Llevo todo el mes de julio entrenando, pero en vez de correr, camino. Y tampoco es que vaya de paseo, que trato de ir lo más rápido que puedo, siempre tratando de hacer más de 7 km en una hora.
Hoy, justo antes de salir al punto de encuentro, a las 19:30, me llegó un mensaje diciendo que se aproximaba una tormenta de padre y muy señor mío. Pero no soy de los que se dejan amedrentar por una simple tormenta. Si hemos quedado a las siete y media, a esa hora hay que estar en el punto de encuentro.
Suelo llegar siempre unos minutos tarde, pero hoy a las 19:29 estaba allí y justo en ese momento salían mis compañeros. Si hubiese tenido en la cabeza irme con ellos los hubiera llamado, pero como iba a andar, no me ha preocupado que ellos saliesen antes.
Me he puesto a andar a buen ritmo, porque la temperatura era más baja de lo habitual y nada más empezar el viento se dejaba notar, iba barriendo con fuerza la arena. Al poco ha comenzado la lluvia, que en pocos minutos ha descargado bastante agua. De este modo me he refrescado y he ido el resto de la caminata a buen ritmo. Tanto, que he conseguido hacer los 7 km en un tiempo de 56:55 que me parece un tiempo inaudito. Después de ver en el kilómetro siete ese gran tiempo he seguido a buen ritmo para completar el circuito de dos vueltas de 4 km cada vuelta. He realizado esos 8 km en un tiempo de 1:04:39 y podría plantearme alguna vez bajar de una hora en los ocho kilómetros, pero para eso necesito mejorar mi técnica, que es deficiente.
Cuando empecé a andar medio en serio, el 2 de julio en Alcocéber, me parecía difícil bajar de 9:00 el kilómetro y complicadísimo bajar de 8:30. Y de hecho, esa primera vez hice los 7 km en 1:00:54. Fue por eso que me fijé como meta bajar de la hora. Y hoy he bajado con holgura de la hora, aunque tengo que decir que la temperatura ayuda bastante.