Camino de Santiago. Etapa 5

La etapa original salía de Puente Duero y llegaba a Medina de Rioseco, de sólo 49 kilómetros, pero como partíamos de Ciguñuela, la longitud de la etapa era incluso menor, es por ello que decidimos dar un pequeño desvío para visitar el Monasterio de la Santa Espina.

Como todos estos días, sonó el despertador a las 7:45 y sobre las nueve salimos. Nada más salir de Ciguñuela hay un cuestón que te deja las piernas tiritando. Para llegar al próximo pueblo, que es Wamba, hay una gran bajada y para salir, una gran subida. Luego llegamos a Peñaflor de Hornija donde hay una gran bajada y luego para entrar al pueblo no ya una gran subida, sino una subida exagerada, que es tan brutal que hay que subir andando, pero es que cuando subes arriba hay que salvar unos cuantos escalones y para salir del pueblo, hay que bajar otros escalones. Un auténtico horror. Desde luego si no hay que hacer nada en este pueblo lo mejor es esquivarlo como sea porque tampoco es que tenga nada destacable. Al bajar los escalones y poner el track dijo dijo mi amiga que prefería por la carretera a La Espina porque se veía un camino muy empinado. De igual modo, la carretera también era cuesta arriba, pero desde luego se avanzaba más. Llegamos al Monasterio de la Santa Espina un poco antes de las once y la visita guiada era a las once y media, por lo que esperamos algo más de media hora para que comenzase la visita. La chica de la caseta de información nos dijo que podíamos «candar» las bicis justo enfrente, que ella las vigilaba y ya aprovechamos también para dejar las alforjas dentro de la caseta. Yo pensaba que habíamos traído las cadenas para nada y las dimos uso al menos esta vez.

La visita estuvo muy interesante e incluso llegamos a ver la espina, pero lo que más me llamó la atención fueron las dimensiones brutales de la iglesia y me gustó la sacristía y la sala capitular, de lo poco que quedaba de la construcción original del siglo XII. Acabó la visita, pagamos 2 € per testa y salimos a por nuestras bicis, pero antes nos comimos un trozo de pan de higo y una barrita.

Ensimismada observando la Sala Capitular del Monasterio de la Santa Espina

Nos pusimos en marcha por un camino que nos llevaba a Castromonte, un camino muy chulo que rodeaba el embalse del río Bajoz. Era un camino muy estrecho y con raíces, que provocaba que la bici diera muchos botes, mi amiga dijo no encontrarse muy cómoda por allí. No llegamos a entrar en Castromonte ya que el track nos dejaba en la salida del pueblo. El track tiraba por la carretera, pero como el Camino estaba señalizado decidimos ir por ahí. En un principio era muy agradable porque continuaba a la vera del río, pero luego llegamos a una zona con un montón de molinos de viento y sin una sombra y con bastante calor. El Camino daba alguna vuelta más por lo que no me pareció raro que el del track se fuera por la carretera. Después de una buena calorina llegamos a Valverde de Campos por una increíble bajada por la que me lancé como un poseso aunque fuese pista de tierra. Como llevábamos poco agua decidimos llenar los bidones y al aparcar la bici me di cuenta de que ¡había perdido una alforja! Rápidamente quité la otra alforja y volví sobre mis pasos, o más bien mis rodadas, pensando que se habría caído en la cuesta abajo. No vi la puñetera alforja en la cuesta por lo que llamé a mi amiga y le dije que iría hasta el monasterio a buscarla. Según iba deshaciendo el camino rodado, lo más deprisa que podía, iba pensando que seguramente se me habría caído cuando pasamos por el embalse, porque era una zona de una senda estrecha, con raíces y saltarina. Iba a toda pastilla mirando el borde de la carretera pero no veía nada. De Castromonte al monasterio ya fui sin las gafas de sol para ver mejor. Me costó un montón encontrar el puente por el que habíamos cruzado la segunda vez el río (o el embalse) y tuve que poner el track para encontrarlo. Crucé y ya fui con un montón de cuidado buscando la alforja, bajándome incluso de la bici donde pensaba que pudiera estar. Al final la encontré junto al primer puente que habíamos cruzado y creo que alguien encontró la alforja y la dejó muy colocadita. ¡Muchas gracias!

Volví a toda pastilla hacia Castromonte ya más seco que la mojama, por lo que entré en el pueblo para ver si encontraba una fuente y tuve suerte porque encontré rápidamente una. Volví a llamar a mi amiga para tranquilizarla, me refresqué un poco y volví por la carretera todo lo rápido que pude, llegando a Valverde de Campos en un periquete. Allí estaba esperándome. Volví a coger agua, puse la otra alforja y fuimos por la carretera hasta casi llegar a Medina de Rioseco donde Google Maps me metió por un camino. Yendo para allá vimos a tres chicos, que habíamos visto en Valverde descansando, que mi amiga me dijo que iban a Santiago. Creo que fueron los primeros peregrinos que hemos visto en todo el Camino.

Entramos en Medina atravesando el río Sequillo, que curiosamente llevaba agua, y al poco de cruzar vimos que en la estación de autobuses daban un menú del día por 12 €, por lo que paramos allí y aunque no quedaban muchos platos, tuvimos suficiente. Una etapa que en un principio era corta se convirtió en una etapa bastante larga al desviarnos hacia el monasterior y luego tener que volver a buscar la alforja. Según Google Maps hice 73 kilómetros.

Después de comer, en el mismo restaurante, busqué alojamiento en Sahagún, cosa que teníamos que haber hecho el día antes, y encontré el hostal Alfonso VI por 37 € y había otros tantos por precios similares. Me llamó la atención que los precios fueran más bajos que todo lo que había encontrado anteriormente, quizás pensé podía deberse a que Sahagún ya está en el Camino francés y quizás habría más competencia.

Llegamos al hostal Duque de Osuna empujando nuestras bicis, nos dieron la llave de la habitación, subimos por las escaleras las bicis a la habitación, nos duchamos y lavamos la ropa que colgamos en nuestras cuerdas en el cuarto de baño.

A las seis y media salimos del hotel rumbo al cuartel de la Guardia Civil, al lado de la dársena del canal, donde en 2014 acabó la prueba del Gran Premio Canal de Castilla y donde tuve la fortuna de participar. Preguntamos en el cuartel si nos sellaban las credenciales y el guardia nos dijo que no sabía nada de eso, que era nuevo. Preguntó a un compañero y dijo que tampoco sabía nada. Otro sitio que había leído mi amiga que sellaban era en la oficina de turismo, por lo que fuimos hasta allí, pero cuando llegamos ya estaba cerrada. Nos quedaba el albergue de peregrinos, en el convento de Santa Clara, por lo que fuimos hasta allí y allí nos las sellaron. A la vuelta paramos en una de las calles principales del pueblo, creo que la calle Lázaro Alonso, toda con bonitos soportales, para tomarnos una cerveza.

Reponiendo sales