Había puesto el despertador a las siete en punto, sonó, me levanté y desayuné como un día normal. Habitualmente me levanto tres horas antes de la carrera para desayunar y hacer la digestión, pero esta vez probé a hacerlo con sólo dos horas y yo creo que no me ha sentado bien porque luego en carrera no iba cómodo.
Me preparé con mis nuevas zapatillas Asics Nimbus 25 ya que había perdido las que tenía. Y no sólo las zapatillas, también las plantillas que utilizo para correr, por lo que iba a ser mi primera carrera sin plantillas ¡desde octubre de 2009! Un poco antes de las ocho salimos con el coche al punto de encuentro donde ya estaban casi todos los compañeros del Club Atletismo Zofío. Esta vez no fui el último. Se montaron un par de compañeros en el coche y salimos rumbo al populoso barrio de Lavapiés. Conseguimos aparcar no muy lejos de la salida, fuimos andando hasta la zona de meta, dejamos la ropa en el guardarropa, nos hicimos una foto y fuimos al trote, calentando, hacia la salida.

El Trofeo San Lorenzo es una de las carreras más longevas, ya llevan 43 ediciones, cuatro menos que la Maratón de Madrid, y además transcurre por el centro de Madrid, pasando por las zonas más bonitas de la ciudad: Puerta de Toledo, Palacio Real, Catedral de la Almudena, Puerta del Sol, Congreso de los diputados (dentro de poco sólo Congreso), Glorieta de Atocha. Para mí, la carrera más bonita de cuantas se celebran en la capital.
Dieron la salida a las nueve en punto y salí junto a una compañera a buen ritmo aprovechando que era favorable, de hecho hicimos ese primer kilómetro en 4:28. El segundo kilómetro tiene una subida desde la zona del Rastro hasta la Puerta de Toledo, pero el resto es favorable bajando por la Ronda de Segovia. En ese segundo kilómetro hicimos 4:31 llevando un ritmo que no parecía exigir un esfuerzo excesivo. El tercer kilómetro es aún más favorable porque aunque Ronda de Segovia ya no es de bajada, es más bien llana, luego se baja la Calle de Segovia, sí, esa que se sube en la Maratón de Madrid y que a todo el mundo le cuesta un mundo subir. Se baja esa cuesta y se gira a la derecha para encarar el Paseo de la Virgen del Puerto, donde estaba el kilómetro tres. No es casualidad que ese fuera el kilómetro más rápido, ya que lo hicimos en 4:20 pero empecé a notar que las piernas no iban muy finas. Se sigue por Virgen del Puerto hasta la Glorieta de San Vicente y empieza la cuesta más dura de la carrera, aunque la subí decentemente, incluso esperando un poco a la compañera. Ese cuarto kilómetro, justo antes de afrontar un tramo de escaleras, se nos fue un poco porque la subida se las trae. Hicimos 4:59. Después de subir los escalones y pasar por el Palacio Real empecé a no encontrarme nada bien y ya la cosa iba a peor cada metro que pasaba. No es casualidad que ese quinto kilómetro, situado nada más pasar la catedral de la Almudena, se nos fuera por encima de cinco, yo ya iba penando. Llegamos de nuevo a la Puerta de Toledo, subimos esa cuestecilla por la calle Toledo y allí estaba el kilómetro seis, que se nos fue a 4:42. Mejor que los dos anteriores, pero ya lejos del ritmo pretendido. Cogimos agua y poco después, subiendo la calle Mayor le dije a la compañera que se fuera porque me veía peor que ella, que iba encendida viendo a una chica que iba por delante. Me quedé solo y fui mal, muy mal, siendo adelantado por mucha gente. Ni siquiera en el tramo más favorable, desde la Plaza de Canalejas hasta la Glorieta de Atocha pude mejorar, aunque apreté un poco al final viendo que el reloj se acercaba a los 47 minutos. Acabé con un tiempo oficial de 46:56, dos segundos menos de lo marcado por mi cronómetro. Curiosamente mejor tiempo que el año pasado pero las sensaciones han sido mucho peores.
Cogí la botella de agua y la bolsa y fui a buscar a la compañera más joven del club y que debutaba en la distancia. Para afrontar este desafío iba a correr con Emilio «el incombustible» toda la carrera. Tuve que recorrer más de un kilómetro para encontrarlos. Me puse a correr con ellos y en Atocha nos encontramos con otra compañera que también nos esperaba y que también nos acompañó hasta la meta. Detrás de nosotros venía un tipo con una bandera y un megáfono diciendo cosas como «El chatarreeeero» o «Vendo melones», así que iban entretenidos. El tiempo que hicieron fue lo de menos, lo importante es que la compañera llegó muy contenta a la meta.
La compañera con la que compartí algo más de la mitad de la carrera quedó segunda de su categoría, así que hizo bien en marcharse por delante. Estuvimos esperando a la espera de premios y al acabar volvimos al barrio y lo celebramos convenientemente.