XXXVI Maratón de Madrid

Ayer participé en la maratón de Madrid una vez más. Creo que la organización ha fallado estrepitosamente en muchos aspectos, pero no quiero empañar un feliz día por esos nimios detalles de los que hablaré en otra entrada.

A lo que íbamos. Un grupo de pradolongueros habíamos quedado a las siete y cuarto con Emilio para acercarnos todos en su coche al lugar de salida. Llegamos unos minutos tarde -perdona Emilio- y ya estaban allí tanto el conductor como Miguel, pero poco después de las siete y media ya estábamos aparcando cerca de Cibeles.

Llegamos, buscamos los servicios y nos acercamos al guardarropa para ver si nos podían adelantar la pegatina que pegar a la bolsa que había que utilizar para dejar la ropa. Nada, no hubo posibilidad, había que esperar a dejar la bolsa para que pusiesen ellos la pegatina en la bolsa y en el dorsal. En esos momentos faltaba más de una hora y no era cuestión de estar en camiseta de hombreras hasta el comienzo de la prueba porque la temperatura era bastante fresca.

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Grupo de pradolongueros

A las ocho en punto habíamos quedado con los compañeros de MaraTID en el Palacio de Linares y la verdad es que fuimos puntuales… casi todos. Siempre hay algún rezagado, pero el grueso de la tropa estaba allí. Nos hicimos la foto de equipo, hablamos de la táctica a seguir, nos vestimos de romano y nos dirigimos hacia el guardarropa.

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Grupo de maratidianos

Eran las ocho y cuarto y había una cola brutal en el guardarropa. Si el año pasado fue un desastre porque tuvimos que darnos una caminata de dos kilómetros, este año la volvieron a cagar. Así que estuvimos 25 minutos en la cola para dejar la ropa. Un chaval que había venido de Detroit me preguntaba con cara de incredulidad si todos los años era así. A las 8:50 conseguimos dejar la ropa y tratamos de buscar nuestro sitio en el cajón. Nos había correspondido el tercero, pero fue imposible pasar del quinto, así que tuvimos que resignarnos y a salimos desde allí. El numeroso grupo de compañeros que se había apuntado a las 3h50 se quedó reducido a un terceto, ya que fue imposible localizar al resto de personas.

Esto hizo que saliéramos solamente tres. Fue una salida bastante lenta debida a la masificación y la manía de juntar maratón, media y diez mil ¡y eso que se sale ocupando todos los carriles de La Castellana! pero pasado el primer kilómetro ya sólo se ocupa medio paseo y comienzan las apreturas.

Los primeros kilómetros se pasaron tratando de buscar nuestro sitio y nuestro ritmo. Cuando llevábamos ya unos cuantos kilómetros, cerca de diez, la componente femenina del terceto decía que parecía un entrenamiento, tal era la facilidad con la que iba. En esos momentos la parte masculina del grupo iba bien todavía.

En la calle Fuencarral, cuando se separan los caminos de la maratón y la media nos esperaban mi madre y mi hermana que nos dieron muchos ánimos y un par de plátanos para alimentarnos, que luego la carrera se hace muy larga y viene bien llevarse algo a la boca. La organización ofrece un gel en el kilómetro 27,5 pero hasta llegar allí, mejor haberse llevado algo al gaznate.

Poco antes de la media maratón, llegando al Palacio Real, empecé a notar los cuádriceps cargados. Empezó a preocuparme un poco, pero pensaba que yendo a un ritmo más tranquilo de lo que pudiera haber ido, llegaría sin problemas. Optimista que es uno.

Pasamos la media en 1h51, un minutillo menos de lo previsto. Las cosas marchaban más que bien. Además, pocos metros después me encontré al gran Charly, que iba a completar su 70º maratón. Iba como siempre, tan optimista y a su ritmo.

Poco después en el Paseo de Camoens, ya no podía aguantar más y al ver unos urinarios portátiles nos acercamos a aliviarnos la parte masculina del grupo. A nadie se le había ocurrido venir a quitar el precinto de los urinarios, ¿alguien ha visto algo semejante? Así que tuvimos que hacerlo en la parte de atrás.

No fue buena idea parar ahí, porque hay una buena bajada hasta el Puente de los Franceses donde nuestra compañera aprovechó su buen bajar y nos sacó bastante tiempo. Tanta distancia nos había sacado que tuvimos que acelerar de lo lindo para poder alcanzarla. Ahí nos dimos un buen calentón, que mis doloridas piernas lo notaron ¡y de qué manera!

Entramos en la Casa de Campo y el terreno es ascendente hasta el kilómetro 29 donde lo subido hay que bajarlo. Ahí parece que mis compañeros flojearon un poco, pero el grupo no se deshizo del todo. Empecé a preocuparme pensando si los últimos kilómetros se nos iban a hacer largos.

Salimos de la Casa de Campo por esa bonita rampa cercana al metro de Lago y bajamos por la Avda. de Portugal hasta Marqués de Monistrol donde hay una cuestecita que se las trae. Alguien había tenido la brillante idea de poner a toda pastilla el Highway to hell de AC/DC y eso nos dio alas para superar ese escollo. Nada más coronar, en el Puente de Segovia, encontramos a personas muy allegadas que consiguieron emocionar a nuestra compañera de carrera, eso la motivó mucho más, tanto que tuve que decirla que aflojara el ritmo, porque le dio un subidón tremendo.

Cerca del centro comercial de la Ermita del Santo adelantamos a un compañero maratidiano al que vimos muy bien acompañado. Le vi bien, con buena cara y a buen ritmo. Estuve un rato hablando con ellos y de nuevo tuve que acelerar para no perder a mis compañeros. Mis piernas ya iban bastante castigadas y todavía quedaban ocho kilómetros.

Volvimos de nuevo al Puente de Segovia, al otro lado, de nuevo los ánimos familiares nos llevaron en volandas por la cuesta de la calle Segovia. En la siguiente subida, el Paseo Imperial, nos esperaba un compañero que este año no participaba y que hizo con nosotros casi toda la subida dándonos ánimos. El compañero volvió a quedarse unos metros y pensaba que se nos perdía, pero afortunadamente no fue así y pronto volvimos a conformar el terceto. Seguro que lo hizo para no salir en la bonita foto que nos hizo Sebastián Navarrete.

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En el kilómetro 36, foto cortesía de Sebastián Navarrete

En Embajadores, sobre el kilómetro 38 yo ya iba fatal, los cuádriceps eran como piedras, el gemelo derecho molestaba de lo lindo y los abductores también se quejaban; sin embargo no podía flaquear tan cerca de meta y a base de sufrimiento sólo perdía unos metros con la avanzadilla del grupo. En esta zona nos encontramos con Pepe y Esteban, dos compañeros pradolongueros que nos animaron lo suyo y además nos «inmortalizaron». Obsérvese en la foto que lo único que me preocupaba era tirar hacia delante, mientras que mi compañera todavía tenía tiempo y ganas de hacer otras cosas.

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En el kilómetro 38, foto cortesía de Esteban

En Atocha adelantamos a otro compañero maratidiano que iba algo peor que nosotros, pero no demasiado mal, aunque por desgracia no pudo acoplarse a nuestro ritmo. Poco después, en la cuesta de Alfonso XII, perdí el rebufo de mis acompañantes. Mi compañero lo había estado pasando mal en casi todas las subidas, pero se recuperó milagrosamente porque los últimos kilómetros los hizo de fábula. La recta hasta la Puerta de Alcalá y la subida hasta la entrada de El Retiro me costó muchísimo, veía que los perdía metro a metro y que no iba a ser capaz alcanzarlos.

Pensaba que en el tramo favorable que hay después de entrar en El Retiro podía llegar a su vera, pero no fue así. Me di cuenta de que como no aflojasen me iba a resultar imposible así que tuve que darlos unas cuantas voces para que me esperaran y poder entrar los tres juntos en meta después de tantos kilómetros juntos.

Como buenos compañeros de viaje me esperaron e hicimos esos quinientos metros juntos, llegando a la meta en paralelo, justo cuando cambiaba el reloj de minuto, pasando de 3h55 a 3h56; sin embargo descontando el tiempo que tardamos en pasar la línea de salida, se queda en un tiempo neto de 3:48:55, mejorando en un minuto el objetivo marcado.

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Llegando a meta, ¡bailando la jota!

Nuestra compañera de aventuras llegó contentísima y emocionada a la vez ya que no sólo había hecho un gran tiempo, sino que las sensaciones fueron inmejorables, ya que no sufrió en ningún momento la dureza del recorrido y de los kilómetros. Antes de comenzar me había dicho que ni en broma iba a hacer más maratones, pero parece que después de esta experiencia se lo está pensando…

En definitiva, una maratón más ¡ya hacen veintitres! y muy contento por haber podido correr en compañía durante casi cuatro horas. Es la primera vez que empezamos y acabamos sin que el grupo acabe rompiéndose.

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¡Que sí, qué son de verdad!

No sé si ésta habrá sido mi última maratón, todo dependerá de la lesión que tengo en la rodilla para que sume una más o esta fiesta se haya acabado para mí.

XIII Media maratón de Madrid

Hoy he participado por segunda vez en esta prueba, ya que lo había hecho en la segunda edición, en el ya lejano 2002. Al contrario que en aquel entonces, que fui a correr a por todas, hoy el objetivo era utilizar estos 21 km y añadirle nueve más para realizar la tirada más larga de cara a la inminente celebración de la maratón de Madrid. Tuve la fortuna de que un amigo ¡gracias Fran! me pasó su dorsal, ya que él no podía participar, por lo que no tuve ningún «remordimiento» en coger el avituallamiento durante y al finalizar la prueba.

Había quedado con mis compañeros en la Casa de Fieras y aunque fui yo el que propuso el punto de encuentro, me costó dios y ayuda encontrarlo. Estuve veinte minutos dando vueltas arriba y abajo y era incapaz de encontrar ese lugar. Menos mal que unos cuantos minutos de diálogo a través del móvil me ayudó a encontrar a unos cuantos de los compañeros y pudimos hacernos una bonita foto.

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Como no había ninguna pretensión de hacer ninguna marca, sólo de realizar un entrenamiento, nos colocamos en la salida donde buenamente nos pareció. Debíamos estar lejos de la línea de salida porque yo miraba el reloj y veía que los minutos pasaban y pasaban de la hora prevista y nosotros seguíamos sin movernos. Ya me entraba la duda si es que se había retrasado la salida… pero no, es que había mucha gente delante de nosotros. Había veinte mil inscritos (dicen) así que no es raro que tardásemos tanto en salir.

Siete minutos más tarde del pistoletazo atravesamos la línea de salida y nos costó bastante coger nuestro ritmo porque el pelotón era descomunal. Tardamos bastantes kilómetros en conseguir un ritmo de crucero aceptable y la verdad es que se fueron pasando los kilómetros casi sin darnos cuenta. El cielo estaba encapotado y hacía fresquito, sin llegar a ser frío, por lo que el entrenamiento fue de lo más agradable.

Llegamos a meta cuando el cronómetro marcaba 2:00:51 y viendo la clasificación, resulta que hicimos un tiempo neto de 1:53:15. Tiempos que no quieren decir absolutamente nada. Llegamos a meta, cogí la botella de agua y la bebida isotónica y nos dispusimos a continuar el entrenamiento, bajando desde el Retiro hasta Madrid Río y desde allí a casa, para completar un total de 30 km en un tiempo 2:42:54 @ 5:26 min/km. Mi compañera de entrenamientos acabó francamente bien este entrenamiento, por lo que no me cabe la menor duda de que la maratón va a resultar excepcional para ella.

Ayer me subí a la báscula y marcaba 67,7 kg lo cual es un poco engañoso ya que aunque ha sido el día habitual de pesada, normalmente los viernes no corro y éste sí.

XXX Media maratón de Toledo

Diecisiete años después he vuelto a participar en esta carrera. Curiosamente con el mismo objetivo que este año, de acompañar a una amiga en su camino a la maratón de Madrid. La verdad es que recordaba muy poco de la otra vez, ni siquiera me sonaba el recorrido, ni la pista de atletismo, aunque es posible que la memoria ya lo haya enviado al baúl de los no recuerdos.

Mirando en el plan de entrenamientos de aquel entonces, acabo de descubrir que esta carrera se llamaba en el año 1997 Gran Fondo del Polígono. Se celebró el 6 de abril y si mi memoria no me falla constaba de tres vueltas de 7 km. Aquella vez nos tomamos la carrera como un entrenamiento extralargo haciendo 48 minutos (unos ocho kilómetros) antes de comenzar la prueba en sí y luego hicimos los 21 km de rigor junto al resto de participantes, pero a ritmo de entrenamiento, no de carrera. Tardamos 1:59:56 en esos 21 km y este fue el entrenamiento más largo que hicimos para aquella maratón: 29 km en dos horas y cuarenta y ocho minutos.

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Entreno semana del 1 al 6 de abril de 1997

No recuerdo las sensaciones de entonces, pero respecto a esta edición debo decir que la carrera no me ha gustado nada, pero nada de nada. El recorrido es duro por el perfil y la carrera es fea como pegar a un padre. Transcurre por largas avenidas abiertas al tráfico y con una animación cercana a cero. Además, la prueba se ha hecho más dura por el viento que soplaba en contra en los tramos de subida.

Antes de salir de casa, ya he visto que había previsiones de que iba a hacer aire y posibilidad de llovizna. De hecho, por aquí el viento soplaba de lo lindo, con la misma fuerza que lo hacía en el polideportivo donde daban la salida. Recogimos el dorsal y nos hicimos una bonita foto antes de dejar los bártulos en el guardarropa.

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Antes de comenzar

Colocados ya en la línea de salida, que era en la misma pista de atletismo donde estaba ubicada la llegada, me reconoció unos de los participantes, que me conocía de leer este blog. ¡Encantado de saludarte!

Me decía que es una carrera dura, cosa que habíamos oído antes. De hecho, la comparaba con la media de Latina y afirmaba que le parecía incluso más dura. No sé si por el viento, pero sí nos ha resultado dura, sobre todo el tramo que añaden a la segunda vuelta para completar los 21 km, ya que la primera vuelta es solamente de diez.

Junto a la media maratón, se celebraba una carrera de diez kilómetros, por lo que en un principio no se sabía quienes iban a hacer una u otra. Salimos todos juntos y enseguida tratamos de coger un ritmo cercano a cinco minutos por kilómetro. Cosa que no conseguimos en ningún momento porque había bastantes cuestas arriba con viento en contra que lo impedían. Ese tiempo perdido luchando con la pendiente y el viento era imposible de recuperar en las bajadas. Aún así, el ritmo medio era bastante razonable.

Al acabar la primera vuelta, el panorama se despejó bastante porque la mayoría de la gente había optado por la prueba más corta. Nosotros seguimos con lo nuestro y al poco empezó a llover. Ya lo que faltaba, que se uniera la lluvia con el viento, pero tuvimos suerte y sólo estuvo lloviendo un par de minutos.

En la Avda. Río Boladiez, poco antes del kilómetro quince, hay un giro de 180º cruzando la mediana de la avenida. Allí se me ocurrió preguntar a los que controlaban ese giro cómo iba la clasificación de las chicas y nos comentaron que sólo habían pasado cuatro y que parecían más jóvenes que mi acompañante. Creo que ese comentario hizo que mi compañera adoptara un ritmo más relajado viendo que no venía ninguna chica por detrás. Además le molestaba bastante una de sus piernas, por lo que prefirió llevar un ritmo más asequible.

Desde entonces, el ritmo bajó un poquito hasta llegar al añadido final, que es una trampa de órdago, ya que se trata de una bajadita y una subida de tres pares de narices. Menos mal que ya la meta estaba cerca. Antes de llegar, una bajadita para llegar a la puerta del polideportivo y una pequeña subida para acceder a la pista de atletismo, donde echamos el resto para llegar en un tiempo de 1:48:25, según atestigua la clasificación oficial. Un minuto más lento que la media de Latina, pero pienso que el viento ha endurecido mucho la carrera.

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Llegando a meta, foto cortesía de Sonia Andrade, homenajeada en esta carrera

Después de llegar a meta, bote de Coca Cola y botellita de agua. Además había cuatro cajones: uno con trozos manzana, otro con trozos de naranja, otro con trozos de plátano y el último con trozos de barrita de cereales. Deliciosa la naranja.

Al recoger el dorsal también nos dieron la camiseta conmemorativa, que es muy bonita de color morado y además una revista de las típicas atrasadas y unos dulces. Todo por el precio de 13 €, algo más cara que cuando participé la primera vez que era gratuita.

Aunque la inscripción es cara, ha merecido la pena el viaje hasta aquí, ya que mi compañera se subió a lo más alto del cajón en su categoría y recibió interesantes regalos en forma de embutidos de caza, algo más que una simple copa.

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Interesantes regalos

VIII Media maratón de Latina

Hoy he tenido la oportunidad de debutar en esta media maratón. Era una carrera que no conocía y que estaba deseoso de participar. Y tengo que reconocer que me ha gustado y mucho. El recorrido es muy ameno, salpicado de subidas y bajadas y la organización es muy buena. He acabado encantando de la prueba. Mención especial al speaker que había en la plaza donde entregaban los chips y los dorsales y estaba ubicado el guardarropa. Su única obsesión era que se despejara la plaza. Arrancó más de una sonrisa su soniquete durante esos minutos de espera.

Llegamos con tiempo al centro comercial Plaza Aluche. Aparcamos en el sótano del centro y salimos a la plaza donde recogimos chip y dorsal en un santiamén. Nos pusimos en mitad de la plaza donde había algunos rayos de sol y esperamos a los compañeros que esta vez fueron puntuales. Después de las fotos de rigor, dejamos cómodamente la ropa y empezamos a estirar y calentar dirigiéndonos a la salida. Hacía un día fresco, pero soleado, desde luego mucho mejor tiempo de lo que se decía durante la semana que iba a hacer. Corrí con camiseta de tirantes y debe ser que cuando corro alcanzo un estado que no siento el frío, aunque sí el calor. Sin duda mi cuerpo prefiere el fresquito para correr.

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Antes de la salida con los compañeros maratidianos y allegados

Nos colocamos bastante atrás, algo lejos de la salida junto a Macu y Ana. Mi idea era salir tranquilos, que la carrera es larga y dura, así que pensé que si salíamos atrás nos iba a dar moral ir adelantando corredores durante la carrera. Y así fue, fuimos adelantando gente durante casi toda la prueba. Obsérvese el perfil de la carrera proporcionado por la organización. La segunda parte es para tenerla en cuenta.

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Aunque no había participado nunca en la carrera, sí sabía lo que nos deparaba esa segunda parte, por lo tanto, era muy importante controlar las fuerzas y llegar con algo de fuelle al «festival» final.

Después de un primer kilómetro bastante tranquilo, tratando de no pisar a los demás, más que de correr, empezamos a coger un ritmo de crucero cómodo para unos primeros kilómetros de tendencia descendente. Los kilómetros caían a menos de cinco minutos y trataba de calmar a mi compañera de aventuras para que no se acelerara en los descensos y no diera el cien por cien en las subidas, para que fuera siempre guardando algo.

Sobre el kilómetro nueve viene el primer repecho duro de verdad. Es muy corto, pero te pone las piernas al rojo vivo. Inmediatamente después de coronar se vuelve a bajar por una pendiente pronunciada y empieza otro repecho, éste algo más largo y también bastante duro. Una vez coronado se llega a Batán y el perfil es favorable hasta Lago.

Lago es el punto más bajo de toda la carrera, situado a una altura de 594 metros (la salida y la meta están a 675 metros, poco más o menos). A partir de ahí (kilómetro doce y medio) la carrera es siempre para arriba, salpicada por alguna bajada para recuperar algo las piernas. Se sube hacia el teleférico (km 14), aunque afortunadamente no se llega hasta allí. Se baja al Pº de los plátanos y se va subiendo por la Ctra. de Rodajos, donde está el kilómetro quince y un avituallamiento. En ese punto daban Aquarius o similar y mi compañera se agenció un vaso de tan preciado líquido que le dio alas para la última parte de la carrera. Continuando por esa carretera, hay que subir hasta un punto donde hay que dar una vuelta de 180º. Se van viendo a los que van bajando y no se ve, hasta que no estás encima, el punto de retorno. Ese tramo fue lo que menos me gustó de la carrera ya que habíamos sobrepasado la glorieta que lleva hacia el zoo y no se veía la vuelta.

Se llega a ese giro y se comienza a bajar hasta el km 16. Llaneando quinientos metros más empieza otra señora cuesta, rodeando el zoo, buscando la salida de la Casa de Campo, donde está situada la estación de metro de nombre homónimo. Esa cuesta tiene tela marinera, tanto que nos recordó a la famosa cuesta del cementerio de las dos leguas de Leganés. Superada esa cuesta de kilómetro y medio, aunque con un corto falso llano, hay de nuevo una bajadita para pasar por debajo de la carretera de Extremadura, seguida de una corta cuesta arriba y otra cuesta abajo de unos quinientos metros por la calle de los Yébenes hasta desembocar en la calle Valmojado. Esta calle, aunque es de poco pendiente, es una constante subida hasta la calle Guareña donde está situada la línea de salida.

Según íbamos subiendo la calle Valmojado, veíamos que íbamos poco a poco acercándonos a una chica. Mi compañera de carrera me comentó después que no iba pensando en alcanzarla, pero creo que el ir viendo su estela sí la motivó un poco. Llegamos junto a esta chica al recinto del polideportivo de Aluche donde hay que hacer un curioso recorrido para llegar a la pista de atletismo. Nada más entrar en la pista oímos los gritos de ánimo de Chema. Esto azuzó a mi compañera que emprendió un furioso sprint sobre el tartán. Tanto apretó que me costó trabajo seguir su rastro y más a la otra chica que se quedó totalmente clavada. Fue tan rápida que en esos doscientos metros consiguió sacarla seis segundos.

Pasamos la línea de meta cuando el reloj marcaba un tiempo de 1:48:35, pero descontando el tiempo que tardamos en pasar la línea de salida, se convierte en 1:47:20 según reza la clasificación oficial ofrecida por la organización. Mi compañera acabó muy contenta, no sólo por el tiempo realizado en una carrera tan dura, sino por las sensaciones que fueron extraordinarias. Pienso que su camino hacia la maratón del rock and roll es el correcto.

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Llegada a meta, foto cortesía de runners.es

Después de devolver el chip, nos dieron una bolsa con una camiseta técnica de hombreras, dos botellas de bebida isotónica (una de un extraño sabor), una botella de agua, una naranja, un tetrabrick de caldo Aneto y una bolsita de cereales. Había también la posibilidad de agenciarse una revista de atletismo. Todo por 13 € que costaba la inscripción.

Una carrera muy recomendable. Lástima que esté situada en el calendario tan cerca de Fuencarral. Habrá que plantearse en correr una y otra en años alternos.

XIV Dos leguas Fuente de la Chopera

Hoy he participado por primera vez en esta bonita carrera que se celebra en la ciudad de Leganés. Tenía referencias de esta carrera de varios conocidos y todas buenas, por lo que tenía ganas de participar en esta prueba. Hoy he tenido la ocasión y he de decir que la carrera me ha gustado bastante.

Llegué a Leganés acompañado por una amiga y de un compañero pradolonguero que nos acercó gustosamente en su vehículo hasta la carrera. Después de recoger el dorsal y aliviarme en el servicio de un quiosco que hay junto a la línea de meta nos encontramos con un compañero, asiduo de esta carrera con el que compartimos esos minutos previos al comienzo.

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Haciendo tiempo antes de la salida

Había pensado acompañar a mi amiga en la prueba, en su largo camino hacia la maratón de Madrid, por lo que decidimos no ponernos en primera fila en la salida, aunque tampoco había demasiada gente delante de nosotros.

Dieron la salida y entre que es cuesta arriba y que la carrera es durilla, salimos con precaución.

La carrera transcurre por asfalto y por tierra por lo que es una mezcla entre carrera urbana y cross, aunque la zona de tierra estaba perfectamente acondicionada, habiendo incluso tapado los agujeros con tierra apisonada.

Entre el kilómetro cinco y seis, justo en la parte más dura psicológicamente hablando, hay unos repechos que hacen que se te pongan las piernas al rojo vivo. No teníamos noticia de estas subidas y nos sorprendieron ¡y no gratamente! Ahí mi acompañante tuvo un momento de flojedad, pero consiguió sobreponerse. Iba advirtiéndola que guardase un poco que nos faltaba lo peor.

Esta carrera tiene como seña de identidad la terrorífica subida de la cuesta del cementerio, pasado el kilómetro ocho, por lo que hay que conservar algunas fuerzas para ese momento.

Llegamos a ese punto caliente y creo que solventó dignamente ese escollo aunque sufrió lo suyo. Afortunadamente después el terreno es más favorable y pasado el kilómetro 10 es descendente, ya que es justo lo que se asciende en la salida.

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Justo después de coronar la cuesta del cementerio, foto cortesía de runningFoto.com

El terreno sigue cuesta abajo mientras se bordea el recinto del parque de la Chopera. Pude observar en ese tramo como por detrás se acercaba «como una loba» una rival de mi compañera de aventuras por lo que la iba apremiando para que no la alcanzase, pero no pudo ser. Al final de la cuesta abajo, cuando se entra al parque fue sobrepasada. En estos últimos 400 metros el terreno de nuevo es para arriba y alentaba a mi compi a que lo diera todo para llegar a meta lo antes posible.

Se esforzó lo suyo y alcanzamos la meta cuando el cronómetro pasaba al minuto 55 aunque el tiempo neto oficial fue de 54:50 siendo octava de su categoría. Esta vez se quedó sin subir al cajón que ya se está mal acostumbrando.

Después de recoger la ropa y la bolsa del corredor comprobamos que está bien surtida. Un detallazo que la camiseta sea de manga larga. También había en la bolsa un pack de galletas energéticas, una botella de refresco y un bote de Nestea, así como dos cajitas de muestra de cereales para desayuno y una bandejita de fruta con una banana -totalmente insípida- una naranja y una manzana. La bolsa que contenía los presentes no era la típica bolsa de plástico, sino que era de material plastificado, pero resistente, ideal para ir de compras al súper. Todo por 12 € que costaba la inscripción, que es algo caro, pero nada que ver con los precios astronómicos que acostumbraban años anteriores (en 2011 costaba 16 €).

La verdad es que volvimos a casa con el buen sabor de boca, ya que se trata de una bonita carrera y perfectamente organizada. Volveremos sin duda.

Por cierto la distancia de dos leguas se corresponde con 11.144 metros, según la organización.

XIV Media maratón de Getafe

Hoy se ha celebrado la XIV edición de la media maratón de Getafe. Amaneció un día excelente para correr, pero según se iba aproximando la hora de salida, empezó a levantarse un molesto viento, que estropeó la carrera ya que sopló durante toda la prueba dificultando el avance en algunos tramos. Lo de que favorecía en otros no lo cuento.

Había quedado con Miguel, compañero pradolonguero, y con Chema, compañero maratidiano, para formar un trío como en Valencia y tratar de atacar entre los tres la hora y media. A Chema le parecía muy rápido, Miguel trataba de hacer sobre 1h29 y a mí me daba un poco igual, me conformaba con bajar de los noventa minutos, por lo que el trío no era demasiado homogéneo.

Llegamos con bastante tiempo para encontrar aparcamiento fácilmente -cosa que conseguimos- y no tener apreturas a la hora de recoger el dorsal y pasar por el servicio. Nos encontramos pronto con el resto de pradolongueros que también madrugaron. Nos hicimos las fotos de rigor y estuve haciendo tiempo hasta las diez que había quedado con los compañeros maratidianos.

Pradolongueros en la media de Getafe 2013
Pradolongueros en la media de Getafe 2013

De nuevo, foto de rigor y desde allí a dejar la ropa y estirar un poco y calentar. En el calentamiento vi a Miguel y a su amigo David, pero no fuimos capaces de encontrar a Chema ¡y mira que es alto! Así que configuramos un nuevo trío con un objetivo más uniforme: acercarnos a 1h29, lo que suponía ir a un ritmo de 4:13 min/km.

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Maratidianos en la media de Getafe 2013

Encontramos sitio no muy lejos de la línea de salida y me sorprendió porque había cierta holgura en esas posiciones delanteras. Dieron la salida y tardamos sólo nueve segundos en ponernos en movimiento. Aunque la salida es en terreno descendente, la gran multitud de corredores hace que no sea sencillo correr con soltura, esto hizo que pasáramos ese primer kilómetro en 4:18, algo lentos. El segundo también se nos fue un poco: 4:22. Justo después de este hito kilométrico, unas obras en la calzada provocan que se estreche el camino y de nuevo el ritmo se ralentiza. Ese tercero lo hicimos en 4:23 y le comenté a Miguel que habría que acelerar el paso si queríamos cumplir el objetivo.

Y eso fue lo que hicimos, aumentamos la velocidad y nos situamos a un ritmo de crucero, que segundo arriba, segundo abajo, era el correcto. Ya habría tiempo de recuperar esos segundos que habíamos perdido en los primeros kilómetros. Sobre el kilómetro cinco se pasa por la estación de cercanías donde está el primer avituallamiento. Es una recta de casi dos kilómetros donde el aire pega en contra. Sobre el siete, giro de 180º y ahora el viente soplaba a favor. Ese primer tercio de carrera lo cumplimenté en 29:55, por debajo de la media prevista para cumplir el objetivo.

Aunque el aire era favorable, el terreno se hace duro por los adoquines, ya que son casi dos kilómetros golpeando los pies por terreno tan duro e irregular. Durante ese tiempo iba tirando en cabeza del grupeto, pero en algún momento me quedé solo y no me di ni cuenta. Llegué al kilómetro diez y empieza la bajada donde se da la salida, donde el ritmo se incrementa sin querer. Al final de la cuesta, el segundo puesto de avituallamiento y al recoger la botella oigo una voz pidiéndome que no tirase el líquido elemento. Me vuelto y me encuentro con otro tocayo, un amigo más ciclista que corredor, que me había dado alcance.

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En el km 13, foto cortesía de los atrapasueños

Me vino bien su presencia porque esos fueron los kilómetros que se me hicieron más duros, hasta que coroné la cuesta que habíamos bajado. Ahí me vi con fuerzas y ganas. Poco después de la subida, se llega al kilómetro 14. Hice ese segundo tercio en 29:20 algo mejor que el primero. En carrera no tenía ni idea de estos tiempos, pero sospechaba que había sido mejor que el tercio anterior porque los pasos por kilómetro habían sido más cercanos al ritmo objetivo.

Pasado el kilómetro 15, después del avituallamiento, pareció como si en vez de agua hubiese tomado la poción mágica de Asterix y Obelix porque aumenté el ritmo sin querer y mi acompañante de los últimos kilómetros se quedó atrás a los gritos de «sigue, sigue a tu ritmo». Aunque los adoquines de nuevo se hicieron notar, esos fueron los kilómetros más rápidos de la carrera; no obstante este último tercio fue el más rápido de los tres con 29:03.

Llegué a la meta esprintando como si me fuese la vida en ello (menuda tontería, como si me jugase algo) y crucé la línea con un tiempo en el reloj de 1:28:47 neto de 1:28:38. Medio minuto más que al año pasado, pero muy contento porque ni estoy en la forma de 2012, ni el día era el más propicio. De hecho, prácticamente todo el mundo con el que hablé hizo peor tiempo que en la edición anterior.

Tras la meta
Tras la meta, foto cortesía de runners

Y para terminar, los tiempos por kilómetro para que quede constancia:

Tiempos Getafe 2013
Tiempos de paso por kilómetro y acumulado en Getafe 2013

XIV Trofeo Paris versión 5 km

Hoy se ha celebrado la XIV edición del Trofeo Paris. La prueba estrella es el diez mil que imagino se viene celebrando desde la primera edición. Aquella edición no la corrí, pero sí la tercera (curiosamente también un 13 de enero pero de 2002) cuando se llamaba algo así como Carrera del paseo fluvial del río Manzanares y aunque una parte de la carrera transcurría por un tramo cerca del río, el recorrido era distinto al actual.

Además de la prueba de 10 km habitualmente han organizado otras carreras junto a ésta: carreras para niños, campeonato de veteranos o un par de años que hicieron una carrera sólo para mujeres. En estos dos últimos años han cambiado la carrera de la mujer por una prueba de 5 km abierta a todo el mundo.

El año pasado ya participé en la de cinco kilómetros y como me gustó, este año he decidido volver a probar. Está bien empezar el año con una carrera de pocos kilómetros, aunque Getafe esté a la vuelta de la esquina…

Llegamos trotando desde casa que está a 3 km de la línea de salida, recogimos el dorsal y estuvimos animando a los participantes de la prueba de 10 km en el último tramo. Durante ese rato, apareció Pepe y después Esteban, que había acompañado a Macu. Cuando quedaba un cuarto de hora para empezar la carrera, dejamos la mochila a Esteban y estuvimos calentando y estirando.

Como había pocos participantes (132 llegados a meta), pocos minutos antes de la salida, nos pusimos en la segunda fila y tras oír un sonido de silbato salimos a toda pastilla, como toda carrera corta que se precie. Cuando llevaba cien metros, me di cuenta de que a ese ritmo no aguantaría ni un kilómetro, por lo que bajé el ritmo mientras veía como la cabeza de carrera se iba estirando.

Con tan escasa participación, enseguida coge cada uno su sitio en carrera y hay pocos cambios durante la prueba. Pasados el primer kilómetro y hasta meta, sólo conseguir pasar a dos corredores y tres me pasaron a mí. Sobre todo me sorprendió uno que me adelantó pasado el segundo kilómetro que iba como si cualquier cosa cuando yo iba echando el bofe.

Llevaba bastante tiempo sin acercarme a ritmos de cuatro minutos kilómetro, ni en entrenamientos, ni en carrera, por lo que iba sufriendo de lo lindo yendo a ese ritmo. Y es que salieron los kilómetros a 3:37, 3:59, 3:56, 4:04 y 4:04, por lo que acabé haciendo un tiempo total de 19:41, consiguiendo bajar de 20 minutos que era mi objetivo. He tardado 23 segundos más que el año pasado, pero ya sabía que estaba peor de forma, hacía más viento y encima ¡soy un año más viejo!

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Foto cortesía de pimisa de forofos del running

Después de pasar al línea de meta, botella de agua, bote de refresco y dos camisetas. Una de la maratón de Madrid y otra del Trofeo Paris de color azul, de las que ya tengo alguna que otra. Todo por 10 € de inscripción, que roza lo caro, pero es una carrera que me gusta y mucho.

Tres minutos después, con un tiempo oficial de 23:00, llegó la amiga con la que me había acercado a la carrera, que se hizo con el tercer puesto de la carrera, por lo que volvió a subirse al cajón una vez más.

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Esperando a la entrega de trofeos, no para mí lógicamente

XXXIII San Silvestre vicalvareña

Hoy he participado por octava vez en esta carrera como colofón del año atlético que para mí acaba este día de San Silvestre aunque la federación de atletismo tenga otro calendario.

Había quedado con un heterogéneo grupo de corredores a las once de la mañana en el polideportivo de Vicálvaro, pero llegué a la hora justa y la cola para recoger los dorsales estaba a tope, por lo que gasté bastante tiempo esperando y no pude ver a todo el mundo con los que había quedado.

Después de recoger el dorsal nos hicimos una foto los maratidianos que andábamos por allí y cola de nuevo en el guardarropa.

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Con los compañeros maratidianos antes de la salida

Al final llegamos con el tiempo justo a la línea de salida y salimos como pudimos. Hice toda la carrera junto a una amiga que peleaba por subirse al cajón y aunque hizo una buena carrera al final se quedó en puertas de subir al pódium ya que quedó cuarta de su categoría. Hicimos un tiempo oficial de 38:05, aunque neto de 37:49, según puede verse en la clasificación oficial o en una copia en PDF que conservo aquí

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En pleno esfuerzo por las calles de Vicálvaro

Cuando corrí por primera vez aquí en 2005 éramos cuatro monos, pero hoy había un montón de gente. Desde mi humilde punto de vista (y no es una crítica a la organización ni mucho menos), esta carrera va perdiendo encanto a medida que van pasando los años. Habrá que ir buscando alternativas para años venideros.

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Llegando a meta

¡¡¡Feliz año nuevo!!!

Que el 2013 nos traiga kilómetros y kilómetros de felicidad.

Nos vemos en el asfalto, caminos, cañadas o veredas, pero siempre en marcha.

X Carrera del aceite

Un año más, y ya van tres, me he acercado a Los Navalmorales, pueblo en el que pasé los primeros años de mi vida. La verdad es que paso poco por mi pueblo, pero aunque ya me sienta forastero, siempre me agrada ir.

El año pasado llegué una hora antes por lo que me tuve que pegar un madrugón de órdago; sin embargo esta vez leí bien el reglamente y vi que la hora de inicio de la carrera de los «mayores» empezaba a las doce de la mañana, por lo que no tuve que madrugar tanto. A las ocho sonó el despertador y a eso de las 11:15 estábamos allí. Al tratarse de una carrera poco multitudinaria, resulta muy sencillo encontrar sitio para aparcar y recoger el dorsal. Esta vez me ocurrió algo que nunca me había pasado, ¡alguien había retirado mi dorsal! Tuve la sensación de que otra persona con mi mismo nombre y mi primer apellido se lo había llevado por equivocación. Y eso fue lo que ocurrió, aunque lo supe después. Para solucionar el tema, la organización me asignó otro dorsal.

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Minutos antes de la carrera

Cuando estábamos calentando nos cruzamos con una atleta china del club Bikila. Me sorprendió encontrarme en este pueblo remoto a una persona de tan lejana procedencia. Esta chica fue la que ganó la prueba en categoría femenina. Su nombre es Dong Liu y cuando subió al pódium me enteré que fue campeona del mundo junior de 1.500 en 1992 en Seúl y un año después campeona del mundo absoluta en esa misma distancia en Stuttgart. Además tiene todavía en su poder el récord de Asia de 800 metros con 1:55:54. Según he podido leer, después de trece años alejada de las competiciones, volvió a entrenar en 2011 y parece que no se le ha olvidado esto del correr.

Después de calentar y estirar, cerca de un centenar de atletas nos colocamos tras la línea de salida. Sonó el pistoletazo y aunque estábamos atrás del pelotón, no tardamos prácticamente nada en atravesar el arco de salida. Al ser tan pocos participantes, enseguida se sitúa cada uno en el lugar que le corresponde y durante la carrera resulta difícil que alguien te adelante o adelantes tú.

No quise forzar en absoluto debido a las dudas que mantenía sobre mi estado de forma, así que decidí acompañar a la amiga que se había desplazado conmigo hasta allí. Esta joven, ya en categoría de veteranas B, podía optar a un premio, así que yendo a su vera iba controlando al resto de chicas participantes para azuzar en caso de que fuese necesario a mi compañera de carrera.

No tuve que hacer gran cosa, ella misma iba controlando la carrera y fue adelantando a toda chica que se ponía a tiro. Después de completar las tres vueltas (4,8 km) llegó a meta con un tiempo de 22:28 y dos segundos después llegué yo haciendo, por lo tanto, 22:30. Se puede ver la clasificación en esta copia que conservo aquí.

Lo mejor vino después porque ¡¡¡quedó primera de su categoría!!! y se llevó nada más y nada menos que 23 litros de aceite, que a 2,80 € el litro, supone un premio muy suculento. Desde luego mereció la pena desplazarse hasta allí.

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Posando toda feliz con sus premios

XXXII Maratón de Valencia

Hoy he participado por primera vez en la maratón de Valencia. Este ha hecho el número veintidós en mi lista y sexto fuera de Madrid.

Después del fiasco de Nueva York y en plena crisis de identidad corredora, decidí apuntarme a esta maratón para quitarme la espina. Sabía que no llegaba en buenas condiciones después de tantas semanas de «deskilometraje», pero había que intentarlo.

Salimos con unos compañeros maratidianos el sábado por la mañana y a eso de la una de la tarde estábamos retirando el dorsal. Allí pudimos saludar al quinto maratidiano en discordia, valenciano él, que se había acercado desde Barcelona. Nos hicimos una foto después de recoger el dorsal por si acaso…

Cinco valientes maratidianos
Cinco valientes maratidianos

Carlos decidió comer en casita, pero nosotros habíamos pensado comer allí. Buscando la comida de la pasta arroz nos encontramos con Miguel, compañero habitual de Pradolongo.

Las previsiones del tiempo eran horrorosas, prácticamente sábado y domingo lloviendo, pero estuvimos por la tarde haciendo turismo por Valencia y no cayó ni una gota; sin embargo, durante la cena empezó el festival de lluvia y gran aparato de rayos y truenos. Caía tal cantidad de agua que se nos ocurrió pedir la dueño del restaurante unas bolsas de basura «king size» para mojarnos lo menos posible en la línea de salida.

No me enteré de nada, pero según cuentan, durante toda la noche no paró de llover, pero cuando me desperté a eso de las cinco no caía ni una gota y la temperatura era agradable. Desayunamos con tranquilidad y salimos con prontitud para tratar de aparcar el coche no muy lejos de la salida/llegada. Y lo conseguimos. El guardarropa funcionaba a la perfección y dejamos los trastos en cuestión de segundos. Estuvimos esperando al compañero, pero se retrasó y no pudo salir en la foto. Una verdadera lástima. Aunque sí vimos a Miguel, por lo que éste sí apareció en la foto, como bien puede verse.

Antes de tomar la salida
Antes de tomar la salida

La salida estaba organizada por cajones y creo que salvo raras excepciones, cada uno se colocó en su cajón. Durante la espera, viendo que no venía la lluvia, ni que la temperatura era baja, nos deshicimos de nuestras bolsas de basura. Ocurrieron dos graciosas anécdotas dignas de constatar. La primera fue que Miguel se equivocó al hacer la inscripción y puso que había nacido en 1924 y aunque lo corrigió el día anterior al recoger el dorsal, alguien no debió enterarse y dijeron por megafonía que hoy corría un individuo de 88 años. La segunda anécdota fue originada por la afición desmedida de los valencianos a los petardos. Segundos antes del disparo oficial, pusieron una traca y los primeros del pelotón salieron como almas que lleva el diablo. Tuvieron que detener la carrera y hacer que el pelotón de 9000 personas caminara hacia atrás para dejar sitio a los escapados. La salida fue nula. Ignoro si ha habido muchas salidas nulas en una maratón, pero resulta raro.

Debido al incidente, después de retrasarnos un poco, estuvimos bastantes minutos esperando hasta que se dio la salida oficial. Sonó el pistoletazo y nos lanzamos por las calles valencianas con el ánimo intacto, soñando en nuestro fuero interno con la gloria en nos esperaba junto al Hemisfèric.

Se hace difícil coger el ritmo, ya que el pelotón era grande, las calles no son muy anchas y los charcos que había estrechaban en algunas zonas aún más, por lo que había que zigzaguear si quería mantenerse el ritmo. Tanto Chema, como Miguel como yo, nos íbamos mirando de reojo para no perder los unos la estela de los otros.

La idea era mantener un ritmo sostenido aproximado de 4:30, segundo arriba, segundo abajo. A Chema le parecía muy rápido, pero iba con mucha soltura. A Miguel se le veía francamente bien, por lo que no nos extrañó que en el km 7 decidiera irse. Al poco le vimos un poco por delante del pelotón de las 3h15. Y así nos mantuvimos un montón de kilómetro: el por delante del cartel de 3h15 y nosotros por detrás, sin acercarnos demasiado al pelotón y sin agobiarnos, ya que llevaban un ritmo un tanto irregular.

En el kilómetro 20 daban un gel. En la maratón de Madrid lo cogí y me fue bastante bien, así que aquí hice lo mismo, un poco agobiado porque parecía que se acababan, pero al final conseguí dos, uno de los cuales se lo pasé a otro corredor que se había quedado sin ninguno. El imprescindible tener agua para beber después de meterse el gel en la boca, porque en caso contrario se forma una pasta imposible de tragar.

El paso por la media maratón lo hicimos en menos de 1h37 según nuestro reloj. Echamos de menos un relojito con el tiempo de carrera, pero es lo que había. Esta es la más desapacible con diferencia de toda la carreras. Se trata de un largo bulevar que hay que hacerlo de ida y vuelta. Allí volvimos a ver a Miguel que nos sacaba ahora sí una distancia interesante. La única distracción que había por allí era unos altavoces que escupían a todo volumen la música de la película Carros de Fuego. Además el tráfico estaba abierto por esa zona y era todavía más desagradable. Podrían pensar en suprimir este tramo. A mí, desde luego, no me gustó nada. Para colmo, en la subida del bulevar empecé a notar que las piernas no iban muy finas.

Junto a Chema, por las calles de Valencia
Junto a Chema, por las calles de Valencia

La temperatura en la salida y en estos primeros kilómetros era muy buena, rondando los 17º, pero las nubes se iban abriendo, el sol iba apretando y la temperatura subía según pasaban los kilómetros. Eso iba a ser un hándicap añadido.

Sobre el 26 y 27 hay un par de túneles subterráneos bastante largos. Es prácticamente la única cuesta de todo el recorrido. Para animar esa parte, la organización puso un montón de altavoces con una música ratonera que Chema identificó como la canción de Safri Duo Bongo Song. A Chema esa música le puso las pilas, pero a mí no me gustó nada. Espoleado por este ritmo de tambores, bajando el túnel, aprovechó su gran zancada y se me fue yendo, pero tampoco me preocupé porque aunque notaba las piernas cansadas todavía me veía con fuerzas.

Poco después de salir de los túneles pude volver a ponerme a la altura de Chema y algo después llegamos al km 30 donde la organización nos obsequió con otro gel. De nuevo eché mano a la comida como si del bálsamo de Fierabrás se tratase, pero lo que necesitaba era otras piernas, no un engrudo azucarado.

En el km 33 nos estaba esperando una amiga con plátanos por si hacía falta más energía. Andaba un poco despistado porque el GPS se había vuelto un poco loco al pasar por los túneles y pensé que el kilómetro 33 era el 34, así que cuando llegué al 35 me llevé una terrible desilusión. Fue en ese kilómetro 33 cuando me vine abajo. Chema siguió a su ritmo y yo aflojé. Las piernas estaban cansadas y el estómago me dolía. Llegó el temible muro y no fui capaz de sortearlo.

A partir de entonces, los kilómetros que engullía a ritmos cercanos a 4:30 se fueron alargando y alargando cada vez más, llegando a realizar algunos a más de 6:00 y viendo como me adelantaban manadas y manadas de corredores. Sólo aquellos que se ponían a andar podía adelantarlos.

Mi amiga me acompañó en estos últimos kilómetros y me animó lo suyo, pero cuando no se tienen piernas, no se puede hacer más, sólo sufrir y sufrir y tratar de llegar a la meta con la dignidad intacta como diría el bueno de Juan Ignacio. Gracias a que ella me acompañó, porque en caso contrario me hubiese derrumbado por completo.

En este tramo final, la carrera transcurre por el barrio de El Cabañal, algo desértico de gente y con el sol apretando ya con ganas. No sé la temperatura, pero estoy convencido de que los termómetros sobrepasaban los 20º y eso mezclado con la humedad y el cansancio, forman un cóctel terrible para el corredor. Por esta zona había algunos grupos aporreando tambores y curiosamente al contrario que en los túneles, esta vez la percusión me animó. Me pareció muy simpático el grupo de personas disfrazadas de vaca. Choqué sus manos para tratar de salir un poco de la rutina de poner un pie delante del otro.

Cuando faltan tres kilometrillos ya se ve el Hemisfèric y uno se anima pensando en el final, aunque haya que dar un ligero rodeo. Parecía que las molestias en el estómago remitían y eso me animó aún más. Llegando al kilómetro cuarenta la tendencia de ir cada vez más lento se invirtió y pude acelerar un poco, aprovechando además que el terreno es más favorable.

Al entrar en la zona de la Ciudad de las artes y las ciencias, ya en el último kilómetro, el suelo está adoquinado y resulta un poco incómodo, pero eso ya no importa, estamos en el kilómetro de gloria y ya nada podía detenerme. Por desgracia, a mi acompañante la echaron del circuito y me quedé solo poco antes de llegar a la plataforma que montan sobre el agua donde está situada la línea de salida.

Para no llegar mareado como hace dos años en Mapoma me tomé la llegada con relax, disfrutando de esos últimos metros mirando a un lado y a otro y paladeando el dulce sabor que produce la llegada a la meta de una maratón. El reloj de meta marcaba 3:25:20 que teniendo en cuenta el tiempo que tardé en pasar la línea de salida, se convierte en 3:24:19 que es mi cuarta mejor marca en la distancia. Tengo que estar contento, no siempre se puede realizar una mejor marca personal.

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Llegando a meta, ¡por fin!

Una vez cruzada la meta nos dieron agua, Powerade, una bolsa de mandarinas y una bolsa donde había una palmera de chocolate, un pastel de manzana y unos palitos de pan y chocolate. Recogí la bolsa de la ropa en menos de un segundo y me fui hacia el punto de encuentro donde habíamos quedado los maratidianos. Allí me cambié de ropa y zapatillas, hice unos estiramientos y estuve disfrutando del sol mientras daba cuenta de los líquidos que nos habían dado y de las mandarinas, que estaban buenísimas.

Estuvimos en el punto de encuentro hasta que llegamos todos. Chema pasó por la mano de los fisios y vino como nuevo, feliz como una perdiz con su MMP de 3h17 ¡me sacó siete minutos en nueve kilómetros! El siguiente en aparecer fue Carlos que hizo algo más de tres horas y media, pero muchos kilómetros empujando el carrito de su niño. Después llegó Isidoro también muy contento con su MMP de 3h50 y aunque tuvimos que esperarle un poco, fue Fran el que sin duda más contento y satisfecho estaba, ya que había conseguido terminar su primera maratón. Sin duda ninguna finalizar la primera maratón supone una satisfacción y una emoción difícil de igualar. Mi compañero pradolonguero también pinchó un poco y llegó a la meta con un tiempo neto de 3:21:59. Eso sí, llegó el primero de su categoría de veteranos H. Parece que todavía no habían solucionado la equivocación.

Tras reunirnos todos nos fuimos a encargar un paella y mientras la hacían metimos las piernas en el mar. El agua fría del mar viene de maravilla para recuperar las piernas. Absolutamente recomendable.

¡Qué fría estaba el agua!
¡Qué fría estaba el agua!

Creo que es una carrera absolutamente recomendable. Organización muy buena, animación excelente y trazado llano. Poco más se puede pedir. Bueno, que no permitan circular los coches junto a los corredores.

(Gracias a Chema porque he fusilado partes de su relato)