Clavado a la mala suerte

Con esta puñetera lesión que arrastro desde el mes de marzo/abril me fijé como objetivo llegar a agosto con cero molestias para poder entrenar para una media maratón en octubre; sin embargo ayer, en el colmo de la mala suerte fui a clavarme un clavo justo en el talón del pie derecho, donde tengo la fascitis plantar. Si esto no es mala suerte que venga dios y lo vea.

Bonito agujero en el talón del pie derecho

Con este nuevo contratiempo, ya no tengo claro cuando voy a poder empezar a correr de nuevo y veo cada vez más lejos la media maratón que tenía prevista.

De todos modos, no todo son malas noticias porque acudí al centro de salud para ver cómo estaba la herida y me dijeron que bien, que no estaba infectada pero que no me libraba de la antitetánica, porque ni me acuerdo de la última vez que me la pusieron.

Ahora a esperar que deje de dolerme el pie por la herida y ya de paso que se me cure la lesión. A lo mejor el pinchazo ha sido un revulsivo.

Estreno de las Asics Cumulus 20

Cuando uno está lesionado no hace más que dar vueltas a la cabeza y una de las cosas que siempre se piensa es si conseguiré recuperarme. Es un pensamiento negativo que ronda una y otra vez tu cabeza. Además trata uno de pensar qué hacer para acabar de una vez por todas con la lesión.

Una solución que se le ocurre a uno es cambiar de zapatillas. La zapatilla, como es lo que está en contacto con el pie y con el suelo es un buen candidato para a quien echar las culpas. Poco antes de la maratón compré unas Saucony pero no estaba muy contento con ellas, ya que al ser una lesión en la planta del pie pensé que me vendrían mejor unas zapatillas más amortiguadas. Así que después de salir el jueves y ver que la cosa estaba más o menos igual, ayer me hice con unas bonitas Asics Cumulus 20 de color amarillo que espero sean las que me saquen del «agujero».

Asics Cumulus 20

Tampoco ha sido el bálsamo de Fierabrás, ya que sigo con molestias, aunque he conseguido hacer 7 km, por lo que algo mejor estoy; sin embargo, no creo que sea únicamente por las zapatillas. A ver si es verdad que mejoro sea por lo que sea.

Otra cosa que no he comentado es que volví de las vacaciones con 71 kilos y pico. No alcanzaba este peso desde 2009 por lo que es urgente que adelgace. Ayer cuando subí a la báscula marcaba 70,6 kg lo que indica que voy por buen camino. Tengo que quitarme kilos como sea porque eso también es malo para la fascitis.

Caminata bajo la lluvia

Llevo todo el mes de julio entrenando, pero en vez de correr, camino. Y tampoco es que vaya de paseo, que trato de ir lo más rápido que puedo, siempre tratando de hacer más de 7 km en una hora.

Hoy, justo antes de salir al punto de encuentro, a las 19:30, me llegó un mensaje diciendo que se aproximaba una tormenta de padre y muy señor mío. Pero no soy de los que se dejan amedrentar por una simple tormenta. Si hemos quedado a las siete y media, a esa hora hay que estar en el punto de encuentro.

Suelo llegar siempre unos minutos tarde, pero hoy a las 19:29 estaba allí y justo en ese momento salían mis compañeros. Si hubiese tenido en la cabeza irme con ellos los hubiera llamado, pero como iba a andar, no me ha preocupado que ellos saliesen antes.

Me he puesto a andar a buen ritmo, porque la temperatura era más baja de lo habitual y nada más empezar el viento se dejaba notar, iba barriendo con fuerza la arena. Al poco ha comenzado la lluvia, que en pocos minutos ha descargado bastante agua. De este modo me he refrescado y he ido el resto de la caminata a buen ritmo. Tanto, que he conseguido hacer los 7 km en un tiempo de 56:55 que me parece un tiempo inaudito. Después de ver en el kilómetro siete ese gran tiempo he seguido a buen ritmo para completar el circuito de dos vueltas de 4 km cada vuelta. He realizado esos 8 km en un tiempo de 1:04:39 y podría plantearme alguna vez bajar de una hora en los ocho kilómetros, pero para eso necesito mejorar mi técnica, que es deficiente.

Cuando empecé a andar medio en serio, el 2 de julio en Alcocéber, me parecía difícil bajar de 9:00 el kilómetro y complicadísimo bajar de 8:30. Y de hecho, esa primera vez hice los 7 km en 1:00:54. Fue por eso que me fijé como meta bajar de la hora. Y hoy he bajado con holgura de la hora, aunque tengo que decir que la temperatura ayuda bastante.

No news, bad news

Tienen los anglosajones una frase que dice «no news, good news» que viene a significar que la ausencia de noticias sobre un determinado tema, indica que son buenas noticias. El titular de esta entrada es justo lo contrario ya que en mi caso, esa falta de noticias es sinónimo de malas noticias. Y la mala noticia es que no logro recuperarme de la lesión que padezco desde que el 24 de marzo acabé con unas molestias en el tendón de Aquiles. Molestias que en un principio me parecieron en el tendón, pero que realmente son realmente en el talón derecho, en la parte interna.

El lunes 15 de julio estuve en la fisio y me dijo que podría ser una fascitis plantar, pero siempre había oído que esa molestia en el centro del pie más o menos y no tan cerca del final del pie. También me dijo que podría ser un espolón, pero me parece raro porque aunque no estoy corriendo sí ando bastante y luego no tengo unas molestias bárbaras como dice la gente que tiene espolón, que después de andar ven las estrellas.

El caso es que llevo tres meses y medio con molestias y no me recupero. He hecho de todo: 1) seguir corriendo, 2) parar del todo y 3) andar, pero no mejoro de ninguna manera. Y lo malo es que estoy apuntado a una media maratón el 13 de octubre y me parece que no voy a llegar, ya que la idea era comenzar agosto con cero molestias y al paso que voy no va a ocurrir.

De todos modos, veo un rayo de esperanza porque parece que me duele un poco menos de lo que me ha molestado estos meses. Veremos si la cosa se acaba arreglando.

Y otra mala noticia es que con esto de entrenar poco y las vacaciones, he vuelto con 71,3 kg, peso en el que no he estado desde 2009. Tengo que controlar la comida y bajar de peso porque eso también será bueno para la lesión, ya que las plantas de los pies tienen que soportar menos carga.

Mejor parar que seguir lesionado

He decidido parar porque veo que la lesión no se va y es tontería seguir corriendo. Pararé unas semanas para ver si me recupero del maldito tendón de Aquiles que tanta guerra me ha dado durante tantos años.

Después de estar una semana parado después de la maratón lo intenté el domingo 5 de mayo, salí a andar y trotar un poco, pero noté ligeras molestias en el tendón. Aún así, salí a correr el martes 7 de mayo y aunque sólo hice 5 kilómetros y a un ritmo muy tranquilo, las molestias seguían ahí. Lo mismo me ocurrió el jueves 9 de mayo, que hice otros 5 kilómetros y con sensaciones nada buenas por la misma historia. El sábado 11 de mayo salí con Ninfa y Miguel y bajamos al Parque Lineal y aunque yo no quería hacer mucho, mis compañeros me «obligaron» a hacer 9 kilómetros. Al meter más kilómetros el tendón me molestó más que los días anteriores. Acabé la semana yendo en bici hasta San Martín de la Vega y en bici la verdad es que no lo noté, el tendón iba genial, por lo que mejor bici que correr a pie.

Ya había tomado la decisión de parar porque veía que aquello no se arreglaba; sin embargo el 15 de mayo, festividad de San Isidro hicimos una encerrona a Joaquín para hacerle un regalo por su reciente boda. Le engañamos diciendo que íbamos a hacer un entrenamiento y cuando llegó se encontró con un grupo de pradolongueros muy numeroso. Le entregamos su regalo y él correspondió invitándonos a un café. Antes del café hicimos unos kilómetros siguiendo el trazado de la Carrera Popular Barrio del Zofío que se celebrará el 16 de junio en nuestro barrio. Hicimos la vuelta de 5 kilómetros y un poquito más para completar 9 kilómetros. Acabé bastante fastidiado del tendón. La parada es obligatoria hasta que me recupere, es tontería seguir machacando el tendón.

Celebrando la boda de Joaquín. ¡Enhorabuena compañero!

XLII Maratón de Madrid

Como llevo haciendo estos últimos años, me presenté en la salida de la maratón de Madrid sin haber entrenado prácticamente nada para correr una maratón, aunque este año con el hándicap añadido de estar fastidiado del tendón de Aquiles de la pierna derecha. Por tanto, no tenía muy claro hasta donde podía llegar.

Tenía un sito en el cajón 2, lo que significaba que a las 8:50 nos teníamos que poner en marcha. Puse el despertador a las 6:15, estuve desayunando y como había quedado a las 7:20 en el Cercanías de Doce de octubre tenía pensado salir a las 7:00 de casa. A esa hora salí, pero cuando estaba en la calle me di cuenta que había olvidado mi móvil de pulsera, que había pensado llevar por si me retiraba, avisar a una amiga que me iba a esperar. Volví a casa, cogí el móvil y volví a bajar. De nuevo me di cuenta que había olvidado algo, esta vez el cronómetro, así que volví a subir. En estas estaba, subiendo y bajando, cuando recibí un mensaje de Ninfa de que si pasaban a recogerme y le dije que sí, porque ya no llegaba a la hora prevista ni de broma. Salí de casa, me recogieron a los pocos minutos y un poco más tarde estábamos aparcando el coche cerca de la boca del Cercanías de Doce de octubre. Cogimos el tren, hicimos trasbordo en Atocha y enseguida nos estábamos bajando en Recoletos. Yo había quedado a las 8:15 con mis antiguos compañeros de MaraT+D y aún quedaba bastante tiempo.

El ropero de la maratón era el más cercano a Cibeles, por lo que bajamos tranquilamente hasta allí, disfrutando del frescor matinal, que resultaba hasta agradable. Paré en un servicio a hacer mis necesidades y poco después dejamos la ropa en el ropero correspondiente y pusimos rumbo al Museo de cera, donde habíamos quedado. Por tomarnos las cosas con tanta calma, llegamos al punto de encuentro unos minutos más tarde, pero allí estaban los antiguos compañeros con los que estuvimos hablando tranquilamente y haciéndonos algunas fotos. Después nos deseamos todos buena suerte y partimos cada cual a nuestro cajón.

Con los antiguos compañeros maratidianos y algún extra

El cajón 2, el que teníamos asignado Ninfa y yo estaba bastante arriba, por lo que nos dimos un buen paseo, pasando por aseos en los que había bastante cola para utilizarlos. Mi compañera tenía ganas de entrar, pero al ver tanta gente no se decidía, hasta que llegamos a los servicios que estaban junto a la puerta del cajón 2 donde había menos gente y se decidió a entrar. Estuvimos unos minutos en la cola e íbamos viendo que el reloj se aproximaba a las 8:50 y no entrábamos, pero también veíamos que cada vez la gente acababa más pronto viendo la proximidad de su salida. Al final entramos los el uno y el otro y cuando nos metimos en el cajón faltaban escasos segundos para que dieran la salida. Dieron la señal y aún tuvimos que esperar un poco a que todo el mundo se pusiera en marcha y consiguiéramos pasar la línea de salida.

Salimos juntos pero enseguida noté que aunque no había corrido nada la última semana, el dolor en el talón derecho estaba ahí, me molestaba más de lo que yo pensaba, afortunadamente aunque el dolor me acompañó durante los 42 kilómetros, pude correr sin demasiados problemas. Ella había entrenado bastante más que yo y era tontería que yo fuese a su ritmo o que ella fuese al mío, así que traté de ajustarme a 5:30 que había fijado como ritmo de crucero y la vi alejarse metro a metro. Mucho mejor para los dos. En estos primeros kilómetros, que eran cuesta arriba, iba mirando el cronómetro para tratar de no ir más rápido de ese ritmo previsto y aún así alguno bajé de 5:30. Es lo que tiene la euforia inicial, que como te descuides vas más rápido de lo que debes.

Cuando llegué al punto más alto de la carrera, a la altura de las cuatro torres y para no obsesionarme con el ritmo pensé que lo mejor era ir pendiente de las pulsaciones, que no subieran nunca de 160, de modo que cambié la pantalla del GPS para ver únicamente las pulsaciones y olvidarme de los tiempos.

Bajé Bravo Murillo tratando de no acelerarme demasiado, llegué a Cuatro Caminos y giré a la izquierda por Raimundo Fernández Villaverde. Justo cuando cruzaba el puente sobre el Paseo de la Castellana vi que una de las zapatillas se había desabrochado, lo cual me extrañó porque estaba seguro que la había atado con doble nudo. Paré en el puente, até la zapatilla, apreté el doble nudo y apreté también el de la otra zapatilla. Fue un error porque el hecho de ir con las zapatillas tan apretadas hizo que con el paso de los kilómetros las dos uñas de los dedos gordos se pusieran moradas y me molestaran más que mi molestia original del tendón.

En estos kilómetros iban tan despreocupado de los tiempos y los kilómetros que en un momento dado me preguntó un corredor que esperaba a otro que cual era el kilómetro por el que íbamos y le dije que el ocho y pico, a lo que contestó que imposible, que no podía ser. Miré el GPS y vi que marcaba algo más de diez. Me comí dos kilómetros sin querer… Que luego me devolvieron con creces.

Al poco pasé por la estación de metro de Diego de León, donde me retiré el año pasado. Sonreí al pensar que este año al menos iba a hacer un tramo más largo que el pasado. Fue en ese momento cuando comenzó una maratón desconocida para mí porque nunca había pasado por esas calles corriendo y me pareció un tramo bastante duro. La subida de Velázquez, aunque estaba en el kilómetro 16 también se hace dura. El trocito de Serrano aunque corto, es duro. La calle Eduardo Dato, también es para arriba y Santa Engracia, también es en subida. Son unos cuantos kilómetros bastante duros, muy rompepiernas. En la esquina de la calle Serrano con el Paso elevado de Enrique de la Mata, al poco de que los de la media nos dejaran, fue muy emocionante porque me encontré con Juan, también maratoniano y ciclista al que hacía tiempo que no veía, que estaba animando en ese punto. No pude evitar pararme y darle un abrazo porque me hizo mucha ilusión verle.

Había quedado con mi madre en la calle San Bernardo, algo más abajo de Quevedo, a las 10:35, pero mientras iba corriendo pensé que había quedado a las 10:30, por lo que subiendo por Santa Engracia miré el reloj y vi que iba a llegar un poco tarde, así que aceleré subiendo por esa calle y seguí a buen ritmo por José Abascal y Bravo Murillo. Cuando llegué al punto donde habíamos quedado allí estaba mi madre esperando como sólo una madre puede hacerlo. Me dio una gran alegría encontrarla por lo que fui a por ella y la abracé y la besé mientras derramaba alguna lágrima por la emoción. Le dije que la quería y ella me dijo algunas palabras que me guardo para mí y que no creo que olvide mientras viva. Fue un momento no emocionante, sino emocionantísimo. Me dio un plátano, me despedí de ella y mientras iba por la calle San Bernardo buscando Gran Vía no conseguía detener mis lágrimas pensando en mi madre y en todo lo que representa.

Llegué a Gran Vía y allí vi a Elena y a Silvia, que me dieron gritos de ánimo y poco después en Callao me di de bruces con la media maratón. Miré el reloj y vi que llevaba 1h53, tiempo que me pareció bien, más o menos como en estas últimas maratones. Hice un examen de mi estado físico y vi que iba bien, pero no me dijo gran cosa porque he entrenado para una media y sabía que eso no me iba a suponer mucho esfuerzo.

Bajé por Preciados, subí por la calle Mayor y pensé que había menos gente y menos animación que otros años, lo cual no me extrañó porque al ser un sábado la participación es menor y el público también más escaso ya que mucha gente trabaja. Bajé la parte de Mayor que es favorable, giré a la derecha por Bailén y llegué a la Plaza de Oriente. Ese trozo de recorrido es adoquinado y empecé a notar dolores en las uñas de los pies, pero no lo di excesiva importancia, ya que poca cosa podía hacer sino aguantarme.

Subí por Ferraz donde cogí un trozo de plátano y una botella de agua, luego Rosales y el Paseo de Camoens hasta el Puente de los franceses. No iba mal por allí ya que el gran parte es favorable. En la Avenida de Valladolid, sobre el kilómetro 27, adelanté al bueno de Simba. Le pregunté que qué tal iba y me respondió que mal, que había estado con lumbalgia y que habían tenido que pincharle, que iba a llegar hasta el treinta donde le esperaban y que allí lo dejaría. Demasiado duró con ese problema, ya que yo, con un problema similar, me tuve que retirar el año antes en el diez. En ese tramo ya iba notando que tenía las piernas duras como rocas.

En la Glorieta de San Vicente estaba esperándome una gran mujer, que no sólo me hizo una bonita foto, sino que me acompañó una milla vestida de calle, dándome ánimos… Y haciéndome subir las pulsaciones por encima de las 170 cuando me había mantenido sobre 150 durante todos los kilómetros anteriores.

Chocando manos en la Glorieta de San Vicente

A la entrada de la Casa de Campo estaba mi cuñado esperándome, que iba a hacer conmigo esos últimos catorce kilómetros. Desde entonces fue dándome ánimos y cogiendo algunas botellas de agua y un líquido azul que creo era Powerade. Fue un error beber esa pócima porque me produjo unas molestias en las lumbares o cerca al beberlo, como si se hinchase la tripa y me produjese ese dolor. Muy raro.

Iba subiendo por la Casa de Campo rumbo al Parque de Atracciones y me seguía extrañando que las pulsaciones no bajaran de 170. Pensaba que bajarían después de llegar al punto más alto de la Casa de Campo, pero no fue así, seguían altas. Seguía sin mirar el ritmo al que iba, pero notaba que ya no era el mismo que llevaba antes de llegar a este bonito parque de Madrid. Entré en la Casa de Campo medio bien y salí medio mal. Había dejado casi todas mis fuerzas en estos seis kilómetros. La subida del metro de Lago me costó lo suyo, pero bajando la Avenida de Portugal vi que aún podía dar zancadas medio decentes, pensé que mal del todo no iba, pero me confundí porque en el Paseo de la Ermita del Santo me dejé las pocas fuerzas que me quedaban. Recordaba la última que pasé por este sitio que iba a un ritmo endiablado y esta vez no podía ni con las zapatillas. Seguía con las pulsaciones altas y pensé que a lo mejor el reloj no ajustaba perfectamente a la muñeca y estaba dando medidas erróneas. Lo puse un poco más arriba de la muñeca y lo apreté un poco más por si acaso. De todos modos pensé que ya iba tan mal que no iba a mirar ni las pulsaciones ni ninguna otra cosa. Me quedaban en ese punto seis kilómetros y sabía que ya era todo cuestión de sufrir y sufrir si quería llegar a meta.

Poco después en el Paso de la Virgen del Puerto me encontré con mi amigo Paco. Había coincidido con él en la Media de Madrid y pude comprobar que estaba muy bien de forma y me extrañó verle andando. Me puse a andar para preguntarle qué le pasaba porque le vi una carita… Me dijo que estaba un poco mareado y que estaba pensando en retirarse. Le animé porque estábamos cerca del 38 y si lo hacía se iba a acabar arrepintiendo, que andase un poco más hasta que se le pasase un poco y ver si luego podía ponerse a correr. Le dejé y me puse a trotar para afrontar la subida de la calle Segovia con «carrerilla». Hice casi toda la cuesta arriba corriendo, pero según iba subiendo iba notando que el tendón, que había sido una ligera molestia durante casi todo el recorrido, me iba doliendo más y más, por lo que decidí hacer los últimos metros caminando a buen ritmo y eso me alivió.

Subí la cuesta y me puse a trotar dispuesto a no volver a parar. Subí el Paseo Imperial al trote cochinero y al acabar la cuesta me dio mi acompañante un poco de Powerade que me sentó fatal, me empezó de nuevo a doler las lumbares y me tuve que parar a estirarlas un poco. Fueron unos segundos hasta que se me pasó. Comenzó la última bajada hasta el Paseo de las Acacias y desde ahí sabía que era todo cuesta arriba. No tiene mucha pendiente pero en esos dos últimos kilómetros cualquier subidita es como el Tourmalet. Seguí por ese tramo al trote cochinero, más lento aún del que había llevado en los últimos kilómetros y poco después de la Glorieta de Embajadores me adelantó Paco a buen ritmo. Me dio gran alegría ver que se había recuperado del desfallecimiento que tuvo quizás provocado por una deshidratación.

Llegué al kilómetro 41 y pensé sólo queda el kilómetro de gloria después de 41 de sufrimiento. Pero cuando vas tan mal, ni kilómetro de gloria ni nada, sólo queda seguir sufriendo. Llegué a Atocha, luego al Paseo del Prado y ya pude vislumbrar a lo lejos la pancarta de meta. Quise acelerar el paso, pero no podía de ninguna manera, así que me resigné a pasar la meta como iba, de aquellas maneras.

Paré el cronómetro poco después de pasar la línea de meta y vi que marcaba 3:56:45 aunque la organización me da 3:56:40. Un mal tiempo, pero esto no tiene truco, la maratón siempre te pone en tu sitio. No regala nada. Con esta maratón son ya 28 y lo más curioso es que coincide con mi carrera popular número 300. No está mal.

Esta vez reconozco no estar preparado

Decía el 10 de marzo que estaba preparado para la media de Villarrobledo. Lo mismo dije el 31 de marzo para la media de Madrid, pero hoy no puedo decir lo mismo para la maratón de Madrid para la que necesitaría incluso más preparación y no estar medio lesionado.

El 7 de abril corrí la media de Madrid y acabé con el tendón de Aquiles de la pierna derecha bastante dolorido, por lo que decidí ir a la fisio lo más pronto posible. Y no es que empezara a dolerme ese día, ya llevaba unas semanas con las molestias. Al día siguiente pude ir a la fisio y me dijo que tenía una pequeña contractura. No le dije que iba a correr la maratón porque me hubiese tirado por la ventana, me callé astutamente por si acaso. Decidí parar esa semana para ver si con su manipulación y con un poco de descanso me recuperaba.

Después de esa semana de reposo salí el martes 16 de abril y lo hice con otras zapatillas por si fuese un problema con las zapatillas actuales que nunca han llegado a convencerme. Durante el entrenamiento me molestó un poco, pero no demasiado, lo cual me dejó bastante contento. Hicimos dos vueltas al parque pero a un ritmo muy tranquilo.

El jueves 18 de abril volví a salir. Al ser Jueves Santo quedamos un buen grupo de pradolongueros a las diez de la mañana sabiendo que nos íbamos a mojar, pero las previsiones daban lluvia todo el día, por lo que daba igual una hora que otra. Bajamos al Parque Lineal y cuando comenzamos no llovía mucho, sólo chispeaba, pero según iban pasando los kilómetros la lluvia arreció y acabamos bien mojados. Aproveché algunos kilómetros para aumentar el ritmo y comprobar el estado de mi tendón. Pude comprobar que no está como quisiera y si el martes acabé contento, esta vez no tanto. Hicimos únicamente 12 km que a estas alturas de preparación y estando como estoy no sé si son muchos o pocos. Quizás sea cuestión de las zapatillas, tendré que estrenar las Saucony que compré el día anterior.

Saucony Jazz 21 compradas en Bikila Leganés

El sábado 20 de abril salí a estrenar las Saucony Jazz 21 que había comprado unos días antes. Había quedado con un compañero en el punto de encuentro de Pradolongo pero cuando llegué ya se había ido, así que hice yo solo los 15 km que tenía previstos. En abril de 2015 compré unas Adidas Supernova Glide 7 que estrené un martes y el domingo corrí una maratón con cero problemas y confiaba que con las Saucony ocurriera lo mismo, pero nada más lejos de la realidad porque acabé los quince kilómetros con ampollas en la zona donde me suelen salir unas durezas, cerca del juanete, así que correré la maratón con las Adidas, por aquello de que más vale lo malo conocido. Y lo malo no fue sólo lo de las ampollas, sino que el tobillo me seguía molestando, así que correré la maratón medio lesionado y que Dios reparta suerte.

Hice los 15 km tratando de llevar un ritmo similar al que trataré de llevar en la maratón, entre 5:20 y 5:30 así que tardé 1:22:12 y el ritmo fue de 5:23. Acabé bien si obviamos los problemas de ampollas y talón.

Y la semana que viene lo mismo ni salgo porque estando como estoy, lo único que puede pasar es que vaya a peor. Lo dejaré todo para el día M.

XIX Media maratón de Madrid

Después del mal sabor de boca con el que salí de la media de Villarrobledo me apunté a esta media maratón para ver si realmente estaba tan mal o sólo fue un mal día. Por desgracia después de esa media he estado algo tocado del tendón de Aquiles y me presenté a esta carrera con poco entrenamiento, un tanto mosqueado con mi tendón… Y con dudas de si mi dieta de croquetas del día anterior había sido la más adecuada para enfrentarse a una carrera. Y es que el fin se semana se celebraba en el barrio de San Fermín la ruta de croqueta y estuvimos haciendo una ronda por unos cuantos bares probando las deliciosas croquetas que allí servían. Aprovecho para decir que para mí las mejores fueron las del bar Ánfer, que sirvieron una plato con un sugerente nombre: Flor de croquetillas con nueces y queso azul. Realmente deliciosas. Mi voto fue para este plato. Y eso que probé otras que también estaban bastante ricas.

Flor de croquetillas con nueces y queso azul del bar Ánfer. Realmente deliciosas.

No sé si por las croquetas, por las cervezas o por los nervios, el caso es que tardé en dormirme, aún así me levanté a las 6:45, tranquilamente estuve desayunando y preparando las cosas para salir de casa una hora más tarde. Sin prisa me acerqué hasta la parada del autobús seis y sobre las ocho y cuarto estaba bajándome del autobús en Atocha. Subí por el Paseo del Prado y lo primero que hice fue ir al servicio. Sospechaba que los químicos que pone la organización estarían a tope por lo que me metí en uno de esos públicos que hay por diversos lugares de Madrid y que por 10 céntimos puedes hacer uso de ellos. Después de soltar el dinero y entrar me di cuenta ¡que no tenía papel! Menos mal que llevaba un pañuelo de papel. No sabía que estos servicios estaban tan desatendidos.

Con un par de antiguos compañeros y alguno más

Después de aliviarme me encontré con un ex-compañero del trabajo que había quedado con otro ex-compañero, así que esperamos a que apareciera este segundo y estuve con ellos aprovechando para hicernos una bonita foto donde se aprecia al fondo las tiendas de campaña militares que habían habilitado como guardarropa y que se convirtió en blanco de las críticas de casi todos los participantes por la mala gestión a la hora de devolver las bolsas, ya que hacía bastante fresco y más de uno se quedó congelado esperando.

Me puse de corto, dejé la bolsa y calenté un poco, no demasiado porque ya eran las nueve y en un cuarto de hora comenzaba la prueba. Me estiré después del breve calentamiento y me metí en el cajón correspondiente donde estuve esperando pacientemente que dieran la salida. Había pensado en las cuestas arriba ir sobre 4:30 y en las cuestas abajo ir lo más rápido que pudiera. Tampoco es que pudiera ir mucho más rápido porque los entrenamientos a umbral los he estado haciendo a 4:20 y me han costado dios y ayuda. Efectivamente hice el primer kilómetro en 4:32 dentro de lo previsto porque subir hasta la Puerta de Alcalá no es precisamente fácil. El segundo lo hice en 4:23 y de algún modo recuperé esos segundillos del kilómetro anterior.

La primera mitad de la media maratón es cuesta arriba con algún tramo favorable, mientras que la segunda parte es cuesta abajo con algún tramo hacia arriba. Siempre digo que lo que se pierde subiendo no se gana bajando, así que no es una carrera precisamente fácil. El kilómetro seis, subiendo por Santa Engracia, donde estaba ubicado el primer puesto de avituallamiento fue el más lento, donde me fui a 4:43. Siempre se pierde un tiempo entre que coges la botella y echas un trago y si encima es cuesta arriba, te caen segundos sin querer.

Cuando se llega al punto más alto de la carrera, cerca de las Cuatro Torres, se gira 180º y se baja hacia Plaza Castilla. Esta es la mía, pensé, ahora se van a enterar todos aquellos que me han pasado subiendo Bravo Murillo, pero al hacer el giro me di cuenta que había un desagradable viento frontal que no sólo soplaba con fuerza, sino que venía frío, así que contuve mis impulsos, cogí una botella de agua y traté de no perder tiempo mientras bebía.

Por Mateo Inurria, que sí es una buena cuesta abajo me emocioné y estiré la zancada, marcando un parcial bastante rápido, pero se gira a la derecha y se coge la Avenida de Pío XII que es de nuevo cuesta arriba. Otro puñado de segundos que se pierden. Sí es verdad que un kilómetro después empieza el terreno más favorable porque aunque aún quedan repechitos, estos son muy cortos. Fueron, obviamente, los kilómetros más rápidos, como imagino que les ocurrió a todos.

Llegando al Parque del Retiro hay que hacer un giro de casi 180º y ahí vi a mi amigo Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés. No sé si es que yo me había ido acercando o bien me había pasado y no le había visto, lo cual es lo más probable… O bien no era él, porque luego vi en la clasificación que bajó de hora y media. Se me pasó por la cabeza tratar de acercarme, pero lo deseché enseguida porque ya iba bastante justo. Luego bajando Menéndez Pelayo llegué a la altura de un calvorota y pensé que podría tratar de que no se me fuese. Era una manera de motivarme en esos últimos kilómetros porque ya se me iba haciendo larga la carrera.

Tampoco pude hacerme con el calvorota por lo que me centré en tratar de mantener el ritmo que llevaba y olvidarme del resto. Estos dos kilómetros bajando Menéndez Pelayo y por el Paseo de la Reina Cristina fueron bastante buenos, ya que los hice en 4:15 y 4:16, de los más rápidos de la carrera. Desde Atocha hasta meta es de nuevo terreno ascendente y ahí se me fueron también algunos segundos… Y eso que apreté los dientes para llegar a meta lo más pronto posible.

Apretando los dientes ante la presencia de la meta

Atravesé el arco de meta justo cuando el crono pasaba de 1h33 a 1h34, marcando un tiempo oficial de 1:33:46 muy contento porque mejoré el tiempo de la media de Villarrobledo y acabé con muchas mejores sensaciones. Queda claro que lo de Villarrobledo fue un mal día.

Lo peor vino después porque fui a recoger la ropa que había dejado en el guardarropa y había una cola de impresión en la tienda del número 6. En un principio en la cola estaba al sol, pero según me iba acercando, la sombra me cubría y empecé a sentir frío. Bueno, no fue mucho lo que estuve porque luego la mochila estaba ahí mismo, pero cuando me iba con mi ropa, vi que la cola para recoger las mochilas era muuuucho más larga que cuando me tocó a mí esperar. Creo que es un punto negro que debe mejorar la organización.

He visto naves en llamas más allá de Orión

En uno de los momentos más emotivos de Blade Runner el replicante Roy Batty, justo antes de morir decía algo así como: Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Roy Batty lo decía como algo único, algo irrepetible, alucinante, increíble, inaudito, cosas que no todo el mundo ha tenido la oportunidad de ver. Pues bien, hoy he visto en el Parque de Pradolongo cosas tan inauditas como las que vio Roy Batty. ¡He visto perros con correa en el parque de Pradolongo! ¡Y dueños pendientes de sus perros!

Ya he contado que el jueves pasado Emilio tuvo una experiencia muy amarga con unos cuantos perros, unos cinco canes, que le rodearon y le dieron un susto morrocotudo. Contaba Joaquín que cuando llegó Emilio al punto de encuentro después de ese desagradable incidente estaba desencajado, el hombre lo había pasado fatal.

Pues bien, cinco días después, el martes, mis compañeros Joaquín y Jesús tuvieron una experiencia similar, pero esta vez había más perros rodeándolos y encima los dueños de los perros achuzándolos, riéndose, insultándolos y grabando con sus móviles la redada. Alguno de los dueños les dijeron que se fueran a correr a la pista de atletismo. Hemos llegado a una situación en que para alguna gente, los perros tienen más derechos que las personas.

Después de pasar un muy mal rato decidieron ir a la comisaría de la Policía Municipal anexa al parque para denunciar la situación. Dijeron los municipales que mandarían una patrulla para ver qué pasaba. No sólo eso, al día siguiente fueron a la Junta Municipal a dejar por escrito su queja de lo que había sucedido.

Y algo debió hacer la Policía ese día o al siguiente porque hoy jueves cuando hemos pasado por la zona donde se juntan una docena de perros y perreros había algunos perros con correa y otros que no teniéndola, sus dueños los sujetaban cuando hemos pasado. Por supuesto, alguno estaba suelto y uno de esos salió ladrando a por nosotros, pero al menos no hubo una jauría de perros rodeándonos. Cada día que pasemos y nos ataque un perro volveremos a ir a la comisaría a quejarnos para ver si de una vez por todas podemos convivir en paz perros y corredores, que no parece tan difícil, sólo hace falta un poco de educación por parte de los dueños de los perros.

Con todo este asunto de los perros, el entrenamiento fue un poco mierdoso, ya que paramos, arrancamos, volvimos a parar. Un mal día para mi tendón de Aquiles que estas paradas y arrancadas no le sientan nada bien. Decía el domingo que me veía preparado para la media, pero voy a llegar tocado.

Preparado para la media… De nuevo

Comentaba hace unas semanas que me veía preparado para la media de Villarrobledo y hoy puedo decir lo mismo, que me encuentro preparado para la media… Pero esta vez la de Madrid.

Empecé la semana de entrenamientos como siempre un martes. Antes de salir me eché crema en el tendón de Aquiles de la pierna derecha y estuve masajeando la zona, luego estiré y a las siete estaba en el punto de encuentro. Allí estaba Joaquín y al poco llegó Jesús, así que los tres nos pusimos en marcha a un ritmo bastante llevadero, ya que yo tenía más miedo que vergüenza a que me doliera el tendón de Aquiles, pero afortunadamente pude correr sin problemas. Hice 10 km en 57:46 @ 5:46 min/km.

El jueves cuando llegué al punto de encuentro vi a Joaquín y a Emilio armados con palos. Les pregunté cual era el motivo y me contó Emilio que había llegado antes al parque, decidió dar una pequeña vuelta y cuando llegó donde están los perreros cinco perros le habían rodeado. Como siempre, con la frase mágica de si no hacen nada lo arreglaron todo los perreros. Al poco vino Jesús y nos pusimos en marcha los cuatro con Joaquín y Emilio bien provistos de palos por si volvía a ocurrir lo mismo. Al poco vimos a Mariano y un poco después a Luismi, al que llevábamos bastante tiempo sin ver, de esta forma completamos un pelotón de seis corredores que no es muy habitual. En la segunda vuelta se fuero Emilio y Jesús y al poco Luismi por lo que aprovechamos para apretar un poco, pero no conseguimos dejar a Mariano aunque dice estar lesionado. La segunda vuelta fue claramente en progresión ya que hicimos 4:56, 4:39, 4:21 y 4:09. En total fueron 9,5 km en 48:32 @ 5:05 min/km. Un buen entreno. En estas dos vueltas no tuvimos problemas con ningún perro pero cuando Joaquín se iba para casa se encontró con dos perrazos con muy malas intenciones… Y con las dueñas muy groseras que no pararon de insultarle, respondiendo aquello de el que tienes que estar atado eres tú cuando mi compañero les dijo que, por favor, ataron a los perros.

El sábado habíamos a las nueve y media y cuando llegué ya estaban en el punto de encuentro bastante gente: Andrés, Quique, Emilio II, Jesús y Miguel, aunque Andrés estaba de charla, no tenía intenciones de correr. Después de un rato de charla salimos los cinco hacia el río. Pasado el kilómetro cuatro decidió Quique poner tierra de por medio y yo aceleré, pero sólo un poco, por no ir al trote el guarro; sin embargo cuando llegué al cinco pensé que podía hacer los kilómetros que me quedaban por el parque a ritmo M, que fijé en 4:35 ya que 4:30 me parecía demasiado ambicioso. Cumplí con el plan e hice 8 km que salieron justo a ese ritmo. Cuando llegué al punto de encuentro estaba Miguel con el que me fui andando hasta su casa. Completé 16 km en 1:19:25 @ 4:58 min/km. Un ritmo bastante interesante.

Para no castigar más el tendón de Aquiles, pero con la intención de hacer fondo, se me ocurrió salir con la bici, por lo que el 31 de marzo fue la fecha señalada para la primera salida en bici de este año 2019. No fue un buen día porque al contrario que el día anterior, estaba nublado e incluso llovió, lo que hizo que me mojara. Además hacía frío. Fui por el carril bici hasta la glorieta de la Warner, muy cerca de San Martín de la Vega y allí me di la vuelta. Fue entonces cuando empecé a notar frío de verdad y se complicó la cosa con un dolor de culo típico de estas primeras salidas en bici. Hice poco más de 53 km en 2:16:27 @ 23,5 km/h.