XXVII Carrera popular ciudad de Getafe

Hoy he participado por primera vez en esta carrera que se celebra no muy lejos de casa, ya que viviendo en el sur de Madrid las carreras de Getafe pillan más cerca que muchas de las que se celebran en la capital.

La carrera comenzaba a las 9:30 y habíamos quedado a las 8:00 en el punto de encuentro habitual pradolonguero para acercarnos hasta allí en el coche de Emilio que se había prestado solícito a llevarnos. Al estar tan cerca, enseguida estábamos cerca de la zona de salida/meta y encontramos sitio para aparcar con facilidad. Total que cuando entramos en el polideportivo, estaban todavía casi empezando a organizar los diversos apartados de la carrera.

Retiramos dorsal, nos hicimos una bonita foto, dejamos la bolsa en el ropero e hicimos algo de calentamiento antes de salir a la avenida don Juan de Borbón donde se daba la salida.

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Cuatro pradolongueros antes del comienzo de la carrera

Para quien haya corrido la versión tradicional de la media de Getefe, donde se daban dos vueltas, esta carrera es prácticamente idéntica a una de las vueltas de esa media, ya que empieza en el mismo sitio, acaba en la misma pista de atletismo y pasa por las mismas calles, con alguna mínima diferencia.

Salí con Joaquín con la idea de acercarme a 41:20, que supone un ritmo de 4:10 min/km, pero ya incluso antes de empezar me parecía algo ambicioso. Dieron la salida y Joaquín salió como un poseso, yo iba instalado a un par de metros más atrás. Pasamos el primero kilómetro y el crono marcó 4:00, muy rápido pensé, a ver si baja un poco el ritmo, pero Joaquín seguía erre que erre y aunque el segundo kilómetro es un poco para arriba, el crono marcó 4:05. Me seguía pareciendo muy rápido, pero mi compañero es así: salir a tope hasta reventar.

Aguanté como pude esos dos metros por detrás de él hasta el kilómetro cinco donde estaba situado el avituallamiento. El cronómetro marcaba 20:52, un tiempo peor que un par de semanas antes en Torrijos, pero ya notaba que las piernas no eran las de aquel día y que el plan B de tratar de mejorar la marca en esa carrera iba a ser también complicado.

A partir del meridiano de la carrera, Joaquín empezó a irse metro a metro. El seguía a buen ritmo y yo cada vez peor, tratando de no perderle de vista… pero se alejaba sin remedio. Yo no iba nada fino, así que ya empecé a pensar en un plan C donde el objetivo era hacer sobre 42:30 a un ritmo de 4:15.

Según transcurrían los kilómetros más lejos le veía y así, con esa tónica, nos fuimos acercando a la meta. Volví a ver al pradolonguero volador mientras yo bajaba por la avenida don Juan de Borbón y él subía ya dentro del recinto del polideportivo buscando la pista del cien.

Aceleré lo que pude en ese último kilómetro y algo de fuerza me quedaba porque fue el tercer mejor tiempo de los diez kilómetros. Llegué a meta con un tiempo oficial de 42:38 un poquito más de lo esperado en el plan C.

Joaquín hizo un carrerón y acabó con una marca de 41:44, por lo que me metió casi un minuto en cinco kilómetros. De todas formas, no estaba contento del todo. La otra pareja pradolonguera acabó con 48:14.

Después del paso por la línea de meta fuimos obsequiados con una camiseta técnica, muy bonita, por cierto, un plátano, una botella de agua y un bote de Aquarius. El precio de inscripción es de 10 € en un primer plazo y 12 € en un segundo. Desde mi punto de vista, un poco caro, pero la organización estuvo muy bien, la camiseta es de muy buena calidad y se trata de una carrera homologada, que ahí también la Federación se lleva tajada.

Al igual que Joaquín, tampoco acabé muy contento con la carrera, ya que hice más tiempo que en Torrijos dos semanas antes… aunque empiezo a pensar que a la carrera toledana le faltaba algún metro para llegar al diez mil. De todos modos, aunque en carrera no me molestó en absoluto la lumbalgia, no he entrenado bien por su culpa y además estoy pasado de peso. Ayer marcaba la báscula 70,1 kg que es menos que la pesada anterior, pero todavía lejos de lo que debería.

Según el GPS: 10,09 km en 42:41 @ 4:14 min/km # VDOT = 48,7 # T = 4:21 # M = 4:37

VIII Carrera popular villa de Torrijos

Un año más me he acercado a esta localidad toledana a participar en su carrera popular y otro año más que he acabado más contento que unas castañuelas de la experiencia.

Ya lo he dicho por activa y por pasiva que me parece una de las mejores carreras de cuantas conozco y año a año lo siguen demostrando los miembros de la Asociación Atlética Torrijos.

No tenía muy claro cuanto podía dar de sí, ya que la última carrera en la que me «exprimí» fue la Carrera Proniño, así que me fijé la meta de hacer sobre 42 minutos. Y si pudiera bajar de esta marca, miel sobre hojuelas.

Traté de salir controlando el ritmo, pero me fui animando y picando con otros corredores, sobre todo con un individuo vestido de color naranja que me adelantaba una y otra vez acortando por las aceras. La verdad es que da igual llegar un puesto antes que después… pero jode este tipo de acciones.

La carrera consta de dos vueltas idénticas y en la primera pasé bajo el arco de meta con 20:38. Así que vi factible hacer los 42 minutos previstos e incluso bajar. Muy mal se me tenía que dar la segunda vuelta.

Y peor se me dio, porque notaba que me flojeaban uno poco las fuerzas y veía en el reloj que los kilómetros iban cayendo con tiempos peores de los que me hubiese gustado.

Este año han cambiado el circuito para evitar ciertas revueltas que se hacían en el último kilómetro. Además con el cambio, hay un tramo que vas por la sombra de los árboles del paseo. Lo que se gana por un lado, se pierde por otro, porque el tramo por el paseo es sobre tierra, con la consiguiente pérdida de algunos segundos y después de acabar el paseo y girar 180º el camino es ligeramente ascendente. Muy ligeramente, pero se nota.

El espécimen recortador de aceras me había sacado bastante en esa segunda vuelta, pero ya cerca de meta vi que le iba recortando el terreno, así que traté de acercarme a él para darle matarile en los últimos metros. Y la verdad es que llegamos juntos a meta, aunque habría que ver la foto finish para determinar si conseguí sobrepasarlo o no.

El tiempo oficial fue de 41:54 lo que indica que la segunda vuelta (21:16) fue bastante peor que la primera (20:38), pero es que últimamente no soy capaz de controlarme al principio y voy demasiado deprisa en los primeros kilómetros. Llegué el 87º de la general y el 32º de mi categoría. Ni bien ni mal, sino todo lo contrario.

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Llegando a meta, apretando los dientes para adelantar al recortador (foto cortesía de la organización)

Al llegar a meta fuimos obsequiados con una medalla y una toalla. Algunos metros más allá había diversos tenderetes con melón, bocadillo, refresco, agua y cerveza con patatas fritas a discreción. Antes de comenzar la carrera nos habían regalado una bonita camiseta técnica de manga larga. Y todo por 6 €. No está nada mal. Una magnífica carrera que hay que agradecer al buen hacer de la Asociación Atlética Torrijos.

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Después de llegar a meta, con nuestras flamantes toallas

Según el GPS: 9,88 km en 41:56 @ 4:15 min/km # VDOT = 48,4 # T = 4:22 # M = 4:39

VIII Cross de Bajamar

Resulta curioso, pero a veces parece que le siguen a uno las carreras. Vamos de vacaciones a Bajamar, Tenerife, aparcamos el coche para bajar las maletas y veo que hay unas señales de prohibido aparcar porque al día siguiente se va a celebrar el Cross de Bajamar. Y además puede uno apuntarse el mismo día de la carrera. ¿No es esto una invitación a participar?

Llevaba dos semanas sin correr por la picadura de un bicho y no tenía muy claro si iba a poder hacerlo, pero me levanté, probé a trotar y no me dolía más que si no trotase, así que no había ninguna excusa. No encuentra uno todos los días una carrera a cien metros de su residencia. De todas formas, la idea era tomarse la carrera con tranquilidad, que no estaba el horno para bollos.

Según pude ver por internet las carreras comenzaban a las diez de la mañana, por lo que a las nueve habíamos quedado para hacer la inscripción. Por hacerlo el mismo día costaba 4 €, sólo 1 € más que en plazo, así que nos apuntamos y nos dijeron que la carrera de los mayores empezaba a las doce. Así que, vuelta al apartamento.

Sobre las once y cuarto salimos hacia donde estaba situada la salida y meta de la prueba. Estuvimos estirando, calentando un poco y escuchando al speaker que nos decía cómo eran las vueltas que debíamos dar. Según ponía el cartel la carrera era de 6,3 km aunque decían que cada vuelta era de 2,8 km. Algo no cuadraba, pero eso era lo de menos.

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Esperando a que den la salida

No tenía reloj, así que imagino que darían la salida a la hora prevista. Se salía pegados al mar por un paseo marítimo y se continuaba por allí hasta donde acababa, que se daba la vuelta y se volvía sobre nuestros pasos para salir a las calles de Bajamar por una interesante rampa. Desde ahí hasta «las canchas» era todo cuesta arriba. Desde las canchas se volvía por el mismo camino hasta alcanzar la calle donde estaba instalada la meta que había que subir para luego bajar. Desde el arco de meta se bajaba por la rampa por donde habíamos salido para afrontar la segunda vuelta.

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Salida de la prueba junto al mar

Lo llaman cross aunque no se toca ni un poco de barro ni tierra en ningún momento. O bien vas por las piedras del pavimento del paseo marítimo o bien vas por las calles de Bajamar. Yo más bien lo llamaría, si acaso, cross urbano. Eso sí, cross o no cross, el caso es que la carrera es dura.

Después de dos semanas sin correr nada y algo temeroso de no poder hacerlo por la picadura, salí con la única intención de ir al ritmo que me pidiese el cuerpo… que no era nada del otro mundo. Así que sufría en las cuestas arriba -no mucho- y me soltaba en las cuestas abajo, tampoco mucho.

Y así fueron pasando los kilómetros que se me hicieron muy cortos. Tan cortos, que no me parecía que fuesen más de seis kilómetros como indicaban. De hecho, luego pude mirar el GPS de uno de los participantes y vi que ni cinco kilómetros tenía, ya que dicho aparato marcaba poco más de 4,8 km.

Apreté un poco en la última subida y en la última bajada para tratar de adelantar a un individuo que me había adelantado y lo conseguí, por lo que llegué a meta en una posición menos. Lo cual no tiene la menor importancia, pero por aquello de que parezca que está uno compitiendo. Lo realmente importante es que la picadura aunque todavía me sigue doliendo no me ha molestado más por el hecho de haber corrido ni he notado molestia alguna durante la carrera. Así que muy contento. El tiempo oficial según he visto en la web de la organización ha sido de 21:47.

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Entrando en meta

Después de entrar en meta: bebida isotónica, agua, sandía y plátano para recuperarse. Además de una bonita camiseta de algodón de un color azul bastante atractivo. Todo por 3 €, uno más si te apuntabas a última hora como hice yo.

Una carrera muy recomendable para aquellos corredores que vivan en Tenerife o como mucho, en alguna isla vecina.

VI Carrera Proniño

Se trata la Carrera Proniño de una carrera significativa para el equipo; no obstante llevamos el nombre de la fundación en la camiseta. Es por eso que esperaba una buena participación maratidiana, pero hoy nos hemos dado cita junto a la boca de metro de Ronda de la Comunicación un nutrido grupo… tantos como cinco. Está claro que somos un equipo de chichinabo.

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Preparándonos para la foto

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Foto del equipo. Gracias a Iñaki por ambas fotos

Al contrario que en la Ciudad de los Ángeles, hoy hemos tenido suerte con la climatología porque aunque hacía sol, corría una brisa fresquita que hacía que la temperatura fuese más agradable. Eso ha hecho que se pudiera correr mejor que hace dos semanas.

Salí con la idea de hacer sobre 42:30, lo que implica llevar un ritmo de 4:15 durante toda la carrera, pero se trata de una prueba donde el terreno es ondulado, por lo que conviene recortar segundos en las zonas más favorables para tratar de compensar la pérdidas en las subidas. Así, salí algo fuerte e hice los dos primeros kilómetros bastante rápidos, a 4:00 y a 3:58, pero enseguida vi que no tenía piernas para muchas alegrías, las notaba cansadas, por lo que el ritmo fue decayendo poco a poco.

Suele ocurrirme en las carreras de diez kilómetros que donde peor lo paso es en el sexto y séptimo kilómetro y esta vez no fue una excepción, además se juntó que esos kilómetros transcurren por la zona que quizás sea la más dura. Estaba deseando pasar el kilómetro ocho porque sabía que pasado ese punto hay una cuesta abajo que ayuda un poco a recuperar.

Del ocho y medio hasta el nueve es hacia arriba, pero no se me dio tan mal como temía, quizás porque ya veía la meta cerca. Sabía que un poco más de ese hito kilométrico el perfil es más llano e incluso favorable en la última recta de meta. Lo peor de la recta de meta es que se hace muy larga. Son cuatrocientos metros, pero parece que no terminan nunca. Según que iba acercando a meta veía que el cronómetro se iba acercando peligrosamente a los cuarenta y tres minutos, por lo que apreté los dientes todo lo que pude, de esta forma conseguí pasar por debajo del arco de meta cuando el reloj marcaba 42 minutos y 56 segundos, aunque descontando el tiempo que tardé en pasar la línea de salida se queda en 42:43 haciendo algunos segundos más del objetivo previsto, pero tengo que darme por satisfecho ya que mi estado de forma dista bastante de lo que quisiera.

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Entrando en meta por la tangente. Foto cortesía de Sport Life

Después de entrar en meta, sprint hasta el guardarropa para coger las octavillas que debía repartir para promocionar la Carrera Popular Barrio del Zofío, carrera de mi barrio que se celebrará el domingo que viene y a la que os animo a todos a participar. Una magnífica carrera organizada por corredores para corredores. No os sentiréis defraudados.

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Cartel de la Carrera Popular Barrio del Zofío

XXX Carrera del Árbol

Se celebra en Vallecas todos los años una carrera no competitiva organizada por el Club Deportivo el Árbol. El distintivo de esta carrera es que todos los llegados a meta son obsequiados con un árbol, bueno más concretamente, un esqueje de árbol.

A punto estuve de no poder participar, porque hice la inscripción el 15 de mayo y ya ni me acordaba que los días de recogida de la camiseta dorsal eran el martes, miércoles y jueves. Tenía la creencia de que al igual que todas, el dorsal se debería recoger el viernes y el sábado. Todo ufano, el viernes por la mañana entré en la página web de la carrera para ver el lugar de recogida de la camiseta y descubrí, para mi desgracia, que ya se había acabado el plazo. Busqué un número de contacto en la web y llamé al presidente del club que organiza el evento para ver si había manera de conseguir la camiseta. Le estuve llorando un poco y accedió a permitirme que fuese el sábado al polideportivo de Palomeras a por las camisetas de marras.

Así que el sábado a las tres en punto estaba en el polideportivo de Palomeras. La actividad allí era frenética. Estaban preparando las bolsas que iban a regalar a los corredores y había multitud de voluntarios introduciendo productos diversos en las bolsas. Gracias a la amabilidad de esta gente nos hicimos con nuestras bonitas camisetas que al día siguiente lucían esplendorosas 😉

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Con nuestras bonitas y llamativas camisetas

Este año habían decidido aumentar el kilometraje de cuatro a cinco kilómetros, no sé muy bien por qué, así que tocaba meterse un kilómetro extra entre pecho y espalda. Al tratarse de una prueba no competitiva decidimos salir los cuatro componentes de la foto al ritmo del más lento, por lo que empezamos muy tranquilos y muy tranquilos seguimos hasta el final, excepto uno de los componentes del grupo, que ya cansado de ir a ritmos sobre los seis minutos decidió cuando faltaba algo menos de dos kilómetros acelerar el paso. Así que nos quedamos sólo tres que llegamos a meta en buena comunión.

Una vez traspasada la línea de meta, fuimos obsequiados con una botella de agua, un Aquarius y una bolsa de deporte muy mona donde había diversos regalos: un tetrabrik de caldo Aneto, unos balón de baloncesto deshinchado, un zumo, un batido y un contenedor de basura de los amarillos, para envases, en miniatura muy útil para utilizarlo como contenedor de lapiceros y bolígrafos. Todo por el precio de 6 € más 20 céntimos de comisión.

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Contenedor amarillo miniatura

El burrito no venía en la bolsa del corredor ni dentro del contenedor. Lo adquirí en la tienda solidaria del Refugio del Burrito. Y ya aprovecho a publicitarlos, por si alguno quiere ayudar a esta organización que se encarga del cuidado y protección de estos animales frente a una vida de abandono y sufrimiento, mientras otros aún juegan un papel vital en la vida y felicidad de muchas personas. Ellos son el alma de todo lo que hacemos aquí en El Refugio del Burrito.

XXXVII Carrera Popular Ciudad de los Ángeles

He participado, por segunda vez, en la Carrera Popular Ciudad de los Ángeles. Se celebraba nada menos que la XXXVII edición de esta carrera, lo que la convierte en una de las más longevas de las populares de Madrid. Este año ha dejado de ser gratuita, pero el precio de la inscripción de sólo 3 € es prácticamente simbólico.

Llegamos sobre las 8:20 al lugar donde está ubicada la meta/salida y ya hacía bastante calor, lo que me dio muy mal rollo. Para correr prefiero el frío, sin ningún género de dudas. Pero en esta época del año, es más fácil que salga un día caluroso que frío.

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Posando con una amiga antes de comenzar la carrera

La carrera son tres vueltas a un circuito de algo menos de 3,3 km, con alguna pequeña cuesta que se hace notar, más si cabe debido al calor. Sobre todo hay un bonito repecho al final de cada una de las vueltas que se me hizo duro, más duro en cada una de las vueltas.

Siendo mi 228ª carrera popular, sufrí dos errores de principiante, debido sobre todo a las prisas. El primero de ellos fue no hacer doble nudo a los cordones de las zapatillas. Eso provocó que sobre el kilómetro tres se me desabrochara la zapatilla izquierda. Tuve que parar a atarla porque no iba nada cómodo con el cordón en ese estado.

El segundo error fue no hacer doble nudo a la otra zapatilla aprovechando esa parada. Eso provocó que en la siguiente vuelta tuviera que volver a parar. Estas dos paradas aparte de hacerme perder algunos segundos, consiguieron que el ritmo fuese un tanto irregular y que no consiguiera ir cómodo en ningún momento. Bueno, las paradas y que no ando muy fino últimamente como ya me di cuenta en el entrenamiento del martes.

Salí con la idea de hacer sobre 42 minutos, aunque en mi fuero interno creía que quizás pudiera hacer 41. La idea era ir in crescendo en cada una de las vueltas, por lo que iba controlando con el cronómetro el ritmo. Hice el primer kilómetro en 4:18 y aunque fue algo más lento de lo pensado lo di por bueno debido al atasco que sufrí en los primeros metros.

En el segundo vi en el cronómetro que el ritmo bajaba de cuatro minutos, por lo que traté de calmarme un poco, que me veía algo acelerado, aunque el ritmo alto era debido a que el terreno es favorable. Al bajar algo el ritmo hice ese kilómetro en 4:04. La cosa iba bien.

El tercer kilómetro, aunque empecé con el problema de la zapatilla, se fue a 4:19 y el cuarto, en el que tuve que parar a atarla sólo conseguí hacer 4:33, se me irían quince o veinte segundos en la parada. Hasta ese momento iba junto a una chica y al volver a ponerme en marcha vi que iba unos cincuenta metros delante de mí. Traté de acercarme a ella, pero no era posible, no marchaba todo lo bien que me hubiese gustado.

Visto lo visto, ya había desechado aumentar el ritmo en la segunda vuelta. Me conformaba con seguir al ritmo que había hecho en los primeros kilómetros y más o menos así fue, hice el quinto y el sexto en 4:16 y 4:19, pero pasado ese sexto kilómetro se me desabrochó la otra zapatilla y entre que volví a parar y que aflojé algo el ritmo al beber agua y la cuesta, hice ese séptimo kilómetro el peor de todos, en 4:55.

Ahora venían dos kilómetros favorables. Hice el octavo en 4:17 y el noveno, ya muy cansado y muy acalorado se fue a 4:27. En la última cuesta de la jornada me adelantó David, el de Danone, me animó, pero ya iba muy mal y no pude ni seguirle. También salió ese kilómetro (bueno, sólo fueron 800 metros) en 4:27. Salieron en total 9,8 km.

Total que entre esos problemas y que no iba nada fino, sufrí bastante y llegué a meta con un tiempo oficial de 43:05. Un tiempo no muy allá, pero cuando no se puede, no se puede.

Aunque a mí se me dio fatal, la amiga con la que había venido hizo una buena carrera y consiguió auparse al tercer puesto del cajón.

II Carrera del río de Toledo

Traté convencer en días pasado a mis compañeros de asistir a la carrera de las hoces del Huécar, pero al final no tuvo éxito la propuesta, así que pensé en otro objetivo y convencí, a última hora, a una amiga para participar en la segunda edición de la carrera del río de Toledo.

Se trata de una prueba que transcurre en su mayor parte por una senda que va pegada al río Tajo. Se sale del barrio del Polígono, situado a las afueras de la ciudad y llevando el río a derechas durante muchos kilómetros, los corredores nos vamos acercando al centro de la ciudad, aunque la carrera acaba en un aparcamiento muy cerca de la estación del tren aún fuera del casco histórico de Toledo.

Se está poniendo de moda en las carreras toledanas correr por parejas. Puedes apuntarte como parejas mixtas o por parejas de chicos o de chicas. En nuestro caso, obviamente, nos apuntamos en la categoría de parejas mixtas y nos asignaron el dorsal 212, número capicúa que siempre es señal de buena suerte.

El objetivo era alcanzar al menos el tercer puesto del cajón, así que salimos a buena marcha con la mente puesta en el objetivo. Hicimos el primer kilómetro en 4:30 y pensamos que era mejor relajar un poco la marcha, ya que a esas horas, pasadas las once de la mañana, hacía un calor horroroso.

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Dentro del primer kilómetro, aún por asfalto, foto cortesía de atletismotoledano.blogspot.com.es

No se hace ni un kilómetro por asfalto cuando por un túnel que pasa bajo la vía del tren se toma un camino que ya no se abandona hasta la llegada. La idea era ir sobre 4:45 y marchando a ese ritmo enseguida nos pusimos detrás de una pareja. Estuvimos un par de kilómetros agazapados a su espalda pero se me ocurrió pasarlos ya que me estaba pareciendo que mi compañera se iba acomodando a su ritmo, un poco por debajo de cinco minutos, y que podíamos ir más rápido. Craso error.

No demasiado lejos pude divisar otra pareja que pensé que a lo mejor podíamos alcanzar; sin embargo, pasado el kilómetro cinco empecé a notar que a mi partenaire le estaba costando. El calor era insoportable y ni siquiera la cercanía del río lo mitigaba. Los árboles que había junto al río están situados al oeste por lo que había escasos tramos de sombra.

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Sobre el km 7, junto al río, foto cortesía de atletismotoledano.blogspot.com.es

En las carreras de diez kilómetros siempre lo he pasado mal en el tramo del cinco al seis, por lo que pensé que a mi compi le estaba pasando lo mismo, pero no fue así, iba perdiendo fuelle poco a poco debido al calor y a que sentía las piernas muy pesadas.

Pasado el kilómetro siete nos adelantó la pareja a la que habíamos adelantado poco antes y no fuimos capaces de seguir su ritmo, poco a poco se nos fueron escapando. Nos dimos cuenta que las posibilidades de subir al cajón se esfumaban, pero cuando vas mal poco se puede hacer, por mucho dorsal capicúa que lleves.

En un determinado punto, que además estaba sombreado, un espectador nos dijo que estábamos en el último kilómetro. Miré el GPS y vi que íbamos por el km 8,5, por lo que pensé que era la típica frase de ánimo a los corredores, pero no era así, el hombre tenía razón porque la carrera no llegaba a los diez que indicaba el reglamento.

Cuando nos acercábamos al aparcamiento donde estaba instalada la línea de meta aceleramos un poco para acabar la carrera lo más pronto posible y poder conseguir algo de agua y, de este modo, atravesamos la línea de meta con un tiempo oficial de 47:38 en un distancia aproximada de 9,6 km y consiguiendo la quinta posición en la categoría de parejas mixtas.

En la meta, agua y refresco fresquitos y plátano y naranja para reponernos del esfuerzo. También una bonita camiseta, todo por 16 € que valía la inscripción como pareja.

Desde mi punto de vista, se echó en falta un avituallamiento a mitad de carrera en un día tan caluroso, pero imagino debe ser complicada prever que a principios de mayo fuese a hacer un día con una temperatura muy elevada. Cuando nos íbamos a recoger el coche, vimos que un termómetro cercano a la estación de tren marcaba 32 grados, por lo que no es de extrañar que en la meta hubiese un hombre tendido, quizás deshidratado, siendo ayudado por las asistencias.

La organización ha tenido dos fallos que deberían tratar de arreglar, uno relacionado con el otro. Deberían plantearse modificar la hora de la carrera y hacerla más temprano. Y si no es así, al menos poner un puesto de avituallamiento a mitad de carrera.

XXXVIII Maratón de Madrid

Hoy he participado en la XXXVIII edición de la maratón de Madrid de la forma más inesperada y sorprendente.

No tenía ninguna intención de correr esta prueba, ya que no había entrenado para ello. Corrí el 15 de marzo la media de Villarrobledo, estuve parado veinte días y el 3 de abril comencé a entrenar, pero sin tener en mente la maratón. De hecho, la tirada más larga la hice el sábado 18, que fueron 15 km y me pareció una distancia demasiado larga, acabé bastante cansado

Jesús un compañero pradolonguero debutaba este año en la distancia de Filípides, así que varios del equipo decidimos acompañarle. Unos iban a hacer la maratón entera junto a él, yo pensaba salir con él y hacer sólo diez o doce kilómetros al principio y otros tantos al final. Una amiga también había decidido ir con él desde el kilómetro 27 hasta el final. La idea era ir arropando al debutante de principio a fin. Joaquín y Miguel, también compañeros pradolongueros, se habían propuesto acompañar durante toda la carrera al debutante.

Ya estaba preparado para madrugar el domingo y salir con ellos; sin embargo, el sábado por la noche recibí un mensaje de un amigo donde me decía que si quería un dorsal me pasaba el de su hermano que no iba a participar. Pensé que no sería mala idea ir con dorsal así no tendría problemas para entrar en los cajones de salida y coger botellas de agua de los puestos. Se trataba de aguantar los kilómetros que pudiese, al menos hasta el kilómetro 27 donde esperaba una amiga. Llegar hasta ahí ya me parecía un distancia más que considerable.

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¿Quieres un dorsal?

Madrugué, aunque algo menos que otras veces y a las 7:20 estaba en el punto de encuentro fijado con los compañeros pradolongueros a los que iba a acompañar. Llegamos pronto a Atocha, aparcamos el coche y nos dirigimos al guardarropa a dejar nuestras pertenencias. Antes nos hicimos una foto con nuestras flamantes, nuevas y llamativas sudaderas.

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Con nuestras nuevas equipaciones

Nos dio tiempo atravesar tranquilamente el Parque del Retiro y llegar a la terraza del Ritz para ver a los compañeros maratidianos y al grupo de Indrarunners. Miguel comentaba que resulta agradable este paseo desde el guardarropa hasta la salida. Quizás tenga razón.

Junto a la terraza del Ritz estuvimos saludando a unos y a otros. Como siempre, después de los saludos pertinentes nos hicimos una foto poco antes de salir.

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Poco antes de empezar la carrera

Cuando faltaba un cuarto de hora nos metimos en el redil y estuvimos esperando al pistoletazo de salida. Por allí cerca andaba Isidoro, que no parecía muy animado. Eso sí, iba bien pertrechado con un impermeable pues se esperaba un día lluvioso y no le faltaba razón, ya estábamos viendo como caía, pero era una fina lluvia muy agradable.

Después de la espera, que se nos hizo algo larga, dieron la salida y fuimos caminando hacia el arco. Tardamos seis minutos en pasar por la alfombra y al pasar por ese punto empezó para nosotros la carrera, donde los cuatro compañeros, más otro compañero que se nos había unido, marchamos tranquilamente tratando de que nuestro novato no se acelerara. Hicimos el primer kilómetro a casi seis minutos y luego aumentamos un poquito el ritmo, siempre por encima de cinco y medio para tratar de gastar las menos fuerzas posible. Jesús se lo tomó con mucha prudencia, porque siempre iba al fondo, alzando la mano cuando yo miraba hacia atrás para ver si venía. Joaquín no se despegaba de él. Estaba cumpliendo su palabra

Esa armonía se rompió en el primer avituallamiento, en el kilómetro cinco. Allí al tratar de coger cada cual su botella de agua nos dispersamos y cuando me quise dar cuenta sólo estaba a mi lado Paco, el compañero maratidiano. Aflojamos el ritmo con la esperanza de volver a agruparnos, pero por más que miraba hacia atrás no era capaz de ver la mano de Jesús. Así, a un ritmo fácil, aunque en Bravo Murillo se nos iban las piernas, fueron pasando los kilómetros y ninguno de los compañeros del parque venía.

Sobre el kilómetro doce escucho que me llaman, vuelvo la cabeza y veo que viene Miguel, uno de los compañeros del quinteto inicial, que también había perdido comba con ellos y venía entre dos aguas. Formamos un trío que marchaba a ritmo tranquilo con la esperanza que nos alcanzaran los otros dos, pero no se los veía por ningún sitio.

La lluvia seguía cayendo de vez en cuando y la sensación era agradable porque refrescaba la temperatura corporal y caía suavemente. Era impresionante pasar por determinadas zonas y atravesar estrechos pasillos de gente que animaba sin cesar. El público se merece un diez por estar en la calle animando con un día tan desapacible. El paso por Gran Vía, Preciados, Puerta del Sol y calle Mayor fue espectacular por la animación. La gente ponía alas en los pies de los corredores. Casi sin darnos cuenta nos estábamos acercando al kilómetro veinte y sorprendentemente para mí llevaba las piernas casi bien. En el kilómetro veinte, en el avituallamiento, había plátanos. Todo un acierto de la organización.

Al final de la calle Mayor Paco decidió que ya había corrido bastante. Estaba preparando la maratón de Vitoria, que se va a celebrar en dos semanas y no quería alargar el entrenamiento más de la cuenta. Nos quedamos en cabeza sólo dos ya con pocas esperanzas de que nos dieran caza los otros dos, aunque no sabíamos cuanto de detrás iban.

Pasamos por la media en 1h55 y seguimos a nuestro ritmo un poco por encima de 5:15. Llevábamos unos kilómetros con necesidad de hacer aguas menores y pensamos que en el Paseo de Camoens podía ser un buen sitio, ya que es cuesta abajo y se puede recuperar un poco el ritmo al ser favorable. Así hicimos, paramos en ese punto y aliviamos nuestras vejigas mientras por el rabillo del ojo vigilábamos el paso de los participantes por si pasaban nuestros compis.

Nada, ni aún con la parada técnica nos dieron alcance. Ya lo dábamos casi por imposible. Bajamos hacia el Puente de los Franceses y en esa bajada el cronómetro marcó un par de segundos por debajo de cinco. Era el kilómetro 24 y seguía más o menos bien. Le comenté a mi compañero de aventuras que ni sentía ni padecía, que iba en una especie de trance. Bien es verdad que en el tramo desde la media maratón hasta más o menos el kilómetro treinta se me hicieron los kilómetros muy largos y eso me daba que pensar si sería capaz de mantener el ritmo que llevaba. Tenía claro que pasado el treinta iba a tener que ponerme a andar algún tramo que otro, porque ya me veía en meta de una manera u otra.

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En plena carrera, bien acompañado por Miguel

La entrada de la Casa de Campo, por el Paseo del Embarcadero es dura, todo el rato picando hacia arriba y con la guinda final de la subida al lago. Lo bueno es que nos dieron un gel a la entrada de este bonito parque y parece que me sentó bien. Además, sabía que en Lago, en el kilómetro 27, estaba nuestra amiga y eso me animó sobremanera. Allí estaba la campeona esperando bajo la lluvia y se nos unió en ese momento, por lo que la pareja cabecera se convirtió en trío y con su ayuda y sus ánimos nos enfrentamos al último tercio de carrera, donde empieza la carrera de verdad según dicen los expertos. Yo no soy de esa opinión, creo que carrera empieza en el kilómetro cero, que todo suma.

Este año, al igual que el pasado, el tránsito por la CdC es más breve que en años anteriores. En tiempos pretéritos el recorrido por este parque era considerable y aunque es un recorrido muy agradable siempre pecaba de escasa animación. De todos modos, la salida se hace por donde está la boca de metro de Lago donde hay una subida muy pronunciada y además este año el agua corría a raudales en esa zona. Para nuestra suerte, había un segundo puesto con plátanos. Cogí uno, lo pelé y lo engullí sin pensármelo dos veces. El alimento me dio alas, porque empecé a aumentar el ritmo casi sin darme cuenta. Si antes marchaba por encima de 5:15 ahora hacía kilómetros a ritmos cercanos a los cinco minutos. Estaba asombrado, tenía las piernas cansadas, pero el ritmo no flaqueaba.

Llegamos al Paseo de la Virgen del Puerto y la lluvia iba arreciando. La calle estaba llena de charcos y yo y otro muchos íbamos haciendo malabares para tratar de no mojarnos demasiado las zapatillas. Miguel decidió que ya estaba bien de tonterías y a partir de ese momento empezó a meterse por todos los charcos que encontraba. Iba más contento que un niño con katiuskas. En esos momentos vi que se alejaba al no tener que luchar con la marabunta y pensé que ya no volvería a verlo hasta la meta.

No fue así, subiendo la Calle Segovia, entre la pendiente, la cantidad de gente que había y sobre todo su deseo de esperarme, volví a ponerme a su altura. La cantidad de gente que fuimos pasando desde la media maratón era indescriptible, cada metro que avanzábamos dejábamos atrás a bastantes corredores. La verdad es que motiva bastante ir adelantando gente. Viendo los resultados después vimos que adelantamos a casi dos mil corredores en la segunda parte de la maratón.

Se sube el Paseo Imperial se llega a la Plaza de Ortega y Munilla y comienza una larguísima recta que acaba en Atocha. Empecé a darme cuenta que iba mejor si alargaba la zancada y aumentaba un poco el ritmo, así que eso fue lo que hice a partir de ese momento. Imaginaba que ese mayor gasto energético iba a suponer que tuviera que ponerme a andar en algún momento, pero mientras tanto, metros que iba acercándome a meta.

En Atocha el gentío era exagerado, la animación brutal y la meta más cerca. Sólo cinco kilómetros y aunque piensas en ediciones anteriores que la meta estaba más cerca todavía, la gente de nuevo hacer mucho más llevadero el esfuerzo.

Me sentía como en una nube, las piernas estaban cansadas y dolían, sobre todo los cuádriceps y el abductor izquierdo, pero era capaz de ir a buen ritmo aún en ese estado. Desde Atocha hasta Colón casi ni me di cuenta. Allí alcancé a Alfonso al que traté de animar, pero vi que no iba muy católico y enseguida se quedó atrás. Giramos en Goya y escuché a uno que decía que esa era la última cuesta. Nos mintió descaradamente, la calle Velázquez se me hizo durísima, tanto como la cuesta de Alfonso XII de anteriores ediciones, pero sabía que si conseguía sortear este obstáculo ya estaba la cosa casi hecha. Pero costó lo suyo, fue el peor momento por el que pasé.

En esa subida alcancé a Pedro que iba acompañando a un amigo y con bastantes molestias en los glúteos. Traté de darle ánimos, pero no aflojé el ritmo porque sabía que como lo hiciese no iba a ser capaz de volver a ir como iba. Una vez coronada la ahora sí última cuesta, se llega a Ortega y Gasset y mi compañero ya con ganas de llegar a meta aumentó el ritmo considerablemente. Pasamos la Plaza Marqués de Salamanca, embocamos Príncipe de Vergara y me asombré cuando miré el reloj y vi que íbamos a ritmos cercanos a 4:40. No me lo podía creer, los últimos kilómetros de la carrera y los más rápidos.

Llegamos al Retiro a toda pastilla y mi compañero, sacando el niño que lleva dentro, se puso a dar saltos en un enorme charco que había en el umbral de la puerta. Ya estaba la cosa hecha, sólo quedaba hacer el último esfuerzo, bueno, ni esfuerzo siquiera, las piernas ya van solas en ese último kilómetro de gloria.

Cruzamos la meta hermanados la amiga acompañante, mi compañero Miguel y un servidor más contentos los tres que unas castañuelas. El cronómetro marcaba 3:53:07, pero el tiempo neto, quitando los casi seis minutos de la salida es de 3:47:08. Un tiempo que ni aún ahora, cuando escribo estas líneas, me puedo creer. Como curiosidad, decir que ha sido la primera vez que consigo hacer la segunda parte más rápida que la primera: 1:55:25 en la primera media y 1:51:43 en la segunda, como los maratonianos de verdad.

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Tiempos de paso

Al llegar a meta la lluvia golpeaba con fuerza. Menos mal que nos dieron una capa de plástico que algo protegía porque tenía que esperar al compañero debutante y a su acompañante, ya que había dejado mi ropa en su bolsa. Estuvimos esperando bajo la lluvia y poco después llegaron los dos también muy contentos. Uno por haber acabado su primera maratón con muy buenas sensaciones y el otro por haberle acompañado y de esta forma, haber ayudado a la consecución de su objetivo.

Recogimos la ropa y nos metimos en una de las tiendas de campaña que habían servido de guardarropa para los de la media. Menos mal que pudimos cambiarnos a cubierto porque llovía de lo lindo en esos momentos. Poco después, camino de Atocha a buscar el coche las nubes nos dieron una pequeña tregua y conseguimos no mojarnos en exceso nuestra ropa seca.

Esta ha sido mi vigésimo quinta maratón y la más inesperada. Muchas gracias a Joaquín por dejarme el dorsal. A Jesús, el debutante, por su entusiasmo que nos contagió a todos. A Miguel por dignarse acompañarme durante casi toda la carrera, pudiendo ir a un ritmo mucho más rápido y a una buena amiga por acompañarnos los últimos quince kilómetros. Pero sobre todo, a todos los compañeros del Parque de Pradolongo que semana a semana motivan los unos a los otros a seguir entrenando este bonito deporte.

El año pasado decía que era mi última maratón. Ahora ya no sé donde está el límite 😉

XI Media maratón de Villarrobledo

Hoy me he desplazado a esta localidad albaceteña para participar en la media maratón que organizan. Puede resultar algo raro recorrer 200 km para participar en una carrera, pero el culpable de todo esto es Joaquín, pradolonguero de pro, que es natural de esta localidad y nos convenció para ir. Ha sido mi tercera participación y como en las dos anteriores, no me defraudó en absoluto ni la organización ni la carrera en sí.

Comenzaba a las 10:30 de la mañana por lo que a las siete sonó el despertador. A las 7:45 habíamos quedado con Emilio y como siempre… llegamos tarde. Debido a nuestra tardanza, poco antes de las ocho nos pusimos en marcha y dos horas después estábamos aparcando el coche junto al recinto ferial donde estaba instalada la meta y la salida. Joaquín ya nos había recogido el dorsal por lo que fue todo bastante rápido.

El objetivo era ir con Joaquín y tratar de hacer la prueba en una hora y media. Para eso teníamos que conseguir aguantar un ritmo de 4:15 durante la carrera. Y la cosa empezó bien. El primer kilómetro nos salió algo más rápido ya que es favorable y en los otros fuimos manteniendo bien el tipo; sin embargo, en el kilómetro ocho empezó a flojear y se fue quedando poco a poco.

A partir de ese momento puse en marcha el plan B que consistía en dejar tirado como a un perro a Joaquín y tratar de bajar de 1h29, por lo que aumenté un poco el ritmo y vi que no iba mal del todo, aunque iba notando que el cansancio iba en aumento según iban pasando los kilómetros. Poco antes de terminar la primera vuelta oigo a un individuo decir: ciento veinte. El tipo iba contando en voz alta a todos aquellos que iban pasando. Me dije, podía intentar llegar entre los cien primeros… Bueno, la cosa tenía truco, no es que fuera a adelantar a veinte en la segunda vuelta, es que había pensado que a alguno adelantaría y que entre esos ciento veinte habría alguna mujer que participaba en la carrera de la mujer y que, por lo tanto, no contaba en la clasificación de la media.

El punto 10,5 km está en la pancarta de salida. Empezaba la segunda vuelta y me veía bien, me veía capaz de cumplir el plan B. Sobre el kilómetro once había un puesto de avituallamiento. Recogí una botella, vertí casi todo el contenido y di un par de tragos. Arrojé el recipiente en su respectivo contenedor y me dice el que iba a mi lado, ¿me puedes sujetar un momento la botella? Le dije que sí, pensaba que era por algo importante, pero veo que empieza a atusarse… ¿no podía haberlo hecho antes de coger la botella?

Después de este curioso incidente, me di cuenta que el corredor que me precedía iba calzado con unos bonitos huaraches. Estuve un buen rato detrás de él, pero no conseguía adelantarlo de ninguna manera. Iba mirando sus pies más que otra cosa cuando llegamos al kilómetro 14 (dos tercios de carrera). Vi que el reloj marcaba poco más de 59 minutos lo que me animó a pensar que podía realizar el plan B si conseguía aguantar el tipo.

Poco antes del kilómetro 17 me adelantaron un par de tipos, justo antes de llegar a la avenida Barrax. Es esa calle bastante ancha y el viento pegaba de cara, así que traté de acoplarme detrás de ellos para que me cortaran el viento. Y bien que se notaba, porque ese kilómetro fue de los más rápidos y con menos esfuerzo que en los otros. Después de la avenida Barrax se gira a izquierdas y aparece una calle de un kilómetro muy despejada donde también pegaba el aire de lo lindo. Ahí se me pasó por la cabeza que si aguantaba la estela de los dos que llevaba delante podía conseguir el objetivo.

Llegamos al 19 donde se vuelve a girar a izquierdas y empieza una ligera subida. Ya no pude aguantar el ritmo de «las dos liebres» y me quedé algo descolgado, pero aunque iba sufriendo, no bajaba mucho el ritmo. Esa es la parte más dura de la carrera porque ya se llevan muchos kilómetros en las piernas y el perfil es ascendente. No muy duro, pero casi todo es para arriba. Me fui dejando segundos en esos kilómetros, pero aún tenía esperanza de bajar de 1h29.

Pasado el kilómetro 20 el terreno es llano, pero las fuerzas escasas. Aún así traté de darlo todo. Veía delante de mí un pequeño grupo al que trataba de alcanzar, pero no era capaz. En esa tesitura llegué al recinto ferial al que hay que ir rodeando hasta alcanzar la puerta de dicho recinto donde está instalado el kilómetro 21. Yendo junto a la valla del recinto ferial trataba de acelerar el ritmo tirando de riñones, pero eché en falta haber ejercitado los abdominales. Está claro que estos músculos son fundamentales para correr.

Pasé la puerta del recinto y desde ahí a meta sólo quedan noventa y siete metros y en descenso. Ahí ya lo di todo y conseguí no sólo alcanzar a ese grupo de cuatro corredores, sino sobrepasar a todos ellos llegando a meta con un tiempo oficial de 1:28:56 siendo 97 de la general y 15 de mi categoría. Muy contento con el objetivo cumplido.

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Llegando a meta en apretado en sprint

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El ticket con el tiempo realizado

Aunque no me comporté como hubiese debido con Joaquín, al final con ayuda de sus propias fuerzas consiguió su trofeo. Hizo un magnífico tiempo de 1:32:16.

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Joaquín en el cajón

Otro ilustre pradolonguero, Emilio, también subió a lo más alto del cajón en su categoría. Todo un ejemplo para todos con sus sesenta y nueve tacos.

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Emilio una vez más en lo más alto del pódium

Al acabar, un plátano y una manzana y luego cerveza y agua a discreción. Además habían montado unas mesas con frutos secos en abundancia: patatas fritas, cacahuetes, cortezas, etc. Y parta terminar la bolsa del corredor, que es generosa: camiseta conmemorativa, botella de vino de Villarrobledo, tarro con garbanzos y un par de ajos de Las Pedroñeras. Todo por el módico precio de 10 €. Carrera muy recomendable aunque echa algo para atrás la distancia.

Allí estaremos en la XII edición si no ocurre nada extraño.

Antes de salir para Villarrobledo me subí a la báscula y marcaba 68,7 kg. No bajo de los 68 ni en broma. Debe ser que no me lo propongo en serio.

Se puede ver la actividad de Garmin Connect aquí.

II Carrera popular ciudad de Parla

He participado por primera vez en esta carrera que vendían una de las más rápidas de Madrid. Y la verdad es que la carrera está muy bien. La organización es excelente aunque el recorrido no sea muy atractivo, pero imagino que si quieren hacer una carrera rápida a lo mejor no hay otro sitio por donde llevarlo. Y si quieren hacerlo mejor todavía, tienen que plantearse quitar esos tres giros de ciento ochenta grados que había en el recorrido.

Entregaban dorsales sólo hasta las nueve, cuando la carrera empezaba a las diez, así que tocó darse un buen madrugón. A las siete sonaba el despertador y en cuanto me puse de pie me di cuenta de que la cosa no andaba bien. El tendón de aquiles y la rodilla de la pierna izquierda me molestaban un poco. El gemelo de la derecha, también. Y lo peor es que al visitar el servicio me di cuenta de que padecía una desagradable cagalera. Las sensaciones eran pésimas.

De tanta visita al servicio, llegamos tarde al puente donde habíamos quedado con Emilio a las ocho en punto, pero Emilio tuvo la santa paciencia de esperarnos.

Llegamos con bastante tiempo a Parla y encontramos el sitio con facilidad. A esas horas no había mucha gente todavía y recogimos el dorsal y la camiseta en un periquete. Nos llevamos una sorpresa al ver nuestro nombre en el dorsal. Nos hacía sentir casi corredores «de verdad».

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Dorsal personalizado, ¡buen detalle!

Otra visita al servicio mientras los compañeros se refugiaban en el bar del campo de fútbol, donde se estaba la mar de bien con la calefacción a tope. Ellos se tomaron un café, yo no quise probar nada por si acaso.

Fuimos a dejar la ropa en el guardarropa, pero antes un amable corredor nos inmortalizó. Se nota en la cara que hacía un frío de órdago.

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Pradolongueros paralizados por el frío

Quedaba bastante tiempo todavía para comenzar y buscamos una calle soleada para calentar. Y allí estuvimos dando vueltas como una peonza haciendo tiempo. Cuando ya quedaba un cuarto de hora fuimos a buscar un servicio… pero esta vez sólo para hacer aguas menores.

Me coloqué junto a Quique bastante cerca del arco de salida y un minuto después de las diez de la mañana dieron la salida. Mi idea era tratar de bajar de cuarenta minutos pero teniendo mucho cuidado con mis múltiples molestias. Al menor signo de que algo fuese mal, retirada; sin embargo, no noté ni una sola molestia durante toda la prueba.

Casi sin darme cuenta estaba junto al globo de los cuarenta minutos. Mi idea en un principio era sobrepasar este grupo porque sospechaba se iban a agrupar diversos corredores e iba a resultar difícil seguir un ritmo constante; sin embargo, no iba nada mal, el ritmo que llevaba era justo el que deseaba, haciendo kilómetros sobre 3:55, así que seguí detrás de él. De vez en cuando, cuando soplaba el viento, algún globazo me llevaba, pero sin problemas.

Al llegar al kilómetro dos nos encontramos el primer giro de ciento ochenta grados. En ese punto había algo de gravilla y más de uno se resbaló. Además la calle era algo estrecha porque había coches aparcados a ambos lados. Fue el punto más «negro» de la carrera, ya que el resto era por calles más anchas y el pelotón iba más estirado. Poco después, sobre el kilómetro tres se afronta la Avenida de América, allí el terreno picaba para arriba aunque con una pendiente muy ligera.

Yo seguía detrás del globo, concentrado en mi carrera, mirando el crono de vez en cuando para ver si se cumplía el plan previsto. Llegamos al kilómetro cinco donde daban agua, allí me tropecé con el corredor que marchaba delante de mí que repentinamente se fue hacia la izquierda a por el líquido elemento. Creo que me hice más daño que él porque empezó a dolerme la uña del pie derecho que tengo algo delicada. Decidí no coger nada porque sospeché que estaría muy fría y tampoco el cuerpo me lo pedía. Hasta ahora la cosa iba bien. Había pasado todos los kilómetros por debajo de cuatro y no había sentido ninguna molestia.

Poco después de ese punto kilométrico se llega a la avenida de los Planetas, se trata de una larga recta que pica para arriba. Empecé a sospechar que el circuito no era tan llano como podía suponerse. En esa subida miré el crono y vi que íbamos por encima de cuatro. Tuve la sensación de que el globo iba perdiendo fuelle, así que aumenté un poco el ritmo y le adelanté prácticamente cuando llegábamos al segundo giro de ciento ochenta grados de la jornada, sobre el km 5,5 de la prueba. Ahora todo lo que habíamos subido de esa avenida tocaba bajarlo, por lo que pude recuperar algunos segundos de los perdidos.

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Volando hacia meta, foto cortesía de deporgrafia.es

Casi sin solución de continuidad llegamos a la avenida de las Estrellas que además de ser paralela a la otra tiene un perfil prácticamente idéntico. Quinientos metros en ligera pendiente ascendente para llegar al tercer y último giro de ciento ochenta grados. Después del giro esos quinientos metros subidos se tornan favorables. Acaban las estrellas en el km 7,6 aproximadamente y ya se encara una larga recta que lleva hacia el estadio donde estaba instalada la meta.

Ya se ve el estadio cuando de repente se gira a derechas para afrontar la calle Piscis, pasando de la ciencia de la astronomía a la chufla de la astrología. Esa calle aunque corta era también ligeramente ascendente y encima adoquinada. Casi al final de la calle se llega al punto kilométrico nueve y ya está el estadio ahí mismo. En una de esas esquinas me adelantó el típico recortador, de esos que hay tantos y me puse a su chepa casi de puro mosqueo.

Después de esa pequeña revuelta se llega a donde está instalada la salida y ahí mismo está el desvío que lleva hacia el estadio, donde hay que hacer unos trescientos metros en la pista de atletismo. El asaltaesquinas que me precedía volvió a hacer una de las suyas, adelantando a un corredor pisando la hierba en vez de adelantar por fuera. Hay algunos que no tienen remedio…

A falta de doscientos metros empecé a acelerar el paso y conseguí adelantar a tan molesto acompañante y a alguno más que ya iba para pocos trotes. Justo antes de la línea de meta pitó mi cronómetro el kilómetro diez y metros después atravesaba la línea de meta. Para no salir en la foto, si es que hubiese, mirando el reloj, paré este un tiempo después observando que marcaba 39:31. Objetivo cumplido. Cuando aparecieron las clasificaciones pude comprobar que la organización me asignaba un tiempo oficial de 39:27 siendo el 346 de la clasificación general y 26 de mi categoría, según puede verse en una copia de la clasificación que guardo aquí.

Después de la llegada a meta, bolsa con un plátano, un pequeño bollo y agua. La recogida de la ropa, sin espera ninguna y aprovechando que daba el sol, hicimos unos estiramientos junto a la ría. Ahí noté que el gemelo derecho me molestaba y ahora, cuando escribo estas líneas, me molesta más todavía. Me parece que la carrera me va a costar unos días de inactividad.

Lo dicho, una carrera muy bien organizada, algo cara (10 euros si te inscribías antes del 15 de enero y 12 euros después) y rápida, aunque quizás no tanto como venden. De todas formas, es muy difícil sacar diez kilómetros completamente llanos. Y de todas formas, hay que gente que prefiere los desniveles a que sea continuamente llana. Yo no.

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