Gracias a la legua de Mondéjar, nos enteramos de la existencia de este trail que se celebra en Villarejo de Salvanés. Sinceramente, soy alérgico a este tipo de carreras y no me hubiese apuntado de motu proprio, pero una amiga estaba muy ilusionada por hacer esta carrera y pensamos en apuntarnos, eso sí, antes fuimos a reconocer el terreno para ver a qué nos enfrentábamos. Algunos amigos pradolongueros participaron en 2020 en esta carrera y nos dijeron que era un prueba muy «corrible», todo por caminos, pero sólo con una imponente cuesta al final. De todos modos, decidimos acercarnos por allí por si las moscas. Y menos mal que fuimos porque el circuito no tenía nada que ver con lo que nos habían dicho, pero nada de nada.
Sonó el despertador a las siete y cuarto, me levanté y desayuné y una hora después salimos rumbo a Villarejo de Salvanés. Llegamos poco antes de las nueve, aparcamos junto a la plaza de toros donde estaba situada la meta, ya que la salida estaba tres kilómetros más allá, junto a la fábrica de galletas Cuétara. En la plaza de toros también se recogía los dorsales, así que nos hicimos con los nuestros y en vez de irnos en el autobús de las nueve nos fuimos en el de las nueve y media. Ese autobús se llenó y nos llevó a la salida. Allí calentamos un poco y unos minutos después de las diez dieron la salida.
Salí sin mucha tensión, sólo a ver cómo transcurría la cosa, sin ninguna pretensión, bueno quizás con la única precaución de no lesionarme. El comienzo es favorable, aproximadamente un kilómetro, luego hay una buena subida y todo es por un camino ancho. Luego se abandona ese camino metiéndose por un olivar y se continúa bajando, pero ya por un sendero que pronto se convierte en una especie de cañón muy estrecho donde sólo cabe una persona y en mucho tramos ni se puede ir con los pies en paralelo. Ahí se puede formar un buen embudo, pero como no llevaba prisa fui detrás de una chica bajando con precaución. Después de ese primer «cañón» se llega a una zona, creo que la parte más baja de la carrera, donde comienza una serie de subidas y bajadas cortas por senderos con tramos empinados. Bajaba con más miedo que vergüenza y subía andando.
Sobre el kilómetro cinco, al final de una imponente subida, había un individuo controlando quienes pasaban por allí, poniendo un aparato sobre el chip, que al contrario de cómo se lleva en casi todas las carreras, iba en la muñeca con una goma. Poco después del control se llega a un cruce donde los que participaban en al prueba larga (29 kilómetros) se separaban de los que hacían la corta (13 kilómetros). Yo me había apuntado a la corta por aquello de mi alergia a los trails, así que en ese punto giré hacia la izquierda. Por allí estaba el primer avituallamiento donde paré a beber y comer algo. Estaba muy bien surtido con agua, bebida isotónica, plátanos, dátiles, naranjas y chuches. Bebí un baso de bebida isotónica, comí dos trozos de plátano y dos dátiles y me puse en marcha. Estando allí vi pasar a dos chicas que ni se pararon ya que debían ir picadas la una con la otra.
Después de ese avituallamiento más cañones y más subidas y bajadas y de nuevo sin prisas, casi deseando que llegasen las subidas para ponerme a andar porque sobre el kilómetro seis empezó a dolerme la rodilla izquierda y poco después empecé a notar una ampolla en cada pie que me fastidiaba a cada paso, pero poco se podía hacer en medio del campo, sólo tirar palante.
Sobre el kilómetro nueve estaba situado el segundo avituallamiento, de nuevo repetí lo mismo que en el primero, parada para beber y comer. Poco después se llega a un punto que ya habíamos transitado al comienzo sólo que ahora era en sentido contrario, ya por el camino ancho. Allí quise olvidarme de las ampollas y apreté el paso. Si durante toda la prueba me habían ido adelantando, en ese último tramo fui yo el que adelantaba ya que iba deprisa aprovechando que el terreno era favorable. Pude adelantar a cinco corredores antes de llegar a meta con un tiempo de 1h20.
Cogí un vaso con bebida isotónica y un trozo de plátano y salí a buscar a la compañera, pero fui salir de la plaza de toros y encontrarme con ella, lo cual me alucinó, ya que eso quería decir que había hecho una gran carrera… O yo una birria. Pensemos que fue una gran carrera, ya que se saldó con un segundo puesto en su categoría, cosa que el día anterior veía muy difícil al ver que había una docena de corredoras de su categoría.
La comida que daban después era abundantísima: tortilla, jamón, queso, lomo, salchichón, pavo, saladitos, dátiles, chuches, bizcocho de chocolate, bizcocho de limón, galletitas y barritas. Es muy probable que me falte algo porque había tantas cosas que es imposible recordar.
Nos cambiamos en el coche y luego entramos en la plaza de toros a la ceremonia de premiación donde la compañera se subió al segundo puesto del cajón junto a una primera intratable y una tercera que llegó mucho más tarde. No sólo fue segunda de su categoría, sino que fue octava de las chicas. Yo me tuve que conformar simplemente con un sexto puesto de mi categoría.
Volví a casa, donde llegué sobre las dos y media. Me había puesto ciego con la comida que daban en la carrera, así que no me apetecía ni comer, me duché y me fui directamente a la cama a descansar un rato.