Hoy nos hemos dado cita un buen número de pradolongueros en la Casa de Campo y todo hay que agradecérselo a Pepe que amablemente nos ha inscrito a todos ¡¡¡muchas gracias Pepe!!!
Igual que el año anterior habíamos quedado a las 8:45 en el punto de encuentro para ir trotando hasta el Urogallo, al lado del lago de la Casa de Campo, lago que por cierto está en obras y sin agua. La distancia recorrida desde el punto de encuentro hasta el Urogallo fue de 8,4 km, pero fuimos a un ritmo tranquilo y cuando llegamos al destino y vimos al resto de compañeros aún no había llegado Pepe con los dorsales, pero en poco tiempo apareció. Nos dio los dorsales, nos lo prendimos en el pecho y nos hicimos una bonita foto de grupo.
Un montón de pradolongueros en la carrera
Después de retratarnos dejamos la ropa en el coche de un compañero. Entre unas cosas y otras se nos echó encima la hora de salida por lo que fue dejar la ropa e ir directamente a la salida donde nos colocamos muy cerca de los primeros, pero aunque salimos tan cerca de la línea de salida, fue un tanto caótica porque mucha gente que se había situado en primera línea salió muy despacio y algunos incluso andando, así que el primer kilómetro se nos fue a 4:26 cuando otras veces lo hemos hecho a cuatro y poco.
En un principio íbamos a formar un trío, pero la fémina se quedó por detrás y no fue capaz de contactar con nosotros, así que compusimos un dúo que se mantuvo unido toda la prueba. Yo fui tirando todo el rato sintiéndome muy fuerte durante toda la carrera y llegando a meta pletórico, sin esa sensación de llegar muerto, haciendo los últimos kilómetros con mucha energía y no como, por ejemplo, el domingo pasado que los últimos dos kilómetros se me hicieron durísimos.
Llegué a meta con Joaquín, lo cual es un triunfo porque en las dos ediciones de esta carrera en la que había intentado ir con él me había dejado. Según mi cronómetro hice un tiempo de 25:59 en una distancia de aproximadamente 6,2 km. Como a medio minuto llegó la tercera componente del terceto que no pudo seguir el ritmo que marcamos durante toda la carrera. Acabé muy contento porque me noté muy fuerte durante toda la carrera, parece que mi entrenamiento secreto está dando sus frutos.
Cogimos la bolsa del corredor que se componía de una botella de agua, una camiseta y una mochila de cuerdas. Demasiadas cosas para haber sido gratis, aunque me molaba más la ración de combate que daban hace años.
Fuimos al coche de un compañero a por la ropa y desde allí al kiosco de La bicicleta, lugar de reunión de los Garabitas, donde nos esperaba Emilio. Nos tomamos un café -casi todos- con media tostada de aceite y tomate que nos supo a gloria. Y después de recuperar fuerzas, a casita, a donde nos acercó Emilio muy amablemente.