Hoy he realizado el último entrenamiento de cara a la maratón de Madrid. Llevaba desde el martes 16 sin correr ni un metro por el asunto de la condromalacia y hoy he salido a correr unos pocos kilómetros y ver cómo ha evolucionado la rodilla desde que empecé con la rehabilitación. Y la verdad es que la he encontrado mejor, algunas ligeras molestias que casi ni lo son. Sólo una ligera sensación de que ahí hay algo. Según la cuantificación del dolor que hice este verano, podría decir que estaba a nivel 1. Fenomenal por lo tanto. Imagino que cuando vaya por el kilómetro 40 de la maratón el próximo domingo habrá subido ese nivel.
La idea de salir hoy era doble. Por un lado, como he comentado, probar cómo estaba la rodilla y por otro, encontrarme con los compañeros pradolongueros que vamos a participar en la maratón, aunque este año es escaso. El hombre radiactivo que no se había perdido una maratón desde que yo le conozco, este año se ha decantado por la media y llevará el globo de 1h40 en esa prueba. Así que sólo mi tocayo y un servidor, de los que estábamos ayer en el parque, participaremos en la XXXVI edición de la maratón más antigua de España.
Una vez más pude comprobar que cuando estoy un tiempo sin correr, el primer día me «comen» los picores. Me empieza a picar la parte superior, de cintura para arriba. No tengo ni idea de cual es el motivo por el que ocurre y mirando por internet tampoco encuentro una explicación científica del motivo, aunque algunos opinan que es por la vibración que se produce al correr, que de alguna manera irrita las partes donde hay más chicha. Algo de eso debe ser verdad porque ni me pican las piernas, ni los brazos, ni la cabeza.
Ha sido sólo una vuelta a Pradolongo, ni cinco kilómetros. Nos hemos deseado suerte para el domingo y hemos quedado con Emilio para ir hasta la línea de salida. La suerte está echada, ya no hay vuelta atrás.