XIII Media maratón de Latina

Era mi segunda participación en esta carrera y recordaba que era dura, pero la primera vez me lo tomé con calma y no sabía lo realmente dura que es. Hoy mis piernas son testigo, pero queda compensada con lo atractivo de su recorrido y la excelente organización. No hablo gratuitamente, he aquí el perfil de la carrera obtenido de Strava.


Perfil de la Media de Latina

Habíamos quedado tres pradolongueros en el punto de encuentro a las ocho de la mañana para estar con tiempo y no sufrir agobios ni para aparcar ni para retirar el dorsal. Y así fue, antes de las ocho y cuarto estábamos dejando el coche en el aparcamiento del centro comercial de Aluche, muy cerca de la estación de metro.

Joaquín, que debió levantarse pesimista, no hacía más que protestar, que si hace mucho frío, que si lo voy a hacer fatal, que lo que corría yo cuando era joven, que si aquella vez en Béjar, que si me va a adelantar este o aquel, que si va a haber minutada… Nada, el tío se había levantado con pocas ganas, con poca confianza y muchas dudas.

Recogimos el dorsal en un periquete y yo huí urgente al servicio. Cuando salí aún quedaba mucho tiempo para las nueve y media así que decidimos buscar un bar para tomar un café. Encontramos uno en la Avenida del General Fanjul y allí estuvimos un rato haciendo tiempo y metiendo cafeína para el cuerpo. La idea de ir a tomar café fue más por no oír al speaker que por otra cosa porque lo de este hombre es de traca, se pone a hablar por el micro de forma atronadora y no para ni para coger aire. Algo tremendo.

Cuando faltaban unos veinte minutos nos hicimos una bonita foto los tres pradolongueros que vinimos juntos porque había alguno por allí pero no nos encontramos.


Muy contentos antes del comienzo

Dejamos nuestras pertenencias en el guardarropa y nos pusimos a calentar hasta que faltaron cinco minutos que nos pusimos en el pelotón dispuestos a comenzar una media maratón que tanto a Joaquín como a mí nos resultaba extraña, ya que llevábamos sin correr 21 km desde la de Coslada casi dos años antes.

De los tres que fuimos enseguida Miguel puso pies en polvorosa y Joaquín no le iba a la zaga. Me costó trabajo ponerme a la altura de Joaquín y cuando lo hice vimos que era una temeridad seguir el ritmo de Miguel, por lo que nos acoplamos a uno más llevadero para tratar de llegar a la meta en buenas condiciones.

Mi idea era hacer 1h32 aproximadamente y eso implicaba llevar un ritmo de 4:20 más o menos, por lo que había que ir algo más deprisa de ese ritmo en los tramos más favorables para tratar de compensar los kilómetros cuesta arriba. Y efectivamente, los primeros kilómetros fueron los más rápidos ya que hicimos el primer tercio de carrera en 30:01, por debajo de esos 4:20 fijados. Y eso que en ese primer tercio ya nos obsequiaron con alguna cuestecilla.

Sobre el kilómetro ocho nos adelantó la chica que al final fue tercera y fuimos casi todo el tiempo cerca de ella. En ese punto iba cuarta, pero la tercera estaba ahí mismo. La animamos para que la alcanzara, pero nos dijo su acompañante que no la agobiáramos. La chica subía las cuestas que daba gusto verla, ya que era muy ligera. En cada subida nos sacaba un tanto que luego recuperábamos bajando.

La primera cuesta de verdad está en la calle Carlina cuando ya se llevan recorridos 8,5 km. Es una cuesta no muy larga, pero de una pendiente considerable. Ahí vi que Joaquín no iba fino del todo, que le costaban las subidas. Esa cuesta empalma con la que lleva al metro de Batán y sumando ambas es prácticamente un kilómetro cuesta arriba, que se deja notar en las piernas. Fue allí donde tuve que tirar por primera vez del freno de mano para no dejar atrás a mi compañero.

Una vez dejado atrás el metro de Batán viene un tramo favorable hasta el Lago de la Casa de Campo. Son tres kilómetros favorables donde fuimos de nuevo recortando segundos a ese ritmo de 4:20 fijado. Lo malo es que desde el Lago hasta el final de la carrera es todo hacia arriba aunque con algún tramo corto a favor.

En el Lago, en vez de rodearlo ajustándose al perímetro se coge una cuesta que lleva a las pistas de tenis, es la segunda cuesta interesante de la jornada porque es bastante larga aunque tendida. En las pistas de tenis vimos a Emilio que nos animó fervientemente. ¡Gracias Emilio!

Poco después se baja lo subido para llegar al Paseo de María Teresa y ya en ligera pendiente alcanzar el cruce donde pudimos ver a los que iban más rezagados que nosotros. En ese cruce se llega al Paseo de los Plátanos y la pendiente sigue muy leve pero para arriba. Íbamos sobre el kilómetro 14 ó 15 y el crono ya iba marcando ritmos por encima de 4:30 y notaba las piernas bastante cansadas. Me dio por pensar cómo las llevaría el día de la maratón de Madrid cuando por estos mismos parajes ya llevase en la «mochila» 27 kilómetros. Enseguida traté de pensar en otra cosa porque se me saltaban las lágrimas.

El Paseo de los Plátanos se convierte en la Carretera de Rodajos, la que lleva a la entrada de la Casa de Campo por Prado del Rey. Pasando el desvió del zoo el camino se inclina algo más y fue por ese punto donde nos cruzamos con Miguel que iba a buen ritmo quizás ayudado a que él iba bajando. Lo cierto es que eso nos animó porque pensábamos que nos llevaba más ventaja. Por otro lado, cuando ya hicimos el giro de 180 grados y nosotros bajábamos, vimos a Antonio que subía y no nos extrañó mucho que anduviese cerca aunque nos había dicho en la salida que iba a hacer 1h40… Cosa que nadie creyó porque el tío anda fino, fino.

A la altura del zoo seguíamos detrás de la chica que nos adelantó en el kilómetro ocho. Ahora iba la tercera porque la que iba segunda había pinchado kilómetros antes y había sido adelantada por dos. En el zoo hay una pequeña cuesta en curva que va rodeando el aparcamiento del recinto y allí vimos que de nuevo la chica se nos iba. Joaquín dijo que había que tratar de no perder la estela de ese grupo donde además de la chica iban dos o tres más. Aceleró y me sorprendió que pudiese hacerlo cuesta arriba porque había demostrado debilidad en las otras… Pero fue un espejismo visto lo que sucedió metros más adelante.

Después de esa breve cuesta empieza otra que lleva desde el zoo a la boca de metro Casa de Campo. Esa cuesta ha sido bautizada como Cuesta Aisa en honor de Alberto Aisa Ortiz, que fue organizador de la prueba en sus comienzos. A la organización se le ocurrió la idea de cronometrar los tiempos para entregar un regalo al hombre y mujer más rápidos en subir dicha cuesta. He leído en Twitter que cuando una cuesta tiene nombre propio, malo. Y no le falta razón.


Coronando la Cuesta Aisa. Foto cortesía de Evedeport

Allí mi compañero hizo aguas y la chica se nos fue yendo metro a metro. No me extraña, porque ella subió muy bien, de hecho fue la ganadora en esa prueba cronometrada. Cuando coroné esa cuesta, ya cerca del 18, esperé que llegase Joaquín y nos lanzamos cuesta abajo por la Calle los Yébenes lo más rápido que pudimos, que tampoco fue nada del otro mundo.

Al acabar ese tramo favorable se gira a la derecha y empieza a subir por la calle Valmojado, dejando a mano derecha el Parque de Aluche. Esa subida casi imperceptible se deja notar porque son ya casi veinte kilómetros en las piernas. Vimos que ya era imposible acercarnos a la tercera clasificada porque la distancia era considerable, pero no íbamos mal del todo, algo de fuerzas nos quedaba.

Pasando por debajo de las vías del metro, aproximadamente en el punto kilométrico 20 nos adelantó Antonio, el de la hora cuarenta, y nos animó a que nos pusiéramos a su ritmo, pero eso era harto difícil porque él iba bastante más rápido que nosotros y Joaquín, con buen criterio, dijo que si aumentásemos el ritmo se nos iba a hacer un último kilómetro muy duro.

Poco después de las vías se llega al centro comercial y al pasar éste el terreno ya deja de subir y es prácticamente llano hasta la línea de meta. Tratamos de aumentar un poco el ritmo y juntos y hermanados llegamos a la meta con un tiempo oficial de 1:33:47 bastante contentos con el resultado teniendo en cuenta que llevábamos casi dos años sin correr una media maratón y no sabíamos cómo iban a responder las piernas.

Una vez traspasada la línea de meta nos obsequiaron con una buena bolsa del corredor con la característica camiseta sin mangas, esta vez de color amarillo. La recogida de la bolsa del guardarropa fue rápida y el rato que estuvimos sobre el césped seco del estadio de atletismo fue muy agradable ya que había aumentado la temperatura y lucía el sol. Allí estuvimos comentando la jugada y fue donde vimos a Quique, pradolonguero de pro, que nos contó que había hecho un tiempo de 1h24 y con el menisco roto. Miguel hizo 1h30 y nosotros 1h33. El otro pradolonguero que también participó hizo 1h38. Así que todos contentos.