Hoy la temperatura nos ha dado tregua

Había quedado con mi tocayo a las 9:00 de la mañana para hacer unos kilómetros. Después de un par de semanas de mucho calor parece que ha ido remitiendo y cuando me estaba preparando para salir no sabía si ponerme la camiseta de tirantes o la de manga corta.

He optado por la de tirantes y lo cierto es que he pasado algo de fresco cuando íbamos por la sombra. Hay que tener en cuenta que la temperatura rondaba los 16º y que, por ejemplo, el pasado sábado andaba por los 25º.

Hacía un buen día para correr, así que lo hemos aprovechado. Después de semanas y semanas rodando casi a seis minutos el kilómetro, hoy pasado el kilómetro tres hemos acelerado un poco y hemos hecho cinco kilómetros a un ritmo vivo: 4:42, 4:40, 4:33, 4:47 y 4:46, a una media de 4:41 min/km, que no está mal, pensando que he estado haciendo kilómetros en las semanas anteriores ¡un minuto más lento!

Me he encontrado bien durante el entrenamiento porque he podido llevar un ritmo razonable y la pierna no me ha molestado prácticamente. De los mejores entrenamientos de los últimos meses.

Hemos totalizado 12 km aunque puse en marcha el cronómetro algo tarde y sólo marcó 11,5 km y un tiempo de 58:21 @ 5:02 min/km.

Antes de salir me subí a la báscula y marcaba 69,9 kg lo cual me alegró mucho al ver que había bajado de setenta.

Celebrando la llegada del verano 2017

Solemos quedar los pradolongueros al menos un par de veces al año. Por Navidad y cuando llega el verano. En Navidad siempre es algo más formal, pero en verano aprovechamos para visitar el bar de nuestro compañero Lico y éste nos trata de maravilla en su local.

Estuvimos tomando unas cervezas y comiendo algunas raciones y terminamos con las famosas tortitas del Payma que no tienen parangón, buenísimas. Jornada súper agradable rodeado de gente maravillosa.

No estuvimos demasiado tiempo que al día siguiente tocaba levantarse a las seis para ir a trabajar.


Pradolongueros de celebración

Por fin han acabado la obra

Hoy he salido a correr con extrañas sensaciones. Sigo con las molestias en la parte posterior del muslo izquierdo y parte del glúteo y poco antes de salir a correr empecé a sentir como una especie de hormigueo en el gemelo de la otra pierna. Pero como iba a salir a hacer poca cosa, no lo di excesiva importancia.

Había quedado con Emilio y me estuvo contando sus desventuras en la media maratón, donde iba con una vela marcando el paso. Mientras me contaba sus cuitas, apareció Emilio R. y al poco los tres comenzamos el entrenamiento.

Íbamos a hacer el circuito nuevo, como llevamos haciendo desde mediados de noviembre, cuando nos dimos cuenta que habían quitado las vallas que cortaban nuestro camino, así que hicimos el circuito viejo. Según íbamos corriendo íbamos pensando lo injusta que es la climatología, ya que hoy hacía bastante fresco y el domingo hizo un calor de espanto, pero poco se puede hacer con este tema, si acaso sólo lamentarse.

Nos sorprendió la obra, porque la cosa ha cambiado, pero no tanto para haber estado todo ese tiempo en obras. Las flores que había y que las iban cambiando de vez en cuando ya no estaban y en su lugar habían plantado pinos. Y los bancos que había de piedra los habían sustituido por unos de madera. También han arreglado el pavimento. Hay que reconocer que ha mejorado.


Foto del paseo arreglado, cortesía de Pradolongo Se Mueve

Hice únicamente una vuelta porque aunque tenía las piernas mucho mejor, no tenía muchas ganas y además tenía algo deprisa. Así que haría cinco kilómetros en aproximadamente media hora, pero no lo sé porque no llevé cronómetro.

Estirando las piernas después de la maratón

Entre que no había entrenado mucho, que hizo mucho calor y que el terreno es duro, la verdad es que acabé con las piernas cargadas, sobre todo los cuádriceps. Pero sé por experiencia que unos estiramientos y un trotecillo viene de perlas para recuperarlas.

Había quedado con Jesús a eso de las siete y me alegró mucho correr, aunque más bien fue trotar, a su lado. Estuvimos hablando de la pasada maratón y de la que él hizo hace un par de años y fui notando poco a poco como las piernas iban mejorando. De casi no poder moverlas al principio a terminar con las piernas bastante bien. Uno de tantos milagros que ofrece el correr.

Hice sólo cinco kilómetros, pero me vinieron extraordinariamente bien.

XL Maratón de Madrid

Debuté el 26 de abril de 1987 en la maratón de Madrid y tenía ilusión de treinta años después demostrar que sigo en la brecha. Por aquello del aniversario, la idea era haber preparado bien la maratón, pero entre una lesión en el mes de enero y una terrible lumbalgia a tres semanas de la carrera, llegué a la línea de salida con un preparación más bien corta, así que el objetivo era hacer algo similar a las dos últimas maratones, que consistió en salir tranquilo y tratar de llegar a meta sobre las tres horas y cincuenta minutos.

En un principio habíamos quedado tres pradolongueros para tratar de ir juntos, pero un par de semanas antes Joaquín se lesionó en la rodilla y Miguel no estaba nada convencido de terminar la carrera. Aún así consiguió un dorsal y los dos nos presentamos en la línea de salida. Recogí a Miguel a las 6:55 y poco después de las siete estábamos aparcando el coche en Alfonso XII. Como habíamos pensado dejar la ropa en el coche, teníamos mucho tiempo hasta las 8:30 que habíamos quedado con los compañeros de MaraTI+D y asociados. Nos acercamos a la línea de meta, ya que tenía ganas de soltar lastre.

Con mucha tranquilidad nos fuimos dando un paseo, hicimos lo que teníamos que hacer y de vuelta nos pusimos en camino hacia la terraza del Ritz donde habíamos quedado. Nos encontramos en el camino con Isidoro y Chema, con los que estuvimos charlando. Resultó un paseo muy agradable por el Parque del Retiro, disfrutando del fresquito de la mañana sabiendo que ese fresco se iba a convertir en calor pocas horas después.

Llegamos con tiempo al punto de encuentro y nos hicimos la foto de rigor, aunque no salió demasiado bien…


En la salida de la Maratón de Madrid 2017

En contra de lo habitual, pensando en el calor, elegí salir con una camiseta más clara y bien recubierto de crema protectora, ya había sufrido en alguna maratón anterior quemaduras en los brazos y hombros y esta vez no estaba dispuesto a que volviera a pasar. Además había metido en el bolsillo del pantalón seis píldoras de sales porque sudo mucho y las sales se acaban si solo bebes agua. Fue de Miguel la idea de las píldoras y creo que fue un acierto. Habíamos pensado meternos una píldora cada diez kilómetros.

Después de la foto estuvimos haciendo tiempo porque íbamos a salir con un par de compañeros, pero éstos no llegaban y a las 8:45 nos fuimos hacia el cajón tres que me habían asignado. Estuvimos haciendo tiempo viendo a los paracaidistas cómo caían y escuchando al locutor dar salida a las múltiples pruebas: los de las sillas de ruedas, los élite de la media, los élite de la maratón y al final, el resto de mortales, que salimos algún minuto después de lo previsto. De nuevo, por aquello de la foto, salieron juntos los de la media y los de la maratón, lo cual es una idiotez supina que repiten una y otra vez para abultar los números.

Salimos muy tranquilos, principalmente porque era cuesta arriba y porque iba a hacer muuuucho calor, que ya a las nueve se notaba la calorina. Además el increíble gentío tampoco permitía ir demasiado deprisa y eso que salimos del tercer cajón, que los que salieron del sexto o séptimo debieron tardar lustros en ponerse a correr.

En Plaza de Castilla, kilómetro cinco, se acababa la primera cuesta, que es prácticamente desde la salida. Tomamos nuestra primera botella de agua y miramos el reloj. Habíamos completado este primer tramo a 5:30, dentro de lo previsto.

La bajada por Bravo Murillo hasta Cuatro Caminos se hace rápida, pero tampoco queríamos lanzarnos, por lo que aumentamos el ritmo sólo un poco. Llegamos al kilómetro diez fenomenal y después de coger la botella de agua ingerimos la primera de las píldoras de sales.

Empezamos a notar que la ingesta de agua nos estaba llenando la vejiga, provocándonos ganas de vaciarla, así que decidimos parar donde el año pasado, en la calle Francisco Silvela, que es cuesta abajo y luego se tarda menos en volver a coger el ritmo. Pasado el kilómetro trece se encuentra la subida por la calle Serrano que tiene su miga, es bastante inclinada, aunque afortunadamente no demasiado larga. Poco después, pasando al otro lado de la Castellana, cerca de Rubén Darío nos adelantó el globo de las 3h45, pero no lo dimos la menor importancia, considerábamos que nuestro ritmo era bueno y que ya le adelantaríamos.

En el kilómetro quince, ya subiendo Santa Engracia, agarramos otra botellita de agua para tratar de subir con energía esa bonita cuesta, pero mi pensamiento no era otro que ver a mi madre que esperaba un par de kilómetros después. Miré el reloj y vi que íbamos a llegar un poco antes de lo que le había dicho, pero pensé que mi madre, que es muy previsora, estaría antes de la hora establecida. Y así fue, en el kilómetro diecisiete estaba esperando con un plátano. Un abrazo y un beso a cambio de la fruta y emoción a raudales.

Compartí el plátano con Miguel bajando San Bernardo y sin querer ya estábamos en Gran Vía donde empieza uno de los tramos más emocionantes de la carrera. El paso por Gran Vía, Callao, Sol y la calle Mayor pone los pelos de punta incluso a los más insensibles. Es alucinante como te llevan en volandas con sus gritos de ánimo. Yo tengo a tendencia a acelerarme con los gritos, pero Miguel me paraba cuando aumentaba el ritmo. Allí vi a Andrés, animando al personal. ¡Mucha gracias Andrés!

El paso por el Palacio Real, sobre el kilómetro veinte, también es emocionante, hay mucha gente animando. De nuevo echamos mano a una píldora y con un buen trago de agua conseguimos ingerirla. Y poco después otro trozo de plátano en el avituallamiento cercano a la media maratón. Pasamos por la pancarta de la media, miré el cronómetro y vi 1h52. Le comenté a Miguel que pensaba que íbamos mejor que el año pasado, pero no estaba demasiado seguro. Me sorprendió no ver un reloj en el arco de la media y pensé que ahorrando por aquí y ahorrando por allá, al final se sacan unas perrillas más de beneficio.

Pasamos Ferraz, Rosales y comenzamos a bajar por el Paseo de Camoens hacia el Puente de los Franceses. En una de las primeras curvas, sobre el veintitrés, vimos a un individuo tirado en el suelo, de lado, atendido por otros corredores. Daba muy mal rollo, espero que la cosa no haya ido a mayores. No era el primero que veíamos a alguien parado, pero sí parecía el más grave. Posiblemente el calor ya iba haciendo de las suyas.

La Avenida de Valladolid se hace larga. Íbamos todos por nuestra izquierda buscando la sombra, aunque cuando acaba esta avenida y empieza el Paseo de la Florida, no queda más remedio que ponerse a la derecha donde no hay nada de sombra. En la Puerta de San Vicente también había muchísima gente animando, dejando un pasillo estrecho que llega hasta la estrecha y empinada bajada hasta el río. Allí había un puesto de avituallamiento donde repartían geles. Cogimos un gel y una botella y nos la vimos y nos la deseamos para conseguir abrir el dichoso gel. Luego fue ingerido con rapidez y bien pasado por agua para que se nos quitara esa sensación de tener la boca pastosa.

La subida al lago de la la Casa de Campo es bastante dura y luego el camino por el Paseo de los Plátanos sigue siendo ascendente. Empecé a notar que Miguel se iba quedando un poco por detrás. El tránsito por la Casa de Campo es muy agradable porque vas todo el rato por la sombra. Al contrario que en años anteriores que el recorrido por la Casa de Campo era más largo y estabas deseando terminar, ahora daban ganas de que no acabase nunca por el frescor que se sentía.

Lo malo es la salida por el metro de Lago, allí nos obsequian un año sí y otro también con una bonita cuesta, pero también la animación es bárbara en ese punto. Al acabar la cuesta Miguel se quedó otro poco, poco antes del kilómetro treinta y en la cuesta de la Avenida de Portugal ya me separé definitivamente. No me porté bien con él, pero como salió con la idea en la cabeza de que a lo mejor abandonaba me fui… Pero no debería haberlo hecho ya que probablemente si hubiera seguido con él quizás no hubiera abandonado, pero yo seguía obsesionado con «mi» treinta aniversario y no pensé en otra cosa. Mea culpa.

Subí la cuesta de Marqués de Monistrol a buen ritmo, ayudado por la música de Rosendo, el ilustre carabanchelero. Y poco después de coronar, los gritos de ánimo de mis cuñados me dieron alas. Fueron los kilómetros más rápidos, me sentía como en una nube. Pasé por el Paseo de la Ermita del Santo como una exhalación. Crucé el Puente de San Isidro donde cogí un trozo de plátano. No sé si fue la fruta o la vista del Vicente Calderón, pero las piernas iban a una velocidad endiablada -dentro de lo que cabe- y así seguí hasta la cuesta de la Calle Segovia, donde no me quedó más remedio que aflojar el ritmo. En esa cuesta iban andando bastantes corredores y resultaba complicado adelantar.

Coroné la cuesta, me dejé caer por Ronda de Segovia relajando los brazos y comencé a subir el Paseo Imperial bastante bien. De nuevo, en esa cuesta iba mucha gente andando. El hombre del mazo no daba abasto. Acabó la subida y después de coronar me dejé caer por el Paseo del Doctor Vallejo Nájera sabiendo que era la última bajada antes del festival de cuestas arriba.

El Paseo de las Acacias y su continuación por Ronda de Valencia y Ronda de Atocha se me dio mejor de lo que yo pensaba, pero al llegar a Atocha, empezó a darme el bajón y empecé a subir el Paseo del Prado notando ya flojedad en las piernas. Juanqui me acompañó desde Atocha tratando de animarme y me vino fenomenalmente bien porque iba notando que las fuerzas me iban abandonando poco a poco. Mal del todo no iba porque seguía adelantando gente, aunque alguno que otro me pasaba a mí.

Empecé a marcarme pequeñas metas. Primero llegar a Neptuno, donde espero estar dentro de poco más de un mes 😉 luego llegar a Cibeles, después a Colón. En Colón, enfilé Goya y el objetivo era la esquina de Goya con Velázquez. Todo picaba para arriba, pero la cuesta de Velázquez tiene tela marinera. Suprimieron Alfonso XII, pero no sé cual es peor. Pasé el kilómetro cuarenta y le dije a Juanqui que cogiera una botella de agua por mí en ese avituallamiento, ya no tenía ganas ni de pelearme por conseguir una botella.

Nada más pasar el avituallamiento coroné la cuesta de Velázquez y enfilé Ortega y Gasset más animado, pensando que lo peor ya había pasado. Llegué a la Plaza del Marqués de Salamanca y ya vi Príncipe de Vergara con su bonita cuesta abajo. Traté de alargar la zancada lo que puede para acelerar un poco el ritmo, pero sospecho que no fui mucho más rápido.

La entrada en el Retiro, como siempre, resultó apoteósica. Entre que el terreno es favorable, que ya no queda casi nada para terminar y el griterío del respetable, este último tramo es realmente fantástico. Todo lo sufrido se olvida en cuanto se pone el pie en el Paseo de Fernán Nuñez. Ese último kilómetro de gloria es tremendamente emocionante.

En este último tramo me adelantaron unos cuantos, ya que no aceleré por la proximidad de la meta. En 2010, en un día también muy caluroso, fui a tope hasta el final y llegué algo mareado a meta, así que me tomé con tranquilidad el tramo por el Retiro, tratando de disfrutar de los últimos metros de mi vigésima séptima maratón.

Pasé por línea de meta cuando el cronómetro marcaba 3h47 por lo que descontando el tiempo que tardé en pasar por la línea de salida se convierte en un tiempo neto de 3:46:39, así que tengo que estar satisfecho ya que he conseguido estar en la horquilla prevista antes de comenzar. Treinta años después, lo volví a hacer, eso es buena señal. No sé si aguantaré corriendo otros treinta años, pero se intentará, aunque no creo que corriendo maratones.

Después de pasar por la línea de meta, recibí la medalla, me dieron un bolsa con comida y bebida y me fui hacia el coche. Tenía la esperanza de no encontrar a nadie allí, lo que hubiese significado que Miguel habría llegado a meta. Y así fue, Miguel no estaba… Pero llegó al poco diciendo que venía del «servicio». Me apenó saber que se había retirado ¡¡¡en el kilómetro treinta y siete!!!


Tiempos de paso en la maratón de Madrid

Maratones acabados en siete

Este año es 2017. Ha habido otros años acabados en siete en los que he corrido la maratón de Madrid. Empezando por hace 30 años, estos son los resultados:

1987 3:57:11
1997 4:16:22
2007 4:05:48

Como puede verse, no son tiempos para tirar cohetes. Además en cada uno de ellos hubo diversos avatares. El del año 1987 fue el primero, aquello era todo territorio inexplorado, fue simplemente una primera toma de contacto.

En 1997 corrí con una amiga que corría su primer maratón. Hice de acompañante y no se nos dio mal del todo, casi cumplimos el objetivo inicial.

En 2007 me lesioné en los primeros kilómetros y no pensaba que terminaría, pero por cabezonería acabé, aunque sufriendo como un perro. Recuerdo que en esa maratón hizo mucho calor, como parece va a hacer este año.

Aunque tenía intenciones de entrenar esta maratón decentemente, al final no ha podido ser, así que me presentaré en la línea de salida con pocos kilómetros en las piernas, pero llevando un ritmo tranquilo espero poder terminar sin demasiados agobios.

No era cuestión de hacer muchos kilómetros, hay que tratar de llegar a la línea de salida de la maratón lo más descansado posible, pero tampoco era cuestión de cruzarse de brazos, así que opté por hacer unos 18 km que no es ni chicha ni limoná.

Quedé con una amiga y bajamos al Parque Lineal a hacer el circuito completo, aunque hicimos una variante para ir por un camino que hay justo debajo de la cementera. Vimos que tampoco aporta mucho la variante, así que es mejor hacerlo como siempre, por el puente nuevo que hicieron.

El parque estaba precioso, con verde por todos sitios, de hecho, el camino parecía otro ya que ibas entre hierbas. La higuera ya tiene higos, el abuelo ya está verde. Una maravilla. Estoy de acuerdo que la Casa de Campo no tiene parangón, pero el Parque Lineal merece mucho la pena.


Uno de los senderos del Parque Lineal rodeado de verde

Fuimos a un ritmo normal, tampoco de paseo y totalizamos los 18 km previstos en un tiempo de 1:35:51 @ 5:19 min/km.

Después de la carrera fui a visitar a Quique porque sigo con molestias extrañas por la pierna izquierda. Se lo comenté y me dijo que sí, que podía ser consecuencia del lumbago. Notó algo distinto comparando una pierna con la otra y se enfocó en eso. Estuvo un buen rato dale que te pego y parece que estoy mejor. Habrá que esperar al menos un día para ver si ha sido efectivo.

Se nota la Semana Santa

Hoy he salido a correr por el Parque Lineal y debe ser porque es Semana Santa porque había poquísima gente corriendo. Eso sí, de los pocos que había, uno iba a una velocidad endiablada. Me ha adelantado cuando yo iba a buen ritmo y se iba alejando cada vez más. ¡Cómo iba el individuo!

Quería probar mi estado de forma haciendo un último entrenamiento metiendo algo más de calidad que casi siempre. Salí con la idea de hacer siete u ocho kilómetros sobre 4:40 y 4:45, pero el primero -después de los tres primeros de calentamiento- lo hice a 4:36 y ya fijé el objetivo en 4:40 y excepto un par de ellos que hice a 4:41 los demás los hice por debajo.

Cuando llegué al kilómetro diez llevaba siete a buen ritmo, pero vi que no iba mal del todo y me animé a hacer un kilómetro más. Pensé «en este último echo toda la carne en el asador», pero al terminar vi que lo había hecho 4:37, así que muy fino ya no iba. Pero estoy contento, creo que podré afrontar la maratón sin demasiados problemas.

Antes de salir del Parque Lineal paré en la fuente a hidratarme ya que hacía bastante calor, cerca de los 20º, y ya iba un poco seco. Hice en total 14 km en un tiempo de 1:09:30 @ 4:58 min/km, aunque lo importante son los ocho kilómetros que hice en 37:03 @ 4:38 min/km.

Antes de salir me subí a la báscula y marcaba 69,8 kg. Ha aumentado un poco desde la semana pasada, quizás debido al efecto torrijas, pero al menos ando por debajo de setenta.

#TorrijasEsSalud o #StopTorrijas

Estos días ha estado pululando por ahí una curiosa controversia sobre si las torrijas son buenas o no para los corredores. Los partidarios de las torrijas se han adherido al hashtag #TorrijasEsSalud dando sus razones del porqué, mientras que los detractores vertían sus opiniones -por supuesto equivocadas- sobre los riegos de ingerir este popular dulce típico de la Semana Santa. Ni qué decir tiene que yo soy de los partidario de las torrijas, ¡sólo faltaría!


Una torrijitas porque como todo el mundo sabe #TorrijasEsSalud

Y no es cuestión de oportunismo, que en el blog se pueden ver entradas de otros años hablado de mi afición a las torrijas. De hecho, hoy han caído dos torrijas para desayunar. Una antes de salir a correr y otra, después. Según el Garmin, que calcula las calorías gastadas durante el ejercicio por la cuenta de la vieja, he gastado 892 calorías.

En este artículo hablan de cuantos kilómetros hay que recorrer para quemar las torrijas. Y dice algo así como término medio podemos acordar que unos 100 gramos de torrijas tienen entre 200 y 230 calorías; pero claro, no es fácil encontrar una torrija que pese 100 gramos. Generalmente suelen andar sobre los 200 gramos de peso, lo cual significa que en una sola torrija podemos llegar a consumir entre 400 y 460 calorías por torrija. Hablamos siempre de torrijas de leche, de las que se preparan con huevo, leche, azúcar y canela.

He pesado las torrijas y son de aproximadamente de 150 gramos, así que andarán como máximo por 345 calorías. Es decir, que esta mañana me he metido entre pecho y espalda 690 calorías y he quemado 892, así que el artículo de marras me ha alegrado el día.

Hoy, como es Jueves Santo, he quedado a las nueve de la mañana con mi tocayo y con una amiga para hacer unos kilómetros, tampoco muchos que la maratón está cerca. Hacía una buena temperatura, aunque no me hubiera importado un par de grados menos. Hemos bajado al Parque Lineal, hasta el segundo puente y vuelta, por lo que hemos hecho 12 km en un tiempo de 1:01:56 @ 5:09 min/km. Y eso que decía mi amiga que tenía las piernas cansadas, pero nos ha llevado a buen ritmo.

Ochocientos kilómetros y ya rotas

Llevo tres pares consecutivos con el modelo de zapatillas Adidas Supernova Glide 7. Me compré las primeras en una tienda física y los otros dos pares por Internet. Corrí con esas primeras 1096 kilómetros y aún las uso para andar con ellas. Con las segundas estuve 996 kilómetros, pero ya llevaba bastante con las zapatillas rotas y una de las zapatillas de este tercer par se ha roto a los 812 kilómetros. Al final va a tener razón aquel que decía que las zapatillas que venden por Internet son de peor calidad.


Un buen boquete en la zona interior de las zapatillas

Habíamos quedado a las 18:30, pero ha habido varios desertores, así que únicamente estábamos Emilio el incombustible y un servidor. Nos encontramos con Emilio R., pero duró poco con nosotros porque decía que no se sentía bien. Hacía una temperatura bastante elevada, sobre los 25º, que invitaba a tomarse el entrenamiento con calma. Y eso es lo que hemos hecho, hemos ido a un ritmo bastante tranquilo.

Emilio iba vestido con la ropa que llevará en la media maratón, ya que va a actuar de guía de 1h50. Una bonita camiseta, un pantalón chula y unas zapatillas con buena pinta. Todo Adidas.

Hemos hecho vuelta y media en Pradolongo y otro poco en Parque Sur totalizando 10 km en un tiempo de 55:47 a un ritmo de 5:34 min/km. Un ritmo bastante lento, pero ideal para recuperar las piernas de la paliza del fin de semana.