Empecé a tener malas sensaciones cuando el sábado a las nueve de la noche llegué al hotel y noté las tripas en mal estado. Fui al servicio y parece que las tripas se calmaron un poco. No sabía, aunque había la posibilidad, que me iban a dar guerra al día siguiente.
A las 5:45 sonó el despertador, me levanté, me disfracé de corredor y bajé a desayunar. A las seis abrían el comedor y cuando yo bajé, tres minutos más tarde, ya había gente desayunando. Desayuné un poco más de lo habitual y media hora más tarde subía de nuevo a la habitación a lavarme los dientes, soltar lastre y sobre las siete salía del hotel rumbo al puente de San Telmo donde se suponía pasaba un autobús lanzadera a la salida, pero después de esperar un rato en la parada pasó un autobús al que pregunté lo de la lanzadera y me dijo que no sabía nada, pero que si quería cruzar el puente que montara. Al fin el autobús sólo sirvió para cruzar el puente porque desde ahí tuve que ir andando a la salida.
A las 7:40 me puse a hacer cola en los servicios y mientras esperaba pensaba que aunque hacía fresquito a esas horas era casi seguro que iba a pasar calor durante la carrera, ya que los días anteriores habían sido bastante calurosos en Sevilla. Después de veinte minutos de espera por fin conseguí entrar en un servicio y para mi desgracia comprobé que estaba realmente asqueroso y no puede aliviarme convenientemente.
Ya quedaba menos de media hora y todavía tenía que buscar el ropero, cambiarme, dejar la bolsa y buscar el corralito que me había correspondido, que era el de color naranja donde nos agrupábamos aquellos que pensábamos podíamos hacer la carrera entre 3h15 y 3h30.
No estuve mucho tiempo en el corralito porque desde el ropero hasta allí había un buen paseo, así que al poco dieron la salida y aluciné porque nada más empezar había un tipo que iba corriendo en sentido inverso a la marcha. Según leí después le habían pisado y había perdido la zapatilla y andaba en su búsqueda.
Para atacar las tres horas y media la idea era ir rebajando segundos al ritmo de cinco minutos al menos hasta el kilómetro 30 o alguno más y luego tratar de sumar los menos posibles, así que traté de ponerme a un ritmo crucero de 4:50 y ver hasta donde podía llegar. Un poco delante de mí iban los globos de 3h30 y como siempre, iban formando un buen tapón acrecentado con unos tipos con carrito que iban a su vera. Resultaba complicado poder adelantarlos. Por la zona de la Cartuja, pasado el kilómetro seis aceleré el paso y por fin pude dejar atrás el tapón.
Me veía fuerte y con buenas sensaciones, pero pasado el kilómetro ocho empecé a notar la tripa algo revuelta, me daban retortijones y pensé que si no se pasaban iba a necesitar un servicio para aliviar las molestias. Quizás en el kilómetro diez encontrara alguno, pero llegó ese punto kilométrico y no vi nada y la tripa seguía molestando, aunque me daba algunos momentos de tregua. Supuse que algún servicio encontraría…
Cuando pasé por el kilómetro diez miré el reloj y vi que llevaba un poco menos de 49 minutos por lo que pensé que ya había «ganado» al crono casi un minuto. La cosa marchaba aunque las molestias en la tripa seguían. En el quince el crono marcaba poco más de 1h13 por lo que ya llevaba casi dos minutos de ventaja; sin embargo, ya notaba que iba haciendo más calor de lo que me hubiese gustado.
Pasé la media maratón con 1:42:48 por lo que ya había ganado 2:12, pero seguía sin encontrar un servicio donde soltar lastre, la cosa me estaba empezando a mosquear. Poco después de la media había una chica con un cartel que ponía que lo tocase para recibir energía extra y funcionó el efecto placebo porque aceleré el paso casi sin querer. Por esa zona se levantó un poco el viento y traté de acoplarme a algún grupo para refugiarme, por lo que fui un rato agazapado, esperando un cambio de dirección para seguir a mi ritmo.
El siguiente paso donde comprobé el tiempo fue en el kilómetro 25 y allí vi que el tiempo que llevaba era bueno, ya llevaba más de tres minutos de adelanto sobre el ritmo de cinco minutos que me hubiese llevado a las tres horas y media. Y los servicios seguían sin aparecer…
Había puestos de hidratación cada 2,5 kilómetros o cosa así donde ofrecían agua y Aquarius, pero no me atreví con la bebida refrescante no fuese a ser que la cosa empeorara. En unos de los puestos cogí un vaso de agua y al tratar de beber se me cayó parte del agua encima, sobre la teta derecha, eso provocó que se despegara la tirita y que empezase a rozar el pezón con la camiseta. Es lo que tiene beber en vaso, que las probabilidades que se derrame el agua son notables.
En el kilómetro 30 me esperaba una buena amiga que iba a hacer conmigo esos últimos 12 kilómetros. No sé si fue casualidad, pero ese kilómetro fue el primero en el que no resté segundos, ya que lo hice en 5:01, pero el tiempo global seguía siendo bueno ya que llevaba 2:26:19, ¡casi cuatro minutos de ventaja! Mis cálculos eran que si llegaba el cansancio podía aguantar un ritmo de 5:30 hasta el final porque en ese punto iba cansado, pero no me veía mal del todo.
El siguiente se me fue un par de segundos, pero en el 32 volví a bajar de los cinco; sin embargo fue el canto del cisne porque a partir de ahí todo fue empeorar: 5:08, 5:23, 5:48, 6:08 y 6:35 en el kilómetro 37. En esos kilómetros me adelantó una chica que iba con las mallas manchadas de marrón, sospecho que al igual que yo tampoco había encontrado los servicios y ella no había podido aguantarse. Después vi a dos más con el mismo problema.
En el 37 ya iba muy cansado, los gemelos parecía que me iban a reventar, la tripa seguía molestándome y el puente del pie izquierdo también me dolía mogollón, así que viendo que el ritmo de carrera era ya ridículo opté por ponerme a andar para ver si recuperaba algo. Estuve andando unos quinientos metros, paré para aflojar el cordón de la zapatilla, anduve otro poco y volví a ponerme en marcha pasada la basílica de la Macarena. Tampoco es que fuera a la velocidad del viento, pero al menos iba por debajo de siete minutos, que algo es algo. Por la zona de la Alameda de Hércules de nuevo volví a ponerme a andar, esta vez sintiéndome seco como la mojama. La amiga que me acompañaba trató de buscarme agua, buscando algún puesto de avituallamiento o alguna tienda para comprar una botella.
Al pasar por el ayuntamiento me puse de nuevo a correr con la esperanza de llegar a meta corriendo aunque fuese al trote cochinero y parece que me recuperé un poco porque hice esos dos últimos kilómetros decentemente… para como iba, de hecho en la foto parece que voy hasta bien.
Llegué a meta cuando el reloj marcaba 3h47, pero como pasé por la salida prácticamente con dos minutos de retraso, acabé con un tiempo oficial neto de 3:45:32, tiempo muy alejado de mis pretensiones, pero la maratón pone a cada uno en su sitio.
Nada más pasar la línea de meta me puse a ingerir todo tipo de líquidos porque me notaba un tanto deshidratado. Cogí la ropa y salí a buscar a la amiga que me había acompañado. Cuando la encontré me hizo una bonita foto.
Me tocó volver andando al hotel, situado a casi tres kilómetros de la meta y aunque al principio andaba cual Robocop, poco a poco se me fue pasando el dolor en el pie y pude marchar más o menos normal, quizás me vino bien el paseo. Por la tarde notaba las piernas bastante bien y hoy lunes por la mañana cuando escribo estas líneas excepto el dolor en el pie noto los músculos bastante bien, de hecho subo y bajo escaleras con normalidad. Ahora toca analizar el motivo por el que pegué ese petardazo tan brutal.
Parece que la maratón fue un éxito rotundo al menos para los atletas de élite. Se batió el récord de la carrera masculino por parte de Mekuant Ayenew con 2:04:46, el récord femenino por parte de Juliet Chekwel con 2:23:13 y a demás el primer español, Javi Guerra, hizo la tercera mejor marca española de todos los tiempos con 2:07:28. Lo dicho todo un éxito.
Para mí la organización estuvo realmente mal. No vi servicios en ningún punto del recorrido y los puestos de sanidad eran escasísimos. Ni hablo ya de la gente que ves en Madrid en patines que te proporcionan vaselina o Reflex. Si lo comparo con la maratón de Madrid, en ese aspecto no le llega ni a la suela de los zapatos. Muy raro que me vuelvan a ver otra vez en la maratón de Sevilla.