Todo un ejemplo

Se llama Diane Van Deren, es probable que no la conozcáis. Antigua jugadora profesional de tenis, cuando estaba embarazada de su tercer hijo empezó a sufrir crisis epilépticas. Crisis que ni siquiera los fármacos conseguían evitar. Cuando sentía una sensación de hormigueo o picazón en la cabeza y el cuerpo, se ataba los cordones de las zapatillas lo más rápido posible y, sin rumbo, salía a correr. Así se anticipaba a la crisis que se aproximaba. Así evitaba la crisis.

Llegó a soportar hasta cinco ataques por semana. «Probé todas las medicinas posibles y ninguna surtía el efecto justo o me causaban efectos secundarios como sentir un cansancio extremo, pérdida del apetito y problemas cognitivos».

Diane se enteró de una cirugía que podría darle otra oportunidad. Una intervención radical, pero definitiva. La sometieron a una larga operación para practicarle una lobectomía, durante la cual le extirparon una porción de tejido neuronal.

Sin embargo, el éxito de la intervención y la posibilidad de esquivar para siempre las traumáticas convulsiones, también le implicó ciertas pérdidas. Ya no puede organizar tareas simples y no tiene noción de tiempo ni de espacio. Tampoco puede orientarse; le cuesta memorizar hechos o situaciones, conversaciones y hasta rostros. Se pierde con facilidad y es incapaz de calcular cuánto tiempo ha transcurrido. Por eso, marca el camino por el que debe regresar a su casa, escribe en papelitos las cosas que debe hacer o a quién debe llamar.

A partir de allí, Diane se ha convertido en una difusora de cómo hacer frente a la epilepsia. «Algunos dicen que los inspiro. Creo que la ayuda es una riqueza. En mi caso, hablo desde mi corazón. No se trata sólo de mí o todo de mí, pero trato de poner el ejemplo de ser una atleta profesional, una madre y una esposa. Quiero darles a otros esperanzas. Por eso, nunca abandono ni me rindo», sostiene.

Desde entonces, y siguiendo con su antigua receta, continúa corriendo. Se ha convertido en una auténtica campeona de los ultramaratones. En 2009 fue la primera mujer en la historia en completar la carrera de extrema dureza Yukon Artic Ultra Race. Un verdadero reto de supervivencia en la más absoluta soledad con temperaturas de -40° y más de 700 km acarreando un trineo con las provisiones y sólo 13 días para finalizarla. Es una aguerrida atleta de 52 años que prefiere «vivir la vida como un tigre en lugar de como un cordero». «Por eso, cada día doy el máximo y no me guardo nada.»

Desde luego todo un ejemplo para todos.


Ayer estuve andando por la sierra, en San Rafael. No muchos kilómetros, unos siete, calculo. Lo peor es que tuvimos que darnos la vuelta porque acabé en el fondo de un riachuelo por intentar ayudar a cruzar a una amiga. Es que no se puede ser tan caballeroso 😉

Lo cierto es que me di un buen golpe en la rodilla derecha y hoy estaba un poco hinchada y me dolía, pero me ha permitido correr aunque con algo de precaución. Curiosamente, no ha venido nadie de los habituales; no obstante, me he encontrado con Enrique, ilustre veterano de la A. D. Marathon, que me ha ido contando sus historias y ha hecho más ameno el viaje.

Por aquello de la rodilla, he tratado de forzar lo menos posible. Además hacía bastante calor. De esta forma, he completado los 10 km en un tiempo de 54:08 a un ritmo fácil de 5:24.

Como las cabras

Hoy he estado corriendo por la montaña, saliendo de San Rafael y circulando por una de las múltiples rutas que hay por aquí. En concreto, el recorrido transitaba por el camino del ingeniero, dirección El Espinar, entre un espeso pinar.

Pinar
El pinar es increíblemente extenso

No tiene nada que ver correr por este tipo de terreno que por llano y eso que, excepto el primer kilómetro todo para arriba, el perfil no era muy exigente. Pero el firme era muy irregular e iba con más miedo que vergüenza temiendo no torcerme el tobillo. Mientras iba por las veredas iba pensando dos cosas: que no es mala idea entrenar por este tipo de terreno con vistas a Mapoma y que me gustaría participar en una carrera de montaña en un futuro cercano.

El camino transcurre en la zona umbría de la sierra de Malagón. Se trata de una camino no muy complicado, precioso, siempre rodeado de pinos, oyendo el sonido producido por los pájaros, todo muy verde y con múltiples arroyuelos que había que sortear.

Riachuelo
Había múltiples arroyuelos en el recorrido

Aún así, me costaba dios y ayuda poder mantener un ritmo cercano a los seis minutos, de hecho sólo he sido capaz de bajar de ese ritmo en cuatro kilómetros, lógicamente en los más favorables. Y es que lo de la montaña es otra cosa. Casi no tiene nada que ver con correr por asfalto, aunque sólo sea por el paisaje…

Musgo sobre un tronco cortado
Musgo sobre un tronco cortado

Es una delicia correr en plena naturaleza, un verdadero placer llenarse los pulmones de aire limpio, experiencia totalmente opuesta a patearse las calles de los madriles.

Tan ensimismado estaba en mis pensamientos que he llegado al kilómetro seis casi sin querer. Y desde ahí, vuelta al punto de partida para completar doce montañeros kilómetros. He completado el recorrido en 1:14:11 a 6:11 aunque el ritmo no tiene el menor interés en este caso.

Me ha sentado fenomenal este entrenamiento, totalmente recomendable estar en contacto con la naturaleza aunque sea de vez en cuando. No sólo por la flora, también por la fauna, aunque a parte de ciertas aves, no logré ver más que animales domésticos…

Caballos
Caballos entre pinos

Acelerando que es gerundio

Hemos empezado muy tranquilos como es habitual, pero no me encontraba a gusto, por lo que he acelerado un poco la marcha. No sé si quizás demasiado para estar tan cerca de la maratón.

El caso es que me he encontrado fenomenal y he seguido dándole a las piernas que, al contrario que el martes, notaba perfectamente recuperadas.

Pero aunque me encontraba bien no he querido tensar demasiado la cuerda no sea que se vaya a romper, que no hay necesidad, que no hay objetivo a la vista, aunque he visto una media maratón de montaña en mi tierra que me atrae mucho. Tampoco hay que olvidarse de la media de Jadraque que está a un mes vista.

He dado las dos vueltas totalizando 9,6 km en 48:30 @ 5:01. Un buen ritmo.

Tal día como hoy

Tal día como hoy, un 26 de abril, pero del año 1987 debuté en la distancia mítica de la maratón. Entonces, mi objetivo fue bajar de las cuatro horas y con más pena que gloria lo conseguí, ya que llegué a meta con un tiempo de 3:57:11.

Aunque mucho ha llovido en estos 24 años, todavía sigo corriendo. Cosa que haré hasta que me quede sin piernas o éstas no me respondan. Y para ello mejor tomarse las cosas con calma que no castigarse en exceso. Hoy han sido 9,6 km en 51:01 @ 5:16, pero todavía notaba las piernas cargadas, sobre todo la izquierda. No sé bien si es debido a la paliza de la maratón o bien de los ejercicios que estuve haciendo ayer.

El que sí está fuerte y parece que no le han afectado los 42 kilómetros es Joaquín, que se puso a tirar y no hubo quien fuese capaz de seguir sus pasos.

Patas gordas

Siempre he pensado que tengo las patas muy gordas para dedicarme a las carreras de fondo. Viendo el grosor de mis muslos debería dedicarme a los 400 metros, como mucho; sin embargo hoy he leído sobre el mítico Steve Prefontaine, grandísimo corredor norteamericano de principio de los 70 y precisamente una de las cosas que le caracterizaba era su aspecto fornido. Desde que leí esto y alguna cosa más, este americano bigotón se ha convertido en mi héroe.

Steve Prefontaine
Steve «Pre» en plena acción

Son célebres sus frases en las que deja clara su filosofía:

  • Yo no sólo salgo a la pista a correr. Me gusta darle a los espectadores algo emocionante.
  • Dar algo menos que lo mejor de ti, es sacrificar el don.
  • Mucha gente corre una carrera para ver quién es el más rápido. Yo corro para ver quién tiene más agallas, quién puede castigarse a sí mismo en un ritmo exhaustivo, y al final, castigarse aún más. Nadie va a ganar una carrera de cinco mil metros después de correr dos millas fáciles. No conmigo.
  • Yo voy a trabajar tan duro para que sea una carrera de puras agallas al final, y si lo es, yo soy el único que la podrá ganar.

Me quedo con la versión heavy de su tercera cita: mucha gente corre una carrera para ver quien es el más rápido. Yo corro para ver quien tiene más cojones

Después de leer esto, me avergüenza decir que hoy sólo he recorrido 8 km en 42:48 a un ritmo de 5:21. En mi descargo diré que todavía estoy convaleciente de la maratón del domingo, aunque ya no noto los cuádriceps castigados, sólo algo de cansancio en las piernas. De todas formas, empecé muy tranquilito, rondando los seis minutos por kilómetro, pero mi acompañante fue apretándome las tuercas poco a poco y acabé a menos de cinco. Me resultó duro.

Ganando posiciones

Mapoma ha hecho limpieza en la clasificación. Han eliminado casi seiscientas personas que no completaron el recorrido. Gente que ha hecho trampas con premeditación y alevosía o gente que sin la menor intención ha ido a acompañar a otros corredores.

Después de limpiar, han llegado a meta 7998 corredor@s, lo que hace difícilmente creíble que hubiese diez mil corredores de maratón en la línea de salida. Como siempre, parece que Mapoma ha inflado las cifras de participación.

En la clasificación general he pasado del puesto 1108 al 977, por lo que he adelantado más de cien posiciones sin comerlo ni beberlo. Además, en mi categoría he pasado del 188 al 164. Los datos se pueden ver aquí. En mi caso, no es que importe mucho acabar el 1108 o el 977, aunque debe ser la primera vez que quedo entre los mil primeros. Pero lo importante es que Emilio el hombre radiactivo ya aparece como tercero de su categoría. Este hombre es un monstruo del correr.

Hoy he vuelto a salir a correr, a trotar más bien, y tenía las piernas bastante recuperadas del domingo, me vino que ni pintado la salida del martes.

Tampoco era cuestión de pasarse por lo que no he querido hacer más de seis kilómetros.  Tiempo habrá de hacer más. He recorrido los 6 km en 32:59 a un ritmo de 5:29, muy tranquilo.

Resaca maratoniana

He salido a correr aunque tenía los cuádriceps machacados. Este año estoy peor que el pasado en este aspecto, creo que se ha notado que he hecho menos kilómetros de entrenamiento. Me han faltado tiradas largas.

Trotando de casa al parque pensaba que no llegaba, me pesaban mucho las piernas. Luego al ver a Joaquín y a Ninfa parece que me he animado y he podido trotar poco más o menos, pero tampoco hemos podido comentar mucho de la maratón porque se me ha acoplado el amigo calvo de Emilio y me ha ido dando la charla de que él hizo 2h23 el año que ganó Matamoros. Yo tan feliz con mis 3h20 y viene este hombre a chafarme. Ya lo dice el dicho: hoy es un día feliz, verás como viene alguien a joderlo.

Bueno, tampoco es tan al pie de la letra, que me gusta ir con este hombre y escuchar sus historias de cuasi profesional, pero ayer no era el día, no lo era.

La intención era dar sólo una vuelta, que tampoco es cuestión de machacarse, y eso es lo que he hecho. Una vuelta muy tranquilita: 5,2 km en 31:02 @ 5:52 y he acabado con las piernas mejor que cuando he empezado. Además me ha venido muy bien los estiramientos antes y después. Estiramientos que hubiera tenido que realizar también ayer.

XXXIV Maratón popular de Madrid

Hoy he participado en la XXXIV edición de la maratón de Madrid. Si conseguía terminar hubiera supuesto mi decimonovena maratón terminada. Y tengo que decir que sí, que ya van diecinueve completadas, la mayor parte de ellas en Madrid.

Como siempre, llegué con bastante antelación a Cibeles, bien acompañado de Emilio, Joaquín y Emilio II. Lo primero fue ir al servicio a soltar lastre. Como el año pasado, muchos estaban precintados, por lo que haciendo uso de la navaja que llevé para tal fin hice un favor a los que esperaban pacientemente en los que sí habían sido ya habilitados.

Pradolongueros + Garabitas
Pradolongueros + Garabitas (gracias a Emilio II)

Después de realizar los deberes, me dirigí a la verja del Palacio de Linares donde estaba establecido el punto de encuentro con los compañeros de MaraTI+D. Allí, antes de la hora, me encontré con los más madrugadores. Según se iba acercando la hora, fueron apareciendo más compañeros, aunque algunos llegaron tarde, lo típico.

Viendo que el fotógrafo oficial del equipo no llegaba, el sobrino de Juan Ignacio nos hizo una foto con su cámara que imagino nos enviará cuando pueda. ¡¡¡Muchas gracias José María!!!

Por el hecho de esperar a los retrasados, cuando traté de llevar mis enseres al guardarropa, la cola ya era de impresión. Estuve bastante tiempo para soltar la bolsa y pegarme con el resto de gente para poder salir de la ratonera que se había formado, por lo que no pude llegar a la línea de salida con el tiempo holgado como pretendía, pero haciendo uso de los codos, me acerqué bastante. De hecho sólo tardé treinta y ocho segundos en pasar por la alfombra inicial. Un cero para Mapoma en el tema del guardarropa.

Había planeado hacer toda la carrera con Joaquín por lo que salimos juntos. Luis, un compañero de MaraTI+D, nos esperaba en el kilómetro 17 con la idea de hacer 25 km como entrenamiento para la maratón de Praga. Debo agradecer a Luis su ayuda durante toda la prueba, ya que sus ánimos, el ritmo que nos marcó y el agua que nos iba cogiendo durante esos kilómetros nos vino de perillas para completar el objetivo.

La salida como siempre algo caótica. El mezclar a la gente que corre 10 km con los que corren la maratón es una idiotez supina, que sólo sirve para hacer la foto de la salida y para que todo el mundo esté fastidiado en la salida y tarde en coger el ritmo. ¿Tan difícil es retrasar quince minutos la salida de una prueba y la otra? Otro punto negativo.

Salimos con prudencia Castellana arriba para no excedernos en el ritmo y al poco pasamos al globo de las 3h30, por lo que pensamos que íbamos bien. Sobre el kilómetro siete adelantamos a otro globo de 3h30 que marchaba a un ritmo de 4:30 y que nos hizo pensar que a los corredores que lo seguían iban a sufrir un buen calentón. Poco después pasamos por una marquesina que marcaba 11º, se me puso una sonrisa de oreja a oreja. Aunque el cielo estaba casi totalmente despejado, la temperatura era muy buena para correr.

Por el kilómetro 10 pasamos en 46 minutos. La cosa marchaba bien en el primer cuarto de carrera. Seguimos a un ritmo bastante aceptable, bajando un poco la marcha en las subidas y alegrando un poco las piernas en las bajadas. En esta parte, en los tramos más favorables, el cronómetro marcaba un ritmo de cuatro y treinta y pocos e iba un poco asustado por si me había equivocado de ritmo; sin embargo, era el tiempo previsto en la calculadora que un buen día nos hizo llegar Manolo y que gracias a que el año pasado fue el mismo recorrido pude afinar muy bien. Algún día tendré que hablar de este invento, francamente útil para calcular los tiempos de paso.

Poco después de pasar el kilómetro 15 hice uso del primer gel que llevaba preparado, que llevaba fijado en el costado del pantalón con un imperdible. Creo que me vino francamente bien, además no me causó ningún efecto colateral, ya que el año pasado la ingesta de los geles me revolucionaron un poco las tripas.

Al pasar por el 17, en plena calle Fuencarral recibimos ánimos de los pradolongueros allí apostados y se nos unió Luis, que ya no nos abandonó hasta la línea de meta.

Entrando en la Gran Vía con Luis y Joaquín
Entrando en la Gran Vía con Luis y Joaquín (galería de Angelín Granizo)

La cosa marchaba viento en popa hasta llegar al túnel con el que nos había obsequiado la organización debido a los palmeros. Una bajada muy pronunciada y una subida aún peor que no hizo más que machacar un poco más las piernas y que nos eliminó uno de los puntos más atractivos del recorrido, el Palacio de Oriente. Ese túnel fue aprovechado por mis dos acompañantes para vaciar la vejiga. En mi caso, como sudo bastante, elimino el líquido por los poros de la piel y me ahorro tener que parar. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes, ya que si se suda mucho se pierden sales y pueden llegar los temidos calambres.

Poco después pasamos por la media maratón. Miré el reloj y llevábamos 1h37 ¡¡¡clavamos el tiempo previsto!!! Quizás unos segundillos más porque enseguida el crono pasó a marcar 1h38, pero bien, muy bien. Se acaba Ferraz, se baja el Paseo Moret y en Paseo del pintor Rosales vimos como a doscientos metros el globo de las 3h15. Ahí me asusté de verdad, me parecía que íbamos demasiado deprisa para el objetivo de 3h20, así que conminé a mis acompañantes a bajar un poco el ritmo, aunque la bajada hasta el Puente de los franceses se hace rápida.

Según íbamos bajando por el Paseo de Camoens (km 23) me pareció ver a algunos metros por delante a un compañero de MaraTI+D. Según los puntos de encuentro, sólo podía ser Luis, pero recé para que no fuese así. He seguido los entrenamientos de Luis para esta maratón y han sido terriblemente concienzudos y muy bien ejecutados. No podía ser que fuese él, no podía ser que fuese él.

Por desgracia, sí era él. En la Avda. de Valladolid (km 24) me puse a su altura y estuve unos metros con él invitándole a seguirnos, pero decía que no iba, que no sabía lo que le pasaba, pero que no iba. Le comenté que con el entrenamiento que llevaba seguramente se recuperaría y podía acabar bien.

Una vez pasado el 25 llega una bajada criminal para entrar en la Casa de Campo. Me gustan muy poco ese tipo de bajadas, que te dejan los cuádriceps machacados, pero es lo que hay. La entrada en la Casa de Campo y hasta casi el kilómetro 29 es cuesta arriba. Hay que tomárselo un poco con calma para luego recuperar esos segundillos a la vuelta. Buscando ese punto kilométrico se nos unió Paco, el hermano de Joaquín para acompañarnos hasta meta. Ya íbamos cuatro en el grupo.

Se llega al punto más alto de la Casa de Campo y se empieza a bajar. Enseguida se llega a la alfombra del kilómetro 30 donde miré otra vez al cronómetro y vi que marcaba 2h20 (un minutillo más que lo previsto) e hice el rápido cálculo mental de que si quedaban doce kilómetros y éramos capaces de hacer una media de cinco minutos, teníamos las tres horas y veinte en el bolsillo, pero claro, quedaba lo peor, lo más duro.

Tenía previsto tomarme el otro gel sobre el kilómetro 32, pero lo olvidé, ya la cabeza va sólo pensando en dar una zancada más y luego otra, no en florituras. Un par de kilómetros después noté algo raro en el costado y ¡era el gel! Me lo tomé y el efecto no debió ser inmediato porque cruzando el Puente de San Isidro empecé a notar las piernas como piedras. Entonces pensé que si el año pasado llegué casi fresco al kilómetro 37, este año que había empezado antes a estar fastidiado, me iba a costar más llegar. Llegamos al kilómetro 35 y volvía a mirar el reloj: habíamos tardado sólo 23 minutos en ese último cinco mil y eso me animó aunque las piernas no fueran finas del todo.

A partir de entonces, ya sólo pensaba en el siguiente kilómetro, nunca en los kilómetros totales que quedaban. Eso resulta muy eficaz psicológicamente, ya que resulta muy sencillo recorrer sólo un kilómetro, pero si piensas que te quedan siete u ocho, puedes sentirte algo desmoralizado.

La cuesta de la calle Segovia no se me dio mal, como en todas las cuestas anteriores, aflojé un poco el ritmo y lo subí al tran tran, adelantando gente que ya se ponía a andar. Coroné la cuesta y allí me estaba esperando una buena amiga con un plátano. Días atrás había llegado a la conclusión de que si a Nadal le viene bien el plátano en sus partidos de tenis, a mí también me tendría que sentar bien, aunque me quedaba algo de duda porque no había probado a comer esta fruta en carrera. Ella también se unió al grupo, por lo que ya íbamos cinco en pelotón. Luis seguía marcando el ritmo y muchas veces animando al público que se mostraba frío en algunos tramos.

Resulta curioso lo difícil que puede llegar a ser algo tan sencillo como masticar cuando vas muy cansado. Casi no se puede hacer ese gesto tan simple como es abrir y cerrar la boca. No sé si fue debido a ese esfuerzo extra en abrir y cerrar la boca, pero la cuesta del Paseo Imperial se me hizo dura, quizás lo más duro de la carrera. Luego se corona y hay un pequeño tramo algo favorable, prácticamente lo único fácil hasta la entrada al parque de El Retiro.

El Paseo de las acacias y su continuación la Ronda de Atocha se me hizo muy largo, pero moderadamente duro. Pensaba que iba peor, pero el reloj marcaba ritmos cercanos a 5:15 y eso me hizo venirme arriba, ¡el año pasado por estas calles iba peor! Llegamos a Atocha y el grupo marchaba compacto, aunque a Joaquín empezaba a pasarle factura las pocas tiradas largas que había realizado en el entrenamiento. Ese fue el punto donde empezó a quedarse descolgado. Su hermano Paco se quedó con él y el pelotón se dividió en dos trozos: Luis, mi amiga y yo por delante; Joaquín y Paco un poco detrás.

Subiendo Alfonso XII pude ver a mi amigo y vecino Antonio que marchaba de aquellas maneras. Yo subí bien, dentro de lo que cabe en una cuesta tan puñetera, y me iba acercando poco a poco a su espalda. Los gritos de ánimo de los compañeros pradolongueros me vinieron francamente bien para terminar de coronar la cima. Pronto llegué a la alturade Antonio, sobre el kilómetro 40. Le animé mientras que trataba de pasarle, pero me fue cerrando poco a poco al tiempo que aceleraba. Se marchó unos metros. No problem, yo seguí a mi ritmo, no tenía ningún interés en llegar antes que él.

Llegamos a la Puerta de Alcalá y aunque el camino sigue siendo ascendente, ya se adivina la entrada al parque de El Retiro. Volví a acercarme a la espalda de mi amigo y todo emocionado grité aquello de ¡¡¡ya sólo queda un kilómetro de gloria!!! De nuevo este hombre volvió a acelerar, pero visto lo visto, imaginé que volvería a cazarle, aunque no tenía ninguna pretensión de ello.

En el kilómetro de gloria
En el kilómetro de gloria (galería de Carlos)

El año pasado, cuando llegué a meta, me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron directamente a la carpa de Sanidad. Según me iba acercando a meta iba pensando en esta circunstancia y en vez de apretar para llegar a meta con el menor tiempo posible, iba contemporizando para llegar lo más relajado posible a la meta; total, que más da unos segundos más o menos. Con los brazos en alto y dando gritos como un cosaco pasé la línea de meta comprobando que el reloj cambiaba de 3h20 a 3h21, pero más contento que unas castañuelas ya que había conseguido rebajar mi mejor marca en una maratón en más de cinco minutos.

Esta maratón ha sido, sin lugar a dudas, la mejor de todas. Había entrenado bien y pensaba que si la temperatura se portaba, podía alcanzar una marca de tres horas y veinte minutos ¡¡¡y lo conseguí!!! Según la organización, acabé con un tiempo de 3:21:01, aunque para lo que a mí me importa, un tiempo neto de 3:20:23, clavando las previsiones, llevando un ritmo muy regular durante toda la carrera y manteniendo el tipo bastante bien en la zona más dura de la carrera.

mapoma-2011-meta_350x540
Llegando a meta, más contento que unas castañuelas

Una vez traspasada la línea de meta, mi único afán era beber y beber y mejor, bebidas con azúcar, el cuerpo me lo pedía. Empecé a tomar todo lo que encontraba: gatorade, fanta, coca cola y un zumo, además de agua en abundancia. Me vino francamente bien para recuperarme, porque comer no es que me apeteciese mucho.

Joaquín llegó casi un par de minutos después que yo, también bastante contento, después de haber ido juntos casi 40 kilómetros. Fue una pena que no pudiera aguantar ese último tramo, pero llegó con un tiempo neto de 3:22:05.

Esperamos a Emilio, el hombre radiactivo, para que nos acercara en coche y nos marchamos a casa con la satisfacción del deber cumplido. Emilio de nuevo dio el do de pecho. Acabó con un tiempo neto de 3:31:59, que hubiese sido inferior si no entra acompañado de su nieto en meta. Una vez más dejó clara su regularidad y su buen hacer. En un principio aparece séptimo de su categoría, pero mirando los que están delante de él hay unos cuantos tramposos que no completaron el recorrido. Según lo que he visto, su puesto es el tercero del cajón. Impresionante lo de este hombre.

Muchas gracias a todos los que me habéis ayudado durante la prueba. A Joaquín por venir conmigo desde la salida hasta casi la meta. A Luis por tirar de nosotros, acercarnos agua en los puestos de avituallamiento y animarnos durante 25 km. A Paco por animarnos durante un porrón de kilómetros también, asustándonos de vez en cuando conque se nos acercaba Emilio por detrás. Y agradecer esos gritos de ánimo y el trozo de plátano con que me obsequió mi buena amiga en el último y más duro tramo de la carrera.

Visto para sentencia

Hoy hemos hecho el último entrenamiento de cara a la inminente maratón de Madrid. La idea era hacer entre 7 y 8 kilómetros a ritmo muy tranquilo, pero la presencia de Ninfa ha provocado que terminara haciendo las dos vueltas y a un ritmo algo superior a lo previsto.

La visita de Ninfa ha sido todo un sorpresón, ya que no la veíamos desde el mes de diciembre debido a que ahora baja antes a entrenar. Nos contó que corre todos los días 10 km y debido a eso, se dejó convencer por Joaquín de que puede terminar una maratón en 3h30 sin problemas. Parece que el domingo va a acompañar a Emilio en la carrera.

Decía lo de visto para sentencia porque ya deben estar los deberes hechos y haga poco o mucho hoy, de poco va a servir, por eso es mejor hacer poco no sea que se lesione uno a tres días de la gran cita. Afortunadamente, no ha sido así y he completado 9,6 km en 51:44 a un ritmo de 5:22, pero acabando algo más fuerte de lo que me hubiese gustado.

El domingo veremos si el entrenamiento de estos meses ha merecido la pena. Me gustaría acercarme a 3h20, pero me conformo con hacer 3:25:51 que sería mi mejor marca personal. Ya veremos, la meteorología siempre tiene la última palabra.

Checklist para el día de la maratón

Es importante no dejar nada al azar el día de la maratón. Hay que levantarse pronto (yo lo hago tres horas antes del comienzo de la carrera para desayunar) para estar con tiempo en la línea de salida. Y lo más importante, llevar todo lo necesario para este gran día.

Espero no dejarme nada en el tintero.

Imprescindible:

  • Zapatillas.
  • Calcetines.
  • Pantalones.
  • Camiseta.
  • Dorsal.
  • Chip.
  • Imperdibles.

Casi imprescindible:

  • Cronómetro.
  • Vaselina para las rozaduras que se pueden producir en muslos y sobacos.
  • Tiritas para proteger los pezones.
  • Chándal.
  • Bolsa de deporte o mochila para llevar todos los accesorios.
  • Agua para antes de la carrera.
  • Impermeable «de los chinos» si hace algo de frío o llueve.
  • Si se va a hacer uso del guardarropa, llevar lo necesario porque algunas organizaciones dan una bolsa y una pegatina para poder dejar la ropa.

Opcional:

  • Zapatillas de repuesto.
  • Calcetines de repuesto.
  • Pantalón de repuesto.
  • Camiseta de repuesto.
  • Gafas de sol.
  • Crema protectora (si hace sol).
  • Gorra.
  • Dinero para el transporte público o tarjeta de transporte.
  • Gel para alimentarse en carrera.