Carrera de San Mateo de Gerindote

Hoy he participado en la localidad toledana de Gerindote en la Carrera de San Mateo, nombre debido al patrón del pueblo. Ya había corrido en este pueblo varias veces y últimamente se habían celebrado el sábado por la noche, pero esta vez cambiaron a domingo por la mañana según nos contaron por petición de los corredores. A mí la verdad es que me gusta más de noche, para salir un poco de la rutina.

Igual que las dos carreras del fin de semana anterior no las debía haber corrido, tampoco tenía que haber participado en ésta, porque el tendón de Aquiles me seguía molestando, pero fui con una compañera del Club Atletismo Zofío, ya que ella es natural de esta población y quería participar ante sus paisanos.

En la Carrera de San Mateo en Gerindote

En anteriores ediciones la carrera se ha celebrado por las calles del pueblo dando varias vueltas, pero esta vez habían cambiado de filosofía y la carrera era transcurría por los caminos de la población, haciendo unos metros por la Cañada Real Segoviana, que por cierto fueron los tramos más desagradables para correr ya que había mucha arena en el camino y había que ir buscando las zonas menos arenosas.

Como ha ocurrido en las dos anteriores carreras, la salida se dio con algo de retraso y yo salí a darlo todo, pensando que cuanto antes llegara a meta, menos tiempo estaría castigando al tendón. Pero no sé si es lo más correcto, creo que no. Fui bastante dolorido hasta pasado el kilómetro cuatro donde me empezó a doler bastante más y tuve un momento de duda de si parar o ponerme a andar o qué hacer. Al final pensando que quedaban menos de dos kilómetros decidí bajar un poco el ritmo y tratar de llegar a meta. Al bajar el ritmo me adelantaron un par de corredores que me hicieron un favor como se verá posteriormente.

En su mayoría la carrera transcurre por caminos excepto la salida y la llegada, es por ello que al entrar en el pueblo por la calle Alfonsa Albo ya se abandona la tierra y comienza el asfalto. Esa calle es cuesta abajo, pero poco después comienza una pequeña subida para llegar a la calle donde está instalada la meta que es llano tirando a favorable. Paré el cronómetro en 27:43 para una distancia oficial de 6,2 km.

Mi compañera llegó algo después y estuvimos esperando a que sacaran las clasificicaciones ya que ella esperaba llevarse algún trofeo y efectivamente consiguió ser segunda de su categoría por lo que preguntamos cuando sería la entrega de trofeos y nos dijeron que después de las carreras de los niños que aún no habían comenzado a correr porque estaban llegando los participantes de la marcha.

Estuvimos bastante tiempo esperando y como hacía un sol de justicia tratando de buscar una sombra, que no abundaban precisamente. Mientras esperábamos nos comimos unas muy ricas migas cortesía de la organización y estuvimos animando a los chicos y chicas que participaron en las diversas categorías. Siempre es un placer ver correr a los más pequeños, que son el futuro de este deporte.

Llegó el momento de los trofeos, llamaron a mi compañera, subió a por su trofeo y después de hacerla alguna foto nos disponíamos a irnos cuando nos dijo su hermana que iban a hacer un sorteo, así que nos quedamos, sobre todo por ella, que suele tener suerte con estos eventos.

Se suelen hacer los sorteos por el número de dorsal, pero decidieron hacerlo por orden de llegada. Y no pude tener más suerte porque uno de los números fue el 46 que fue la posición en la que llegué. Así que tengo que agradecer a mi maltrecho tendón que me adelantasen esos dos corredores en el último kilómetro. Dicen que no hay mal que por bien no venga. Si ella se llevó una copa y una caja con embutidos ya cortados, yo me llevé en el sorteo un queso, un salchichón, un chorizo y una botella de vino. No estuvo nada mal el regalito.

Tú con tu merecido trofeo y yo con suerte

La carrera estuvo muy bien y además solidaria porque todo lo recaudado (8 € por inscripción) iba a la Asociación Española contra el cáncer. Además de la carrera se celebró una marcha donde también lo recaudado iba destinado a la lucha contra el cáncer (4 €). Una buena iniciativa del Ayuntamiento de Gerindote.

XXXI Carrera de la Melonera

Si ayer no tenía que haber corrido, hoy menos aún, ya que acabé prácticamente cojo la carrera; sin embargo, al levantarme podía andar, me eché crema y para Arganzuela que nos fuimos.

No corría esta carrera desde 1999 cuando al acabar la carrera hicieron una encerrona a los corredores según cuento en esta entrada. Veintitres años después decidí apuntarme a la carrera ya que desde entonces ha cambiado la cosa. En aquel entonces la carrera la organizaba la Agrupación Deportiva Marathon siendo el patrocinador principal el Corte Inglés. De hecho la salida estaba situada junto al centro comercial de Méndez Álvaro. Ahora la organiza el club de triatlón TRIBOOST, organizadores con menos nombre, pero que han dado muestra de una gran profesionalidad.

Fui con una compañera del Club Atletismo Zofío hasta la Casa del Reloj, lugar donde estaba situada la salida y la meta de esta carrera y donde habíamos quedado con un amigo, al que le habíamos recogido el dorsal. Junto al arco de salida y meta nos hicieron una bonita foto a los tres.

Dispuestos a correr por las calles de Arganzuela y Madrid Río

Había dos distancias a elegir a la hora de inscribirse: cinco y diez kilómetros. Los dorsales de fondo amarillo eran para los de cinco, como el mío y el de la compañera y los de fondo verde para los del diez mil, como el tercero de la foto.

A las 8:55 estaba previsto la salida de los del cinco mil y cinco minutos después los del diez mil. Lo repitieron doscientos millones de veces, pues bien, cuando salimos había dorsales verdes entre una miríada de amarillos.

De todos modos, dieron la salida cinco minutos tarde y pronto se fue estirando el pelotón camino de la plaza de Legazpi. Enseguida noté que mi tendón no iba nada bien, por lo que decidí ir a un ritmo tranquilo, disfrutando de la carrera. Se pasa la plaza de Legazpi y por el Paseo del Molino se llega a la calle Embajadores donde se gira casi ciento ochenta grados para volver por esa calle hasta la Plaza de la Beata María Ana de Jesús, para poco después alcanzar el Paseo de la Chopera y el Paseo de Yeserías hasta alcanzar la Glorieta de Pirámides.

Los que corrían diez kilómetros salían más tarde, hacían más kilómetros más allá de Legazpi y luego también volvían por Paseo de Yeserías hasta Pirámides donde ellos seguían aún más allá hacia el Puente de Segovia y los de cinco en Pirámides volvían hacia meta por Madrid Río. En Pirámides había una persona de la organización indicando a los de cinco que fueran por un sitio y a los de diez por otro. Justo a mi lado iban dos tipos con dorsal de fonde verde, que se habían apuntado a la de diez y que salieron con los de cinco y que el voluntario los indicó que siguieran rectos. La Policía Municipal, que no esperaba a los primeros de diez hasta un cuarto de hora más tarde se tuvieron que poner en marcha inmediatamente con un notable mosqueo.

Había hecho esos tres primeros kilómetros a un ritmo cercano a 5:20, pero según iban pasando los kilómetros me iba molestando menos el tendón, quizás un tanto adormecido por la crema, así que aumenté un poco el ritmo, pero con ninguna intención, simplemente para llegar antes a meta, cosa que hice con un tiempo de 25:56 según mi crono para una distancia de algo menos de cinco kilómetros.

La compañera ya había llegado por lo que después de recoger la raja de melón y una botella de agua fuimos a esperar a nuestro amigo participante en los diez kilómetros y animar a todos los participantes que por allí pasaban.

XXXIII Carrera popular de Navalcarnero

No conocía esta carrera y por intereses varios me apunté y convencí a un compañero y una compañera del Club Atletismo Zofío para que se apuntaran también, así que el sábado por la tarde sobre las seis y cuarto de la tarde estábamos en la bonita plaza de Segovia de esta localidad.

Los tres compañeros del Club Atletismo Zofío

La carrera para los más mayores comenzaba a las 18:45, pero iba llegando la hora y aún estaban los niños corriendo, por lo que la salida se retrasó un cuarto de hora. Estando tras el arco de salido observé a un montón de gente con la camiseta naranja de Run Martínez que sospeché deberían estar relacionados con David Martínez, el hermano de Chema Martínez. Decir que David fue el vencedor de la prueba.

Calentando habíamos visto la salida, en terreno adoquinado por la plaza para girar a la derecha y comenzar una bonita bajada y que no llegamos a bajar del todo, pero nos hicimos la idea de que si bajábamos nos iba a tocar subir, pero no sabíamos nada mas.

Yo llegué tocado del tendón de Aquiles de la pierna derecha y si hubiese sido una persona normal, con dos dedos de frente, no hubiese corrido, pero como soy corredor, pues corrí. Dieron la salida y al ser sólo seis kilómetros me puse a buen ritmo, pero sin exigirme, que no tenía ni idea de mi estado de forma, pero viendo los kilómetros realizados, muy bien no debería estar.

La carrera se me hizo bastante dura porque era todo el rato subir y bajar, así en las dos vueltas y algunas cuestas largas y duras. Viendo que no iba muy fino pensé que si conseguía mantener un ritmo de 4:30 sería todo un logro. Así que traté de aplicarme en las subidas y bajar lo mejor que pudiera, pero el puñetero tendón me molestaba lo suyo, sobre todo subiendo.

Llegué a meta con un tiempo oficial de 28:09 en una distancia aproximada de 6,2 km. Nada más pasar la meta me colgaron del cuello una bonita medalla, todo un detalle de la organización. Unos minutos más tarde llegó la compañera de club y viendo su cara se podía apreciar que se había esforzado de lo lindo. Algo más tarde llegó el otro compañero.

Como la compañera suele subir al podium estuvimos esperando si la llamaban y mientras pudimos comer melón, sandía, plátano y frutos secos, además de beber agua fresquita. Todo un derroche de viandas que nos vinieron genial para recuperarnos del esfuerzo y que hay que agradecer a la organización por el detalle, que en algunas carreras de renombre te dan una botella de agua y poco más. El caso es que la espera tuvo su recompensa porque la compañera quedó tercera en su categoría. Así que subió al podium, la hicimos unas fotos y ya nos íbamos cuando escuché todo asombrado mi nombre por megafonía que me llamaban al podium. ¡Me quedé alucinado! Había quedado segundo de mi categoría, así que subí al cajón aún sin creérmelo.

Con nuestros trofeos

La verdad es que la carrera es dura, pero merece mucho la pena. Además de la medalla, la fruta y la botella de agua en meta, la bolsa del corredor era bastante atractiva ya que contenía una camiseta, un protector de plástico para que no se moje el móvil, unos cascos y una especie de neceser que se puede utilizar para meter las zapatillas. Todo por 7 €. Muy recomendable, pero hay que venir entrenado para no sufrir tanto en las cuestas.

XL Trofeo San Lorenzo

Llevaba unas semanas fastidiado por lesiones varias y con poco entrenamiento por esas mismas lesiones y por el Camino, así que participé en esta prueba sin muchas pretensiones, pero con la motivación de estrenar la camiseta del Club Atletismo Zofío.

Con nuestras espectaculares camisetas

Vinimos una compañera y yo con Emilio, con el que habíamos quedado a las 7:45, por lo que poco antes de las ocho estábamos aparcando cerca de la línea de salida. Nos dio tiempo a ir tranquilamente al servicio y al guardarropa y pudimos calentar sin ninguna prisa. Según iba llegando la hora de salida la calle Argumosa, cerca de Ronda de Atocha se iba llenando de gente, pero nadie hacia intención de ir a la línea de salida. La explicación era sencilla en Argumosa había sombre y la línea de salida estaba al sol y no era cuestión de calentarse antes de tiempo. Faltaban menos de cinco minutos cuando la marabunta se fue moviendo hasta la línea de salida.

Como «no me jugaba nada» salí tranquilo, sobre todo pensando en la cuesta de San Vicente y los escalones con los que nos íbamos a encontrar, novedad en esta edición. Aún así hice los tres primeros kilómetros, más bien favorables, en 4:29, 4:36 y 4:24. Cuando se llevan tres kilómetros y medio se afronta la cuesta de San Vicente y ahí me fueron cayendo los segundos como si fueran de plomo. Este cuarto kilómetro ya se fue a 5:03 y el siguiente, quizás debido a los sesenta escalones y al esfuerzo de la cuesta, también se fue a 5:06. Ese kilómetro pasa por los jardines de Sabatini y delante del Palacio Real y es una de las razones que hacen a esta carrera tan atractiva. El sexto kilómetro no desmerece al anterior, ya que su paso por San Francisco el Grande y la Puerta de Toledo es también muy agradable a la vista, no tanto a las piernas porque el paso por la Puerta de Toledo también es cuesta arriba. Ya recuperado un tanto del esfuerzo del anterior kilómetro éste lo hice en 4:41, acercándome a los ritmos de comienzo. En la calle Toledo, a la altura de la Plaza de la Cebada, me hizo José Luis, un compañero del club, esta bonita foto.

Corriendo por la calle de Toledo, foto cortesía de José Luis

No sé qué me pasó porque como no iba muy pendiente del reloj cuando pitó el octavo kilómetro pensé que el GPS se había vuelto loco y que íbamos por el séptimo. Calculaba mentalmente por donde habíamos pasado y seguía convencido de que era el séptimo. Por otro lado, tampoco me cuadraba porque cuando pitó ese kilómetro circulaba por la Carrera de San Jerónimo y sabía que no quedaba mucho para meta. Estuve un rato algo despistado, pero tampoco lo di muchas vueltas porque sabía que era casi todo cuesta abajo. Estos dos últimos kilómetros fueron los más rápidos ya que los hice en 4:16 y en 4:23 también picado con un tipo que tenía una forma extraña de correr y al que conseguí adelantar en Atocha, pero que en la cuesta de Argumosa me adelantó a mí. En el sprint final, aunque lo di todo, tampoco pude evitar que me adelantasen otro par de tipos. Llegué a meta con un tiempo según mi cronómetro de 46:35, aunque tardé en dar al botón de parada, por lo que no es extraño que en la clasificación oficial aparezca con un tiempo de 46:30 que no es nada del otro mundo, pero refleja mi nivel actual y que me lo tomé con calma, ya que en el anterior diez mil que hice, en el PAU de Vallecas, hice dos minutos menos, pero sufrí de lo lindo.

Del club, sólo Ninfa consiguió subir al cajón, siendo segunda de su categoría en una carrera, en la que como todos los años, había gente de mucho nivel.

Esta carrera es sin duda la más bonita de Madrid por los sitios por donde pasa y además es una auténtica carrera popular, se nota en el trato a los corredores, en la cercanía de la gente y que también piensan en los más jóvenes, ya que después de la prueba de 10 kilómetros hubo carreras de niños. Una carrera absolutamente recomendable.

Camino de Santiago. Etapa 13 y última

La decimotercera y última etapa partía de Arzúa para llegar a Santiago de Compostela, de 39 km de longitud y un desnivel de 713 metros. Etapa corta para llegar descansando al punto final del Camino.

A las 7:15 sonó el despertador y una hora después nos poníamos en marcha y para no variar empezamos cuesta arriba y seguimos cuesta abajo repitiendo la misma secuencia unas cuantas veces, pero sin llegar al nivel de la jornada anterior. Lo hicimos todo por caminos y había bastantes peregrinos, ríos y ríos de gente, entre ellos muchos colegios donde iban todos juntos y era complicado adelantar. Esos ríos de gente se convirtieron en una tremenda avalancha cuando estábamos entrando en Santiago. Hubo algunos tramos llanos hasta que llegamos a una buena cuesta, la cuesta del aeropuerto. Luego vino su correspondiente bajada y hubo otra buena subida, la del Monte do Gozo, ya a menos de diez kilómetros de Santiago. Allí paramos para hacernos una foto con Santiago al fondo, nos comimos la barrita correspondiente y nos tiramos por una buena cuesta abajo buscando la entrada de la ciudad. Afortunadamente la bajada la hicimos por la carretera que iba paralela al río de peregrinos.

Llegada a la ciudad de Santiago de Compostela

Entramos en la plaza del Obradoiro por la entrada donde se coloca el gaitero junto a un grupo numeroso de gente con camisetas de color fucsia. La plaza estaba absolutamente abarrotada de gente y las campanas sonaban sin cesar, pero quizás ese exceso de gente desvirtuó un poco la experiencia. No tuve una experiencia mística como pensaba que podría haber tenido, fue todo muy mundano, como ir a dar un paseo por la Puerta de Sol todo lleno de turistas. Después de hacernos las fotos de rigor estuvimos vigilando la bici eléctrica de uno que venía desde Lugo haciendo tres etapas y que además querían que le sellaran y no sé cuántas cosas más, lo mismo también quería la Compostelana. ¿Pero tiene algún mérito hacer el Camino con una eléctrica? Esto del Camino es un puro negocio y los que de verdad «hacen» el Camino deben sentirse mal al ver tanta superficialidad y tanto mercadeo. Lo digo por los peregrinos que lo hacen a pie recorriendo setecientos kilómetros o más, porque nosotros, que fuimos en bici, aunque también nos metimos setecientos entre pecho y espalda, también tenemos ventaja.

En la Plaza del Obradoiro, frente a la Catedral de Santiago

Fuimos a la oficina de atención al peregrino, en la rúa Carretas, a sellar las credenciales y había bastante cola por lo que entró mi amiga y yo me quedé echando un ojo a las bicis. Entonces vi a los de Correos, que están perfectamente situados, embalando una bici y pregunté cuánto costaría mandarla a casa y me respondieron que 47 y pico euros. Me llamó mi amiga cuando estaba a punto de entrar, porque aquello iba por números, como en la carnicería, por lo que me puse la mascarilla y entré. Me sellaron la credencial y me dieron la Compostela, un documento en latín donde ponen tu nombre también en ese idioma. Me preguntaron si por 3 € quería un justificante de los kilómetros recorridos y dijimos que no.

Después de este invento fuimos a Correos a enviar las bicis. Lo primero fue pagar. El precio de 47 € y pico va con un seguro de 300 € y si quería asegurar más, tenía que pagar más, obviamente. Al final aseguré la bici de mi amiga por 1000 € y me costó ambas bicis algo de más de 105 €. Pagué y fuimos a otro local donde había que desmontar parte de la bici: rueda delantera, pedal izquierdo y manillar. Luego el tipo de Correos puso papel de burbuja en algunas partes de la bici, como el freno de disco, ató con bridas otras y metió todo en una caja donde pude echar el casco y metimos una alforja con ropa que no íbamos a utilizar en este día y medio que íbamos a estar en Santiago.

Fuimos a la pensión, que casualmente estaba en la misma calle, en la rúa Carretas. El sitio se llama O Patrón y es un restaurante/pensión. Tomaron nuestros datos, solté 47 € y subimos a la habitación. Luego bajamos al restaurante de la pensión y esperamos un poco hasta que hubo una mesa libre. Mientras esperábamos estuvimos hablando con el camarero que nos contó que una vez hizo el Camino desde Sarria (para hacer más de 100 km que te da derecho a la Compostelana) yendo a albergues y acabó con sarna, así que eso que nos hemos ahorrado. Pedimos un menú del día de 11 € y desde mi punto de vista estuvo regular. Pedí lacón a la gallega y me pusieron algo parecido al jamón york. De segundo pedí lomo con huevos fritos con patatas y el lomo era como fiambre, los huevos no estaban fritos como deberían y las patatas no eran las gallegas de días anteriores. De postre pedí arroz con leche y fue lo mejor. Pedí además una botella de agua grande y me soplaron 2,50 € por lo que todo sumó 24,50 €. Me pareció no muy caro, pero calidad mediocre.

Al día siguiente hicimos un tour guiado por el casco antiguo de Santiago y por la tarde volvimos a Madrid en AVE.

Camino de Santiago. Etapa 12

La duodécima etapa partía de Portomarín para llegar a Arzúa recorriendo 52 kilómetros y salvando 1102 metros de desnivel. No parecía una etapa sencilla y desde luego que no lo fue. La etapa de O Cebreiro tiene sobre todo el puerto que es muy duro, pero el resto no tan complicado; sin embargo, esta etapa nos resultó durísima por las constantes subidas y bajadas.

Me despertaron los otros huéspedes antes de que sonara el despertador, ya que daban portazos y cuando entraban en el servicio sonaba el ruido del extractor como si el chisme estuviese dentro de nuestra habitación. Sobre las seis me desperté y ya no pude dormirme, esperando a que sonase el despertador que había puesto a las 7:15. Nos levantamos, desayunamos y nos fuimos sobre las ocho y cuarto.

El Camino baja hasta el puente por el que se atraviesa el río y desde ahí comienza el festival de subidas y bajadas a cada cual más empinada. Puede sonar lo que voy a decir una exageración, pero no lo es: todo el recorrido es subir y bajar, sin excepción, y algunas subidas son muy pronunciadas, de las que hay que poner el pie a tierra. Y en algunas no puse el pie, pero subí a paso de tortuga, con todo metido. Estábamos hartos de pedalear cuando me preguntó mi amiga que cuánto llevábamos y nos quedamos alucinados cuando vimos que sólo habíamos recorrido ¡seis kilómetros! Después de subir y bajar un montón de cuestas llegamos al kilómetro 30 y dijo mi amiga de parar en una terraza para tomar un refresco y una barrita. Nos lo tomamos, fuimos al servicio y nos volvimos a poner en marcha y, por lo tanto, seguimos subiendo y bajando y con mucho calor. Yo pensaba que en Galicia no hacía tanto calor, pero lo hace y mucho, como si estuviésemos en Madrid, no sé si será algo excepcional.

Antes de llegar a nuestro destino pasamos por Melide porque había visto en Google Maps que había un taller de bicicletas, pero cuando llegamos estaba cerrado. Nos dijo un camarero del bar de al lado que llevaba dos años cerrado, pero que había otra tienda un poco más allá. Fuimos a la otra tienda y allí compré un bidón porque el que tenía se nos había olvidado en la pensión Pérez. Estuvieron mirando el cambio de la bici de mi amiga porque hace ruido cuando se engranan piñones grandes y a veces salta la cadena. Pagué 3,50 € por el bidón y 5 € por el arreglo y nos fuimos de Melide saliendo por una rampa de las que quitan el hipo.

Para entrar en Arzúa hay que pasar por debajo de la N-547 y subir otro cuestón, por si no hubiésemos tenido bastante. Al coronar ese repecho puse el Google Maps para llegar a nuestro destino y al poco llegamos al albergue/pensión Del Peregrino donde pagué 50 €, dejamos la bici abajo y nos dio la llave de la habitación 42, ¡situada en la cuarta planta de un edificio sin ascensor! Veníamos bastante cansados del pedaleo y nos tocó subir cuatro pisos. La habitación era de tres cuerpos. Uno primero, al entrar, donde había dos camas, desde allí se accedía a otra habitación donde había un armario y un ventanal y desde allí se accedía al cuarto de baño.

Lavé la ropa y la colgué en un tendedero en la planta baja, en la zona del albergue. Y es que el albergue está en la planta baja y la pensión está en otra puerta y en diversas alturas. Buscamos un restaurante donde comer y en la carretera vimos un restaurante que daban menú del día y entramos. Pedí ensaladilla rusa y ternera y mi amiga pidió ensalada de pasta y pollo y aunque pedí ternera me trajeron costillas, pero me las comí igual. De postre esperábamos que nos ofrecieran queso con membrillo, por aquello de que estábamos en Arzúa, sitio famoso por su queso, pero no lo hicieron, así que pedí café solo con hielo y amiga, piña. Pagamos 26 € por los dos menús. Un precio razonable por un menú correcto.

Por la tarde nos dimos una vuelta por Arzúa, pero este pueblo no tiene gran cosa. Una plaza normalucha, una iglesia bastante vulgar donde iban a empezar la misa y una ermita del siglo XIV que habían restaurado y que ahora ya no se dedica al culto y había una exposición de fotografías.

No nos íbamos a ir de este pueblo sin probar el queso, así que fuimos al bar Manolo donde tomamos dos tercios sin y una ración de queso de Arzúa-Ulloa que estaba riquísimo. Sin lugar a dudas lo mejor del pueblo, el queso.

Ración de queso de Arzúa-Ulloa

Antes de volver al albergue/pensión dimos otra vuelta por el pueblo y lo único que nos llamó la atención fue un bar donde tenían la música a todo volumen. No supimos en aquel momento que íbamos a estar con la dichosa música hasta las doce de la noche. Además en la habitación hacía un calor insoportable, algo fuera de lo normal. Así que entre el calor y la música, no había quien durmiera.

Camino de Santiago. Etapa 11

La undécima etapa salía de O Cebreiro y llegaba a Portomarín, de 73 km y 1037 metros de desnivel, pero como salimos del Alto do Poio, nos ahorramos unos cuantos kilómetros y unos cuantos metros de desnivel que ya hicimos el día anterior.

A las siete nos despertaron voces de gente hablando, no sé si eran los «motoristas» u otras personas que había en el bar. El caso es que nos levantamos y bajamos a desayunar. El camarero nos ofreció cruasanes que acababa de hacer, según dijo. Pedimos un café y un cruasán cada uno y nos cobró el tipo 8 € por los dos desayunos, una auténtica pasada, pero es que a una guiri que pidió lo mismo la cobró 4,5 €, así que encima tenemos que estar agradecidos. Alucinante lo de los precios en este sitio. Antes ya había recogido la ropa, que ya estaba seca, así que cuando subimos de desayunar preparamos las cosas y nos fuimos.

Cuando salimos estaba despejado, pero como la salida era cuesta abajo, pasamos algo de frío. En un determinado momento, en plena bajada, vimos un mar de nubes que tapaba todo, formando un preciosa estampa.

Mar de nubes bajando hacia Triacastela

Estos primeros kilómetros pasaron a toda pastilla, cuando nos quisimos dar cuenta ya llevábamos 20 kilómetros. Pasamos por Triacastela y llegamos a Samos, todo por carretera. Paramos en Samos donde vimos una pequeña ermita del siglo IX junto a un ciprés enorme de 500 años. Ambos están situados junto a un riachuelo, todo muy bonito y muy bucólico. Al lado de esta pequeña ermita está el Monasterio de Samos, un impresionante edificio con una portada muy bonita.

Capilla del Salvador del siglo IX y ciprés centenario

Aún por carretera llegamos a Sarria donde nos tocó subir andando por una cuestaza hasta una iglesia junto a una fortaleza bastante ruinosa y unas letras grandes con el nombre del pueblo. Allí paramos a tomar una barrita. Al poco de salir de Sarria nos metimos por el Camino, que comenzaba con una cuesta imposible de subir donde nos encontramos con los de Burgos que habíamos encontrado llegando a Astorga. Estuvimos los cinco rodando juntos unos kilómetros y luego se quedaron ellos por detrás y nosotros seguimos, alternando asfalto y camino.

Pasamos por el hito kilométrico del 100 y no lo vimos, por lo que nos hicimos la foto en el noventa y nueve y pico. Ya empezaban a verse ríos de “peregrinos”, con mayoría de españoles y españolas y es que ya quedando menos de cien kilómetros aparecen los españoles, mucho más vagos que los extranjeros, que sabiendo que haciendo cien kilómetros ya consiguen las indulgencias, ¿para qué hacer más? Es evidente otro concepto entre los nativos y los foráneos.

Desde Sarria todo es subir y bajar por caminos y carreteras, que a veces es mejor que ir por el camino de tanta gente que va. Llegamos a Portomarín entrando por un puente sobre un embalse del río Miño, que con la sequía deja ver algunas construcciones de lo que antes era el pueblo. Puse el Google Maps para ir a la pensión y en bici nos llevaba por unas escaleras y en coche había que hacer un recorrido del copón. Al final hice un mix de ambas alternativas y nos tocó subir algunas escaleras. Llegamos al restaurante Pérez después de 51 kilómetros donde tomaron mis datos y pagué 50 €. Nos acompañó un camarero hasta la Pensión Pérez ya que no estaba en el mismo sitio que el restaurante.

Comimos en restaurante/pensión Pérez donde pedimos dos ensaladas de pasta, bacalao para mi amiga y chuleta de cerdo para mí. De postre tarta de piña y arroz con leche para mí. Todo muy rico. Costó 12 € cada menú, un precio muy razonable. Al ver que venía un montón de gente estuve buscando en internet el sitio y tenía muy buenas reseñas.

Por la tarde estuvimos dando una vuelta por el pueblo y es un sitio interesante a visitar. Muy recomendable.

Camino de Santiago. Etapa 10

Originalmente la décima etapa comenzaba en Ponferrada y acababa en O Cebreiro, de 53 km y 1.200 metros de desnivel; sin embargo no encontramos alojamiento en O Cebreiro y buscando algo cercano acabamos en el Alto do Poio. Antes de salir ya nos habían hablado del puerto de O Cebreiro y nos recomendaron que subiéramos por la carretera porque el puerto es bastante duro.

Salimos a las 8:30 de Ponferrada y ya subimos alguna cuestecilla para salir de allí. Habíamos leído que era un paseo hasta llegar a Las Herrerías, donde comienza el puerto de O Cebreiro, pero para salir de Cacabelos subimos una más que interesante cuesta y al poco de entrar en Villafranca del Bierzo otra cuestaza que nos llevó a la iglesia de Santiago, donde está la Puerta del Perdón, donde pueden recibir sus indulgencias los peregrinos enfermos que no puedan llegar a Santiago. Todo el recorrido, excepto para llegar a esta puerta, fue por asfalto y desde Villafranca sí es verdad que es más fácil, yendo casi todo el rato en el arcén de la N-VI. Paramos en el kilómetro 37 debajo de un puente de la autovía a comer una barrita y al poco llegamos a Las Herrerías, donde comienza la fiesta, un puerto duro del que nos había dicho el de Aluche que había tres kilómetros al 14% sin descanso, pero es que al empezar, mucho antes de llegar allí ya hay rampas muy duras que me obligaron a meter el plato pequeño y el piñón penúltimo dejando uno por si acaso. Estuvo un rato con nosotros un tipo que subía por diversión ese puertaco describiéndonos el puerto y nos dijo lo de los tres kilómetros y que cogiéramos agua en una fuente, que salía un agua muy rica. Paramos a coger agua y en ese momento nos adelantaron una señora que subía como los ángeles y un señor que iba con la lengua fuera.

Como nos contó el individuo, después de un giro brusco a la derecha empezaba lo más duro, lo cual íbamos subiendo cada uno como podía, yo trataba de no poner pie a tierra por aquello de decir que lo había subido dando pedales y mi amiga, sin ningún problema, en cuanto vio que aquello era muy duro se puso a andar. Yo veía a lo lejos al señor que nos había adelantando en la fuente y vi que iba andando, pero yo dando pedales le recortaba muy poco a poco, lo cual no resultaba raro ya que subía a 5 o 6 km/h. Adelanté también a dos que iban en paralelo, muy despacio. Poco más arriba a la señora que nos había adelantado y que estaba esperando a su compañero y que vi que iba con bici eléctrica, ¡así cualquiera! Algo más arriba, cuando suavizó la pendiente me paré a esperar a mi amiga y ya por rampas más suaves llegamos hasta La Laguna donde paramos a tomar una Coca-Cola y un Aquarius. Pensábamos que estaba todo hecho, pero ya nos advirtió uno de Rivas, que adelantamos en el puerto, que hasta O Cebreiro quedaban algunas cuestas y así fue, aún quedaba alguna rampa dura.

Paramos en O Cebreiro a ver los chozos, la iglesia del siglo IX y el busto del párroco. Este hombre, Elías Valiña, es muy reconocido porque fue al que se le ocurrió marcar con flechas amarillas el Camino.

Chozo típico en O Cebreiro

Seguimos hasta el Alto do Poio que también nos costó porque hay una buena cuesta para llegar, alcanzando 1.335 metros de altura. En el alto, a la izquierda, llegamos al hostal o pensión Santa María do Poio por la que pagamos 40 € por una habitación más vieja que yo, que olía a cerrado que echaba para atrás, pero que al menos pudimos airear. Comimos en el mismo hostal por 28 € (ensalada y san jacobo para mí y caldo de judías y churrasco para mi amiga, todo hecho con un aceite más que reutilizado). También cenamos allí porque hay poca cosa por los alrededores y me pareció bastante cara ya que pagamos 23 € por un par de tortillas francesas y una ensalada. Antes se decía que en Galicia se comía bien y barato, pero en este sitio ni bueno ni barato. Lo único bueno es que tenían cuerdas para colgar la ropa y un garaje para guardar las bicis. Andaban también hospedados unos tipos que iban con bicicletas eléctricas.

Camino de Santiago. Etapa 9

La novena etapa comenzaba en Astorga y terminaba en Ponferrada con una longitud de 55 km y 849 metros de desnivel. Parecía una etapa durilla… Y lo fue.

Empezamos mal porque para desayunar pedimos dos cafés y dos barritas con tomate y aceite y nos soplaron 7 €. ¡Joder! Que en Madrid no te cobran 3,5 € por un desayuno simple como el que pedimos ni en la Plaza Mayor.

A las ocho y media nos pusimos en marcha y aunque miré el track no lo miré bien porque lo cogí al revés y acabamos en la catedral. Después de dar alguna vuelta acabamos saliendo dirección Ponferrada por una carretera cuesta abajo que pronto se tornó cuesta arriba. Íbamos por el Camino molestando a los peregrinos, que eran bastantes, y unos cuantos kilómetros después fuimos los dos por la carretera porque el tráfico de peregrinos era incesante.

La carretera se iba empinando cada vez más aunque había algunos tramos de menor pendiente que hacían el puerto más llevadero y menos mal que el día estaba nublado porque yo iba sudando de lo lindo y si hubiese pegado el sol hubiéramos llegado muertos. Lo malo del puerto no fue la pendiente, sino las moscas, que se pusieron a orbitar alrededor de nuestra cabeza y no había manera de que se fueran, fue muy desagradable. En este puerto me adelantó una furgoneta con remolque, todo lleno de maletas, en una curva, que me pasó rozando, porque justo cuando me estaba adelantando vino un coche de frente. Coche que resultó ser de la Guardia Civil, que le recriminaron la maniobra, pero que no tuvieron valor de darse la vuelta y empapelar al desalmado que conducía la furgoneta. Sólo hubiese faltado que me hubiese ocurrido algo por aquellos peregrinos de pacotilla que en vez de llevar lo necesario en la mochila que llevan sobre los hombros, utilizan este servicio de llevar maletas de un sitio a otro.

Nos costó, sobre todo por las moscas, pero llegamos al alto donde había una cruz muy alta sobre un poste y el poste sobre una pequeña montaña de piedra y en esa montaña de piedra un montón de peregrinos haciéndose fotos. Según parece existe la costumbre de que cada peregrino deje allí una piedra que haya traído de su lugar de origen, pero nosotros no llevábamos ninguna, así que nos conformamos con la foto. Al otro lado de la carretera se encuentra el cartel que indica que estamos en el puerto de Foncebadón a 1504 metros de altitud. Mi amiga es una auténtica campeona.

En el alto de Foncebadón

Allí nos encontramos con uno de los miembros del Club Ciclista Aluche, el que había salido antes, que nos hizo unas fotos. Nos dijo que en la bajada parásemos en Manjarín donde hay unos carteles con ciudades del mundo y su distancia kilométrica desde ese punto. Paramos allí en la bajada y nos encontramos con un tipo con pinta de ermitaño que vivía con varios gatos, una perra y un lobo al que tenía encadenado, pero que soltaba por las noches y luego volvía. Dijo que llevaba allí dos años y que había visto por su cuchitril dos nutrias pequeñas, zorros e incluso un oso (o una osa) con su osezno. Tomé un café que me ofreció y por el que dejé 2 €, nos hicimos unas fotos y nos fuimos, dejando al ermitaño muy entretenido con una canadiense que había parado por allí y que decía que conocía al tipo que estuvo antes que el actual.

El puerto aún no bajaba, sino que tenía alguna cuesta y cuando empezó la cuesta abajo de verdad había que ir con mucho cuidado porque la bici se aceleraba sin querer, yo llegué a ver 64 km/h en el velocimetro. Pasamos por El Acebo de San Miguel, un bonito pueblo de montaña y la bajada acabó en Molinaseca, un sitio que nos dijo el de Aluche que era parada obligatoria. El sitio es realmente bonito e incluso te puedes bañar en unas piscinas naturales, pero no apetecía mucho cuando paramos. Allí nos encontramos con el ciclista que habíamos visto en el palacio episcopal. Nos dijo que iba a Ponferrada y que allí nos veríamos. Estuvimos un rato más haciendo unas fotos y luego nos pusimos en marcha atravesando el impresionante puente de piedras sobre el río Meruelo, que termina en una bonita calle que atraviesa la localidad. Se trata, sin lugar a dudas, de un pueblo que merece la pena visitar. Continuamos por la carretera dirección Ponferrada subiendo alguna que otra cuesta, pero entrando en la ciudad cuesta abajo. Según el GPS hicimos 52 kilómetros en algo más de tres horas.

Llegamos al Hostal Río Selmo, pagué 50 € y como nos dijo que los miércoles era gratis ver los monumentos y los museos nos fuimos sin dilación a visitar los monumentos más notables de Ponferrada. Vimos la iglesia de Nuestra Señora de la Encina y el imponente castillo templario, muy bien conservado, pero antes sellamos las credenciales en la oficina de información turística, situada al lado del castillo. Estando en el castillo nos encontramos con los del Club Ciclista Aluche, a lo que hicimos una foto.

Camino de Santiago. Etapa 8

La octava etapa comenzaba en León y llegaba a Astorga después de 51 kilómetros y 311 metros de desnivel. A priori una etapa fácil.

Nos había comentado una amiga, que había hecho el camino un par de meses antes, que la salida de León es cuesta arriba y no le falta razón, ya que hay una gran cuesta y una salida un poco fea de la ciudad con un montón de coches y un tramo mal señalizado. Prácticamente hasta Hospital de Órbigo todo el recorrido es por un camino pegado a la carretera N-120 que a veces al pasar por un pueblo hay que ir por encima de la acera o cruzar al otro lado si quieres circular correctamente, ambas cosas hicimos.

En Hospital de Órbigo resulta llamativo el puente que salva el río Órbigo, que es realmente largo y antiguo. Luego leí que se trata del Puente del Paso Honroso, una construcción del siglo XIII que se encuentra en estado de conservación óptimo. El puente se encuentra sobre la calzada romana que antiguamente unía León con Astorga y es monumento nacional desde 1939. Parados en uno de los ensanches del puente había tres ciclistas que luego volvimos a encontrar varias veces durante el resto del Camino.

Paramos en el siguiente pueblo, en Villares de Órbigo a tomar un café con tan mala suerte que me senté en un banco y al levantarme noté que un clavo se me había enganchado en el culote y encima en el culote más nuevo que tengo, lo menos malo es que me hizo un agujero muy pequeño. Estando tomando café nos adelantó un tipo en bicicleta que poco después le adelantamos nosotros y que volvimos a vernos unas cuantas veces más.

Al salir del pueblo había dos opciones y por lo visto elegimos la peor y que luego descubrimos no era el Camino original, sino alguien lo «había desviado» para que pasase por otro sitio. Me dejé guiar por las flechas amarillas en vez de por el track y tuvimos que enfrentarnos a tres o cuatro subidas horrorosas por la pendiente, por la gravilla, las piedras y el calor que hacía. Acabamos llegando a una cruz desde donde se veía Astorga y donde nos encontramos con los ciclistas que habíamos visto antes en el puente sobre el Órbigo. Paramos en la cruz y uno del grupo nos hizo una foto a los dos y fue el que nos contó lo de los dos caminos: el original y el desviado.

Poco antes de llegar a Astorga

Después de la foto y charlar un rato nos lanzamos a tumba abierta hacia Astorga por un tramo asfaltado que luego nos llevó a un puente que cruzaba la vía y que era largo, largo porque daba varias vueltas y para que las rampas no tuvieran mucha pendiente, eran largas.

Al poco entramos en la ciudad, puse el Google Maps y llegamos al Hostal Coruña, donde enseñé el carné, soltamos 55 € y dejamos las bicis en un garaje cercano. Aprovechamos que había una lavandería al lado del hostal y lavamos la ropa en la máquina en vez de hacerlo a mano como todos los días anteriores, pero en vez de usar la secadora colgamos la ropa en nuestra cuerda. Desde luego la cuerda y las pinzas fueron de lo más utilizado.

Fuimos a comer al restaurante Casa Maragata II ya que nos habían dicho que se comía fabulosamente y tenían razón, pero no es un sitio precisamente barato, ya que meterse un cocido completo son 26,50 € por cabeza, ninguna broma. De todos modos, nada ni nadie nos impidió que nos metiéramos un cocido maragato en toda regla: carne, garbanzos, sopa, natillas y café. Muy rico todo, especialmente los garbanzos.

Allí nos encontramos con unos tipos del Club Ciclista Aluche con los que estuvimos un rato hablando y nos dijeron que habían salido de Aluche el sábado, así que calculamos que se metían todos los días unos cien kilómetros, unos auténticos máquinas. Cuando vieron a mi amiga, como les habíamos dicho que habíamos salido desde nuestra casa, le preguntaron si había subido la Fuenfría. Pues claro, ¿por qué no?

Al acabar fuimos directamente al palacio episcopal, obra de Gaudí, para verlo por dentro y por ello pagamos 12 € por dos entradas y es que si por fuera llama la atención, por dentro es una pasada. Estuvimos contemplando embobados el interior del palacio siguiendo la audioguía. Muy interesante, también las vidrieras. Allí nos encontramos con el ciclista que habíamos visto por la mañana, que estaba haciendo algunas fotos.

Luego vimos la catedral de Astorga, que nos costó entrar 9 € a los dos y la verdad es que tiene cosas interesantes, pero después de haber visto el día anterior la de León, ésta parece de segunda o tercera categoría.

En esta etapa hay que tener mucho cuidado al salir de Villares de Órbigo para no irse por el camino «desviado». En un momento dado se llega a un cruce donde una flecha indica hacia la derecha y otra hacia la izquierda. Hay que coger la de la izquierda para bajar hacia el camino que iba paralelo a la N-120 y de esta forma ahorrarse dos o tres cuestas realmente asquerosas.