Hoy ha sido la primera vez que en una carrera mi tiempo neto coincide con el tiempo real: 1:46:24. Y es que Manolo, Francisco y un servidor nos colocamos en la primera línea de salida, junto a los más rápidos del pelotón. Fue una experiencia agridulce. Bien porque sales sin ningún agobio y se empieza a correr desde el primer centímetro, pero mal porque en toda la carrera no para de pasarte gente. En mi caso, me adelantaron nada menos que 782 corredores y eso es mucho pasar.
En primera línea de salida
Hacía muchos años que en Fuencarral no nos dábamos cita tantos maratidianos. Ayer fue un verdadero éxito de participación, ya que nos dimos cita en la línea de salida al menos ocho corredores del equipo. La mañana era fresquita, pero las nubes se iban abriendo y empezaba a verse el sol. Por desgracia, hacía un viento bastante molesto que en algunas fases de la carrera molestaba bastante y que invitaba a buscar el abrigo de otro corredor.
El caso es que la carrera me resultó muy, muy dura. Sobre todo a partir del kilómetro 17 cuando se acaba la bajada de la tapia de El Pardo y se empieza a subir hacia el pueblo de Fuencarral. El paso por debajo de la vía de ferrocarril donde se inicia la subida supuso mi declive físico y a partir de entonces fui arrastrándome, recordando las sensaciones que se viven en los últimos kilómetros de la maratón. Sólo hay que ver que empecé los primeros kilómetros por debajo de 4:30 (ayudado de la cuesta abajo), los kilómetros intermedios por debajo de los cinco minutos y en esos últimos tres kilómetros, el ritmo bajó a más de seis minutos por kilómetro. Hoy tengo las piernas casi tan castigadas como si hubiese corrido una maratón. Y es que en esta media hay que estar muy bien físicamente para poder afrontarla con garantías.
Como anécdota, comentar que al finalizar la carrera me encontré con Ricardo, un vecino y compañero ocasional de entrenamientos que quedó ¡¡¡el tercero!!! Un auténtico monstruo.