LVII Trofeo Marathon de cross

He estado unos cuantos días sin correr, a base de estirar, crema y automasajes y hoy he salido a probar. Ya que estaba inscrito en el Trofeo Marathon de cross he pensado ¿por qué no ir a la carrera y probar a ver cómo me encuentro? Mala idea, sin lugar a dudas.

Y eso es lo que he hecho. Me he acercado en coche al Parque de las Cruces y he trotado un poco hasta la salida. Parecía que no molestaba demasiado, así que me he animado a retirar el dorsal y ponerme detrás del arco de salida.

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Como no tengo foto de este año, pongo una de 2005 de la misma carrera

Cuando han dado la salida me he puesto a un ritmo tranquilo, hasta que me he ido animando y he acelerado un poco el paso hasta alcanzar a una amiga que también participaba. Luego he seguido a su ritmo y creo que ha sido una mala idea porque he ido notando, según pasaban los kilómetros, que me iba molestando más. Ha sido, sin ninguna duda, una mala idea lo de acercarme al Parque de las Cruces…

Rezaba el reglamento que la distancia de la prueba era de 5580 metros y casualmente el GPS dice que han sido 5,59 km. Lo ha clavado y eso que es difícil en un recorrido con tantas vueltas y revueltas. He tardado 27:08 en realizar el recorrido a un ritmo de 4:51 min/km. Demasiado deprisa para el estado de mi lesión. El martes veremos qué me dice la fisio.

Hoy marcaba la báscula 68,7 kg, así que el reto de un peso, un mes ¡¡¡imposible!!!

VIII Carrera de Reyes de Yuncler

Hoy he participado en una de las carreras más «apetecibles» del calendario de Madrid y alrededores. Se celebra en Yuncler, pueblo de la provincia de Toledo, y se encuentra más o menos a 45 km de mi casa. Tampoco es mucho, en coche en poco más de media hora estás allí.

Nos acercamos tres componentes del grupo pradolonguero: dos chicas y un servidor y habiendo salido a las nueve y media, llegamos a Yuncler pasadas las diez en punto, una hora antes del comienzo de la prueba, así que nos dio tiempo a recoger el dorsal y la camiseta con mucha tranquilidad, ya que la fila para la recogida era corta.

Si el año pasado la temperatura era baja, este año aunque estaba nublado no hacía mala temperatura. Las chicas siempre son muy previsoras y hablaban de si me pongo pantalón largo, que si corto, que si camiseta de manga larga, que si de manga corta… Yo no tengo problema, corro con mi uniforme habitual de Proniño con camiseta de tirantes y pantalón corto ya sea verano o invierno, haga frío o haga calor. No pierdo el tiempo pensando si tengo que ponerme esto o lo otro. En este aspecto sigo las directrices de Mark Zuckerberg, Steve Jobs o el presidente Obama, que siempre visten igual y según Zuckenberg -el mandamás de Facebook- es porque hay muchas investigaciones que muestran que tomar decisiones pequeñas, incluso las relacionadas a qué ponerte en las mañanas, o qué desayunar, pueden cansarte.

A lo que iba, que tuvimos tiempo de sobra de recoger el dorsal, de ir al servicio, de cambiarnos, de hacernos una foto, de estirar y de calentar. Y porque no había más cosas que hacer…

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Pradolongueros posando ante los trofeos. Ahí fue lo más cerca que estuve de ellos

Unos minutos después dieron la salida. Primero salió un individuo en silla de ruedas, de esas de competición, que se le vio alejarse a toda pastilla. Y un minuto o poco más después salimos los demás.

El jueves, en la San Silvestre de Vicálvaro, me exprimí bien y sufrí bastante, así que hoy no tenía muchas ganas de volver a hacerlo. Salí con la intención simplemente de correr sin esforzarme en exceso; sin embargo, vi un poco delante de mí a una de las compañeras pradolongueras que se había acercado hasta allí y pensé que quizás no estaría mal ir a su ritmo siempre que no fuera demasiado exigente. Acompañando a esta chica iba un un chico llamado Pablo, amigo de Juanqui el del herbolario dBambú, que había salido con la idea de acompañar a esta chica y hacer de liebre.

Aunque hicieron el primero kilómetro bastante deprisa, luego bajaron algo el ritmo y como iba sin sufrir mucho decidí que no iba mal ahí. Además se nos juntó una chica muy joven que se batía con la compañera por ver quien llegaba primera a la línea de meta. Juventud y veteranía codo con codo.

Iba mirando a ambas y notaba que la joven parecía subir con mucha soltura las cuestas arriba, mientras que la veterana le sacaba algún metro en las bajadas, quizás debido a que la otra era demasiado generosa en el esfuerzo cuando la carretera se inclinaba. A todo esto, hay que decir que tampoco es que hubiera cuestas de mucha entidad, aunque en el primer kilómetro de cada una de las vueltas (cada vuelta era de casi cuatro kilómetros) había una cuesta bastante larga (de unos cuatrocientos metros) y luego otra más corta, la subida a la iglesia. Lo demás era más o menos llano.

Esa primera vuelta la completaron codo con codo -literalmente- ambas corredoras y parecía difícil que una se fuera a separar de la otra. Así que en la cuesta larga de la segunda vuelta se me ocurrió aumentar un poco el ritmo para ver si se quedaba la más joven, pero de nuevo demostró que iba algo más fuerte subiendo, así que cejé en mi empeño y volví a integrarme en ese pelotón de cuatro.

En la segunda cuesta, la de la iglesia, también demostró su fortaleza la más joven y subió en cabeza, pero debió dejarse las fuerzas que le quedaban porque una vez coronado el repecho cedió un metro. Me di cuenta del detalle y le dije a la compañera que era el momento, que había que sufrir un poco para dejarla y esta chica, que sufridora es un rato, apretó los dientes y la jovenzuela se fue quedando poco a poco. Ese metro inicial se convirtió en dos rápidamente, luego en cinco, posteriormente en diez y la brecha se fue haciendo más grande cada metro que avanzábamos.

Pablo iba indicando el ritmo al que íbamos y tratando de animar. Yo iba observando en cada giro la distancia que les iba separando y cuando pasamos por el kilómetro siete vi que la separación andaría por los cincuenta metros. La comenté que se podía relajar un poco, que la brecha entre ambas lo permitía y no sé si lo hizo o no, porque el último kilómetro fue el más rápido de todos.

De este modo se proclamó vencedora de la carrera, imponiéndose la veteranía a la juventud. Yo llegué un poco por detrás para no empañar la imagen de la ganadora, marcando un tiempo oficial de 32:57 netos y 32:59 brutos. Algo más de dos minutos del tiempo realizado el año pasado. Luego me di cuenta de que si hubiese hecho el mismo tiempo que el año anterior ¡¡¡hubiese quedado tercero de mi categoría!!!

Además de la primera clasificada, la otra componente pradolonguera también consiguió subir al cajón, siendo la primera de su categoría. Así que de los tres pralonguer@s que nos acercamos hasta Yuncler, sólo yo me quedé sin premio 🙁

Curiosamente en la entrega de trofeos hubo un problema ya que los primeros clasificados absolutos, que se supone se llevan el mejor premio, se quedaron sin ellos, ya que «sus» premios se los llevaron los seniors. Luego prometieron enviar al domicilio de cada cual los premios que les correspondían.

Después de la carrera vino el momento más esperado para los corredores que no optamos a otra cosa: las migas, los huevos fritos y la cerveza. Todo un detalle de esta localidad toledana, que no sólo agasaja a los corredores con estas ricas viandas, sino a todo el mundo que se pase por allí, hayan corrido o no. Yo comí sólo un huevo, pero hubo gente que se comió tres e incluso más. Pura ansia viva 🙂

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Sólo por esto merece la pena desplazarse hasta aquí

Toda la logística de la carrera se hace en un plaza donde hay una biblioteca y otro edificio que no sé si es el ayuntamiento. Pues bien, la biblioteca tiene el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente y delante del edificio hay un busto en homenaje a este gran naturalista y divulgador. Creo, sin ningún género de dudas, que su serie documental El hombre y la Tierra consiguió despertar la conciencia ecológica en mucha gente de este país, entre los que me incluyo.

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Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente

El busto está dedicado al gran Félix Rodríguez de la Fuente. Seguro que mi cuñado Paco, también gran naturalista, le encanta este homenaje.

XXXVI San Silvestre vicalvareña

Hoy he participado por décima vez en esta magnífica carrera y una vez más he salido muy contento. La única espinita que se me ha quedado clavada es haber fallado con la inscripción de Emilio y que se haya quedado fuera por mi culpa. Pero claro, de eso no tiene culpa la organización.

La carrera de los mayores comenzaba a las 11:45, por lo que habíamos quedado a las 10:15 en un principio y luego a las 10:05 en el punto de encuentro. Para no variar, llegamos con el tiempo justo a las 10:15 y Miguel, que se ofreció a llevarnos, segundos después. ¡Muchas gracias Miguel!

Nos montamos en su coche y a los pocos minutos estábamos en el barrio de Vicálvaro aparcando en el descampado cercano a la salida y meta de la carrera. Retiramos el dorsal sin ningún tipo de problemas y nos dieron con el dorsal una bonita camiseta de color azul.

Estuvimos haciendo un poco de tiempo, porque nos sobraba mucho y al rato nos hicimos una bonita foto:

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Mostrando el nombre del equipo. Foto cortesía de Mapi

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Pradolongueros en la San Silvestre de Vicálvaro

Como hacía una buena temperatura, dejamos pronto la bolsa en el guardarropa y salimos a calentar por la calle donde estaba situada la salida, arriba y abajo, arriba y abajo. Cuando ya llevábamos un buen rato calentando, me puse a estirar. Allí tuve un gran fallo por no mirar el reloj. Cuando quisimos acercarnos a la línea de salida, ya había muchísima gente y nos tuvimos que situar algo lejos de los primeros, pero ya era difícil poder avanzar alguna posición. Tuvimos que conformarnos.

Dieron la salida y el primer kilómetro fue un horror, ya que tuvimos que ir sorteando a todo tipo de corredores que iban delante de nosotros. Joaquín fue más hábil en el slalom y me iba sacando metros casi sin querer. Cuando pasamos por el primer kilómetro, que casualmente coincidió el hito con lo que marcaba el GPS vi que hicimos 4:10, por lo que ya se nos fueron unos cuantos segundos en nuestro intento de acercarnos a los 32 minutos en los 8 km que se suponía medía la carrera.

Pasado ese primer kilómetro me puse a la altura de Joaquín y nos pusimos al ritmo que habíamos previsto, un poco por debajo de cuatro. El circuito lo cambiaron el año pasado. Ahora hay que dar una única vuelta en vez de las dos típicas y se hacen unos cuantos kilómetros por una zona nueva del barrio de Vicálvaro. Se baja por el bulevar Indalecio Prieto y luego se vuelve a subir por el otro lado del bulevar. Esa vuelta por el bulevar se nota que es cuesta arriba porque hicimos ese cuarto kilómetro en 4:04.

Después de esta zona nueva se llega al Camino Viejo de Vicálvaro que es una zona más o menos llana y esta calle empalma con la calle de San Cipriano donde comienza una ligera bajada. La calle San Cipriano llega a la calle Minerva y comienza una bajada más pronunciada. Fue en esa zona donde Joaquín se me fue yendo poco a poco. Yo le miraba y me preguntaba, ¿cómo es posible que este hombre con esas piernas tan cortas baje tan rápido? Pues no conozco la respuesta, pero se iba y se iba y yo no era capaz de acercarme.

Se baja por Minerva, se hace un giro de ciento ochenta grados y lo bajado hay que subirlo. Empieza el tramo más complicado, porque justo después de ese giro está el punto kilométrico seis y ya es casi todo cuesta arriba. Se sube el tramo más largo y duro de la calle Minerva, luego hay una pequeña cuesta abajo y allí nos hizo la organización una bonita foto. Allí ya iba Joaquín con unos metros de distancia.

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Pasado el kilómetro seis, tratando de no descolgarme de Joaquín. Foto cortesía de la organización

Después de ese pequeño respiro la calle Minerva se torna cuesta arriba otra vez hasta llegar a la calle Villablanca donde empieza una larga recta que también es cuesta arriba. Este tramo se me hizo durísimo y Joaquín volvió a sacarme unos cuantos metro más. Sufriendo lo mío, por fin conseguí coronar esa cuesta prácticamente imperceptible, pero que se nota en las piernas y se llega a los últimos trecientos metros que ya son llanos. Ahí aceleré un poco y enseguida ya estábamos en la puerta del polideportivo. Sólo quedaba hacer el último esfuerzo y me apliqué de lo lindo porque veía que el cronómetro marcaba treinta y dos minutos y bastantes segundos y no quería ver el treinta y tres. Así que lo di todo en esos metros sobre la pista de atletismo y conseguí llegar con un tiempo oficial de 32:53 y un tiempo neto de 32:42 en la posición 67 de la general.

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Entrando en el polideportivo, casi en la meta. Foto cortesía de Mapi

La carrera me gustó todo excepto que en algunos tramos estaba el tráfico abierto aunque bien separado por conos. Pero resulta muy desagradable cuando vas a tope, necesitando hasta la última molécula de oxígeno, cruzarte con coches que van expulsando gases por el tuvo de escape. Nunca me ha gustado esto y creo que es una cosa que se debería evitar.

Por lo demás, muy bien, la recogida de dorsal y camiseta perfectamente señalizada y de fácil acceso. El ropero también muy bien se dejaba la bolsa y se recogía pronto y los vestuarios geniales para cambiarse y ducharse. La bolsa del corredor fue también generosa con un caldo Aneto, una camiseta técnica, una botella de agua, un bote de refresco, un zumo, una barrita de cereales y una bolsa de la compra muy fuerte y resistente, también de Aneto. Todo por un precio de inscripción de 7 € más 60 céntimos al hacerlo por Internet.

Me alegró encontrarme con Carlos, antiguo compañero del trabajo y también con José Manuel, antiguo vecino y gran atleta, al que al final no pudimos seguir. Por allí estaba también mi tocayo Miguel Angel con el que coincido de vez en cuando en alguna carrera. Está muy bien encontrarte con gente conocida, porque cada vez es más difícil con tanto «nuevo».

V San Silvestre de Villaverde Alto

Hoy he tenido la fortuna de participar en la San Silvestre de Villaverde Alto. Y digo la fortuna porque es una carrera muy emotiva, con ese sabor a antaño que tanto nos gusta a aquellos que llevamos ya unos cuantos años corriendo.

El año pasado nos presentamos diez pradolongueros en esta prueba y este año uno menos, pero no está mal tampoco. De nuevo, hay que agradecer a Juan Carlos del Herbolario dBambú el que nos hiciera las inscripciones. ¡Muchas gracias Juan Carlos!

También es de bien nacidos agradecer a la Asociación de Vecinos La Incolora sus desvelos para sacar adelante esta carrera, que aunque parezca fácil, no lo es. Para mí, desde luego, la organización fue perfecta.

Habíamos quedado el grupo de pradolongueros en el punto de encuentro habitual del parque a las once en punto de la mañana, justo una hora antes del comienzo. Estuvimos hablando si ir corriendo desde allí o acercarnos en coche, pero al final nos decantamos por el vehículo, debe ser por llevar la contraria a los consejos del ayuntamiento…

En diez minutos estábamos aparcando junto al parque Plata y Castañar, nos dirigimos raudos al auditorio donde estaba montado todo el tinglado y esperamos un poco a juntarnos todos para hacernos esta bonita foto:

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Pradolongueros en la San Silvestre de Villaverde Alto

Después de la foto dejamos la ropa en el guardarropa y nos dimos cuenta que la temperatura era muy buena para correr. Si el año pasado hacía un frío de mil demonios, este año se estaba la mar de bien en camiseta de tirantes.

Este año habían cambiado el circuito, ya no había que dar dos vueltas por el parque Plata y Castañar, sino que se hacía un buen tramo por un camino paralelo a la A42 y se volvía por el carril bici paralelo a la ida. Con este añadido y una vuelta parecida (o igual) a la del año pasado se completaba un recorrido de 3,9 km que como decía la organización: aunque llano, es un pelín durillo dada la variedad de terreno por el que discurre: hierba, tierra, carril-bici.

Estuvimos calentando por ese tramo nuevo y cinco minutos antes de la salida nos pusimos en el pelotón, prestos y dispuestos a correr a todo lo que dieran nuestras piernas. La salida se daba cerca de un campo de fútbol que había que atravesar a lo largo, pero para llegar al terreno de juego antes había que subir un montículo.

Dieron la salida y todos salieron como posesos. Algunos jovenzuelos, ya antes de que acabase el campo de fútbol iban aflojando la marcha. Otros miraban hacia atrás buscando a sus amiguetes, pero otros zumbaban de lo lindo. Yo también salí como un poseso, sin mirar atrás porque había que poner toda la atención en el terreno, que era muy accidentado por los cambios continuos de dirección y de terreno.

Había hablado con Joaquín de ir juntos y tratar de bajar de cuatro minutos todos los kilómetros, por lo que había que salir rápido y mantener ese ritmo hasta el final. Joaquín me adelantó poco antes de llegar al primer kilómetro y se puso en cabeza. Yo iba detrás, a dos metros, tratando de mantener su velocidad. En estas que llegamos al primer giro de ciento ochenta grados, cerca del estanque de tormentas. Allí había un árbol que había que rodear, yo no calculé bien y me di un buen golpe en la cabeza. Menos mal que llevaba gorra y algo debió amortiguar, aunque soy de cabeza dura.

Después del giro se pasa de acera a carril bici y se va rodeando ese estanque de tormentas y se va dejando a mano izquierda un campo de fútbol -no el de la salida-. Allí hay una pequeña cuesta arriba que hace más difícil seguir el ritmo vivo. Fue en esa cuesta donde adelantamos a una chica de rubia y rizada melena que fue al final la segunda clasificada.

Acaba la cuesta arriba, se convierte en bajada y se entra de nuevo en el parque Plata y Castañar donde se abandona el carril bici y comienza la tierra. Allí Joaquín empezó a zumbar de lo lindo y me costaba seguir sus pasos. Enseguida llegamos al kilómetro dos y al rebufo de la primera chica. Estuvimos un rato detrás de ella y de algunos que iban a su alrededor porque no era sencillo adelantar al ser un sendero estrecho, que luego se convirtió en acera y posteriormente, al hacer un giro de noventa grados, en un carril de tierra, pero bien compacta y pavimentada. Allí adelantamos a la chica que fue la ganadora de la carrera y fuimos atravesando el parque llevando una trayectoria más o menos paralela al Paseo de los Ferroviarios, hasta llegar al final del parque y realizar un giro bastante brusco en una ligera bajada donde se cumplía el tercer kilómetro. Hasta ese punto habíamos hecho 3:53, 3:53 y 3:59 por lo que el objetivo de bajar de cuatro en todos los kilómetros estaba casi hecho.

Sin embargo, el último kilómetro es en buena parte cuesta arriba y ahí nos fuimos dejando unos segundillos que luego aunque apretamos en el tramos final no conseguimos rebajar, haciendo esos 900 metros por encima de lo previsto, a 4:02 y totalizando la prueba con un tiempo, según mi cronómetro, de 15:16, aunque la organización me dé un par de segundos menos, pero algo debió fallar en el cronometraje porque entré de la mano con Joaquín y a este le dieron 15:05.

Después de entrar en meta nos obsequiaron con una bolsa de la compra de plástico fuerte y resistente con una banana y una botella de agua, además de otra botella de agua y un refresco. Todo un derroche de generosidad teniendo en cuenta que el precio de la inscripción fue de 1 €.

En la entrega de trofeos, no hubo categorías, dieron una copa a los tres primeros clasificados en categoría masculina y a los tres primeros clasificados en la femenina. Una de las pradolongueras, Ninfa, se hizo con el tercer puesto de la categoría femenina. Pero hubo otros, que aunque no subieron al cajón, obtuvieron puestos de honor en la carrera. Joaquín fue el primero en categoría Master 55. Emilio fue también primero, pero en categoría Master 65 y Marisa fue segunda en Master 45. Yo sólo pude ser cuarto en Master 45 y es que de donde no hay, no se puede sacar 😉

Una magnífica carrera con un sabor a antaño de las que enamoran. El año que viene volveré seguro. Se han ganado mi corazón.

XIII Carrera del aceite

Marzo de 1975: mi padre es trasladado a otra localidad y toda la familia abandonamos Los Navalmorales; sin embargo, no estábamos lejos y las visitas al pueblo eran frecuentes y casi todos los veranos los pasaba allí.

Septiembre de 1985: mi último verano en el pueblo. Desde entonces las visitas al pueblo se fueron espaciando cada vez más y en los últimos años visito el pueblo que me vio crecer de pascuas a ramos; es por esto que cuando descubrí la Carrera del Aceite decidí que participaría siempre que pudiese en esta carrera, ya que me sirve de excusa perfecta para visitar este bonito pueblo del que tengo tantos recuerdos.

Cuando venía de camino me iban viniendo a la cabeza recuerdos de tiempos pasados y la nostalgia me iba embargando. Recuerdo aún, como si fuese hoy, las palabras de mi padre siempre que nos acercábamos al pueblo, después de pasar las interminables rectas viniendo de Malpica: «ya veo la Sierra del Santo». Hoy sin embargo no se veía, el humo de los molinos de aceite lo impedía.

Es por tanto, la carrera del aceite, no una prueba atlética sino una peregrinación al pasado, un viaje a la nostalgia, un reencuentro con mis recuerdos y sobre todo un torrente de emoción cuando llego al lugar donde mi padre descansa, donde me siento más cerca de él.

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Ya se ha convertido en una rutina que espero cada año con anhelo. Espero a que salga las inscripciones, me apunto y aguardo impaciente hasta el día señalado. Me levanto temprano, desayuno, salgo de mi casa, me monto en el coche y cuando me desvío de la carretera de Extremadura en la salida 86, cuando la carretera pasa de una autopista de dos carriles de ida y otros tantos de vuelta a una carretera comarcal estrecha es entonces cuando la memoria retrocede un montón de años y ya no voy montado en el coche, ahora estoy en un era con los amigos, persiguiendo un balón y desollándome las rodillas con las piedras.

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Este año llegamos con el tiempo un poco justo. Aparcamos el coche, fuimos a recoger los dorsales al silo y volvimos al coche a cambiarnos de ropa y disfrazarnos de corredores. Mientras nos cambiábamos, nos encontramos con Tito, que enseguida me reconoció. Estuvimos hablando un buen rato y una de las cosas que comentó fue que la carrera debería ir por las calles del pueblo y no por las afueras y la verdad es que tiene toda la razón.

A mí me gustaría más bajar toda la carretera hasta la iglesia, subir hasta el Rollo, pasar por la plaza de las flores, subir por la calle Concepción, empalmar con la calle del Caño y bajar por la calle Antonio Palomeque otra vez a la carretera. O incluso callejear aún más para recorrer más calles. Pero esto es un deseo y no creo que sea fácil de cumplir. Imagino que es más fácil sacar la carrera por los caminos fuera del pueblo y cortar las menos calles posibles.

Después de departir gustosamente con el bueno de Tito, nos despedimos y estuvimos haciendo la vuelta para ver si era la misma de los años anteriores y sí, lo era. Ya sabíamos a los que nos íbamos a enfrentar.

Con puntualidad suiza, a las 11:30 dieron la salida. Calculaba a ojo que seríamos unos cien participantes y como suele ocurrir en esta prueba, había gente de mucho nivel, tanto hombres como mujeres. En el calentamiento había visto a la china Dong Liu y a mi paisano Marcos Bueno. Ambos han ganado esta prueba ya unas cuantas veces. También vi a José Felix, conocido como el somalí madrileño, que con su camiseta amarilla del club Akiles se postulaba como uno de los hombres fuertes de la carrera. Luego me comentó que acababa de salir de una lesión y que no estaba todavía a tope.

Como ocurre siempre en estas carreras cortas y con gente de mucho nivel, el personal sale a toda pastilla, como si no hubiese mañana, y enseguida ocupas tu nicho en el hábitat de la carrera, sobre todo una vez que se corona la cuesta por primera vez, poco antes del punto kilométrico uno. Las bajadas se me dan fatal y en la primera de ellas me adelantó un tipo con una buena melena que bajaba bastante deprisa.

Después de esa bajada tan pronunciada se llega al punto más bajo, cuando se pasa por el arroyo -que no llevaba ni gota de agua- y empieza una segunda subida ni tan larga ni de tanta pendiente como la primera para llegar hasta la carretera y ya en terreno llano llegar a la gasolinera para pasar esta y alcanzar el arco de meta donde empieza la siguiente vuelta.

Como a diez o quince metros iba un pequeño grupo donde marchaba una mujer a muy buen ritmo. Pensé que a lo mejor podía llegar hasta ellos, pero no iba a resultar fácil porque iban a un ritmo muy parecido al mío.

En la segunda vuelta poco cambió mi posición, mantuve mi puesto apretando los dientes en la subida y tratando de bajar lo mejor que pude, o sea, mal. Al pasar por meta otra vez vi que la chica del dorsal siete (luego supe que era Mónica Yerra) me seguía sacando unos metros, pero después de una vuelta no había conseguido recortar ni un segundo.

En la tercera vuelta subí más o menos bien y en la bajada me adelantaron dos chicas que iban como almas que lleva el diablo. Con mi triste zancada no pude ni seguirlas y vi que se iban alejando poco a poco. Ellas veían que Mónica Yerra no estaba muy lejos e iban a por ella. Pero les pasó lo mismo que a mí, que no conseguimos alcanzarla.

Ya llegando a meta pude presenciar la pelea por parte de las dos chicas que me habían adelantado por ver quien llegaba antes. Había varios litros de aceite en juego y merecía la pena esforzarse por llegar una delante de otra. Al final fue María Lourdes Pérez quien llegó unos segundos antes que Isabel Ojea. Yo llegué unos segundos por detrás de Isabel haciendo un tiempo oficial de 19:09 que es mejor que el año pasado, pero sospecho que este año el circuito es algo más corto. Debieron poner las vallas más cerca de la gasolinera.

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Después de llegar a meta, fuimos al coche a cambiarnos y después volvimos a ver las clasificaciones. Mi amiga con la que me había acercado al pueblo se ha llevado estos últimos años alguna garrafa de aceite, pero este año sólo pudo ser séptima de su categoría. Lástima.

Después de mirar las clasificaciones nos pasamos por el restaurante Las Ruedas y nos tomamos unos cortos, fieles a la costumbre de este pueblo. Luego, vuelta a casa. El año que viene aquí estaremos.

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XXXII Media maratón de Villaverde

Crónica dedicada a Pepe, pradolonguero de pro y fan de mis batallitas. Va por ti, campeón.

Algunos se empeñan en llamar a esta carrera la media maratón de Villaverde, pero para todos los pradolongueros, es y será el duelo de la minutada, ya que dos ilustres pradolongueros: Joaquín y Miguel se habían retado en esta carrera, en la que Miguel había amenzado a Joaquín con meterle una minutada.

Lo de la minutada es un concepto difícil de definir no sólo por parte de los contendientes, sino por el resto de los mortales. Unos hablaban de cinco o seis minutos, otros quizás exagerando, proclamaban incluso hasta veinte. En este mismo blog, en una entrada había tratado de «objetivar» en minutos ese etéreo concepto y había llegado a la conclusión que teniendo en cuenta las edades de cada uno, hasta once minutos podría ser una distancia asumible.

Informadas las partes de las ideas de cada uno de esa posible diferencia en meta, se había llegado a un acuerdo tácito de que una diferencia mayor de seis minutos podría ser considerada una minutada, ya que por un día dejábamos de lado el concepto edad y el lastre que supone.

Así las cosas, en un rincón se presentaba Miguel, peso semipesado, edad 41 años y prometiendo hacer 1h24. En el otro rincón, Joaquín, peso wélter, edad 56 y con la idea de acercarse a la hora y media. Ambos prometían una lucha a muerte en un combate a 21 asaltos.

He de decir que en el rincón de Joaquín se encontraba un servidor, tratando de ayudar en lo que fuera posible. Principalmente con la idea de marcar el ritmo para conseguir el objetivo de la hora y media.

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Esperando el pistoletazo de la salida. Foto cortesía de Emilio R

Comenzó la carrera y ya en los primeros metros vimos como Miguel iba con un paso más vivo y que no iba a ser tarea fácil minimizar la diferencia, más bien al contrario. Si no desfallecía, su triunfo era seguro. El primer golpe fue psicológico, pero Joaquín lo encajó sin demasiados problemas y seguía con la defensa alta y con un buen juego de pies.

Entramos en el Parque Lineal y yo iba mirando el cronómetro para no acelerarnos en exceso. Un ritmo demasiado alegre al principio podía convertirse en nuestra tumba al final. Le iba cantando los tiempos cada kilómetro y el plan de la hora y media iba a la perfección, robando segundos en muchos de los kilómetros y teniendo que tirar de la rienda de vez en cuando porque Joaquín se desbocaba. De hecho, cuando pasamos por el primer tercio de la carrera, kilómetro siete, íbamos por debajo de la media hora, cumpliendo perfectamente nuestro plan. En el parque fuimos animados por un montón de pradolongueros que se habían desplazado para animar y presenciar in situ el gran duelo. Muchas gracias por vuestros ánimos. Da gusto tener compañeros como vosotros.

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En pleno Parque Lineal, pasado el km 7. Foto cortesía de @edutri3

Existen dos zonas en el Parque Lineal donde la carrera realiza un giro de ciento ochenta grados y, por lo tanto, se puede apreciar la diferencia entre unos y otros. En el primero de ellos, sobre el kilómetro nueve, vimos que Miguel iba a buen ritmo y que la diferencia entre él y nosotros era notable, algo más de dos minutos. Fue un duro golpe, directamente al hígado, de los que duelen, pero de nuevo Joaquín lo encajó a la perfección y no se vino abajo ni mucho menos.

A dos kilómetros y medio está el otro punto donde se cruzan los unos con los otros. Ahí, a la altura del puente nuevo, nos cruzamos de nuevo con Miguel. Se le veía bien acoplado a un grupillo y seguía llevando un buen ritmo. Miré el cronómetro y después de girar y llegar de nuevo al puente volví a mirar y marcaba justo tres minutos de diferencia. Íbamos por el kilómetro doce y la minutada se dejaba entrever. Iba a depender de quien de los dos iba a aguantar mejor la dureza del último tercio.

Le comuniqué a mi compañero que iban tres minutos de diferencia y eso le espoleó aún más y aumentó el ritmo, dispuesto a vender cara su piel. Ese cambio de ritmo a mí me mató, empecé a ir a un metro de su espalda y sufriendo por no descolgarme.

Se sale del Parque Lineal por un camino que pasa por debajo de la A4. El camino es de tierra y muy bacheado y cuenta con una interesante subida para llegar a la M-301. Desde allí se sigue subiendo para llegar a la calle Estefanita y por esta misma calle se siiiiiiigue subiendo hasta que se corona y se baja hasta la Plaza de los Metales. En ese punto estaba el kilómetro catorce, el segundo tercio, y aunque estos dos últimos kilómetros se nos habían ido a casi 4:30 al mirar el cronómetro vi que llevábamos 59:37 por lo que el objetivo de la hora y media aún era factible, aunque difícil.

En la Plaza de los Metales se gira a mano derecha y comienza una larga subida por la calle Berrocal. Una calle larga y cuesta arriba donde empecé a perder segundos y vi como Joaquín se iba alejando. No quise ser un lastre y le dejé marchar ya que si quería cumplir su objetivo mejor ir sin ninguna rémora.

Llevábamos unos kilómetros con un par de tipos a la chepa donde uno le iba diciendo a otro lo que tenía que hacer: ahora respira, ahora relaja, ahora estira la zancada, ahora sácate un moco, ahora lo tiras al suelo y así dale que te pego, sin parar de dar instrucciones. La verdad es que me estaban poniendo algo nervioso, yo no sé cómo iría el receptor de esas órdenes, pero yo conozco a una que le hubiese mandado bien lejos al emisor.

Después de esa larga calle comienza el tramo más feo de la carrera. La prueba se adentra en la parte antigua de Villaverde Bajo y comienza el slalom. Subir, bajar, curva a la derecha, curva a la izquierda, un túnel por aquí, un puente por allá, un parque, una acera y yo no sé cuántas cosas más. Imagino que si vas sobrado, es entretenido, pero si vas mal, cada accidente que te encuentras que te saca de la rutina es un obstáculo más.

En esos primeros tramos de slalom con curvas a derecha y curvas a izquierda fui atropellado por la pareja emisor receptor, ya que ellos consideraban que la raya blanca que estaba pintada en el suelo era un mero adorno, que el circuito va realmente por encima de las aceras. Cuando me arrollaron, de muy malos modos les indiqué que no está bien acortar y menos, atropellar a un tipo que va por donde debe ir.

De todos modos, esta parejita no eran los únicos «asaltaaceras», prácticamente a todos los que vi en estos tramos iban haciendo lo mismo. Se trata, sin lugar a dudas, de una fea práctica que para lo único que sirve es para engañarse a uno mismo haciendo menos distancia de la que debieran.

En esos tramos por el Parque de San Cristóbal, la subida a la Gran Vía de Villaverde, ya me iban cayendo los segundos como losas. En la Gran Vía, donde hay otro giro de ciento ochenta grados, me crucé con Joaquín al que vi que seguía a buen ritmo, lo cual me alegró considerablemente. Fue en ese punto donde me adelantó la chica que iba en cuarta posición. Traté de engancharme a su ritmo, pero ella iba muy bien y yo, muy mal, así que seguí remando en solitario.

Unos kilómetros antes, cuando pasé por debajo de la estación de cercanías de Villaverde Bajo al GPS se le fue la pelota totalmente y me marcó un kilómetro a 3:53 porque se comió un buen trozo, así que iba ya bastante descompensado los hitos kilométricos con los pitidos del GPS y eso, aunque es una tontada, incomoda un tanto.

Fui penando en esos últimos kilómetros utilizando la técnica maratoniana de no pensar en lo que queda sino únicamente en el siguiente kilómetro. Me iba animando mentalmente, venga que ya llegamos al 16, venga, que el 17 está cerca, vamos, vamos, que tenemos el 18 ahí mismo. Vamos, venga, que el 18 está ahí, a la vuelta de la esquina. ¿Pero qué 18 si ya estamos en el 19? Iba ya tan mal que me había «comido» un kilómetro. Así que cuando vi que era el 19 y que me había encontrado un kilómetro menos, me alegré y me animó. Además ahora el tramo era más llevadero en espera de la traca final, ese tramo de algo más de quinientos metros, todo cuesta arriba, que te lleva hasta el kilómetro 21.

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En el kilómetro 20. Foto cortesía de @edutri3

Iba ya muy escaso de fuerzas cuando empezó la subida, así que el único objetivo era no tener que reptar en ese largo tramo. Emilio II me animó a la mitad de la cuesta y el resto de amigos pradolongueros que estaban por allí ubicados, también. Eso hizo que pudiera subir algo mejor de lo que pensaba ese tramo, aunque sufrí como un c…

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En la cuesta final, sufriendo a tope. Foto cortesía del admin de forofosdelrunning.com

Llegué arriba y al entrar en el recinto donde está instalada la meta aceleré lo poco que pude, ya que venía gente por detrás con intenciones aviesas. No consiguieron pasarme por los pelos y me presenté en meta con un tiempo oficial de 1:32:23. Bastante lejos del objetivo, pero cuando no se puede, no se puede.

Nada más pasar la línea de meta me encontré con Joaquín, que como buen compañero me estaba esperando. Su tiempo en meta oficial fue de 1:30:55. Un excelente tiempo aunque se quedó un poco con la miel en los labios de no haber bajado de la hora y media, pero está muy, pero que muy bien.

Recogimos la bolsa del corredor y estuvimos buscando al otro contendiente para ver en cuanto había consistido la minutada, pero no aparecía por ningún sitio. La tierra se lo había tragado. Fuimos a ver a los compañeros pradolongueros que nos habían animado y Pepe nos indicó que había visto pasar a ambos y que la diferencia andaría por los cinco minutos o menos.

Después de cambiarnos llegó Miguel y nos dijo que su tiempo en meta era de 1h26. Comprobando las clasificaciones, se puede ver que el tiempo oficial es de 1:26:08 por lo que la diferencia entre ambos es de 4:47. Ni mucho menos una minutada. Queda claro, por lo tanto, que el campeón ha sido Joaquín. ¿Podría ser Villarrobledo la próxima ocasión donde se midan los contendientes?

Miguel no andaba muy contento porque quería bajar de 1h26, pero estuvo muy cerca y no es ésta una carrera para tratar de conseguir una buena marca. Con su estado de forma en el día de hoy hubiese hecho 1h24 (o menos) en Getafe o en Villarrobledo. O sea, que es para estar muy contento.

Joaquín tenía sentimientos encontrados. Por un lado feliz porque se había proclamado campeón del duelo, pero por otro lado le dolía no haber bajado de la hora y media. Pero igualmente aplicable lo de Miguel, esta no es carrera para marcas y debe sentirse más que orgulloso del tiempo conseguido.

Al cambiarnos, Joaquín se dio cuenta que no estaba su móvil en la mochila. Preguntamos en el ropero y nada, no sabían nada. Fueron al coche y allí estaba, afortunadamente. Nosotros nos quedamos en espera de que sacaran las clasificaciones, pero después de un buen rato esperando nos fuimos a casa pensando que no había ningún compañero en puestos de honor. Craso error, por la noche, consultando las clasificaciones vimos que Joaquín había sido tercero de su categoría.

¡¡¡Enhorabuena campeón!!!

Un día tan indicado como éste no podía acabar así. Era el día señalado para juntarnos todos los pradolongueros y celebrar la llegada de la Navidad de la mejor manera posible, que no puede ser otra que comiendo. Así que a las dos nos fuimos a un restaurante no muy lejos de nuestro querido Parque de Pradolongo y allí dimos cuenta de cuantas viandas nos pusieron por delante. Una velada muy agradable con una compañía inmejorable.

I Carrera popular villa de Gerindote

Hoy se ha celebrado la primera edición de la que han llamado «carrera popular villa de Gerindote». El año pasado y el anterior se celebró la segunda y primera edición de la «legua urbana de Gerindote», pero este año lo han cambiado de nombre -imagino- como una manera de cortar con el pasado.

Llegamos al pueblo y nos acercamos a por el dorsal. Nos dieron el dorsal, una bonita camiseta técnica y una riñonera azul muy atractiva. Vimos que no había mucha gente por los alrededores de la plaza donde estaba instalada la meta y la salida. Un paisano me comentó que había varias carreras ese mismo día en la provincia de Toledo y que los corredores se habían repartido. El año pasado había una cantidad ingente de corredores del equipo Training Rey capitaneados por el mismo Julio Rey y su esposa Vanessa Veiga, pero este año no sé si había alguno por ahí desperdigado y desde luego a los que no vi fue al matrimonio maratoniano.

Antes de dar la salida nos hicimos una foto frente al ayuntamiento para inmortalizar el momento:

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Antes del comienzo de la carrera

Además de cambiar el nombre de la carrera, también ha cambiado el circuito y el kilometraje. Si la legua del año pasado era de dos vueltas para completar 5,5 km poco más o menos, hoy había que dar tres vueltas y hacer 6,3 km. Como el martes es la media maratón de Villaverde, a la que estoy inscrito, y no quería machacarme mucho, que luego podrían faltarme fuerzas para la media, decidí acompañar a la amiga con la que había venido hasta este pueblo.

Había muy pocos corredores, así que cuando dieron la salida nos quedamos prácticamente solos. Unos cuantos salieron como galgos hacia delante y otros pocos se quedaron por detrás. Hicimos un primer kilómetro bastante rápido y luego ya fuimos cogiendo velocidad de crucero, aunque la segunda vuelta fue algo más lenta. Ya en la tercera, mi amiga apretó de lo lindo y la hicimos a buen ritmo. Llegamos a meta con un tiempo, según el cronómetro, de 28:44 y una distancia, según el GPS, de 6,2 km.

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A punto de finalizar la segunda vuelta

Después de la carrera la organización, bastante buena, por cierto, nos obsequió con unas ricas migas y un bote de refresco o agua. Pero lo mejor es que mi amiga no sólo consiguió quedar segunda en su categoría, sino que fue la primera de las locales, por lo que fue obsequiada con un buen jamón serrano.

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Pódium de las locales

VI Pachanga de las aficiones

Tras mi segunda participación en esta carrera pensé que sería la última; sin embargo, hoy he corrido esta prueba por cuarta vez. El año pasado participé porque me encontraba muy bien y quería ver hasta donde podía llegar. Y este año he participado para acompañar a Joaquín, que quería bajar de cuarenta minutos.

Tenía plena confianza en que pudiera cumplir su objetivo, aunque él se mostraba algo escéptico porque decía que llevaba muchos años sin bajar de esa mítica barrera. De hecho, estaba casi seguro de que él lo iba a hacer, lo que no tenía nada claro es si yo podría.

El año pasado descubrimos que la manera más rápida de llegar hasta la salida es utilizando el cercanías, así que este año decidimos hacer los mismo, aunque esta vez quedamos en la estación 12 de octubre. A las 7:30 habíamos quedado, pero como siempre que vamos a alguna carrera mi amiga y yo llegamos tarde unos cinco minutos. Y tuvimos suerte, porque cuando llegamos al andén, el tren ya había cerrado las puertas, pero al ver que nos quedábamos solos en el andén, decidió abrir las puertas de nuevo y pudimos entrar.

En algo menos de media hora estábamos en Nuevos Ministerios y diez minutos más tarde junto a los camiones donde se dejaba la ropa. Allí nos encontramos con unos cuantos pradolongueros y nos hicimos una bonita foto de recuerdo.

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Equipo pradolonguero casi con completa uniformidad

Entre quitarnos la ropa y hacernos la foto, se fue haciendo una cola enorme para dejar las pertenencias. Igual que el año anterior, la entrega era algo tediosa, ya que había que meter las pertenencias en una bolsa de basura, poner en ésta una pulsera de papel resistente y daban otra pulsera con el mismo número en la muñeca de cada corredor, mientras otro enhebraba cada bolsa a una cuerda. Total para que a la hora de recoger la bolsa tardaran lo suyo.

Estuvimos calentando en la calle San Juan de la Salle un buen rato y estirando también y cuando faltaban diez minutos hicimos el viejo truco de ponernos lo más cerca posible de la salida metiéndonos por un hueco que había en una valla.

El tiempo pasaba lentamente mientras esperábamos y en un momento dado, ya pasadas las nueve de la mañana se empezó a oír la cuenta atrás. Cuando llegó a cero empezamos a correr como es menester, pero no llevábamos ni veinte metros cuando tuvimos que parar porque nos dimos cuenta que el coche que abría la carrera estaba parado. ¡¡¡Salida nula en un diez mil!!!

Ahora empezaba la ardua tarea de que todo el pelotón retrocediese para poder ubicar a todo el mundo que ya había pasado la línea de salida. Así que allí estuvimos unos cuantos minutos empujando a los corredores. Al final dieron la salida y más de uno estaba adelantado de esa línea.

El primer kilómetro es casi todo cuesta arriba y el pelotón es muy numeroso, así que es fácil que se vayan escapando segundos. En nuestro caso, la referencia es cuatro minutos por kilómetro, así que todo lo que pase por encima hay que recuperarlo. Ese primer kilómetro lo hicimos en 4:19 algo más lento de lo previsto, por lo que ya teníamos casi veinte segundos que recuperar.

Los dos siguientes kilómetros los hicimos en 3:51 cada uno, por lo que ya estábamos casi «empate» a cuatro. En esos primeros kilómetros me llamó la atención una chica que parecía iba corriendo a sprint y lanzaba unos suspiros que parecía que le iban dando puñaladas. Daba casi miedo escucharla.

El cuarto kilómetro se nos fue a 3:57 y ahí me di cuenta de que era muy probable que hiciésemos el tiempo previsto, pero que la cosa iba a andar justa. Y tanto, porque en el quinto también hicimos 3:57 y aunque ya llevásemos unos segundillos ganados al crono, para poder cumplirlo no había que flaquear en ninguno y apretar en los dos últimos en los tramos más favorables.

El kilómetro seis está justo enfrente del Congreso, en la Carrera de San Jerónimo y aunque es cuesta arriba, se compensa un poco con la bajada hasta Neptuno. Ahí se nos fue a 4:01, pero la cosa marchaba. Es el siguiente kilómetro el más complicado porque se sigue subiendo la Carrera de San Jerónimo, se llega a un llano hasta Sol y luego sigue el perfil ascendente hasta la Plaza de San Miguel. Antes de llegar a esa plaza está el kilómetro siete y ahí el cronómetro marcó 4:11.

Habíamos pasado el tramo más complicado y aunque llevábamos unos cuantos segundos perdidos, ya sí tenía claro que bajábamos, porque nos quedaba una pequeña bajada hasta Bailén, luego un tramo más o menos llano hasta la Puerta de Toledo y luego una buena bajada para recuperar esos segundos. Hicimos el octavo kilómetro en 3:54 y el siguiente, ya bajando Pontones, por el tramo más favorable se nos fue el noveno a 3:46. Fue en ese punto donde Joaquín puso pies en polvorosa. El metro que le había concedido de cortesía empezó a alargarse y me resultaba imposible acercarme a su espalda. No era capaz de alargar la zancada lo suficiente o mover las piernas más deprisa.

A falta de quinientos metros, la carrera se mete por Alejandro Dumas en vez de seguir por Paseo de Melancólicos, que es el camino más rápido para llegar al Vicente Calderón. Si no has corrido nunca la prueba, puede ser algo desconcertante, pero ya conocía este desvío con su «guinda» final. Y es que al final de Alejandro Dumas hay una bonita cuesta que si vas al límite se te puede hacer dura. Y eso le pasó a Joaquín, porque fue en este punto donde conseguí de nuevo llegar a su altura; sin embargo, en la posterior bajada se me fue un poco y llegó a meta un segundo antes que yo con la satisfacción de haber bajado de los cuarenta minutos.

Llegué a meta con un tiempo bruto oficial de 39:51 (por 39:50 de Joaquín) aunque ambos hicimos un tiempo neto idéntico de 39:46 ya que él salió un poco antes que yo.

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Tiempos por kilómetro

XVI Carrera cívico-militar contra la droga

Hoy he participado por segunda vez en esta carrera y debe ser de las pocas que no recordaba el recorrido. Me sonaba lo de la vuelta al lago, pero poco más.

Rezaba la información de que se trataba de una carrera de 6,5 km por lo que pensamos en ir corriendo desde el Pradolongo hasta la Casa de Campo, en concreto hasta el Urogallo, donde esperaban los otros pradolongueros que habían optado por llegar a la CdC por otros medios.

A las 9:00 salimos del punto de encuentro con la intención de llegar a las 9:45 al Urogallo, que era el lugar y la hora fijada para la foto de equipo. Salimos tres pradolongueros y poco después de unió al grupo un cuarto. Ya en Madrid Río apareció el quinto en discordia y aunque llegamos al Urogallo unos minutos tarde, nos dio tiempo salir en la foto…

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Un montón de pradolongueros dispuestos a correr contra la droga

Y poco más hicimos por allí porque enseguida se dio la salida. Estaba colocado junto a Joaquín no muy lejos de la pancarta de salida, pero no veíamos a Miguel que tenía intenciones de disputar un ensayo del duelo que protagonizarán en Villaverde. Hoy era sólo con balas de fogueo.

Joaquín y un servidor salimos a toda pastilla en cuanto dieron la orden de salida. Nada más salir hay un pequeño repecho y luego una bajada. En la bajada nos adelantó Miguel que iba aún más deprisa. Tratamos de no perderle de vista, que no se alejase demasiado y después de que nos sacara un buen trecho al comienzo, luego le íbamos viendo no muy lejos.

El primer kilómetro a 4:08 que dimos por bueno porque un tramo es en subida. El segundo kilómetro en 4:04, lo cual nos pareció bastante bien porque el terreno era ascendente. Pero en el tercer kilómetro flojeamos un poco y se nos fue a 4:13. En ese punto le comuniqué a Joaquín, que siempre iba un metro delante de mí, el parcial que habíamos hecho y comentó que era algo flojo, que había que aumentar el ritmo. Yo iba algo justo, notaba que las piernas no daban más de sí, por lo que Joaquín empezó a alejarse poco a poco a partir de entonces.

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Aquí ya me había quedado solo

Cuarto kilómetro en 4:12 y en ese punto el terreno dejaba, por fin, de ser ascendente para comenzar a ser más favorable. Pude aumentar un poco el ritmo y el quinto kilómetro cayó en 4:05, pero también aumentaron el ritmo los pradolongueros que iban por delante, porque la camiseta anaranjada de Joaquín empecé a dejar de verla. En el sexto kilómetro hice el mismo tiempo que en el anterior y ya me preparaba para aumentar el ritmo en los últimos quinientos metros. Cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta que la gente se paraba poco después. Yo también me paré y lo mismo hice con el cronómetro que marcó 6,2 km y un tiempo de 25:35 @ 4:08 min/km. Un ritmo peor que el domingo anterior en Portillo.

En meta, comentando la jugada y comparando tiempos, parece ser que llegó Miguel con un minuto menos que yo y Joaquín intercalados entre ambos en un tiempo entre veinte y treinta segundos peor que su rival. Demostró Joaquín lo que estoy viendo todos los martes y jueves, que está muy fuerte.

Después de la carrera, una botella de agua o bote de refresco y una mochila de cuerdas con una bonita camiseta conmemorativa. Pude además comprobar la eficiencia del ropero: entrega rapidísima sin tener ni siquiera que decir el número de dorsal porque la persona que se encargaba de ello ya lo había visto según nos acercábamos y raudo había la bolsa del camión. Y todo por cero euros.

Ayer me pesé y la báscula marcaba 69,4 kg que son 200 g más que la semana pasada. Se ha cortado la progresión que llevaba desde que empezamos con el reto un mes, un kilo. Voy a andar justo este primer mes.

Según el GPS: 6,2 km en 25:35 @ 4:08 min/km # VDOT = 48,7 # T = 4:21 # M = 4:37

XVII Carrera popular de Portillo de Toledo

Hoy he participado por segunda vez en esta carrera popular cuyo principal rasgo de identidad es el patrocinio de Joma y la generosa bolsa del corredor. Eso provoca que sea una carrera con mucha participación. El speaker hablaba de unos mil participantes entre niños y adultos, lo cual es todo un récord en un pueblo que tiene poco más de dos mil habitantes.

El día anterior miré las previsiones meteorológicas y daban lluvia a partir de las tres de la tarde; sin embargo, yendo de camino volvimos a mirar y daban lluvia prácticamente toda la mañana. Y así fue, empezó a llover poco antes de las doce, es decir, minutos antes de que comenzase la carrera. Y estuvo lloviendo toda la carrera y bastante agua además.

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Posando antes de la carrera, con la fábrica original de Joma a la espalda

Era mi segunda participación y la idea era hacer un tiempo similar al del año pasado (27:39), aunque tenía la sensación de que estaba algo peor que entonces, por lo que me daba con un canto en los dientes si hacía un tiempo que se acercase.

Se trata de una carrera de 6,6 km que consta de dos vueltas. Es un terreno rompepiernas con constantes subidas y bajadas y mucho callejeo con bastantes giros a izquierda y derecha. Pero quizás por eso la carrera se hace más amena.

Salí a buen ritmo, aunque tampoco a tope sabiendo que la carrera es durilla. Traté de mantener un esfuerzo constante, lo que implicaba perder tiempo en las cuestas arriba y ganar algunos segundillos en las cuestas abajo. Y así fueron pasando los kilómetros hasta llegar por primera vez a la plaza de España (conocida por los lugareños como la plaza grande) donde estaba ubicada la línea de meta. Miré de reojo el reloj de meta y vi que marcaba trece minutos y treinta y tantos segundos, que me sonaba era más o menos semejante al tiempo del año pasado (luego me he dado cuenta que era un tiempo inferior).

Tuve la mala suerte de que se desabrochara la zapatilla derecha cuando estaba terminando esa primera vuelta, aunque tenía la seguridad de que hice un doble nudo, debió ser que quizás no lo apretase como debiera. Aún así, no iba a parar a abrochar la zapatilla cuando quedaban poco más de tres kilómetros, así que seguí la carrera con la misma filosofía de no darlo todo en las cuestas arriba y tratar de aumentar, si podía, el ritmo en el terreno más favorable, tratando de que no se saliese la zapatilla en ningún lance.

Me sorprendió que en esa subida que «adorna» el comienzo de cada una de las vueltas fuese capaz de adelantar a dos o tres corredores. La lluvia seguía cayendo con ganas, el terreno estaba muy mojado, con algunos regueros de buen caudal en algunos tramos de la carrera y algún que otro charco más que interesante que provocaba algunos corredores fuesen de izquierda a derecha o viceversa para tratar de esquivarlos.

Sobre el kilómetro cinco me adelantó un corredor y muy amablemente me dijo algo así como «ten cuidado que llevas desabrochada la trencilla». Le agradecí su observación y se me puso una sonrisa de oreja a oreja al escuchar una palabra que hacía tiempo no escuchaba y que me recordó mis años pasados por aquellas tierras donde esa palabra era de uso habitual y que por otros sitios no escuchas.

Llegados a la calle Paz donde a lo lejos se veían algunos arcos, el corredor que iba junto a mí me preguntó si sabía donde estaba la meta. Le indiqué que cerca del arco azul que se veía a lo lejos y el individuo aumentó el ritmo como si le hubiesen puesto una guindilla en el culo. Fui incapaz de seguir su paso y tampoco el de otro que me pasó por la izquierda a un velocidad endemoniada.

Viéndome sobrepasado por dos auténticas flechas, llegué a meta con un tiempo oficial de 27:29, bastante pasado por agua, pero contento ya que había mejorado el tiempo del año anterior en diez segundillos. Al final resulta que no estaba tan mal como pensaba.

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Entrando en meta algo mojado. Foto cortesía de Juan Carlos Iniesto

Después de llegar a meta, había que hacer cola para recibir el avituallamiento que consistió en un plátano una manzana y una bebida a elegir entre Coca Cola, Aquarius y una botellita de agua. Me incliné por el agua y estuve esperando bajo la carpa que tapaba la Plaza de España a que llegaran mis acompañantes. José Luis llegó poco después y la amiga que nos había acompañado tampoco tardó mucho. Me acerqué a por el coche y a por la ropa seca mientras ellos esperaban las clasificaciones ya que son excelentes corredores que suelen subir al cajón en bastantes carreras.

Y efectivamente, José Luis subió al segundo escalón del podio en su categoría y la chica se quedó no muy lejos haciendo sexta de su categoría, pero muy contenta de haber hecho un tiempo bastante mejor que el año pasado.

Me sorprendió el modo de ver la clasificación. Tenían un monitor donde podías ver tu tiempo indicando a la persona al cargo el número de dorsal. Se veía algo así como…

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¿Las clasificaciones en papel son ya historia?

Según el GPS: 6,73 km en 27:31 @ 4:05 min/km # VDOT = 49,4 # T = 4:18 # M = 4:34