Parece que se aproxima el otoño. Las temperaturas han bajado y ha hecho acto de presencia la lluvia. Aunque hace un par de semanas nos llovió justo después del entrenamiento, hoy ha empezado a chispear nada más empezar a correr. Y la lluvia ha ido arreciando minuto a minuto hasta que se ha convertido en una lluvia copiosa que obligaba a los paseantes a refugiarse debajo de cualquier cosa.
Pero nosotros somos unos valientes y si el calor no nos amedrenta, tampoco lo iba a hacer la lluvia. Así que hemos seguido corriendo como si tal cosa. Bueno, como si tal cosa no, que hemos aumentado el ritmo quizás con al idea subyacente de acabar cuanto antes. Dos primeros kilómetros tranquilos a 5:36 y 5:28 y a partir de ahí cada vez más rápido.
Tampoco he querido dejarme el alma en el entrenamiento de hoy, teniendo en cuenta que el martes ya había zumbado lo suyo, por lo que he tratado de ir a lo que Jack Daniels llama ritmo de maratón. Según los cálculos que tenía, ese ritmo es de 4:36, así que segundo arriba, segundo abajo la idea era mantener el ritmo. Aunque supone hacer más kilómetros, ir a esta velocidad es más llevadero que el entrenamiento a umbral
Sin embargo, mis compañeros no se ciñen a estándares, han empezado a dar fuerte a la zapatilla y enseguida me he quedado solo luchando contra el crono, la lluvia y el viento. No hay problema, he entrenado la mayor parte de mi vida en solitario no me voy a preocupar ahora por eso.
He hecho seis kilómetros a ritmo de maratón. Haciendo algunos por debajo y otros por arriba, pero haciendo una media de 4:34 en esos seis kilómetros. Añadiendo los kilómetros iniciales de calentamiento y seiscientos metros de enfriamiento han salido un total de 9,6 km en un tiempo de 47:01 @ 4:53 min/km.
Lo más positivo del entrenamiento es que gracias a la lluvia al menos las zapatillas han quedado limpias, que ya estaban bastante sucias.