Para las rozaduras en los pezones

Una de las consecuencias de la maratón del domingo y la cantidad de agua caída fue que acabé con los pezones rozados. Siempre corro con una tirita sobre esta delicada parte del cuerpo, pero la lluvia (y los pelos alrededor del pezón) hicieron que la tirita se despegara y que la camiseta me rozara.

Por la tarde estaba tan molesto, que tenía pánico a meterme debajo de la ducha para no sufrir el horror del agua sobre las rozaduras. Al final no me quedó más remedio y ¡qué dolor! Una tortura.

Pero gracias a esto he descubierto un bálsamo que me ha venido de perillas: Amniolina. Dicen de esta pomada que es un tratamiento en forma de emulsión de aplicación superficial que tiene como fin tratar condiciones como la irritación cutánea y la dermatitis particularmente de zonas sensibles como las áreas genitales y glúteas, su modo de aplicación es sencillo, exterior y debe hacerse dos a tres veces por día, puede provocar irritación.

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Foto obtenida de www.miparafarmaciaencasa.es

La verdad es que me ha venido genial y se lo recomiendo a todo el mundo que sufra esta molestia tan desagradable.

Después de un día de la aplicación de esta pomada, como nuevo, olvidadas las molestias. Así que he salido a correr hoy como si tal cosa. Debe ser que mañana es festivo, porque sólo estaba Quique en el punto de encuentro. Después de unos minutos de cortesía, nos hemos puesto a correr.

La verdad es que me encontraba bastante bien. Después de acabar con los cuádriceps bastante cargados y molestias en el abductor, ya hoy parecía que la cosa estaba olvidada, únicamente notaba el gemelo izquierdo algo cargado. Pero considero que debe ser algo normal.

Como no vino nadie, estuvimos los dos «mano a mano», aunque sólo duró una vuelta, ya que después ha comenzado a acelerar y me he quedado solo. Tampoco es que me importara mucho, porque tenía pensado hacer poca cosa.

He totalizado 7 km en un tiempo de 35:58 a un ritmo interesante: 5:08 min/km.

Bastante satisfecho

No puedo negar que acabé bastante contento y satisfecho de mi última participación en la maratón de Madrid. Sin comerlo ni beberlo me encontré corriendo por las calles de la capital y conseguí acabar los 42 kilómetros sin muchos problemas. En los últimos kilómetros noté los cuádriceps muy cargados, una pequeña molestia en el abductor izquierdo y rozaduras en los pezones. Por lo tanto, no me puedo quejar, acabé bastante bien.

Las zapatillas ¡cojonudas! No me dieron el menor problema durante la carrera y eso que era la tercera vez que las usaba. De momento, encantado con ellas.

En 1995, en mi tercera participación en una maratón, me tuve que retirar en el km 31 debido a una tendinitis que llevaba semanas arrastrando.

En 2000 me tuve que retirar en el km 17 también por una tendinitis aunque tenía claro que no iba a poder terminar porque llevaba un par de meses sin entrenar nada y en rehabilitación. Simplemente salí porque ya tenía pagada la inscripción.

En 2008 me tuve que retirar sobre el km 15 porque el domingo anterior había empezado con molestias en la cadera y aunque estuve descansando toda la semana y yendo al fisioterapeuta, al final no pude aguantar el dolor y me retiré.

Hago recuento de mis maratones fallidas porque de alguna manera la maratón del domingo que hice de manera inesperada y con poco entrenamiento viene a compensar alguna de éstas. Sobre todo la de 2008 que me tuve que retirar después de lesionarme la semana antes y haberme «comido» todos los meses de entrenamiento específico para esa carrera.

Hoy al salir a correr notaba los cuádriceps aún castigados; sin embargo, según iba recorriendo metros las piernas iban cada vez mejor. Una vez más la carrera viene genial para recuperar las piernas cansadas.

Tampoco tenía intención de hacer mucho ni muy deprisa, así que sólo fueron 5,45 km en 32:50 @ 6:01 min/km. Un entrenamiento genial para recuperar las piernas.

XXXVIII Maratón de Madrid

Hoy he participado en la XXXVIII edición de la maratón de Madrid de la forma más inesperada y sorprendente.

No tenía ninguna intención de correr esta prueba, ya que no había entrenado para ello. Corrí el 15 de marzo la media de Villarrobledo, estuve parado veinte días y el 3 de abril comencé a entrenar, pero sin tener en mente la maratón. De hecho, la tirada más larga la hice el sábado 18, que fueron 15 km y me pareció una distancia demasiado larga, acabé bastante cansado

Jesús un compañero pradolonguero debutaba este año en la distancia de Filípides, así que varios del equipo decidimos acompañarle. Unos iban a hacer la maratón entera junto a él, yo pensaba salir con él y hacer sólo diez o doce kilómetros al principio y otros tantos al final. Una amiga también había decidido ir con él desde el kilómetro 27 hasta el final. La idea era ir arropando al debutante de principio a fin. Joaquín y Miguel, también compañeros pradolongueros, se habían propuesto acompañar durante toda la carrera al debutante.

Ya estaba preparado para madrugar el domingo y salir con ellos; sin embargo, el sábado por la noche recibí un mensaje de un amigo donde me decía que si quería un dorsal me pasaba el de su hermano que no iba a participar. Pensé que no sería mala idea ir con dorsal así no tendría problemas para entrar en los cajones de salida y coger botellas de agua de los puestos. Se trataba de aguantar los kilómetros que pudiese, al menos hasta el kilómetro 27 donde esperaba una amiga. Llegar hasta ahí ya me parecía un distancia más que considerable.

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¿Quieres un dorsal?

Madrugué, aunque algo menos que otras veces y a las 7:20 estaba en el punto de encuentro fijado con los compañeros pradolongueros a los que iba a acompañar. Llegamos pronto a Atocha, aparcamos el coche y nos dirigimos al guardarropa a dejar nuestras pertenencias. Antes nos hicimos una foto con nuestras flamantes, nuevas y llamativas sudaderas.

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Con nuestras nuevas equipaciones

Nos dio tiempo atravesar tranquilamente el Parque del Retiro y llegar a la terraza del Ritz para ver a los compañeros maratidianos y al grupo de Indrarunners. Miguel comentaba que resulta agradable este paseo desde el guardarropa hasta la salida. Quizás tenga razón.

Junto a la terraza del Ritz estuvimos saludando a unos y a otros. Como siempre, después de los saludos pertinentes nos hicimos una foto poco antes de salir.

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Poco antes de empezar la carrera

Cuando faltaba un cuarto de hora nos metimos en el redil y estuvimos esperando al pistoletazo de salida. Por allí cerca andaba Isidoro, que no parecía muy animado. Eso sí, iba bien pertrechado con un impermeable pues se esperaba un día lluvioso y no le faltaba razón, ya estábamos viendo como caía, pero era una fina lluvia muy agradable.

Después de la espera, que se nos hizo algo larga, dieron la salida y fuimos caminando hacia el arco. Tardamos seis minutos en pasar por la alfombra y al pasar por ese punto empezó para nosotros la carrera, donde los cuatro compañeros, más otro compañero que se nos había unido, marchamos tranquilamente tratando de que nuestro novato no se acelerara. Hicimos el primer kilómetro a casi seis minutos y luego aumentamos un poquito el ritmo, siempre por encima de cinco y medio para tratar de gastar las menos fuerzas posible. Jesús se lo tomó con mucha prudencia, porque siempre iba al fondo, alzando la mano cuando yo miraba hacia atrás para ver si venía. Joaquín no se despegaba de él. Estaba cumpliendo su palabra

Esa armonía se rompió en el primer avituallamiento, en el kilómetro cinco. Allí al tratar de coger cada cual su botella de agua nos dispersamos y cuando me quise dar cuenta sólo estaba a mi lado Paco, el compañero maratidiano. Aflojamos el ritmo con la esperanza de volver a agruparnos, pero por más que miraba hacia atrás no era capaz de ver la mano de Jesús. Así, a un ritmo fácil, aunque en Bravo Murillo se nos iban las piernas, fueron pasando los kilómetros y ninguno de los compañeros del parque venía.

Sobre el kilómetro doce escucho que me llaman, vuelvo la cabeza y veo que viene Miguel, uno de los compañeros del quinteto inicial, que también había perdido comba con ellos y venía entre dos aguas. Formamos un trío que marchaba a ritmo tranquilo con la esperanza que nos alcanzaran los otros dos, pero no se los veía por ningún sitio.

La lluvia seguía cayendo de vez en cuando y la sensación era agradable porque refrescaba la temperatura corporal y caía suavemente. Era impresionante pasar por determinadas zonas y atravesar estrechos pasillos de gente que animaba sin cesar. El público se merece un diez por estar en la calle animando con un día tan desapacible. El paso por Gran Vía, Preciados, Puerta del Sol y calle Mayor fue espectacular por la animación. La gente ponía alas en los pies de los corredores. Casi sin darnos cuenta nos estábamos acercando al kilómetro veinte y sorprendentemente para mí llevaba las piernas casi bien. En el kilómetro veinte, en el avituallamiento, había plátanos. Todo un acierto de la organización.

Al final de la calle Mayor Paco decidió que ya había corrido bastante. Estaba preparando la maratón de Vitoria, que se va a celebrar en dos semanas y no quería alargar el entrenamiento más de la cuenta. Nos quedamos en cabeza sólo dos ya con pocas esperanzas de que nos dieran caza los otros dos, aunque no sabíamos cuanto de detrás iban.

Pasamos por la media en 1h55 y seguimos a nuestro ritmo un poco por encima de 5:15. Llevábamos unos kilómetros con necesidad de hacer aguas menores y pensamos que en el Paseo de Camoens podía ser un buen sitio, ya que es cuesta abajo y se puede recuperar un poco el ritmo al ser favorable. Así hicimos, paramos en ese punto y aliviamos nuestras vejigas mientras por el rabillo del ojo vigilábamos el paso de los participantes por si pasaban nuestros compis.

Nada, ni aún con la parada técnica nos dieron alcance. Ya lo dábamos casi por imposible. Bajamos hacia el Puente de los Franceses y en esa bajada el cronómetro marcó un par de segundos por debajo de cinco. Era el kilómetro 24 y seguía más o menos bien. Le comenté a mi compañero de aventuras que ni sentía ni padecía, que iba en una especie de trance. Bien es verdad que en el tramo desde la media maratón hasta más o menos el kilómetro treinta se me hicieron los kilómetros muy largos y eso me daba que pensar si sería capaz de mantener el ritmo que llevaba. Tenía claro que pasado el treinta iba a tener que ponerme a andar algún tramo que otro, porque ya me veía en meta de una manera u otra.

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En plena carrera, bien acompañado por Miguel

La entrada de la Casa de Campo, por el Paseo del Embarcadero es dura, todo el rato picando hacia arriba y con la guinda final de la subida al lago. Lo bueno es que nos dieron un gel a la entrada de este bonito parque y parece que me sentó bien. Además, sabía que en Lago, en el kilómetro 27, estaba nuestra amiga y eso me animó sobremanera. Allí estaba la campeona esperando bajo la lluvia y se nos unió en ese momento, por lo que la pareja cabecera se convirtió en trío y con su ayuda y sus ánimos nos enfrentamos al último tercio de carrera, donde empieza la carrera de verdad según dicen los expertos. Yo no soy de esa opinión, creo que carrera empieza en el kilómetro cero, que todo suma.

Este año, al igual que el pasado, el tránsito por la CdC es más breve que en años anteriores. En tiempos pretéritos el recorrido por este parque era considerable y aunque es un recorrido muy agradable siempre pecaba de escasa animación. De todos modos, la salida se hace por donde está la boca de metro de Lago donde hay una subida muy pronunciada y además este año el agua corría a raudales en esa zona. Para nuestra suerte, había un segundo puesto con plátanos. Cogí uno, lo pelé y lo engullí sin pensármelo dos veces. El alimento me dio alas, porque empecé a aumentar el ritmo casi sin darme cuenta. Si antes marchaba por encima de 5:15 ahora hacía kilómetros a ritmos cercanos a los cinco minutos. Estaba asombrado, tenía las piernas cansadas, pero el ritmo no flaqueaba.

Llegamos al Paseo de la Virgen del Puerto y la lluvia iba arreciando. La calle estaba llena de charcos y yo y otro muchos íbamos haciendo malabares para tratar de no mojarnos demasiado las zapatillas. Miguel decidió que ya estaba bien de tonterías y a partir de ese momento empezó a meterse por todos los charcos que encontraba. Iba más contento que un niño con katiuskas. En esos momentos vi que se alejaba al no tener que luchar con la marabunta y pensé que ya no volvería a verlo hasta la meta.

No fue así, subiendo la Calle Segovia, entre la pendiente, la cantidad de gente que había y sobre todo su deseo de esperarme, volví a ponerme a su altura. La cantidad de gente que fuimos pasando desde la media maratón era indescriptible, cada metro que avanzábamos dejábamos atrás a bastantes corredores. La verdad es que motiva bastante ir adelantando gente. Viendo los resultados después vimos que adelantamos a casi dos mil corredores en la segunda parte de la maratón.

Se sube el Paseo Imperial se llega a la Plaza de Ortega y Munilla y comienza una larguísima recta que acaba en Atocha. Empecé a darme cuenta que iba mejor si alargaba la zancada y aumentaba un poco el ritmo, así que eso fue lo que hice a partir de ese momento. Imaginaba que ese mayor gasto energético iba a suponer que tuviera que ponerme a andar en algún momento, pero mientras tanto, metros que iba acercándome a meta.

En Atocha el gentío era exagerado, la animación brutal y la meta más cerca. Sólo cinco kilómetros y aunque piensas en ediciones anteriores que la meta estaba más cerca todavía, la gente de nuevo hacer mucho más llevadero el esfuerzo.

Me sentía como en una nube, las piernas estaban cansadas y dolían, sobre todo los cuádriceps y el abductor izquierdo, pero era capaz de ir a buen ritmo aún en ese estado. Desde Atocha hasta Colón casi ni me di cuenta. Allí alcancé a Alfonso al que traté de animar, pero vi que no iba muy católico y enseguida se quedó atrás. Giramos en Goya y escuché a uno que decía que esa era la última cuesta. Nos mintió descaradamente, la calle Velázquez se me hizo durísima, tanto como la cuesta de Alfonso XII de anteriores ediciones, pero sabía que si conseguía sortear este obstáculo ya estaba la cosa casi hecha. Pero costó lo suyo, fue el peor momento por el que pasé.

En esa subida alcancé a Pedro que iba acompañando a un amigo y con bastantes molestias en los glúteos. Traté de darle ánimos, pero no aflojé el ritmo porque sabía que como lo hiciese no iba a ser capaz de volver a ir como iba. Una vez coronada la ahora sí última cuesta, se llega a Ortega y Gasset y mi compañero ya con ganas de llegar a meta aumentó el ritmo considerablemente. Pasamos la Plaza Marqués de Salamanca, embocamos Príncipe de Vergara y me asombré cuando miré el reloj y vi que íbamos a ritmos cercanos a 4:40. No me lo podía creer, los últimos kilómetros de la carrera y los más rápidos.

Llegamos al Retiro a toda pastilla y mi compañero, sacando el niño que lleva dentro, se puso a dar saltos en un enorme charco que había en el umbral de la puerta. Ya estaba la cosa hecha, sólo quedaba hacer el último esfuerzo, bueno, ni esfuerzo siquiera, las piernas ya van solas en ese último kilómetro de gloria.

Cruzamos la meta hermanados la amiga acompañante, mi compañero Miguel y un servidor más contentos los tres que unas castañuelas. El cronómetro marcaba 3:53:07, pero el tiempo neto, quitando los casi seis minutos de la salida es de 3:47:08. Un tiempo que ni aún ahora, cuando escribo estas líneas, me puedo creer. Como curiosidad, decir que ha sido la primera vez que consigo hacer la segunda parte más rápida que la primera: 1:55:25 en la primera media y 1:51:43 en la segunda, como los maratonianos de verdad.

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Tiempos de paso

Al llegar a meta la lluvia golpeaba con fuerza. Menos mal que nos dieron una capa de plástico que algo protegía porque tenía que esperar al compañero debutante y a su acompañante, ya que había dejado mi ropa en su bolsa. Estuvimos esperando bajo la lluvia y poco después llegaron los dos también muy contentos. Uno por haber acabado su primera maratón con muy buenas sensaciones y el otro por haberle acompañado y de esta forma, haber ayudado a la consecución de su objetivo.

Recogimos la ropa y nos metimos en una de las tiendas de campaña que habían servido de guardarropa para los de la media. Menos mal que pudimos cambiarnos a cubierto porque llovía de lo lindo en esos momentos. Poco después, camino de Atocha a buscar el coche las nubes nos dieron una pequeña tregua y conseguimos no mojarnos en exceso nuestra ropa seca.

Esta ha sido mi vigésimo quinta maratón y la más inesperada. Muchas gracias a Joaquín por dejarme el dorsal. A Jesús, el debutante, por su entusiasmo que nos contagió a todos. A Miguel por dignarse acompañarme durante casi toda la carrera, pudiendo ir a un ritmo mucho más rápido y a una buena amiga por acompañarnos los últimos quince kilómetros. Pero sobre todo, a todos los compañeros del Parque de Pradolongo que semana a semana motivan los unos a los otros a seguir entrenando este bonito deporte.

El año pasado decía que era mi última maratón. Ahora ya no sé donde está el límite 😉

Suerte a los maratonianos

Ya sé que la palabra es maratonista, pero no me sale y, además, no me gusta, así que utilizaré siempre maratoniano a aquella persona que corre maratones. Y este año habrá un nuevo maratoniano, que no es otro que Jesús, compañero pradolonguero, que trataré de obtener el carnet de maratoniano en la maratón de Madrid.

Por eso no es de extrañar que hoy se lo haya tomado como día libre. De hecho, de los que van a correr el próximo domingo sólo Miguel ha aparecido en el punto de encuentro y con buen criterio, sólo ha hecho unos seis kilómetros a ritmo muy tranquilo. A mí me ha tocado correr solo desde ese punto.

Además, poco después de quedar en solitario he empezado con una molestia en la rodilla izquierda, en la parte interna, un tanto mosqueante. He intentado aumentar el ritmo y me dolía. He bajado el ritmo y seguía doliendo también. Acortar la zancada, tampoco se solucionaba. Curiosamente, un par de kilómetros más tarde, el dolor se fue igual que vino.

Había quedado con Jesús en acompañarle en la maratón. En un principio hacer los últimos quince kilómetros, pero pensándolo bien, creo que será mejor salir con él para tratar de que no se acelere demasiado en los primeros kilómetros. El peor enemigo del debutante es la euforia inicial. Y viendo como ha entrenado Jesús, los cuarenta y dos kilómetros los termina seguro. Y si controla el ritmo de los primeros kilómetros, acabará bien.

He completado 9,6 km en un tiempo 49:41 @ 5:09 min/km. Las zapatillas, bien. Hoy no he apretado tanto los cordones y la planta de los pies no se han calentado. Lo único mosqueante ha sido esa molestia en la rodilla, pero como ha sido sólo un par de kilómetros, quizás no sea problemático.

Mucha suerte a Jesús, Joaquín y Miguel en su inminente maratón.

Adidas Supernova Glide 7

Llevaba desde el 15 de marzo sin zapatillas de entrenar, utilizando las Joma Marathon 3000, unas voladoras, para ello. Pero ayer me acerqué a Zatopek Atletismo a por unas. Antes estaban en Madrid, en la calle General Ricardos, pero ahora se han cambiado a la calle Joaquín Turina también de Madrid.

Después de probarme unas cuantas, me decidí por unas Adidas Supernova Glide 7. Serían las segundas zapatillas Adidas que utilizo en mi vida. Espero que me salgan mejor que las primeras, que tuve que dejar de ponérmelas porque no llegó a acoplarse el pie.

Lo más destacado, a simple vista, es que una tiene el suelo rojo y la otra, verde. El dependiente me dijo que eran así, pero yo creo que era lo que les sobraban sueltos.

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Las Glide 7 con suela roja

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Las Glide 7 con suela verde

Como era día de estreno, pensaba tomármelo con calma, pero después de la primera vuelta viendo que la cosa iba como la seda, empecé a acelerar cada kilómetro en progresión: 5:00, 4:42, 4:23, 4:11 y 4:13 en los últimos 600 metros. Ya iba al final un poco tostado y no he podido seguir progresando.

La primera experiencia con las Glide 7 ha sido satisfactoria. Lo único que he notado un poco raro es que he acabado con la planta del pie algo caliente, pero creo que ha podido ser debido a que me he apretado demasiado los cordones.

En total han sido 9,6 km en 49:07 @ 5:05 min/km.

Jesús está en una gran condición

Hoy he quedado con los compañeros pradolongueros a las nueve de la mañana para hacer un entrenamiento largo para mí, aunque corto para ellos. La jugada consistía en hacer el circuito del Parque Lineal hasta el final, lo que significa hacer un poquito más de 15 km.

Nos hemos dado cita cuatro pradolongueros y en una muy buena mañana para correr, soleada y con algo de fresco, hemos marchado por el Parque Lineal a buen ritmo. Un par de kilómetros tranquilos y luego a ritmo de algunos segundos por debajo de cinco, muy regulares… hasta que hemos llegado al final del circuito.

A la vuelta se ha puesto Miguel a zumbar y me costaba bastante seguir su ritmo; sin embargo, Jesús iba a su rueda con aparente facilidad. Es claro que Jesús está en una gran condición y va a hacer una gran maratón.

Después de un par de kilómetros muy rápidos, Miguel ha bajado el ritmo y ya nos hemos agrupado los cuatro otra vez.

Han sido en total 15,2 km en un tiempo de 1:16:09 @ 5:00 min/km. Lo malo es que al acabar he notado los tendones de aquiles de ambas piernas un poco perjudicados, además del talón del pie derecho, que noto extrañas sensaciones. Tengo que buscar unas zapatillas de entrenamiento ya.

Hoy la báscula marcaba 70,3 kg que es algo más que la semana pasada. Ya me parecía que había bajado mucho de peso la semana pasada. Me está costando bajar.

30-20-10

He leído un artículo, que ya tiene casi tres años, que habla de un entrenamiento denominado 30-20-10 o también 10-20-30, depende de las ganas que se tenga de leer de izquierda a derecha o al revés.

Dice el artículo que ese tipo de entrenamiento produce resultados sorprendentes. Una «muestra» de atletas veteranos que han seguido ese entrenamiento durante siete semanas han mejorado un 4% sus resultados, lo cual no está nada mal. Además baja la presión arterial y reduce el colesterol «malo». Total, que es casi la panacea universal.

Se trata de un fartlek controlado, pero con método. El entrenamiento consiste en:

  1. Calentamiento al trote durante kilómetro y medio aproximadamente.
  2. Trote durante 30 segundos, seguido de carrera «normal» durante 20 segundos y para terminar, un sprint de 10 segundos. Inmediatamente repetir este ciclo cuatro veces más, completando, por lo tanto, cinco minutos de entrenamiento.
  3. Trotar dos minutos. Repetir el paso 2 dos o tres veces más (los sujetos del estudio hicieron 3 x 5 minutos las primeras cuatro semanas y 4 x 5 minutos las siguientes tres semanas).
  4. Enfriar con un trote fácil kilómetro y medio más o menos.

El artículo me ha parecido interesante, pero no lo he hecho nunca todavía. Tendré que hacerlo si quiero mejorar la velocidad.

Hoy me he limitado a hacer 9 km donde los cuatro primeros han sido a ritmo tranquilo y luego he apretado un poco tratando de alcanzar los 4:30 y bueno, por ahí ha andado la cosa. Unos kilómetros por encima de ese ritmo y otros un poco por debajo. Lo mejor es que las sensaciones han sido buenas, parece que voy recuperando, poco a poco, lo perdido en estos días de descanso.

Lo que sí tengo que hacer es cambiar las zapatillas porque se nota que al tener el drop mas bajo me tira bastante de los tendones de aquiles. Si puedo este fin de semana trato de adquirir unas o el próximo lunes como muy tarde.

En total han sido 9 km en 44:50 @ 4:58 min/km.

Aquí no tiene nadie ganas de correr

Últimamente llego al punto de encuentro más tarde de lo habitual. Hoy, cuando he querido llegar, ya eran las siete y cuarto y, por supuesto, ya habían partido todos.

Así que he acortado un tramo para ver si conseguía alcanzarlos. Y lo he hecho, pero me he tenido que dar un buen tute, tanto que he hecho ese primer kilómetro en 4:52. Ha sido llegar a su altura y el ritmo ha disminuido bastante. Y cuando digo bastante, digo bastante, que hemos estado rodando cerca de los seis minutos.

Aquí nadie tiene ganas de correr ¿o qué pasa? El caso es que yo tampoco tenía demasiadas y me he acoplado a ese ritmo cansino y así han transcurrido los kilómetros, a paso tortuga. Además hoy ha hecho bastante calor, por encima de los veinte grados a esas horas, entre siete y ocho de la tarde.

Al final he completado solo 8 km en un tiempo de 45:17 a un escalofriante ritmo de 5:39 min/km. Algunos compañeros han seguido corriendo para hacer más kilómetros de cara a la maratón. Que corran, que corran, que dentro de pocos días se van a meter entre pecho y espalda nada menos que 42 kilómetros.

El abuelo empieza a verdear

Hoy hemos salido al Parque Lineal con la idea de hacer sólo unos pocos más kilómetros de lo habitual y salir un poco de lo rutinario.

Con las últimas lluvias caídas, el parque estaba precioso. Había hierba verde por doquier. Si consigues olvidarte del ruido de los coches, parece que estás en plena naturaleza. El abuelo, ese centenario olmo del Parque Lineal, está empezando a verdear y era un verdadero placer para la vista ver el campo lleno de flores amarillas (parece que este año no han plantado maíz) y al final del campo el impresionante olmo, ya floreciendo.

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El abuelo, un olmo centenario en el Parque Lineal

Pues eso, que muchas veces pienso en ir a la Casa de Campo a entrenar, pero teniendo el Parque Lineal al lado de casa, me da demasiada pereza ir hasta allí. Tendrán que perdonarme mis compañeros maratidianos.

Hasta el parque fui con una amiga y fue a buen ritmo, ya que completamos los 12 km en un tiempo de 1:01:48 @ 5:09 min/km.

Primer desayuno del año en San Martín

Llevaba sin montar en bici bastantes meses y ya tenía ganas de hacerlo. Hoy ha sido el día indicado, ya que hacía buen tiempo y teníamos alguna hora que otra libre por la mañana. De todas formas, al final se nos ha hecho tarde y hasta las diez y media no hemos salido rumbo al carril bici de San Martín.

Si notaba el otro día corriendo el haber estado veinte días sin correr, más se notaba hoy con la bici que llevaba seis o siete meses son montar. Pero bueno, con tranquilidad y a velocidad moderada se llega a cualquier sitio y en una hora estábamos sentados en al churrería San Marcos pidiendo unos cafés y unas tostadas con aceite y tomate.

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La foto no hace justicia al tamaño real de los trozos de pan

Ilusos de nosotros, pensábamos que al volver íbamos a tener el viento de culo y que íbamos a ir «sin cadena». Pero el viento no sé donde se metió y nos costó trabajo volver. Se notaba la falta de entrenamiento bicicletil.

Completamos algo más de 50 km a una velocidad muy tranquila. Pero para ser el primer día, no está mal.

Antes de salir de casa me subí a la báscula y marcaba 69,6 kg. Eso indica que he perdido casi un kilo desde la semana pasada. Me parece demasiado.