Media maratón de Villaverde

Me apunté a esta media maratón como un entrenamiento de cara a la maratón de Madrid, ya que se iba a celebrar el 23 de marzo y me venía de perillas para realizar el entrenamiento largo yendo corriendo desde casa a la salida de la media, haciendo la media y vuelta a casa. En esta fecha tuvieron que suspenderla porque había un tramo que transcurría paralelo al río Manzanares, en el Parque Lineal, y temían que se pudiera desbordar por ahí. Anteriormente ya se había suspendido en 2017 y en 2018 por un informe negativo del Samur. El caso es que esta vez en vez de suspenderla del todo la aplazaron al 25 de mayo, cuando ya, en mi caso, no tenía sentido realizar una media. Cierto es que ofrecieron la posibilidad de cambiarse al 10 k que iban a celebrar junto a la media o incluso de que te devolviesen la inscripción, pero lo dejé tal cual.

Cambiaron de fecha y de recorrido convirtiendo la prueba en una carrera insulsa y fea que además se vio afectada por el inmenso calor que hizo. La prueba de 10 k tenía prevista la salida a las 9:30 y la media diez minutos después, pero por algún motivo que desconozco la prueba de la decena de kilómetros se postergó hasta las diez menos cuarto y la media diez minutos más tarde hasta las diez menos cinco. Ya hacía bastante calor antes de que comenzase la primera prueba.

Algunos de los compañeros del Club Atletismo Zofío se apuntaron a la prueba más corta (dorsales azules) y otros nos apuntamos a la media (dorsales amarillos). Salieron los primeros, los dimos unos gritos de ánimo y calentamos un poco más antes de ponernos detrás del arco de salida. La verdad es que se veía bastante gente esperando la señal de partida, cosa que me extrañó siendo una fecha tan poco apropiada para una media maratón, pero bueno, no todo el mundo corre medias para preparar una maratón, algunos lo hacen como un fin en sí. De hecho yo había corrido en Jadraque y en Ávila por estas fechas y no tenía ninguna maratón que preparar. Sólo por vicio. 😉

Salí con una compañera a un ritmo de 4:35 más o menos y ella ya antes de comenzar decía que no se encontraba bien, que no podía respirar bien. Yo iba mirando hacía atrás porque se iba quedando y aflojaba el ritmo para que no se me perdiera. El día anterior puse que me pitara el reloj cada 400 metros y olvidé cambiarlo, así que no me iba pitando los kilómetros y eso me hizo un poco de lío. Tanto que una de las veces que miré el reloj vi que marcaba cuatro kilómetros y yo pensaba que llevaríamos seis o siete. Fue la compañera detrás de mí hasta el kilómetro seis o siete que la perdí de vista, por más que miraba hacia atrás no la veía, así que ya me desentendí de ella. Yo seguía a mi ritmo, pero no me veía nada fino, sobre todo de cabeza.

La media maratón eran dos vueltas. Una de diez kilómetros compartida con los que hacían 10 y una segunda prácticamente igual con un añadido para hacer once. Muchas kilómetros se hacían por el Parque Forestal, camino arriba, camino abajo, bastante feo. Luego se iba por Villaverde Alto, no se tocaba el barrio de abajo. En la segunda parte del recorrido aflojé el ritmo y me adelantaron como una docena de personas, uno de ellos llamado Miguel que me adelantó justo cuando pasábamos por su «club de fans» y le animaban por su nombre, pensando yo que me animaban a mí. Faltando unos tres kilómetros me adelantó una chica que iba con un chico que la guiaba y marchaban a buen ritmo. Esa chica fue tercera de su categoría aunque luego hablamos con ella y pensábamos que había sido cuarta. No sé si al final se enteraría de que tenía que haber subido al cajón. Lo curioso de esta chica es que se apellido Villaverde, como la carrera.

Al final llegué a meta con un tiempo oficial de 1:37:42 bastante cansado no sólo físicamente, quizás más de cabeza porque se me hizo larguísimo el recorrido y encima hizo un calor exagerado. Cuando entré en meta el reloj marcaba 1h47 y pensé qué mal tiempo he hecho, iba peor de lo que pensaba, pero el reloj marcaba diez minutos de más que llevábamos los de la media con respecto a los del 10, así que me alegré cuando miré el reloj y vi esos diez minutos menos. No parece mal tiempo pensando que en la media de Latina hice también 1h37, pero el truco está en que esta carrera no llegaba a la distancia de 21097 metros, faltaba por lo menos medio kilómetro, cosa que agradecí porque llegué harto de correr. Al llegar lo único que quería era beber y para llegar a tan preciado líquido había que darse un buen paseo. Menos mal que una amiga me dio una botella antes de llegar al mostrador. Allí me bebí una botella y comí cinco o seis trozos de naranja y un par de trozos de plátanos y más agua y más agua. Luego fuimos a buscar a los compañeros, cogimos la ropa del coche y fuimos a por nuestro plato de paella, que estaba realmente rica. Nos tomamos el arroz sentados en el suelo, en la hierba, esperamos el sorteo y nos fuimos, no nos quedamos a escuchar a la banda de rock porque empezaron muy mal, ya que la segunda canción que interpretaron fue «Voy a pasármelo bien» del grupo Hombres G que ya me contaréis que relación hay entre este grupo y el rock. No me extraña que en los resultados aparezca el nombre de la carrera como «Media Roquera de Villaverde».

Sinceramente prefiero que se celebre a finales de noviembre o principios de diciembre como en anteriores ediciones, pero no sé qué harán los organizadores y también prefiero el recorrido antiguo, pero sí es verdad que el otro recorrido ha dado más problemas que otra cosa.

XXXII Media maratón de Villaverde

Crónica dedicada a Pepe, pradolonguero de pro y fan de mis batallitas. Va por ti, campeón.

Algunos se empeñan en llamar a esta carrera la media maratón de Villaverde, pero para todos los pradolongueros, es y será el duelo de la minutada, ya que dos ilustres pradolongueros: Joaquín y Miguel se habían retado en esta carrera, en la que Miguel había amenzado a Joaquín con meterle una minutada.

Lo de la minutada es un concepto difícil de definir no sólo por parte de los contendientes, sino por el resto de los mortales. Unos hablaban de cinco o seis minutos, otros quizás exagerando, proclamaban incluso hasta veinte. En este mismo blog, en una entrada había tratado de «objetivar» en minutos ese etéreo concepto y había llegado a la conclusión que teniendo en cuenta las edades de cada uno, hasta once minutos podría ser una distancia asumible.

Informadas las partes de las ideas de cada uno de esa posible diferencia en meta, se había llegado a un acuerdo tácito de que una diferencia mayor de seis minutos podría ser considerada una minutada, ya que por un día dejábamos de lado el concepto edad y el lastre que supone.

Así las cosas, en un rincón se presentaba Miguel, peso semipesado, edad 41 años y prometiendo hacer 1h24. En el otro rincón, Joaquín, peso wélter, edad 56 y con la idea de acercarse a la hora y media. Ambos prometían una lucha a muerte en un combate a 21 asaltos.

He de decir que en el rincón de Joaquín se encontraba un servidor, tratando de ayudar en lo que fuera posible. Principalmente con la idea de marcar el ritmo para conseguir el objetivo de la hora y media.

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Esperando el pistoletazo de la salida. Foto cortesía de Emilio R

Comenzó la carrera y ya en los primeros metros vimos como Miguel iba con un paso más vivo y que no iba a ser tarea fácil minimizar la diferencia, más bien al contrario. Si no desfallecía, su triunfo era seguro. El primer golpe fue psicológico, pero Joaquín lo encajó sin demasiados problemas y seguía con la defensa alta y con un buen juego de pies.

Entramos en el Parque Lineal y yo iba mirando el cronómetro para no acelerarnos en exceso. Un ritmo demasiado alegre al principio podía convertirse en nuestra tumba al final. Le iba cantando los tiempos cada kilómetro y el plan de la hora y media iba a la perfección, robando segundos en muchos de los kilómetros y teniendo que tirar de la rienda de vez en cuando porque Joaquín se desbocaba. De hecho, cuando pasamos por el primer tercio de la carrera, kilómetro siete, íbamos por debajo de la media hora, cumpliendo perfectamente nuestro plan. En el parque fuimos animados por un montón de pradolongueros que se habían desplazado para animar y presenciar in situ el gran duelo. Muchas gracias por vuestros ánimos. Da gusto tener compañeros como vosotros.

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En pleno Parque Lineal, pasado el km 7. Foto cortesía de @edutri3

Existen dos zonas en el Parque Lineal donde la carrera realiza un giro de ciento ochenta grados y, por lo tanto, se puede apreciar la diferencia entre unos y otros. En el primero de ellos, sobre el kilómetro nueve, vimos que Miguel iba a buen ritmo y que la diferencia entre él y nosotros era notable, algo más de dos minutos. Fue un duro golpe, directamente al hígado, de los que duelen, pero de nuevo Joaquín lo encajó a la perfección y no se vino abajo ni mucho menos.

A dos kilómetros y medio está el otro punto donde se cruzan los unos con los otros. Ahí, a la altura del puente nuevo, nos cruzamos de nuevo con Miguel. Se le veía bien acoplado a un grupillo y seguía llevando un buen ritmo. Miré el cronómetro y después de girar y llegar de nuevo al puente volví a mirar y marcaba justo tres minutos de diferencia. Íbamos por el kilómetro doce y la minutada se dejaba entrever. Iba a depender de quien de los dos iba a aguantar mejor la dureza del último tercio.

Le comuniqué a mi compañero que iban tres minutos de diferencia y eso le espoleó aún más y aumentó el ritmo, dispuesto a vender cara su piel. Ese cambio de ritmo a mí me mató, empecé a ir a un metro de su espalda y sufriendo por no descolgarme.

Se sale del Parque Lineal por un camino que pasa por debajo de la A4. El camino es de tierra y muy bacheado y cuenta con una interesante subida para llegar a la M-301. Desde allí se sigue subiendo para llegar a la calle Estefanita y por esta misma calle se siiiiiiigue subiendo hasta que se corona y se baja hasta la Plaza de los Metales. En ese punto estaba el kilómetro catorce, el segundo tercio, y aunque estos dos últimos kilómetros se nos habían ido a casi 4:30 al mirar el cronómetro vi que llevábamos 59:37 por lo que el objetivo de la hora y media aún era factible, aunque difícil.

En la Plaza de los Metales se gira a mano derecha y comienza una larga subida por la calle Berrocal. Una calle larga y cuesta arriba donde empecé a perder segundos y vi como Joaquín se iba alejando. No quise ser un lastre y le dejé marchar ya que si quería cumplir su objetivo mejor ir sin ninguna rémora.

Llevábamos unos kilómetros con un par de tipos a la chepa donde uno le iba diciendo a otro lo que tenía que hacer: ahora respira, ahora relaja, ahora estira la zancada, ahora sácate un moco, ahora lo tiras al suelo y así dale que te pego, sin parar de dar instrucciones. La verdad es que me estaban poniendo algo nervioso, yo no sé cómo iría el receptor de esas órdenes, pero yo conozco a una que le hubiese mandado bien lejos al emisor.

Después de esa larga calle comienza el tramo más feo de la carrera. La prueba se adentra en la parte antigua de Villaverde Bajo y comienza el slalom. Subir, bajar, curva a la derecha, curva a la izquierda, un túnel por aquí, un puente por allá, un parque, una acera y yo no sé cuántas cosas más. Imagino que si vas sobrado, es entretenido, pero si vas mal, cada accidente que te encuentras que te saca de la rutina es un obstáculo más.

En esos primeros tramos de slalom con curvas a derecha y curvas a izquierda fui atropellado por la pareja emisor receptor, ya que ellos consideraban que la raya blanca que estaba pintada en el suelo era un mero adorno, que el circuito va realmente por encima de las aceras. Cuando me arrollaron, de muy malos modos les indiqué que no está bien acortar y menos, atropellar a un tipo que va por donde debe ir.

De todos modos, esta parejita no eran los únicos «asaltaaceras», prácticamente a todos los que vi en estos tramos iban haciendo lo mismo. Se trata, sin lugar a dudas, de una fea práctica que para lo único que sirve es para engañarse a uno mismo haciendo menos distancia de la que debieran.

En esos tramos por el Parque de San Cristóbal, la subida a la Gran Vía de Villaverde, ya me iban cayendo los segundos como losas. En la Gran Vía, donde hay otro giro de ciento ochenta grados, me crucé con Joaquín al que vi que seguía a buen ritmo, lo cual me alegró considerablemente. Fue en ese punto donde me adelantó la chica que iba en cuarta posición. Traté de engancharme a su ritmo, pero ella iba muy bien y yo, muy mal, así que seguí remando en solitario.

Unos kilómetros antes, cuando pasé por debajo de la estación de cercanías de Villaverde Bajo al GPS se le fue la pelota totalmente y me marcó un kilómetro a 3:53 porque se comió un buen trozo, así que iba ya bastante descompensado los hitos kilométricos con los pitidos del GPS y eso, aunque es una tontada, incomoda un tanto.

Fui penando en esos últimos kilómetros utilizando la técnica maratoniana de no pensar en lo que queda sino únicamente en el siguiente kilómetro. Me iba animando mentalmente, venga que ya llegamos al 16, venga, que el 17 está cerca, vamos, vamos, que tenemos el 18 ahí mismo. Vamos, venga, que el 18 está ahí, a la vuelta de la esquina. ¿Pero qué 18 si ya estamos en el 19? Iba ya tan mal que me había «comido» un kilómetro. Así que cuando vi que era el 19 y que me había encontrado un kilómetro menos, me alegré y me animó. Además ahora el tramo era más llevadero en espera de la traca final, ese tramo de algo más de quinientos metros, todo cuesta arriba, que te lleva hasta el kilómetro 21.

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En el kilómetro 20. Foto cortesía de @edutri3

Iba ya muy escaso de fuerzas cuando empezó la subida, así que el único objetivo era no tener que reptar en ese largo tramo. Emilio II me animó a la mitad de la cuesta y el resto de amigos pradolongueros que estaban por allí ubicados, también. Eso hizo que pudiera subir algo mejor de lo que pensaba ese tramo, aunque sufrí como un c…

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En la cuesta final, sufriendo a tope. Foto cortesía del admin de forofosdelrunning.com

Llegué arriba y al entrar en el recinto donde está instalada la meta aceleré lo poco que pude, ya que venía gente por detrás con intenciones aviesas. No consiguieron pasarme por los pelos y me presenté en meta con un tiempo oficial de 1:32:23. Bastante lejos del objetivo, pero cuando no se puede, no se puede.

Nada más pasar la línea de meta me encontré con Joaquín, que como buen compañero me estaba esperando. Su tiempo en meta oficial fue de 1:30:55. Un excelente tiempo aunque se quedó un poco con la miel en los labios de no haber bajado de la hora y media, pero está muy, pero que muy bien.

Recogimos la bolsa del corredor y estuvimos buscando al otro contendiente para ver en cuanto había consistido la minutada, pero no aparecía por ningún sitio. La tierra se lo había tragado. Fuimos a ver a los compañeros pradolongueros que nos habían animado y Pepe nos indicó que había visto pasar a ambos y que la diferencia andaría por los cinco minutos o menos.

Después de cambiarnos llegó Miguel y nos dijo que su tiempo en meta era de 1h26. Comprobando las clasificaciones, se puede ver que el tiempo oficial es de 1:26:08 por lo que la diferencia entre ambos es de 4:47. Ni mucho menos una minutada. Queda claro, por lo tanto, que el campeón ha sido Joaquín. ¿Podría ser Villarrobledo la próxima ocasión donde se midan los contendientes?

Miguel no andaba muy contento porque quería bajar de 1h26, pero estuvo muy cerca y no es ésta una carrera para tratar de conseguir una buena marca. Con su estado de forma en el día de hoy hubiese hecho 1h24 (o menos) en Getafe o en Villarrobledo. O sea, que es para estar muy contento.

Joaquín tenía sentimientos encontrados. Por un lado feliz porque se había proclamado campeón del duelo, pero por otro lado le dolía no haber bajado de la hora y media. Pero igualmente aplicable lo de Miguel, esta no es carrera para marcas y debe sentirse más que orgulloso del tiempo conseguido.

Al cambiarnos, Joaquín se dio cuenta que no estaba su móvil en la mochila. Preguntamos en el ropero y nada, no sabían nada. Fueron al coche y allí estaba, afortunadamente. Nosotros nos quedamos en espera de que sacaran las clasificaciones, pero después de un buen rato esperando nos fuimos a casa pensando que no había ningún compañero en puestos de honor. Craso error, por la noche, consultando las clasificaciones vimos que Joaquín había sido tercero de su categoría.

¡¡¡Enhorabuena campeón!!!

Un día tan indicado como éste no podía acabar así. Era el día señalado para juntarnos todos los pradolongueros y celebrar la llegada de la Navidad de la mejor manera posible, que no puede ser otra que comiendo. Así que a las dos nos fuimos a un restaurante no muy lejos de nuestro querido Parque de Pradolongo y allí dimos cuenta de cuantas viandas nos pusieron por delante. Una velada muy agradable con una compañía inmejorable.

XXX Media maratón de Villaverde

Hoy he participado por primera vez en esta media maratón que es una de las más antiguas de Madrid. Resulta curioso que no haya participado nunca estando la línea de salida relativamente cerca de casa, pero siempre coincide con la época de diezmiles y nunca me ha motivado mucho hacer tanta distancia por esta época. Esta vez, sin embargo, es distinto, hay una maratón cercana y hay que hacer kilómetros a cascoporro.

Nos acercamos un buen número de pradolongueros a la carrera y sin haber quedado en ningún sitio y a ninguna hora nos fuimos encontrado poco a poco y nos dio tiempo más que de sobra para hacernos una bonita foto.

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Pradolongueros en Villaverde… con algún añadido, foto cortesía de Macu

Desde la media maratón de Getafe no corría ninguna carrera «libre», es decir, sin acompañar a nadie, así que no tenía ni idea de qué tiempo podría hacer en una media maratón. Me conformaba con hacer sobre 1h38 que pensaba me hubiera llevado a estar cerca de Emilio, el incombustible. El otro objetivo, el más importante, era tratar de hacer cada metro de la carrera pisando de metatarso y dando zancadas cortas.

Comenzó la prueba algunos minutillos después de las nueve horas y aunque el primer kilómetro fue algo lento, luego fui cogiendo un ritmo rápido, vigilando que la rodilla no me molestase. Cuando llevaba unos seis kilómetros, en pleno Parque Lineal, iba viendo a los corredores que me antecedían y observaba el vaho que soltaban a respirar [modo paja mental=on] empecé a pensar que me quitaban el oxígeno, que lo único que me entraba en los pulmones era el anhídrido carbónico que exhalaban, eso me llevó a pensar en la formulación química, ya que el anhídrido carbónico (CO2) de toda la vida, ahora es dióxido de carbono o más moderno todavía: óxido de carbono (IV) [modo paja mental=off]. Se nota que no llevaba acompañante y mi mente no hacía más que pensar en otras cosas para hacer la carrera más llevadera.

No llevaba reloj, por lo que no sabía el ritmo que llevaba, así que me sorprendió cuando al pasar el kilómetro 10 uno de los que iban delante de mí comentó a su compañero que habíamos pasado en 45 minutos. ¡Buf! Era un ritmo bastante exigente para mí y no sé si fue esa noticia o que no había entrenado kilómetros a ese ritmo, pero desde ese punto hasta el kilómetro 13 ó 14 no lo pasé nada bien, notando flojedad en las piernas y dando vueltas a la cabeza si debía seguir a ese ritmo, con el riesgo de reventar kilómetros más adelante, o aflojar un poco. Yo creo que seguí más o menos a la misma velocidad, aunque ahora el recorrido ya no era por el parque y se internaba por las calles de Villaverde, donde fuimos obsequiados con bonitas subidas y bajadas, que hicieron que la segunda parte de la prueba fuera dura, muy dura, más que el año anterior según comentaban en línea de meta.

No debía ir demasiado mal porque no me adelantaba mucha gente y yo iba pasando a alguno que otro. Me sorprende que en cualquier carrera a la que he ido, a cualquier ritmo que haya llevado siempre aparece alguno en los últimos kilómetros que va a un ritmo de ganador de la prueba o casi. No sé si se toman la carrera como un entrenamiento empezando muy despacio y terminando muy deprisa o es simplemente su manera de correr, porque no es que vayan de menos a más, es que van que «muy» menos a «muy» más. Curioso.

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Corriendo por las calles de Villaverde, foto cortesía del Korrecaminos

De esta forma, con pequeñas subidas y bajadas, curvas, contracurvas y alguna que otra larga recta, llegamos a la calle donde se dio la salida y contemplamos todos horrorizados la cuesta final con la que nos había obsequiado la organización, que se hizo laaaaaarga. Ahí me di cuenta de que tengo que fortalecer abdominales y lumbares porque al tratar de subir notaba como tiraba la zona lumbar. Aún así no se me dio mal del todo la subida aunque protestaran los lumbares y me presenté en meta con el reloj casi marcando 1h36 minutos. El tiempo oficial dado por la organización es de 1:35:50 bruto y 1:35:28 neto. Bastante mejor de lo que yo pensaba aunque lejos de la media de Getafe de principio de año, aunque tengo claro que con la rodilla en este estado ya no volveré a acercarme a los registros que hice estos últimos años.

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Llegando a meta, foto cortesía de la revista RunOnline

Lo peor de la carrera las agujetas que tengo cuando escribo estas líneas en cuádriceps y gemelos y las rozaduras en los muslos y eso que me eché vaselina. Pero la vaselina era del Mercadona y parece que no es igual que la de la farmacia.

Antes de salir de casa me había subido a la báscula. Ésta marcaba 69,8 kg que es bastante pero al menos he conseguido bajar de los setenta kilos que es el peso al que nunca debería llegar.

Por cierto, esta semana sólo he corrido hoy. Al paso que voy a sufrir en la próxima maratón.