IX Cross de los tres refugios

El día empezó muy temprano: a las seis, arriba. Mi amigo Parra me esperaba en la puerta de casa y con él, viajecito en coche hasta Ventas y pasados unos minutos de las siete y cuarto, viajecito en autobús hasta el parking de Canto Cochino en la Pedriza, donde llegamos sobre las ocho. Resultaba curioso comprobar la cara de alucine de algunos pibes que estaban durmiendo por allí y de repente se despertaban rodeados de gente que se estaba cambiando de ropa. Manolo y Liborio llegaron algo después, más tarde apareció Fernando con su cuñado y mucho más tarde llegaron Angel, Bienve y los amigos de éste.

A eso de las nueve, paseo hasta el Refugio Giner -situado a media hora andando- y una vez allí esperar unos minutillos para comenzar la salida. Podía verse bastante gente esperando en la pradera, bastante más de los 150 que indicaba la organización como número máximo. Está claro que cuanto más gente hubiera, más pasta para el bolsillo. Poderoso caballero es don Dinero.

Un señor se subió a un roca, explicó brevemente el recorrido de la carrera y algo más y dio la salida. Una pequeña bajadita y enseguida comenzó la subida al collado Cabrón. Empecé a subir a buen ritmo intentando seguir a Liborio, pero enseguida el amigo con el que iba me dijo que tranqui, que todavía quedaba mucho. Subimos y bajamos tranquilamente el citado collado y al poco llegamos al primer control y avituallamiento: Charca Verde, donde fuimos obsequiados con un vaso de agua. La carrera continuaba por una zona más o menos llana hasta llegar a las escaleras, donde se cogía una senda que ascendía hasta el collado de los Pastores donde estaba situado el segundo control. Esta senda era bastante estrecha y en algunos puntos de fuerte pendiente, también estaba aderezada con graciosas jaras y ramas que arañaban las piernas, brazos e, incluso, cabeza. Este segundo avituallamiento ya constaba de agua, líquido isotónico -se supone- y trozos de naranja.

Después de este control, la carrera transcurría por una pradera, en una garganta, muy cerca del rio. Esta zona aunque era cuesta arriba permitía correr prácticamente de contínuo -cosa que no hice- aunque con el riesgo de meter la pata en los múltiples charcos. Cuando la garganta giraba hacia la izquierda y se divisaban las antenas de la Bola, la pendiente se tornaba brutal y comenzaba la subida más fuerte de todas, se podía ver un rosario de corredores tanto por delante como por detrás. Arriba, en Bola, hacía bastante aire y frío y el avituallamiento era algo mejor que los anteriores, aparecía el chocolate, la sandía y los ¡quicos! Allí me papeé un gran trozo de sandía que me sentó como un rayo kilómetros después.

Con un viento infernal, se bajaba hasta Navacerrada por una carretera asfaltada donde se podía acortar en bastantes tramos y en pocos minutos ya estábamos allí. Los últimos metros de esta bajada, por una pista de esquí eran realmente peligrosos, ya que había unas redes prácticamente invisibles donde el riesgo de tropezarte era enorme. Al llegar al paso de cebra, se cruzaba la carretera y se bajaba unos cuantos metros hasta el Albergue de Navacerrada donde existía otro puesto de avituallamiento.

La subida al Telégrafo era corta pero muy empinada. La bajada de esta pista también era muy peligrosa por las susodichas redes. Al final empalmaba con el camino Smith, un sitio lleno de raíces aunque muy agradable porque con la enorme cantidad de árboles que tenía, no se notaba el calor, que había hecho furor en las zonas anteriores. Calculé, aproximadamente, que la cantidad de gente que transitaba dicho camino era inversamente proporcional a las fuerzas que me quedaban y aunque hice todo el camino corriendo, parecía que el final no llegaba nunca.

Empecé a sentir ciertas molestias en el vientre. Una corta subidita final y ya estábamos en la Fuenfría, donde estaba situado otro control y nos ofrecieron un vasito de agua.

Ya sólo quedaba la bajada por la calzada romana hasta el Chalet de Peñalara, sin lugar a dudas, el tramos más complicado de toda la carrera. Ya Fernando había advertido de la dificultad de este tramo, pero la realidad era verdaderamente inimaginable. Aquello era un pedregal donde había que mirar muy bien donde plantar el pie. Cuando ya quedaban sólo 500 m para alcanzar la meta -cosa que yo no sabía- el dolor de vientre se convirtió en fuertes retortijones y me tuve que parar en el primer seto que encontré, donde alivié mis dolores. Unos cuantos miles de piedras más y llegué a la meta junto a mi amigo con un tiempo de 3:27:19.

Ya había llegado mucha gente por lo que el agua se había acabado, sólo quedaban algunas botellitas de «no sé qué» y algún que otro bote de Acuarius. Eso sí, había pasas de todas las formas y colores. Para beber te recomendaban la fuente por la que salía un triste chorro, por lo que beber un trago de agua se convertía en una prueba de paciencia.

Al poco nos hicimos una foto todos los miembros de MaraTI+D y cuando ya me disponía a bajar a Cercedilla donde estaba el coche, de nuevo una visita a los matojos. En el camino y antes de llegar al coche, tres nuevas visitas más y ya, un poco antes de llegar, vómito completo que me dejó, afortunadamente, nuevo. Creo que la sandía me sentó mal, o se cumplió, en este caso, la definición de Angel: «Carreras de Montaña: en el oído de algunos maratidianos actúa como diarreico, quizás debían probarlas para curarse.» Después, ya recuperado, estuvimos comiendo en una pradera, cerca de un arroyuelo y a las cinco, vuelta a Madrid.

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Foto de equipo después de terminar la prueba

La carrera es dura como ya advirtió Fernando el pasado año, sin embargo no es exageradamente dura. Si te lo tomas con tranquilidad y tienes buena forma física, puedes correr y disfrutar del paisaje. Era mi segunda carrera de montaña y la carrera de Sierra Norte, allá en Octubre, me pareció más dura que ésta.

Lo que me pareció peor de todo fue el precio. Me parece exagerado cobrar 2500 pelas por esta carrera. Yo imaginaba jamón de pata negra o algo similar en los avituallamientos, pero no. Y encima, en la meta les faltó hasta el agua. Algo verdaderamente imperdonable, mas cuando nos habíamos cruzado con cientos de arroyelos durante la carrera. Pero ya se sabe, es la ley de la oferta y la demanda. Este año, suben un 50% y las inscripciones se duplican, verdaderamente increíble. ¿Realmente los corredores estamos bien de la cabeza?