Estaba entrenando por el parque de Pradolongo, a punto de terminar los siete kilómetros que me había fijado como objetivo cuando he tenido que pararme porque un señor bastante mayor que iba corriendo estaba, en ese momento, discutiendo con el dueño de un perro porque el perro se había tirado a por él. Decir que el perro llevaba correa aunque no bozal y que era un perro bastante grande.
El dueño del perro de muy malas maneras estaba contestando al señor porque éste había llamada hijoputa al perro cuando se lanzó a por él, diciendo que no era obligatorio llevar bozal (siempre en tono chulesco) y que porque era un viejo que en caso contrario le iba a pisar la cabeza (palabras textuales). Intenté separar al señor mayor para que la cosa no se saliera de madre y el otro cafre decía, también palabras textuales, viejo muérete ya, que te quedan dos veranos.
Indescriptible la situación, nunca había presenciado una discusión tan fuera de tono y todo porque el perro del cafre se había lanzado a por el corredor. A veces parece que el corredor y el perro son incompatibles en un parque, pero realmente los perros no tienen la culpa sino los dueños, que algunos tienen el cerebro más pequeño que el propio perro.
Me ha amargado el entrenamiento el muy cafre. Iba yo tan feliz porque había conseguido hacer un kilómetro a 5:02 y me encontraba muy bien, sin que me doliese el tendón y me ha dejado un regusto amargo la discusión. Que pena que estos pobres animales tengan que sufrir a algunos dueños. Por cierto, la primera vuelta la di en 27:19, aunque eso no tenga ya la menor importancia.
Altercados como el de hoy me reafirman en mi amor por los gatos, lo cual no quiere decir que odie a los perros, ni mucho menos.
Adorable gatita