Cinco años después de mi primera participación en esta carrera he vuelto a repetir experiencia y salí tan contento como aquella primera vez. En el día de Nochebuena nos acercamos hasta Polán, pueblo cercano a Toledo, tres compañeros del Club Atletismo Zofío. Cuando llegamos a la localidad, como ya habían empezado las carreras de los niños, tuvimos que aparcar el coche algo lejos del «meollo» de la carrera. Aparcamos el coche y fuimos andando a recoger el dorsal a la plaza del ayuntamiento. La recogida fue rápida y viendo que no teníamos demasiado tiempo volvimos trotando al coche a dejar la ropa porque no había guardarropa en esta carrera, cosa que no me pareció ni medio bien.
Volvimos de nuevo a la plaza y comenzamos a recorrer el circuito señalizado con flechas en el suelo. La salida era idéntica a la otra vez que vine, pero luego vi que el circuito giraba a la derecha en vez de seguir recto como recordaba, algo habían cambiado y no sabía si para bien o para mal porque un lustro atrás era una recta de ida, giro de ciento ochenta grados, otra de vuelta, otro giro de ciento ochenta grados y rodear la plaza. Sencillo y rápido
La idea era no salir demasiado rápido para no atufarme en el primer kilómetro y luego ir penando, como me pasó en la San Silvestre de Villaverde, por lo que cuando dieron la salida iba pendiente del cronómetro para no acelerarme. El compañero más joven del equipo sí salió como alma que lleva el diablo y cuando me crucé con él, pasado ya el primer kilómetro, ya me sacaba una ventaja interesante. La otra compañera iba detrás de mí muy concentrada. Aún así hice ese primer kilómetro en 4:03 pero he de decir que era un poco cuesta abajo.
A la vuelta de ese primer giro de ciento ochenta grados volvimos hacia la plaza, pero sin entrar y siguiendo por la CM-401a, se pasaba por una zona llena de gente que no estaban precisamente corriendo, aunque al menos animaban botellín en mano. Ese tramo era cuesta arriba hasta la glorieta de Adolfo Suárez donde se giraba hacia la derecha buscando el segundo giro de ciento ochenta grados, junto a una torre, no sé si el depósito de agua. Lo subido se torna favorable y se vuelve de nuevo por la CM-401a pasando otra vez por el jolgorio juvenil, que seguían animando de manera jocosa, aunque así también se agradece.
Marcó mi GPS el tercer kilómetro un poco antes de pasar por la línea de meta por lo que esta vez sí parecía que iban a ser seis kilómetros ya que la segunda vuelta era idéntica a la primera.
El cuarto kilómetro también fue rápido, pero en el quinto, que era cuesta arriba, no conseguí el objetivo de andar por 4:15 y se me fueron unos segundos, se hacían duros esos mil metros ligeramente cuesta arriba.
El último kilómetro fue rápido, ya que era favorable y se olía la meta. Aceleré lo que pude y conseguí adelantar a un corredor que me precedía. Llegué a meta con un tiempo oficial de 25:43 siendo undécimo de mi categoría. El compañero más joven llegó el decimotercero de la carrera con un gran tiempo de 21:43, justo cuatro minutos antes que yo. Por último, la compañera fue segunda de su categoría con un tiempo de 29:18. Ese segundo puesto le dio una buena cantidad de mazapán, que no va a haber días en el año para acabar con tanta figurita.
Sin lugar a dudas, una buena manera de pasar la tarde de Nochebuena, ya que de esta manera tiene uno menos remordimientos a la hora de comerse los turrones.
Agradecer a Lucian Agaleanu las fotos que hizo de los corredores, que son de una calidad exquisita. ¡Gracias Lucian!