Para conmemorar el cincuentenario del nombramiento de Miranda del Castañar como Conjunto Histórico Artístico se celebró en esta bonita localidad salmantina la primera edición del trail «La Mirandeña. Entre bosques y blasones». Se trata de una prueba que transcurre por pistas y caminos recuperados en medio de la Sierra de Francia, en un sitio precioso.
Tres días antes de su celebración ni siquiera conocía la existencia de esta carrera, pero gracias al bueno de Isaías Díaz Peña, organizador de la prueba y natural de esta población, conocí que la estaban organizando y me la vendió tan bién que no pude evitar apuntarme… Y además convencí a una amiga para que también lo hiciese.
No es muy habitual que una carrera se celebre un sábado por la mañana, pero no debieron encontrar otra fecha y el día 20 de abril a las 11 de la mañana estaba prevista la salida. Aprovechamos el viernes para conocer diversos pueblecitos cercanos a Miranda del Castañar como La Alberca, Mogarraz o San Martín del Castañar, todos realmente bonitos, así como Miranda, pueblo que aún conserva el encanto de pueblo medieval. Una maravilla de zona.
Después de un tour por aquellos pueblos serranos, sobre las siete de la tarde del viernes nos acercamos al ayuntamiento de Miranda, antigua alhóndiga, donde recogimos el dorsal y una bonita camiseta conmemorativa. Allí pudimos saludar al alma mater de la prueba, al gran Isaías, que andaba ocupado con los preparativos de la carrera. Un rato después, juntos a otros amigos de Isaías, nos estuvo enseñando el pueblo, recorriendo sus empedradas calles y contemplando los diversos blasones que se podían ver en algunas de las casas de la población, como la casa del escribano, joya de la arquitectura mirandeña.
Al día siguiente, el sábado a las diez de la mañana ya andábamos por allí y una hora después dieron la salida, pero una salida neutralizada, algo para mí novedoso, que sirvió para recorrer las calles de Miranda (entre blasones) todo el grupo junto, casi ciento cincuenta corredores y corredoras. Después de la vuelta por el pueblo nos colocamos todos detrás del arco, en la Plaza de los Toros y poco después dieron la salida «de verdad».
Ya había comentado en una entrada anterior que soy alérgico a los trails, pero en algún momento se me debió pasar por la cabeza que la única manera de que se quite esa alergia es insistiendo y de nuevo me vi inmerso en un pelotón que se disponía a afrontar un trail de algo más de diez kilómetros. Salimos por asfalto, pero enseguida se acabó y comenzó el primer repecho. Ese primer repecho se las traía y tuve que ponerme a andar porque los que iban por delante de mí ya iban en procesión. Después de ese corto repecho un tramo horizontal y otro corto y duro repecho que de nuevo tuvimos que subir andando.
Luego el terreno suaviza y después comienza una bajada técnica por un bonito sendero donde de nuevo demostré mi poca habilidad bajando y fui adelantado por unos cuantos corredores y corredoras. Luego vi un cartel que indicaba «Bajada técnica, precaución» y si ya antes iba con miedo, a partir de entonces iba con más cuidado todavía, tratando, sobre todo, de no meter el pie donde no debía. Después de esa larga bajada la carrera cambia de perfil y se pone cuesta arriba, pero sobre el kilómetros seis y pico había un avituallamiento donde aproveché para parar, beber un vaso de agua, comerme medio plátano y coger otro medio para comérmelo por el camino. Como la cosa seguía subiendo, fui andando y comiendo ese medio plátano. Si a Nadal le funciona, ¿por qué no me va a funcionar a mí?
El caso es que en esa larga subida iba alternando andar con correr cuando veía que la pendiente suavizaba… O cuando vi una cámara de fotos, que me puse a trotar como si no fuese cuesta arriba. Así salió una bonita foto.
El caso es que alternando correr y andar fui adelantando a gente que me había adelantado bajando. Según me contó Isaías, la subida acababa en el caño Cachope, por lo que lo iba buscando para acabar de una vez de subir y poder acelerar un poco en un terreno más favorable. Así fue, vi un caño y un señor cerca, al que pregunté si era el caño Cachope. Me dijo que sí, por lo que me animé yo solo y aumenté el ritmo, así pude adelantar a alguno más.
Supuestamente ya era todo favorable, pero quedaba un repecho antes de llegar al pueblo y otro ya a la entrada, en la calleja Humilladero, muy corto y con una buena pendiente. Menos mal que ya se llega a la Avenida de la Constitución y ya todo recto hasta meta, aunque ese tramo era un tanto desagradable ya que el pavimento estaba empedrado. Aceleré todo lo que pude para ver si podía alcanzar a una pareja que iba por delante de mí, pero no pudo ser. Acabé con 1:03:27 en un recorrido de algo menos de diez kilómetros y medio.
Más tarde llegó la compañera del Club Atletismo Zofío, que al final fue cuarta de su categoría, quedándose a las puertas del podium. En su categoría ganó Dori Ruano, otrora grandísima ciclista, sin duda una de las pioneras del ciclismo femenino en España.
Después, gracias a la generosidad de Isaías, comimos productos de la tierra excelentes. ¡Muchas gracias! Además conocí a muy buena gente. Prometo seguir viniendo a esta carrera en las próximas ediciones… Siempre que las lesiones no lo impidan.