La undécima etapa salía de O Cebreiro y llegaba a Portomarín, de 73 km y 1037 metros de desnivel, pero como salimos del Alto do Poio, nos ahorramos unos cuantos kilómetros y unos cuantos metros de desnivel que ya hicimos el día anterior.
A las siete nos despertaron voces de gente hablando, no sé si eran los «motoristas» u otras personas que había en el bar. El caso es que nos levantamos y bajamos a desayunar. El camarero nos ofreció cruasanes que acababa de hacer, según dijo. Pedimos un café y un cruasán cada uno y nos cobró el tipo 8 € por los dos desayunos, una auténtica pasada, pero es que a una guiri que pidió lo mismo la cobró 4,5 €, así que encima tenemos que estar agradecidos. Alucinante lo de los precios en este sitio. Antes ya había recogido la ropa, que ya estaba seca, así que cuando subimos de desayunar preparamos las cosas y nos fuimos.
Cuando salimos estaba despejado, pero como la salida era cuesta abajo, pasamos algo de frío. En un determinado momento, en plena bajada, vimos un mar de nubes que tapaba todo, formando un preciosa estampa.
Estos primeros kilómetros pasaron a toda pastilla, cuando nos quisimos dar cuenta ya llevábamos 20 kilómetros. Pasamos por Triacastela y llegamos a Samos, todo por carretera. Paramos en Samos donde vimos una pequeña ermita del siglo IX junto a un ciprés enorme de 500 años. Ambos están situados junto a un riachuelo, todo muy bonito y muy bucólico. Al lado de esta pequeña ermita está el Monasterio de Samos, un impresionante edificio con una portada muy bonita.
Aún por carretera llegamos a Sarria donde nos tocó subir andando por una cuestaza hasta una iglesia junto a una fortaleza bastante ruinosa y unas letras grandes con el nombre del pueblo. Allí paramos a tomar una barrita. Al poco de salir de Sarria nos metimos por el Camino, que comenzaba con una cuesta imposible de subir donde nos encontramos con los de Burgos que habíamos encontrado llegando a Astorga. Estuvimos los cinco rodando juntos unos kilómetros y luego se quedaron ellos por detrás y nosotros seguimos, alternando asfalto y camino.
Pasamos por el hito kilométrico del 100 y no lo vimos, por lo que nos hicimos la foto en el noventa y nueve y pico. Ya empezaban a verse ríos de “peregrinos”, con mayoría de españoles y españolas y es que ya quedando menos de cien kilómetros aparecen los españoles, mucho más vagos que los extranjeros, que sabiendo que haciendo cien kilómetros ya consiguen las indulgencias, ¿para qué hacer más? Es evidente otro concepto entre los nativos y los foráneos.
Desde Sarria todo es subir y bajar por caminos y carreteras, que a veces es mejor que ir por el camino de tanta gente que va. Llegamos a Portomarín entrando por un puente sobre un embalse del río Miño, que con la sequía deja ver algunas construcciones de lo que antes era el pueblo. Puse el Google Maps para ir a la pensión y en bici nos llevaba por unas escaleras y en coche había que hacer un recorrido del copón. Al final hice un mix de ambas alternativas y nos tocó subir algunas escaleras. Llegamos al restaurante Pérez después de 51 kilómetros donde tomaron mis datos y pagué 50 €. Nos acompañó un camarero hasta la Pensión Pérez ya que no estaba en el mismo sitio que el restaurante.
Comimos en restaurante/pensión Pérez donde pedimos dos ensaladas de pasta, bacalao para mi amiga y chuleta de cerdo para mí. De postre tarta de piña y arroz con leche para mí. Todo muy rico. Costó 12 € cada menú, un precio muy razonable. Al ver que venía un montón de gente estuve buscando en internet el sitio y tenía muy buenas reseñas.
Por la tarde estuvimos dando una vuelta por el pueblo y es un sitio interesante a visitar. Muy recomendable.