueno», la primera sirga. Una sirga no es más que un camino de tierra junto al canal donde las mulas tiraban de las embarcaciones. Esta sirga mide una longitud de casi siete kilómetros. No está mal para ser la primera.
La entrada está fatal, hay que entrar con mucha precaución, pero una vez dentro empiezo a dar a los pedales y me pongo a 30 km/h. Sonrío interiormente pensando que ese grupo que veo al fondo pronto va a ser alcanzado. Nada más lejos de la realidad. Si yo voy a 30 ellos debe ir a 35 porque se van alejando cada vez más. Juan que venía por detrás me pasa y le sigo a unos metros, porque ir a rueda en estos tramos es peor ya que no ves si hay una piedra, un agujero, un montículo, así que le sigo, pero sin acercarme en exceso. Hay unos cuantos pinchazos en esta zona.
En la primera sirga
En el asfalto nos reagrupamos un pelotón de unos diez o doce. Tenemos la fortuna de que Dori Ruano, la invitada especial, está entre nosotros. Nos dice como deberíamos revelar y siguiendo su consejo vamos entrando por la derecha y nos dejamos caer por la izquierda. Vamos fenomenal hasta que llegamos a Quintanilla donde hay un tramo testimonial de 100 metros y tiene la desgracia de pinchar. A partir de ahí, Dori se queda y ya se rompe el orden en el pelotón que se había montado.
Después de unos cuantos repechos (alguno bastante duro) llegamos a Dueñas donde está el primer avituallamiento sólido y donde hay que sellar por primera vez el pasaporte. Allí paramos tranquilamente y nos ponemos ciegos a comer: sandwich de jamón y queso, tarta de manzana, melón, sandía, plátano. De todo. Una pasada la cantidad de comida que había. Estamos en el kilómetro 85, en la mitad del recorrido.
Con la tripa bien llena salimos de Dueñas, hay un repechón a la salida del pueblo para subirlo con el tercer plato… si lo tuviera. Me cuesta dios y ayuda no poner pie a tierra. El repechón se baja por una cuesta abajo de tierra con piedras que dificulta colocar la rueda de tal forma que no pise ningún pedrusco. El terreno es favorable hasta el inicio de la segunda sirga de la jornada. Conocida como La sirga de Albúrez, sus 14,5 km nos llevan hasta Palencia. Voy a buen ritmo, junto a un grupo de cuatro o cinco, pero al final me doy cuenta que voy un poco fuera de punto y levanto el pie. Se van yendo y poco después me pasan Juan y Rafa como cohetes y algunos más, pero trato de no cebarme. Se me está haciendo largo este camino y llego a Palencia reventáo.
En Palencia otra sorpresita. Acaba la sirga, se gira a la izquierda y comienza a subirse el Alto de Autilla, que no es muy duro, pero entre que ya voy con las piernas muy cansadas y que el aire en contra es brutal se me hace no duro, lo siguiente, ¡¡¡si parece el Tourmalet!!! Una chica bien maja me dice que me ponga a rueda, que me lleva hasta el que va delante de mí. Curiosamente es Arturo, no el rey, sino un conocido del ciberespacio y entre los dos nos vamos dando relevos para tratar de subir los dos juntos. Juan y Rafa van metidos en un pelotón un poco delante de mí, pero se van alejando cada vez más, hasta que veo que Rafa se para antes de la cima del puerto. Dice que para hacer sus necesidades.
Subiendo…
En la cima de este alto hay un avituallamiento líquido. Juan nos está esperando. Aprovecho para avituallarme y comer un par de plátanos, que también había. Rafa llega algo después con calambres, se para a estirar y dice que lleva el pulso muy alto, que no le baja. Estamos un buen rato allí, hasta que Rafa se encuentra mejor. Nos advierten que tratemos de hacer grupeta porque aunque el terreno es favorable, hace muchísimo viento en contra. Estamos ya en el kilómetro 106.
Efectivamente, el terreno es favorable, llano y con bajadas hasta Ampudia. Salimos los tres y Juan se pone a tirar con la idea de pillar a un grupo de cinco que van delante de nosotros. Vamos los dos a rebufo, pero cuando ya estamos muy cerca de llegar al grupo se descuelga Rafa y no nos damos cuenta que se ha quedado hasta que conseguimos entrar en el grupo. Rodamos unos kilómetros en ese grupo pero nos descolgamos para echarle una mano. Curiosamente, con lo mal que lo he pasado subiendo, ahora me encuentro muchísimo mejor. Me ha venido fenomenal esa paradita y ese plátano.
Pasamos por el Monasterio de Nuestra Señora de la Alconada, vamos animando a Rafa porque Ampudia está muy cerca. Vamos tan ensimismados que nos pasamos el desvío a la carretera blanca (léase camino) número cuatro que sale justo después del monasterio. Nos adelanta una ambulancia y nos dice que nos hemos pasado, así que vuelta hacia atrás hasta el monasterio. Allí ingresamos en el camino y nos cruzamos con uno que ha pinchado. Dice que no hay remedio que ha llamado para que vengan a recogerle. Seguimos y poco después noto que he pinchado. Me pongo a vocear y a silbar pero mis dos compañeros no se enteran, así que me bajo de la bici, desmonto la rueda y cambio la cámara. Empiezo a hinchar la rueda y noto que empiezan a caer gotas de lluvia. No pasa nada me digo. Cuando ya estoy a punto de montar la rueda veo que llega una furgoneta. ¡Qué sorpresa! Es Rosa, la mujer de otro participante. Mis compañeros le han dicho que si se puede acercar por si me ha pasado algo. Afortunadamente para mí lleva una bomba de aire de pie así que la rueda pasa de 4 kilos (lo poco que había podido inflar a mano) a ocho kilos. Menos mal, porque seguro que con cuatro kilos hubiese pinchado poco después.
Llego a Ampudia al avituallamiento (km 126) y allí están mis compañeros de aventuras comiendo y bebiendo. Empiezo a pensar que voy a acabar la prueba más gordo de lo que vine. Durante el rato que estamos allí observo que la lluvia empieza a ser constante, nos va a tocar mojarnos. Sello el pasaporte y como algo y de nuevo en marcha.
Recuperando fuerzas en Ampudia
Salimos de Ampudia por delante del castillo…
Castillo de Ampudia
…y salimos por otro camino, pero de sólo 800 metros. Al llegar a la carretera me paro a hacer mis necesidades y digo a mis compañeros que sigan ellos. Los cojo al rato, me encuentro fuerte, mucho mejor que en la primera parte de la prueba. Seguimos dando a los pedales, la lluvia ya es nuestra compañera de camino y llegamos a la carretera blanca número seis, de tres kilómetros de longitud. Me pongo a dar a los pedales sin mirar a atrás y noto que el barro se va pegando a los frenos. Acaba el camino y veo que no viene ninguno de los dos. Al poco llega Rafa y bastante después, Juan. Dice que el barro se le queda en el guardabarros y que no puede pedalear, así que tiene que parar cada poco tiempo a quitar el barro con un desmontable. En ese punto, en Meneses de Campos, en el kilómetro 140, Juan se plantea llegar a Medina de Rioseco por carretera. Yo digo que he venido aquí para hacer el recorrido, que yo sigo, así que seguimos los tres.
Quedan algo más de veinte kilómetros y ya es todo por caminos. Empezamos la carretera blanca número siete de 7,5 km de longitud y la cosa se va complicando. El primer tramo es llevadero yendo por el lateral, ya que la parte central está empedrada, similar a algún tramo de la Paris-Roubaix. La segunda parte es un terreno más ondulado con pequeñas subidas y bajadas y curvas a derecha a izquierda. Lo peor es que con la lluvia la tierra se ha convertido en un barrizal y resulta difícil avanzar en algunos tramos. Adelanto a uno que va andando y dice que no ha pinchado, que se ha caído dos veces. Adelanto a otro y me dice lo mismo. El terreno es complicado, la rueda trasera se va por donde quiere. Veo que Juan y Rafa se van quedando cada vez más atrás, pero sigo mi camino. ¡Ahora es cuando mejor voy! No siento el cansancio, mis piernas responden a cada pedalada aunque no se avanza mucho por este terreno.
Acaba la «carretera blanca» que estaba marrón de la lluvia y empieza el último tramo de la prueba. Se trata de la sirga número tres «Dársena de Medina» que lleva a la meta. Consta de 13,5 km de longitud y como buena sirga, transcurre paralela al canal y está preciosa a más no poder. La lluvia es más fuerte en estos momentos.
La lluvia es abundante sobre el canal
El subidón que llevo es de órdago, voy como un loco por ese terreno. Ha llovido y está lloviendo bastante por lo que los surcos del camino son un charco continuo. Pero no importa, voy disfrutando como un enano. Recuerdo las palabras de Pedro Horrillo que decía que lo importante de este tramo no es desear llegar a meta, sino desear que no acabe para disfrutar. Y eso hacía disfrutar y disfrutar de este terreno.
Por ahí va uno de amarillo, le sobrepaso. Luego van un par de ellos, también los paso. Otro me dice que ya no puede más. En este último tramo adelante a seis o siete. De repente me parece ver a Carmelo con su cámara y con un paraguas, ¡no me lo puedo creer! Me hace una foto y le saludo. Es sorprendente Carmelo, inesperado. La foto ha salido muy bien para las condiciones que hay en estos momentos.
Disfrutando como un niño con katiuskas
Sigo y sigo disfrutando y empiezo a ver las casas de Medina. Sigo dando a los pedales y llego a la dársena donde está instalada la meta. Cruzo el arco con una sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Ha sido una verdadera pasada.
Llegada a meta, súper contento
Me acerco a la mesa donde bebo un par de vasos de bebida energética. Me sellan el pasaporte y me acerco a la gasolinera a quitar el barro de la bici. Guardo la bici en el maletero del coche, me ducho en el polideportivo y disfruto de una deliciosa y abundante comida con la que nos agasaja la organización. Después de la comida partimos con cierta premura a casa. Ha sido una jornada genial, me lo he pasado de vicio. Muchas gracias Víctor por seguir adelante con tu idea. Espero que el año que viene se pueda celebrar de nuevo. Gracias a Juan y a Rafa por la compañía antes, durante y después de la prueba. Gracias también a Frodo, a Carmelo y a Marisa por las fotos. Bueno, a Marisa por las fotos y todo lo demás.