Es el mensaje recurrente que veo todos los días cuando salgo a correr en mi reloj. Unas veces enseguida se sincroniza con los satélites y cuando llego al punto de encuentro ya está a punto. Otras veces espero un poco y acaba sincronizando y otras veces, en cuento veo que la cosa va para largo empiezo a correr y ya daré al botón cuando sea menester.
Obteniendo ubicación, el mensaje maldito
Hoy ha sido de traca porque pasaban los metros y los minutos y el mensajito seguía en la pantalla del reloj. Y ha tardado un montón en ponerse en condiciones, casi tres kilómetros, más de un cuarto de hora. Menos mal que no se me ha ocurrido esperar sin ponerme a correr antes de que sincronizara. Desde luego, tengo muy claro que es mejor perder el tiempo en otras cosas. Como dice el chiste que he visto por ahí: hay una delgada línea entre localizar un satélite y mirar como un idiota tu muñeca.
El caso es que después de una primera vuelta tranquila, hemos empezado a apretar en la segunda y hemos hecho un segundo kilómetro en 4:06 y ahí me he dicho ¡quieto parao! Que el domingo hay que darlo todo y no es cuestión de machacarse hoy. Así que he disminuido un poco el ritmo, pero tratando de aguantar sobre 4:30.
Al final he hecho las dos vueltas de siempre, es decir, 9,6 km aunque el crono sólo marque 7,36 km.