El 19 de agosto a las 21 horas comenzó una prueba ciclista de 1200 km -sí, habéis leído bien, no se me ha escapado ningún cero, mil doscientos kilómetros- donde los participantes salían de Madrid, en concreto de Algete, iban hasta Gijón y volvían. Además el recorrido hay que realizarlo en menos de 90 horas, es decir, en menos de tres días y dieciocho horas.
Julián Sanz fue el participante que tardó menos tiempo, lo hizo en cincuenta horas y catorce minutos, bajando ocho horas el anterior registro. Pero esta entrada no es una loa al ganador, sino a todos los ciclistas que participaron en la prueba, demostrando que un ciclista preparado puede hacer «burradas» sobre la bicicleta sin recurrir a ayudas externas no permitidas.
Ya aprovecho para rendir homenaje a dos amigos que participaron en la prueba: Miguel Angel García Expósito y Juan Coca Cuesta. Compañeros, me postro de hinojos ante vosotros por vuestra hazaña, tenéis toda mi admiración.
Es por estas cosas que me revienta el sambenito que se ha colgado a los ciclistas de que necesitan doparse para poder realizar una carrera por etapas. No señor, un deportista no necesita el dopaje para realizar su trabajo, aquel que lo hace es porque trata de llegar antes que los demás a toda costa, no por la dureza intrínseca del recorrido. Así que, por favor, dejen ya de decir que los ciclistas se dopan porque es imposible realizar los recorridos a base de espaguetis. Y alaben estas hazañas realizadas por ciclistas anónimos.
Hoy hemos salido en bici, pero nosotros, más modestos, sólo hemos hecho 23,4 km en un tiempo de 1:08:23 @ 20,6 km/hora. Han sido las tres vueltas al circuito de triatlón en el que mi compañera de entrenamientos participará el próximo septiembre.